Vacaciones en familia (2)

La última noche de una inolvidables vacaciones. Todavía no sé, si mi primita Martha Luz se lo esperaba.

Vacaciones con la familia

Afortunadamente cuando me desperté no había nadie en la casa, pues el susto que tenía no se me quitaba. No sabía como podría mirar a mi hermanita y la posibilidad de que le comentara la sucedido a cualquier otro miembro de la familia me aterrorizaba. El corazón se me quería salir y sentía sus latidos irregulares en mi pecho. Decidí bañarme y cuando lo estaba haciendo, no dejaba de pensar en todo lo que había pasado con mi hermanita Rosario.

Quería sentir arrepentimiento, pero lo único que se me cruzaba por la mente era su conchita con su aroma de niña y ese sabor dulce que aún embriagaba mis sentidos. Evitando seguir con esos pensamientos que me mantenían la pija erecta, terminé de bañarme y me volví a acostar. Dormí varias horas, hasta que fui despertado por las voces de todas ellas, que habían regresado a la cabaña. Mi hermana mayor, por instrucciones de mi madre, subió al ático para ver como estaba yo y me preguntó si estaba enfermo. Al decirle que no, me dijo que bajara para que comiera algo, ya que eran las cinco de la tarde y no había comido nada durante el día. Cuando bajé me encontré a todas en sus tangas y bikinis, pues se habían pasado el día en Playa Escondida . Rosario se me acercó, me dio con la más grande naturalidad un beso en la mejilla y poco a poco me fui calmando.

Los episodios sexuales parecían haberse calmado, pues Martha Luz me evitaba como si estuviera arrepentida de lo que había pasado en la playa y rehusaba mi mirada. Todas se bañaron, se cambiaron de ropa y así fue pasando el resto de la tarde hasta que llegó la noche. Durante la cena, mi madre nos informó que regresaríamos a nuestras casas al día siguiente y eso nos llenó de tristeza, pues habíamos pensado que nos quedaríamos varios días. También la noticia me llenó de alivio, pues me sentía culpable de haber tenido relaciones sexuales con mi hermanita. Terminamos de cenar y nos quedamos por unas horas mirando el televisor y luego, todos nos fuimos retirando a nuestros dormitorios.

Al ver que Rosario no llegaba al dormitorio, bajé para preguntar que pasaba y mi madre me dijo que Rosario había decidido dormir con ella. Eso me intranquilizó, pues pensé que existía la posibilidad de que estuviera arrepentida y le contara a mi madre lo sucedido. Me quedé un rato esperando que terminaran de lavar los platos, buscando la oportunidad de hablar con Rosario. Durante ese tiempo Rosario me tranquilizó diciendo que ella me había jurado que nunca le diría a nadie lo sucedido y que contara con eso. Le di un beso y las buenas noches. Mucho más tranquilo y relajado, subí a mi dormitorio.

Pensando que Martha Luz estaba dormida no quise encender la luz para no despertarla, pero por la ventana que quedaba al lado de su cama entraban los rayos de la luna que la iluminaban como si tuviéramos una lámpara encendida. Estaba desarropada y con las piernas abiertas. No tenía puesta la pijama, sino su bata blanca de algodón que era aparentemente su favorita. Me acerqué a su cama con mucho cuidado, para ver de cerca sus panties transparentes, que me permitían ver o imaginarme lo que trataban de ocultar. De nuevo los nervios me invadieron y salí sigilosamente del cuarto.

Bajé las escaleras con el pretexto de buscar en la cocina una gaseosa, pero lo quería era asegurarme de que todas estuvieran dormidas. Regresé al dormitorio, me desnudé y me puse mi pijama de pantalón corto y sin camisa, pues el calor era insoportable y nuevamente me acerqué a la cama de Martha Luz. Tenía abierta la bata y podía ver sus senos, que aunque no muy grandes eran duros y paraditos. Sus pezones estaban erectos como los de Rosario cuando se los lamía.

Me saqué el pene y comencé a tocarme, pues pensé masturbarme viéndola dormir. Un movimiento casi imperceptible de sus piernas que se abrían y apretando cuando se cerraban, me dio a entender que no estaba tan dormida como parecía. Eso me dio valor y me senté con cuidado en su cama. Con mis dedos le acaricié muy suavemente las piernas, llegando muy despacio hasta su conchita. Ella reaccionaba apretando las piernas y en algún momento apretó mi mano con ellas. Subí por su estómago que temblaba, hasta llegar a sus senitos y le pasé los dedos muy suavemente por sus pezones. Su agitada respiración y sus casi imperceptibles gemidos me dieron a entender que estaba despierta y eso me envalentonó.

Comencé muy espacio a quitarle su braguita y en un momento ella levantó sus nalguitas para permitir que se las quitara. Nuevamente mi corazón se quería salir de mi cuerpo, pero pensando que el riesgo que había tomado era muy grande y que ya estaba muy cercano mi objetivo, me arrodille enfrente de la cama y me fui subiendo despacio, hasta llegar al centro de mis deseos. La olfatee y su aroma me hizo estremecer, pues olía a polvo de niñas, mezclado con el aroma de sus sexo, que estaba abierto, húmedo y empapado; las gotitas de su excitación le bajaban hasta el cultito. No me pude contener y con mi lengua comencé desde el culito, como lo había con mi hermanita, a recoger las gotas que le bajaban pos su conchita. Me detuve en su huequito y la penetré con mi lengua; ella ya no disimulaba, abriendo y cerrando la piernas sobre mi cabeza se movía, se agitaba y gemía.....diciendo muy bajito, ahí, ahí, OH Dios mío, OH Dios mío......Subí, arrastrando con mi legua su blanca, pegajosa y espesa crema, hasta llegar a su clítoris, que lo tenía más desarrollado que el de mi hermanita.

Mientras le pasaba el dedo por su conchita, me deleité mirando su clítoris. Parecía una pequeña pija erecta, con su cabecita roja sobresaliendo y cuando le pasaba la lengua por ahí, mi prima enloquecía, me apretaba la cabeza, me estrujaba, se movía, abría y cerraba las piernas hasta que con voz apagada me dijo, me vengo, me vengo, le metí la lengua en su huequito, hasta que pude saborear el liquido tibio y salado que le salía de su conchita. Le pasó lo mismo que a Rosario y quedó como si estuviera desmayada. Me acosté a su lado y con ternura la besé en la frente, pero ella besó mi boca y con su lengua saboreaba el néctar de su conchita. Me arrodille enfrente de ella para hacerle lo mismo que le había hecho a mi hermanita, pero me dijo que no, que podía quedar embarazada, pero que no quería que yo me durmiera sin sentir lo que ella había sentido. De inmediato se volteó y comenzó a meter mi pija en su boca. Yo veía y le pasaba mi mano por sus nalgas, le pasaba mi dedo por el culito, se lo metía un poquito, le tocaba su concha que estaba muy mojada, mientras sentía su lengua recorrer mi pija, mis huevos y por ultimo, me pasó la lengua por mi culo. Eso me enloqueció y mucho más, cuando se metió toda mi pija en la boca, comenzó a chuparla de arriba abajo y me metió todo su dedo en el culo. Ahí exploté en su boca, durante lo que me pareció una eternidad, hasta que los temblores en mi cuerpo cesaron. Se volteó, se acostó a mi lado, me besó en la boca y me entregó con su lenguas llena el sabor de nuestros sexos. Para evitar ser encontrados en esa situación, la besé en la frente, la abracé con todas mis fuerzas, le dije que la amaba y me fui para mi cama.

Al día siguiente regresamos a nuestras casas. Cinco años después, el destino nos volvió a unir, pues todos comenzamos la universidad en la misma ciudad y la familia decidió, que Rosario, Martha Luz y yo, nos mudáramos juntos para compartir los gastos.

Espero que hayan disfrutado mis primeros relatos de una confesión que en realidad no tiene penitentes, pues nadie se sintió, ni se ha sentido pecador y que la única moraleja que nos dejó es que amar no es un pecado. Así que, sigámonos amando.

Andrés Éter

Colombia