Vacaciones en España, Cap. 4 y 5

Comienzan las vacaciones

CAPÍTULO CUATRO (De su propia...)

Lauren paladeó el delicioso aire; sintió la sal en su piel; y olió la seducción del sexo aún cuando no hubiera nada sexual a su alrededor. El crucero era corto, una rápida, aunque relajante, excursión por el Mediterráneo antes de que siguieran su viaje por el suelo español.

Lauren y Sam se dirigieron a sus camarotes juntos, después de dejar a Chris en el suyo en la cubierta inferior.

"¡Qué es esto!" Preguntó Sam. Miraba atónito la llave que Lauren le pasaba.

"La llave de tu camarote," dijo sonriendo, mientas abría su puerta cruzando el vestíbulo. Desapareció con Sam siguiéndola, empujando enfadado hacia dentro. Había hecho los cambios unas semanas antes, preguntándose cómo se tomaría su pequeña sorpresa. No estaba especialmente asustada cuando estalló su furia.

Estaba preparada para él cuando se dio la vuelta. Su ojos irradiaban una rabia pareja a la de él. "Si tú puedes manipularme, Sam Jacobs, yo puedo hacer lo mismo. No planeé este viaje, pero aquí estoy, no voy a dejarte que me dictes lo que tengo que hacer. Y créeme, voy a pasármelo bien." No se había dado cuenta de lo furiosa que estaba hasta que las palabras salieron de su boca. Era la verdad, descargar su rabia era exactamente lo que necesitaba.

"¿Quieres decir que animaste a que hiciéramos este viaje solo para montar este pequeño número con las habitaciones?"

El ver la rabia en sus ojos la asustó. ¿Qué pasaría si había ido demasiado lejos? ¿Qué pasaría si ella realmente no deseaba esa furiosa respuesta? No había querido librarse de él, solo darle una lección. De hecho más bien esperaba que el viaje pusiera algo de dinamismo en su relación. Sin embargo, demasiado testaruda para discutir sus sentimientos, no dijo nada y su novio no estaba dispuesto a perdonarla.

"¡Puta conspiradora!"

Tembló ante su tono. "Tú mismo lo dijiste, necesitamos darnos un tiempo. Pensé que esto podía ayudar."

"No dije nada ni parecido. Montaste esta escena de niños en venganza."

"No es cierto."

"Entonces ¿por qué no me lo dijiste?"

Se encogió de hombros. "No lo sé, supongo que era algo que tenía que hacer, recuperar un poco de independencia, tal vez." Puso cara de buena en su comentario altanero, todo el tiempo temblando de miedo por dentro. Pese a todo nunca admitiría que estaba equivocada, y no se disculparía. No cedería ni una pulgada.

"Muy bien... quieres independencia y un camarote separado, ya los tienes," se dio la vuelta con el ceño fruncido. "¡Ciertamente no me encontrarás aquí!" Salió gruñendo de la habitación y cerró la puerta de golpe tras él.

Lauren se desplomó en la cama para recuperarse. Estaba enfurecida pero también extrañamente excitada... Oh, no, ahora no, gritó en silencio para detener las sensaciones sexuales. Quizás la separación era exactamente lo que quería. Quizás la había arreglado por razones que ni siquiera entendía. Libertad, tiempo, una ocasión de pensar con claridad, y la oportunidad de encontrar otro hombre estaban a su disposición en el barco. No era exactamente lo que había planeado, pero en todo caso no era una mala idea. Que se joda Sam. Ciertamente no dejaría que su pelea le afectara. Después de todo solo acababa de empezar las largamente esperadas vacaciones en España.

CAPÍTULO CINCO

Sam se bebió su segundo Jack Daniel.

"¿No le estás pegando a la priva demasiado pronto?" sugirió Chris mientras se acercaba a su mesa en el bar. Se sentó cerca de él, vestida para la piscina, con un excitante bikini rosa, con pequeños triángulos sobre sus pechos que no podían cubrir más que los pezones y las aureolas que les rodeaban. La parte de abajo era una simple tira. Estimó que entre las nalgas no llevaría nada más que una estrecha franja de material, aunque llevaba una toalla blanca alrededor de los hombros por lo que no podía asegurarlo. Lauren tenía un bañador casi igual. Le gustaba lo que veía en las dos mujeres. El cuerpo bronceado de Chris era más esbelto que el de Lauren, aunque sus pechos eran redondos y llenos, formando una agradable curva desde su pecho a la cintura y hasta sus ágiles muslos. Luego estaba, desde luego, aquel culo hermosamente redondeado que dejaría a cualquier hombre fascinado.

Sam apreció la compañía de Chris. Meditando sobre lo que había pasado con Lauren, repasó mentalmente su riña una docena de veces y solo consiguió estar más frustrado y cabreado cuanto más pensaba sobre su, al parecer, antigua novia.

"Sí, probablemente estoy bebiendo demasiado," dijo, "pero tengo mis razones."

"¿Y cuáles son?" preguntó ella, preocupada, viendo escritos en su rostro los signos del desastre.

"No estoy seguro, pero parece como si Lauren y yo fuéramos a estar por separado en este viaje."

"¿Qué?" Abrió mucho los ojos.

"Lo que oyes," dijo con un tono de irreversibilidad en su respuesta. Suspiró y miró hacia el bar, pensando que dos Jack Daniel era toda la bebida que dedicaría para malgastarla lamentando este comienzo. ¡Qué coño! No debería haberse sorprendido, ella llevaba meses irritable, conteniendo un cariño que alguna vez dio por seguro. Ahora se había llegado a esto. Dolía, pero había poco donde elegir salvo seguir adelante y dejarla que disfrutara de su libertad. Y ahora, con una hermosa mujer, vestida de forma excitante, a su lado...

Chris parecía un ángel. Su largo pelo rubio, el sensual atractivo de su cuerpo, su expresión de afecto naturalmente abierta, podían fácilmente hacerle volver los ojos en su dirección. La idea de pasar las vacaciones con ella era el único aspecto positivo de este maldito desastre. La idea de ver a esta belleza de preciosa cabellera tomar el sol con su minúsculo bikini casi le hizo superar la ruptura con Lauren. Seguro que no podría despacharla tan fácilmente. ¡Pero qué narices! Eran vacaciones, ¿por qué malgastar el tiempo con los juegos tempestuosos de Lauren?

"¿Te parece que vayamos a la piscina?" preguntó.

"Por supuesto," dijo Chris con una sonrisa. Se levantó del asiento y se dirigió afuera, meneando su delicioso trasero como si lo hubiera planeado como una tortura deliberada.

Esa noche, antes de cenar, Chris se encontró con Lauren cuando volvían a sus respectivos camarotes desde lados opuestos del barco.

"¿Dónde te has estado?" preguntó Chris.

"Divirtiéndome," replicó Lauren con una sonrisa deliciosa. Aún así había cierta crispación en su voz que Chris rara vez había notado.

"¿Has roto con Sam?"

"¿Te lo dijo él?"

"Le vi en la piscina."

"Necesitamos darnos un tiempo," explicó Lauren.

"Mira que sois raros, ir por separado en unas vacaciones comunes."

"Sí, es un poco raro."

Chris pudo ver una expresión de tristeza en los ojos de su amiga. "Sam me pidió que cenara con él. Um... Le dije que mejor lo hablaría contigo," dijo cautelosamente.

"Eh, adelante, pensaba cenar sola. Necesito pensar." Aunque realmente tenía planeado cenar con Chris no le mostraría su desencanto. Era de esperar que hubiera algo más interesante que hacer.

"Muy bien," dijo Chris, deseando que toda esta ruptura se fuera al carajo y pudieran volver a la normalidad.

"Hay cosas que no se pueden evitar," soltó Lauren al ver las vacilaciones de Chris. "Pero escucha, haz lo que quieras con Sam. Es un amante magnífico. Fóllatelo si quieres, no me importa, de verdad."

Chris la miró, horrorizada, pero no dijo ni palabra, mientras la desafiante morena se alejaba.

Lauren estaba desnuda bajo su vestido, todo formaba parte del plan. El vestido, rojo brillante, corto, prieto y escotado, no podía haber sido más adecuado para la fiesta de estreno que había planeado para esa noche. Delante del espejo admiró su aspecto, imaginando que pocos hombres podrían ignorar el brillo, el descaro, y el aspecto de su cuerpo con aquel vestido ajustado.

Era una especie de noche de mínimos, pensó mientras disfrutaba de la sensación del tejido sedoso contra la piel desnuda. Sus pechos se movían cuando se movía; sus pezones respingones sobresalían a través del tejido. Su culo redondo era firme aunque cuando caminaba su carne se ondulaba con una oscilación invitadora y sensual. Volteando su largo pelo negro puso a un lado sus rizos y los fijó con un pasador dorado. Elegancia sencilla, sin importancia, excitante, justo lo que ella quería.

Era una maestra del 'gran ligue', del encanto, la seducción y la conversación inteligente. La noche sería un reto, su primera noche libre en dos años. Pero si iba a ir por su lado no iba a pasarla sola, ni tampoco el resto de sus vacaciones.

Mientras atravesaba la entrada del casino, de su cuerpo surgió una demanda de calor sexual largo tiempo perdida, una 'amiga' habitual de sus tiempos de soltera. No había duda de que atraería la atención, aunque tenía curiosidad por saber de dónde vendría. El casino estaba repleto de gente. Las luces brillaban, los colores resaltaban y la atmósfera era eléctrica. La sala brillaba con gente deslumbrante y sonrisas brillantes y en el aire había la sensación de algo teatral. La primera noche de un crucero había docenas de personas desparejadas buscando pareja. Lauren solo necesitaba esperar pacientemente a que la adecuada se pusiera en su camino.

Mientras cruzaba el casino las cabezas se volvían. Aunque iba mirando hacia delante echó un par de rápidas miradas a un joven que jugaba al blackjack en una de las mesas. Era un rubio guapo, rebosante de juventud, muy bronceado, facciones nítidas y vestido con elegancia pero sin darle importancia. Pero no era su apariencia lo que era tan destacable sino la forma en que la miraba, desnudándola en una simple mirada, haciéndole proposiciones con los ojos más azules que había visto nunca. Se estremeció nerviosamente, sintiéndose culpable, luego echó a un lado la culpa y siguió andando. El momento había sido demasiado breve, porque su admirador rubio volvió al juego del blackjack sin una segunda mirada.

Deteniéndose en la ruleta, Lauren depositó un par de fichas en el rojo... obteniendo su primera ganancia. Mientras se inclinaba a reunir las fichas ganadas ignoró los ojos que se clavaban en la parte delantera del vestido dentro del profundo escote. Esta era la Lauren de antaño, el atractivo físico, el poderío femenino, estaban de nuevo en casa, dentro de su cuerpo. Tal vez fuera esto lo que había perdido. Mirar amorosamente la vida con Sam la había dejado tensa y aburrida. Necesitaba excitación, interés sexual tras buenos polvos ruidosos, y los ojos de hombres que la deseaban.

Comería sola y dejaría que creciera en ella el deseo de lo que vendría.

Al ver a Sam y a Chris entrar al comedor desde el otro extremo, se dio la vuelta dirigiéndose hacia el fondo de la vasta habitación y dejó que el maître la colocara en una mesa para dos. Espiando a través de una planta bien situada comprobó que Chris iba vestida con un vestido de tubo azul hielo, que le había ayudado a escoger como premio de consolación cuando los planes de boda de Chris se habían venido abajo. Qué irónico que llevara ese vestido para Sam.

Aunque estaba escondida en una mesa semiapartada, Sam la vio sentada sola. No se molestó en saludar. Cuando los dos desaparecieron de su vista Lauren se relajó por fin.

"¿Estás sola?" Lauren escuchó su voz en primer lugar, cálida con acento francés.

Cuando el hombre apartó la silla frente a la suya y se sentó pensó que había sido transportada súbitamente a otro mundo. El efecto era alarmante, haciéndole imposible apartar los ojos del magnífico rubio de la mesa de Blackjack. Cualquier otra cosa de la bulliciosa sala se esfumó y por un momento solo existieron ellos dos.

Ni siquiera el encanto de Sam hubiera funcionado tan aprisa.

"Tienes una forma de andar muy excitante," dijo él.

"¿En serio? ¿Te has dado cuenta?"

"Por supuesto, siempre noto a las mujeres hermosas." La línea del diálogo era tan predecible, y con todo no tenía importancia.

"Diría que eres muy atrevido, autoinvitándote a mi mesa," replicó ella.

"Oh, ¿esperas a alguien?" Fingió una expresión preocupada.

"¿Y si fuera así?"

"Me llevaría un chasco." Puso la expresión de pena de un niñito.

Lauren sonrió. "Eres bastante buen actor; ¿es así como ligas con las mujeres?"

"Consigo lo que quiero," dijo sonriendo.

"¿Y qué quieres de mí?" preguntó Lauren, mientras le miraba soñadora a los ojos de aspecto soñoliento.

"Humm, veamos... que te parece tu coño," murmuró con suavidad. Tal vez fuera el acento francés, tal vez precisamente su estado de humor, pero el comentario no la sorprendió aunque el mensaje fue directo a su entrepierna. Si no se andaba con cuidado se iba a manchar el vestido con un embarazoso charco de jugos vaginales.

Sonriendo confiada, Lauren sacó las piernas de debajo de la mesa y las cruzó ostentosamente, para que le pudiera ver los bronceados muslos casi hasta las caderas. Su mirada se desvió hacia abajo, admirando lo que veía. Mientras Lauren centró su atención en su amplio pecho aprisionado en la camisa, y en la pelusa de pelo rubio de la parte trasera de sus manos, y en el azul increíble de sus ojos de ensueño. Llevaba el pelo hacia atrás, abundante, ondulado y ligeramente despeinado.

"¿Puedo elegirte el vino?" preguntó.

"Por supuesto. ¿Alguno francés?" adivinó ella.

"Desde luego," contestó. Hizo señas a un camarero y luego se volvió de nuevo preguntando, "¿Viajas sola?"

"Pudiera ser."

"¿Eh?"

"Mis acompañantes están un poco centrados en sí mismos."

"Así que no hay nadie más, y ¿puedo centrarme yo en ti?" Sus ojos descansaron en los suyos, "Soy Dominick."

"Lauren se recostó en su asiento, dejando que el sonido de su nombre dicho con el fuerte acento francés despertara sus sentidos.

"Lauren," devolvió la presentación, pero a duras penas pudo competir con la elegancia de su atractivo pretendiente.

Le tomó la mano. Aunque esperaba que fuera a besársela la capturó en la palma y luego la acarició suavemente con la otra mano, en señal de fascinación.

Hubo vino y cinco platos de comida que vinieron y se fueron sin que Lauren les prestara atención. Se limitaba a jugar con la comida, mientras la familiar hambre de sexo tomaba rápidamente el lugar del hambre física. Su mirada seguía clavada en Dominick y en el pulso de su cuerpo tan sexual. Sintió que su deseo de él se incrementaba, aumentando la presión, mientras pensamientos groseros y vengativos respecto a alardear delante de Sam hacían que aumentara su determinación de tener a aquel hombre.

Aproximadamente mediada la comida sintió la mano de Dominick en su muslo, trazando con los dedos el borde de su vestido en el punto en el que se unía a la parte superior de sus piernas. Metió un dedo por debajo de la falda y ella se estremeció.

"¿Te estás poniendo caliente?" le murmuró. Inclinándose hacia delante no la besó exactamente, sus labios tiraron de los suyos con delicados tirones, acariciando

los bordes en una seducción sencilla.

Se echó atrás y sonrió.

"Lame esto para mí," dijo, sujetando un trozo de salmón con mantequilla junto a sus labios. Lauren pasó la lengua por el rechoncho y sonrosado pescado mientras el bocado oscilaba ante ella. Luego Dominick jugó con ella, riendo mientras se lo metía a ella en la boca. Comida erótica. Era un juego al que había jugado con Sam en la cama. Pero le gustaba aún más jugarlo en una sala con cientos de posibles espectadores, que verían su flirteo lleno de carga sexual como el preludio para hacer el amor.

Dominick dejó que su mano vagara por debajo de su vestido, tirando lo bastante para que la falda pasara por encima de sus muslos, hasta la parte más alta de sus piernas. Si el mantel no le hubiera cubierto el regazo los otros comensales le habrían visto los oscuros rizos brillando en la entrepierna.

"Oh, querido, estás jugando en aguas peligrosas," le dijo.

"¿De verdad?" Su mano decidida se metió más a fondo, hasta que sus dedos encontraron el nido de sedoso vello púbico. Hurgando con dos dedos entre sus labios, separó la carne.

Ella se agitó, "¡Oooh!" dejó escapar un gritito casi inconsciente.

"¿Te gusta que te lo hagan con rudeza?" preguntó.

"Hum. Tal vez," contestó sonrojándose, apartando la mirada de una mesa con huéspedes que estaban mirando.

"Oh, querida mía, lo vamos a pasar bien."

Dominick acercó aún más la silla, facilitando que su juego de mesa siguiera sin poder detectarse por los otros comensales. Su mano de metió más a fondo en el sexo de ella, mientras sus ojos permanecían fijos en los suyos, como si el bloqueo de la mirada la mantuviera bajo su control. El francés era inflexible de la manera más peculiar. Lauren sintió un extraño deseo de sumisión, mientras Dominick penetraba en su chocho húmedo y ardiente con dos dedos, y empezaba a mover la mano dentro y fuera de su vagina como si estuviera follándosela. Una mujer racional, sensible, prudente le hubiera detenido. ¿Hasta qué punto podría ser directo él? Pero su poder sobre ella era tan grande. Su encantadora sonrisa, sus modales suaves, las dulces y excitantes inflexiones de su rico acento, hacían que su rebelión contra lo convencional fuera tan simple, tan sin esfuerzo.

En aquel lugar público la única respuesta que ella podía ofrecer era a través de sus ojos. Quería gruñir mientras el oleaje del orgasmo empezaba a formarse, echar la cabeza atrás y dejar que el clímax poseyera su cuerpo. Pero controlando a duras penas tal atrevimiento, Lauren se retuvo, mientras Dominick, el cauteloso oportunista, sacaba ventaja de su dilema sexual y transformaba la provocación en una divertida tortura.

"¡Oh, por favor! Tienes que parar, o tendremos que ir a algún sitio a terminar esto," le advirtió finalmente, con la respiración pesada.

"Pero no has terminado de comer."

"Oh, créeme, he terminado," le aseguró. Se inclinó hacia delante y le besó con la boca muy abierta, a lo que él respondió.

"Pero yo no he terminado."

"Bueno entonces ¿por qué no terminas de comer entre mis piernas?" le susurró, imaginando lo habilidoso que debía ser con su boca entre los pétalos del sexo de una mujer.

"¡Ouj!" se agitó cuando le pellizcó el clítoris. Los dos dedos restregaban el hinchado brote entre ambos, con un apretón intencionadamente duro.

"Tus pechos son tan adorables cuando los mueves así."

"Y tú eres un cerdo."

"¿De veras? Solo me estoy asegurando de que conseguiré lo que quiero."

"¿Cuánto llevaría eso?"

"Bueno, tengo un camarote en la siguiente planta."

De repente y sin preguntar, Dominick obligó a Lauren a levantarse, y empezó a sacarla del comedor, con la mano firmemente plantada en su trasero mientras intentaba ajustarse el vestido a una longitud decente.

"No, por aquí no," dijo ella, cuando se dirigía a la entrada al comedor en el extremo opuesto de la cubierta.

"Oh, pero mi habitación está por aquí." Anuló sus planes de cambiar de dirección, y la condujo a través de un laberinto de mesas mientras las opciones o la suerte o el destino si lo hubiera, los llevaban justo ante la mesa donde estaban sentados Chris y Sam.

Lauren dedicó a Sam una sonrisa erótica, de placer, casi maliciosa aunque algo doloroso se agarró a su corazón por unos segundos, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

Sam levantó la mirada hacia ella con una expresión vacía, mientras Chris, de espaldas al pasillo, no veía pasar a la pareja.

Mientras Lauren y Dominick salían del comedor, Dominick le sobaba el culo, como si supiera que el anterior novio de Lauren estaría viendo como toqueteaba a su novia. Le besó la oreja, pasó la lengua por la sensible zona tras ella y luego le chupó el lóbulo con erótica insistencia, haciendo que le recorrieran el cuerpo corrientes eléctricas. Cada apretón a su trasero, cada lamida de su lengua, cada caricia de palabras murmuradas, hacía que su flor se encendiera.

Achuchándose aún más contra su excitante amiga le sobó los pechos a través del vestido mientras bajaban por el vestíbulo hacia su camarote. El hecho de que otros pasajeros del barco estuvieran viendo su lascivo comportamiento no importaba al habilidoso francés, ni a la caliente Lauren.

¿No esperarían un comportamiento tan subido de tono? Racionalizó Lauren. Después de todo era un barco de crucero en medio de ningún sitio especial. El ambiente, la atmósfera y la pareja adecuada solo podían decir una cosa a una mujer que necesitaba un poco de solaz y una noche de olvido.

"Humm, perfecto." Se refería a sus pechos cuando le murmuró al oído, mientras pasaba sus manos por su piel desnuda.

"Oooh, sí," contestó ella.

Para cuando llegaron al camarote de Dominick ya había encontrado la cremallera de la parte trasera de su vestido y se la había bajado hasta la cintura. Con una mano pasada por debajo de los tirantes se lo retiró de los hombros mientras se apañaba para meter a la vez la llave en la cerradura.

"¿Qué te parece si esperamos a estar dentro?" sugirió ella.

"Ah no, querida, ahora." La lamió desde los labios, por el cuello, bajando luego al pecho. Estaba casi desnuda en el vestíbulo del barco cuando un par de marineros doblaron la esquina para encontrarse con sus pezones como nudos en los sonrosados centros de sus pechos.

De repente la puerta del camarote se abrió y entraron casi a trompicones en la habitación, riendo, mientras Dominick retiraba el vestido de Lauren. "Quiero más," le susurró al oído, su cálido aliento cosquilleándole la piel. Le bajó el vestido hasta la cintura, "Ah oui," (N. del T.: "Ah sí,"; en francés en el original), jadeó, cuando sus pechos desnudos oscilaron ante sus ojos. Su boca descendió hasta un pezón que mordió suavemente con los dientes. Lo lamió a fondo, luego sopló para enfriarlo hasta que el brote se convirtió en un nudo prieto. Repitiendo la operación con el otro pezón, el conjunto se elevó enseguida ante una atención tan encantadora. "Oooh, dios, sí." Mientras los admiraba, su ojos se movían examinando su cuerpo como si estuviera descubriendo un tesoro escondido.

Aunque el francés era habilidoso haciendo el amor, sus sentimientos eran tan vacíos como cualquier sensación real de su corazón, pero a Lauren ahora no le importaba. Se trataba de sexo y de venganza; y las dos cosas serían dulces esa noche.

"Quédate aquí," dijo Dominick mientras la dejaba en la enorme cama.

"Champán, ¿verdad?" preguntó, levantando las cejas mientras marcaba al servicio de habitaciones.

"¿Por qué no?" Sonrió ella.

Lauren pasó la vista por el camarote, era la versión ático, no esos cuartos incómodos sino toda una suite con enormes ventanas al océano al fondo de la habitación y una terraza tras las ventanas. Solo había unas pocas suites como aquella en el barco. Obviamente el francés tenía dinero.

Una vez colgado el teléfono se dirigió a la cama, empujando a Lauren contra el colchón, donde se tumbó sumisa permitiendo que continuara con su exploración. Le besó los pechos, y le pasó el brillante vestido rojo por las caderas, comprobando rápidamente que estaba desnuda debajo de éste.

"Putilla," le susurró al oído, mientras su aliento le hacía cosquillas en la piel.

Su lengua trazó un camino entre los dos montículos mientras agarraba cada uno con una mano y apretaba con suavidad. Trasladándose a los pezones los pellizcó con firmeza.

"¡Ouj!"

Sonrió él. "¿Demasiado fuerte?"

"No, no," contestó. Era tan parecido a Sam que era casi espeluznante, aunque rápidamente desechó el recuerdo de su novio, mientras Dominick se desplazaba hacia abajo, siguiendo la línea de su vientre plano, hasta la piel uniforme situada sobre el fragante montículo de suaves rizos oscuros. Chasqueó la lengua justo encima de su clítoris, y una ráfaga de energía se encendió en su vientre ansioso. Jugó con su carne excitada hasta que las caderas de Lauren empezaron a moverse deseosas hacia su boca. Pero bordeó el sensible lugar en vez de hurgar en él con labios y boca, lo que la hizo volverse loca de necesidad.

Finalmente, rodeando su clítoris, su lengua bailó sobre la punta, luego se retiró y rodeó la loncha de carne en expansión. Su cuerpo se estremeció y jadeó, mientras una breve mueca de dolor cruzó su bronceado. Tomando el brote de su sexo entre los labios, se sumergió en él más forzadamente. Lauren arqueó la espalda y tomó de nuevo aire, mientras el placer y el dolor rodaban enloquecidos por su cuerpo. Sus jugos fluyeron en la boca de él y lamió el jugo dulce y amargo, como si estuviera bebiendo su vino francés. Cuando apretó la lengua contra el palpitante agujero lo lamió con caricias extensas y prolongadas.

"Ahhhhh," respiró con más facilidad y se relajó de nuevo solo para tensar el cuerpo mientras le metía dos dedos en el agujero y empezaba a follársela como si fueran una polla. Se sacudió contra ellos, sintiendo que la oleada orgásmica empezaba a crecer desde el interior y la punta de su clítoris. Cuando los dos dedos se convirtieron en tres apretó con fuerza, follándoselos, apretándolos como si fueran la de verdad. Estaba a punto de correrse.

Cuatro dedos se sumergieron profundamente en su chocho, y un torrente repentino de pasión punzante la consumió llevándola hasta el borde. Luego su cuerpo estalló en fuego, apretando su vientre, la cabeza atrás, mientras gimoteaba hasta que los espasmos desaparecieron. Se quedó con pequeñas sensaciones, dulces y tiernos rastros de deseo, mientras la mano en retirada de Dominick acariciaba con suavidad sus muslos todavía temblorosos.

Tumbándose a su lado, el francés continuó su banquete con su lengua en la oreja.

"Te corres como una puta," susurró.

Solo había descubierto la punta de su necesidad; la noche no había hecho más que empezar.

Volviéndola de lado Dominick deslizó su gruesa erección en su chapoteante chocho desde la parte de atrás, y empezó a golpear contra su culo. No le había visto la polla, pero sabía que era enorme por la forma en que la abría, violando su chocho con su inmensidad, llenando sus entrañas. La devoró con el brusco asaltó. Desde atrás, luego sobre ella, luego de nuevo sobre el costado, pasando con facilidad de una postura a la otra, llevando cada una a su cuerpo a un nuevo nivel de lujuria.

Su fuerza era asombrosa, su determinación feroz; luego se movieron salvajemente juntos. Cuando le azotó el culo, ella saboreó la visión del enrojecimiento mientras miraba en un espejo cercano. Cuando le besó el cuello, la sensación se disparó por su cuerpo hasta los estremecidos dedos de sus pies, y cuando llevaba su erección más adentro en su cuerpo ella respondía con voracidad, apretando su órgano. Su ardor corporal ascendió con fuerza y rapidez. Se iba a correr de nuevo.

Los firmes muslos de él se movían desde detrás de ella con un hábil y consistente ritmo mientras le clavaba la polla en el dolorido agujero.

"Ah, oh, auh," jadeó, sin aliento, dejando escapar de sus labios grititos y gemidos.

"¡Auh, ah! ¡ah, ah, ah! ¡OH NO!" El siguiente orgasmo llegó haciéndola pedazos, no un dulce y tierno brote de pasión, sino con espasmos demoledores que coincidían con las salvajes embestidas de la polla de Dominick.

"¡Aaahh!" sonó guturalmente. "¡Aaahh! ¡Oui! ¡¡Ssiiiííí!!"

Lauren sintió las sacudidas de sus disparos mientras ordeñaba su imponente erección.

Luego se dejó caer contra ella cuando hubo terminado, aunque no se salió hasta que el último de sus espasmos hubo finalizado.

Lauren se tumbó de espaldas sobre la cama, exhausta. Dominick se tumbó junto a ella, sobando irreflexivamente su pelo, enrollándoselo en el dedo.

Viendo su pene retraerse, se rió para sí misma, "Dios, eres colosal," susurró dándose cuenta de que sería aproximadamente el doble cuando estaba dentro de ella.

"La aguantaste bien."

"¿De verdad?" dijo mientras su carcajada indolente resonaba en el aire.

"Para la medianoche," declaró. "Para la medianoche estaré otra vez listo. Vayamos a apostar."

Lauren se colgó del brazo de Dominick mientras se dirigían al casino. Estaba sin fuerzas, como un gatito, recordando que había hecho el amor a cada paso que daba. Su cuerpo dolorido, su coño licuado con sus jugos mezclados. Pero, incluso exhausta, su deseo se estaba volviendo a despertar.

Se encontró a Chris en un lavabo de señoras, repentinamente sobresaltada al ver a alguien conocido.

"Hola," murmuró suavemente. Apenas había pensado en absoluto en Sam desde que había hecho sexo. Luego, además, estaba un poco achispada después de despacharse el champán. Recuerda lo dulce que era él...

"Planeé todo tipo de cosas para esto," había dicho, brindando con ella. "Pero tu cuerpo me ha hecho olvidarlas." Agitó la cabeza como si estuviera totalmente perdido para entender el hechizo que ella lanzaba sobre él. Lauren se preguntó cuántas mujeres habrían oído ese discurso... y a cuantas, como a ella, no les importaba ser solo una más de las que tendría el excitante francés por una noche. Era un amante, no una relación. No era un amigo, solo un buen polvo.

El champán era seco, un postre refrescante, y un poco amnésico, casi la había hecho olvidar que la había traído a estas vacaciones...

"¿Estás pasando bien la noche?" preguntó Chris mientras veía como Lauren se aplicaba de nuevo el lápiz de labios.

Le llevó un momento entender la pregunta de Chris. "Perfectamente," contestó, sin ningún propósito.

"No te hemos visto desde la cena."

Lauren pensó inmediatamente en Sam con un rastro de pena. "Y no me veréis mucho más," contestó bruscamente. "Te lo dije, voy a hacer mi propia vida... y me va muy bien."

"¿Así que todo va bien?" Chris estaba permanentemente preocupada, mostrando sus ojos suaves y animosos un interés tan auténtico en su adorable color azul.

"Mucho mejor que eso, cariño." Lauren sintió un cierto remordimiento por ser tan seca. Chris todavía era su mejor amiga, pero dadas las circunstancias no se sentía inclinada a tener una charla a corazón abierto en el baño del barco. Volaba en solitario, sin escrúpulos. Serían unas buenas vacaciones, y si pudiera minimizar el tiempo pasado con Sam y Chris, tanto mejor.

"Vale, vale," dijo Chris incómoda, "sabes que estoy aquí si necesitas hablar."

"No. Tú ocúpate de Sam," dijo, luego añadió precipitadamente, "de la forma que prefieras." Volvió a pensar. "Y cuando lleguemos a los mercados en España, iremos de compras." Sintiéndose un poco culpable por su actuación cortante le ofreció una cálida sonrisa, pero luego se volvió bruscamente dejando a Chris preguntándose qué le pasaba a su amiga. Aunque Lauren podía ser fría y despiadada, rara vez lo era con sus amigas.