Vacaciones de Verano VI
Escuché cómo Rubén gemía cada vez más, y luego me di cuenta de que me estaba contorsionando ya. Estiré mi cuerpo y sentí cómo botaba el semen de mi polla y aterrizaba en mi pecho. Fueron cuatro chorros y todos en mi pecho, incluso un poco en mi barbilla.
Bueno, ya sólo quedan dos capítulos más, así que espero que éste lo tomen bien, para animarme a publicar los otros. Aprecio cada uno de los correos que me han llegado y trataré de responderlos en cuanto tenga tiempo. Este debía ser narrado por Rubén, pero se me ha complicado un poco, así que también está narrado por René. Espero que les guste, y que me hagan saber qué opinan.
También gracias por sus comentarios aquí en la página que también los leo y los aprecio bastante. De verdad.
Sebastian Wine.
René
Habían pasado ya dos semanas desde lo sucedido. Papá había tenido que ir a un viaje de negocios y regresaba ese día que yo me encontraba sentado en medio de mi cama como los días anteriores. No tenía hambre ni ganas de hablar con nadie que no fuese Rubén. Lo cual estaba prohibido, porque papá me había amenazado con llevarlo a las autoridades por estar con un menor de edad y por haberlo encontrado con marihuana.
Yo no sabía qué tanto podía pasar si papá se daba cuenta que Rubén y yo nos habíamos visto o algo, pero no quería arriesgarlo a él. Lo que me pasara a mí estaba de más, porque sabía que lo merecía por tener drogas, pero él no, él ya había luchado contra ello y no tenía porqué enfrentarlo nuevamente.
Mi teléfono celular tenía un plan de renta mensual que papá pagaba, así que él tenía todo el derecho de bloquear ciertas llamadas y de que le notificaran si yo me comunicaba con ciertos números. Yo creía que eso sólo pasaba en los programas de televisión, pero en ese momento que lo estaba viviendo, me sentía tan mal por todos aquellos que lo habían vivido aunque fuese ficticiamente.
—René — Natalia entró a la habitación con un emparedado y jugo de naranja. Lo puso sobre la mesita de noche y se sentó junto a mí. —Tu papá llega esta tarde — puso su mano en mi hombro y yo hundí mi cara entre mis rodillas. — No tienes por qué estar así, ya he hablado con él.
—No creo que haya cambiado de parecer, lo conozco.
—Está dispuesto a no levantar cargos en contra de Rubén si asistes a rehabilitación… y…
— ¿Y? — la miré a la cara — y si me alejo de Rubén — sugerí y ella me miró preocupada.
—Él no tiene derecho — dijo Natalia casi en un susurro —, pero por ahora puede prohibírtelo, René. ¿Has pensado que quizás Rubén no sea una buena influencia para ti? — sentí ganas de golpearla en ese momento, pero sabía que papá no había contado otra versión más que la suya y Natalia no lo decía con maldad.
— ¿Confías en mí? — le pregunté en un tono muy sincero, y ella asintió sin pensarlo. Me levanté de la cama, y caminé hasta el clóset. Abrí una mochila y saqué el libro en el que tenía oculta la marihuana. El libro sólo tenía la primera página completa para que cubriera el hueco. Se lo entregué a Natalia y leyó la dedicatoria que había en la primera página. El libro me lo había regalado papá, así que él sabía que era mío y de nadie más, y que la marihuana también lo era. — Rubén tuvo problemas con las drogas hace un par de años — Natalia volvió su mirada hacia mí —, pero lo ha llevado bastante bien. Le pedí que me acompañara para deshacerme de mi mari… de eso, pero papá ni siquiera me ha dado la oportunidad de explicárselo. ¿Y sabes por qué? — Ella negó —, porque realmente el asunto de las drogas no le interesa tanto como tener en mente que yo sea homosexual. Porque sabe que el problema con las drogas tiene solución, y que la homosexualidad no es algo que él pueda remediar.
—Entonces, ¿tienes la seguridad de que eres… homosexual? — su tono era como el de cualquier madre preocupada… cualquier madre excepto la mía.
—Natalia, sé que para algunas personas resulta difícil, pero ser homosexual es completamente normal y se da en…
—Oye, tranquilo muchacho — sonrió —, yo no tengo ningún problema contigo siendo homosexual ni con cualquier otro chico. De hecho, he tenido la fortuna de conocer a uno que otro chico homosexual y son buenos chicos, no veo por qué deba juzgarlo sólo porque no es lo que la sociedad espera.
Natalia resultó ser mejor persona de lo que yo pensaba y más lista de lo que aparentaba. Fue la primera persona en hablarme sobre prevención en cuanto a las enfermedades de transmisión sexual sin sentir morbo alguno. Además me explicó que era más fácil para dos hombres tener relaciones sexuales porque no hay consecuencias que puedan perjudicarnos y porque no nos involucramos mucho con los sentimientos como las mujeres.
— ¿Quieres a Rubén? — su pregunta me tomó por sorpresa y mis mejillas se ruborizaron al instante. — ¿Te pone nervioso? — Sí. Pensé. — ¿Lo piensas aunque no esté contigo? — Sí. — ¿Crees que en algún momento te arrepentirías por haberle permitido ser parte de tu intimidad? — No.
—Creo que por primera vez me has hecho ver realmente cuánto me importa — dije entre risitas —, y honestamente no sé cómo pasó, quizás sea un amor de verano o algo por el estilo.
—René — Natalia suspiró —, creo que tu padre está cometiendo una estupidez al prohibirte todo esto — dijo preocupada —, pero, he visto muchos programas de televisión — no entendí a qué se refería —, si tienes más de 17 años y 6 meses, ya puedes pasar como adulto.
— ¿Eso es verdad? — pregunté algo emocionado.
—Supongo que igual podríamos investigar, así que el hecho de que Rubén y tú estén juntos no es ilegal, bueno, quizás en Rusia — dijo levantándose de la cama y caminando hacia la puerta —, pero en cuanto a las drogas, René, creo que podrías asistir al menos a una sesión. No te vendría mal, además, tus papás y yo estaríamos más tranquilos. Incluso Rubén.
Usar a Rubén para convencerme de asistir a una sesión de ese tipo fue un buen recurso, porque me hizo considerarlo, pero igual sabía que papá seguiría molesto, aunque Natalia hablara con él. Aunque yo le explicase mil veces lo que había pasado y cómo me sentía respecto a Rubén. Porque no era sólo atracción sexual lo que había, podía notarlo. Rubén se preocupaba por mí, y yo por él.
Natalia volvió con su teléfono celular y me lo ofreció para llamar a Rubén. Yo no podía creer que lo estuviera haciendo de verdad, así que me tomó varios segundos asimilarlo hasta que me lo entregó y salió de la habitación.
Pensé que sería más comprensible si Karen hiciera lo que Natalia estaba haciendo, pero Natalia le pidió a Karen que no se entrometiera en el problema que yo tenía y yo lo entendía perfectamente. Papá no iba a tomar en cuenta la opinión de dos adolescentes.
Cerré la puerta de mi habitación, pero antes de ello escuché a Natalia decirme que saldría a comprar algo. Sabía que sólo quería dejarme solo y lo apreciaba. Eran las once de la mañana, así que tenía tiempo aún antes de que papá llegara para poder hablar con Rubén.
Ya me sabía el número de Rubén de memoria, así que lo tecleé y lo llamé. Estaba nervioso, porque no había hablado con él en días. Y podía haber pasado cualquier cosa, Rubén podía estar en cualquier lugar y haciendo lo que sea que él quisiera hacer. Escuché dos timbrazos y pensé en colgar la llamada. Después del tercero, contestó algo curioso por saber quién le llamaba aunque por el tono que usó, parecía que lo intuía.
—Soy yo — dije soltando una risa de alivio.
— René — suspiró —, ¿cómo estás? Dime qué ha pasado con tu papá. ¿Está muy molesto? ¿Sigues en la ciudad? ¿De quién es este número telefónico? Dime que ya puedo verte, te extraño como loco. ¿Puedo verte ahora mismo?
—No, Rubén — dije casi soltando el llanto —, no puedes — me senté en la cama y encogí mis piernas para poder abrazarlas con mi brazo libre—. Estoy bien, no he visto a papá desde el día después del percance, pero hoy vuelve a casa. Sigue molesto, y aún tengo prohibido comunicarme contigo. Te llamo desde el número de la mamá de Karen porque al parecer le he tocado el corazón hablando de ti… y… yo también te extraño más de lo que debería.
— René, necesito verte… tengo pesadillas en las noches, en las que tu papá te aleja de mí y ya no puedo verte, ni abrazarte, ni siquiera hablar contigo. No quiero si quiera pensar que esa posibilidad existe.
— Bueno, lo único que sé, es que esto no es Romeo y Julieta — intenté hacerlo reír, pero no escuché una respuesta de su parte —. Y esto es el siglo XXI así que papá no puede alejarme de ti por mucho tiempo.
— Quiero acompañarte a rehabilitación… por lo menos a una sesión… y si me lo permites, quiero hablar con tu papá también. No fue la mejor manera de conocernos y sé que puedo causarle una buena impresión a pesar de lo que pasó. René… me importas mucho. Y ya sea que estés conmigo de la forma en que quiero o no lo estés… quiero que estés bien y que seas feliz. Y las drogas no te llevan a ello…
— Aceptaré ir a una sesión sólo si todos dejan de verme como un drogadicto.
— Yo no te veo así — aseguró con una voz seria —, de hecho, la palabra drogadicto está muy alejada de la manera en la que te veo…
— ¿Sí? — Le indiqué que prosiguiera.
— Apenas vas a cumplir 18 años, y ya eres una persona más madura que yo. Estar contigo me hace sentir bastante bien… y a pesar de que en cualquier momento se acabarán tus vacaciones…. ¡Oye! — Me cambié el celular de oreja para seguir escuchándolo —, ¿qué ha pasado en la universidad de tu ciudad? ¿Te han aceptado?
—Tristemente… sí. Tenía la esperanza de que no lo hicieran y así sólo tener la opción de estudiar acá, pero ahora tengo que esperar la respuesta de la universidad de aquí para saber qué va a pasar…
—Bueno, era de esperarse que te aceptaran. Ahora sólo queda tener un poco de fe. ¿Cuándo podré verte, René? De verdad, quiero hacerlo, quiero estar seguro de que estás bien.
— ¿Quieres hacerlo? — pregunté burlándome del doble sentido de la frase.
— No… no me refería a eso — soltó una carcajada.
—Entonces ¿no quieres? — estiré las piernas y puse mi mano bajo mi nuca.
— René no me hagas esto, si supieras como me tienes en este momento, te sentirías mal por no poder estar juntos.
— Bueno, creo que te entiendo, porque tú me tienes igual a mí.
Metí la mano debajo de mi pantalón, y comencé a tocarme. Rubén hizo lo mismo, me decía exactamente lo que hacía y lo que llevaba puesto. Se quitó la playera y pasaba su mano por su pecho imaginando que era yo.
Me desabroché el pantalón y comencé a masturbarme mientras hablaba con él. Él estaba igual que yo.
— René, me tienes como loco, quisiera que estuvieras aquí conmigo — decía entre gemidos.
Me quité la camiseta que llevaba puesta y me di cuenta que estaba sudando. Se lo dije, y dijo que él también. Sentía mi polla punzando. Tocaba mi glande y cerraba los ojos imaginando que tenía a Rubén ahí, cubriendo mi polla con su boca. Pasaba mi mano de arriba abajo cada vez más rápido, hasta que comencé a sentir escalofríos.
— ¿Ya vas a venirte? — me preguntó agitado.
—Eso creo — admití también casi sin poder hablar.
— Yo también — dijo entre risitas.
Escuché cómo Rubén gemía cada vez más, y luego me di cuenta de que me estaba contorsionando ya. Estiré mi cuerpo y sentí cómo botaba el semen de mi polla y aterrizaba en mi pecho. Fueron cuatro chorros y todos en mi pecho, incluso un poco en mi barbilla.
— ¿Te has corrido también? — me preguntó tratando de respirar tranquilamente.
—Sí — dije aún con los ojos cerrados.
— Quiero verte pronto — añadió.
—Yo también… pronto será — dije esperanzado.
Estuvimos hablando así casi dos horas. Y me parecieron minutos. Tuvo que llamarme él a mí para no abusar de los minutos de Natalia, que ya se había portado bastante bien conmigo. Rubén y yo tuvimos más problemas en terminar la llamada que en cualquier otro tema. Porque ambos sabíamos que no tendríamos la certeza de volver a hablar pronto.
Cuando terminé de hablar con él, me levanté de la cama y me di una ducha rápida, y después limpié bien el teléfono celular algo avergonzado. Tomé el emparedado de la mesita de noche y comencé a comerlo. Bebí del jugo y luego bajé a la cocina para lavar el plato y el vaso. Karen estaba en la sala junto a Shantel y a Jamie que se acercaron rápido a mí y me preguntaron que si cómo estaba. Las dos parecían echarme de menos porque contaban que las salidas en grupo no eran lo mismo sin mí golpeando a Santiago cada vez que intentaba acercarse a Rubén.
Eso me hizo pensar en la posibilidad de una reconciliación por parte de ellos dos, pero acababa de hablar con Rubén y no parecía que Santiago hubiese cruzado su mente en ese momento. Después Shantel aclaró que Rubén siempre se iba de las reuniones antes de que acabaran y que parecía bastante deprimido. Eso, lejos de hacerme sentir más seguro en cuanto a que no pensaba en andar con alguien más, me hacía sentir terriblemente mal por hacerle pasar todo eso a Rubén.
Miré que el auto de Natalia se detuvo en la cochera, y ambas puertas se abrieron. Sentí un espasmo en el estómago y le dije a las chicas que lo mejor era irme a mi habitación porque me esperaba una buena lección. Ellas me dieron un abrazo y luego las tres salieron de la casa rumbo a la playa.
Regresé a mi habitación y esperé a que todo pasara tal cual como debía pasar. La puerta de mi habitación no se abría, así que me encontraba cada vez más nervioso. Me levantaba de la cama, y me volvía a sentar sin poder estar tranquilo. Alguien tocó la puerta y yo me sobresalté un poco, debo admitir. Le pedí que pasara a quien quiera que fuese y me llevé una gran sorpresa al ver que no era papá, sino mamá.
— ¡Mamá! — caminé hacia ella y le di un abrazo.
—René — su voz sonaba diferente, como si algo le hubiese pasado también a ella. No sonaba molesta, sino más bien decepcionada o algo así —, tu padre ha hablado conmigo sobre lo que ha pasado.
—Mamá, yo…
—No sé quién sea este chico, Rubén… pero — fue muy directa, ni siquiera suavizó lo que quería decir, intenté interrumpirla pero siguió hablando —, sólo quiero decirte, que no tienes porqué sentirte mal por sentir algo por ese chico.
Me llevó dos minutos analizar lo que mamá decía y darme cuenta de que lo que mamá había dicho no lo había imaginado. Ella sonrió, y se sentó en mi cama pidiéndome que me sentara junto a ella. Yo no sabía qué decir, ¿qué podía decir?
—René… siempre lo he sabido. Sobre tu orientación, quiero decir, lo de la marihuana me ha caído por sorpresa y hablaremos de ello después, pero por ahora, Natalia ha hablado conmigo, y me contó ciertas cosas que ella notó en ti. Y no podía creerlo hasta ahora que te veo sin esas perforaciones que tan mal te hacían ver. Además dice que este chico también te quiere a ti… y eso es suficiente para mí, René, que tú seas feliz siempre ha sido mi única aspiración y no lo estaba haciendo bien.
—Mamá, no sé qué decir… sé que no he sido el hijo perfecto… pero…
—Nadie es perfecto, René, ni tu padre, ni yo, ni tú, mucho menos tú, que apenas empiezas a cometer tus primeros errores. No sé qué haya sido lo que te haya llevado a las drogas, o si sólo empezaste con la intención de saber qué se sentía… pero sé que eres mejor que eso… sé que nunca has necesitado de nada ni de nadie para saber que vales la pena… yo lamento no haberme acercado antes a ti, para decirte todo esto, pero me dejé llevar por mi vida sentimental y me olvidé que tenía que ayudarte con tu vida también… porque al final de cuentas… eres mi hijo.
Mamá estaba llorando, e incluso yo quería llorar, pero no lo hice, porque sabía que papá entraría en cualquier momento y no quería que me viera así. Mamá me dio un abrazo y yo la abracé a ella. Cuando nos soltamos, miré que la puerta se abría nuevamente y Natalia entró junto a mi papá. No me miraba a la cara. Pero les pidió a mamá y a Natalia que lo dejaran solo conmigo.
Yo estaba a la defensiva, porque sabía que en cualquier momento comenzaría a gritarme. Sabía que si bajaba la guardia, las cosas no serían como con mamá y todo se iría al carajo. Papá sacó un folleto de su saco y me lo entregó. Pensé que era de algún centro de rehabilitación o algún colegio militar al que me enviaría, pero no, era de personas que habían caído en la adicción y que no habían podido salir de ahí, hasta que la muerte llegó por ellos.
—Yo no quiero eso para ti — dijo en un tono sombrío —, lo tomé muy mal, René… pero supongo que estando tú en mi lugar, habrías hecho lo mismo.
—Sí, pero…
—Déjame terminar — dijo educadamente —, estuve dos días con un psicólogo educándome sobre la homosexualidad, y me hizo ver cosas que yo no entendía, como que tú no estabas enfermo y que no era sólo una decisión… y aunque aún no termino de comprenderla… me di cuenta de que no tengo que hacerlo. No me importa de qué vaya la homosexualidad — creí que estaba molesto —, no me importa que hagan en esos lugares… ni mucho menos me importa lo que hagan en la cama… pero me importas tú, René. De verdad, y si esa es la vida que quieres llevar, si eso te hará feliz, y tendrás una vida donde no sufras… entonces voy a apoyarte. Lo haré. Pero necesito que me des tiempo de asimilar las cosas y reacomodar mis planes de vida… para poder incluirte a ti… y a… algún otro chico con el que decidas estar.
Todo ese día pareció un capítulo de alguna telenovela. Mamá llorando, papá pidiéndome disculpas por haber reaccionado mal, Natalia hablando con la ex mujer de su marido, y yo encerrado en mi habitación sin poder verlo. Era todo lo que quería, estaba contento porque ahora podía considerar la idea de tener una relación de verdad, a pesar de que apenas alcance la mayoría de edad.
Dos días después, cuando mamá se regresó a nuestra ciudad, y papá volvió al trabajo como normalmente, yo pude ir con él. Poder verlo nuevamente y sentirlo.
—Te extrañé tanto — me susurró en el oído. Estábamos en la sala de su casa, abrazados en el sofá. Tenía su mano en mi pierna, y la otra en mis hombros. Era tan feliz estando así con él que no quería que el tiempo pasara. Porque si algo había aprendido, era que las cosas no eran para siempre.
—Y yo a ti, Rubén… pasaba mis noches pensando en esto… en ti… en estar juntos.
—Aún no me creo todo lo que me contaste. Quiero decir, me encanta que tus padres hayan reaccionado tan de buena manera, pero… me parecía tan imposible la idea de ello, sobre todo por la mirada que tu padre me lanzó.
—Bueno… tampoco quiere decir que te quiera… simplemente quiere que su hijo sea feliz… y tú me haces feliz.
—Tú me haces feliz a mí también — me dio un beso en la frente, y subió su mano hasta mi abdomen. Se acercó a mí y besó mis labios.
Me levanté y me subí sobre él acomodando mis piernas a los costados de sus muslos. Metí mis dos manos por su cabello y acerqué su cara a la mía para poder besarlo con más facilidad. Puso sus manos sobre mi cintura y me besó tanto como yo a él. Me quité mi playera, y él dejó de besarme. Acercó sus labios a mi pecho y lamió cada espacio de él. Mordía mis tetillas levemente y luego las lamía de nuevo.
Le saqué su playera, y sentí nuestros cuerpos cálidos unirse en uno solo. Me recosté en el sofá y él se recostó sobre mí. Besó mi cuello, y yo me dejé llevar. Podía sentir su pierna derecha entre mis piernas rosando con mi polla. Estaba feliz, porque por fin el momento había llegado, y Rubén y yo por fin íbamos a hacerlo. Había estado esperando ese momento como loco.
Se movió un poco de modo que su polla, que estaba cubierta por su pantalón aún, y la mía, que también estaba cubierta, se rosan la una a la otra. Me sentía tan bien. Estábamos sudando. Su sudor caía en mi pecho y eso me excitaba más.
Su celular comenzó a sonar, y yo le pedí que no respondiera. Puse mis manos sobre su pantalón e hice ademán de querer quitárselo. Él se movió para atrás y eso me molestó un poco, porque iba a responder su celular.
—Lo había olvidado — me dijo molesto —, René, tienes que acompañarme a un lugar.
— ¿De qué hablas? ¿A dónde?
—No puedo decirte, es una sorpresa. No puedo creer que lo haya olvidado, yo lo planeé. Los demás nos están esperando.
Me puse mi playera sin entender muy bien a qué se refería. Sentía como la erección bajo mis pantalones iba descendiendo. Por lo menos sabía que Rubén también se había molestado y que yo no era el único con ganas de estar con él.
Se puso su camiseta, y luego corrió arriba, hacia su habitación y bajó con algo que no pude distinguir qué era. Me pidió que lo siguiera y yo así lo hice. Cerró la puerta con llave y luego entramos a su camioneta. Hizo bromas que me molestaron pero al mismo tiempo me hicieron reír.
—Sé que algún día lo podremos hacer — sonrió y luego me dio un beso en la mejilla.
—Espero poder aguantar — enarqué mis cejas y él soltó una carcajada.
Debo admitir que no tenía en mente nada de lo que Rubén había planeado. Incluso pensé que iríamos a una sesión en rehabilitación o algo así, pero cuando se detuvo enfrente de una casa, me di cuenta de que no era ningún centro de rehabilitación. Además, había música algo fuerte, y podía darme cuenta de que había personas varias personas enfrente.
—Te enviaré un mensaje de texto para decirte cuándo puedes entrar, así que espera afuera.
Me bajé de la camioneta, después de Rubén y vi cómo entraba a la casa, pidiéndome que lo esperara y dándome un beso en los labios. Entró y yo saqué mi celular esperando su mensaje. La música bajó un poco el volumen y luego sonó otra canción que no conocía. Rubén se había metido a la casa con aquella cosa que había salido de su casa que no reconocí.
La casa estaba grande, y me parecía conocida, quizás era de alguno de sus amigos y yo la había visitado en alguna de las fiestas a las que fuimos los primeros días. Pensar en los primeros días me causó gracia porque ni siquiera era tanto tiempo, y yo sentía que ya los quería, por lo menos a Rubén, Shantel y a Jamie. Claro que a mi hermanastra también, incluso a José.
Comencé a desesperarme un poco porque Rubén no me enviaba ningún mensaje de texto. Revisé mi celular y nada. Había varios carros ahí, quizás más de los que yo había visto antes, así que pensé que quizás la gente que estaba ahí no eran amigos míos, aunque eso sería lo más común, yo no conocía a nadie ahí.
El flash de mi celular parpadeó varias veces indicándome que había recibido un mensaje y lo leí. Era Rubén que me decía que pasara. En ese momento, la escena de la película Carrie cruzó por mi mente y me imaginé entrando a la casa mientras me caía un balde de sangre de puerco o algo así. Abrí la puerta despacio, y cuando entré, vi que todos vestían iguales y se me hizo algo raro.
Entonces caí en cuenta. Era una especie de ceremonia de graduación. Sólo que el único que se graduaba del instituto era yo. Shantel, Karen, Jamie, llevaban una toga y un birrete, igual que Rubén, José y Fran. Los demás invitados sólo llevaban un birrete. Me sentí apenado la verdad.
—Todos los que estamos aquí ya nos graduamos del instituto, y deseábamos volver a vivirlo, por eso no quería que te privaras de ello — me dijo Rubén —, Karen me dijo que tu ceremonia de graduación fue la semana pasada, así que decidimos hacerte una de verdad. Con toga, birrete, y buena música.
Una chica que no reconocía se acercó a mí y me dio una toga. Y un birrete, el cual lanzamos al aire un rato después.
Debo admitir que fue una gran fiesta. Sobre todo porque nadie se portó como Santiago o como yo, y nadie discutió, sino que se esforzaron por pasarla bien. Supuse que se debía a que la casa estaba llena de alcohol y sin ningún adulto responsable que nos dijera que nos estábamos excediendo.
Incluso Rubén y yo bebimos demasiado. Hubo un momento en el que ya no podía pararme sin tambalearme. Así que Rubén me dijo que lo mejor era que dejáramos de beber y nos fuéramos a casa, pero Karen dijo que no podríamos conducir en ese estado. Shantel ya había vomitado tres veces y seguía bebiendo.
José y Jamie se habían ido de ahí, y todos hacían bromas de que seguramente estaban follando en alguna parte de la casa. Era la casa de Shantel, lo supe porque había fotos suyas en un mueble de cuando era una niña.
Rubén me tomó de la mano, y me pidió que lo siguiera. Subimos a una de las habitaciones en casa de Shantel y nos deshicimos de la estúpida toga que ambos llevábamos mal puesta ya. No sabía si era por el alcohol pero me sentía muy mal. Rubén parecía muy tranquilo, pero en cuanto se acostó en la cama empezó a dormitar.
Me recosté junto a él, y nos quedamos dormidos casi al instante.