Vacaciones en España, Cap. 10

Algunas aclaraciones y expectativas

CAPÍTULO DIEZ (Insinuación y sospecha...)

Por la mañana Lauren se despertó ante el sonido de alguien llamando a su puerta. Por un instante volvió a revivir la noche anterior, ¡la llamada a la puerta era una invitación al sexo anal! Finalmente abrió los ojos a la luz del sol que se colaba por la ventana y despejó su cabeza de las inquietas sombras de su mente.

Cuando había vuelto a su compartimento la noche anterior se sentía envuelta en un mundo exótico y dudoso. Jeanne y Gabriel se habían adueñado de su mente y de su cuerpo con su intriga inexplicable. Cazada en su telaraña misteriosa se sentía impulsada hacia abajo por un túnel maravilloso de inspiración sexual. Su mente luchaba como atrapada en una jungla encantada, aunque su cuerpo se entregaba fácilmente a las curiosas exigencias.

Recordaba el placer de Gabriel y su voluntad insistente como si hubiera sido un sueño, mientras él abría el oscuro sitio del tesoro sexual y lo utilizaba para su mutua satisfacción. La gratificación iba detrás de la liberación sexual normal; era básica y cruda y primitiva, y además el uso que hacía de ella le producía una considerable sensación de calma que todavía disfrutaba. No habría cambiado ni una sola cosa de la última noche...

... Excepto que el inesperado 'voyerismo' de Jeanne dejaba otra nube de misterio, como los giros extraños de su conversación, las ideas tentadoras, las cosas no dichas, tan características de sus encuentros previos con la enigmática mujer.

"Señorita Wilding," oyó que decía alguien.

Lauren saltó de la cama y se echó la bata sobre los hombros abriendo solo una rendija. Un mozo estaba delante de su puerta con una bandeja de desayuno.

"Para usted, señorita Wilding," dijo.

"Gracias," contestó. Deslizó los brazos en la bata y se la ató, luego abrió la puerta para dejar entrar al hombre. Colocó la bandeja en la mesa y se fue. Había fruta natural y un bollo humeante, champán y una nota... de Gabriel.

"Más placeres hoy, cariño. Almuerzo en el vagón restaurante. Al mediodía. G."

Sonrió para sí y se dejó caer en la cama, notando que su cuerpo estaba instantáneamente excitado ante la idea de almorzar con Gabriel. Incluso la embarazosa presencia de Jeanne no impedía su excitación ni los deliciosos pensamientos ante la perspectiva de más tiempo con este nuevo amante, si es que podía llamarle así.

Lauren probó el desayuno. Bebió champán y le permitió que le cosquilleara en la garganta, haciendo que se mareara un poco; no estaba acostumbrada al champán por la mañana. Vació la copa con una sonrisa traviesa en la cara.

Luego se bañó, se perfumó el cuerpo, especialmente entre los muslos, y se vistió con un sencillo vestido suelto azul oscuro, que se ciñó a la cintura con un cinturón ancho. La sencillez del diseño acentuaba su figura de reloj de arena, haciendo más visible cada curva de su cuerpo, más evidente cada movimiento bajo el tejido ceñido. Sabía que a Gabriel le gustaría.

Sam y Chris se despertaron por separado sin que cada uno dejara que el otro supiera que estaba despierto. Estaban tumbados espalda con espalda, acostumbrándose a la mañana antes de levantarse.

Chris recordó la noche pasada... había sido una de las mejores con Sam, aunque no sabía con certeza como se sentía él. Había sentido nueva inspiración al ver a Lauren con el misterioso español en la plaza del pueblo. Era obvio que Lauren conocía al hombre mejor de lo que daba a entender. La familiaridad de su trato era fácil de ver y Lauren estaba bastante claramente prendida de su encanto. Chris prefería el encanto hábilmente provocativo, 'americano', de Sam al más exótico europeo. Aún más, Lauren parecía perfectamente a juego con su compañero. Encajaba con el temperamento raro de ella y un sentido de la aventura que siempre la llevaba hacia hombres poco usuales. Incluso Sam era un hombre tipo 'Lauren', tuvo que admitir Chris. Pero luego, la noche pasada, ¡Sam fue todo suyo!

Habían cenado en el pueblo, en un minúsculo y rústico café, donde él jugó con ella con ojos hábiles y agradables insinuaciones. Parecía que la presencia de Lauren había desaparecido de su corazón durante la noche y que ella era lo único que le interesaba. Estaba atento a cada uno de sus movimientos, mientras que ella estaba abrumada por la pasión que despertaba en ella. Después de su temprana cena se dirigieron a un precioso jardín del pueblo, iluminado solamente por la bóveda de las estrellas sobre ellos, una escena que recordaba un idilio de 'todo a cien', pero hacía que Chris se riera encantada. En un rinconcito del jardín Sam la tumbó sobre un banco de piedra, recordaba lo frío que lo sentía contra su espalda casi desnuda. Se estremeció, pero él la sujetó en sus cálidos brazos. A ella no le gustaba correr riesgos cuando hacía el amor, y cuando protestó porque él le levantaba la falda, le tapó la boca delicadamente con la mano para que se callara. "Te necesito ahora," había dicho, con cierta urgencia y dejó que sus protestas desaparecieran mientras su polla se hundía en el cálido y húmedo hogar entre sus muslos. Dolía follar contra la fría piedra, pero apenas sintió dolor mientras el fiero calor de él la inundaba.

Le abrazó con fuerza, apretándose estrechamente a su pecho musculoso, mientras le aporreaba el coño implacablemente. Cuando él estaba a punto de correrse se retiró de ella y le colocó la hinchada polla en los labios, dejando que los cálidos jugos le chorrearan en la boca y los labios. Paladeó su dulzura y aspiró el aroma de su sexualidad, su cuerpo excitado con una necesidad que no esperaba. Cuando Sam acabó se salió y se apartó, mirándola. "Ponte a punto," dijo. Levantó los ojos para ver como la miraba con una expresión de reverencia. "Quiero ver cómo te corres. Eres tan bella, quiero observar cómo te corres." Nunca antes ella había hecho nada así, pero su propia necesidad era tan salvaje y desesperada, llevada por la emoción de la petición de Sam y el riesgo que corrían en el jardín al aire libre, que no pudo evitar cumplir obedientemente su solicitud. Colocando los dedos en su empapada puerta del placer, empezó a restregarse el sexo inflamado, masajeándose el clítoris y la sensible abertura, mientras miraba a los ojos oscuros y ardientes de Sam. Aumentó el ritmo rápidamente y se deslizó hasta el borde de un orgasmo retenido, suspirando con suavidad. Apartó la mirada mientras se corría, ligeramente avergonzada, mientras el placer nadaba por todo su cuerpo hasta que finalmente los espasmos disminuyeron.

Fingiendo estar dormido, Sam sintió el cuerpo de Chris junto a él, recordando la imagen de la noche anterior. Había algo inquietante respecto al sexo que compartían. Desde el principio fue distinto a todo lo que había ocurrido con Lauren, o con cualquier otra mujer en ese terreno. Aunque todavía no podía situar que era lo que lo hacía distinto de su repertorio normal de actividades sexuales. Recordaba querer follarse a Chris con rudeza contra el banco de piedra, como si quisiera hacerle daño. Recordaba desear silenciar sus gritos mientras exploraba su sexo con su rabiosa erección. Incluso recordaba lo adecuado que le había parecido hacerle tragar su corrida, llevando la polla, cubierta con los jugos de su coño, hasta su boca y eyaculando muy dentro de su garganta.

Y había sido una fría emoción observar a la imponente rubia retorciéndose contra sus propias manos y dedos, provocándose el orgasmo delante de él, sin ni siquiera una caricia de su propia mano, solo porque él se lo pidió. No sabía que pensar de sus deseos, excepto que se la habían vuelto a poner tiesa.

Con los recuerdos recientes en la mente, Sam se dio la vuelta y se arrimó a Chris, su polla encontró con poco esfuerzo su chocho. Ella estaba despierta y dispuesta cuando sus manos le agarraron el culo con fuerza y se le cortó la respiración. Él se zambulló en la sofocante humedad como unas doce veces; no fue mucho antes de que el clímax le estallara en sus bajos. Cuando pasó la emoción pensó que Chris era la mujer más hermosa de todas las que había amado.

"¿Nos estaremos acostumbrando a esto?" dijo ella, con una dulce sonrisa de satisfacción.

"Yo sí, ciertamente," replicó Sam.

"Tal vez ahora... no me sienta tan 'colgando' sobre tu cabeza," observó Chris.

"¿Colgando sobre mi cabeza? ¿Te refieres a Lauren?"

"Sí."

"Ella está bien, mejor que la dejemos."

"Eso creo, Sam, especialmente desde que parece haber encontrado un amante que la entretenga en el viaje."

Esto era nuevo para él. "¿Y quién es ese?"

"Un español de aspecto atractivo. La acorraló ayer en la plaza, aunque creo que ya habían estado juntos antes. Realmente él la tocaba como si hubieran estado."

"¿Un español?"

"Ya sabes, del tipo de Lauren, misterioso, fascinante, como tú."

Se rió, pero no con la facilidad que le hubiera gustado. Lo conocía. Le había visto varias veces, y, tanto si Chris lo sabía como si no, había estado en el compartimento junto al suyo con sus mujeres. Había habido sonidos procedentes de allí que le habían preocupado.

Repentinamente agitado, se levantó y se bajó de la cama. "Vistámonos."

Su brusco cambio de humor no le pasó desapercibido a ella.

Empezó sola el almuerzo. Gabriel llegó con un retraso de veinte minutos.

"Lo siento, amor," dijo mientras llegaba a la mesa. Su sonrisa fue breve pero encantadora. La besó levemente. "¿Te gustó el desayuno?"

"Sí gracias. Me sentí un poco mareada después del champán."

"No hay nada como el alcohol después de una noche de sexo, ayuda a asimilar el impacto."

Lauren pensó en ello, tal vez tuviera razón. Se había encontrado a sí misma aceptando con tanta una facilidad tan sorprendente los aspectos del encuentro. Tal vez el champán ayudaba.

"¿Tienes planeadas más cosas de esas?" preguntó.

"¿Es eso lo que quieres, Lauren Wilding?"

"Tal vez."

Su rostro adquirió un aspecto solemne. "No juego con el sexo," contestó con bastante seriedad. Sus ojos eran fríos y calculadores y por un instante Lauren pudo sentir casi frío. Se estremeció.

"No pensaba que lo hicieras," replicó ella.

"Pero me esfuerzo mucho para aumentar mi placer y el de la señora que me acompañe."

"¿Y has planeado esta noche como si lo fuera?"

Se encogió de hombros, ahora un poco menos sombrío, "Las cosas ocurren, yo me limito a aprovechar el momento."

¿Había planeado el polvo en el coche de equipajes? se preguntó ella, aunque suponía que nunca lo sabría.

"Tomaremos pescado," le dijo al camarero cuando se acercó a tomar nota.

"Y champán," añadió.

Una vez ido el camarero, Gabriel volcó toda su atención en Lauren, mirándola por encima de la mesa y tomando sus manos en las suyas. "Cuando viajes por mi mundo disfrutarás de placeres que nunca has conocido, amor. Pero debes estar dispuesta a abandonar tus ideas previas de placer sexual, tus rutinas habituales, tus suposiciones sobre el sexo."

Por supuesto, ¿no era eso lo que había hecho con él?

Le miró a los ojos, hipnotizada y un poco asustada. Al mismo tiempo, se permitió a sí misma ser llevada; su mundo de placer sexual la fascinaba y tenía toda la intención de hacer lo que le pidiera, ser la mujer que él quería que fuera.

"¿Y qué es lo que debería abandonar? ¿Qué rutinas? ¿Qué suposiciones?"

"¡Ah!" sonrió de forma taimada. "Tendrás que abandonar todo, de hecho, una vez que llegues a conocerme bien, sabrás que raramente planeo nada, simplemente viene, según el capricho y la inspiración del momento."

"Entonces, ¿es una sorpresa para ti?"

"Desde luego. Eso lo hace más electrizante. ¿No?"

Llegó el almuerzo y comieron un rato en silencio, mientras la energía entre ellos se intensificaba. ¿Qué sería lo siguiente que pasaría con él? se preguntaba Lauren mientras disfrutaba del delicado sabor del pescado, y de los vegetales levemente aderezados.

El champán parecía fluir como si fuera agua... una botella tras otra. La suave luz del sol, el aire cálido... Lauren se sentía adormilada y languidecía agradablemente.

"Pareces tener una particular apetencia por los ligues de vacaciones," comentó Gabriel, mientras se recostaba hacia atrás en su silla, terminada la comida, mientras Lauren seguía comiendo.

"¿Qué quieres decir?"

"Conociste a tu último novio en unas vacaciones en México, encontraste un imprudente juguete sexual en el crucero, y ahora yo."

"¿Cómo puedes saber todo eso?" le miró con ojos de sospecha y una risa un poco beoda.

"Me limito a ordenar las cosas."

"Pero no podrías saber posiblemente..."

"Oh, no me subestimes." Su voz era casi amenazadora. El pequeño temor que había sentido antes apareció de nuevo. "Ah, Jeanne," exclamó de repente Gabriel, antes de que Lauren pudiera insistir en la pregunta. La ágil mujer se acercó a la mesa y Gabriel le tomó inmediatamente la mano. "¿Cómo estás querida?"

"Descansada," contestó. "¿Y vosotros dos?" preguntó.

La pregunta no requería respuesta. Todavía ella no tenía muy claro cómo se sentía respecto al espionaje de Jeanne de la noche anterior.

"Aquí, querida, siéntate," dijo de repente Gabriel y se levantó, dejando a Jeanne su asiento. "Tengo que irme," anunció. Dio un besito rápido en la mejilla a Jeanne y miró a Lauren con la misma mirada amenazadora de unos momentos antes. "Y a ti te veré luego," le dijo. Se inclinó y la besó en la boca, manteniendo deliberadamente los labios sobre los suyos. Sus ojos se fundieron con los de ella durante unos segundos, como si estuviera asegurándose de que todavía la tenía bajo su poder.

Luego desapareció por detrás de ella, hacia otros lugares del tren.

"Vaya, veo que habéis comido," apuntó Jeanne. Suspiró. "Yo no tengo ni pizca de hambre."

No obstante agarró un rollo sin tocar del plato de Gabriel, lo untó de mantequilla y lo devoró con rapidez, como si se estuviera burlando de ella misma, e invalidara su último comentario.

Lauren la observó asombrada, y luego dijo cautamente, puesto que la mujer la había desconcertado por completo. "Acabamos de almorzar."

"Sí, ya lo veo. Y veo que no he sido invitada."

¿Se sentía rechazada? Sonaba así, aunque realmente no parecía dolida.

Jeanne estaba tan misteriosamente bella como siempre, el pelo revuelto informal, la ropa ceñida eróticamente al cuerpo. Lauren notó que su vestido de tubo blanco era casi transparente. A primera vista no lo parecía, pero mirando más de cerca podía ver con claridad inequívoca los pechos de Jeanne, sus pezones e incluso su contorno oscuro bajo el blanco fresco. Jeanne le recordó a alguna diosa griega revoloteando por allí, apareciendo y desapareciendo en los momentos precisos, como si leyera sus entradas y salidas en algún guión desconocido.

"Tengo que decir, Lauren, que estuviste magnífica la noche pasada." Lauren la miró desconcertada. "Ya sabes, en el vagón de equipajes," explicó, como si no hiciera falta ninguna verdadera explicación.

"Sí, nos estuviste observando," declaró Lauren, en tono acusador.

"Y tú me viste a mí," le recordó Jeanne. No necesitaba recordar a Lauren el primer día en el tren, cuando Lauren había visto a Jeanne someterse a las manos de Gabriel. "Había pensado que entenderías esa fascinación."

"Fue accidental que os viera," intentó explicar Lauren.

"No lo creo así. Fue totalmente planeado," respondió ella.

"Y qué tú nos observaras anoche, ¿estaba también planeado?"

"Completamente," admitió Jeanne.

"¿Por qué?"

"Bueno, ¿por qué no? ¿Acaso tú y ese coño lujurioso tuyo no os excitasteis viéndome con Gabriel? No lo niegues americanita, lo sé." Bajó los ojos de forma seductora.

"Me estás exigiendo sinceridad y apenas te conozco." Lauren quería desesperadamente seguir controlando la situación, porque no se fiaba ni un pelo de la mujer.

"Las dos somos mujeres, las dos sabemos lo que nos excita. No te dejes atascar en tus convenciones americanas."

Interesante, pensó Lauren, la misma palabra que había usado Gabriel.

"La noche pasada no fue convencional," le recordó Lauren.

La mujer sonrió. "No, no lo fue en absoluto," admitió. "Esperaba que Gabriel te tomara por el culo, es una de sus mejores exhibiciones. ¿Lo has visto alguna vez? La polla entrando en la más prieta de las aberturas, estrechándose para acomodarse a lo que no le corresponde. Es siempre una especie de violación." Enunció la palabra de modo que hizo estremecerse a Lauren solo de escucharle decirla. "Aunque el sexo anal es el más placentero que conozco. Y vuestra sesión de sexo anal fue tan terriblemente hermosa, de una sumisión tan perfecta. Gabriel vestido con su traje impecable, y tú casi desnuda." La mujer se rió encantada con los recuerdos.

La crónica de su polvo de la noche pasada, reproducida en su beneficio hizo que Lauren se estremeciera otra vez, igual que lo había hecho cuando Gabriel la penetró. Recordaba perfectamente la emoción que había corrido a su través cuando se sometió a su habilidosa entrada. El recordarlo la estaba excitando de nuevo. Aunque escuchar a Jeanne hablar con tanta candidez de su actuación sexual con Gabriel la hizo sonrojarse.

"Te estoy poniendo colorada," comentó Jeanne lo que era obvio.

"No estoy acostumbrada a hablar con tanta franqueza de mi vida íntima. Ni tampoco estoy acostumbrada a que me observen."

"Pero eso lo hace más divertido, no crees, añade..." buscó la palabra adecuada, "¿añade emoción?"

Lauren no estaba dispuesta a mostrarse de acuerdo. La enervaba que Jeanne se hubiera entrometido de una manera tan personal.

"Quiero decir," continuó la mujer, "¿no fue un poco más excitante que te dieras cuenta de que alguien observaba como te masturbabas la noche anterior?"

"¿Tú?"

"Sí, ¡era yo! Y eso fue un accidente. Parece que estamos destinados a que nos ocurran estos pequeños accidentes. ¿No crees que es maravilloso, aunque resulte un poco desconcertante?" Tenía en la cara una sonrisa exuberante. Un contraste que sobresaltaba en su forma de ser típicamente huraña y lejana. "Oh, bueno. Tengo que irme," siguió Jeanne, "estoy contenta de que hayamos tenido este pequeño 'tête-à-tête', ¿y tú?"

Lauren se echó hacia atrás enmudecida. Sospechaba respecto a los motivos de la mujer, esta no era una conversación casual; dudaba de que en Jeanne algo fuera casual o accidental.

Pero, ¿por qué? ¿Para avergonzarla? ¿Confundirla? De nuevo sus intenciones quedaban sin descubrir. Con una sonrisa de felicidad la curiosa mujer se excusó y abandonó el vagón restaurante, revoloteando, una pequeña diosa de la insinuación, dejando a Lauren una vez más desconcertada.