Vacaciones en familia (1)

Unas vacaciones familiares llenas de de experiencias sexuales con mi hermana y con mi prima...

Vacaciones con la familia

Tenía trece años y pasábamos vacaciones en un pequeño poblado al lado del mar. Éramos un grupo familiar que consistía en dos tías con sus hijas, mi madre, mis dos hermanas y yo. Todos hospedados en una pequeña cabaña de dos dormitorios. Mis tías y mi madre compartían un dormitorio, mi hermana de 17 años y otra prima de la misma edad dormían en el otro dormitorio y en un pequeño ático, dormíamos los tres menores, mi prima Martha Luz de trece años y mi hermana Rosario de doce años.

A las pocas horas de haber llegado tuvimos que viajar al centro del pueblo, que quedaba a unos cinco minutos de la cabaña, a comprar algunos víveres que necesitábamos para la cena de esa noche. El pequeño automóvil Fiat lo conducía mi madre, acompañada en el asiento delantero por mi tía y en la parte de atrás del automóvil una de mis primas, mi hermana mayor y yo.

Como el viaje era muy corto, y como a Martha Luz se le antojó venir con nosotros, decidieron que se sentara en mis piernas, cosa que no me desagradó pues sentía gran atracción por ella. Ella tenía un lindo y delgado cuerpo, unos lindos senos que se le notaban duritos y erectos por la blusa transparente y blanca de lino que tenía, y se veía muy sexy con unos shorts blancos que mostraban sus piernas doradas por el sol y un trasero duro y paradito. Una gran excitación me invadió al sentir sus nalgas sobre mis piernas y luego, con el movimiento del automóvil en esa mala carretera, Martha Luz se fue rodando hasta quedar incrustada sobre mi pene. Yo tenía puesto un pequeño pantalón corto y sentía el calor de sus piernas sobre las mías. Sentí que mi pene aplastado por su trasero y erecto, se salía por la boca pierna de mi short, tocando la pierna de Martha Luz, que al notar el calor y la humedad en su pierna, con su mano buscó la causa encontrando y tocando mi pene erecto. Retiró la mano sin decir nada. Afortunadamente llegamos a nuestro destino y nos bajamos del carro. La erección la mantenía y alcancé a percibir que Martha, ruborizada y muy discretamente, no dejaba de mirarme. De regreso al automóvil, cuando Martha Luz se acomodaba para sentarse sobre mis piernas, apoyó su mano momentáneamente sobre mi pene.

Durante el viaje de regreso y sin saber si lo hacía intencionalmente, el traserito de mi prima se movía sobre mi pene, y el calor de sus piernas sobre las mías hacía que mi corazón palpitara con ritmo acelerado

Por la noche, después de cenar, mi madre, mis tías y mis primas mayores decidieron salir a una discoteca, dejando a los menores viendo la televisión.

Debido al calor extremo, yo me había puesto la pijama de pantalón corto sin camisa y ellas, unas batas cortas de algodón que me permitían ver, cuando ellas pasaban por enfrente de la lámpara, sus interiores y sus senos paraditos y sin sostén.

Martha Luz estaba sentada en un sillón enfrente del sofá donde estábamos Rosario y yo y en ocasiones, con cierta complicidad, nuestras miradas se cruzaban. Me acosté en las piernas de mi hermana y Martha Luz, diciendo que donde estaba sentada no veía bien la televisión, se sentó en el sofá a los pies míos. Siendo el sofá pequeño, tuve que poner mis piernas sobre las de Martha Luz. Mi erección ya era notoria, pues la tela de mi pijama era muy delgada y la posición en que me encontraba le permitía a mi prima poder ver parte de mi pija por la ranura de mi pantalón. Mi corazón se quería salir cuando mi prima comenzó a acariciarme las piernas y pensé que me correría. Para no hacerlo, me levante con el pretexto de ir a la cocina a buscar algunas bebidas. Cuando regresé con las Coca Colas ya había terminado el programa que estábamos viendo, y Rosario había puesto música, pidiéndome que bailara con ella su canción favorita, "Esperaré" de Café Quijano con Armando Manzanero. Martha Luz aprovechó el momento para ir al baño

Comencé a bailar para complacer a mi hermana, pues para mi era muy incómodo bailar con ella en las condiciones en que me encontraba, pero lo hice. Me sorprendió que me abrazara, pegando su cuerpo sobre el mío, sin decir nada sobre lo que era obvio en ese momento e imposible para ella no sentirlo. Su bata estaba medio abierta y bailando, entrelazamos nuestras piernas. Podía sentir sus patíes sobre mi pija y ella, con lentos y rotatorios movimientos se frotaba sobre mi. Eso fue interrumpido por la llegada de Martha Luz. Yo no soportaba esa permanente erección y diciéndoles que tenía sueño me fui a acostar. Más tarde me levante para ir al baño y pude ver que la luz seguía encendida. Sin la más leve sospecha y pensando que se habían quedado dormidas; sin hacer ruido para no despertarlas, bajé unos escalones de la escalera y lo que encontré no lo podía creer. Rosario acostada completamente desnuda en el sofá y Martha Luz con su cabeza entre sus piernas lamiéndole la conchita. Tenía mi pantalón de pijama completamente mojado y al ver semejante espectáculo, me lo saqué y frotando con rápidos movimientos de mi mano me corrí como jamás lo había hecho.

Más adelante les comentaré lo que sucedió en la siguiente noche de esas inolvidables vacaciones

Andrés Eter..Colombia...andreseter....netscape.net

Vacaciones con la familia

Como lo prometido es deuda, continúo con mi relato de esas inolvidables vacaciones que pasé con mi madre, mis tías, sus hijas y con mis dos hermanas.

Cuando me desperté, me levanté y fui al baño. Encontré una nota sobre el espejo del baño, donde me decían que todos se habían ido para Playa Escondida y que me esperaban allí. Me bañé y fui a reunirme con la familia en esa playa que estaba situada en una pequeña ensenada de aguas tranquilas y cristalinas, que quedaba a cinco minutos de la cabaña. Le decían Playa Escondida, pues era muy privada y de no muy fácil acceso. Bajando por la colina y casi llegando, pude observar que mi familia estaba dividida en tres grupos. En el extremo izquierdo de la playa estaba mi hermana Rosario con Martha Luz, en el centro estaban mis tías con mi madre y en el extremo derecho por donde yo tenía que pasar, estaba mi hermana mayor con mi prima, asoleándose sin sus sostenes y al verme llegar, se cubrieron de inmediato con una toalla y me dijeron que me fuera para donde estaban Rosario y Martha Luz.

Al llegar donde mi madre y mis tías, me dieron unas gaseosas en latas y algunas bolsas de papitas fritas para que se las llevara a las niñas. Cuando llegué miré discretamente a Martha Luz que tenía puesto un diminuto bikini de color amarillo que hacía contraste con su cuerpo dorado por el sol y a mi hermana con su tanguita blanca, un poco holgada por haber pertenecido a mi hermana mayor. Me senté en la arena junto a ellas para tomarnos las gaseosas y charlar, pero no pude dejar de ver a mi hermana, que al tener las piernas cruzadas y con esa tanguita que le quedaba un poquito grande, mostraba parte de su rosada conchita. De inmediato tuve una nueva erección y me acordé de lo que había visto la noche anterior. Me levante y corrí a bañarme en el mar, para que no se dieran cuenta de lo que me estaba pasando. Luego ellas entraron al mar y estuvimos jugueteando y nadando por largas horas, hasta que nos llamaron a almorzar.

Después del almuerzo regresamos a nuestro lugar y nos acostamos a descansar sobre una gran toalla playera que habían llevado para ese propósito. Mi hermana Rosario, que estaba junto a mi, se quedó dormida y Martha, que tenía su cabeza junto a mis pies parecía adormilada, Yo estaba en medio de ese sopor que produce el calor y la comida, cuando percibí de que Martha me estaba mirando por la entrepierna de mi trusa de baño. La miré, pero no quitó la mirada de lo que le llamaba la atención y como un resorte reaccionó mi pene. Abrí más las piernas y me levanté el traje de baño para que pudiera mirarme a su antojo. Ella se mordía los labios y sin dejar de mirarme metió su mano en su bikini y se comenzó a mover tocando su conchita. Mis ojos le suplicaban que me la mostrara, hasta que con un movimiento de mis labios le dije que lo hiciera. Sacó la mano y sonriendo, se metió los dedos en la boca y con la otra mano, se apartó la parte de debajo de su bikini, permitiéndome ver la conchita más linda que jamás había visto. Se frotaba su clítoris mientras miraba como me masturbaba, hasta que no pude más y me derramé abundantemente. Siendo las siete de la noche nos llamaron y todos salimos para la cabaña.

En la próxima les enviaré el relato de lo que pasó esa noche.

Andrés Eter

Colombia

Vacaciones con la familia

Después de que regresamos de la playa, las actividades en la cabaña adquirieron caóticas características, pues mientras unas hacían los emparedados que nos comeríamos esa noche, las otras se bañaban en los dos baños que tenía la cabaña. Afortunadamente a la salida del ático teníamos un pequeño baño con ducha que utilizábamos los menores y los mayores en una emergencia, así que para mi no era urgente bañarme en esos momentos, aunque me sentía pegajoso por la arena y por el agua salada que cubría mi cuerpo. Mientras tanto, esperando que se calmara la actividad, veía por la televisión un interesante partido de fútbol.

A las nueve y media de la noche comimos nuestros emparedados y los mayores nos informaron que nuevamente saldrían a bailaren una discoteca en un pueblo cercano y que llegarían muy tarde. Pensando que tendría una oportunidad de estar a solas con Martha Luz, fue muy grande mis sorpresa cuando exigió que la llevaran. Rosario también quería ir, pero por su edad no le era permitido entrar a esos sitios y tuvo que aceptar quedarse conmigo. Partieron felices a las diez y media de la noche y Rosario y yo nos quedamos viendo la tele.

Durante el programa Rosario me comentó, que aunque nosotros pensáramos que ella estaba dormida en la playa, había alcanzado a ver la culminación de lo que habíamos hecho, pero que no me preocupara pues no diría nada. Avergonzado y para no seguir la conversación, me levanté diciendo que no soportaba la sal y la arena que tenía en el cuerpo y me dirigí al baño. Me desnudé, abrí el agua de la ducha y procedí a bañarme. Sentía el agua deliciosa y fría sobre mi cuerpo, cuando escuché un ruido y al mirar, me encontré con Rosario que había entrado al baño. Me dijo que necesitaba lavarse los dientes y que el cepillo lo tenía en ese baño.

Le dije que no importaba y que cuando terminara cerrara la puerta. Seguí bañándome, cuando se abrió la puerta de cristal de la ducha y Rosario, en su diminuto patíes y sin sostén, entró y me preguntó si me molestaba que se bañara conmigo. Para no darle mucha importancia, le dije que no me molestaba, aunque mi corazón comenzó a palpitar rápidamente y comencé a sentir una erección que me incomodaba. Le di la espalda para que no me viera, pero sentí que ella me comenzaba a enjabonar la espalda. No le di importancia, pero sentí cuando bajaba por mis nalgas y me enjabonaba el culo, pasando e introduciendo un poco su dedito. Me di vuelta de inmediato y pude ver sus senitos duros, con sus pezones rosados erectos y sus ojos que me miraban llenos de excitación. Me comenzó a enjabonar la pija diciendo que estaba lleno de arena y que se sentía calientita. Para no correrme, le quité la mano de mi pene y le dije que se quitara los panties, pues en la playa ya le había visto su conchita y que eso no tenía nada de particular. Además, que también había visto lo que había pasado la noche anterior con Martha Luz. Se quedó calladita, pero se los quitó.

Tenía gordita su conchita y no tenía pelos en ella. Le quité el jabón y procedí a enjabonarle los senitos, sintiendo sus pezones muy duritos. Lentamente le enjaboné el culito, pasé el jabón por entre sus piernas y por esa conchita que se abría para recibir mis caricias. Nerviosamente le dije que ya era suficiente y me salí del baño. Regresé al dormitorio y me puse la pijama. A los pocos minutos ella entró desnuda al dormitorio, se acostó a mi lado y me preguntó si algo me había molestado. Le dije que no, pero que estaba muy nervioso. Para calmarme me dijo que ella jamás se lo contaría a nadie y que lo que pasara quedaría entre nosotros. Enseguida metió la mano en mi pijama y me comenzó a tocar. Lo que tenía de voluntad desapareció y me quité el pantalón de pijama, quedando desnudo junto a ella.

Enseguida bajó su cabeza y se metió mi pija en la boca. Nunca había experimentado un placer tan grande y cuando estaba listo para correrme se la saqué de la boca, me puse enfrente de ella y comencé a pasarle la lengua por su conchita rosada y por su pequeñito clítoris. Ella se movía sollozando y gimiendo de placer, y yo como loco tragaba la cremita que brotaba de su conchita. Le pasaba la lengua desde su culito, pasando por su huequito, recogiendo sus jugos y llegando hasta el clítoris donde me detenía y se lo chupaba despacio. Sin poder contenerme y sin saber exactamente lo que hacía, le puse mi pija en su conchita mojada y empujé. Entró toda y sin dificultad. Gimiendo se movía y yo la sacaba y la metía sin parar. Gritó y se corrió.

Yo nervioso paré y la saqué, y ella quedó como si estuviera desmayada, cosa que me asustó tremendamente, pero al momento reaccionó y me dijo que era la sensación más agradable que había sentido, aún más que cuando Martha la había besado en la conchita y le había hecho sentir su primer orgasmo. Le levanté su pierna izquierda y de lado la volví a penetrar. Le metía la cabeza de mi pija un poquito, la rotaba, la dejaba ahí por un rato sintiendo su humedad y cuando no lo esperaba, se la metía toda y volvía a lo mismo. Desesperada me besaba y me pasaba su lengüita, que yo chupaba sin parar sintiendo el aroma de su aliento dulce de niña.

Ella se estremecía y apretaba sus piernas contra mi cada vez que tenía un orgasmos y yo, procuraba no correrme, pues sabía que no debía venirme adentro. Cuando no pude más se la saqué y ella, sin pedírselo, se la metió en la boca pasando su lengua despacio por toda la cabeza. En algún momento vi como de sus labios bajaban mis jugos, hasta que no pude aguantar más y me corrí en su boca. Pensé que ella vomitaría, pero no fue así. Siguió chupando y tragando mis flujos, hasta que con mi pija en su boca nos quedamos dormidos. Gracias a Dios sentimos el ruido de mis primas cuando entraron a la cabaña; Rosario brincó, se puso su pijama y se acostó en su cama.

El próximo será el capítulo final de este relato de unas vacaciones inolvidables

Andrés Eter