Vacaciones en España, Cap. 6
Escarceos amorosos
CAPÍTULO SEIS (Que secretos se esconden tras las ventanas...)
"¿Cómo hemos llegado a esto?" Se preguntó Sam mientras acariciaba el pelo rubio de Chris; sus rizos revueltos la hacían parecer aún más excitante después del sexo.
"Estás preocupado por Lauren, ¿verdad?"
"¡Mierda, no! ¿Por qué debería estarlo?" frunció el ceño. "Se está tirando a un francés. Podía haberlo hecho delante de mis narices por la forma en que se pavoneaba al pasar a mi lado en el comedor."
La piel de Chris era suave, desprendiendo dulzura en su perfume. Su jugo sexual era tan dulce y oloroso, cuando le hundía la lengua en su húmeda hendidura.
"Pensaba que esto debería resultarte difícil."
"¿Por qué iba a resultarme difícil si hago el amor con una mujer tan hermosa como tú?"
Chris sonrió con la misma calidez con la que le había cortejado antes... Estaba en el casino jugando a la ruleta cuando ella se acercó. Al ver que se había cambiado de ropa tuvo que mirar dos veces. Chris, con lentejuelas rojas, resplandecía como la bola de espejos de sus cabezas. Le hizo tal impresión que se levantó, le pasó el brazo por la cintura y le dio un besito en la mejilla, como si estuvieran hechos el uno para el otro. Fue entonces cuando notó la elegante fragancia de su perfume a lo largo del escote de su vestido.
Tomando asiento junto a él en la rueda de la ruleta, apoyó su suave cuerpo contra el de él. Sus pechos le rozaron el brazo mientras veían girar la rueda. La bola rebotando, las rápidas manos del croupier, las fichas volando, el momento se convirtió en un contorno borroso e hipnótico de actividad frenética. Chris era como una niña cuando ganaba, la cara brillante con una sonrisa infantil mientras reunía las fichas y reía feliz.
"Prueba otra vez," había sugerido él, y ella colocaba meditadamente varias apuestas en la mesa de fieltro verde.
Su cuerpo ardiente le excitaba, acelerando su polla mientras dejaba que su suave energía le sedujera. Cada vez que le tocaba la piel o el pelo o le bajaba un dedo por la espalda, esas cosas que hacen los amantes, su pene florecía un poco más dentro de sus pantalones. Le gustaba su familiaridad, como si no necesitaran pasar semanas, meses, recorriendo los pasos que necesitan los nuevos amantes. No había exámenes que aprobar, y ella nunca se resistió, cuando las caricias se hacían más íntimas, a ir más allá de su relación previa como amigos de Lauren.
Supo entonces que acabarían en la cama. Ni siquiera pondría a prueba su lealtad hacia Lauren, porque a Lauren no le importaba y Chris lo sabía.
Habían estado jugando a la ruleta casi una hora antes de salir del casino y pasear por la cubierta. El cuadro de una noche perfecta con su cielo lleno de estrellas, brillando casi con tanto brillo como si hubiera sido la luna, aunque no había luna, solo estrellas, diminutas manchas de luz parpadeando por encima. Sobre el oscuro océano los cielos parecían como el paisaje de un cuento de hadas. Las suaves lamidas del agua contra el barco, las suaves sacudidas, y la dulce brisa, tenían el efecto de trucos místicos para que se hicieran amantes.
Sam admiró su vestido, y aún más lo que había dentro. Colocando la mano en el bulto de su culo pasó un dedo por el centro, donde podía sentir la hendidura entre sus montículos firmes y suaves. No llevaba bragas, una señal inequívoca de que estaba preparada para algo más que un paseo por cubierta a la luz de las estrellas.
"Sabes, prácticamente te entregó a mí," Chris estalló ante el anuncio, y le miró directamente a los ojos. "No la creo ni un instante, eso de que hayáis terminado los dos. Y no intentes decirme lo mismo, porque tampoco te creeré a ti. Pero..." sus suaves ojos le miraron con comprensión, "necesitáis un descanso el uno del otro. Y puesto que ella se está tomando el suyo," respiró profundamente, "tú deberías tomarte el tuyo."
"¿Seguro que no quieres un hombre libre de cargas? ¿Uno de los seductores que pululan por el barco?" preguntó.
"No. No quiero un hombre libre de cargas. No quiero un romance que me conquiste. No quiero amor ahora mismo."
"¿Eh?" Sam pareció molesto.
"No juegues conmigo, Sam Jacobs," se rió. "Tú tampoco quieres amor." Tenía una risa musical y melódica.
"¿Y qué es lo que quieres?"
"Hum... buen sexo con alguien que me importe. Nada de lo que tenga que arrepentirme. Sin problemas. Sin complicaciones, lo quiero fácil."
"¿Y si ocurriera algo entre nosotros?" preguntó él.
"Entonces supongo que lo resolveremos cuando ocurra." Se acercó a él, un poco como una gata al acecho. Sentía de forma diferente... pero no parecía importarle ahora. Siempre había cumplido las reglas mientras todos a su alrededor no lo hacían. Lauren no estaba cumpliendo las reglas, ¿por qué iba a hacerlo ella?
Sus pechos tocaron el pecho de Sam mientras las manos de ambos se colocaban en los costados, sus dedos temblando mientras se acercaban. Sus labios separados por el espesor de un cabello. Cuando se besaron la lengua de él le acarició los labios, y luego abrió bien la boca y se unieron, apretándose con urgencia las entrepiernas. Una oleada dolorosa creció en su interior; la necesidad, que se expandía a cada sutil movimiento.
"Sigamos con esto en tu camarote," murmuró mientras la llevaba de nuevo adentro y luego bajaban rápidamente las escaleras. "Siento como si tuviera en los labios una fruta prohibida," le dijo.
"La tendrás a su tiempo," sonrió ella.
Su habitación brillaba, con un aspecto apaciblemente erótico. Las lentejuelas de su vestido vibraban cuando se puso delante de él. Sujetándose el borde del corto vestido se lo pasó por encima de las caderas dejando al descubierto el pecho y luego se pasó el ajustado tejido por la cabeza y lo dejó caer al suelo.
Desnuda, su bronceado resultaba luminiscente bajo aquella luz sensual. El asalto de él fue simple y directo: una mano a sus pechos, la otra buscando la húmeda calidez en su delicioso montículo sexual, los dedos buscando el centro para encontrar el brote de su clítoris.
El sexo no le resultaba agradable a él, al menos no esta noche. Pero Chris no buscaba dulces sueños y ternura, quería un buen polvo. Por encima de todos sus modales recatados y suaves, tenía fuego en la expresión llameando salvajemente tras su largo trimestre de privación. Se presentaba a él como una puta preparada para abrirse de piernas y follar.
Sujetándola con la mano por las muñecas, Sam escuchó sus primeros jadeos, e ignoró sus aprensiones cuando la empujó a la cama poniéndola a cuatro patas.
"¡Oh, siiiíí!" dijo con furia mientras meneaba el culo delante de él como una puta provocadora. La amplitud de su trasero, su piel blanca y su carne firme suplicaban la réplica de sus dedos irritados.
Sam golpeó una nalga, viendo como empezaba a aparecer la impronta en rojo de su mano, mientras observaba su sacudida y escuchaba un grito sensual. "¿Te gusta eso?" preguntó. "Siiíí, más."
Volvió a golpearle el culo, luego se acercó por detrás, bajando la mano por la hendidura para abrir el camino hacia su chocho. Se balanceó eróticamente cuando sus dedos encontraron el camino al centro de empapamiento (N. del T.: aquí hay un juego de palabras entre "shopping center", centro comercial y "sopping center", centro de empapamiento). Luego los retiró y golpeó de nuevo ambas nalgas, escuchando su música lujuriosa, sintiéndose satisfecho de que ella estuviera totalmente excitada. Siguió su polla, rápidamente, demasiado ansiosa para esperar más juegos previos. Y cuando entró en ella, la voz de Chris se enronqueció y su coño empezó a tener espasmos. Esto era lo que ella necesitaba, el órgano manso de un hombre instalándose en su caverna ansiosa de corridas.
Sus muslos se golpeaban mutuamente en su febril batalla, mientras Sam aumentaba el ritmo. Pasándole la mano por debajo de la cintura, atrajo su cuerpo hacia el de él, apretando contra su pecho, mientras asentaba firmemente su erección en la vagina. Se movió más aprisa, agarrándose a sus pechos manteniéndolos erguidos con una fuerza increíble. Con una mano en sus partes, escarbó en búsqueda del bulto sensible de su clítoris. Casi gritó cuando él hizo dar vueltas a su dedo alrededor de la dura puntita. Gritó de nuevo cuando el dedo se puso encima, pellizcando el tallo.
"Aaaaaaaagh, Sam, Sam, siiiííí. Fóllame con más fuerza. Siiíí."
No era un polvo especialmente imaginativo, pero era lo suficientemente mágico para el momento. Sam era exigente, e inflexible, y estaba seguro de que podía hacer que se corriera antes de sus ataques finales. Y estaba en lo cierto.
Ella no quería que fuera delicado, ni siquiera relajado. Podía gritar, y pedir más, y él le daba lo que necesitaba.
"Oooh, siiíí, cabrón, más," dejó escapar. "Hum, sí, más."
Él no necesitaba escuchar sus palabras para entender el estado de su mente. Todo su cuerpo parecía agarrarse a él y a su polla, como si pudiera absorberle dentro de su coño y mantenerle allí. La sensación no se detenía, ni cuando se apretó hacia abajo contra su erección cuando el clímax empezó a descargar. Se mantuvo, pasando a través de su propio orgasmo, hasta que no quedó nada salvo unas pocas pulsaciones dulces de final sensual. Se dejó caer en la cama casi exhausta de nuevo mientras los ataques finales le trasladaban a él del presente a dios sabe donde, en treinta segundos de puro éxtasis egoísta.
Sam no dejó de sujetarla; era firme y lisa y suave al tacto.
Fue la última cosa que recordaba cuando se dejaron llevar sin pensar hasta que alguna agitación en el exterior del camarote de Chris les volvió a la realidad.
"¿Quieres hacerlo de nuevo?" murmuró Sam cosquilleándole la oreja con el aliento.
"¿Ahora?" preguntó, saliendo de una feliz somnolencia.
"Puede ser." No estaba seguro de ella, ni siquiera estaba seguro de gustarle. No era Lauren, y en nada como Lauren. "Sabes, no era exactamente lo que había planeado."
"Pero es exactamente lo que yo había planeado," le aseguró ella, mientras se daba la vuelta para poder verle la cara. Nada elaborado, nada dulce, nada de que enamorarse, aunque la parte más diminuta de ella se preguntara si lo haría de todas formas.
"Tal vez pudiéramos pasar la noche aquí" preguntó él.
Su sonrisa fue suficiente respuesta mientras se acurrucaban juntos y se quedaban dormidos.