Vacaciones en el mar (17)

Continuando con nuestros relatos bajo las estrellas, María nos cuenta como hicieron lo que hicieron su hermano, sus padre y ellas la víspera de su llegada a un pueblecito naturista.

Otra vez debo pedir disculpas a tod@s l@s lector@s por la tardanza en mis relatos sobre las "Vacaciones en el mar"; los exámenes finales han sido los culpable de ello y, por suerte, una vez finalizado el calendario escolar ya podré remprender de nuevo el ritmo de antes.

A todos nos había parecido entender que María sí que había hecho "algo" en familia durante unos días que había pasado con sus padres y su hermano 7 años menor que ella en el pueblecito naturista de El Fonoll, en la provincia de Tarragona. Bueno, de hecho, allí sólo había sido el desenlace, puesto que el verdadero preámbulo fue en su casa. La estancia a este centro naturista la habían planificado para introducir al hermano en el mundo del naturismo; no así para María, que ya se había estrenado hacía tiempo en una playa junto a sus padres. El "peque" como le llamaban cariñosamente ya no lo era tanto, y se encontraba en plena adolescencia con todo lo bueno, pero también lo malo que ello comporta; y entre esto último estaba una vergüenza desmesurada con su propio cuerpo

Mientras María nos iba contando su relato, me di cuenta que mi hermano Juan e Isabel eran la viva imagen del amor, y ni el uno ni la otra se preocupaban de ocultar sus sentimientos; él se hallaba sentado en cubierta, como todos, con la espalda apoyada en la barandilla, mientras ella se había tumbado boca arriba apoyando su cabeza en el regazo de Juan; en un tierno gesto de cariño, mi hermano estaba acariciándole suavemente el pecho mientras ella dejaba la mirada perdida hacia las estrellas escuchando ambos con atención el inicio del relato de María; antes de iniciar este vacaciones navegando, ellos dos apenas habían cruzado una mirada, apenas se conocían y, en cambio, en estos breves días que habíamos estado juntos era más que evidente que entre ellos dos había nacido algo más que una buena amistad; era una relación que, a pesar de su corta vida, se basaba en el gran cariño que había surgido entre ambos y que iba más allá del puro y simple erotismo.

María nos contó cómo fue el inicio de su hermano en el naturismo, cómo se puso como un tomate cuando tuvo que desnudarse por primera vez ante ella y ante sus padres, cómo lo costaba errores disimular su más que evidente erección. Él estaba en plena adolescencia y junto a la tan consabida vergüenza por los cambios sufridos en su propio cuerpo, a su hermano le cohibía el tener que desnudarse ante sus padres y hermana. Con voz cálida y pausada, María empezó a entrar en detalles al contarnos el momento de la verdad, aquél en el que su hermano tuvo que quedarse desnudo ante sus padres y ella misma.

"Ya hacía un tiempo que nuestros padres nos habían dicho que nos tenían una sorpresa preparada y, por mucho que nosotros insistiéramos al respecto, no querían soltar prenda para nada. Así estuvieron unos meses hasta que un día, a la hora de la comida, por la televisión proyectaron una película de Peter Sellers ambientada en un camping naturista y en el que, el actor que representara el papel del inspectour Clouseau en la Pantera Rosa, se cubría sus partes nobles con una guitarra. La película fue muy divertida, como suele ser habitual en él, pero lo mejor de todo fue que dio pie a que nuestros padres nos desvelasen la sorpresa que nos tenían reservada, y todo gracias a un comentario de mi hermano.

Uf, vaya corte ir todo el día desnudos –dijo él.

¿corte? ¿por qué? –le pregunté yo.

Pues ¿por qué va a ser?; por ir todo el día sin nada delante de otras personas.

Tampoco hay para tanto –le respondí-; según como puede ser lo más natural del mundo.

Eso lo dices tú para disimular, pero ya me gustaría verte así en un sitio como éste.

No discutais –dijo mi madre-; pues mira por donde, a lo mejor, puedes verlo con tus propios ojos antes de lo que te piensas.

¿a qué te refieres? –preguntó mi hermano abriendo los ojos como platos.

Pues vuestro padre y yo habíamos pensado en ir unos días a un pueblecito naturista que hay por Tarragona.

¿significa esto que habrá que ir todo el día desnudos? –preguntó mi hermano.

Claro –respondió mi padre-, no vamos a ir con un albornoz de la cabeza a los pies. Pero si no quieres, puedes quedarte.

No sé; ¿tú qué dices? –me preguntó con aire tímido.

Con esta pregunta, mi hermano intentaba pasarme la pelota esperando que le secundase, pero, contrariamente a sus deseos, le dije que a mí no me importaba y que ya lo había hecho otras veces. Se quedó con unos ojos como platos y absolutamente sorprendido al enterarse de que ya habíamos ido otras veces. Con curiosidad indisumulada empezó a preguntarnos detalles de cómo y cuándo nos habíamos estrenado en estas lides, y le tuve que explicar como ya hace tiempo en una playa nos quitamos los bañadores y pudimos disfrutar de las caricias de la brisa marina en nuestros cuerpos desnudos. Intuyendo la reacción de mi hermano, procuré no omitir detalles y me centré especialmente en la descripción de las sensaciones y de nuestros cuerpos. Como hacía una muy buena temperatura íbamos con ropas ligeritas: mi madre y yo con unes vestidos largos de algodón y ellos dos en pantalón de deporte. Los detalles de nuestro estreno nudista iban causando su efecto y el short de mi hermano se iba elevando en la entrepierna formando una incipiente tienda de campaña. Para tranquilizarlo, mi padre dijo que tampoco había para tanto y que había familias que en casa prescindían de toda ropa y que algunas pocas mantenían relaciones un tanto íntimas.

¿siii? –preguntó mi hermano sin salir de su asombro

Sí, tampoco no hay para tanto –respondió mi madre-.

¿el qué no hay para tanto¿ ¿lo de desnudarse o lo de mantener relaciones? –inquirí yo con una intriga sin disimular.

No, lo de desnudarse –respondió ella- tampoco pasa nada.

¿y lo otro? –continué yo

No sé, supongo que es cuestión de planteársolo –respondió mi padre.

¿vosotros os lo planteariais? –preguntó mi hermano.

En este momento, un manto de silencio planeó por encima de nuestras cabezas, puesto que si bien puede ser planteable la cuestión del desnudo en familia, el tener relaciones entre nosotros ya eran palabras mayores. Nos fuímos mirando los unos y los otros y al final fue mi madre quien rompió la magia del momento diciendo que si íbamos a ir al pueblecito nudista podíamos empezar a quitarnos la ropa en casa para ir acostumbrándonos; y como el movimiento se demuestra andando, bajó sus brazos y asiendo con ambas manos los bordes de su vestido se lo fue subiendo por su cuerpo hasta pasárselo por encima de su cabeza. Se quedó con la braguita del biquini delante de nosotros y con su pecho al aire; como mis padres me habían tenido muy joven, a los 18 y 19 años, a sus 40 aún mostraban un buen cuerpo; mi madre mostraba unos pechos de tamaño medio; me sorprendió sobremanera la osadía de mi madre y su decisión, pero aún más sorprendido quedó mi hermano al ver a sus 14 años el pecho desnudo de nuestra madre por vez primera desde que en su tierna infancia nuestra madre dejó de amamantarlo.

El desenlace final era fácil intuirlo; los cuatro practicando el nudismo doméstico; sólo era cuestión de tiempo el que estuviésemos en completa desnudez, podríamos tardar más o menos, pero en definitiva todos íbamos a desprendernos de toda la ropa; lo que ya estaba por ver sí conseguiríamos llegar más allá; con un "¡Vamos allá!", papá se despojó de su short y fue el primero en quedarse sin absolutamente nada. A pesar de que yo ya había visto a mi padre desnudo, no dejé de sorprenderme; si bien es cierto que en diversas ocasiones habíamos ido a algún centro nudista los tres, de ello hacía un cierto tiempo; supongo que era por la fuerza de la costumbre, pero aparentemente mi padre no demostraba ninguna excitación por la situación vivida, puesto que ellos dos sí que iban con una cierta frecuencia a playas y a centros nudistas. Ahora, me lo quedé mirando sin disimulo y vi su pene retraído, recogido; y en mi fuero interno le di las gracias puesto que de este miembro salió la semilla que nos hizo a mi hermano y a mí.

Nuestros padres no lo dudaron ni un momento a la hora de quitarse la ropa, pero nosotros no acabábamos de decidirnos. Mi hermano tenía la vergüenza y timidez tan habitual en los adolescentes, y a mí me cohibía un poco el hecho que estuviera él. Entonces, con un "¿a qué esperais?", mi madre nos miró incitándonos a imitarlos y acabó de desprenderse de la braguita de su bikini; ahora sí que estaban los dos desnudos; mi madre mostraba una entrepierna recortadita; comprendiendo que me había llegado la hora, tiré de mi vestido hacia arriba y me lo saqué por la cabeza como antes había hecho nuestra madre; pero, a diferencia de ella, me fui despojando del vestido con una lentitud pasmosa; aparentemente, al ralentizar el desnudarme intentaba disimular una falsa timidez o vergüenza, pero, de hecho, lo que pretendía era excitar y provocar en la medida de lo posible a mi hermano. Y a fé que lo estaba consiguiendo. Él nunca me había visto desnuda, al menos recientemente, y se encontraba en la "edad del pavo", en la que con los amigos fantasean sobre el sexo femenino y pugnan por ver quien puede contar una experiencia más picante, sea cierta o no. Y el caso es que all, ante sus padres desnudos y con su hermana con el pecho al aire. Esto era más de lo que podía aguantar y lo que antes era una incipiente tienda de campaña en su entrepierna, ahora era ya una "elevación" con todas las de la ley. No sabía hacia dónde mirar y su nerviosismo iba en aumento, y más aún cuando me desprendí de la braguita de mi bikini, dejando mi sexo al aire.

Mi hermano comprendió enseguida que le había tocado el turno a él y, rojo como un pimiento, dijo que enseguida venía y se fue al baño. Era más que evidente que se "viaje" al baño respondía más a una necesidad de aliviarse la erección que le habíamos provocado que de responder a unas necesidades fisiológicas, lo cual quedaba a la vista solo con mirar a su entrepierna. Respondiendo a mis sopechas, al cabo de un rato vino hacia donde estábamos nosotros con su pene ya en estado flácido, o al menos esto era lo que parecía verse a través de su short. Se sentó a mi lado y, comprendiendo que era el único que faltaba, empezó a bajarse su pantalón corto con una mano mientras con la otra procuraba aguantarse sus calzoncillos. Cuando los tuvo en la mano, los tiró a un lado y los tres le insistimos en que tenía que quitárselo todo; su respuesta era que le daba mucha vergüenza, pero nosotros nos quedamos firmes y le dijimos que era mejor que se acostumbrase a ir desnudo aquí en casa antes de ir al pueblecito de El Fonoll, puesto que entonces allí le sería más difícil disimular. Como no acababa de decidirse, mi madre le dijo que si no lo hacía él lo haríamos nosotras, y empezó a tirar suavemente de sus calzoncillos.

Con un "¡No hace falta!, ya lo hago yo solo", y con una gran vergüenza reflejada en su cara, mi hermano empezó a bajarse lentamente sus calzoncillos. Al principio no pasaba nada, pero poco a poco fueron apareciendo sus primeros vellos púbicos, luego la punta de su pene y poco a poco su miembro. Al final, cuando se quedó completamente desnudo, se dio cuenta que de nuevo había tenido otra erección y su primera reacción fue la de taparse con ambas manos. Pobre hermano, las estaba pasando canutas; era la primera vez que se encontraba desnudo en una situación pareja y se le juntaba la vergüenza lógica de su edad con una evidente excitación.

No seas tonto y quítate las manos, todos estamos así –le dijo mi padre.

Así no –respondió él-, es que….me ha cogido otra erección

¿y qué? –le dije yo- es normal que te excites y te pase esto.

Tú lo tienes muy fácil, tía, no te pasa esto

Claro que no, pero a nosotras nos pasan otras cosas; mira.

Y diciéndole esto, le agarré ambas manos y le puse una en mi pecho y la otra en el de mamá moviéndolas al unísono para que nos lo acariciase. Mamá se mostró un tanto sorprendida por mi iniciativa y no dijo nada al respecto, más bien parecía gustarle la situación y yo decidí actuar como ella. La primera reacción de mi hermano fue la de retirar las manos instintivamente como si hubiera tocado un par de ascuas ardiendo.

¿Estás loca? –dijo- si sois de la familia y esto no está bien.

No digas tonterías –le respondió nuestra madre-; a ver si te crees que cuando te masturbas no dices que te gustaría vernos desnudas, acariciarnos el pecho y cosas así. Y ahora que puedes, te hechas atrás.

Pero…no es lo mismo –respondió él titubeando y con la cara como un tomate.

Bueno, dejaros de discusiones y sentaros, que tenemos que hablar de esto –dijo mi padre.

Yo intuía por dónde iban los tiros, pero prefería "hacerme la tonta" y dejar que fueran nuestros padres quienes tomasen la iniciativa. Y así fue. Papá empezó a decir que ahora que mi hermano ya estaba en la "edad del pavo", en plena adolescencia, había una serie de cosas que tenía que saber para evitar "males mayores"; continuó disertando sobre lo bueno y lo malo, hasta que con un "No te andes por las ramas", le dije que fuese al grano. Nos dijo, refiriéndose más a mi hermano que a mí, que pronto saldría con el grupo de amigos y que lo más normal era que surgiese el tema del sexo. Al principio, lo más normal es que, por desconocimiento, por vergüenza, o por quien sabe qué, no salga bien, lo que podría ocasionar un cierto rechazo. Y del mismo modo que cuando él era un adolescente su padre, es decir nuestro abuelo, prefirió que lo mejor era que la primera vez que tomase un poco más de alcohool de la cuenta lo hiciera en casa y de forma controlada, papá y mamá habían hablado muchas veces que lo mismo podíamos hacer en relación al tema del sexo; pero como era un tema un tanto delicado, entendían perfectamente que no qusiéramos y que lo dejásemos correr.

No hay que decir que tanto mi hermano como yo nos quedamos absolutamente sorprendidos; ni hartos de vino nos habríamos imaginado algo así; hablando claro, nuestros padres no estaban proponiendo que prácticáramos el sexo entre nosotros; nos habíamos quedado sin habla, puesto que era mucho más de lo que jamás nos habríamos podido imaginar; era tal nuestro silencio que fue mamá quien lo rompió con sus palabras:

¿qué os pasa? No decís nada

Qué quieres que digamos –respondí yo-; es que nos habeis dejado sin saber que decir; al menos a mí; una cosa es que nos desnudemos y la otra es que hagamos el amor aquí, entre nosotros;

Jo, mamá –intervino mi hermano-; es que es muy fuerte.

Hombre, un poco sí que lo es –respondió mamá; pero ¿no eras tú quien cuando se masturba dice que le encantaría estar con tu hermana? Pues ahora tienes la oportunidad.

Pero mamá –dije yo-; una cosa es pensarlo, y la otra hacerlo.

Todo es empezar –dijo mi padre-; mirad, si quereis podemos hacer una cosa: empezamos, y si os quereis retirar lo dejamos, y tan amigos.

Mi hermano y yo nos miramos y, con un ligero gesto ambos estuvimos de acuerdo en, cuanto menos, intentarlo. Como nuestros padres nos veían absolutamente verdes e inexpertos propusieron que mi madre estuviera con mi hermano y yo con mi padre; mientras ella acariciaba y estimulaba al peque, yo la imitaría y haría lo propio con papá. Como mi hermano ya estaba tumbado en el suelo, empezaríamos siendo ellos los masajeados y nosotras las "masajistas". Mi hermano estaba nerviosísimo y, he de reconocerlo, yo no le iba a la zaga. Ellos dos se tumbaron el uno al lado del otro y nosotras dos nos sentamos a horcajadas encima de su cintura; al principio yo iba acariciando suavemente el pecho de papá, como si le pusiera crema protectora; como estaba casi de rodillas, cada vez que me inclinaba encima de él, levantaba mi cintura, con lo que iba dando pie para que su pene me fuera rozando mi entrepierna; al principio no le daba demasiada importancia, pero de repente percibi el verdadero alcance de lo que estábamos haciendo; me entro una sensación un tanto rara, puesto que se unían una cierta vergüenza y timidez por estar en esta situación, junto con una indisimulada excitación por lo prohibido. Por el momento sólo había caricias en el pecho, pero cada vez que me inclinaba y mi cintura bajaba notaba el pene de papá a escasos centímetros de mi entrepierna; sólo era cuestión auqe alguno de nosotros diese el paso definitivo.

Como no podía ser de otra forma fue mamá quien dio una nueva vuelta de tuerca; ella había asumido el papel de "maestra" y se suponía que yo debía de imitarla en todos sus movimientos; pero ahora sí que me había dejado boquiabierta; de un salto, se colocó encima de las rodillas de mi hermano e, inclinando suavemente la cabeza acercó sus labios al pene erecto del "peque"; mamá me miró de reojo y, al ver que me quedaba inmóvil, con un leve gesto de su cabeza me indicó que la siguiera; no hacía ninguna falta que me dijese qué y cómo había que hacerlo, puesto que ya lo había hecho con un antiguo novio que había tenido; pero ahora la diferencia era que delante de mí no estaba ningún amigo sino que estaba papá, y los lazos de sangre me echaban para atrás; al final, armándome de valor para no quedar como una estrecha, miré a mamá e imitándola acerqué mis labios al pene también erecto de papá; con mi mano le iba acariciando el tallo y los testículos mientras que le iba dando suaves besitos en la puntita; realmente, no había para tanto y, en un nuevo acto de valor, abriendo mis labios dejé que el pene de papá entrase en mi boca; poco a poco fui olvidando quien era y viendo su cara de satisfacción, inicié una especie de juego en el que mi lengua intentaba atrapar su glande revoltoso; si empujaba por un lando, la puntita se iba por el otro chocando repetidas veces con mis carrillos; al mismo tiempo, mis labios iban chupando el tallo como si de un helado se tratase; si he de ser sincera, reconozco que empezaba a encontrar un cierto placer en ello, y más aún cuando papá, inclinándose ligeramente por la cintura, alargó sus manos y empezó a acariciarme mi pecho; por la situación del momento, es de lógico suponer que mis senos ya estaban firmes y duros, y los pezones destacaban en medio de la aureola rosada como si fuesen unos garbancitos. Poco a poco, me fui animando y acrecentando el ritmo de mis chupaditas al pene de papá, hasta que él dijo que por el momento era mejor dejarlo y evitar así males mayores; evidentemente, se refería a que no quería eyacular dentro de mi boca.

¿qué os ha parecido? –nos preguntó mamá.

Bueno…eeeh –empecé a responder un tanto aturdida a la vez que sorprendida-; al principio me costaba bastante porque era papá, pero poco a poco he ido acostumbrándome.

¿y tú? –preguntó mi madre dirigiéndose a mi hermano.

Al principio me daba un corte horroroso –respondió él-, pero en cuanto he perdido la vergüenza del principio, me ha gustado, es genial.

Y eso no es nada, ya vereis –continuó mi padre.

Lo que no entiendo –añadí yo- es por qué no sólo no os importa que hagamos todo esto cuando supongo que la mayoría de los padres no quieren, sino que además nos lo enseñais.

La cuestión es muy sencilla y todo tiene una explicación –contestó papá-; últimamente, mamá y yo hemos hablado bastante de ello; nos damos cuenta que ya estáis en edad de salir con amigos y de hacer todo esto; bueno, supongo que para María no será su primera vez; como sabemos que tarde o temprano lo haríais, preferimos explicaros bien las cosas para que sepáis bien el qué, el cómo y el cuándo; además, creemos que si nosotros os dimos la vida, lo lógico, según nuestra forma de verlo, es que os enseñemos a crearla; ¿no lo veis así?

Y tanto que sí, papás –respondí-; os quiero.

Me sorprendió muchísimo la reacción y los argumentos que nos había planteado papá, puesto que reflejaban una gran amplitud de miras que, ni en sueños, habría podido ni imaginar; no bien había acabado de decir este "Os quiero", que de un salto me senté entre las piernas de papá y, dándole un caluroso abrazo, le besé en sus labios. Él se llevó, también, una gran sorpresa y, al principio, me siguió la corriente; al cabo de un breve ratito, papá rompió la magia del momento y dijo.

Cambio de postura; ahora vosotras dos os pondreis debajo y nosotros encima.

Y ¿qué haremos? –preguntó mi hermano picado por la curiosidad

De momento –respondió mi padre-, verás cómo devolverles con creces el placer que nos han dado.

De momento esto –respondí yo intuyendo el desenlace pero deseando que fuesen papá o mamá quienes nos lo confirmasen-; pero ¿y después?

Despues –continuó papá-, y sólo si quereis podemos hacer el amor; mamá y yo os explicaremos todo lo que querais saber; y no os dé ninguna vergüenza preguntar, que la vergüenza la hemos olvidado ya hace tiempo. Bueno, vamos allá.

Dicho y hecho, mamá y yo nos tumbamos de espaldas al suelo y papá se sentó encima mío y mi hermano encima de mamá. Del mismo modo como antes habíamos hecho nosotras, mi hermano iba siguiendo los movimientos y gestos que papá me iba haciendo. Más que sentado, él estaba arrodillado a horcajadas encima de mi bajo vientre; con sus manos expertas me iba acariciando mi pecho con movimientos suaves; de hecho, parecía que estuviera amasando, y el placer que yo iba notando era indescriptible; era genial, y sin lugar a dudas, muchísimo mejor que lo poco que había hecho hasta ahora; las carícias de papá me habían puesto el pecho bien duro y firme y poco a poco me parecía estar flotando hacia el paraíso; si a ello le añadimos que cada vez que papá se inclinaba, su pene erecto iba frotando mi vagina, es fácil imaginar el estado en el que yo me sentía; en un momento dado, giré la cabeza para mirar a mamá y a mi hermano y vi como ella me guiñaba un ojo en señal de complicidad queriéndome decir que a pesar de la inexperiencia del "peque", ella también estaba disfrutando de lo lindo.

El súmum llegó cuando papá, en un rápido movimiento, bajó a mis tobillos dejando su cabeza a la altura donde antes estaba su cintura; inclinándose poco a poco llegó un momento en que la cara de papá estaba a pocos centímetros de mi pubis; en estos momentos, he de reconocerlo, estaba bastante nerviosa y, evidentemente, muy excitada, en todos los sentidos; yo ya sabía lo que me esperaba, no iba a ser esta mi primera vez ni tampoco la última, pero el que fuera mi padre quien estuviera allí dándome cariñosos besitos en mi sexo acariciándome de nuevo mis pechos y pezones duros y firmes, añadía una considerable dosis de morbo a la situación. Miré de reojo y vi como mi hermano también tenía sus labios en la vagina de mamá y ella le iba proporcionando un fenomenal masaje a su pene, que a estas alturas ya estaba duro y firme.

Ésta estaba siendo la vez que más había disfrutado del sexo, o del amor, tanto monta monta tanto; se notaba que papá y mamá habían practicado duranto mucho tiempo puesto que nos estaban dirigiendo hacia las puertas del placer absoluto. Y éste se vio aumentado cuando con la punta de su lengua, papá empezó a recorrer los rincones más íntimos de mi ser; me parecía estar flotando, el mundo estaba desapareciendo de mi vista y una especie de escalofrío estaba empezando a recorrer mi espalda de la cabeza a los pies; yo no quería que papá parased, y con ambas manos atraje su cabeza hacia mi entrepierna para evitar que se separase ni un ápice; en una de estas, alargué la mano instintivamente y fui a dar en el pecho de mamá; en un momento la aparté de esta zona "peligrosa" temiendo una reacción negativa por su parte, pero no sólo no me rechazó sino que tomó mi mano entre la suya y la colocó de nuevo en su seno moviéndola para que lo acariciase, al mismo tiempo que con su otra mano me hacía lo propio en mi pecho; realmente, era increíble y superaba en mucho a cualquiera de mis sueños: mientras papá me estaba acariciando el interior de mi sexo con su lengua, mamá me estaba acariciando el pecho dulcemente.

No sé el rato que estuvimos así, el caso es que un momento, papá se incorporó y, sentándose delante nuestro dijo que ahora venían "los postres". Nos quedamos un tanto sorprendidos mi hermano y yo, pero comprendí enseguida de qué se trataba cuando vi a papá que abría u preservativo y le alargaba otro a mi hermano para que hiciera lo mismo. Estaba claro ¿no?; mi padre le enseñó a ponérselo y le dijo que siempre que hiciera el amor utilizase uno; mi hermano se quedó viendo visiones se iba a estrenar, por fin; a partir de ahora sus sueños, sus pensamientos a los que siempre recurría a la hora de masturbarse a escondidas ahora se iban a hacer realidad. Una vez se lo hubieron puesto y comprobaron que nuestros sexos estaban lo suficientemente lubricados, papá le dijo que hiciese lo mismo que él; con suaves movimientos, dirigió la punta de su pene hacia la entrada de mi sexo y poco a poco lo fue introduciendo. Ahora sí que me parecía estallar de placer; era tan grande el "subidón" que llevaba encima, que no pude, ni tampoco quise, evitar el rodear con mis brazos a papá y besarlo efusivamente en sus labios.

Sin llegar a consumar el amor, papá se incorporó y dijo que, ahora que ya sabíamos lo que necesitábamos saber, había llegado la hora que lo hiciéramos entre nosotros: ellos dos por un lado, y mi hermano y yo por el otro. Yo aún me encontraba como si estuviera encima de una nube y no sabía qué decir; mi hermano, por su parte, se había quedado sin habla; estaba como bobo, puesto que se hallaba en una situación que ni en sueños habría podido imaginar; por lo que nos contó luego, cuando se masturbaba en el baño, le pasaban por su cabeza supuestas imágenes mías desnuda; y digo supuestas porqué jamás me había visto desnuda, al menos tan directamente; y ahora estaba viendo cumplidos todos sus sueños.

Papá y mamá ya se habían tumbado el uno junto el otro y estaban abrazados. Y nos miraron de reojo. Al ver que aún no hacíamos nada, mamá me indicó con un gesto de su cabeza que tomase yo la iniciativa; al final me decidí, y tomando el toro por los cuernos, bueno, para ser exactos, lo tomé por el "cuerno", lo atraje hacia mí; y con un, "No te cortes ahora, peque", lo abracé y lo fui besando con ternura; al principio eran sólo besos cortos, sólo con los labios, pero a medida que nos fuímos animando, empezamos a separar nuestros labios y nuestras lenguas se pusieron a jugar entre sí; de nuevo me parecía estar flotando, sobretodo porque en mi entrepierna notaba el pene erecto de mi hermano que me rozaba cálidamente; adivinando un poco sus deseos, le tomé su mano y la dirigí hacia mi pecho, obligándolo a que me lo acariciase como había soñado tantas veces. Si yo estaba volando, él parecía estar en órbita, y más aún cuando me incorporé y empecé a chuparle su "caramelito"; era una auténtica gozada, y poco a poco iba notando como su pene cobraba vida.

Llegó un momento en que intuí que mi hermano estaba a punto de estallar de placer y, queriendo proporcionarle su estreno en cuestiones eróticas, le coloqué el preservativo que ya habíamos dejado abierto y fui introduciéndome su pene dentro de mi sexo; como era ésta su primera vez y no sabía muy bien cómo hacerlo, me tumbé encima de él y poco a poco fui moviendo mi cintura arriba y abajo; al principio él no sabía muy bien qué hacer, pero a medida que pasaban los segundos se iba lanzando; cada vez que mi cintura bajaba, yo aprovechaba para besar a mi hermano, y en uno de los besos le dije que mienttras podía irme acariciando el pecho.

Como es lógico, al final pasó lo que tenía que pasar y ambos llegamos al orgasmo casi al unísono; al acabar, nos quedamos un rato abrazados y, cuando levantamos la vista, vimos que nuestros padres se habían quedado sentados en el suelo mirándonos. Una vez repuestos del esfuerzo y de la sorpresa les dimos las gracias por todo y con un "Ha sido genial", me senté delante de mi padre entre sus piernas y, abrazándole, le dí un efusivo beso en los labios; así nos quedamos un rato los dos, hasta que me di cuenta que mi hermano y mamá estaban de forma parecida.

Se nos había hecho muy tarde, y como al día siguiente teníamos que madrugar, nos fuímos a duchar antes de meternos en la cama; por primera vez en nuestras vidas, pero no la última, nos bañamos los cuatro juntos aprovechando que la bañera era bastante grande; nos enjabonamos mútuamente sin importarnos ni un ápice quién tuviéramos delante o al lado; una vez secos, no pensamos ni tan siquiera en cubrirnos y nos fuímos desnudos a dormir; papá y mamá se fueron a su cama, y mi hermano se vino a mi cama a dormir; bajo la sábana, estuvimos un rato charlando comentando todo lo que habíamos hecho hasta que nuestros padres nos mandaron callar desde su habitación; apagamos la luz y, después de desearnos las buenas noches con un beso, nos abrazamos y, mientras nos íbamos acariciando el uno al otro por donde no hace mucho tan sólo habíamos soñado, fuímos cayendo plácidamente en brazos de Morfeo.

Al día siguiente, fuímos a desayunar y nos encontramos a nuestros padres ya vestidos; nosotros nos habíamos levantado sin reparar en nuestra desnudez, y, después de vestirnos, nos dirigimos al coche para ir hasta El Fonoll; una vez allí, estuvimos andando por el momento y viviendo todo el día desnudos y, al caer la noche, entrábamos en nuestra casita donde dábamos rienda suelta a nuestra inspiración erótica, generalmente los papás entre ellos y mi hermano y yo, aunque alguna vez cambiábamos de pareja".

Todos nos quedamos sorprendidos al oir el relato de María, pues si bien ya hacía días que íbamos desnudos por el barco y habíamos hecho "de todo" entre nosotros, incluso entre hermanos, el hecho de haberlo hecho con sus padres nos dejó un poco fuera de juego. María se dio rápida cuenta de ello y nos dijo:

¿por qué os habeis quedado así? Pareceis bobos

Es que es un poco fuerto todo esto, ¿no? –preguntó Isabel.

No veo el por qué, si ya lo hemos hecho; y ademas vosotros en familia.

Sí, ya lo sabemos –le dije yo-, pero no lo hemos hecho con nuestros padres y delante de otros.

Bueno, pero tampoco hay para tanto –continuó María-; bueno, en parte sí que lo hemos hecho; porqué cuando hemos estado tres dos lo hemos hecho mientras el tercero miraba.

En esto tienes razón, dijo Laura; entre tres sí que lo hemos hecho.

Y ahora sólo falta hacerlo todos juntos –dijo Juan.

Ala, si que vas lanzado –terció Isabel, sacudiéndole los pelos con cariño- cualquiera diría que estás proponiendo una orgía.

Todos nos pusimos a reir por la ocurrencia tan disparatada de Isabel; o quizás no era tan disparatada y más que probable era posible y factible; esto era algo que ninguno de nosotros sabía, y sólo era cuestión de esperar acontecimientos.

Un besote a tod@s