Vacaciones de Verano III

Tienes que hacer algo. Santiago vino anoche y Rubén creyó todo lo que le dijo. – Shantel.

Primero que nada, quiero agradecer a todos aquellos que se han mantenido en contacto conmigo por medio del correo electrónico que hice visible por recomendación de uno de ustedes. Me alegra saber que unos se quedan clavados con la historia, porque esa era mi intención inicial. Vuelvo a dejarles mi correo: sebastian.wine@outlook.com aunque creo que aparece al final de igual manera.

Lamento mucho que unas personas se confundieran con los personajes principales, fue mi culpa por hacer que ambos empezaran con la misma letra, pero espero que conforme vayan apareciendo más, vaya siendo más claro.

René

—No va a responderte — dijo mi hermana. Sabía que tenía razón pero de igual manera conservaba mis esperanzas. Quería explicarle qué era lo que había pasado antes de que Santiago soltara una bola de mentiras.

Íbamos camino a casa. José nos llevaba. Mi mano derecha aún me punzaba y no me arrepentía de nada. Había visto la manera en que Rubén miraba a Santiago, sólo un día fue suficiente para darme cuenta de que Rubén lo quería de verdad, porque incluso cuando Santiago intentó discutir con él, Rubén lo evitó a toda costa. Y fue eso precisamente lo que me puso así de mal cuando me di cuenta de la otra cara de la moneda. Ver que ese sentimiento que soltaba Rubén no era correspondido de la misma manera.

José se detuvo enfrente de nuestra casa. Jamie no volteó a verme, y estaba en el asiento del copiloto junto a José. Lo sabía, Santiago era amigo de ambos desde antes que yo, era muy obvio que lo apoyarían a él, así que no me importaba. Karen abrió la puerta y bajó diciendo unas palabras como “nos vemos” o algo así. Cuando estuve a punto de salir del auto, José dijo mi nombre.

— ¿Sí? — pregunté esperando algo como “No quiero que vuelvas a venir con nosotros.” O algo por el estilo.

—Gracias — sonrió —, en realidad nadie soporta a Santiago, pero es nuestro amigo y jamás nos atreveríamos a hacerle algo. Sabemos cómo trata a Rubén, pero Rubén no quiere aceptarlo, así que… gracias por hacer lo que debimos hacer antes nosotros.

—No… no lo hice por… bueno de igual manera, lamento mucho haberles arruinado la fiesta.

— ¿Arruinarla? — dijo Jamie sonriendo y me sorprendí—. Es la fiesta más divertida a la que he ido. Nunca había visto cómo dos muchachos se peleaban. Es bueno tenerte en la ciudad — sonrió.

Me bajé del auto sonriendo y caminé adentro de la casa después de despedirme de los amigos de mi hermana. Cuando entré a la casa, miré a papá sentado con Natalia. Ambos voltearon a vernos y papá abrió los ojos como platos cuando miró que tenía la camiseta rota y mis manos partidas. Se levantó del sofá casi corriendo y llegó junto a  mí.

— ¡¿Qué hiciste René?! — preguntó mi papá muy molesto. Nunca lo había visto así de enfadado conmigo, así que casi suelto una carcajada.

—Un… imbécil hizo algo… que no debió hacer — fue todo lo que se me ocurrió —, ¿sabes, papá? No me arrepiento, si estuviera en la misma situación lo haría otra vez, así que si vas a regañarme, valdrá la pena.

— ¿Regañarte? René, me preocupa que te expongas así, ¿Karen, qué pasó?

—René defendió a… un amigo… de un muchacho. Sólo queremos ir a dormir — dijo tomándome del antebrazo.

Papá me tomó de los brazos y me acercó a él. Sentí algo muy raro porque me abrazó y luego me dio un beso en la frente. Nunca había hecho eso antes. Cuando nos separamos, caminé directo a mi habitación sin mirar a ninguno de ellos a los ojos.

Llegué a mi dormitorio, me quité la playera, y luego el pantalón. Me desvestí completamente y entré la ducha.  Me dolía mucho cuando el jabón pasaba por mis manos. Incluso me punzaba unos de mis pómulos aún.

Casi me quedaba dormido en la ducha de lo relajado y cansado que estaba. No sabía qué era lo que hacían papá y Natalia despiertos tan tarde en la sala de estar, pero no me importaba. Igual y siempre esperaban a Karen de sus fiestas. Karen llevaba la vida que yo había soñado. No tenía nada en contra de mamá, pero su mamá era muy buena onda y tenía la mente muy abierta. No había hablado mucho con ella, pero por la manera en la que hablaba con papá acerca de cualquier cosa, me hacía ver por qué el cambio de relación. Además los amigos de Karen eran muy divertidos de verdad. Sin tomar en cuenta a Santiago, obviamente.

Salí de ahí y me puse un short. Me recosté en la cama y encendí el aire acondicionado. Tomé mi celular y me di cuenta de que Rubén ni siquiera había intentado regresar la llamada.

Eran las dos de la mañana cuando Karen entró a mi habitación con su short diminuto que usaba para dormir y una blusa que le tapaba el short. Se sentó a los pies de mi cama y después de eso hizo la pregunta que se moría por hacer desde que salimos de ahí.

— ¿Qué pasó, René? — parecía que de verdad se preocupaba así que me dispuse a contarle de una vez por todas.

— ¿Para qué quieres saber, Karen? — pregunté haciéndome el difícil —. No cambia nada. Santiago es un imbécil y Rubén así lo quiere, José lo dijo.

— ¿Por qué te importan tanto? — Karen me sacó de mi molestia en sólo un segundo —, digo, está muy bien, pero… oh mierda — se me quedó mirando sorprendida —, ¿te gusta Rubén?

— ¡No tiene nada que ver! — me levanté de la cama y me encaminé a la pequeña ventana —. Cuando Rubén se fue a bailar con Jamie, yo escuché cómo Santiago hablaba con alguien por teléfono, tenía que alzar mucho la voz para que lo escucharan, así que José y yo escuchamos lo que decía. Había alguien ahí buscándolo. Era un tipo rubio, lo vi haciéndole señas para que fuera con él y Santiago se levantó esperando que nadie lo notara. José y yo lo hicimos.

“Después de eso, me levanté para ir por una bebida, y claro está, para ver quién era ese. Sólo pude notar que subieron ambos al segundo piso, donde no había fiesta. Claramente no fui detrás de ellos. Cuando volví y empecé a hablar de tatuajes con Xavier y Manuel escuché que Rubén estaba preocupado por Santiago, así que me molesté más porque Santiago no estaba “perdido” ni nada parecido en ese momento.

“Me levanté de ahí y fui a buscar a Santiago, pero  me topé con Shantel en la barra y estaba muy nerviosa. Le pregunté que si qué pasaba y me dijo que había ido al segundo piso a buscar un baño que estuviera libre, porque el de las chicas que estaba en el piso de abajo estaba asqueroso, y cuando pasó el pasillo escuchó gemidos salir de una habitación. Dijo que apenas y se oían porque la música aún se escuchaba fuerte en la parte de arriba, así que debían estar haciendo un ruido muy alto. Se estaba burlando de ellos cuando escuchó la voz de Santiago diciéndole al otro tipo que Rubén los iba a atrapar ahí, así que era mejor que se diera prisa y… — miré a la cara a Karen y omití la parte asquerosa —, fue por eso. Luego  Rubén llegó conmigo y Shantel a preguntar por Santiago y fue ahí cuando lo vimos bajar del segundo piso junto al otro muchacho.

“Cuando Shantel y Rubén se iban a ir. Shantel me pidió que hablara con José y le explicara lo que acababa de pasar para que hiciera algo, pero fui directamente con Santiago. Lo negó todo. Me empujó una vez y por eso le di el primer puñetazo en el rostro. Debo admitir que creí que José nos separaría o lo defendería de mí, pero ahora entiendo porqué le resultaba tan divertido.

—Nunca pensé que Santiago engañara a Rubén… Rubén es muy guapo, inteligente, fiel, y sincero. Sin mencionar que sus padres son muy ricos.

—Bueno, ese es el comentario más estúpido que pudiste escoger — dije soltando una carcajada —, pero supongo que tienes razón. Sin mencionar que tiene unas buenas nalgas.

— ¿Y tú cómo sabes? — le guiñé el ojo y me acosté en la cama. Se levantó de ahí —, entonces de algún modo creo que hiciste bien, y José tenía razón  con lo que te dijo. Luego te contaré la historia de Rubén.

— ¿Qué pasa con él? — pregunté curioso.

—Son las tres de la mañana, ¿crees que aguantarás hasta que termine de contártela?

—Haré un gran esfuerzo — admití.

Karen se subió a mi cama y yo me recosté a un lado de ella. Me hacía sentir tan bien tener una hermanastra… hermana, como ella. Digo, nadie nos da a elegir a los hermanos, pero le agradecía a papá por haberme conseguido a una buena onda.

Empezó contando cómo se habían conocido. Yo pensé que Karen había conocido a Rubén en la facultad pero al parecer cursaron varios grados juntos en el instituto hasta que a él lo transfirieron. Nunca dijeron las razones por las que Rubén había dejado el instituto, pero tampoco estaba más en el país. Karen se esforzaba por hacer la historia corta, pero  me aseguraba que todo lo que decía era importante y a mí me parecía muy interesante todo lo que me contaba.

—Cuando volvió, en el último año del bachillerato, estaba cambiado totalmente. Era de esperarse, había crecido y todo eso que pasa un adolescente. Yo fui a hablar con él porque a pesar de que no éramos amigos muy cercanos siempre me agradó. Al parecer sus papás se dieron cuenta de que Rubén tenía un problema con su orientación sexual. A Rubén no le molestaba para nada hablar del tema, porque sus papás terminaron aceptando después de haber ido con psicólogos, psiquiatras y esas cosas que hacen los papás.

—Entonces, ¿dejó el instituto porque sus padres descubrieron que era gay?

—No, eso fue antes un poco antes de que se transfiriera. Rubén conoció a un chico, Alejandro, era el típico chico rudo que anda en motocicleta — eso me hizo reír porque yo tenía una en casa —, y que usa chaquetas de cuero y todo eso de los años noventa. No voy a mentirte, era bastante atractivo, pero era muy… vicioso. Convenció a Rubén de que compraran drogas que Rubén no conocía ni consideraba usarlas, pero él estaba deslumbrado por Alejandro, así que lo hizo. Después de unos meses, Ale desapareció y Rubén no podía salir de las drogas, pasaba todo el tiempo en casa buscando dinero para comprar más. José dice que él recuerda todo eso, porque lo vivió junto con él.

“Los papás de Rubén lo metieron a rehabilitación y le dijeron ahí, que era probablemente por todo el tiempo que pasó reprimiendo su homosexualidad. La mamá de Santiago estaba de voluntaria en ese lugar para ayudar a controlar a los drogadictos. Creo que es psicóloga por vocación o algo así. Santiago conoció a Rubén un día que fue por su madre al centro de rehabilitación pero no se hablaron a pesar de que ambos se gustaron, o al menos eso dicen.

“Fue después de superar su drogadicción cuando volvió al bachillerato. Después, Rubén encontró a Santiago en la facultad nuevamente, y no dudó en hablarle, una coincidencia así no se desperdicia. Santiago rápidamente le preguntó que si cómo llevaba su problema con las drogas y Rubén sintió que Santiago se preocupaba por él. Están juntos desde que entraron a la facultad. Y pensé que les iba bien, hasta hoy.

—Guau, entonces, Rubén es un ex drogadicto — la miré fijamente —. Pensé que era el chico modelo.

—Lo es… sólo que tuvo un desliz.

—Sí, tienes razón, pero nunca me lo hubiese imaginado, es tan lindo… — me giré levemente para mirar a mi hermana y ella sonrió —. ¿Sabes? No soy el tipo de chicos que se enamora de otros, porque sé que al final uno va a terminar herido, pero, no me molestaría salir herido por alguien que de verdad me importa.

— ¿Te importa tanto Rubén como para dejar que te rompa el corazón?

—No, no me refería sólo a Rubén, sino, a Alejandro. Digo, sé que estuvo mal todo lo que él hizo, pero Rubén se sentía bien con él, y la sensación que Alejandro le hizo sentir, probablemente no la haya sentido nunca otra vez, ni con Santiago, porque para cambiar todos tus ideales y hacer lo que la otra persona quiere hacer sólo para verle feliz, debe ser considerado como amor antes de llegar a la obsesión.

—Eres un chico muy listo — dijo en tono irónico —, espero que un día encuentres a un buen chico que sea digno de romperte el corazón.

—Gracias, supongo — nos reímos —, ¿qué pasa contigo? ¿Eres lesbiana o algo así?

—Oh sí, estoy perdidamente enamorada de Shantel, ¿has visto su cabello? Es hermoso — puso los ojos en blanco. —No, también quiero a alguien digno para que me rompa el corazón, ¿crees que sólo tú? — volvimos a reírnos.

— ¿Crees que Rubén perdone a Santiago?

—René, Shantel no va a decirle nada a Rubén, la conozco. Sé que no encontrará la manera de decirlo y se encerrará en su cabeza. Si algún día Rubén se entera, se molestará con ella, pero sabrá que no lo hizo por maldad. Así que… lo más probable es que tengas que ser tú el que le diga la verdad a Rubén.

— ¡Tú también lo sabes! ¿No harás nada? — pregunté molesto.

—Tú y yo sabemos que te mueres por ser tú el que diga la verdad.

—No, Karen — lo decía en serio —, sólo quiero que Santiago no manipule más a Rubén. Eso es todo.

Karen cerró los ojos y yo me quedé pensando. No sé por cuánto tiempo porque me dormí muy rápido. Ni siquiera recuerdo haber soñado algo. Cuando desperté, Karen no estaba en la cama. Y yo estaba muy agotado como para levantarme de ahí. Miré el teléfono celular, tenía un mensaje de texto de un número desconocido.

Tienes que hacer algo. Santiago vino anoche y Rubén creyó todo lo que le dijo. – Shantel.

No sabía de dónde había tomado mi número de celular, pero me alegraba que lo hubiese hecho. Pero, ¿qué podía hacer yo? ¿Ir a casa de Rubén y decirle que todo lo que Santiago le había dicho era mentira? No podía hacer nada. Incluso si lo intentara. Shantel no me apoyaría, Santiago y ella se llevaban muy bien a pesar de todo. Y si yo le decía lo que había pasado a Rubén, Santiago se esforzaría por hacerle creer que era yo el que mentía, y no había competencia entre nosotros. Rubén amaba a Santiago y a mí apenas y me conocía.

El miércoles por la tarde, Laura y la otra chica que no recordaba su nombre llegaron a casa por Karen. Iban a ir a caminar a la playa. Karen me invitó para que las acompañara pero en realidad yo no quería andar con ellas. No me caían mal, pero me estresaban un poco sus problemas menstruales.  Tenía apenas cinco días ahí y era de lo único que hablaban. Y de muchachos. A mí me gustaba hablar de muchachos, pero hasta cierto punto, tampoco quería tatuarme la palabra “urgido” en la frente.

Karen se fue con las chicas y yo me quedé solo en casa. Papá estaba trabajando y Natalia nunca estaba. Siempre salía a comprar cosas y a dar vueltas con sus amigas. Luego encontraba a papá en el trabajo y regresaban juntos.

Hice lo que todo chico hace cuando está solo. Me saqué la playera que llevaba puesta y el short quedándome sólo en bóxer. Fui a la cocina y calenté comida china que había quedado de un día antes. Nunca cocinaban nada y eso me hartaba, era como comer plástico. Nunca sabes cómo preparan esas comidas.

Encendí la televisión en VH1 y salió un especial de Queen.  Me gustaban un poco así que los dejé. Dejé el volumen de tal modo que apenas lo escuchara. Comencé a comer y revisé mi celular. Había estado mandando mensajes de texto con Gema, mi amiga del colegio, y me había preguntado que si asistiría a la ceremonia de graduación a lo que respondí rápidamente que no.

Faltaban casi tres semanas para ello y no había cambiado de opinión. No me gustaban para nada esos eventos. Digo, no es como que hubiese asistido a muchos, pero no me llamaban mucho la atención tampoco.

Escuché que alguien tocó la puerta y pensé que lo mejor era vestirme. No tenía un cuerpo terrible, pero sí tenía un poco de  vergüenza. Me coloqué mi playera nuevamente, luego el short y caminé hasta la puerta. Moví mi cabello un poco antes de abrir y cuando por fin lo hice, miré a Rubén caminando de espaldas a la puerta. Se detuvo y se giró para mirarme. Al parecer no iba a insistir mucho.

—Hola — dije un poco apenado. No había hablado con él desde aquella noche.

—Hola, René. Creí que no había nadie y pensé que lo mejor era que me fuera.

—Bueno, pues estoy aquí, ¿qué pasa? — Tenía las manos metidas en sus bolsillos y parecía sentirse mal — ¿Quieres entrar? — asintió sin contestarme nada y entró a la casa. Cerré la puerta y fui a la cocina para poder limpiar el desastre que había dejado.

—René — fue como un susurro así que lo miré intentando descifrar si de verdad me había hablado —, sé que fuiste tú el que me llamaste aquella noche, y lamento no haberte respondido, pero, es que no termino de entender qué pasaba por tu cabeza cuando decidiste golpear a Santiago. ¿Hay algo que yo no sepa? ¿O simplemente lo odias?

—Rubén, yo no odio a nadie. Hay personas que detesto pero simplemente las evito para no desgastarme en ellos. No sé qué te diría él, y no diré mucho yo, pero no me arrepiento de haberlo golpeado. Incluso si vuelvo a verlo, probablemente tenga la misma necesidad de hacerlo.

—Bueno, te pido que no lo hagas — no podía creer que Rubén me hablara así, no parecía molesto, pero sí era muy frío —, pero no sólo a Santiago. Andar por la vida golpeando personas no es correcto, no está bien.

—En mi defensa, él me empujó primero, así que prácticamente, fue en defensa propia.

— ¿Vas a decirme qué pasó? — preguntó ignorándome.

—Yo… bueno, te diré la verdad, pero antes, tienes qué decirme qué fue lo que él te dijo. Sé que siempre hay tres versiones de lo sucedido, pero juro que te diré todo lo que pasó sin beneficiarme en nada.

—Pues… no debería hacerlo, pero… — se sentó en uno de los brazos del sofá —, dijo que fue a buscarme después de pagarle un dinero que le debía a ese muchacho. Al parecer el muchacho le prestó demasiado dinero para que pagara la universidad y él no quería que yo me enterara. Después dice que volvió y fue cuando yo decidí irme. Dijo que se había acercado a ti para preguntarte por mí, y le habías lanzado un golpe — solté una risita —, dice que trato de detenerte pero que no dejabas de golpearlo. René, también pienso que eres un gran chico, y no sé si yo te gusto pero…

—Santiago está engañándote — dije sin pensar en más —, y no “Engañar” de mentir, sino de “acostarse con alguien más”. No te lo debería de decir así, porque sé que lo amas, Rubén, puedo verlo, pero no se lo merece. No merece tu amor ni tú mereces que alguien te vea la cara de estúpido.

— ¿Qué estás diciendo, René? ¿Cómo que me está engañando? Ya te expliqué que fue lo que pasó.

—Rubén, yo no nací ayer. Y Shantel menos.

— ¿Qué tiene que ver Shantel en todo esto? — me arrepentí un poco por haberla mencionado, pero tenía que buscar un testigo.

Le conté a Rubén todo lo que sabía, y todo lo que había pasado aquella noche. Incluso mencioné que Santiago me había soltado un buen golpe debajo del ojo izquierdo. Creí que no me creería ni una sola palabra y se iría corriendo de ahí dejándome solo, pero se acomodó en el sillón, puso sus codos sobre sus muslos y tapó su cara con sus manos.

Yo no sabía qué hacer, nunca había consolado a nadie nunca antes. No era bueno haciendo sentir bien a la gente, pero buscaba las mejores palabras para hacerles ver la realidad sin que sufrieran tanto.

Rubén comenzó a sollozar, pero sin llorar. Caminé hasta él y me senté a su lado. No se movió. Puse mi mano sobre su espalda sintiéndome como todo un imbécil por no saber qué decirle. Tenía muchas cosas en mente, pero no estaba seguro de que fuesen las cosas que Rubén quisiera escuchar.

—Ya lo sabía, René — abrí los ojos sorprendido y él quitó sus manos de su rostro, me miró con los ojos rojos y esbozó una sonrisa muy forzada —, sabía que algo pasaba, y sabía que Santiago veía a alguien más. Hacía muchas cosas distintas… incluso en cuanto al… — me miró y yo asentí comprendiendo lo que quería decirme.

— ¿Entonces? ¿Por qué lo permites, Rubén? Eres un buen chico. De verdad…

— ¡No lo soy, René! Nunca le digo cumplidos a Santiago, simplemente estoy con él de una forma literal. Nunca…

—No seas estúpido, Rubén. Incluso aunque no fueras la persona más cursi del mundo, no tiene derecho alguno a mentirte de esa manera.

— ¿Quieres salir a caminar, por favor? — preguntó levantándose del sofá.

Asentí y me levanté del sofá. Fui a mi habitación, me acomodé el cabello, cepillé mis dientes y me puse mis tenis. Fui a encontrarme a Rubén y luego salimos de mi casa. Dejé las llaves debajo del tapete porque no sabía si los demás tenían sus llaves propias.

Caminamos mucho hasta llegar a la playa y él no paraba de hablar de cómo se habían conocido. Al parecer lo contaba muy seguido porque Karen se lo sabía igualito que él. Sólo que Rubén no mencionó de su problema con las drogas. Íbamos caminando por la orilla de la playa y me pidió disculpas por haberle “creído” a Santiago cuando dijo lo que dijo. Yo sonreí y le pedí que no se preocupara por ello.

— ¿Qué piensas hacer con él? — pregunté sin malicia.

—Estaba pensando en darle una segunda oportunidad — lo miré molesto —, pero luego comencé a ver a todos estos chicos en la playa y me di cuenta de que Santiago no está entre los mejores…

—Bueno, tampoco tienes que hablar mal de él — dije burlándome.

—Claro que sí, eres mi amigo, ¿no? — yo no sabía si asentir o no —, tienes que hablar mal de él conmigo para hacerme sentir mejor.

—O hablar bien de ti — me miró sin entender —, sí, eres alto, bronceado, guapo, tienes un buen cuerpo, y casi eres inteligente. Podrías tener a cualquier chico que quisieras… a menos que sea más guapo que tú, entonces él tendría que elegir.

— ¿Entonces tú decides si hay algo entre nosotros? — me preguntó fingiendo que coqueteaba conmigo.

—Termina un ciclo primero y luego comienzas otro — dije entre risas —. Quiero sentarme — me estaba quedando sin condición física, así que se sentó en la arena y yo me senté junto a él.

Ya era algo tarde así que el sol no estaba tan fuerte. Rubén empezó a hablar de su universidad y yo escuchaba. No tenía mucho que decir, yo apenas iba a entrar a la universidad así que no conocía mucho sobre el tema.

Me gustaba la manera tan objetiva en que hablaba Rubén. Cuando decía un mal comentario sobre algo se apresuraba a decir que esa era solo su opinión y que no tenía por qué cambiar la mía y eso me daba mucha gracia.

La estaba pasando muy bien en ese lugar, por Karen, sus amigos y especialmente por Rubén, que me ponía a pensar mucho sobre todo, y eso era precisamente lo que me gustaba en las personas, que les gustara pensar más allá de lo obvio.

Escuchamos que alguien decía algo a nuestras espaldas y nos giramos para ver quién era. Sentí algo en mi estómago cuando vi a Santiago caminando con el mismo chico con el que había engañado a Rubén. Santiago me miró muy enojado y le dijo a Rubén que él era el chico que le había prestado dinero.

Rubén se levantó fingiendo una sonrisa que hasta yo hubiera creído, y se esfumó con el puñetazo que le dio al muchacho que iba con Santiago. Santiago abrió la boca sorprendido y empujó un poco a Rubén hacia atrás.  Creí que Rubén golpearía a Santiago, así que me levanté por si la cosa se ponía fea.

— ¡No vuelvas a hablarme! — Fue todo lo que dijo, y luego miró al muchacho —, ese puñetazo era para Santiago, pero normalmente los demás tienen que poner la mejilla por él, así que acostúmbrate.

Enarqué las cejas y esbocé una sonrisa de sorpresa pura. Rubén me hizo señas para que lo acompañara y yo eso hice para salir de ahí. Santiago y yo nos sostuvimos las miradas por varios segundos hasta que él se giró para ver cómo estaba su amigo… o lo que sea que fuesen.

—No digas nada, pero creo que me fracturé un dedo — dijo susurrando y soltando una carcajada.

— ¿Qué pasó con el “Andar por la vida golpeando personas no es correcto, no está bien”? — pregunté en tono burlón.

—Bueno, pues me vi un poco hipócrita — sonrió —, gracias, René por aguantar esto. Si quieres hoy podemos salir a un bar de cacería — ni siquiera él era ese tipo de muchachos, pero me dio tanta gracia que acepté. — ¿Quieres venir a mi casa? Tengo películas nuevas y un paquete de palomitas sin abrir — me miró con esos ojos que eran imposibles de contradecir.

—Claro.

Nunca me había puesto nervioso anteriormente por salir con un chico, digo, son chicos,  como yo, pero, había algo en Rubén, y sabía que no era correcto intentar nada cuando acababa de romper con alguien cinco minutos antes, pero por el momento, estaría ahí con él, intentar verlo feliz el mayor tiempo posible, después de todo tenía tres meses para lograrlo, y eso apenas estaba empezando.

Gracias por tomarse el tiempo de leer este relato también, en cuanto éste llegue a cierta cantidad de leídas, publicaré el cuarto. Gracias nuevamente.

Sebastian Wine.