Vacaciones de Verano IV
Me senté y él se acomodó entre mis piernas quedando justo frente de mí, mientras él me rodeaba con las suyas. Aún me besaba y mordía mis labios al mismo tiempo. Tomé su playera, la levanté y me deshice de ella para acariciar su pecho. Besé levemente sus tetillas y luego volví a sus labios.
Lamento haber tardado un poco más en la publicación del relato. He tenido que hacer muchas vueltas por unos trámites que tengo pendientes y no me dejaban mucho tiempo de reescribir lo poco que ya tenía. Espero que disfruten este relato como los otros y esperaré sus comentarios y correos a: sebastian.wine@outlook.com
Sebastian Wine
Rubén
Íbamos caminando a mi casa. René no decía nada, pero no parecía incómodo, simplemente ambos decidimos que debíamos guardar silencio mientras que llegábamos. Nos detuvimos a comprar dos botellas de agua y luego seguimos andando a casa. No estaba tan lejos, pero íbamos caminando muy lento, incluso ya cuando llegamos estaba oscuro.
Abrí la puerta de la entrada y René entró primero. Cerré las puertas y luego caminamos hasta la sala de estar. Fui corriendo a la parte de arriba en donde estaba mi habitación y bajé unas películas de terror que mi hermana me acababa de mandar. Aún no salían en el país porque siempre se retrasaban como dos o tres meses en salir a la venta.
Tomé un cobertor y bajé a la sala nuevamente. René estaba parado frente al mueble de madera donde estaban un montón de fotografías. Volteó a verme y le hice un gesto de reprobación para que no hiciera ningún comentario sobre las fotos. Antes de irme a Chicago un tiempo con mi hermana, era un niño escuálido y chaparro, quería deshacerme de las fotos pero en ellas estaban mi hermana y mis papás así que no lo hacía.
—Rubén — dijo René mientras se quitaba sus tenis y se sentaba sobre el cobertor que había acomodado en el suelo —, no voy a decirte que no me agrada la idea de que hayas terminado con Santiago, pero, ¿es todo lo que harás con él?
— ¿Quieres que le pegue a él también? — pregunté bromeando. Caminé hasta el reproductor de DVD y metí una película. Encendí el televisor y luego caminé a la cocina para preparar las palomitas.
—No, claro que no, me refiero a que, a pesar de que él sabe la razón por la que te pusiste así y todo eso, quizás tiene un buen sermón para tratar de convencerte de que todo tiene una justificación.
—Probablemente, René — alzábamos más la voz porque yo estaba del otro lado —, pero, no me interesa nada. Iba, incluso, a hablar con Shantel acerca de lo ocurrido, pero, sé que todo es cierto, y lo único que lograré si ella me lo dice, es sentirme más miserable de lo que ya me siento.
—Bueno, yo sólo digo que nunca vas a sentirte bien al respecto si no lo hablan — tomé las palomitas del microondas y las puse en un recipiente de plástico. Caminé y me senté junto a él —. Claro que si crees que esto es lo mejor entonces así está bien.
—René — lo miré a los ojos —, no voy a poder ver a Santiago a la cara sin soltar algunas lágrimas, y no quiero eso, porque él no lo merece. Incluso si yo hubiera estado en su lugar, por cualquier razón que haya sido capaz de engañarme, primero habría terminado con él. No hay justificación, ni explicación que me haga sentir mejor, así que esto ya se acabó.
—Bueno, si estás bien con eso, entonces yo también — le sacudí el cabello y luego le puse reproducir a la película con el control remoto.
—Gracias, René.
René sonrió y miró fijamente la pantalla sin decir nada. Supongo que estaríamos más cómodos en mi habitación, pero no quería que René pensara mal, sólo quería distraerme, y estar solo en casa no me iba a dejar nada bueno. Seguramente iba a pensar en Santiago hasta quedarme dormido y no era lo que deseaba.
En cambio, estar con René me hacía sentir bien, me divertía y aparte el muchacho era bueno. Siempre decía que no le importaba lo que los demás decían, pero podía notar algo en él, como si se preocupara demasiado a pesar de su estilo tan relajado.
Me daba mucha risa cuando daba saltos en momentos que la película soltaba ruidos muy fuertes sólo para causar sustos. Hubo una escena en la que la protagonista estaba corriendo porque la seguía sabrá dios qué, y se encontró con su novio, ambos se fundieron en un beso y después de eso corrieron juntos. René soltó una risa como si hubiese pasado algo muy gracioso.
Iba a tomar palomitas del recipiente y René hizo lo mismo. Nuestras manos chocaron y luego me giré para verlo. Ambos soltamos una carcajada y luego me empujó en tono bromista.
—Creí que eso sólo pasaba en las películas — dijo jugando y comiendo palomitas.
—Pasa todo el tiempo, es sólo que las personas no le dan mucha importancia como en las películas, lo toman como si fuese nada, y en las películas le añaden algo de tensión sexual.
Cuando dije esas palabras, René se puso rígido y miró la pantalla con mucha atención, pero esforzándose por no parecer nervioso. Metió la mano por su cabello y dejó ver su frente, en realidad René era muy bonito, no era grotesco ni varonil, tenía un rostro infantil pero atractivo. Suponía que el piercing le ayudaba a no parecer un pre-adolescente.
—Tengo mucha sed — dijo desesperado —, pero no te levantes, sólo dime de donde agarro algo para beber.
—Descuida — dije sonriendo — voy por refresco.
Me levanté de ahí y fui a la cocina. Tomé dos vasos y serví refresco en ellos. No sabía por qué, pero estaba nervioso. Guardé la botella en el refrigerador y tomé los vasos. Volví con él y le entregué uno de los vasos. Me di cuenta de que la película ya estaba por el final, y que el ser maligno que quería acabar con la protagonista ya lo estaba logrando. Ya no dijimos nada hasta que la película acabó.
Después de eso, como si hubieran sabido, llamaron a René. Contestó el teléfono celular y yo me levanté con el recipiente de palomitas para dejarlo hablar solo y para poner el recipiente en el fregadero. Volví y me senté a su lado.
—Descuida, estoy en casa de Rubén — dijo explicándole a Karen, o eso supuse —, no, al rato voy a casa.
—Puedes quedarte a dormir si quieres — sugerí cortésmente.
—No creo que sea buena idea — dijo tapando el micrófono de su celular. Yo fingí un puchero —, ¿estás seguro de que no tendrás problemas? — preguntó sonriendo.
— ¿Con quién? ¿Con mis padres invisibles? ¿Con mi hermana en Chicago? O ¿con mi ex novio que me engañó con un chico rubio?
—Me quedaré a dormir en casa de Rubén — dijo René ignorando lo que le decía. — Pues no sé, invéntale algo, dile que Rubén tiene… una enfermedad terminal o algo así — agregó mirándome con una risa burlesca. Colgó la llamada y me le quedé mirando con los ojos entrecerrados —. Estoy seguro de que papá se sentirá mal por ti y no me dirá nada por quedarme a dormir contigo.
— ¿Tus padres saben que eres gay? — pregunté tratando de sostener una sonrisa en los labios para no hacerlo sentir incómodo.
—Bueno, yo siempre he creído que las mamás saben cuando sus hijos son gays, pero los míos están tan ocupados odiándose el uno al otro desde diferentes ciudades, que no estoy seguro de que lo sospechen, y yo nunca lo he mencionado — bebió de su refresco.
No voy a mentir, quería besarlo. Quería tocarlo, y no de una manera sexual, sólo quería poder sentir que era real. No porque fuera uno de esos chicos que ponen en las historias que son perfectos y parecen irreales, pero, por lo menos en esos momentos, entendía a las chicas de esas historias. No es la belleza de esas personas lo que las hace parecer irreales, sino la sensación que te hacen sentir cuando están contigo.
Aunque en esos momentos no podía pensar claramente. Cualquier persona diría que era porque estaba usando un clavo para sacar otro clavo, y no quería que eso lo pensara René también, así que mejor iba a evitarme todo ese drama.
— ¿Quieres ver otra película? — le pregunté a punto de levantarme.
—No… — hizo cara de asco —, quiero quedarme aquí sentado platicando contigo sobre cosas, hasta que me dé sueño y pueda dormir.
— ¿Qué quieres saber?
—No lo sé — dijo acomodándose. Subimos el cobertor al sofá y nos sentamos ahí. Ambos teníamos que doblar las piernas para no tocarnos de una manera incómoda —. ¿Qué piensas de…
Mi celular comenzó a sonar y le sonreí educadamente. Saqué el celular de mi bolsillo y miré la foto de Santiago en él. Miré a René y se mordió el labio, después me hizo una seña para que le respondiera así que lo hice.
— ¿Qué pasó? — pregunté sin sonar molesto.
— Tenemos que hablar de lo que pasó, Rubén, no sé qué te habrán dicho René y Shantel, pero tú sabes que eso no es cierto. Quiero verte…
— ¿Shantel? — no dijo nada —, ¿cómo sabes que Shantel tiene algo que ver?
— Bueno… supongo… he hablado con ella… y… bueno. ¿Puedo ir a tu casa para poder arreglar esto? No quiero estar lejos de ti, Rubén. Eres lo mejor que me ha pasado.
—Creo que debiste haber pensado en eso antes de meterte con otro tipo… — intentó interrumpirme —, y déjame decirte, que haya sido la razón que haya sido, no voy a aceptarla, y es posible que un día te perdone, Santiago, pero no voy a olvidarlo nunca. Así que espero puedas entenderlo. Te quería mucho, y lo echaste a perder.
— Todo esto es culpa de tu amiguito ese, nunca habíamos discutido antes. ¿No te parece raro que el día que él llegó aquí fue la primera vez que peleamos?
— Oh dios, dice René que lo siente mucho por haberte encerrado con el muchacho en una habitación para que ambos pudieran follarse, asegura que no era su intención — dije sarcásticamente y René me miró fijamente.
— ¿Estás con él? — preguntó con la voz entre cortada —, vaya, ahora entiendo. Quizás esto sea lo mejor, entonces. Quizás ese niño va a hacerte más feliz que yo.
— No intento remplazarte con nadie, así que no te preocupes, la intención es encontrar a alguien diferente a ti, para no tropezar con la misma piedra.
— Que seas feliz, entonces — dijo antes de colgar.
— ¡Cuánto drama! — Dijo René levantándose del sofá y estirándose un poco —, lo siento mucho, Rubén — eso me tomó por sorpresa —, me di cuenta de cómo lo mirabas, incluso me sentí mal porque pensaba en lo bonito que sería tener a alguien que te quisiera como tú lo querías a él…
—Basta René — abrí los ojos sorprendido —, no digas esas cosas. Sé que lo haces para hacerme sentir… mejor… o al menos eso creo, pero no vas a lograrlo. Estoy bien a pesar de todo y sé que él también lo estará, así que dejemos esto de una vez, y ven a consolarme — crucé mis brazos e hice un puchero otra vez.
—No vas a conseguir nada de mí fingiendo pucheros baratos — dijo provocándome una carcajada —, ¿no quiere divertirte? ¡Salgamos!
—Es miércoles — le recordé.
—Cierto, entonces vamos a dormir, porque me estás aburriendo — le volvió a sentar, pero esta vez junto a mí dejando su cabeza muy cerca de mi hombro —, eres un gran chico, Rubén.
Sabía que no era nada correcto lo que estaba empezando a sentir físicamente, pero debajo de mi ropa interior se estaba formando una erección de una manera que no podía evitar. Mantuve mi mirada fija en el televisor que sólo mostraba el logo del reproductor del DVD golpeando los extremos de la pantalla. Levanté mi brazo izquierdo y rodeé los hombros de René sin esperar una reacción suya. No dijo nada, sólo nos mantuvimos así un buen rato.
Después de todo eso, nos levantamos y caminamos hasta mi habitación. Estando ahí nos quedamos en ropa interior y camisetas y nos tumbamos en mi cama. René comenzó a acaparar la conversación esta vez, hablando sobre la ceremonia de su graduación a la cual se negaba a ir aunque su papá le insistía que debía ir.
—Me parece que no tienes ni idea de lo que te vas a perder ese día — giró su cabeza hacia mí sólo para mostrarme sus ojos en blanco por mi intento de sermón —. Es verdad, lanzar el birrete al aire y recogerlo del suelo sin estar seguro de si de verdad era el tuyo es la mejor parte — soltó una carcajada.
—Pero de igual manera, no me interesa ir, Rubén. No tengo muchos amigos allá, y la verdad, estaba considerando seriamente quedarme a vivir con papá una vez que entre a la universidad.
— ¿Enviaste solicitud a la universidad de aquí? — pregunté emocionado.
—También a la de allá — dijo sonriendo —, no tengo una media excelente, así que en cualquier universidad que me acepten estará bien. Sólo que preferiría que fuese aquí.
—Yo también — admití sin mirarlo.
Después de nuestras conversaciones, y de revisar mi cuenta de Twitter, me dispuse a dormir. Estaba pensando, con muchas esperanzas, en lo genial que sería que René viviera con su papá. Y no sólo para mí, sino para René. Karen siempre hablaba bien del papá de René, así que suponía debía ser un buen tipo. Además René casi nunca se quejaba de él, y de su madre sí.
De pronto llegó a mi mente todo lo que había pasado aquella noche en la fiesta. Pensaba en cómo Santiago se había atrevido a burlarse de mí sin importarle cómo me sentiría. También Shantel venía a mi mente, porque no me había contado nada sólo por temer a mi reacción. Después pensé en lo bueno que había sido que René dejara el sentimentalismo por un lado y hubiera hecho lo que hizo al contarme todo.
Estaba pensando en ello cuando sentí la mano de René en mi estómago y un espasmo al mismo tiempo. Mi respiración se entrecortó en el mismo segundo. Aún traía mi camiseta puesta, pero René fue bajando la mano hasta poder entrar debajo de ella y acariciar mi abdomen. No podía moverme para evitarlo y honestamente, tampoco quería hacerlo.
Ambos estábamos en ropa interior, pero eso no era demasiada ropa. Apenas y podía distinguir su sombra en la oscuridad de la habitación. Subió su mano y acarició mi pecho dulcemente. Sentí como se acercaba más a mí y me daba un beso en la mejilla. Me giré hacia él quedando cara a cara y le di un beso en los labios. Sacó su mano de mi camiseta y tomó mi cintura para poder sostenerse y poder besarme de una manera más sencilla.
Me senté y él se acomodó entre mis piernas quedando justo frente de mí, mientras él me rodeaba con las suyas. Aún me besaba y mordía mis labios al mismo tiempo. Tomé su playera, la levanté y me deshice de ella para acariciar su pecho. Besé levemente sus tetillas y luego volví a sus labios.
Tomó mi camiseta y comenzó a levantarla levemente sin que pudiese oponerme, aunque no es como que fuese a intentarlo. Volvió a besarme, pero esta vez más salvaje, y se movía mucho. Cambió de posición e hizo que yo me recostara en la cama boca arriba.
Se movió un poco hacia a mí y fue bajando lentamente hasta llegar a mi pecho. Lo acarició y luego con su lengua recorrió mis tetillas. Yo ya estaba comenzando a sentir escalofríos por la sensación de tenerlo encima de mí. Mordió una de mis tetillas y yo dejé salir un gemido.
Bajó un poco más hasta llegar a mi abdomen y hacer lo mismo que había hecho con mis tetillas. Mordía las marcas de mi abdomen y luego las pasaba con su lengua. No dejaba de morderme y eso me estaba encantando. Con sus manos sostenía mis piernas fuertemente y no las soltaba.
René bajaba rápidamente sin ocultar a dónde quería llegar realmente. Llegó a mi entrepierna y yo me contraje. Estuve a punto de pedirle que parara, pero ya habíamos empezado. Tomó el elástico de mi bóxer y lo bajó lentamente hasta deshacerse de él. Volteó a verme a la cara y me guiñó un ojo. No sé cómo lo logró pero me excitó aún más. Mi polla estaba esperando a lo que René se aproximaba.
Tomó mi polla con su mano y escupió en ella. Se mordió un labio y comenzó un sube y baja que me estaba dejando sin aire. No paraba de mirarme cada que tenía oportunidad y eso me ponía nervioso y me excitaba al mismo tiempo.
Se colocó entre mis piernas y esta vez acercó lentamente su boca a mi polla. No hacía nada, sólo estaba muy cerca de mi polla esperando a que yo hiciera algo, pero lo único que yo hacía era suplicarle que lo hiciera cuanto antes.
Volteó a verme por última vez y sentí la calidez de su boca cubrir mi polla. Después sacó mi polla de su boca y sacó su lengua para juntarla con la punta de mi glande, eso hizo que me estremeciera. Lamió sólo el orificio del glande y yo ya no podía más. Metió toda mi polla a su boca causándose a sí mismo unas arcadas, comenzó a succionarla tanto como podía.
Yo estaba que ya no podía más. Puse mi mano sobre su cabeza y él puso su mano sobre la mía. Sacó mi polla de su boca y comenzó a lamerme las bolas. Nunca me habían hecho eso, así que me tomó por sorpresa, pero me encantó. Siguió masturbando mi polla con su mano hasta que volvió a meterla a su boca. Pasó sus dientes levemente por la cabeza de mi polla provocándome un gemido.
Sentí que iba a venirme, así que le susurré que estaba a punto y que lo mejor era que se moviera, pero no lo hizo, sino todo lo contrario. Comenzó a succionar mi polla más salvajemente y más fuerte. Yo no podía contenerme a pesar de que de verdad quería esperar más.
Sentí que mi semen estaba a punto de salir y me contraje dejando salir chorros de semen en su boca. Incluso casi me levanto al sentir los espasmos en mi cuerpo. René no se movió.
De pronto abrí los ojos y me sentí la persona más sucia del mundo al darme cuenta de que seguíamos sumergidos en la oscuridad. Giré mi rostro hacia a un lado y me di cuenta de que René estaba durmiendo. Con su camiseta puesta. Escuchaba su respiración tan tranquila que me sentí culpable.
Sentí mi mano húmeda sobre mi polla y me levanté rápidamente de la cama. Caminé hasta el baño y cerré la puerta. Comencé a limpiarme lo más rápido que pude, tenía el bóxer en mi muslo, así que me deshice de él y me duché para calmarme. No era correcto.
Me duché y luego tomé una toalla. Sequé mi cabello, y una sonrisa maliciosa curvó mis labios. Me anudé la toalla en la cintura y salí del baño. Encendí la luz de la habitación y revisé sutilmente la sábana. Estaba algo manchada, pero casi no se notaba. Miré la hora en mi celular y me sentí peor porque apenas eran las seis de la mañana y ya no tenía sueño.
Me encaminé a cerrar la ventana y vi que estaba a punto de amanecer. Sonreí y luego me giré para ver a René, tan adorablemente dormido. Me percaté entonces que tenía una erección que no se podía ocultar ni con las sábanas. Volví a sonreír. Caminé hasta el clóset y tomé un pantalón de pijama cuadrado. Me lo puse dejando la toalla en el suelto y me acosté para esperar a que René despertara.
Cuando René despertó, yo estaba a su lado leyendo un artículo de biotecnología en mi celular. Me tomó por sorpresa cuando me rodeó con su brazo y me dio un beso en una de mis costillas. Esta vez no estaba soñando. Moví la mano en la que tenía el celular y él volteó a verme.
—Lo siento —susurró —, no pude evitarlo — se movió un poco y abrazó una almohada sin dejar de mirarme.
—Me tomaste por sorpresa, fue todo.
—Anoche… — sentí que me patearon el estómago cuando dijo eso —, ¿no dije nada? Porque creo haber hablado mientras dormía — dijo nervioso.
—No… no que yo me haya dado cuenta — respondí igual de nervioso —, ¿qué soñaste?
—No puedo decirte —dijo levantándose de la cama —, pero todo se sintió tan real — agregó entre risas —, que podría jurar que de verdad pasó.
—Entonces, ¿soñaste conmigo? — pregunté enarcando una ceja.
—Probablemente, pero ahora tengo hambre, Rubén, así que, lo mejor será que me alimentes antes de que me ponga de malhumor.
Estaba a punto de levantarme de la cama cuando Santiago entró a la habitación. René volteó a verme algo nervioso. Me levanté más rápido y me paré frente a Santiago. Él no dijo nada sólo miraba a René con odio. Recordé entonces que Santiago sabía perfectamente dónde escondía la llave de mi casa.
— ¡Veo que la pasaron bastante bien anoche! — nos acusó Santiago gritando.
—Casi tan bien como tú en la fiesta — dijo René sonriendo —, sólo que sin sexo — le guiñó un ojo y Santiago se puso color rojo. Parecía un tomate.
—Hijo de puta — dijo tratando de moverme. Santiago era más fuerte que yo, pero conseguí detenerlo.
—Santiago, por favor, vete — dije suplicando. Puso sus manos en mis mejillas y me dio un beso en los labios.
Nunca me había sentido tan mal después de aquella vez en la que… bueno. Mis lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin que pudiera hacer algo para evitarlo. Aparté a Santiago de mí, y volví a susurrarle que lo mejor era que se fuera. No quería eso. Ya no. René se quedó inmóvil.
—Rubén, por favor, perdóname — me volvió a besar, pero no correspondí —, jamás fue mi intención hacerte daño.
—Lo hiciste, Santiago — dije sin más.
—Dame una oportunidad — estaba a punto de llorar, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
—No creo que eso sea posible, Santiago, ya no te amo — después de decir eso, los tres nos quedamos callados. Ni un susurro. Como cuando hay una riña en alguna parte, y uno de los dos da el primer golpe y todos guardan silencio para comenzar el verdadero escándalo.
— ¡Me las vas a pagar, René! — gritó señalándolo con el dedo y luego caminó fuera de la habitación. René y yo nos quedamos quietos hasta que escuchamos como Santiago daba un portazo al salir.
Me senté en la orilla de la cama, y luego René caminó tranquilamente hasta mí. Me rodeó con sus brazos y yo comencé a llorar como un niño en su pecho. Sentí sus labios en mi cabello y nos quedamos así un buen rato.
Realmente lo necesitaba. Después de llorar, comencé a sentirme mejor.