Vacaciones de Verano VII

Bajé a la sala y cuando abrí la puerta, mi sangre bajó completamente hasta mis pies y sentí que iba a desmayarme. Algo andaba mal.Estaba sorprendido, en todas las personas que pensé, incluyendo a Santiago, jamás me imaginé que la persona que tenía enfrente de mí.

Por fin tuve tiempo de escribir nuevamente. Espero que les guste esta parte de la historia también y sepan que estoy realmente agradecido por los correos y los comentarios que me mandan, que espero sigan así. Tengo nuevas ideas para nuevos relatos, pero lo que no tengo es tiempo de desarrollarlos. Decidí hacer meter algo diferente en este capítulo, por si decido alargar la historia, aunque francamente no creo que sea pronto, así que el siguiente capítulo sería como un final de temporada o algo por el estilo.

No tengo nada más que decirles, más que muchas gracias nuevamente y espero sus opiniones.

Sebastian Wine.

Rubén

Estaba emocionado porque René me había enviado un mensaje de texto muy temprano diciendo que estaría en mi casa en la noche para ver películas. Le pedí que se quedara a dormir y accedió, así que estaba esforzándome lo más que podía para que por fin, René y yo, pudiésemos tener la noche que tanto queríamos. Sabía que no sería simplemente sexo, porque no veía a René de esa manera. Quería estar con todo él, lo bueno y lo malo de él, por lo mucho o poco que durara.

Busqué buenas películas en la programación del día pero me di cuenta que lo mejor sería buscar alguna película en línea, así que me puse a buscar en una lista para ver qué resultaba interesante. Había llamado a un restaurante de comida italiana para que me recomendaran el platillo más bueno, pero opté por lo que siempre pedía yo. Dijeron que estaría el pedido en casa puntualmente a eso de las siete de la noche, y me pareció perfecto.

Era muy temprano, así que me dispuse a limpiar un poco la casa, mientras escuchaba a mi banda favorita. Ese día me sentía tan tranquilo a pesar del clima tan caluroso que había en ese momento. Andaba en ropa interior, así que cuando escuché sonar el timbre, me dirigí directo a mi habitación a cambiarme. Me puse un short de playa y una playera de tirantes. Bajé a la sala y cuando abrí la puerta, mi sangre bajó completamente hasta mis pies y sentí que iba a desmayarme. Algo andaba mal.

Estaba sorprendido, en todas las personas que pensé, incluyendo a Santiago, jamás me imaginé que la persona que tenía enfrente de mí, sin ninguna expresión, siguiese con vida, o que supiera dónde vivía. Simplemente parecía irreal, así que me llevó varios segundos asimilarlo. Hasta que sonrió y me di cuenta de que me estaba dejando ver como un retrasado mental. No sabía qué decir ni qué hacer así que pasé mi mano por mi cabello y me quedé ahí esperando una explicación sensata para entender qué hacía parado afuera de mi casa.

—No pareces muy contento de verme — dijo con la misma voz sombría que siempre había usado conmigo y con todos.

—Bueno, no sabía que estabas en la ciudad, francamente — entrecerré los ojos —, ya no me acordaba de ti.

— ¿Puedo pasar? — preguntó, y yo nuevamente no supe qué responder, así que me hice a un lado y dejé que pasara. Cerré la puerta y seguí esperando la explicación. — Tu  casa es más grande ahora, y veo que viven mejor. ¿Tus papás te visitan más a menudo?

— ¿Qué haces aquí? — pregunté sin preocuparme por sonar educado.

—Tranquilo, Rubencito, que no voy a hacerte daño, ni a ti ni a nadie que te importe…

—Bueno, eso lo sé, pero no entiendo qué haces en mi casa y francamente no sé si esto sea algo correcto — sonreí preocupado.

Se quitó su sudadera, que honestamente no entendía por qué la llevaba puesta considerando que estábamos a 35 grados en la sombra. La puso sobre el sofá y luego se sentó cruzando la pierna derecha sobre la izquierda y estirando los brazos. Me sorprendía su cinismo y su falta de educación, pero al mismo tiempo sabía que siempre había sido así.

Ni siquiera le importaba que yo siguiera parado frente a él con un signo de interrogación pintado en el rostro. Mordió uno de sus labios y me di cuenta de que había cambiado bastante físicamente. Ahora dejaba su crecer barba, y estaba más fornido, sin mencionar que se había quitado la ortodoncia y sus dientes parecían de mentiras.

— ¿Por qué no te sientas? — me preguntó sonriendo.

—Alejandro, dime qué estás haciendo aquí —dije casi suplicando —, sé  que esto no es una casualidad y que has venido por algo. Quiero saber por qué.

— ¿No crees que simplemente decidí venir a visitar a la única persona que he amado? — Volvió a sonreír y me molesté —, ¿no me crees?

—Alejandro, a ti no te creo ni la hora. ¿Se te olvida todo lo que pasamos? ¿Olvidaste que estuve en rehabilitación y ni siquiera te dignaste a visitarme una sola vez cuando tú habías sido el causante?

— ¿Ves? Por eso no funcionamos, porque siempre buscabas culpables de tus decisiones… pero no he venido a eso —  se apresuró a decir —. He estado pensando en ti últimamente, y creo que no fui justo contigo, ¿sabes?

—Me importa una mierda si fuiste justo o no, Alejandro. Me importa una mierda si alguna vez me importaste, ya no me importas, y te pido de la manera más atenta que te retires de mi casa.

—Aún te pongo nervioso, ¿no es así? — se levantó del sofá.

Sí. Pensé, aunque no de la misma manera de antes. Ahora estaba nervioso porque no sabía exactamente a qué horas iba a llegar René a casa, y no quería que encontrara a Alejandro, ya le había contado a René sobre él, pero nadie quiere ver a la persona que le gusta con la persona que una vez le gustó. Aunque debo admitir que la voz de Alejandro seguía resultando excitante, aunque ya no lo suficiente.

— ¿Nunca volviste a usar drogas? — me preguntó caminando hacia una repisa que tenía en la sala de estar y tomó una de las fotos que tenía. Negué con la cabeza apretando la mandíbula y él sonrió —. Me alegro. Yo también estuve en rehabilitación después de que terminamos — espero unos segundos antes de continuar —. Me sentía pésimo por haberte hecho lo que te hice, y no podía permitirme seguir haciéndote daño así que decidí que tenía que hacer algo para remediarlo. Sólo que cuando estuve en rehabilitación recibí la visita de tu padre — eso me tomó por sorpresa y abrí los ojos de golpe. Alejandro no estaba mirándome a la cara. Miraba fijamente la foto que tenía en las manos —. Me pidió que me alejara de ti si en verdad me importabas, y que él me pagaría la rehabilitación y además me daría dinero para que me fuera de la ciudad.

— ¿Qué mierdas? — pregunté molesto.

—Supongo que recuerdas todas las veces que te conté mis planes sobre irnos de la ciudad juntos y eso… y como tu papá me ofrecía algo para conseguir la mitad de mis planes… lo tomé, aunque eso significara que me alejara de ti — suspiró —. Igual lo que tu padre decía era cierto, y yo no era buena influencia para ti.

—Bueno… de todas maneras no sé qué quieras que te diga — admití aún molesto sentándome en un sofá.

—No vine a pedirte una oportunidad, Rubén, quizás… quiero decir, sé que no la merezco. Vine a que me perdonaras para poder seguir con mi vida, aunque dudo que encuentre algún día a alguien mejor que tú, sé que encontraré a alguien.

—Sé que lo harás — dije fingiendo que no sentía nada, aunque la verdad estaba muy confundido.

— ¿Crees que yo…? — dijo mirándome a los ojos.  Su mirada se clavó en la mía y nuestra historia cruzó mi mente en un segundo.

Había sido el primer chico en mi vida. No era sorpresa que al salir del instituto, Alejandro estuviera esperándome para ir a su casa o a la playa a pasar el rato. Aunque simplemente nos sentáramos a escuchar música que a él le gustaba, o a quemar yerba.

La primera vez que tuvimos sexo, a pesar de que ambos estábamos pachecos, él no dejó de preguntarme que si me había lastimado o algo por el estilo, y yo me sentía tranquilo al saber que al menos le importaba lo que yo sintiera. Incluso una vez trató de convencerme de tatuarnos un símbolo en el mismo lugar para saber que ambos estaríamos unidos por siempre, pero, yo no era tan estúpido, así que me negué, y a él le dio un arranque de ira y me dejó solo todo el día.

Siempre supe que Alejandro era un problema. Nunca me escondió sus vicios o que era un patán en toda la extensión de la palabra, y aún así, me interesé en él. Aún así, decidí tropezar con esa piedra, porque por lo menos era sincero, y aún así, estaba a punto de tropezar nuevamente, así que cuando sentí sus manos sobre mis piernas, y lo vi arrodillado frente a mí a punto de besarme los labios, me paré bruscamente hacia la puerta y le pedí que se marchara.

—Rubén — puso sus manos sobre mis mejillas y me hizo verlo a los ojos —, sé todo de ti. Lo bueno, lo malo… las cosas que haces bien, y las cosas que odias, y aún así… creo que eres perfecto…

—Qué curioso, porque yo también — dijo René, que estaba frente a nosotros, con un sobre en la mano y la otra mano en su cabello —. ¿Saben? Estaría celoso y molesto… pero, ni siquiera somos novios. Así que… supongo que no tengo derecho.

—René… esto — quité las manos de Alejandro y caminé hacia René —, sé que no eres tonto, y sé lo que estás pensando, pero sé que sabes la clase de chico que soy…

—Eres un chico, Rubén — René fingía que no le importaba y miraba a todas partes excepto a mí, aunque miró varias veces a Alejandro —, eso es todo lo que sé.

—Así que tú eres René — dijo Alejandro entre risitas —, te imaginaba más alto, y más bronceado.

—Lamento desilusionarte — dijo René fingiendo amabilidad —, regresaré después, Rubén… bueno, si así lo quieres y…

—Alejandro, por favor, lárgate de mi casa — exclamé ignorando a René —. No sé cómo mierdas sabes mi dirección… ni cómo sabes que René existe… ni sé quién… — en ese momento tuve la sensación de saber qué pasaba. Sólo había tres personas que conocían a Alejandro aparte de mí… mis padres… y Santiago.

Alejandro me miró a la cara como si se hubiese dado cuenta de que lo había descubierto y sacó su teléfono celular para mandar un mensaje de texto, pero se lo arrebaté y lo empujé adentro de la casa. Le pedí a René que pasara y él lo hizo manteniendo su distancia de ambos. No miré el mensaje de texto, sabía para quién era e imaginaba lo que decía.

— ¿Qué te dijo? ¿Cómo te convenció de venir acá? — pregunté molesto.

— ¿De qué mierdas hablas, Rubén? Nadie me ha pedido que venga a verte… ya te he dicho porqué estoy aquí.

— ¿Realmente crees que voy a creerte esa mierda de que te sientes arrepentido? ¿Qué te dio? ¿Dinero? ¿Sexo? ¿Por qué aceptaste, Alejandro? — no podía dejar de gritar.

—Rubén — Alejandro parecía arrepentido, y René seguía mirándonos fijamente —. Santiago… que por cierto no sé cómo es que me contactó — yo sí lo sabía —. Me pidió que viniera a buscarte.

— ¿Por qué no me sorprende? — dijo René sentándose en un sofá, sin preocuparse ya.

—No voy a mentirte, tenía la curiosidad de saber qué había sido de ti, y Santiago me dijo que la economía de tus padres estaba muy bien… y que prácticamente vivías solo… y eso. Pero me dijo que habías caído en el mismo hoyo — Alejandro miró fijamente a René —, dijo que estabas saliendo con un chico nuevo, y que no era un buen tipo.

—Ese hijo de puta — dijo René entre risas.

—Después me ofreció dinero si conseguía que René… ¿así te llamas, no? — René asintió poniendo los ojos en blanco —, si conseguía que René se molestara contigo lo suficiente para que te dejara y si yo te dejaba nuevamente. Así él podría conseguir volver contigo.

—Parece una mala telenovela mexicana — a René parecía causarle mucha gracia —, ¿tu vida es tan miserable que aceptas dinero por misiones tan estúpidas?

—El dinero es dinero — aseguró Alejandro —, no todos nacemos con la suerte de tener padres ricos, así que cuando la oportunidad se presenta…

—Vaya, por lo menos eres sincero —  René se recostó en el sofá y cerró los ojos.

El timbre de la entrada sonó y pensé que quizás sería Santiago, así que me encaminé a la puerta muy molesto, pero era el chico del restaurante que había llamado. Me sorprendió que ya fuesen las siete de la tarde. El tiempo se me había ido volando.

Fui por dinero y le pagué al joven. Dejé la comida en la mesa y volví hacia Alejandro y René. René seguía con los ojos cerrados y Alejandro tenía ambas manos sobre su cabeza. Me sentía estúpido, pero por lo menos me alegraba que René fuese más listo que los demás muchachos.

—Rubén — Alejandro resopló —, probablemente yo ya no sienta nada por ti  —, René abrió los ojos al escuchar eso —, pero debes de saber que lo que dije de tu padre es verdad. Y que si no hubiese sido por él — miró a René —, probablemente la secuencia de la historia hubiese sido otra.

—Lamentablemente… el dinero es dinero — repetí sus palabras —. Te pediría que te quedaras a cenar… pero sé que tienes asuntos que arreglar. Una cosa más — Alejandro me miró fijamente —, ¿cuánto te ofreció, Santiago?

—Eso ya no importa, Rubén… me alegra saber que René no es una mierda como yo, y que tendrás una buena vida… la mereces, Rubén. Y tú — señaló a René con el dedo índice —, no sé qué tan buen chico seas, pero, cuida a este chico, es mejor de lo que crees.

—Tenía pensado hacerlo sin necesidad de que lo dijeras — admitió René con tono sombrío.

—Entonces, creo que debo irme — Alejandro tomó su sudadera del sofá, y se la anudó en la cintura. — ¿Puedo darle un abrazo a tu novio? — René no respondió, pero cerró los ojos y eso Alejandro lo tomó como un sí. Se acercó a mí, y me acercó a él, abrazándome fuertemente. Aún usaba el mismo perfume, y por fin sentí a un Alejandro vulnerable.

—Tampoco te pases — dijo René al ver que Alejandro no me soltaba.

—Dijiste que ni siquiera eran novios — Alejandro soltó una carcajada, y luego hizo un saludo como esos que sueltan los militares para René, y salió de la casa.

Debo admitir que me sentía bastante apenado por Alejandro, pero sabía que todo había sido su elección al final de cuentas, y estaba seguro de que yo había sufrido más que él y a él eso no le importó.

Me giré hacia René y él me estaba mirando fijamente. No parecía molesto, pero estaba muy confundido y no lo ocultaba. Me senté a su lado y le di un beso en la mejilla, y otro en la oreja. Él no hizo nada, simplemente se quedó mirando fijamente hacia enfrente.

—Créeme que estamos igual de confundidos — admití.

—Lo dudo.  Alejandro es un tipo muy raro — dijo René —, pero a pesar de su pinta de delincuente, se ve que simplemente hace las cosas por su propio bienestar, lo llamen egoísmo o no, a él le funciona.

—No quiero hablar de él, René, de hecho, no quiero hablar de nada. Sólo quiero besarte.

—Lo siento, Rubén, pero tengo algo que decirte — se hizo a un lado y me miró sonriendo.

— ¿Estás embarazado? — pregunté en un tono serio.

—Jamás — sonrió —, recibí mi carta de la universidad — me mostró el sobre —, y quería que tú la abrieras.