Vacaciones en el pueblo (3): mi primo el macho

Paso unos días en una cabaña solo con mi primo, un macho fuerte y pollón que necesita desahogar y descargar toda su testosterona.

La cabaña era una pequeña construcción de piedra y madera en medio de un monte, que tan solo contaba con una pieza principal y un pequeño servicio. A un lado de la pieza principal había una chimenea, y entre esta y la cama tan solo había una mesa con un par de sillas y un sillón. En el exterior, bosque y pradera hasta donde alcanza la vista.

Habiendo descargado ya todas nuestras cosas, nos sentamos a tomar una cerveza y disfrutar de la sensación de libertad que despierta un sitio así.

  • Ahora ya te entiendo primo, ya sé porqué te gusta tanto venir aquí.

  • Pues esto no es nada peque - dijo al mismo tiempo que se quitaba la camiseta y los pantalones.

  • ¿Vas a quedarte en bolas o qué? - le dije con un punto de emoción.

  • Jajaja! No tengo tanto calor, pero voy a ponerme cómodo.

Estando de pie y junto a mí, se quitó los calzoncillos quedando su pollón a la altura de mi cara. Podía incluso percibir el olor a macho que desprendía, pero en ese momento se dió la vuelta y caminó hacia el interior de la cabaña. No podía creerme el culazo que tenía, y menos aún que pudiese ver sus huevazos colgando entre sus piernas. A los pocos segundos salió vestido con únicamente un pantalon corto de deporte, sin nada más debajo, marcando todo su paquete hasta incluso notar en ellos la cabeza de su polla.

  • No dejas nada a la imaginación, ¿eh? - le dije provocando.

  • No te me pongas tonto, ya te dije que venía para estar agusto y sin preocuparme por nada.

  • Anda que era broma, no estás tan mal como para tener que avergonzarte.

  • Qué simpatico... y supongo que tú sí ¿verdad? Porque no te has quitado ni la camiseta.

  • Yo es que no quería dejarte mal... pero si insistes...

Nuestros cuerpos no tienen nada que ver, aunque la verdad es que me siento muy agusto con el mío. Poco más de metro setenta, delgado y definido, sin vello, pelo corto moreno y carita de niño bueno, me hacía no pasar desapercibido entre el resto de personas. Pero sobre todo, era mi culito duro y respingón el que acaparaba bastantes miradas en el vestuario. Habiendo empezado a nadar hacía ya algunos años, notaba como muchos de mis compañeros y usuarios del polideportivo se fijaban en mí.

Me quité la camiseta y tras vacilar unos instantes, decidí quitarme también los pantalones. Si quería provocar al macho, entonces necesitaba que viese lo que tenía para ofrecerle.

  • ¿Vas a quedarte así? - me preguntó con cierto tono de diversión.

  • ¿Te molesta?

  • No para nada, eres libre también de hacer lo que quieras - me dijo con una gran sonrisa.

Tras acabarnos la cerveza mi primo se fue a cortar algo de leña para encender la chimenea y calentarnos durante la noche, y yo me quedé preparando algo de cena y la cama donde íbamos a dormir. No tardó mucho tiempo en volver, algo sudado por el esfuerzo, y menos aún tardamos en cenar y querer irnos a la cama.

  • Hoy ha sido un día largo, pero el resto ya tenemos casi todo el trabajo hecho. ¿No te aburrirás peque?

  • No lo creo. Tengo para leer y además podemos ir algún día a caminar por el monte.

  • Claro, te llevaré hasta una poza donde podemos darnos un baño.

  • Genial, me encantaría primo.

  • Hablando de baño, ¿te importa si hoy me echo sin ducharme? No tenemos agua caliente y a estas horas no me apetece nada el agua helada. Tampoco he sudado tanto cortando la leña.

  • No hay problema, tú lo has dicho, venimos aquí para no tener que cumplir con esas tonterías.

La verdad es que solo una cosa me hacía más ilusión que dormir en la misma cama que mi primo, y era hacerlo con mi primo impregnado de olor a macho, todo un animal en medio del monte sin más culitos en kilómetros a la redonda que el mío.

Yo tenía pensado irme a dormir con mis slips, pero en cuanto ví cómo él se desnudaba por completo y se metía así en la cama, decidí hacer lo mismo sin preguntar, como si dormir desnudos siempre hubiese sido un hecho evidente para los dos.

De pie y dándole la espalda, me bajé los slips dejando al descubierto mi culito en pompa, sin prisa, esperando que él pudiese contemplarlo por completo. Me tumbé a su lado y otra vez, dándole la espalda y en posición de cucharita, planeé acercarme a él en cuanto se durmiera. Quería sentir su polla contra mi culito, y esa noche iba a lograrlo.

  • Buenas noches peque.

  • Buenas noches primo.

Aunque tenía mucho sueño, no pasó mucho tiempo hasta que empecé a escuchar la respiración más fuerte y profunda de mi primo. Giré mi cabeza y ví que él estaba boca arriba, marcando su pollón bajo las sábanas y sin posibilidad de encajarlo entre mis nalgas. Decidí acercarme igualmente un poco más a él, hasta rozar ligeramente sus caderas con mi culo. Confiaba en que en algún momento ese macho girase sobre mí y me abrazase quedando pegado a su paquete.

Como si hubiese escuchado mis deseos, giró y encontrándose mi cuerpo, refunfuñó en sueños. Me quedé paralizado, con miedo a que despertase y fastidiase mi plan, pero enseguida se acomodó a mi cuerpo pasando un brazo por mi espalda y amoldándose a mí. Su cuerpo estaba completamente pegado al mío, podía sentir su aliento caliente en mi nuca, el vello de su pecho y su abdomen contra mi espalda, y podía sentir también su polla presionando mi culito.

Tras esperar un rato y disfrutar de esa situación, moví mi culito esperando que su polla se encajara mejor y poder sentirla mucho más. Tras unos pocos intentos, su pollón se colocó entre mis nalgas y podía notar incluso sus huevos pegados a mí. Era la mejor experiencia de mi vida, y mi polla estaba a punto de reventar.

No quería dormirme, no quería que ese momento terminase nunca. Y empujado por el calentón, decidí seguir movinedo mi culo contra su polla, tratando de pajearle. Noté cómo su rabo comenzaba a presionar más aún mi culo, no porque mi primo empujase, sino porque estaba creciendo. Sintiendo su polla cada vez más dura y caliente, no podía dejar de mover mi culito, y al poco tiempo podía notar cómo ese rabo palpitaba y expulasaba presemen, como si se estuviese preparando para empotrar.

Yo me tocaba suavemente la polla, pero cuando estaba a punto de correrme (y a mi primo tampoco le quedaba mucho), un destello de claridad mental se hizo hueco entre tanto calentón:

"¿Qué pasaría al día siguiente al despertar, no estropearía eso nuestro viaje? Quizás él dejase de estar agusto y nos tendríamos que marchar, o dejase de dormir conmigo".

Decidí que no merecía la pena echar todo a perder por una corrida, y menos aún cuando había encontrado una manera de llevar al límite a mi primo durante estos días:

"Si cada noche caliento su polla de esta manera, y le sumamos alcohol y un poco de charla sexual, seguro que cuanto menos logro que se pajee junto a mí".

Así, me quedé dormido entre los brazos de mi primo, y para cuando quise despertar, él ya se había levantado. Pasé la mano por mi culito y pude notar en él los restos de precum que su polla había dejado en mí. Me llevé los dedos a la boquita y probé el sabor de ese macho.

  • Buenos días primo, ¿qué haces?

  • Quiero construir una especia de porche para poder estar fuera, parece que estos días va a hacer mucho calor. ¿me echas una mano en cuanto desayunes?

  • Claro, lo que necesites. ¿Has dormido bien?

  • Muy bien sí, aunque no parabas de moverte.

  • Siempre me dicen lo mismo...

Continuará... En el próximo capítulo, el calor nos hace despelotarnos y a la noche celebramos con unos chupitos el inicio de las vacaciones!