Vacaciones en España, Cap. 8

Más escarceos sexuales

CAPÍTULO OCHO (Extraños en el compartimento...)

Su primera noche en el tren Chris y Sam se sentaron lado con lado en el vagón restaurante. Habían estado jugando durante casi setenta y dos horas, sus frenéticas aventuras sexuales les habían dejado exhaustos pero muy satisfechos.

"Creo que estoy bajando de una especie de altura," dijo Chris a Sam.

"¿Qué quieres decir?"

"Tanto en tan poco tiempo..." suspiró cansada, aparentemente distraída y distante, apenas ella misma.

"¿Me están despachando por segunda vez en este viaje?"

"No, no, no," le aseguró. "No es eso. Solo que creo que estoy un poco saciada."

"Realmente, ¿he estado tan bien?"

"Estaba tan caliente," le devolvió Chris con una sonrisa pícara.

"Así que podría haber sido cualquier hombre ¿eh?"

"Probablemente, pero tú eres muy bueno," bromeó.

La miró sin saber adonde iba esta conversación. "Y tú eres muy fría," observó Sam.

"¿Qué quieres decir?"

"Que parece que me estás usando, solo para obtener satisfacción sexual," dijo.

"¿Es eso lo que estoy haciendo?" sonó a ofendida.

"Seguro que sí, pero al menos eres sincera al respecto."

"Eh, quieres follarte a otra, adelante." Dijo, inusualmente seca.

"Pudiera ser antes de que se acaben las vacaciones, pero tú lo harías ahora," replicó Sam. Las pequeñas burlas inyectadas en su extraña relación mantenían ocultos sus verdaderos sentimientos. Para ser totalmente sinceros tendrían que admitir que podían estar enamorándose mutuamente y ninguno de ellos lo deseaba. Ni siquiera estaban dispuestos a hablar de ello.

"Mira a aquel tío de allí." Chris señaló a un tipo bien parecido, obviamente americano, sentado dos mesas más allá. "Creo que voy a poner mi mira en él."

"¿Ese?" Sam manifestó su desaprobación. "Puedes conseguir algo mejor que eso."

"Nanay, me gusta," insistió.

Sam pasó la mano por el muslo de Chris, y ella separó las piernas de buena gana de manera que él pudiera avanzar más bajo su falda.

"Así que ¿cómo haces lo de lanzarte tú misma a un hombre? Dime, ¿cuál es el secreto comercial de una frescachona descarada como tú?"

Sonrió, divertida. "Mucho movimiento de cuerpo," declaró sin vacilación.

"Sí, eso funciona."

"Seguro que contigo funcionó," confirmó Chris. Ahora le miraba casi altanera. Un aspecto que no había visto en ella. ¿Era solo algo femenino, o todas las mujeres llevaban dentro algo de zorras?

Sam la miró interrogante.

"El movimiento, es la forma en que nos movemos, Sam, eso es lo que nos hace tan atractivas. Lo activamos o lo desactivamos. Movemos las caderas, las tetas, los ojos o los labios. Y movemos los chochos cuando realmente os deseamos."

Sam metió la mano más a fondo entre las piernas de Chris, sintiendo los labios de su coño, y los suaves y sedosos pelos de su cálida intimidad.

"¿Estás diciendo que todas actuáis de esta forma turbia?" Preguntó Sam.

"Si no conscientemente al menos inconscientemente," le replicó.

Era extraño oírles hablar de esta manera. Tal vez ella era tan manipuladora como todas las demás mujeres; solo presentaba un cuadro más bonito de su manipulación.

Su dedo siguió jugando con ella hasta que encontró suficiente pelo sedoso para agarrar unos cuantos y pegarle un tirón suave. Observó en su rostro la reacción, aunque no dijo una palabra.

"Estoy sorprendido, ¿tú también?" comentó.

Le tiró nuevamente del vello, y luego de los labios del coño. Podía sentir como manaban los jugos de su centro, aunque parecía decidida a ignorar su avance sexual.

"Nunca te sorprendas de lo que una mujer haga con su poderío sexual, es todo lo que hemos tenido en el pasado. ¡No pienses que vamos a renunciar a él, solo porque estemos en el siglo 21!"

"También sois tontas," dijo Sam. Sabía del poder de una mujer sobre su polla. De hecho en ese momento Chris tenía un poder extraordinario sobre la polla que había en sus pantalones. No le gustaba. No le gustaba la idea de que de repente ella dijera 'no' y le dejara para una ducha fría. No creía que realmente fuera tan cruel, pero había algo extraño respecto a su conversación que no podía entender.

En el otro extremo del vagón restaurante, Jeanne se sentaba frente a Lauren, que estaba leyendo el menú de la cena.

"Hola Lauren," dijo Jeanne con voz exuberante. "¿Podríamos cenar juntas?"

"Desde luego," replicó Lauren. Jeanne iba vestida con el mismo estilo sensual de antes. El vestido le llegaba a los tobillos, una suave gasa que se ceñía a su cuerpo, de forma que mostraba los brotes de sus pezones y los huesos de su delgada estructura. Era casi como una niña abandonada, aunque una muy elegante. Lauren notó que el vestido tenía una raja hasta el muslo. Una larga capa le caía sobre los hombros añadiéndole misterio y disimulado erotismo. La cara sencilla, casi sin maquillaje, solo un toque de colorete y labios rojo pálido. Pero las líneas de su mandíbula y su nariz resultaban bien definidas, dándole una distinción que atraía la vista hacia ella con asombro. Dibujaba un retrato fascinante de sí misma para que lo viera el mundo, y, si Lauren no se equivocaba, esperaba que la miraran.

"¿Estás disfrutando del viaje?" preguntó Jeanne.

"Mucho," replicó Lauren. "Me da tiempo para relajarme después de nuestro crucero."

"¿Crucero?" preguntó ella.

"Atracamos esta mañana temprano y estábamos en el tren a las once."

"Eres americana."

"Sí, ¿y tú?" replicó Lauren.

"Americana, y no americana. Llevo viviendo en el sur de Europa desde que tenía dieciséis años. Me siento como en casa."

"Dijiste que viajabas sola," dijo Lauren, "pero tuviste un visitante durante el almuerzo." No pudo evitar preguntarle sobre el hombre que había interrumpido su conversación.

"Gabriel," replicó sin problemas, aparentemente en absoluto embarazada por el extraño encuentro del que había sido testigo Lauren. "Lo conocía de antes. Me sorprendió en el tren."

"Ya veo."

"Puede que quieras que te lo presente; es un hombre extraordinario."

"¿De verdad? ¿En que sentido?"

"Disfruta con la compañía de las mujeres."

"¿No lo hacen la mayoría de los hombres?"

"Verás, él es diferente," dijo, sin más explicaciones. "Entonces, ¿hasta dónde vas?"

"Cruzamos el país, acabaremos en Barcelona y de allí volaremos a casa. Se pretende que sea una excursión relajada."

"¿Acabaréis?"

"Sí, tengo dos amigos en el tren."

"Ah, sí, tus amigos."

"Están detrás de mí, la rubia que está de cara a ti en el otro extremo del vagón."

Jeanne miró detrás de Lauren.

"Ah sí, es guapa," comentó, "y creo que está enamorada."

El estómago de Lauren se contrajo involuntariamente, recorriendo su cuerpo una inoportuna oleada de ansiedad. ¿Era Chris tan obvia en sus atenciones a Sam como para que una completa extraña pudiera notarlo tan claramente?"

"¿Qué te hace pensar que esté enamorada?" preguntó Lauren.

"Está nerviosa y es prudente con él, comedida."

"¿Y puedes ver eso de un extremo al otro del vagón?"

"Veo montones de cosas en la gente, lo busco. Escribo, de modo que estudiar el comportamiento humano se ha convertido en mi principal ocupación."

"Y el hombre que está con ella, ¿está enamorado?"

Jeanne la miró con curiosidad, como sí supiese exactamente por qué Lauren hacía esa pregunta. "Solo puedo vislumbrar su rostro, pero no," dijo con firmeza.

"Aunque siente lujuria hacia tu amiga rubia."

"Sería difícil para un hombre no encontrarla apetecible."

"Y sin embargo," dijo Jeanne, "alguno hombres la ignorarían."

Jeanne era una mujer que se escudaba y reservaba, pero completamente intrigante. Lauren no supo que hacer de la conversación, aunque tenía la extraña sensación de que era inventada, como si la mujer tuviera algún motivo oculto para que compartieran la comida y mencionar a Sam y a Chris.

La mano de Sam continuaba incordiando por la parte interior de los muslos de Chris. Sabía que podía satisfacer las necesidades físicas de ella. Había química entre ellos, incluso aunque los dos temieran a sus sentimientos emocionales. ¿Podía cambiar a Lauren por Chris? Era posible, se hacía más posible cada día.

"Creo que me estás intentando llevar a la cama," dijo Chris finalmente.

"¿Por qué no?"

La entrepierna de Chris se movió hacia su mano. Aunque intentaba ignorar sus avances, se hacía cada vez más difícil. Él se sentía seguro de sí mismo, directo en su aproximación, y ella encontraba duro disuadirle cuando se encontraba excitada sexualmente. Extrañamente incluso que fuera fría no le desanimaba a él. Estaba preocupada respecto a dónde llevaría esta súbita unión sexual. Todavía no creía ni por un instante que Lauren y Sam hubieran terminado. Su asunto era más lujuria que otra cosa a los ojos de Sam, tal vez lujuria y venganza. Si era la venganza para lo único que él la quería, le dolería.

Chris se apretó de nuevo contra su mano mientras él apartaba las bragas y un dedo se deslizaba entre sus piernas, en la boca de su chocho.

"Deberías parar, en serio," dijo, "estamos en público."

"Eso lo hace mucho más divertido."

"Puede ser, pero..."

"Ssshhh..." dijo. "Limítate a comer."

Era casi imposible comer; sus caderas empezaban a moverse con el deseo de algo bastante distinto de gambas, patatas y judías verdes.

"¿Quieres volver a mi compartimento?" preguntó ella.

"No, quiero hacerlo precisamente aquí," dijo él.

"¿Precisamente así?"

"Sí, precisamente así," le confirmó. Su mano empezó a vagar a voluntad, y mientras ella le miraba a los ojos vio un destello oscuro que había visto antes, justo antes de que hicieran el amor. Se estremeció del temor de lo que esta oscuridad la hacía sentir. Parecía dejarla cautiva como una cuerda o el acero, atándola a él, ligándola a él hasta que el sexo terminara. ¿Era esto lo que significaba amar a Sam Jacobs? Sería peligroso. No quería enamorarse de él, pero él estaba haciendo que fuera imposible no hacerlo.

La falda estaba por la cintura, las piernas desnudas bajo el mantel. Sam empezó a tirar de sus bragas, no para echarlas un poco más a un lado, sino tirando con fuerza para quitárselas.

"¿Qué estás haciendo?" preguntó ella, retorciéndose al mismo tiempo para hacerle más fácil la tarea.

"Quitarte las bragas," dijo él.

"Si lo sabré yo." No se oponía, aunque su corazón batía con tanta fuerza en su pecho que pensaba que iba a explotar.

"Nunca deberías llevar estas cosas," dijo él.

"Pero si no las llevara no tendrías nada que quitarme," dijo ella sin aliento.

Finalmente el pequeño trozo de tela rosa pálido quedo libre de su trasero. Sam se las quitó de entre las piernas mientras Chris abría su bolso para meterlas dentro.

"No espera, déjalas en el asiento. Deja que alguien las encuentre."

"Oh, Sam, ¡estás de broma!"

"No, no lo estoy."

La idea provocó que le recorriera el cuerpo una sacudida caliente. Chris estaba empezando a entender el carisma de aquel hombre, su atractivo para Lauren. Pero ¿por qué su amiga se lo había quitado de encima tan bruscamente? Lauren no se enamoraba fácilmente y ahora se deshacía de este hombre tan extraordinario.

"Nunca hubiera pensado hacer algo tan... tan travieso."

"Eso es porque eres demasiado sutil, pese a que folles como una furcia."

Sus ojos brillaron sin inocencia. "Follo mejor que una furcia," musitó y luego se pasó la lengua por el labio. Cambió los ojos abajo, decansándolos en la entrepierna abultada de Sam. Echando mano a su regazo sintió el duro miembro palpitar contra la palma de su mano. "Creo que estás listo," dijo.

"Todavía no," negó con la cabeza.

"¿Qué, vas a seguir puteándome?"

"Tal vez." Parecía tan inocente. "Así que ¿qué tendría que pasar para que te follaras a aquel tío de allí?" señaló al tipo que ella había mencionado antes.

"Oh, quiero un último polvo contigo, Sam."

Su respuesta era frívola y eso le molestó. "¿Un último?"

"Sí, uno para el camino."

Frunció el ceño. "No, muchacha, no será el último," dijo. Retiró la mano de entre sus piernas y empezó a comer en serio, como si el polvo se hubiera esfumado repentinamente.

"¿A dónde te diriges tú?" preguntó Lauren entre jugosos bocados de langosta cocinados con alguna salsa extraña y deliciosa. Jeanne le había recomendado el plato.

"Todo lo lejos que quiera ir," dijo. "Hasta que esté preparada para volver a escribir."

"Que interesante," dijo Lauren. "¿Haces esto a menudo?"

"¿Te refieres a viajar en este plan? Sí. Cuando estoy buscando algo."

"¿Y ahora mismo qué es lo que estás buscando?" preguntó Lauren.

"Un personaje, una mujer para la última novela. Tiene que tener ciertas cualidades."

"¿Qué cualidades son esas?"

"Carácter. Un lado oscuro. Que sea caliente. Belleza, pero sin remilgos. Inteligencia y gracia."

"Parece que te estuvieras describiendo a ti misma," sugirió Lauren.

Jeanne la miró, casi irritada, como si no supiera de que estaba hablando. "Podía estar describiéndote a ti," dijo, con una pizca de enojo en la voz.

Lauren cambió de tema, sin saber por qué lo hacía. Intuición, tal vez.

"¿Vas a tomar postre?" preguntó Lauren.

"Fresas."

Jeanne comía como un pájaro. Picoteaba la comida y dejaba la mayor parte.

"¿No te gusta la comida?"

"No me gusta particularmente la comida," dijo. Luego suspiró. "Tengo que irme, Lauren, o llegaré tarde. Te volveré a ver, estoy segura."

Lauren observó como Jeanne se apresuraba a prepararse y se levantaba del asiento. El misterio de la mujer lo formaban solamente la última extraña ronda de frases y la marcha apresurada, dejando a Lauren preguntándose exactamente que pensamientos cruzaban el cerebro de la extraña mujer. No era ni racional ni predecible. Podía estar loca, pensó Lauren.

"¿Qué es lo que hice?" preguntó Chris. Llevaban comiendo en un silencio glacial unos diez minutos.

"¿Hacer?" "Nada," replicó Sam.

"No, has cambiado. Estabas a tope y listo para follarme aquí mismo, en el vagón restaurante, y ahora estás frío como un viento de diciembre."

Sam se volvió y la miró con exasperación, confusión y pena, dibujados en el rostro, todo a la vez. No tenía claro lo que sentía.

"Sé que nos estamos puteando, Chris, pero yo no quiero putearte," agitó la cabeza sombrío. Me interesas más allá de los polvos, y no dejaré que follar se nos haga desagradable."

"No creo que ocurra."

"Ya casi ocurre."

"Oh, eres muy susceptible, me has estado puteando tanto como yo a ti."

"Sí, y verdaderamente no quiero incordiarte más hasta que entienda lo que está pasando aquí. Y no quiero 'uno para el camino'. De momento supongo que pensaba que el sexo sería algo más que eso."

"¿De verdad? Pensaba que solo estabas haciendo tiempo entre Lauren y Lauren."

"Eh, eso se acabó, bonita. Se estaba follando al francés ese a cada oportunidad."

"Por supuesto, y también nosotros follábamos a cada oportunidad. Pero si te has dado cuenta él no está aquí ahora."

"No, pero habrá algún otro, espera y verás."

"Tal vez esté esperándote para mover pieza. Quiero decir, mírala, cenando con otra mujer. Eso no encaja con una mujer poniendo la mira en los hombres."

"Quizás no haya ningún hombre interesante en el tren."

El tono de su conversación se hizo más intenso, las voces más altas, las emociones al rojo.

"Esto te está haciendo mucho daño, estar aquí con ella, pero no con ella," conjeturó Chris.

"No. Lo que hace daño es que TÚ quieras pararlo todo de golpe. Tú eres lo que yo quiero ahora."

No estaba siendo del todo sincero; Chris lo sabía, pero no se podía resistir a una buena oferta de un hombre atractivo, y especialmente no se podía resistir a Sam en ese preciso momento. En el fondo de su mente esperaba que de alguna forma todo se resolvería bien para todos.

Lauren se sentó en uno de los vagones de juego después de cenar. El sol se estaba poniendo y el paisaje español resultaba impresionante a la suave luz luminiscente de la noche. Con las sombras extendiéndose, Lauren decidió retirarse a su compartimento a pasar la noche.

Los misterios del día daban vueltas en su cabeza. Se preguntó si el día siguiente sería tan fascinante, aunque iba a haber una larga parada en una ciudad pintoresca para hacer compras y cenar, tal vez menos tiempo para la intriga, los misterios del tren.

Cuando se acercaba a su compartimento notó que la luz superior lucía con fuerza. Ella no la había dejado encendida, ¿por qué lo estaba ahora?

A través de la mirilla, abierta a medias, vio que el compartimento no estaba vacío. Jeanne estaba dentro con un hombre. Aunque podía ver claramente a la mujer, el hombre no era reconocible de espaldas a ella. La escena que tenía ante ella era más inexplicable que cualquiera de las otras cosas. Su extraña compañera de viaje estaba desnuda de cintura para arriba, las manos sujetas encima de la cabeza por el agarre firme del hombre. Lauren podía ver los pequeños pechos de Jeanne, los brotes de sus pezones duros como rocas, mientras el hombre jugueteaba libremente con ellos. Jeanne tenía los ojos cerrados y los labios separados, como si el hombre acabara de violarlos con la lengua y estuvieran esperando más.

Pero el hombre no la volvió a besar, al menos no en ese momento. Su boca se dejó caer sobre un pezón duro. Lauren suponía que lo cubría con los labios, quizás lo estuviera mordiendo. Jeanne dejó escapar un pequeño grito, el mordisco debía doler.

Lauren sintió una súbita excitación en sus entrañas, una sensación ardiente, y un temor seco de ser pillada mirando.

¿De ser pillada intentando entrar en su propio compartimento? ¿Por qué iba a importarle eso? ¿Y por qué coño estaban allí?

Por mucho que deseara seguir espiando el asombroso espectáculo, huyó por el tren hasta el vagón de juego y se sentó a ponderar su dilema.

Se preguntó a que estaban jugando estos dos con ella.

Tenían que haber querido ser vistos. Pero ¿por qué?

¿Por qué en su compartimento? ¿Qué intentaban hacerle a ella?

Podía muy bien ser el hombre con el que había visto a Jeanne antes. Pero ¿por qué después de sus desconcertantes conversaciones con la mujer, sugiriendo que el hombre era solo un conocido, se habría entregado a un extraño? Y ¿por qué en SU compartimento?

¿Le habría exigido él que se sometiera de esa forma?

¿Habrían planeado los dos la escena, o su encuentro era solo accidental?

¿Podría creer en todo caso a Jeanne?

Después de cuarenta y cinco minutos, Lauren decidió volver a su compartimento y entrar esta vez, independientemente de lo que estuviera pasando dentro. Los dos amantes no tenían nada que hacer allí, y si pensaban otra cosa tendrían que darle una explicación.

Lauren había trazado firmemente su plan, pero resultó claramente innecesario, cuando se encontró cara a cara con Jeanne justo antes de entrar a su vagón.

Los ojos de la mujer habían estado fijos en el suelo cuando tropezaron. Levantó la vista, mirando a Lauren de forma extraña.

"Estabas en mi compartimento," le exigió Lauren.

"Sí, te estaba buscando," explicó.

"¿Y el hombre?" preguntó Lauren

"¡Ah, sí! También te estaba buscando."

"¿A mí?" La pilló con la guardia baja. "¿A mí por qué? No le conozco."

"Entonces es bastante extraño," dijo Jeanne, con una expresión de perplejidad en el rostro.

"Sí, pero aparentemente tú le conoces," sondeó un poco más Lauren.

"Sí, es Gabriel," dijo, sin ningún inflexión en la voz.

A menos que fuera directa y preguntara por qué estaba practicando sexo en su compartimento, estaba segura de que no conseguiría una explicación sincera, y quizás ni siquiera en ese caso.

"Así que me estabas buscando," preguntó Lauren. "¿Qué es lo que quieres?"

"Oh, ahora ya tengo respuesta para mis preguntas," dijo Jeanne como si eso lo explicara todo. Empezó a alejarse.

"Espera," le dijo Lauren, "eché el cierre a la puerta, ¿cómo entraste?"

"No tenía el cierre echado cuando fui," contestó. "Pero lo he echado cuando salí."

Jeanne se alejó aprisa y el misterio se complicó aún más.

"¿Qué te parece si vuelves a poner la mano entre mis piernas," dijo Chris. De repente su voz se volvió suave y seductora.

"¿Por qué?" preguntó Sam.

"Porque no voy a ser una furcia contigo."

"Eso está bien," dijo. Su voz resultó un poco plana.

"Quizás te quiera para algo más que solo un polvo," dijo. "Quizás tema resultar dañada si Lauren y tú decidís reconciliaros. ¿No sería un desastre para nosotros tres en ese caso?" Le miró con tristeza.

"¿No puedes olvidarte de Lauren?" Deslizó de nuevo la mano entre sus piernas. Serían tontos si se preocupaban por una mujer que les abandonó a ambos por su propia soledad y por otros hombres. Si eso no era un mensaje claro, no sabía cual podría serlo. En este momento él deseaba a Chris y a ninguna otra.

Sam se puso en pie y llevó a Chris con él todo el camino hasta su compartimento. El ritmo erótico del tren le había estado llegando a lo largo de todo el día, la vibración, el traqueteo constante, la forma en que se sentía mareado como si el viaje le hubiera trasladado a un mundo diferente. No importaba pensar ni ser racional, solo importaba la desesperante palpitación de la entrepierna.

Una vez cerrada la puerta tras él, Sam empujó a Chris abajo entre sus piernas y se sacó la polla para que se la chupara. Estaba impaciente y era muy buena con la boca y la lengua. Él ya sabía eso. Pero había algo en este tipo particular de mamada que le emocionó más que las otras. La absoluta sumisión de su amante le dio un subidón fuera de lo común. Ella estaba deseando jugar a este juego, a él le gustaba eso, aunque no podía evitar recordar que Lauren siempre protestaba seriamente cuando le pedía lo mismo a ella. Humillarse entre sus piernas no era la forma favorita de hacer el amor de su anterior novia, aunque algunas veces accedía para tenerlo contento. A él le gustaba la lucha que finalmente la ponía de rodillas. Le gustaba la idea de forzarla aunque realmente nunca hubiera forzado a Lauren a nada. Era un buen juego para ambos, y al final a ella siempre le gustaba.

Sin embargo, teniendo Chris tanto entusiasmo como tenía, la noche fue lo bastante buena. Le hizo una mamada de campeonato. Incluso le dejó que la cogiera del pelo, le clavara a fondo la polla en la garganta y la moviera forzadamente afuera y adentro, tomando con placer hasta la última pulgada de su polla.

Y cuando se echaba atrás, a Sam le encantaba la forma en que enrollaba la lengua alrededor de la cabeza, la forma en que trazaba una delicada línea sobre su miembro hinchado a lo largo de la parte inferior. Gemía, incrementándose su deseo mientras ella se lo trabajaba con un delicioso aspecto de excitación en su rostro.

Cuando cambiaba de técnica, una mano masturbándole, moviéndola con furia arriba y abajo por su dardo, haciendo contacto regular con la boca, añadiendo más al rugido que se formaba en su interior. Con la otra mano le copaba los huevos y se los masajeaba suavemente, mientras un dedo exploraba la zona sensible situada detrás.

El jadeó, "Ah, sí, alrededor del culo."

Su dedo encontró el agujero escondido y lo acarició levemente.

"¡Dios!" rugió.

La presión estaba a punto de estallar.

Su boca bajó una vez más y tragó tanto como pudo de él hasta el fondo de la garganta; sus labios funcionaron como un chocho, chupando y apretando estrechamente.

"¡AAAaaaa Gaaaauuu!" gritó. El final llegó rápidamente.

Ella se echó atrás y le acarició, arrojando la corrida por su cara, sus labios, sus mejillas, su barbilla, hasta que le goteó por el cuello.

Sam miró la cara de Chris. Pudo ver su corrida pringando su pelo desordenado. Vio como se formaba en sus labios una sonrisa incitante; esto le dijo todo lo que necesitaba saber. Suspiró profundamente y se dejó caer de espaldas contra la cama.

Chris se levantó y se colocó junto a Sam y le acarició el muslo, mientras él buscaba un pañuelo para limpiarle la corrida de la cara. "Estás hecha un desastre."

"Me lo imagino, una salida desastrosa," dijo con los ojos brillando esperanzados.

Las manos de Sam descendieron por su cuerpo hasta los muslos donde encontró su chocho pegajoso de su propia humedad. Su clítoris estaba gordo, un pequeño rubí para el placer de su lengua y sus labios. Se movió entre sus piernas y empezó a explorar.

"Oooo, sííí," rugió con voz tranquila y suspiros. "Sííí... sííí, sí."

La lamió minuciosamente, jugando con los dedos en su chocho y en los suaves pliegues y en la sensible abertura. Un dedo exploró más a fondo con delicadeza, bajando entre los carrillos de su culo hasta su agujero trasero. Igual que ella había hecho con él, apretó contra el prieto esfínter hasta que se metió dentro.

"Oh, dios mío," jadeó una y otra vez.

Se apretó contra él, las sensaciones atravesándola en grandes oleadas. Su lengua siguió jugando con largas caricias y cortas lamidas, provocando espasmos estridentes en su chocho. El dedo continuó su viaje dentro del prieto agujero de su trasero y ella se agitaba cada vez que la penetración progresaba.

"Oh auch no," jadeó apretando salvajemente contra la mano, la boca y la cama debajo de su trasero.

El orgasmo reventó dentro de ella, en lugares que no suponía que estuvieran conectados tan divinamente. Oleadas pequeñas y también poderosas se abatieron sobre ella hasta que se extinguieron gradualmente y se relajó, totalmente agotada.

Los momentos después de hacer el amor eran maravillosos. Los cuerpos juntos, Chris deseaba que él la tomara en brazos y la consolara. Se acurrucó contra él y él la rodeó con un brazo, acariciando tiernamente su hombro. Pero no dijo ni una palabra. Con Sam siempre era un momento incómodo cuando se terminaba el sexo, y se estaba haciendo progresivamente más incómodo para Chris.

"No será el último polvo," le dijo con determinación.

"Lo sé," dijo, pero no podía evitar pensar que sus intervalos sexuales estuvieran numerados, que Lauren volvería a él a su tiempo, después del viaje, incluso podía ser antes. Todavía tenía que protegerse contra esa posibilidad.

Cuando Lauren entró a su compartimento recordó la imagen de Jeanne y Gabriel ocupados en su curiosa forma de hacer el amor, hacía menos de una hora. Estaban justo aquí, pensó... La espalda de Jeanne en la pared del armario, Gabriel explorando cuidadosamente su cuerpo. ¿Qué más hacían? ¿Se la folló aquí, o solo le acarició los pechos como ella le había visto hacer? ¿Se quitó la ropa, o solo Jeanne estaba desnuda?

Extrañamente el recuerdo persistente de la inesperada escena la excitaba. Nunca se había considerado una 'mirona'; eso era cosa de los hombres, sus apetitos sexuales se excitaban fácilmente con vislumbres robados del juego sexual. Pero ahora podía sentir la humedad entre las piernas y un hormigueo en su coño.

Mientras repasaba la escena en su cabeza, la mano encontró el tierno punto junto a su clítoris que más le gustaba tocar. Un torrente de sensaciones explotó en ella; estaba mucho más salida de lo que imaginaba. Frustrada para ser precisa. La manipulación de su mente por parte de la enigmática Jeanne había trabajado todo el día dentro de sus entrañas. Aquella mujer tenía razones ocultas, aunque Lauren no podía descifrarlas. Incluso la excitaba el que ella fuera aparentemente un 'blanco' en los astutos planes de Jeanne. Aunque no sabía todavía con que objetivo.

Se estremeció mientras se tumbaba de espaldas en la cama. A la luz difusa de la suave luz nocturna pudo verse en el espejo del tocador. Sus ojos se habían oscurecido, justo como ocurría a menudo cuando Sam se ponía en plan animal salvaje y se la follaba, no le hacía el amor, sino que se la follaba con rudeza y de forma amenazadora.

Ahora no deseaba a Sam, pero estaba en el mismo estado mental salvaje, entendiendo que algo inexplicable estaba pasando en este tren. La excitaba aún más que el misterio tuviera que ver con ella.

Jugó consigo misma, sus dedos seguros y sabedores de cómo liberar exactamente el hechizo. Se restregó en los sitios sensibles, y se detuvo para penetrar en el agujero de su chocho, luego volvió a acariciarse, con el orgasmo rápidamente a punto. Le encantaba retenerse y esperar, dejar que la masturbación fuera un largo placer persistente, pero esta vez no ocurriría así. Los fuegos prendidos habían sido provocados por un enigma desconcertante que la había dejado en situación de necesidad.

Se estremeció, arqueó la espalda, echó la cabeza atrás, jadeó en el aire tibio, una tranquila renuncia de la cruda energía de su chocho.

No era suficiente. Solo la punta del fuego sin llama se había extinguido. Deseaba respuestas y necesitaba encontrar lo que la esperaba en este curioso teatro sexual.

Sus ojos se volvieron hacia la puerta, a la ventanilla con cortina a través de la que había fisgoneado antes. Pensaba que estaba cerrada y realmente la cortina había sido corrida sobre la ventanilla, pero lo había hecho demasiado apresuradamente y había una clara rendija que la hacía vulnerable a los ojos que la miraran desde el pasillo fuera de su compartimento.

Era difícil ver, pero Lauren pensó que había visto unos ojos mirándola desde el exterior. Sin embargo en cuanto miró hacia la ventana quienquiera que fuera se apartó. Pero no podía engañarla el destello de las sombras en blanco y negro que crujían a su paso, o los sonidos de pisadas retirándose.

¿Acababa de ser el blanco de los ojos de algún mirón? ¿Sus instantes íntimos habían sido vistos por alguien y por quién? ¿Se había excitado el mirón?

Estas vacaciones la habían transportado a una realidad aparte de la que ella estaba acostumbrada, un mundo peculiar lleno de emociones incluso aunque sus extraños giros la asustaran.