Vacaciones en el mar (7)

Llegan mis primos de Suiza y puedo comprobar el cambio de Isabel, pero un cambio para bien.

Antes que nada, quiero agradeceros todos los comentarios que me habéis hecho llegar tanto en el relato como por mail; tanto a los unos como a las otras os agradezco que me hayáis escrito; a algun@s os he contestado, a otros no, pero lo que no haré es mandar las fotos que tomamos en estas maravillosas vacaciones; fueron unas vacaciones demasiado bonitas como para arruinar el recuerdo de ellas al mandar las fotos por mail a alguien desconocido con la sola intención de "calentarse durante las frías noches de invierno"; ya sé que podría recurrir a Internet y hacerlas pasar como mías, pero como no se corresponderían con la realidad no me gusta hacerlo, además, quien quiera fotos eróticas o de desnudos, ya sabe como conseguirlas a través de la red.

Por la mañana, María y yo nos despertamos bastante antes que los otros y, después de arreglarnos, bajamos al comedor para preparar el desayuno. Queríamos ganar tiempo para poder salir en cuanto mis primos o mis tíos nos llamasen; yo estaba bastante impaciente y se me notaba a una legua, lo cual no escapó a la vista de María:

Tranquilízate un poco, Ingrid, que te va a dar algo.

No puedo, tía; es que este viaje me hace mucha ilusión.

Ya se te nota, no hace falta que me lo jures. Se ve que en Suiza te lo "pasaste muy bien y tienes ganas de repetirlo".

No es tanto esto como el ir en velero. Aunque no hagamos nada, sólo con la idea de navegar ya tengo suficiente.

Cuando María dijo lo de "te lo pasaste muy bien", lo dijo con una cierta entonación irónica, dando a entender que la navegación con el velero podía dar lugar a algún encuentro especial con mis primos; aunque cabía esta posibilidad, era algo que ni me había planteado; este tipo de cosas no se pueden prever de antemano, es mejor dejarlas al azar y que sea el destino quien decida; lo que si habíamos previsto, y de hecho lo hacíamos siempre que íbamos a salir, era tomar las precauciones para que no sucediese nada irreparable; en pocas palabras, con el debido y correspondiente asesoramiento médico, tomábamos las pastillas para que, si llegaba el caso, hacíamos el amor, nuestros vientres no denotasen el correspondiente embarazo con el paso del tiempo.

Mientras íbamos preparando los cuencas con las mermeladas, la mantequilla y los cereales íbamos charlando sobre cómo nos imaginábamos que serían estos días en el velero; dejábamos volar libremente nuestra imaginación, y, de una forma inevitable, vino a la conversación el tema de si nos llevaríamos el bañador, el bikini o si haríamos top-less. Y fue María la primera en sacar el tema a conversación.

Ingrid, ¿Qué te vas a llevar, el bikini o el bañador?

Supongo que el bikini; es más cómodo y práctico.

Sí, y tanto, sobretodo para hacer top-less.

No sé, tía; no creo que me atreva estando mis padres y mis tíos delante.

¿por qué? Tampoco pasaría nada, tus padres ya te han visto otras veces desnuda; y recuerda lo que dijeron ayer, que estando en familia tampoco pasa gran cosa.

Ya lo sé que en familia no importa mucho; pero es que nunca lo he hecho estando ellos delante, y cuando me vieron desnuda yo era muy pequeña.

Si con tus padres y tíos no, ¿significa que estando con tus primos sí?

Tampoco he dicho esto yo; sólo que con ellos no me costaría tanto; hace unos tres años ya nos desnudamos, ¿lo recuerdas?. Pero ya hace un poco de tiempo.

Te entiendo; a mi me pasaría algo parecido si fuera con alguien de mi familia que no fueran mis padres, pero como voy como invitada, creo que me será más fácil.

Mientras estábamos charlando sobre la conveniencia o no de llevar bikini o bañador y de la posibilidad de hacer top-less, nos íbamos probando los "modelitos que nos llevaríamos. Por si acaso surgía la posibilidad, decidimos en llevarnos los bikinis. Parecíamos dos niñas con zapatos nuevos y habíamos sembrado la cama de ropas, faldas, tops y todo tipo de prendas de vestir. María estaba probándose un top cortito de color verde cuando entró mi hermano pidiéndome si me quedaba sitio en mi bolsa de viaje para levar el reproductor de MP3 y algunos discos. Le contesté que no había ningún problema y, sentándose en el poco espacio que quedaba libre en la cama se puso a charlar con nosotras. ¡Lo que son las cosas! Allí estábamos los tres charlando como si nada, como si fuese lo más natural del mundo que una hermana se estuviese probando ropa y bikinis con su mejor amiga y estando su hermano delante; no lo hacíamos por exhibicionismo ni nada, pero nuestra confianza había llegado hasta tal punto que ninguno de nosotros tres nos avergonzábamos de nuestra propia desnudez y la llevábamos con la mayor naturalidad del mundo.

Estábamos enfrascadas preparando las bolsas de viaje y Juan charlando con nosotras cuando oímos que sonaba el timbre de la puerta y la voz de nuestra madre que desde el jardín gritaba que fuésemos a abrir para ver quién era. Entonces le dije a mi hermano que fuera él, no nos fuesen a ver nuestros padres y viesen que él estaba con nosotras mientras nos cambiábamos de ropa. Como pasó un ratito y no decía nada, María y yo bajamos para ver quién era; al principio nos quedamos un tanto sorprendidas puesto que en la puerta había dos chicas; la más joven parecía un fideo, alta, delgada de piel pálida y con una melena que le caía por encima de los hombros; la otra chica era un poco más redondita y sostenía un bebé en brazos; al principio yo también me quedé un tanto sorprendida; no acababa de reconocer a aquellas dos chicas, sin embargo había en ellas un aire que me resultaba familiar; al final, viendo que no reaccionábamos, la más joven de ellas se abrió un poco la camisa y con sus dedos mostró un colgante del que pendía un dado pequeño; esta imagen del dado, me transportó de golpe unos años atrás a Suiza donde tan bien lo pasé con mis primos; enseguida comprendí que eran mis primas Isabel y Laura que ya habían llegado y les di un abrazo de bienvenida.

Ya en el jardín, y después de haberles presentado a María, empezamos a charlar para ponernos al día de todas las novedades. Mi padre nos trajo unos cuencos con un poco de aceitunas, patatas y embutido y unos refrescos para tomar el aperitivo. Ellas nos contaron que mis tíos y Martín habían ido a buscar unos helados y que vendrían enseguida; ellas no habían querido esperar y habían pedido a sus padres que las dejasen en la puerta mientras iban a hacer los encargos. Laura nos contó que el chico que era su pareja se separó de ella a los pocos meses de nacer el crío; por lo que se ve, tuvo un ataque de celos al ver que todo el cariño y atención de la familia iba para el pequeñajo. Por lo que comentaron mis padres, estos ataques de celos suelen ser bastante habituales entre algunos padres.

Como el calor apretaba, les propusimos de bañarnos en la piscina; obviamente les pareció una idea genial; el único inconveniente era que la maleta con la ropa estaba en el coche de mis tíos, pero le encontramos rápida solución. Como Isabel era más o menos de mi talla yo le podía dejar un bikini o bañador, según prefiriera; en cambio, Laura, que aún no había recuperado su figura anterior al embarazo, estaba un poco más redondita con lo que tuvo que subir a la habitación de mis padres para que mi madre le prestase un bañador suyo. En mi habitación, mientras María, Isabel y yo nos cambiábamos de ropa para ponernos los bikinis, no pude dejar de fijarme en mi prima. Estaba más crecida que cuando nos habíamos visto por última vez, y había pegado un gran estirón; el estar delgada la hacía parecer más alta; la verdad sea dicha, había cambiado mucho, y para mejor; estaba de pie mirando a través de la ventana y al contraluz se la veía con sus tejanos ajustados de cintura baja y un top de lino blanco que le dejaba el ombligo al aire; cuando poco a poco fue quitándose la ropa vi como aún conservaba el encanto de hace tres años; continuaba teniendo un pecho pequeñito pero a la vez muy bonito y atractivo; por los comentarios que alguna vez había oído entre los chicos con los que había estado alguna vez y que prefieren las chicas más bien un poco pechugonas, Isabel no habría sido el centro de atención; el caso es que yo la encontré muy atractiva y, por lo que me comentó más tarde; María también la había visto muy bien. Cuando ya se hubo puesto el bikini, Isabel pidió ir al baño, lo que María aprovechó para sentarme en la cama y susurrarme al oído:

Oye, no me extraña que me dijeses que te gustaba tu prima; a pesar de ser un fideo, está muy bien.

Es verdad, y ahora más que hace unos años. Veo que también te has fijado.

Claro que me he fijado, no hay nada malo en ello. Pero no la he mirado tanto como tú, porque en un momento que te he mirado he visto como te la comías con los ojos, y ella no se quedaba corta contigo.

Uy, que vergüenza –le contesté yo, notando como me subían los colores por la cara.

No pasa nada, tía; no te preocupes , ya sabes que yo sé guardar un secreto.

Aquí no hay ningún secreto que guardar –respondí yo, un tanto picada.

No me digas que no, Ingrid; tus ojos hablan por ti, y hace un rato estaban brillando de alegría al estar con ella; no sé, pero me parece que si no estuvieran tan lejos, entre vosotras podría haber algo más que una simple amistad o cariño entre primas.

Ahora sí que me había dado, María había puesto el dedo en la llaga. Era cierto que las veces que había estado con Isabel, me parecía tener el estómago lleno de mariposas revoloteando. Hace unos tres años, cuando estando en Suíza habíamos estado unos días juntas no me lo planteé en serio. Si bien es cierto que entonces tuvimos una relación que podría considerarse un tanto lésbica, creo que más bien fue el fruto de un descubrimiento de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad; todo lo que hicimos, lo hicimos como una forma de sublimar nuestro cariño de primas de una forma pura y honesta. Ahora, mirándolo friamente, las palabras de María me daban qué pensar. Hasta ahora, jamás me había planteado mantener una relación con una chica, y las que había mantenido con algunos chicos me habían gustado; pero por el otro lado, me daba cuenta que Isabel me atraía especialmente.

Cuando Isabel salió del baño que hay en mi habitación, acabó de vestirse para bajar a la piscina poniéndose la parte superior del bikini; para entonces, yo ya había buscado el colgante con el dado que me regalaron antes de partir de Suiza; cuando Isabel y Laura aparecieron por la puerta, ella me mostró el suyo como si fuese una seña de identidad; ¿o quizás no? ¿quería mostrar con ello que aún se acordaba de todo? Era un misterio para mí, y para intentar averiguar el quid de la cuestión, decidí ponerme el mío y esperar a ver su reacción; María y yo aún estábamos vestidas intentando decidirnos por un bikini u otro, hasta que cuando salió Isabel del baño nos dijo:

¿A qué esperais? Si no os dais prisa van a llegar mis padres y Martin y no vamos a tener mucho tiempo para bañarnos. No os lo penseis tanto.

Isabel tenía razón; llevábamos un buen rato dudando entre un modelito y el otro; al final, pero, empezamos a desnudarnos para cambiarnos; yo llevaba el colgante del dado, pero parecía que Isabel no se daba cuenta de ello, dedicada como estaba a abrocharse el nudo que sostenía la parte superior del bikini; yo ya me había quitado toda la ropa y me disponía a ponerme el bikini cuando mirándonos a las dos, María dijo:

Parece que os hayais puesto las dos de acuerdo; llevais el famoso colgante del dado.

Estas palabras de María, dichas de una forma absolutamente inocente y sin malicia, provocaron en Isabel un estado de rubor que le hizo subir los colores a su cara. Tanto María como yo nos dimos perfecta cuenta de ello y pasándole un brazo por la espalda me sacudí cariñosamente su cabeza intentando tranquilizarla:

No te preocupes, Isa; María ya sabe la historia del dado en Suiza y es perfectamente capaz de guardar un secreto.

Bueno….es…quue… -respondió Isabel con un ligero balbuceo-; no es el hecho que lo sepa lo que me ha hecho poner colorada; lo que pasa es que así, tan de sopetón

Lo siento, no era mi intención herirte; -le dijo María-, mira, tú no has sido la única en jugar con este dado, yo también lo he hecho rodar.

¿qué? –preguntó Isabel con una sorpresa mayúscula.

La "confesión" de María dejó absolutamente sorprendida a Isabel, puesto que no sólo le había dicho que sabía lo que habíamos hecho en Suiza, sino que le estaba diciendo que también había hecho algo conmigo; pero lo que no sabía era que también había estado con mi hermano Juan. Después de un primer momento de sorpresa, Isabel nos preguntó cómo había sido todo, y mientras nosotras nos acabábamos de quitar la ropa para ponernos los bikinis, le fuímos contando como fue todo, como sorprendimos a Juan en el Chat, como nos retó en la piscina diciendo que no éramos capaces, y como fuimos llegando cada vez a más. Por su parte, ella nos confesó que después de aquello nuestro, había mantenido alguna relación con algún chico pero nada del otro mundo. Por lo que se veía, tampoco había hecho gran cosa, pero lo que me intrigaba era si haría algo, pero me daba un cierto apuro preguntárselo muy directamente por miedo a que le sentara mal, por lo que decidí ir con indirectas:

Y desde aquellas Navidades en vuestra casa, ¿has hecho "algo" más? –le pregunté yo dándole una entonación un tanto especial a la palabra "algo".

Pues…no sé; algo sí, pero no mucho.

En este momento la pobre Isabel estaba sin saber qué decir ni qué contestar; por lo que nos comentó luego, iba a responder, pero no acababa de decidirse, hasta que, armándose de valor nos confesó que con sus hermanos alguna otra vez se habían desnudado y dado algún que otro beso, pero que poca cosa más habían hecho; nos dijo que conservaba un recuerdo muy grato de aquellos días

pero que no sabía si volvería a tener el valor de hacerlo de nuevo; también nos confesó que todas sus amigas tenían el pecho más desarrollado que ella y que esto le hacía estar un poco acomplejada. En este momento vi como María me guiñaba un ojo, señal inequívoca que algo tramaba. Intentando disimular, continué la conversación y le dije que no tenía porqué estar acomplejada y que tenía un pecho muy bonito. Entonces me di cuenta que María se le había acercado por detrás sin hacer ruido; en un gesto rápido, le desabrochó el nudo que sostenía su bikini dejándolo caer al suelo. La reacción de María fue de sorpresa y, levantándose de golpe, cruzó las manos sobre su pecho para ocultarlo, al tiempo que se encerraba en el baño. A María y a mí nos dio un ataque de risa al ver su reacción, y tuvimos que llamar a la puerta para que nos abriese y pedirle disculpas por la broma. Al final se decidió y aún un tanto ruborizada nos abrió: Nosotras le decíamos que entre chicas no hay porqué tenerse vergüenza, a lo que ella nos respondió que no era la desnudez en sí, sino el hecho de ser tan plana.

Tampoco lo eres tanto; y si no, compara.

Quien decía esto era María, que despojándose de la parte superior de su bikini se puso a su lado para que Isabel pudiera ver que no era tan plana como ella creía. Las dos se miraron fijamente sus pechos y pudieron comprobar algo que era evidente: Isabel no era tan plana como decía. Me acerqué a ellas y colocando la palma de mis manos encima de los senos de cada una vimos como cabían en mis manos; aunque en un principio no era ésta mi intención, al comprobar el tamaño de sus pechos, no pude evitar rozarlos ligeramente; al ver que no había ninguna reacción de rechazo por su parte, decidí ir más allá y averiguar si aceptarían una ligera caricia. Moví mis manos ligeramente de forma que lo que en un principio fue un roce totalmente casual y fortuito se convirtió en una caricia clara y abierta. La primera reacción de Isabel fue de echarse un poco para atrás, pero ello le duró poco y enseguida aceptó mis caricias. Para no ser menos, me acerqué más a ellas y, al estar totalmente desprovista de ropa, pudimos comprobar el tamaño de mi pecho comparándolo con el de ellas; vimos que la diferencia era mínima; lo que en un principio empezó como una broma de María al desabrochar el bikini de Isabel, poco a poco fue desembocando en unas caricias mutuas que nos fuímos haciendo mutuamente; poco a poco se nos fue despertando un cierto deseo sexual o erótico y nuestros senos se nos fueron poniendo duros al mismo tiempo que nuestros pezones iban adquiriendo la consistencia de unos garbancitos. No sé hasta dónde hubiéramos podido llegar si no hubiésemos oído que mi hermano subía por las escaleras para avisarnos que mis tíos y Martin acababan de llegar y nos esperaban en el jardín; tuvimos que interrumpir nuestro juego erótico de golpe y cubrirnos con las toallas para que nos viese; a María y a mí, como es lógico, no nos habría importado ni lo más mínimo que nos hubiera visto desnudas, puesto que no sería la primera vez y esperaba que tampoco fuese la última, pero en el caso de María no era lo mismo; salí al rellano para decirle que ya bajábamos, y conseguí que se fuese para el jardín;

Al entrar de nuevo en mi dormitorio, Ingrid me dijo que al salir a avisar a mi hermano sólo me había puesto la toalla alrededor de la cintura, con lo que estaba con el pecho al aire.

Caray, pues si que os teneis confianza tu hermano y tú para salir así con el pecho al aire; no era esto lo que me habían dicho.

¿Qué te han contado? –le pregunté yo un tanto intrigada.

Durante el viaje de Suiza a aquí, mis padres nos explicaban un poco como sois y nos decían que con Juan siempre estáis discutiendo; pero esta confianza vuestra no la sabía.

Antes eran así –respondió María-, pero desde hace unos pocos días todo ha cambiado bastante….bueno….es que el dado ha rodado bastante.

¿te refieres al dado de Suiza? ¿han jugado con él?

No os andeis con rodeos las dos –les respondí yo-; estos dos días nosotros tres hemos jugado a las prendas, y por esto con Juan hay esta relación.

Uy, vaya sorpresa –dijo Isabel-; ya veo que el "dadito" ha estado bien activo; a ver si continua así.

La situación había llegado a un punto en el que era inevitable el continuar hablando de ello y acabamos por contarle nuestros "jueguecitos" desde que sorprendimos a Juan delante del ordenador. Al principio intentábamos pasar un poco de puntillas por ello, pero enseguida nos fuímos animando y terminamos por contarle extensamente lo que antes sólo le habíamos insinuado. Como oímos la voz de mi padre que nos decía que no tardásemos tanto y bajásemos ya al jardín, nos acabamos de poner los bikinis y bajamos a la piscina a reunirnos con el resto de la familia. Mientras bajábamos por las escaleras no me podía quitar de la cabeza las palabras de Isabel cuando, un poco antes, había dicho que "a ver si continua así" refiriéndose a que el dado había rodado, en pocas palabras, que habíamos hecho juegos eróticos los tres. ¿significaba ello que también se apuntaría? Y si era así ¿hasta dónde llegaría?. Ésta era una idea que me rondaba por la cabeza puesto que ahora sí que lo tendríamos difícil puesto que aunque ella quisiera "jugar" con nosotros tres, había que tener en cuenta con que Martin y Laura estarían por ahí, eso sin contar con mis padres y mis tíos. Realmente difícil.

Cuando llegamos, saludé a mis tíos y a Martin y les presenté a María. Estaban todos de pie y en un rincón, supongo que mi padre, había preparado un aperitivo con unos refrescos. Al cabo de un rato, mi padre y mi tío bajaron al cuartito de la depuradora para ver si podían hallar el fallo en el mecanismo de depuración, puesto que éste no funcionaba bien con lo que el agua de la piscina estaba de un color verdoso. El resto nos quedamos en la hierba tomando el aperitivo y charlando. En un momento, Laura dijo que al bebé le tocaba comer y mi madre le ofreció que pasase dentro para estar más cómoda.

No hace falta –respondió mi prima-, estamos en familia ¿no?

Como mi madre asintió con la cabeza, Laura se desabrochó su bikini dejando que cayera al suelo y acercando el bebé a su pecho desnudo empezó a amamantarlo. Supongo que Martin ya se haba acostumbrado a ver a su sobrino en plena lactancia, pero para Juan era la primera vez y el pobre se había quedado embobado mirando fijamente el pecho desnudo de su prima. Al darme cuenta de ello, le pasé varias veces la mano por delante de sus ojos hasta hacerle desviar la mirada. La verdad sea dicha, yo también me fijé en mi prima y al ver al bebé me vino a la memoria cuando unos años atrás yo también tuve la oportunidad de besar aquel pecho.

El sol apretaba y para refrescarnos nos fuimos a la piscina; no me acuerdo quien fue, pero el caso es que alguien propuso jugar a los piratas en el agua; un equipo encima de una colchoneta tenía que defenderla del ataque del otro equipo que estaba en el agua; Juan y Martin se quedaron encima de la colchoneta y nosotras tres (María, Isabel y yo) teníamos que intentar subirnos a ella; nosotras nos quejamos que el reparto no era justo puesto que, aunque nosotras fuésemos 3 y ellos 2, ellos tenían más fuerza, pero nuestras quejas no dieron ningún resultado. Así que no nos quedó más opción que intentarlo o retirarnos. Al final decidimos intentarlo e ir a por todas; varias veces estuvimos a punto de echarlos al agua e incluso en más de una ocasión alguna de nosotras conseguía subirse a la colchoneta, pero al final ellos siempre acababan por recuperar el mando. En una de las ocasiones, María consiguió subirse a la colchoneta pero con tanta mala suerte que con el roce de la goma de la colchoneta la parte superior de su bikini se le escurrió y quedó un rato flotando. Al darse cuenta, su primera reacción fue la de cubrirse con sus manos para evitar que la pudiesen ver. Quien mejor se dio cuenta de ello, además de la propia afectada, fue Martin, ya que cuando María se encaramó a la improvisada embarcación él se encontraba a escasos centímetros de ella. Si bien es cierto que la pudo ver perfectamente no estuvo mucho rato "deleitándose" la vista y, dando prueba de su gran caballerosidad, se zambulló y, rescatando la pieza de ropa que María había perdido, se la alcanzó para que pudiera vestirse de nuevo.

Al quedar la colchoneta defendida sólo por mi hermano vimos que ésta era nuestra oportunidad; ni cortas ni perezosas nos dispusimos a iniciar la conquista; María ya estaba sentada a horcajadas encima de la colchoneta cubriéndose con las manos sus senos, y a Isabel y a mí no nos costó demasiado descabalgar a mi hermano y encaramarnos las dos a la colchoneta; todo había ido muy rápido, y cuando Martin se acercó donde estábamos nosotras para devolver a María la parte superior del bikini, se encontró con que la situación había cambiado; ahora éramos nosotras las que estábamos encima y teníamos la ventaja de ser 3 contra dos; al principio, alargó brazo ofreciendo el sujetador del bikini para que María tuviese que cogerlo ella misma; dado que de esta forma se vería forzada a tener que descubrir de nuevo su pecho, en un movimiento rápido, Isabel le arrebató la prenda a su hermano y se la ofreció a María para que se pudiese ponerlo y estar más tranquila y cómoda;

Una vez que María se hubo puesto el bikini de nuevo, me pidió que se lo abrochase fuerte para que no volviera a caerse. En este momento, los dos chicos vieron que los habíamos derrotado y se pusieron manos a la obra para intentar recuperar su posesión; al final, de tanto empujarnos y zarandearnos caímos las tres al agua; ahora la colchoneta era una posesión sin dueño y los cinco nos pusimos a bracear y a removernos para poder volvernos a subir de nuevo. En la pugna por conquistarla de nuevo fue inevitable que alguna mano inocente, o no tan inocente, fuese a "tocar algo que no suena". En una de éstas Juan exclamó "¿quién ha sido?"; a su lado sólo estaban María e Isabel, con lo que la presunta culpabilidad habría que repartirla al 50 %. Además, como el agua de la piscina estaba verdosa, tampoco podía verse lo que pasaba. El caso es que continuamos con nuestra "pelea" amistosa hasta que tuvimos que salir para cambiarnos, acabar de hacer las maletas e irnos hasta el Club Náutico donde mis tíos habían atracado el velero.

María, Isabel y yo subimos a mi habitación para ducharnos y cambiarnos. Comentábamos lo que nos había cansado estar todo el rato saltando y nadando con la colchoneta y lo a gusto que nos iríamos a cenar. En esto coincidíamos las tres, teníamos un hambre de lobo que aún había crecido más cuando mis padres y mis tíos nos dijeron que para celebrar que iniciábamos las vacaciones nos invitaban a una mariscada en el Club Náutico. La primera en ducharse fue Isabel que, al entrar en el baño, dijo que pasásemos también y que continuaríamos charlando puesto que al ser las tres chicas no teníamos que escondernos de nada.

¿qué le habéis hecho a Juan que ha protestado así? –les pregunté yo.

No, nada –respondió Isabel-; sólo que tiraba de mí para que no pudiera subir a la colchoneta y cuando le he ido a empujar, sin darme cuenta le he puesto la mano en su entrepierna.

Mírala ella –continuó María-; ya has estrenado a tu primo.

Palabra, no es verdad, ahora no pensaba en esto, yo –se defendía Isabel.

A Isabel se le notaba que no mentía, que había sido totalmente involuntario, y más aún sabiendo el valor que en nuestra familia tiene la palabra dada. Lo que me dejó un tanto intrigada fue lo que dijo sobre que "ahora no pensaba en esto"; ¿significaba que en alguna ocasión sí lo había pensado? Me quedé con la duda mientras Isabel se duchaba y yo me iba preparando el neceser, y María aprovechaba el compás de espera para depilarse los pocos vellos que tenía en la pierna. Isabel se dio cuenta que también ponía el colgante con el dado en el neceser y me lo hizo notar.

¿también te llevarás el colgante?

Sí, ¿por qué? -le pregunté-

No, por nada –continuó Isabel-, simple curiosidad.

A lo mejor se lo lleva para hacerlo rodar.

Quien decía esto último era María, y lo hacía dándole una entonación especial; lo cierto es que ni me había planteado esta posibilidad, puesto que es algo que no se puede planificar, sino que más bien hay que dejarlo al azar y esperar acontecimientos. Así mismo se lo dije y empezamos una conversación sobre si lo haríamos o no, si nos atreveríamos, hasta dónde seríamos capaces de llegar, etc. En lo que sí estuvimos de acuerdo fue en que, en un principio, no parecía mala idea, pero que todo dependía de cómo fuesen las cosas.

Cuando Isabel salió de la ducha y entró María, me pude fijar que mi prima se había recortado ligeramente su vello púbico en su parte superior; al preguntarle por qué lo hacía, nos contestó que de esta forma podía usar pantalones o faldas de cintura baja sin que se le saliese el vello; como vio que nos quedábamos un tanto intrigadas se ofreció a hacérnoslo; la primera en pasar por la "peluquería" fue María ya que aprovechó que salía de la ducha y tenía la piel y el vello mojados e hidratados. Entré en la ducha y mientras me enjabonaba me fijé como Isabel empezaba a poner la espuma en la entrepierna de María y le recortaba su vello por la parte superior; esto que, en sí, no tendría la mayor importancia, me llamó la atención por el hecho que Isabel aplicó la espuma directamente con sus manos; me pareció ver como no sólo se limitaba a la espuma, sino que también le proporcionaba alguna caricia, pero, como nunca habían hecho nada, supongo que ni la una ni la otra osaban ir más allá. Cuando terminó con María, salí de la ducha, me senté en el taburete y me dispuse a que mi prima repitiera la operación.

Nos vestimos y bajamos al salón donde ya hacía un rato nos estaban esperando. Tal y como nos habían dicho nuestros padres, todos nos habíamos arreglado bastante para ir a cenar al Club Náutico; aunque no hubiera que ir de etiqueta, sí que era necesario ir bien vestidos. Nos repartimos en los coches y nos dirigimos al muelle donde estaba atracado el velero que nos llevaría surcando los mares durante unos días navegando entre delfines y sirenas y que nos permitiría descansar en su cubierta arropados por la luna y su manto de estrellas.

. Continuará

Un besote muy grande a tod@s l@s amig@s de amor filial.