Vacaciones en el mar (8)

Después de la llegada de mis tíos, cenamos en el Club Náutico y Isabel, María y yo nos quedamos a dormir las tres solas en el velero y...

Cuando llegamos al Club Náutico, ya teníamos la mesa esperando decorada con centros de flores y algunas bandejitas con un aperitivo esperando. Nos sentamos alrededor de la mesa y, al cabo de un rato vinieron los camareros con las bandejas del marisco que habían encargado mis tíos. No hay que decir que nos quedamos con la boca abierta por la sorpresa. El aspecto era buenísimo y el olor que desprendía nos acabó de abrir el apetito como si no lo tuviéramos ya lo suficientemente abierto después de la sesión de piscina. Durante la cena estuvimos charlando de cosas totalmente intrascendentes hasta que mi tía nos pidió un poco de silencio para explicarnos el plan de estos días. Nos dijo que ya hacía tiempo nuestros padres estaban pensando en organizar algún viaje todos juntos pero nunca acababan de encontrar la ocasión; al final, ésta vino este año al cumplir los 18 años Martin e Isabel. A mis tíos les habían ido muy bien las cosas y habían pensado en comprar un velero, pero antes de decidirse habían pensado en probarlo unos días; el plan previsto era ir navegando por las islas Baleares, en especial por la isla de Formentera, recalando de vez en cuando en alguna playa. Esto me dejó un tanto sorprendida, puesto que de todos es bien sabido que esta isla si por algo se caracteriza es por tener la práctica totalidad de sus playas dedicadas al nudismo;

Pero Formentera ¿no es una isla casi nudista? –pregunté-.

No te preocupes, ya se solucionará.

Quien esto decía era Isabel, quien me respondió guiñándome un ojo en señal de complicidad. ¿qué quería decir exactamente con esto de "ya se solucionará"?. Pensándolo bien, sólo encontraba dos soluciones: o bien cambiar la ruta o bien practicar el nudismo. La primera la encontraba un tanto difícil, puesto que mis tíos ya habían hecho algunas reservas, y la segunda también la veía un tanto peliaguda teniendo en cuenta la educación que nos habían dado en casa. Decidí no darle más importancia a mis dudas y continué charlando y dando buena cuenta de las gambas, navajas y langostinos que tenía delante de mis ojos. La verdad sea dicha, todos nos pusimos las botas con la mariscada y, después de la cena, aprovechando que había una temperatura muy agradable fuimos paseando hasta donde mi tío había amarrado el velero. Realmente, era precioso, con una línea muy esbelta y con su mástil apuntando al cielo. Viendo el estado de impaciencia general, mi tío nos propuso subir a bordo para ver la que sería nuestra casa flotante durante los próximos días. Sin lugar a dudas colmaba todos mis sueños, sencillamente era genial; a proa había un camarote grande con camas para tres y a continuación tenía dos más dobles a un lado y el pasillo al otro. En medio se hallaba un saloncito que hacía las veces de cocina y comedor, y a continuación dos camarotes más dobles en la zona de popa. Se acordó que los padres se alojarían en la zona de popa, y los hijos en la zona de proa; nosotras tres en el grande de proa, y en los otros dos Laura con el crío en uno y los dos chicos en otro. Me parecía estar viviendo en una especie de sueño, y era tanta mi impaciencia que no pude evitar el querer estrenarlo.

¿por qué no dormimos aquí esta noche? –propuse yo a mis tíos.

Es que aquí no tenemos nada preparado ; hemos dejado todas las bolsas en vuestra casa –respondió mi tía-;

Y qué más da; va, por favor

En este momento no paraba de insistir y de dar todo tipo de argumentos para intentar vencer la resistencia inicial de los padres; Isabel y Juan también secundaron mis ruegos, hasta que al final mi madre dirigió la mirada a mi tía como pidiéndole su opinión; nuestros padres tuvieron que rendirse a la evidencia y al final accedieron, pero para decepción de mi hermano dijeron que como nosotras lo habíamos pedido antes seríamos nosotras las que esta noche nos quedaríamos en el barco; además, mi padre dijo que como ellos tenían que estar en casa, no veían claro que los hijos nos quedásemos solos en el barco. Para compensar un poco la diferencia, y viendo la cara de decepción de Juan mi padre dijo que, a cambio de estar nosotras en el barco, invitaba a él y a Martin a una feria que había en un pueblo cercano con atracciones. Entonces, fuímos nosotras las que protestamos un poquito puesto que también queríamos ir allí para divertirnos, pero comprendimos que no podíamos tenerlo todo y ya no protestamos más. Antes de irse, mi tío nos dijo que no vigilásemos lo que tocábamos del barco y que si, por lo que fuese, salíamos fuésemos las tres juntas y no nos olvidásemos de cerrar la escotillas y la puerta con llave y nos la llevásemos con nosotras.

Sentadas en la cubierta, vimos que desaparecían por el horizonte hasta hacerse totalmente invisibles. Como hacía un tiempo muy agradable, nos tumbamos boca arriba mirando las estrellas; al principio estábamos completamente en silencio, intentando disfrutar al máximo de la magia del momento. Al cabo de un rato fue María quien rompió el silencio para preguntarle a Isabel si sabía si íbamos a recalar en algún pueblecito para comprar alguna postalita y poderla mandar. Le contestó que sí y le preguntó si era para algún amigo especial. María respondió que con su novio ya hacía un cierto tiempo que había roto. De aquí a hablar de los chicos y de nuestras relaciones con ellos sólo mediaba un paso, y poco a poco la conversación fue derivando hacia temas más bien picantes. En un momento nos encontramos las tres charlando como si nos conociésemos desde hacía ya tiempo y haciéndonos confidencias con una gran confianza.

La verdad es que por el cariz que iba tomando la conversación, la temperatura ambiente iba creciendo por momentos; y más aún cuando a Isabel se le ocurrió preguntar cuál había sido la situación más comprometida en la que nos habíamos encontrado; no hay que decir que ello me dejó absolutamente sorprendida y sin saber qué decir; al final fue María quién se decidió y empezó a contar la suya, pero antes advirtiendo que lo que una hiciese lo tenían que hacer las otras y que no se valía retirarse a medias. Como todas asentimos, continuó con su relato y dijo que la situación más comprometida fue cuando el otro día en la piscina nudista ella y yo nos acariciamos bajo el agua, con el riesgo que conllevaba el que nos pudieran sorprender. Al principio omitía bastantes detalles y sólo lo mencionaba de pasada , pero ante la insistencia de Isabel, terminó por contarlo con todo tipo de explicaciones. Cuando hubo terminado, Isabel puso cara de sorpresa y dijo que no esperaba que hubiera sido algo así.

Por mi parte, cuando me tocó el turno, expliqué como la situación más difícil en la que me había encontrado tuvo lugar hace unos años en Suiza cuando delante de todos, tuve que hacer el amor con Martín; era mi primera vez que me atrevía a hacer algo así, y además estaban Isabel y Laura allí mirando.

Isabel dijo que la vez en que se encontró en una situación más comprometida fue un día en su casa en que estaba secándose en el baño después de la ducha y, sin darse cuenta que ella estaba allí, entró un amigo de Martin para recoger el short de baño que se había dejado y salió con él en las manos. Por suerte para ella, ni se fijó en que estaba desnuda y apenas tapada por una leve toalla; con que hubiera desviado un poco la mirada la habría visto en toda su hermosura, pero estaba más preocupado por recoger el short, y bajar a jugar a la pelota con Martin.

Hay que reconocer que las tres nos habíamos calentado bastante con los relatos, y no nos extrañó lo más mínimo que María propusiera darse un chapuzón. La idea nos pareció genial, pero le hicimos ver a Isabel que no teníamos ropa para cambiarnos, ni toallas, y además no era muy agradable bañarse entre los barcos atracados. Haciendo gala una vez más de su espíritu positivo, Isabel dijo que en cuanto a las toallas no era ningún problema porqué en el baño había un par y las podíamos compartir, y lo de los barcos tampoco, puesto que a unos 10 minutos de allí había una calita bastante agradable y recogida donde podíamos ir. Y en cuanto a lo del bañador dijo que teníamos dos opciones: o bien nos bañábamos en ropa interior o bien lo hacíamos desnudas para así después podernos poner ropa seca. Como, por lo que dijo, la calita estaba bastante recogida y era de noche, al final acordamos que podíamos bañarnos desnudas.

El paseo fue muy agradable y enseguida llegamos a la calita; era muy agradable, tranquila, solitaria, resguardada por un acantilado, y con un lecho de piedrecitas redondeadas y desgastadas por el agua que rodaban en un ligero y suave murmullo al ser empujadas por las olas del mar. La primera en desnudarse fue Isabel, a medida que se iba desprendiendo de su ropa, podía ver su cuerpo perfilándose delante de la luna llena; yo aún no me había decidido a desnudarme, y me quedé un rato sentada mirando como se desnudaban e iban corriendo a zambullirse en el mar. Poco a poco me fui quitando la ropa hasta quedarme desnuda como ellas; doblando las rodillas hacia arriba, apoyé mi barbilla en ellas y así me quedé un rato mirándolas. Así sentada, notaba como mi pecho estaba en contacto con mis piernas, y este leve roce me proporcionaba una sensación muy agradable que yo favorecía al moverme ligeramente. Al principio se "comportaron" y estuvieron nadando, pero las "buenas maneras" se perdieron cuando sin que María se diese cuenta, Isabel le puso una mano en la cabeza y se la hundió de golpe. Por lo imprevisto de la acción, Isabel pilló a María desprevenida, lo que hizo que tragase agua y saliese tosiendo; al verla así, a Isabel y a mí nos entró un ataque de risa , lo que provocó que María se diese media vuelta y, buscando venganza, se abalanzase encima de Isabel para hundirla; de esta forma empezaron una especie de batalla incruenta a pase de aguadillas;

No acababa de decidirme a zambullirme, y por el momento me contentaba con quedarme embobada viéndolas jugar en el agua intentando hundirse la una a la otra. Era una situación que me gustaba puesto que significaba que María no se iba a encontrar como una extraña entre nosotros durante estos días que iba a pasar entre nosotros. En un intento de ganar la mejor posición para derrotar a la otra, era evidente que en más de una ocasión su más se habían situado allí donde, en teoría, no habría correspondido. Llegó un momento en que se dieron cuenta que yo aún me encontraba en la orilla, y vinieron a buscarme para que me bañase con ellas. En vano intenté resistirme, pero ambas me llevaron por los brazos tiraron y me echaron al agua. Al ver que sería inútil resistirme, decidí seguirles la corriente, no resistirme demasiado pero sin dejar de moverme. En mi interior pensé que si tenía que caer al agua, al menos una de ellas lo haría conmigo; cerré fuertemente mis manos alrededor de los brazos que me cogían por debajo de los míos, que resultaron ser los de María. Al final pasó lo que tenía que pasar y entre tanto tira y afloja, caímos las dos al agua; como la primera en caer fue María, yo lo hice encima de ella. Tal como estábamos, María había quedado medianamente inmovilizada. Como es natural, quiso escaparse, lo que pude evitar atrapándole sus brazos contra el suelo; pero, por mucho esfuerzo que ella hiciese para poder salir, más hacía yo para mantenerla inmovilizada.

Vaya, -dijo Isabel-, sino fueseis chicas, diría que sois dos amantes;

¿Qué quieres decir con esto? –le pregunté

Bueno…es que…como estáis la una encima de la otra, parece otra cosa.

¿Qué? – continué yo-, ¿Qué vayamos a hacer el amor?

Bueno, un poco sí.

¿Y qué? –intervino María-, no sería la primera vez, ¿no?

¿no? –preguntó Isabel un tanto sorprendida

En este momento, la situación había llegado a un punto en el que no había vuelta de hoja, y cuando Isabel dijo este "¿no?" de sorpresa, le tuvimos que empezar a contarle lo que habíamos hecho estos días anteriores. Si bien antes, ya le habíamos dicho algo, no habíamos profundizado en excesivo; pero, ahora, como estábamos las tres solas, nos vimos más en confianza para no escatimar detalles; para ganar un poco en comodidad, yo me levante de encima de María y fui a tumbarme al lado de Isabel, quedando ella entre nosotras dos. Para ponerla en antecedentes, empecé contándole como al llegar a casa María y yo habíamos sorprendido a Juan con el pene al aire delante del ordenador, como por un reto de él nos quitamos el bikini en la piscina, y como empezamos con nuestros "jueguecitos eróticos". Visto el interés que iba despertando el relato procuraba relatar con todo lujo de detalles nuestras "aventuritas" de estos últimos días. Muy bien el por qué, no lo sé, pero el caso es que al explicar cuando en la cocina de casa María y yo nos besamos, y cuando en la piscina nos acariciamos me recreé más en la narración. Durante el relato, Isabel nos iba haciendo preguntas sobre qué hicimos, cómo lo hicimos, qué sentiamos, y nosotras se lo íbamos contestando. Ni María ni yo, caímos demasiado en la cuenta que estábamos contando muchas intimidades y que sí Isabel se iba de la lengua, nos podía poner en una situación más que comprometida, pero en ningún momento nos pasó esta idea por la cabeza, y mi prima nos demostró en todo momento ser capaz de estar a la altura de las circunstancias y de saber guardar perfectamente un secreto.

Poco a poco, la temperatura ambiente había ido aumentando, y en un momento dado me di cuenta que me había medio incorporado y, apoyada en mi costado estaba acariciando el cuerpo desnudo de Isabel. Lo hacía con movimientos suaves de mi mano, al tiempo que iba narrando nuestras historias; la verdad es que la situación era muy agradable; las tres estábamos tumbadas en la orilla de la playa, mientras los rayos de la luna iluminaban levemente nuestros cuerpos desnudos y las olas cubrían nuestra piel de pequeñas gotitas brillantes de agua; lo mío fue un acto inconsciente y, cuando caí en la cuenta de ello, no supe hasta dónde había llegado; ¿simplemente la había abrazado cariñosamente? o en mi recorrido por su piel ¿mis dedos habían pasado por zona prohibida? No lo sabía muy bien, y tampoco sabía cómo iba a reaccionar ella al notar mis caricias; para salir de mis dudas y, también hay que reconocerlo, para satisfacer una especie de deseo oculto, mientras iba explicándole todo dejé que mis dedos subiesen por su abdomen hasta llegar a la base de sus pechos. Isabel continuaba teniendo la piel tan fina como hacía unos tres años en Suiza cuando, junto a ella y sus dos hermanos, pasé unas vacaciones de Navidad geniales. Ella parecía no darse cuenta; o sí, y lo que pretendía era no interrumpir la magia del momento. Cuando noté que mis dedos ya habían llegado a la base de sus senos y empezaban a subir por ellos para llegar a la cumbre, me di cuenta que era el ahora o nunca y que todo dependía de cómo reaccionase; las yemas de mis dedos recordaron de nuevo la esponjosidad del pecho de Isabel y como poco a poco iban adquiriendo una mayor consistencia. Por fin llegué a la cumbre, y mis dedos notaron como sus pezones se habían puesto duros y firmes;

Isabel parecía estar disfrutando del momento tanto como yo, y su única reacción, al menos de una forma mínimamente aparente, fue la de girar su cara hacia donde estaba yo y mirarme a los ojos. A pesar de la oscuridad reinante, gracias a la luna pude adivinar una ligera sonrisa en sus labios; era una sonrisa de aprobación y de ruego para continuar con las caricias. Poco a poco una agradable sensación de placer fue recorriendo su cuerpo que de vez en cuando oscilaba ligeramente. Por precaución, por discreción, o por mantener la magia del momento, María no intervino para nada y se limitó a permanecer quieta al lado de Isabel sin apenas moverse. Sabía perfectamente el gran cariño que nos teníamos y no quería inmiscuirse. Por mi parte, yo continuaba con el relato de nuestros juegos, que lo único que conseguían era ir elevando cada vez más la temperatura erótica del momento. La sensación de placer que embargaba a Isabel era cada vez más manifiesta, puesto que, aunque casi imperceptibles, sus leves gemidos rompían el silencio de la playa. Cuando llegó a su punto de máximo placer, o al menos eso creí yo, Isabel alargó su brazo y su mano fue a depositarse encima de María; al principio fue un gesto instintivo, sin más, y poco a poco fue descendiendo por su piel hasta posarse en su entrepierna; siguiendo el ritmo de su corazón, fue acariciando el Monte de Venus de María penetrando por sus intimidades. El posible hielo que pudiera existir entre ellas dos acababa de fundirse, y ahora éramos tres chicas dando rienda suelta a nuestras sensaciones. Llegó un momento en que los gemidos de Isabel se fueron acentuando cada vez más, al tiempo que su corazón se desbocaba; sabiendo que estaba a punto del clímax, bajé mi mano hasta su sexo y mis dedos fueron jugando con sus labios y con su botoncito del placer; las yemas de mis dedos fueron recorriendo su intimidad más profunda. Esto era más de lo que ella podía aguantar y estalló en una especie de explosión de placer.

Hacía un rato que yo había interrumpido mi relato y me dedicaba sólo a proporcionar el máximo placer posible a Isabel. Cuando estalló en su explosión de placer, mis dedos reflejaban el clímax del momento y, conscientes de la situación, las tres nos quedamos un tiempo en completo silencio; sólo se oía el leve jadeo de Isabel, y ella fue la primera que cortó este silencio:

Tías, ha sido genial. Gracias.

Me alegro que te haya gustado, pero yo no he hecho nada –dijo María;

Claro que sí –continuó mi prima-; cuando te he acariciado no has dicho nada y has dejado que continuara.

Anda, no seas tonta; claro que lo he dejado; veía que te gustaba, y a mí también me ha gustado. ¿cómo no iba a gustarme?

Si me quedaba alguna duda que hubiesen roto el hielo, ahora se me acababa de disipar por completo; y más aún cuando Isabel se acercó a María y, dándole las gracias, la besó suavemente en los labios. María se quedó tan sorprendida como yo, o incluso más, pero a pesar de ello le devolvió el beso y, pasándole suavemente sus brazos por el cuello la atrajo hacia sí misma. Las dos quedaron la una encima de la otra, abrazadas, besándose suavemente y acariciándose suavemente la piel húmeda de su espalda. Rápidamente entendí que ante tal situación, tres son multitud, me levanté y discretamente me fui hasta el agua para refrescarme un poco i para intentar aclararme un poco las ideas. ¿qué me estaba pasando? ¿estaría descubriendo mi tendencia sexual como lesbiana? En este momento mi cabeza estaba hecha un mar de dudas y no sabía muy bien a que soga agarrarme; pensándolo bien, llegué a la conclusión que no me atraían plenamente las chicas, continuaba prefiriendo a los chicos; pero con María e Isabel me encontraba unida con un sentimiento muy especial, sobretodo con mi prima; más bien lo veía como que entre las tres había nacido una gran confianza, y lo de hoy había sido como la sublimación de nuestro cariño. Mientras salía del agua, iba pensando que en cuando la situación fuera propicia, les plantearía mis dudas de una forma clara y franca, sin tapujos.

Cuando llegué hasta donde ellas estaban, ya estaban sentadas y charlando amigablemente; me senté a su lado e Isabel también me agradeció las "caricias" que le había dado con un cariñoso beso en los labios; pero a diferencia de antes, nosotras permanecimos sentadas, y al besarme, mi prima introdujo su lengua en mis labios permitiendo que ambas lenguas jugasen apasionadamente. Con un brazo la abracé, y con mi otra mano abierta le fui acariciando de nuevo su desnudo pecho disfrutando de la magia del momento tanto yo como ella. No creo que estuviésemos mucho rato así, lo que si recuerdo es que este beso de mi prima me supo a gloria.

Al cabo de un rato nos vestimos y nos dirigimos hacia el barco; una vez allí, me desnudé y me tumbé en el gran colchón que había en el camarote de proa. Enseguida, ellas dos me imitaron y se tumbaron también a mi lado. Estuvimos un rato charlando hasta que Isabel se levantó para correr las cortinas que tapaban las escotillas.

Mejor así –dijo-, de esta forma estaremos a salvo de miradas indiscretas

Sí, claro, así estaremos más tranquilas y a nuestras anchas.

Ésta última en hablar fue María, y en parte me allanó el camino para plantearles mis dudas respecto a nosotras. Al oirlas coincidieron conmigo en que no era muy habitual esta relación pero que para nada se arrepentían de ello. También coincidieron en que les gustaban los chicos, pero también en que ya que había surgido esta relación entre nosotras, ¿para qué interrumpirla? Se trataba de una relación basada y fundamentada en el cariño, la delicadeza, el respeto y una gran amistad de la que estábamos muy orgullosas; y si nos dábamos algún beso, nos hacíamos alguna caricia o, incluso, llegábamos a algo más, no había que verlo como una relación puramente sexual, sino como una sublimación de nuestro cariño. Como si quisiéramos corroborar nuestras palabras con hechos, mientras hablábamos de todo ello, nuestros dedos recorrían nuestros cuerpos en agradables y suaves caricias. Así tumbadas en el camarote de proa, mecidas por el suave balanceo de las olas, estuvimos un buen rato en el que nuestros besos y caricias nos transportaron a un lejano mundo de amor, cariño y placer y sensaciones en el que nuestros desnudos cuerpos experimentaron todo tipo de sensaciones:

Al final decidimos acostarnos y dormir esperando la llegada del nuevo y, con ello, el inicio de nuestro periplo de navegación; antes, pero, para evitar que por la mañana nuestros padres nos pudiesen sorprender dormidas y sin ropa, nos pusimos unas camisetas de Isabel que nos llegaban hasta las rodillas. Estas ropas eran muy holgadas, lo que nos permitió continuar charlando y, ¿por qué no decirlo? Proseguir con nuestras caricias y besitos hasta que nos quedamos profundamente dormidas pensando en todas las emociones vividas en el día de hoy.

Un besote muy grande a tod@s l@s amig@s de amor filial.