Vacaciones de verano para mí
Irse de vacaciones con un grupo de chicas solo puede traer cosas positivas.
Por fin había terminado el último curso de la carrera y solo me quedaba esperar la evaluación del proyecto, que sería dentro de unos meses. Ahora tenía por delante un montón de tiempo, algo de dinero y muchas ganas de liarla. El problema era que estaba sin planes y no me apetecía hacer nada solo.
Por suerte, mi gran amiga Irene, con quien llevaba un tiempo compartiendo piso, tenía la solución a mis problemas. Se iba a ir con unas amigas a pasar 20 días a un apartamento en la costa y me propuso ir con ellas porque así salía más barato por persona.
No sabía ni quién iba a ir, pero acepté porque no tenía ningún plan mejor y porque Irene es mi mejor amiga y siempre me lo paso bien con ella. Irene y yo siempre hemos estados muy unidos, desde pequeños, y aunque a veces me he sentido atraído, la verdad es que nunca ha pasado nada serio entre nosotros. Algún escarceo tonto de vez en cuando y poco más. Ella es más bien baja, de cuerpo redondo, muy guapa de cara y con un culo que es la parte de su anatomía que más me gusta.
En los días previos a irnos, ya me informé mejor de dónde íbamos exactamente, quiénes éramos, qué plan había, etc. También aproveché para comprarme ropa de playa, crema protectora, gafas de sol, etc. Me apetecía un montón salir de la ciudad y pasar tres semanitas sin hacer nada en la playa. Solo dormir, comer, beber, tomar el sol, intentar echar un polvo y beber más.
Cuando llegó el día, cogimos el equipaje y fuimos a buscar a Laura en el coche de Irene. Nosotros tres iríamos en un coche y ahí nos encontraríamos con el resto de la expedición.
Laura es una chica un poco especial. A mí me cae muy bien, pero suele ser bastante borde con todo el mundo. No es que lo haga con maldad, en el fondo es muy buena chica, pero siempre te corta al hablar y contesta de forma muy seca. Físicamente no es gran cosa. Es alta y muy delgada, no tiene curvas por ningún sitio y de cara no es muy agraciada tampoco.
El viaje duró 3 horas, que pasamos escuchando CDs, cantando, riendo y aguantando que las dos se metieran conmigo. No sé qué pasa conmigo, que la gente tiende a bromear siempre conmigo.
Cuando llegamos, tardamos un buen rato en dar con el apartamento, que al final no estaba tan "a primera línea de mar" como nos habían prometido, sino a unos buenos 15 minutos andando de la playa.
El apartamento era más o menos espacioso y tenía una habitación grande con una cama de matrimonio, una habitación más pequeña con dos camas separadas y dos sofás camas en el comedor. En uno de ellos iba a dormir yo. También tenía un poco de terracita que daba a la piscina comunitaria, cocina equipada y dos cuartos de baño con ducha, uno de los cuales en la habitación con la cama de matrimonio.
Nos aposentamos y fuimos a hacer la compra, porque el resto del grupo llegaría más tarde.
Mientras volvíamos del súper, Julia llamó y le indicamos el camino hacia el apartamento, así que cuando llegamos con la compra ya nos estaban esperando. Acabamos de ordenarlo todo y aposentarnos y ya estábamos oficialmente instalados. Eran casi las 7 de la tarde, pero aún hacía bastante sol, así que nos animamos a ponernos los bañadores y bajar a la piscina un rato.
En la piscina, me sentía como el dueño de mi harén particular. Irene, que ya os he descrito, con un bikini verde bastante normalito. Laura, con un bikini que le quedaba un poco grande, sobre todo por arriba, porque tenía un busto muy escaso. Mireia, de estatura media, un poco gordita, con unas tetas bastante grandes. Marta, la más atractiva del grupo, llevaba un bikini que realzaba su cuerpo escultural. Era alta, esbelta, con un pecho bien provisto, unas piernas largas y ya un poco bronceadas, un vientre que se nota un poquito, pero solo un poquito, y un culo que es una obra de arte. Y, finalmente, Julia, la hermana pequeña de Marta, que es muy parecida a su hermana, pero un poco más bajita y menos exhuberante.
Y entre ese repoker de damas, yo. Mido 1,80, tengo sobrepeso y he tenido complejo de gordo toda mi vida.
Estuvimos un par de horas en la piscina, cenamos en casa y luego fuimos a inspeccionar la zona en busca de bares y zona de marcha, pero nos recogimos pronto y a las 3 ya estábamos durmiendo.
Al día siguiente, Julia y yo fuimos los primeros en despertarnos. El hecho de dormir en los sofás cama del salón influyó bastante en eso. Yo iba solo con el pantalón del pijama y ella con el pijama entero, que consistía en camiseta corta y pantalón minúsculo. Se podía adivinar a través de la ropa que llevaba bragas, pero no sujetador.
Ya que estábamos los dos despiertos, me puse a hacer café y preparamos algo para desayunar. Durante el desayuno, Julia me regaló algún que otro momento fugaz en el que se agachaba lo suficiente para que pudiera verle las tetas por el cuello de la camiseta.
Poco a poco se fueron despertando las demás y se iban sumando al desayuno. Todas iban más o menos igual. Ya fuera pijama propiamente dicho o camiseta y bragas, todas iban bastante frescas, luciendo piernas y con las tetas libres. Todas menos Mireia y Marta, que se notaba que llevaban sujetador.
Yo - Vamos a ir a la playa, no? Voy a ponerme el bañador mientras desayunáis.
Irene - Sí, sí. Desayunamos, nos ponemos los bikinis y vamos a la playa.
Fui a coger mis cosas y me cambié en el baño, no sin antes hacerme una buena paja para bajar la calentura que tenía encima. Cuando salí, las chicas estaban charlando muy animadamente. A veces incluso parecía que discutieran, pero no, se las veía de buen rollo.
Julia - Que a él seguro que le da igual, y yo lo tengo claro, que son mis primeras vacaciones así sin mis padres.
Marta - Ya, Juli, pero no cuesta nada ver qué pensamos las demás, no?
Irene - Yo creo que estamos todas de acuerdo, no? Si Mire no quiere no pasa nada, cada una que haga lo que quiera y ya está.
Mireia - Claro, por mí no os preocupéis, haced lo que queráis, no me importa, de verdad.
Yo - ¿De qué habláis, chicas?
Irene - Joder, Jon, ¿vas a estar todas las vacaciones diciendo "chicas" al final de cada frase o qué?
Yo - Si quieres digo chicos, eh.
Laura - No digas nada mejor, anda. Vaya lo que has tardado en cambiarte, eh, a saber que hacías ahí encerrado tanto tiempo.
Julia - Dejad al chaval en paz, pobre. No les hagas caso, Jon. ¿Cogemos agua o algo, no?
Marta - Sí, ya puse yo ayer en la nevera para tenerla fría hoy. De comer y eso ya compramos por ahí, vale?
Llegamos a la playa y me dio un poco de bajón. A mí siempre me ha gustado la playa, supongo que porque me queda lejos y la he pisado pocas veces, pero me agobia mucho cuando está a rebosar de gente y, cómo no, ese era el caso. Nos costó bastante encontrar un lugar relativamente cerca del agua en el que cupiéramos todos, pero lo logramos. Veíamos al resto de gente superpreparada con sombrillas, tumbonas, neveras portátiles... Y nosotros solo teníamos nuestras toallas y dos botellas de agua fría.
Estiramos las toallas, nos fuimos quitando la ropa y saqué la crema para irme dando. Soy muy blanco de piel y si no me pongo crema de factor 50 en seguida me quemo. Mientras me daba crema, veía a mis amigas en sus bikinis, todas preciosas, y me quedaba medio embobado con la escena. Le pedí a Irene que me diera crema por la espalda cuando pudiera, cosa que aceptó como siempre.
Me estaba fijando en las chicas cuando Julia se giró de espaldas a mí y pude ver que llevaba un bikini de tanga. Casi se me para el corazón de la impresión, qué pedazo de culo. Además, se agachó para coger la bolsa y cambiarla de sitio y pude ver ese precioso culito en pompa cubierto por una pequeña tira de tela.
Irene - Venga, túmbate de espaldas, que te echo crema y te doy masaje. Luego cambiamos, vale?
Yo - Encantado.
Julia - Y luego a mí, ¿vale?
Mireia - ¡Y a mí!
Yo - Para eso me queréis, para que os dé masajes.
Laura - Ya que has venido, al menos haz algo útil no?
Julia - Joder, Laurita, cómo te pasas no?
Desconecté de la conversación porque quería sentir el masaje de mi amiga del alma y porque tampoco me apetecía escucharlas. Estuvo cinco o diez minutos trabajándome la espalda, que es bastante grande debido a mi tamaño, y me pidió el relevo.
Cuando me levanté para darle el masaje a Irene, me llevé la segunda sorpresa agradable del día. Julia se había quitado la parte de arriba del bikini y estaba tomando el sol boca arriba, dejando sus preciosas tetitas blancas al sol. Marta y Mireia se habían desabrochado el bikini, pero estaban de espaldas. Laura estaba boca arriba, pero con el bikini entero, e Irene, se acaba de tumbar boca abajo para que le diera masaje y se quitó también lo de arriba, dejando ver sus tetas fugazmente.
De las cinco, a las únicas que había visto en topless antes eran Irene (varias veces) y Marta (dos veces). De repente me imaginé que ese verano podría ser mucho mejor de lo que pensaba en un principio y se me puso completamente dura.
No sé si Irene notó algo cuando me senté en su culo para darle el masaje, pero no dijo nada. Estuve un buen rato poniendo crema y masajeando la espalda de mi amiga mientras iba echando miradas al pecho de Julita. Además de por lo buena que está, me daba mucho morbo ver lo blancas que tenía las tetas. ¿Sería esa la primera vez que hacía topless?
Yo - Ya está.
Irene - ¿Yaaaaaaa?
Yo - Te quejarás, he estado un buen rato.
Irene - Pero es que lo haces tan bien...
Julia - Nada, nada, me toca a mí. Venga, Jon, mi turno.
Y tras decir eso, se dio la vuelta y a la gloriosa de vista esos dos pechos que parecían peritas dulces la sustituyó la vista igualmente agradable de ese culo perfecto, que parecía obra de algún dibujante de comic erótico. Por si eso fuera poco, lo siguiente que hice fue sentarme encima de ese culo para masajear la espalda de esa pequeña diosa de la belleza.
Le eché crema y empecé a expandirla dando un masaje y no tardó mucho en soltar los primeros gemiditos. Eso me pone cardíaco perdido. Marta se giró a ver qué hacía su hermanita y le quedó el bikini mal puesto, de modo que tenía una teta tapada y la otra al aire.
Marta - Cuida bien a mi hermana, eh, que es joven y virginal.
Julia - Jajaja. Joven sí, virginal ya no sé, jajajaja.
Marta - Jajajaja, ¡serás guarra!
Julia - Habló.
Marta - Oye, que yo soy muy casta, eh.
Irene - Ya, yaaaaaa.
Mireia - Jajaja, cómo sois.
Marta se giró boca arriba y se quitó del todo la parte de arriba, así que ahora tenía las impresionantes de Marta a escasos metros de mí y el suculento culo de su hermanita debajo de mi cuerpo.
Marta - Yo también quiero masaje, eh.
Mireia - Eh, yo se lo pedí antes.
Marta - Las que hacemos topless tenemos preferencia, a que sí, Jon, que te gusta vernos las tetas.
Julia - Pues las que llevamos tanga más rato de masaje, entonces, es lo justo.
Jon - A mí no me metáis en vuestras movidas, yo le hago masaje a quien me lo pida.
Laura - A mí no hace falta, gracias.
Mireia - Pues el resto tocamos a más.
Marta - Venga, Jon, deja ya a mi hermana, que nos ponemos celosas.
Mireia - Eso, va, que me toca a mí.
Julia - Y una mierda, que aún no ha terminado. ¿A que no, Jon?
Jon - Un poco más y paso a Mireia.
Marta - ¿Y a mí qué?
Jon - Tú luego.
Mireia - Eso, que lo de las tetas te lo has inventado tú. Irene no hace topless y ha sido la primera.
Irene - ¿Cómo que no? - Y se puso boca arriba también, ya eran 3 las que me deleitaban con su pecho descubierto, y solo era el primer día.
Mireia - Estáis compinchadas, así no juego.
Jon - No les hagas caso, Mire, ahora te toca a ti.
Y tras decir eso, con todo el dolor de mi corazón, desmonté del culo de la preciosa Julia y lo cambié por el de Mireia. Me sabe mal decirlo, pero el rato que estuve masajeando a Mireia, estaba pensando ya en mi siguiente objetivo, Marta.
Eso no quiere decir que no me esmerara y que no le diera un masaje lo mejor que sé a Mireia, pero tenía a la vista el cuerpo de Marta, esperando por mí, boca arriba, con las piernas largas, su monte de Venus tapado por la tela del bikini, su ombligo, su pecho coronado por dos pezones redondos y algo chafados y una areola algo pequeña. Al lado estaba Julia, su hermana, de espaldas, pero igualmente atrayente. Sus pies, sus piernas, su culo cubierto por un simple tanga, su espalda perfecta que hacía unos minutos había estado masajeando. Después estaba Laura, que se veía extremadamente delgada en comparación, pero aún y así me resultaba apetecible y luego Irene, mi amiga del alma, con su cuerpo más lleno y sus pechos con forma de pera y pezones anchos con una areola estilo galleta María.
Ya llevaba un rato masajeando a Mireia cuando Marta se dio la vuelta, se bajó un poco la braguita del bikini, dejando ver un poco de línea considerablemente más blanca que el resto, y con una voz forzadamente sensual me dijo:
Marta - ¿Aún no me tocas a mí?
Jon - Sí, ya te toca a ti, pesada.
Marta - ¿Pesada? Si lo haces de mala gana no hace falta.
Jon - Lo hago encantado, mujer.
Me coloqué sobre Marta y empecé a darle un masaje. Al igual que su hermana, no tardó en dar gemiditos, aunque los suyos eran un poco forzados. Julia se giró, saludándome con su pecho blanquito, y se metió un poco con su hermana igual que le había hecho ella antes.
Julia - Chicas, me muero de calor, ¿quién se viene al agua?
Mireia - Yo dentro de un rato, que tras el masaje me he quedo traspuesta.
Laura - Yo voy.
Irene - Yo también.
Antes de irse, Laura se quitó también el sujetador del bikini, pero lo hizo estando yo medio de espaldas, así que no llegué a verla bien.
Marta - Ahora que no está, ¿qué te parece mi hermana?
Jon - ¿Que qué me parece? Muy maja.
Marta - Ya, y muy agradable y divertida. Que qué te parece como mujer, que anda que no le metes repasos.
Jon - Hostia, es que está muy buena. Estáis muy buenas. No quería haceros sentir incómodas, pero no soy de piedra y hay que ver cómo estáis.
Marta - Vaya, vaya, el semental, que no se puede controlar. Que a mí que mires así disimuladamente no me parece mal, hasta me halaga, pero es mi hermana pequeña y tengo que protegerla de los depredadores.
Jon - Si yo soy inofensivo, mujer.
Marta - ¿Y no te hubiera gustado seguir el masaje por todo su cuerpo? ¿No te hubiera encantado que se diera la vuelta y masajearle esas tetas tan perfectas que tiene?
Jon - Joder, pero eso es normal, contigo también me pasa.
Marta - A ver, sal.
Me retiré de su culo y se giró, dejando de nuevo sus tetas en frente de mi cara.
Marta - Venga, sigue.
Jon - Tía, que da mucho el cante, que esto está lleno de gente.
Marta - A nadie le importa, cada uno va a lo suyo. Como mucho alguien nos verá y se llevará una alegría. Venga, ¿no decías que te morías de ganas de masajearme las tetas?
Estaba supercortado, muerto de vergüenza. Por un lado, está claro que me moría de ganas de agarrar esos pechos y sobarlos por todas partes. Además, la niñata me estaba retando, y si no respondía bien, me iba a perder el poco respeto que me pudiera tener ya. Por otro lado, me daba muchísimo corte estar rodeado de gente por todas partes, que iba a dar el cante fijo. Sin embargo, no sé si porque se me acumulaba la sangre en la polla y no quedaba para el cerebro o por qué, me senté encima de ella, cogí la crema y le eché un chorro en el canalillo.
Le cambió la cara, no se lo esperaba. Se pensaba que me iba a rajar y ahora me miraba asombrada. Pero no decía nada, así que ni corto ni perezoso baje las manos a su pecho y empecé a expandir la crema por sus tetas, sin recrearme demasiado, solo expandirla bien por todas partes.
Marta - No pensaba que lo fueras a hacer. - Dijo mientras yo seguía a lo mío y empezaba a jugar un poco con sus pechos. Los apretaba, pasaba los dedos por los pezones uno tras otro y los iba pellizcando.
Jon - ¿Paro? - La conversación era muy lenta, con espacios muy largos de silencio entre frase y frase. Yo cada vez disfrutaba más del juego y sus pezones ya estaban bien salidos.
Marta - Sí, será mejor que pares. - Al decir eso, dejé las manos quietas sobre su pecho, una encima de cada teta, notándolas con toda la mano.
Jon - Como quieras. - Y retiré las manos y me retiré yo.
Marta - Ahora necesito yo ir al agua. ¿Te vienes? ¿Te quedas vigilando, Mire?
Mireia estaba flipando bastante también, pero dijo que vale, así que nos fuimos al agua Marta y yo. Yo tenía una erección de caballo y se notaba bastante, pero no había modo de taparla, así que fui lo más rápido que pude a zambullirme.
Buscamos a las otras chicas, pero no las vimos, así que estuvimos un rato los dos solos en el agua.
Marta - Me has puesto cachonda antes, no pensaba que te fueras a atrever.
Jon - Una oportunidad así no se presenta todos los días, no podía dejarla pasar.
Marta - Me gusta tu forma de actuar. ¿Me darás otro masaje en casa?
Jon - Yo encantado, ya lo sabes.
Marta - Te tomo la palabra.
Se acercó más a mí, me rodeó la cabeza con los brazos y me besó. Yo la abracé por la cintura y le devolví el beso. Alentado por la conversación que acabábamos de tener, bajé la mano por debajo de su bikini y le agarré el culo con fuerza mientras nos besábamos. Después se soltó, me hizo una ahogadilla poniéndome las tetas desnudas en la cara y se marchó hacia la orilla a toda prisa.
Me quedé un rato solo en el agua para que se me bajara la erección y para procesar un poco la información. Cuando volví a las toallas, estaban todas menos Mireia y Laura. Irene y las hermanitas estaban sentadas comiendo patatas de bolsa y bebiendo cerveza. Para mí, el paraíso tiene que ser algo parecido a esto, mujeres desnudas, comida y cerveza. Vale que no estaban desnudas porque llevaban la braguita del bikini, pero casi.
Irene - Toma, te hemos traído una, para agradecerte los masajes.
Jon - Oh, qué detallistas, una cerveza. Muchas gracias.
Julia - Esperamos a que vuelvan estas, nos secamos y nos vamos, ¿vale?
Y así fue, estuve un rato disfrutando de las vistas que me ofrecían mis amigas, luego llegaron Mireia y Laura, Mireia con el bikini entero y Laura en topless, aunque resultaba la menos llamativa del grupo.
Laura - Deja de mirarme las tetas, pervertido.
Jon - Eh, ¿Qué? No, no te estaba mirando las tetas.
Laura - Anda que no, cerdo.
Marta - Venga, no te metas con Jon, deja que se recree la vista.
Julia - Eso, no te metas con él. ¿Qué más te da que te mire un poco las tetas? Si te las habrán mirado ya todos los chicos de la playa.
Laura - Eso a ti, guapa.
Julia - ¡No te quepa la menor duda! Jajaja Hasta una señora le ha metido bronca a su marido porque se ha quedado tonto mirándome.
Marta - Jajaja, ¡qué zorra eres! Anda que no te está gustando esto.
Julia - Ya lo creo. Es el mejor verano de mi vida, muchas gracias por traerme, sis.
Las dos hermanas se abrazaron y Julia le dio un par de besos a Marta. Es la cosa más normal del mundo, que dos hermanas se abracen y se den dos besos, pero al ver como colisionaban sus pechos desnudos, imaginar la suavidad que se tiene que sentir estando ahí en medio, me puse malísimo.
Marta - Ya está, ya pasó. Anda, vamos a taparnos un poco que nos vamos.
Nos vestimos, recogimos y volvimos a comer al apartamento. Nos fuimos duchando por turnos mientras preparábamos la comida entre todos. Las chicas iban frescas para estar por casa, vestiditos cortos, camisetas y shorts, cosas así. Yo ya veía venir que estas vacaciones me iba a poner malísimo tantas veces que o estallaría o me volvería inmune a las mujeres. Yo iba con pantalones cortos sin camiseta, más o menos igual que si hubiera ido con bañador todo el día.
Después de comer y recoger el plan era echar una buena siesta para tener energía para salir luego toda la noche. Irene y Julia iban a bajar a la piscina y dormirían ahí. Ese plan me pareció el mejor porque en el sofá cama tampoco iba a descansar demasiado bien y así me seguía recreando la vista. Seguro que al cabo de unos días habría perdido la novedad y ya no tendría esa afición a ver las tetas de mis amigas, pero aún era el primer día.
Yo - Bajo con vosotras, que en el sofá cama no se duerme muy bien tampoco.
Mireia - Yo también, que así si no puedo dormir me baño.
Marta - Jon, si es por lo del sofá cama, puedes dormir en mi habitación, seguro que a Irene no le molesta que te eches un rato en su cama.
Irene - Sí, no pasa nada. Es justo que Julia y tú os echéis siesta en una cama, que dormir en el sofá no debe ser muy cómodo.
Julia - Yo prefiero la piscina, que no sé si dormiré mucho.
Yo - Pues si de verdad no te molesta, Irene, me quedo en tu cama.
Así pues, Laura se echaría la siesta ella sola en la cama de matrimonio que compartía con Mireia, Marta y yo compartiríamos habitación y las otras tres bajaban a la piscina.
Una vez en la habitación, a solas de nuevo con Marta, me dijo:
Marta - Ya querías escaquearte de tus promesas, eh.
Yo - No, mujer, yo cumplo todo lo que prometo. Sobre todo si son promesas así.
Marta - Pues a ver si es verdad. Toma la crema hidratante y esmérate como en la playa.
Tras decir eso, me dio el bote de crema, se quitó la camiseta y se tumbó en la cama boca abajo. Esta vez quería currármelo más, que fuera un masaje de verdad y no solo poner crema y entretenerse un poco en la espalda, así que en lugar de sentarme encima como en la playa y empezar a darle crema, me puse al lado de su cabeza y empecé por un masaje de cráneo.
Marta - Mmmmm. ¡Qué bien!
Yo - Verás lo bien que cumplo mis promesas.
Estuve un rato masajeándole la parte superior y trasera de la cabeza, para relajarla completamente, luego fui bajando lentamente hacia la espalda, dedicando su tiempo a los oídos y el cuello, pero sin hacer mucha presión, era más bien como una caricia lenta e intensa. De vez en cuando a Marta se le escapa algún gemido muy flojito, parecía que le estaba encantado pero, a la vez, que se iba a quedar sopa en cualquier momento. Cuando llegué a los hombros, empecé a hacer más presión y le eché el primer chorrito de crema hidratante. La muchacha estaba bastante contracturada, así que me esmeré con sus hombros y la parte superior de su espalda. Lo malo de la crema hidratante es que su piel la absorbía relativamente rápido, lo que me obligaba a ir echando chorritos pequeños con frecuencia.
Fui recorriendo su espalda sin prisa, buscando contracturas y aliviándolas lo que podía. Al llegar a la zona lumbar, me di cuenta de que Marta era una de esas personas que tienen cosquillas en esa zona, así que tuve que ir con cuidado para evitar que hiciera movimientos bruscos que podían ser contraproducentes.
Cuando llegué al pantaloncito, volví a subir, esta vez más rápido y estuve un par de minutos con su espalda entera. Luego le masajeé los brazos, otra vez lentamente. Empezaba por el hombro e iba bajando hasta el codo, luego la muñeca y luego la palma de la mano y los espacios entre los dedos. Primero un brazo y luego el otro.
Yo - ¿Qué hacemos? ¿Lo dejamos así o sigo por las piernas?
Marta - Sigue, sigue.
Yo - Tendrás que quitarte el pantalón.
Marta - Quítamelo, que no quiero moverme.
No me hice de rogar. Bajé hasta su culo y empecé a bajarle el pantalón. Ella colaboró sacando culo para que fuera más fácil y, de paso, para que apareciera ante mí su asombroso culo tapado por unas braguitas bastante reveladoras. No era un tanga como el de su hermana, pero no es que tapara mucho más. Era gracioso porque se notaba perfectamente el límite de las bragas del bikini.
Le acabé de quitar los pantalones, cogí la crema y empecé el masaje por los pies. Primero masajeaba el pie, pero sin hacer demasiada presión, era más bien relajante. La planta, el talón, los dedos, el empeine. Luego subía al tobillo, luego la pierna hasta la rodilla, aquí haciendo algo ya un poco de presión. En la parte de atrás de la rodilla también tenía cosquillas, así que esa parte la hice rápido y seguí muslo arriba. Esta parte me puso cardíaco. Tenía que separarle un poco las piernas para poder masajearle bien el muslo, y eso hacía que se entreviera la parte del coño, el perineo y el ano. Estaba perfectamente tapado por la tela, pero la humedad hacía que se pegara y se marcara un poco. En el muslo me entretuve bastante, y Marta parecía encantada. Después subí al culo, y más que masajearlo, lo que hice fue sobarle la nalga un rato. Ella se dejaba hacer y daba muestras de estar disfrutando.
Cuando acabé con la primera pierna, repetí la operación con la otra. El mismo protocolo que con la primera, pero al llegar al culo como ya estaba de las piernas, dediqué una mano a cada nalga y estuve masajeando un rato. Realmente estaba dándole un buen masaje, no era sobar por sobar, aunque al mismo tiempo, estaba disfrutando como un enano. Como imaginaréis, a estas alturas hacía ya rato que estaba empalmadísimo.
Cuando consideré que ya era suficiente, le palmeé el culo con las dos manos y le dije:
Yo - ¿Media vuelta?
No estaba seguro si se animaría, pero entre lo que había pasado en la playa, el interés porque la masajeara, el placer que parecía estar sintiendo y que se había dejado masajear entera sin ningún reparo, todo parecía indicar que se giraría. Y así fue.
Allí estaba ella, preciosa. Un cuerpo exhuberante a mi disposición para hacer con él lo que quisiera, tapado solo por unas braguitas finas que, además, le marcaban los labios vaginales. Lo primero que hizo después de girarse fue coger la camiseta y, para mi sorpresa, se la puso encima de los ojos.
Marta - No te molesta que me tape los ojos, ¿verdad? Es que estoy medio dormida y me molesta la luz.
¿Molestarme? Eso me dio un morbazo increíble. No solo iba a disfrutar recorriendo cada centímetro de ese cuerpo hecho para pecar con mis manos, sino que encima podía recrearme la vista sin miedo a parecer un salido y, además, podía jugar con que ella no sabía lo que iba a hacer, lo que me daba un poder brutal.
Cogí una pizca diminuta de crema, me la extendí en las manos y empecé a darle un masaje facial. Supongo que ella se imaginaba que iría directo a las tetas, y sin duda me estaba apeteciendo un montón, pero quería darle el mejor masaje de su vida y eso me obligaba a ser meticuloso.
Empecé por la frente, fui bajando por los lados esquivando la camiseta hacia las sienes, luego los pómulos hacía debajo de la nariz, luego otra vez hacía el principio de las orejas, todo muy suave y lentamente, luego la zona de la mandíbula, siguiendo el hueso. Marta tenía que estar como en una nube, no se movía en absoluto, solo hacía algún ruidito de vez en cuando que era un signo entre placer y descanso absoluto.
Baje por el cuello con una caricia casi imperceptible que hizo que se le pusiera la piel de gallina y se le erizaran los pezones y me dediqué a la parte superior del pecho, entre la clavícula y el nacimiento de los senos. Me estaba muriendo de ganas de agarrar ese increíble par de melones y llevármelos a la boca para degustarlos, pero fui fuerte y no caí en la tentación. Estuve masajeando bien la zona de arriba del pecho y luego baje metiendo las dos manos por el canalillo, rozando tan solo sus pechos con el reverso de mis manos. Bajaba las manos dejando una teta a cada lado y luego separaba las manos y las rodeaba y levantaba un poco por abajo. Repetí esa operación tres o cuatro veces y luego seguí bajando porque cada vez me era más complicado no abalanzarme sobre ella.
Dejé atrás el pecho y estuve un rato echando crema y masajeando muy suavemente la parte del estómago y el vientre. Le bajé un poco las bragas y le acaricié toda la zona entre el ombligo el principio del pubis, dedicando especial atención a la zona donde se marcan los huesos de la cadera.
Cuando acabé, volví a subir y, esta vez sí, me entretuve masajeando bien sus mamas. No tengo ni idea si lo que hacía tiene algún efecto terapéutico, pero los dos estábamos disfrutándolo, así que lo prolongué todo lo que quise. Primero le cogía los senos por abajo y los subía, luego los dejaba deslizarse a su sitio, notando como sus pezones recorrían la mitad de mi mano. Después le estimulaba los pezones moviéndolos con el pulgar mientras tenía sus tetas agarradas como si fueran joysticks, luego ponía la parte inferior de la palmas de mi mano en cada uno de sus pezones y la iba bajando en movimiento circular hasta que llegaban al dedo corazón, le agarraba y soltaba las tetas... En fin, que jugué bastante con sus atributos mamarios.
Después, volví a bajar recorriendo su cuerpo poniendo las puntas de los dedos apuntando hacia abajo. Al llegar a sus bragas, dejé que se metieran un poco hacía adentro, llegando hasta el principio del pubis, que llevaba depilado.
Después bajé hasta sus pies y volví a hacer lo que había hecho antes de espaldas, pero tardando mucho menos entre el pie y la rodilla y saboreando más la zona de los muslos. Al llegar a la parte alta del muslo, cuando masajeaba la parte interior le rozaba deliberadamente los labios vaginales, que estaban ya empapados. Marta se dejaba hacer y solo soltaba gemiditos, así que los roces se volvían cada vez más frecuentes y descarados.
Me envalentoné, le cogí las bragas y se las empecé a bajar. Ella puso de su parte y levantó el culo para ponérmelo fácil, lo que entendí como un mensaje de aprobación. Su coño apareció ante mí totalmente depilado y brillante de la humedad. Se lo empecé a acariciar y los gemiditos sordos se volvieron más audibles.
Cuando llevaba un rato, empecé a frotarle el clítoris y se tensó de golpe, dejando escapar un gemido de placer, seguí así mientras apoyaba el dedo en la entrada de su vagina y empezaba a meterse dentro. Entonces, con la otra mano me saqué la polla y se la puse en la mano que tenía más cerca de mí. La agarró con demasiada fuerza y me hizo un poco de daño, después de todo, no la tenía nada lubricada.
Yo seguía estimulándola, subiendo gradualmente de intensidad y ella empezaba a masturbarme, quizá demasiado frenéticamente para mi gusto. De repente, llegó al orgasmo, se contrajo, lanzo un sonoro gemido y acercó su cara a mi polla y la empezó a mamar.
Empecé a retirar el dedo que tenía aún en su vagina, pero hizo un gruñido de reprobación y acompañó mi mano con la suya para darme a entender que quería más. Yo tenía las manos bastante cansadas ya, tanto masaje sumado a la paja que le acababa de hacer se notaban ya en mis muñecas, pero me estaba comiendo la polla con un ansia que cualquiera le negaba algo en ese momento.
Volví a mover el dedo y la mano y poco a poco fui volviendo al ritmo que llevaba. Mientras, ella se metía todo mi rabo en la boca y me la chupaba sin usar las manos. Solo tenía una en mi culo para ayudarse a meterla más adentro. Su nariz tocaba literalmente mi vientre, notaba toda la polla en su boca. Sobre todo en los momentos en los que parecía que quería gemir y lo que hacía era abrir más la boca y tragar un poco más de carne en barra.
Me corrí de imprevisto, casi que sin darme cuenta, y no fui capaz de avisarla, por lo que el primer chorro le cayó directo en la garganta. Echo la cabeza un poco para atrás, pero no llegó a sacarse la polla de la boca, por lo que el segundo chorro le cayó también dentro. No sabía cómo se lo iba a tomar, así que aumenté lo que pude la fricción que le daba con el dedo por dentro y con la palma en el clítoris para ver si esto la animaba a seguir. El caso es que ni se quejó, cerró los labios alrededor de mi polla y sin casi mover la cabeza, se dedicó a girar la lengua alrededor del glande. Eso era algo totalmente nuevo para mí, pero me estaba dando un gustazo que era casi doloroso. Mi polla seguía escupiendo, poca cantidad, imagino, y ella seguía con eso de la lengua. Tuve que dejar de mover la mano porque me era completamente imposible moverme del gusto.
Paró de lamerme, se sacó mi miembro de la boca y me reclamó con un toque en mi mano que siguiera con lo que hacía. Yo seguí, claro está, aunque cada vez tenía menos energía para mantener la velocidad. Me recoloqué más abajo y sin dejar de meterle el dedo, sustituí la fricción clitoriana de la mano por mi lengua. Eso le gustó, así que aproveche para meter un segundo dedo, aunque eso me restaba algo de movilidad, y a estimularle el clítoris con la lengua.
Estuve así un rato largo, me costó que se corriera por segunda vez. De vez en cuando notaba como mi polla tenía aún algún espasmo post-mamada. Cuando finalmente se corrió, le dejé los dedos dentro totalmente inmoviles y fui bajando el ritmo de la lengua hasta detenerla.
Después fui al lavabo a mear y limpiarme un poco y me eché la mejor siesta de mi vida. Aunque no pudo ser muy larga.