Vacaciones en España, Cap. 1
Una buena mañana. (Esta novela, de Lizbeth Dusseau, iba a ofrecerse gratuitamente en PF, pero solo se publicaron 11 capítulos. Intenté, con la autora, que me pasara los que faltaban y, aunque me dijo que lo haría, no los he conseguido)
Vacaciones en España
Título original: Spanish Holiday
Autora: Lizbeth Dusseau, (c) 1994
Traducido por GGG, diciembre de 2003
CAPÍTULO UNO (Una buena mañana)
Sam se acurrucó en la cama tras la todavía dormida Lauren, la cálida carne desnuda excitada por el agobiante aire de la mañana. Las piernas eran ágiles y suaves, mientras que el bien redondeado trasero era un oloroso cojín contra sus muslos poderosos y su pene ascendente. Le rodeó el cuerpo con los brazos y besó el húmedo pliegue entre el cuello y la parte superior de los brazos, mientras la mano jugueteaba con los suaves pechos de mantequilla que descansaban contra las sábanas. Pasando un dedo por el tierno escote de aquellos generosos montículos, esperaba excitar el cuerpo durmiente.
"Aaaaah," gimió suavemente, apretando el trasero contra él, masajeándole el pene con pequeños movimientos.
Bajó la mano para acariciarle el coño, un dedo encontró el camino entre las piernas hasta el corazón de su sexo, que estaba húmedo y caliente y con olor ligeramente acre tras una noche de sueño.
"Hummm," volvió a gemir, somnolienta, mientras separaba solo un poco las piernas, para que pudiera deslizar otro dedo dentro de su cálida caverna. Él empujó a fondo y su cuerpo le respondió con una ondulante elevación y caída de la grupa contra la mano y los penetrantes dedos. A continuación los retiró y volvió a meter con ritmo lento y sostenido.
Ella volvió a recostarse en su pecho empujando la espalda contra él. Una de sus manos jugaba con su coño, la otra le masajeaba los pechos y le retorcía los prietos pezones, haciendo viajes serpenteantes por su cuerpo bajando hasta el montículo aterciopelado y de pelo rizado y sedoso. Le pellizcó el clítoris con la misma delicadeza con la que habría arrancado una flor de su tallo.
"Oooh, oooh, oooh." Respiró con eróticos murmullos sin palabras, solo sonidos placenteros en respuesta a la manipulación vigorosa de Sam. "Oh, dios, métemela," susurró, las caderas temblorosas como si ya estuviera allí. "Por favor," jadeó, mientras sentía el duro músculo de la polla presionándole el culo. Deseaba que la hinchada cabeza le perforase las entrañas y que el largo troncho le diese masaje a sus cálidas interioridades. Sam la volvió hacia él de forma que estuvieran lado contra lado; y separando aún más las piernas extendió los húmedos labios de su vagina, y se introdujo en el oscuro y suntuoso interior.
"Oh, sí," dijo con dulce furia. "Sí, querido, por favor, fóllame."
Las fuertes caderas de Sam embistieron contra ella. Le sujetó estrechamente el trasero rodeándola con la mano y bombeó rítmicamente de forma uniforme y sin descanso. Sus pechos se balanceaban contra el pecho de él; y mientras se movía tomó uno en la mano y lo mordisqueó con la boca y los dientes.
"¡Ah, oh, dios!" El trasero subía y bajaba bajo su mano, buscando cada embestida con urgencia impaciente.
Sam adivinó que estaba a punto de correrse porque se apretaba contra sus ingles, el coño le agarraba la polla, la cabeza colgaba hacia atrás y gemía de forma indescriptiblemente sensual. Embistió con más fuerza, sabiendo como le gustaba que el ataque fuera vigoroso y continuo justo antes de que alcanzara el pico. Su propio orgasmo estaba al límite, esperando.
"¡Oh, diooos mío!" gimió. "¡Ah, ah ,ah!" De sus labios escapaban grititos de placer, y luego más, "¡Ooooh, joder!" Siguió un sonido oscuro y resonante de dicha.
Sam dio unas sacudidas contra ella, vomitando a fondo su erección, manando rápida y frenéticamente. "¡Aaaauuugh!" Se la colocó encima de él, bombeando furiosamente en su chocho. "¡Aaauuugh!" Y luego se apretaron con fuerza, mientras el coño de Lauren palpitaba con pequeños espasmos rodeando su polla.
Se dejó caer contra él, ambos sudando, la habitación abrasada por los rayos de sol que atravesaban la ventana. El pelo moreno de Lauren caía en cascada sobre la cabeza de Sam que lo apartó a un lado cogiéndolo con la boca. Marcó la fina línea de su cuerpo con una mano, recorriendo su espalda hacia abajo, la turbadora curva de su cintura, y la suave hinchazón del extremo trasero de su redondez. Estrujó con firmeza uno de los carrillos de su culo.
"¡Ou! Cabrón," bromeó.
Le sujetó la cabeza contra su boca empujando los labios contra los suyos de forma que no pudiera escapar de su beso a boca abierta.
"Así que ¿hacemos las paces por la última noche?" preguntó ella, susurrándole al oído un tanto sarcásticamente.
"No," dijo. E hizo que le besara un poco más.
"Au, venga," dijo, en el corto espacio entre besos.
"No se pueden hacer las paces de ser una bruja, Lauren. Pero has conseguido un buen polvo."
Sonrió, aunque solo bromeaba a medias.
Se habían peleado la noche anterior. Estaba enfadado. Ella estaba irritable. Y no estaba dispuesto a perdonarla con facilidad. Se había comportado como una bruja demasiadas veces en las últimas semanas. "Te quiero, lo sabes," consiguió decir.
"Lo sé, lo siento si estuve borde anoche, es solo que tengo muchas cosas en la cabeza." Se apartó hacia arriba mirando la fuerte estructura de su cara guapa, recordando enseguida cuanto disfrutaba de Sam, cuando no se estaban peleando.
"Esa no es excusa, Lauren," acusó él.
"¿Quieres volverme loca otra vez?"
"No." Sonrió y la besó, aplacándose a la vista de su humor irritable.
Lauren miró al reloj. "¡Oh, Dios! Se me hace tarde," anunció mientras se dejaba caer de encima de él y rodeaba la cama.
"Eh, no tan deprisa," dijo Sam, volviendo a tirarla.
Se zafó de él. "Vamos, cariño," dijo, implorante.
Miró al reloj. "Tienes tiempo de sobra," le aseguró. Y así era.
"No lo entiendes," dijo casi con frialdad, con la buena voluntad y las secuelas del buen polvo desvaneciéndose mientras la determinación se adueñaba de ella.
"Sí, lo entiendo," dijo con su propio tono seco. "Esta relación se está volviendo demasiado seria para ti. Ese es tu problema."
"Esa es tu explicación para todo," acusó Lauren. Se apartó, colocándose junto a la puerta del baño al otro lado de la habitación, intentando cepillarse el pelo enmarañado.
"Es la explicación correcta," dijo.
"Dios, odio cuando te pones en ese plan."
"Lo sé." Entre solemne y divertido. Le gustara o no, su relación iba adelante con esta pequeña mancha de desesperación. Lauren era un mujer fuerte, y él la amaba. Solo deseaba que hubiera sido un poco más vulnerable. Les iba mejor cuando lo era, cuando dejaba que la cuidaran y la amaran, algo que él estaba muy dispuesto a hacer.
Lauren miró a Sam con sus ojos oscuros bailando mientras explicaba, "No tienes ni idea de lo importante que es la reunión que tengo hoy."
"Sí que lo sé. Me lo dijiste anoche, Señorita Ejecutiva Presumida de Mierda. Pero las cosas no van a ir bien si vas así. Pensaba que te estaba ayudando a relajarte."
"Bueno, lo hiciste," admitió. "Pero ahora tengo que irme. Odio llegar tarde."
"Entonces te prepararé el desayuno."
"No tengo tiempo," contestó y pasó al bañó abriendo la ducha.
"Eh, a propósito," le gritó mientras salía de la cama. "¿Vas a venir a cenar a casa?"
"Sí, sobre las ocho," le devolvió el grito desde el baño vaporoso. "Traeré a Chris conmigo."
"Estupendo." La idea le apeteció. Chris, la mejor amiga de Lauren, rubia, pechugona, era casi tan apetecible como Lauren, de hecho a veces más que ella. No era tan mordaz como Lauren, pero quizás era solo porque conocía mejor a Lauren. Aún así, sospechaba que la naturaleza de Chris era totalmente diferente. En todo caso estaría contento de verla. Lauren había hecho de Chris un caso aparte desde que un novio canalla había roto su compromiso dos meses antes.
Sam se puso un par de calzones deportivos grises y salió a la sala de estar, intentando olvidar las escaramuzas con Lauren y pensar en el sexo que acababan de compartir.