Vacaciones en el mar 2

La playa. Un hombre desconocido. Una fiesta. Las vacaciones se van animando

Despertó con dolor de cabeza y la boca seca. Los rayos de luz se colaban por la ventana semiabierta y le daban directamente en la cara impidiendo que pudiera abrir los ojos completamente. Llego un punto de la noche que perdió totalmente la cuenta de las copas que llevaba y ya no se acordaba de cómo había vuelto a casa.

Suspiro profundamente.

—    Mmm… Buenos días

Giro la cabeza. Laura desde la otra cama la miraba bostezando.

—    Perdona… ¿Te he despertado?

—    Da igual… Tampoco es que haya podido dormir mucho…—se estiro girando el cuerpo hacia ella—Me pasa siempre que salimos de fiesta… Luego por la noche duermo como una mierda.

—    Buuf… ¡Vaya putada! Yo he caído enseguida… aunque también te digo… tengo unas lagunas horribles de la noche—dijo agarrándose la cabeza.

—    Normal, tía. —sonrió— Ayer te bebías las copas como si fuera agua… —río irguiéndose apoyándose en el colchón—por cierto… ¿qué paso al final con el chico ese?

—    ¿Con quien? ¿Con Mario?

—    No mira… con mi padre. —rodó los ojos— pues claro que con Mario.

Venus se levanto y se sentó en la cama.

—    Pues nada, al final era un gilipollas. Cuando le dije que no quería nada con él, le falto tiempo para ligarse a una rubia en la barra. —Laura la miro confusa— pero vamos… no me apetece del tema.

—    Buah… pues él se lo pierde. Solo espero que pille una gonorrea… —soltó una carcajada— No te preocupes, tía. Ya encontraras otro que no sea un cabronazo…

Venus sonrió. Pensó en contarla lo del hombre que la estuvo mirando fijamente, pero en ultimo momento desecho la idea. Total… seguramente sería un tío borracho. A saber si la estaba mirando realmente a ella…

Estuvieron remoloneando media hora más y finalmente se acabaron levantando. Cogió la ropa de la noche anterior de debajo de la cama y se la llevo la cara. Una arcada la sobrevino. Olía a una especie de mezcla entre tabaco, alcohol y sudor.

Definitivamente necesitaba una ducha.


El sol pegaba bastante fuerte ese día. Se puso las gafas de sol y se tumbo en la toalla.

Después de ducharte había despertado a sus amigas entre gritos de protestas e insultos por parte de ellas. Se habían preparado y se habían ido a pasar la resaca a la playa.

Por suerte después de la ducha y un paracetamol Venus ya se sentía más persona.

—    ¿Os apetece un baño? Estoy que me aso viva…

Patricia suspiraba mientras se abanicaba con la mano. No se había echado suficiente crema y su piel ya empezaba a pasar de un rosado pálido a un rojo cangrejo.

Asintió y se levantó. Miro a sus amigas, quienes no parecían tener la menor intención de levantarse.

—    ¡Venga, chicas! No seáis vagas… Al final os vais a quemar…

—    Buuuf… estoy que no puedo con mi vida… —se quejo Pilar tapándose la cara con el brazo.

—    Os estáis amodorrando aun mas… —la dio un pequeño puntapié en la pierna— ¡Vamos, arriba! Os vendrá bien un poco de agua fresca…

Laura suspiro y se levanto. Las demás no tardaron mucho en unirse a ella. Parecían zombis dirigiéndose hacia su próxima captura.

Patricia comenzó a correr hacia el agua. Nada más rozar su piel soltó un suspiro de alivio y se sumergió. Saco la cabeza salpicando con el pelo y las sonrió.

—    Buah… no os imagináis como esta… ¡Madre mía! Creo que he tenido un orgasmo nada mas entrar…

Venus sonrió acercándose a ella.

—    Normal… Ya te estas poniendo como un tomate. Mira que te he dicho que te echaras más crema… —dijo regañándola como si fuera su madre.

Las demás fueron metiéndose poco a poco. Hubo todo tipo de reacciones. Pero sin duda lo que no se esperaba nadie fue el grito desgarrador que dio Cristina nada más tocar el agua con el pie.

—    ¡Por dios! ¡¡Pero que decís que esta buena…!! ¡¡Si esta congelada!!

Venus la miro sorprendida.

—    ¿Pero… estas loca? ¡Madre mía! ¡Eres una exagerada!

Cristina fue metiéndose poco a poco en el agua entre grandes quejidos y con la cara arrugada. Parecía una anciana entrando en una piscina el primer día del verano.

Pilar sonrió acercándose a ella con una sonrisa maliciosa.

—    ¡Venga, Cris! Que es solo agua… Además esta muy buena —dijo moviendo el agua con las manos.

—    ¡No! ¡No! ¡Ni se te ocurra!

Cristina hizo un intento de correr hacia la orilla. El agua salpicaba a cada zancada que daba bamboleándose en busca de un refugio. Los glúteos y los muslos se movían como si estuviera haciendo “twerking” en medio de una discoteca.

Aun así Pilar fue mucho más rápida y la acabo mojando entre gritos. Pero no acabo ahí la cosa. Patricia a su izquierda se sumergió en el agua y buceando llego hasta donde estaba ella. Cristina viendo que ya Pilar había parado se dio la vuelta topándose con el rostro de Patricia cual tiburón asomando la aleta. Intento gritar, pero apenas puedo emitir un quejido ahogado antes de que Patricia sumergiera todo su cuerpo en el agua.

Venus miro toda la escena con los ojos abiertos.

—    ¡Hija de puta! ¡Cabrona! —Cristina forcejeaba con Patricia intentando que no volviera a meterla bajo el agua— ¡Déjame en paz, coño! Un segundo… —paro en seco— un segundo… algo… algo me ha rozado ¡Me cago en la leche ¡ALGO ME HA ROZADO! ¡¡JODER!!

Corrió hacia la orilla dejando a atrás a Patricia. Justo cuando estaba a punto de llegar piso una zona más hundida de arena, tropezó y se dio de morros contra el agua.

—    ¡Uy la leche!

—    ¡Madre mía que ostión se ha dado!

—    ¡Joder!

Corrieron en auxilio de su amiga. Nada más acercarse Cristina emergió del fondo entre toses y arcadas por haber tragado el agua salada.

—    ¡Que asco, por dios! ¡Que asco! Creo que he tragado medio mar… ¡no me jodas!

Las demás la miraban con los ojos como platos.

—    ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis así?

Una sonrisa se empezó a dibujar en la boca de Venus. Señalo la cabeza de Cristina y comenzó a descojonarse de la risa.

—    ¿Qué pasa? ¿Qué tengo? —las demás siguieron a Venus, riéndose sin dejar de señalar su cabeza. Cristina confusa llevo la mano hasta su pelo— ¿Pero que os pasa? ¿Tengo algo en la cabe…? ¡Dios mío, que asco por dios!

Se le había enredado un trozo de alga unida a una especie de tela. Venus no podía parar de reír imaginándose a Úrsula, la mala de la sirenita. Incluso se daba en esos momentos cierto parecido. Lo único que la faltaría serian los tentáculos para ser prácticamente idéntica.

Cristina tiro del alga con un gran gesto de asco arrancándose algunos mechones de cabello en el proceso. Soltó una maldición y salió del agua cagandose en las madres de todas las allí presentes.

Laura había empezado a llorar de la risa agarrándose el estomago y reculando hacia atrás.

Venus sonrió observando como su amiga se alejaba hasta la zona de las toallas.

Sin duda estaban siendo unas vacaciones estupendas.


Recogieron todo y se fueron hasta el chiringuito que había nada más bajar las escaleras hacia la playa.

Después del “incidente” se habían pasado la mayor parte en las toallas. Cristina no quiso volver a meterse aún cabreada por que todas se hubieran estado riendo de ella en vez de ayudarla. Las únicas que se pegaron el ultimo chapuzón fueron Venus y Ángela.

La daba una pena enorme ir a la playa y solamente bañarse una vez. Con lo que ha ella la gustaba el agua.

Llegaron al bar y pidieron varias cervezas sentándose en una mesa cerca de un grupo de jóvenes un poco retiradas de la barra.

Un poco mas refugiado se encontraba un hombre concentrado en leer un periodo. Le contemplo durante unos breves segundos antes de acomodarse en el asiento. No sabia porque, pero le resultaba tremendamente familiar.

Llevaban más de un cuarto de hora tratando de decidirse que hacer por la noche. Algunas querían volver a la discoteca del día anterior y otras querían irse a un sitio nuevo.

Venus no contestaba. El hombre había parado de leer y ahora saboreaba lo que parecía ser una copa de ginebra.

No sabia de que lo conocía, pero no podía parar de observarle. Apenas prestaba atención a la conversación que estaban teniendo sus amigas. Simplemente se dedicaba a asentir y hacer un intento de sonrisa cada vez que una de ellas la miraba.

Era realmente frustrante no saber de que le conocía, pero estaba segura de que le había visto en algún lugar. Parece que el hombre sintió que alguien estaba observándole y se giro. Justo en el momento en que sus miradas conectaron Venus supo de que le conocía.

Era el mismo hombre que la había estado mirando fijamente en la discoteca.

¿Pero que narices estaba haciendo allí?

Ni siquiera supo porque lo hizo, pero se levanto diciéndole a sus amigas que enseguida volvía y fue directa al hombre.

Se sentó en la silla enfrente suya ante su estupefacción.

—    ¿Acaso me estas siguiendo?

El hombre abrió los ojos sorprendido.

—    ¿Disculpa?

—    Estuviste mirándome ayer en la discoteca… y me parece mucha casualidad que ahora estés aquí en la misma playa que yo, a la misma hora, en el mismo chiringuito. Así que… te lo volveré a repetir. ¿Me estas siguiendo?

—     No se de lo que me esta hablando, señorita. Yo solo he venido a leer el periódico.

El hombre la miraba sin comprender. Tenia tal mirada de confusión que Venus comenzó a pensar que quizás se estaba comportando como un lunática. Miro las facciones del hombre. Realmente era muy atractivo. De unos treinta y algo, moreno, de barbilla cuadrada y barba de tres días. Iba vestido con un traje con los botones superiores de la camisa abiertos dejando entrever un cuerpo moreno y trabajado en el gimnasio.

Quizás el hombre que tenia enfrente no era el mismo que había visto en la discoteca. Estaba bastante oscuro y no pudo verle completamente. Además había bebido bastante.

¡Por dios! ¿Qué estaba haciendo?

—    Eh… yo… —balbuceo— Perdona. No se lo que me ha pasado… Yo… lo siento…

Se levanto sintiendo como las mejillas comenzaban a arderla. Iba a irse junto a sus amigas, pero sintió como una mano la agarraba impidiéndoselo.

—    Espera… —se giro mirándole a la cara— ¿Por qué no me cuentas mejor con quien me has confundido? —sonrió— La verdad es que me estaba aburriendo bastante. Quizás quieras amenizarme el día…

—    Bueno… yo debería volver con mis amigas —giro la cabeza. Sus amigas seguían hablando sin percatarse de ella. Dudo— Aunque bueno… ya que le he asaltado, creo que se merece una explicación.

El hombre sonrió.

Le conto toda la historia, que habían venido de vacaciones, lo del chico de anoche, lo del hombre al que supuestamente le había confundido. Incluso le conto su ruptura y que sus amigas habían hecho todo eso para animarla.

El hombre escucho pacientemente toda su historia sin interrumpirla ni una sola vez. Ni siquiera sabia porque le estaba contando todo eso a un completo desconocido, pero por alguna desconocida razón cuando acabo el relato se sintió mejor. Como si se hubiera quitado un peso enorme de encima.

Desde que lo dejo con Tomás apenas había hablado con sus amigas de ello. Nunca la había gustado que se compadecieran de ella y sabia que en el momento que empezara a hablar ellas harían lo mismo, pero por el contrario el hombre desconocido enfrente suya simplemente se dedico a escuchar cada una de las cosas que salieron por su boca. Ni siquiera la lanzo una mirada de compasión.

Cuando termino la frase suspiro de alivio, pero enseguida se ruborizo al darse cuenta de lo que había hecho.

—    ¡Madre mía! Siento muchísimo la chapa que te he dado… No se que me ha pasado… Lo siento.

—     ¿Sabes? Pues yo lo único que lamento es una cosa…

—    ¿El que?

—    Que aún no me has dicho tu nombre… —dijo sonriendo de lado.

Soltó una carcajada.

—    Cierto. Otra cosa más para pedirte disculpas. Me llamo Venus.

—    Piero. Un gusto

Y para sorpresa suya la cogió la mano y se la llevo a la boca. Nunca una cosa tan sencilla le había llegado a poner tan cachonda. Se imagino que en vez de besar su mano posara sus labios en otro sitio…

Meneo levemente la cabeza intentando quitarse ese pensamiento de la cabeza.

—    ¡Vaya! ¿Eres italiano? No tienes nada de acento…

—    Padre italiano. Madre sevillana.

—    Menuda mezcla.

—    Eso mismo opina toda mi familia.

Rieron por la ocurrencia.

—    En fin… tendría que irme con mis amigas. Se preguntaran donde me he metido…

—    ¡Por supuesto! Pero ya que me has contado toda tu historia es justo que yo te cuente parte de la mía. ¿Volveré a verte?

—    Pues… mañana nos vamos ya. Es nuestro ultimo día.

—    Es una lastima… —le regalo una sonrisa triste y estuvo a punto de levantarse. Piero levanto la mano— Aunque… quizás si que nos podamos ver otra una última vez. Esta noche organizo una pequeña fiesta en un chalet que tengo por esta zona. Quizás quieras asistir…

—    Eh… bueno… no se… he venido con mis amigas y yo…

—    Lo comprendo. Han venido a divertirse juntas no con un hombre que acaba de conocer… pero si cambias de opinión… —cogió una servilleta y saco del bolsillo de la chaqueta un bolígrafo. Después de escribir en ella se la entrego— aquí tienes mi número de móvil y la dirección del chalet.

—    Eh… gracias

Y sin más se alejo hacia la mesa de sus amigas dando un ultimo vistazo hacia atrás. Piero la seguía con la mirada con una leve sonrisa.


Frente al espejo, se miraba sin verse realmente.

¿Estaba bien lo que había hecho?

El nudo en el estomago, la dijo que no. Pero ya lo había hecho. Aunque podía cambiar de parecer en el último momento.

Un pequeño “pip” la hizo girar la cabeza.

Fue hasta la cama y cogió el móvil. Había recibido dos mensajes. Uno de Laura y otro de Piero.

Espero que te mejores. Si necesitas cualquier cosa me llamas y voy enseguida. Las demás me apoyan. Te quiero. ¡Ponte buena!”

“Estoy deseando de verte. Seguro que estas preciosa.”

Se llevo la mano a la boca comenzando a morderse las uñas.

¡Por dios! ¿Qué estaba haciendo?

Una vez volvió con sus amigas, estas la recriminaron por la tardanza. Lo único que se la ocurrió es que había una cola enorme en el baño y había tenido que esperar. Al parecer estaban tan concentradas en la conversación que no se habían percatado que a unos pocos metros estaba hablando con un hombre.

Pasaron el resto de la tarde entre compras y bares y a la hora de prepararse para salir de fiesta no supo que mosca la había picado que las dijo que se encontraba mal para salir. Ni siquiera lo pensó. Simplemente le mando un mensaje confirmando su asistencia y espero a que sus amigas se fueran.

Y ahora ahí estaba. Arreglada con un vestido negro, sandalias de plataforma y bolso a juego. Incluso se había maquillado.

No tenia ni idea de lo que la estaba pasando en ese viaje. Se estaba comportando completamente diferente a como era ella. Pensó en la posibilidad de mandarle un mensaje diciéndole alguna excusa para no asistir.

Suspiro y volvió a acercarse al espejo.

Se paso la mano por el pelo observando su reflejo y de repente pensó en Tomás.

Desde que cortaron todo el mundo la había comenzado a tratar con lastima y tanta delicadeza que por momentos sentía ganas de hacer alguna locura y que pararan de actuar de ese modo.

¿Y si esa era la locura que necesita hacer?

Cogió el bolso y salió del apartamento sin mirar atrás.

Era el momento de soltarse la melena.


Contemplo con asombro el edificio que tenia delante de las narices.

Después de pedir un taxi y darle la dirección le había dejado en un chalet prácticamente a las afueras de la ciudad. En su vida había estado en un sitio tan grande.

Una amplia verja separaba la entrada hacia una enorme edificación. Desde donde estaba conto tres plantas que sin duda serian el triple de grandes que su casa. No se quería ni imaginar lo que debía de costar un sitio como ese. Saco el papel que le había dado Piero y comprobó la dirección. Definitivamente ese era el sitio.

Se aproximo hasta el telefonillo al lado de la verja y pulso el botón. Una voz metalizada le dio paso. Según iba caminando miro a su alrededor. Setos y pequeños farolillos a ambos lados del camino le hacían de guía hasta la puerta principal. Cuando mas se acercaba a la puerta más audible se hacia la música dentro de edificio. Oyó un chapoteo a lo lejos. Supuso que también tendría una piscina.

—    ¡Has venido!

Piero la saludaba en lo alto de las escaleras principales.

Había estado tan concentrada mirando a su alrededor que ni siquiera se había percatado de su presencia. Sonrió acercándose a él.

Estaba realmente impresionante. Se había cambiado el traje por uno completamente negro con los puños en dorado. Por un instante le paso por la cabeza la imagen de James Bond. Sin duda podría haberse pasado por él sin ningún tipo de problema. Incluso prefería antes al hombre que estaba enfrente suya.

—    ¡Madre mía! Esto es… es precioso. ¡Por dios! Nunca he estado en un sitio tan grande como este.

—    ¿Te gusta?

—    ¡Es increíble! —dijo asintiendo.

Nada mas llegar a su altura Piero la acerco dándola un leve beso en la mejilla. Se sonrojo automáticamente. Sin embargo, Piero seguía sin separarse de ella. Había comenzado a deslizar lentamente la nariz por su cuello.

Venus se quedo completamente paralizada.

—    No sabes cuanto me alegro que hayas venido —susurro acercándose a su oreja— Estas realmente preciosa.

—    Eh… yo…

—    ¡Ven! —interrumpió— Estamos todos en la parte de atrás. Lo he considerado mejor dado la buena temperatura que hace. Te presentare a los demás…

Si el exterior le había impresionado definitivamente el interior le había dejado completamente sin palabras. Increíblemente decorado, tenía ante si un autentico palacio.

Nada mas entrar un recibidor con una alfombra persa la dio la bienvenida. Un poco más lejos una escalera inmensa subía hasta la siguiente planta y a ambos lados lo poco que vio fueron como una especie de salones rodeados de sofás de cuero. Sin duda podría perderse en un sitio como ese.

Caminaron hasta la parte de atrás. Lo primero que vio fue una piscina iluminada por farolillos parecidos a los de la entrada. A su derecha un grupo de personas sentadas en unos sofás y sillas de jardín se dieron la vuelta nada mas oír el ruido de sus tacones.

Venus se sintió un poco cohibida. Prácticamente iban todos de gala. Los hombres vestían caros trajes y las mujeres unos vestidos que ni con dos vidas podría pagarse. Lanzo una mirada a su vestido negro y se sintió completamente ridícula.

Una mano se poso en su espalda. Alzo la vista. Piero la sonreía con tranquilidad.

Ya estaba allí. Ya no había vuelta atrás.

Trago saliva y se acerco al grupo.

Piero dio un paso adelante.

—    Buenas noches caballeros… y señoritas. Creo que ya estamos todos. Me gustaría presentarles a mi acompañante. —la cogió de la cintura pasando el brazo por su cuerpo— Esta preciosa chica es Venus. No creo que haga falta comentarles que la hagan sentir como una más.

A pesar de la presentación tan formal que le estaba haciendo, se sentía como si estuviera exponiendo un trofeo. Vio miradas de interés y lujuria por parte de los hombres y algunas de envidia y sonrisas de animo por parte de las mujeres.

La verdad es que no se trataba de un grupo muy grande. Cuatro hombres y dos mujeres. Se sentó al lado de un hombre de unos cuarenta años, moreno y con algunas arrugas de risas en los ojos que le lanzaba una mirada de complicidad.

Piero se había ido a por una copa y por breves momentos no supo que hacer. Se sentía sola y desorientada. Para nada era el tipo de gente con la que solía frecuentar.

—    Tranquila. —giro la cabeza. El hombre a su lado la sonrió— Estas muy nerviosa. No te preocupes nadie te va a comer… —susurro acercándose a ella

Venus sonrió de vuelta.

—    ¿Tanto se me nota?

El hombre lanzo una carcajada.

—    Pareces un cervatillo que va a salir despedido en cuanto giremos la cabeza. No te preocupes… —repitió— Es normal estar un poco nerviosa en un grupo con gente que no conoces, pero te puedo asegurar que no somos tan fascinantes como te imaginas…

Siguieron hablando un rato más. La verdad es que estaba siendo bastante agradable con ella y eso la ayudo a tranquilizarse. Piero volvió con su copa y enseguida la incorporo en la conversación.

Según pudo enterarse Piero trabajaba con dos de ellos en su empresa. Y los demás simplemente eran amigos de toda la vida.

A pesar de la primera impresión que había recibido todos hicieron que se sintiera cómoda, exceptuando una de las mujeres pelirroja de pelo rizado. Quien no había parado en ningún momento de mirarla con recelo.

No la importo. Los demás estaban siendo tan educados con ella que prácticamente se olvido de su presencia.

La cosa se fue animando y los hombres ya fumaban y bebían entre grandes carcajadas.

—    Y… ¿dónde se conocieron?

Uno de los hombres enfrente suya no había parado de mirarla con ojos brillantes la última media hora.

Miro a Piero, pero éste simplemente se dedico a acomodarse en el sillón y darle un ligero sorbo a la copa.

—    Pues la verdad es que nos hemos conocido hoy en un bar de la playa…

—    ¿Enserio? ¿Y como es eso?

Por un momento temió que contara delante de todos que le había tomado por un pervertido y le había acusado de seguirla. Se puso tensa en el asiento.

—    Pues la verdad fue bastante gracioso. Me confundió con otro hombre y entablamos conversación… Me pareció tan fascinante que no pude evitar invitarla a nuestra pequeña fiesta. Espero que no os haya importado…

—    ¡Que va! Y menos si es una chica tan guapa… —dijo guiñándola el ojo.

Se ruborizo. Por un momento pensó que lo único que había hecho durante todas las vacaciones era ruborizarse como una colegiala.

—    Lo siento, Carmelo. Pero esta señorita ha venido conmigo…

Carmelo soltó una carcajada y levanto las manos en señal de paz.

La fiesta transcurrió sin ningún incidente más. Estaba bastante cómoda. Incluso diría que más que cuando salía con sus amigas.

Claramente era un ambiente totalmente distinto y en cierta forma eso la gusto más. Había veces que las discotecas la parecían sumamente agobiantes, con cuerpos restregándose y pegándola empujones cada dos por tres. Aparte de música estruendosa que prácticamente te dejaba sorda media noche.

Allí no se sentía para nada así. La música de un grupo de cantantes que no conocía estaba alta, pero no tanto como para que no pudiera seguir la conversación y a pesar de ser de una edad más avanzada a la suya les resultaba fascinantes sus diálogos sobre sus trabajos y la vida que llevaban.

En un momento de la noche se disculpo yendo al baño.

Tan gigantesca era esa casa que tardo un cuarto de hora en encontrar el baño. Realmente parecía que anduviera por un laberinto. Cuando salió fue directa hacia el patio, pero cual fue su sorpresa que no encontró a nadie allí.

Salió afuera mirando a su alrededor, pero nada. Allí no quedaba nadie.

El aire le alboroto el pelo. Empezaba a refrescar. Quizás se habían movido hacia algunos de los salones, pero todas las copas que habían estado tomando estaban en la mesita.

Ignoro ese hecho y volvió a adentro. Fue hasta la puerta principal. El salón a su derecha tenia las puertas cerradas y recordó que cuando entro a la casa estaban completamente abiertas.

Puso ambas manos en los manillares de la puerta corredera y comenzó a abrir lentamente.

No estaba segura de que estuvieran allí, pero no quería que Piero la tachada de fisgona.

Apenas abrió unos centímetros la puerta que oyó un ruido. Se acerco a ella y lo que vio la dejo completamente en shock.

Dentro del salón estaban Carmelo y la chica pelirroja completamente desnudos. La chica estaba tumbada en uno de los sillones de cuero y Carmelo, a sus pies, le abría las piernas y lamia su entrepierna con avidez.

Un calor abrumador la atravesó. Quería cerrar la puerta e irse. Pero no podía parar de mirar. Apenas casi pestañeaba.

Nunca había visto nada parecido. Era como ver porno en directo, pero mucho más obsceno. Carmelo cada vez que salía de sus piernas se pasaba la lengua por el labio inferior con una sonrisa maliciosa.

La chica no paraba de jadear apretándose los pechos y buscando la mirada de él cada vez que paraba.

¡Madre mía! Pero… ¿tanto había tardando en el servicio para que las cosas se desviaran de ese modo?

—    No te tomaba por la clase de persona que le gusta espiar…

Se giro rápidamente con el corazón en un puño. Piero estaba delante suyo con una sonrisa maliciosa que no le había visto hasta ese momento.

—    Yo… yo no… yo no…

Apenas podía hablar con normalidad. El corazón la latía a mil por hora y estaba segura que se estaba poniendo de todos los colores.

Piero se acerco a ella. Venus se tensó cuando apenas le quedaban unos centímetros para que se chocaran. Pero simplemente estiro los brazos y cerro las puertas correderas.

Se alejo unos centímetros y la cogió del brazo.

—    Ven conmigo

Comenzó a arrastrarla hacia la primera planta.

Venus estaba tan bloqueada que no opuso ningún tipo de resistencia. Llegaron a una habitación. Piero saco una llave del bolsillo y la metió en la cerradura. Venus le miro extrañada.

Se dio la vuelta y la miro.

—    No quiero que nos molesten— abrió y la hizo un gesto con la cabeza— Entra.

Ni siquiera se le paso por la cabeza preguntar. Aun tenia en la retina los movimientos de Carmelo como para protestar.

Entro en la estancia.

Era una habitación bastante amplia con una cama de matrimonio en el centro, una cajonera, un sillón en la esquina y espejo de cuerpo entero al lado de la puerta.

Piero cerro la puerta a sus espaldas. Comenzó a reaccionar al verle girar la llave nuevamente.

—    ¿Por qué…? ¿Por qué cierras? —miro a su alrededor— ¿Qué hacemos aquí?

Piero se dio la vuelta mirándola fijamente. Estaba tan nerviosa que se le estaba empezando a formar un nudo en el estomago.

—    Siéntate —dijo señalando la cama

—    ¿Por qué?

—    Porque tenemos que hablar. Siéntate.

No había alzado la voz en ningún momento y no sabia porque eso la ponía mas nerviosa que si se hubiera puesto a gritar porque la había pillado mirando a sus amigos.

Se dio la vuelta y se sentó en la cama.

Piero se quito lentamente la chaqueta del traje. Se remango las mangas de la camisa y coloco todo en el sillón con suma delicadeza.

Lo hizo con tal calma que no hacia sino que ponerla mas nerviosa si cabía. Se acerco a ella mirándola fijamente.

—    ¿Te ha gustado?

—    ¿El…? ¿El que?

—    Lo que has visto. ¿Te ha gustado? –repitió agachándose quedando a un palmo de ella.

Se removió en la cama incomoda. Por un momento pensó en mentir. En decir que acaba de llegar y apenas cuando lo vio se iba a apartar, pero Piero la miraba estudiando cada gesto que hacia y supo que si mentía lo descubriría.

Además su ropa interior la delataba considerablemente.

—    Si…

Piero sonrió. Sus ojos antes amables y comprensivos habían cambiado completamente a una mirada de lujuria y malicia.

—    Bien. En ese caso antes de continuar tengo que decirte una cosa…

—    ¿El que?

Se acerco a ella colocando las manos en sus piernas. Deslizo los dedos por sus muslos acariciando suavemente la piel. Venus abrió la boca, pero apenas salió un murmullo de sus labios.

Piero fue subiéndose encima de ella obligándola a tumbarse en la cama con él encima. Sentía sus manos encima de la tela de sus bragas. Corrió la tela hacia un lado y la paso por sus labios esparciendo la humedad por su coño.

Paso la lengua por debajo del labio. Venus no pudo evitar recordar la escena de abajo y se la escapo un gemido.

Piero sonrió y se acerco hasta su oído. Lamio el lóbulo y beso la parte de arriba de su oreja.

—    Porque tenias razón… —susurro.— Si que soy el hombre que viste en la discoteca.