Vacaciones en Cancún (1/7)

Primera escena de Vacaciones en Cancún con el semental.

En mi empresa las vacaciones de verano son asignadas por sorteo. A mí me tocó la mejor fecha (a partir del 15 de agosto), y cuando me enteré me puse más contenta que unas castañuelas.

Mi novio Álvaro y yo, aunque llevábamos una relación bastante inestable, decidimos aprovechar esas vacaciones para hacer un viaje juntos y ver qué tal nos iba. Yo personalmente quería una excusa para decantar la balanza. O bien volcarme con él o bien olvidarme definitivamente. Pensé que quizá sólo necesitábamos estar juntos y apartados del stress cotidiano para reavivar la pasión. Así que, a principios de Julio, fuimos a una agencia de viajes y contratamos una de sus ofertas. El viaje que elegimos era de diez días, cinco a Kenia y cinco a Cancún, y la mitad del dinero se pagaba por adelantado.

Pero ocurrió lo que tuvo que ocurrir: A finales de Julio mi relación de dos años con mi novio terminó definitivamente. Lo cual además de romperme el corazón me desbarató las deseadas vacaciones; con la consecuente pérdida de dinero, que en ese momento ni importaba. Todo el esfuerzo anual dedicado a mi trabajo se veía reducido a unas angustiosas vacaciones de llanto y aburrimiento. Para desquitarme de esas angustias, pasaba las tardes en la piscina comunitaria. Allí leía libros, tomaba el sol, y retorcía recuerdos para sacar conclusiones. En una de mis interminables reflexiones dilucidé una idea: La única capaz de sacarme de ese atolladero era yo, y mi suerte. Pero para que la suerte actuara debía ponérselo más fácil. Lo primero que debía hacer era irme de viaje como fuera. No quería ir sola porque sola además de peligroso iba a ser muy aburrido. Así que empecé a llamar a todos mis conocidos para encontrar un compañero. Necesitaba alguien que reemplazara a mi novio para poder vivir una experiencia mágica y volver a ser yo.

Al principio la labor se me antojaba imposible: Toda mi gente cercana tenía exámenes de septiembre, trabajos, o novios posesivos. Pero a sólo tres días y cuando mi esperanza se había desvanecido: recibí la llamada de mi primo Raúl. Mi madre le había dado mi número y por lo visto le había contado mi problema y mi situación sentimental. Esto segundo me desagradó bastante.

Raúl era un primo lejano, el hijo de la prima de mi madre. Como era universitario, estaba de vacaciones y además tenía un dinero ahorrado, así que se ofreció para acompañarme. Me chocó bastante su ofrecimiento porque por su edad (alrededor de los veinte años, siete menos que yo) se llevaba bien con mis hermanas, pero conmigo realmente no había tanta confianza. En ese momento era lo de menos. Lo importante era que el tío me caía muy bien, y que encima estaba como un tren de mercancías. Quizás bastante más que eso: Debido a su imponente presencia física mis hermanas y yo le llamábamos en secreto "El semental". Era y es el típico morenazo alto de cuerpo musculado con el que muchas fantaseamos. Y además tenía un extra muy ambicionado: su paquete saltaba a la vista pusiera lo que se pusiera. Raúl era el típico tío que pasaba por tu lado y te tenías que fijar aunque fueras con tu novio. Su mayor atractivo (sin haberlo visto en bañador) era su cara de tío duro de película. Eso a mí y a mis hermanas nos ponía muchísimo. Y encima, por culpa del gimnasio, el cabrón estaba cada vez más y más bueno.

En la conversación telefónica que mantuve con él me propuso acompañarme. Como me pilló desprevenida y se mostró muy amable, le dije que sí sin pensármelo siquiera. Él con más prudencia me comentó que si prefería ir sola que no tuviera reparo en decírselo. Yo no tenía mucho que pensar; pero reconozco que en ese momento me precipité y se me notó ansiosa. Estuvimos hablando de los precios, de las fechas y hasta de los sitios. Parecía muy convencido y acordamos volver a llamarnos para concretar detalles.

Colgué y me percaté de que finalmente y contra todo pronóstico me iba a ir de viaje. En consecuencia una fuerte inspiración generó una ola de ilusión que me alivió el alma. Luego, cuando volví a relajarme, me hice una figuración de lo que me esperaba: Descanso paradisíaco, playita de agua cristalina, conocer sitios nuevos... y sobre todo: Uuufff, Raúl. Por primera vez me planteé morbosamente su compañía. La verdad es que nunca había pensado en tener nada sexual con él; nuestras madres eran íntimas y por respeto a ellas nunca hubo acercamiento. Pero en un viaje la cosa cambiaba mucho: Dos jóvenes atractivos en un país caluroso compartiendo risas, experiencias, salidas nocturnas.... la tentación iba a ser insoportable. Y más allí, en bañador. Primero porque todos mis bikinis andaban escasos de tela. Y segundo porque Raúl con ese cuerpazo seguro que se ponía bañadores de los muy provocativos. Tenía muchas ganas de comprobarlo y sobre todo de verlo bien de cerca. Me lo imaginaba allí conmigo con sus musculazos morenos y con su paquete enfundado en un minúsculo boxer de lycra…..

Me daba apuro que nuestras familias supieran que íbamos a estar los dos solos por Cancún; pero ellos fueron en realidad los que lo plantearon, así que no tenía de qué preocuparme.

Con absurda prisa cogí lápiz y papel y empecé a organizarme: La ropa que iba a llevarme, el dinero, los elementos de aseo personal... A continuación cogí el teléfono y llamé a mi ex novio para pedirle que no cancelase el viaje. Él, muy sorprendido, me preguntó que con quién iba. Le mentí y para ponerle celoso le dije que con un compañero del trabajo. Su tono de voz denotó que aquello le molestó bastante. Pero ni yo iba a perderme el viaje, ni tampoco iba a pasarme la vida llorando por él. Puse musiquita.

Más tarde llamé a mi madre para bronquearla por el compromiso en que me había metido y sobre todo por haber aireado mis desgracias. Ella, en lugar de disculparse, me dijo con mucho arte que debía agradecérselo; y en cierto modo tenía razón, pero por cabezonería no lo hice. Acabé la conversación y empecé a sacar ropa del armario para ordenarla.

Minutos después, mientras sacaba las maletas de debajo de la cama, sonó el teléfono y me levanté a cogerlo; era mi hermana Patricia.

—¿Es verdad que vas a irte con el semental de vacaciones?

Cuando abrí la boca para contestar

—¿Has comprado ya la vaselina?

Mi hermana era incorregible, siempre estaba de cachondeo; y a mí me gustaba seguirle el juego:

—¿Quieres que lo grabe en vídeo?

—No, con que saques fotos me vale.

—Te noto un pelín envidiosa, ¿estás falta de sexo?

—Falta de sexo estas tú, guapa. Pero ya verás como eso se acaba prontito. No vayas a quedarte embarazada.

Me quedé flipándolo unos segundos. ¿Os habéis dado cuenta de cómo se las gastaba mi dulce e inocente hermanita?

—No va a pasar nada, histérica. Ya lo sabes.

—Sí, en cuanto os toméis la primera copita en la piscina ya verás.

—¿Ya verás qué? No somos perros. Somos adultos racionales y capaces de controlar nuestras hormonas.

—En cuanto veas a ese tío en medio de la selva con el taparrabos ya verás cómo se te ponen las hormonas. ¿Cuántos días os vais?

—Son diez días. Cinco a Kenia, cinco a Cancún.

—¿Te lo piensas follar?

........

Me quedé callada conteniendo la risa. Ella insistió:

—¿Si pasa algo vas a contármelo?

—Tú serías la última persona en enterarte.

—Bueno, pues que te den. Ya sabes. Pásatelo bien y todo eso, ¿vale?

—Yo también te quiero, adiós.

Estaba claro que no todo el mundo me veía como una chica fina y recatada. Me preguntaba qué pensaría Raúl

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