Vacaciones de Verano II

Mordía sus labios que ahora tenían un leve sabor a lubricante y hacía el vaivén cada vez más rápido. Mordí su oreja y él comenzó a gemir cada vez más.

Aquí está la segunda parte y espero que la disfruten de verdad. Debo mencionar un detalle gracioso del relato anterior que no noté al publicarlo, Jamie tenía el nombre de Itza antes de publicarlo, cuando le cambié el nombre, no recordé que había puesto varias veces “E Itza” por eso aparece “E Jamie” en lugar de “Y Jamie”. Gracias por sus comentarios, y pueden mandarme más mensajes a este correo si lo desean:sebastian.wine@outlook.com. Así podré tener sugerencias suyas y ¿por qué no? Ideas también para la historia.

Rubén

Sentí vibrar mi celular debajo de mi almohada y me esforcé mucho para buscar debajo de ella y encontrarlo. Era un mensaje de Shantel. Estábamos en la misma facultad estudiando biotecnología, y me pedía que llevara mi parte del informe. No lo había impreso, así que debía ir a casa y enviárselo o llevarle una copia impresa. Dejé el celular en el buró, y de pronto sentí algo en mi entrepierna, creí que era una erección matutina como suele pasarles a todos los hombres, pero no era eso, era la pierna de René.

Me giré para verlo y aún seguía dormido. Creí que quizás tenía frío porque estaba en posición fetal con un brazo debajo de él y otro junto a mi pecho. Intenté moverme sin despertarlo pero fue en vano. Cuando sintió su pierna sobre mi bulto se puso rojo y la retiró rápidamente. Era curioso porque no creí que René fuese la clase de chicos que se pone nervioso. Parecía muy relajado y que nada le preocupaba.

—Lo siento — dijo recostándose del otro lado de la cama.

—Descuida, estaba muy a gusto pero debo ir a casa y me tenías prisionero.

— ¿Qué hora es? — buscó su celular en la cama pero no lo encontró. Le dije que apenas eran las nueve de la mañana y se dejó caer sobre la almohada.

—Bueno, yo debo irme. Es un trabajo final el que debo entregar, así que…

— ¿En sábado? ¿A quién quieres engañar, Rubén? — René se levantó de la cama y se colocó el pantalón. Aún estaba mareado así que se tambaleó antes de recobrar el equilibrio. Se puso sus botas y luego la camisa.

—Olvidamos entregarlo ayer, la profesora le dio la dirección a Shantel para que se lo llevara hoy antes de medio día. Shantel ni siquiera tenía su parte del informe ayer, así que supongo no durmió anoche — mientras platicaba me ponía mi ropa nuevamente —. ¿Por qué estás vistiéndote? No tienes que irte, seguramente tu hermana acaba de dormirse.

—No voy a quedarme aquí solo, no conozco a nadie. Prefiero caminar a casa y avisarle a Karen que tuve que irme.

—Si quieres puedes venir conmigo a casa y te doy un aventón, sólo imprimiré el trabajo.

—Quiero ducharme también, así que mejor voy a casa.

—René, tu casa queda algo retirado de aquí, ¿no recuerdas cuánto tiempo tardamos en llegar aquí? No puedes caminar, si quieres espera a tu hermana o despiértala para que José los lleve a casa.

—No tienes que decirme todo eso para que vaya contigo — enarcó las cejas.

—Sólo intento ser amable — lo decía de verdad.

René terminó cediendo. Enjuagamos nuestras bocas con enjuague bucal y luego salimos de ahí. Había basura por todas partes. Pasamos por la habitación donde estaba Manuel y los otros, y nos dimos cuenta de que sólo quedaba Fran. Manuel y Xavier ya se habían ido, y yo sabía la razón. Seguramente cuándo los volviéramos a ver dirían que estaban muy drogados y por eso hicieron lo que hicieron con Fran.

A veces sentía pena por Fran. No era un tipo feo, pero ni siquiera él se quería lo suficiente para darse su lugar, así que no había nada que nosotros pudiésemos hacer para ayudarle. Incluso a mí se me había insinuado una vez. Sólo que yo tenía mis razones para no aceptarlo.

Después de unos quince minutos de caminar por las calles, llegamos a mi casa. René esperó detrás de mí para que yo abriera las puertas. Mamá y papá no vivían conmigo, sólo me visitaban en navidad porque según ellos estaban muy ocupados con los proyectos de la empresa. No me molestaba, porque tenía la casa para mí solo. Lo único malo es que a veces se tornaba deprimente estar en ese lugar solo todo el tiempo cuando mis amigos tenían otras cosas que hacer.

Entramos a la casa y recogí unas cartas que estaban en la entrada. Seguramente eran de mi hermana que estaba estudiando en Chicago y les escribía a mis padres todo el tiempo. Si supiera que era yo quién le respondía se sentiría horrible.

—Tienes una bonita casa — dijo René detrás de mí.

—Gracias — aseguré las puertas y le pedí que me acompañara a mi habitación —. Sólo llenaré la presentación con los datos de Shantel y míos, lo imprimo y nos vamos, pero si quieres puedes darte una ducha antes.

—No tengo ropa — su ropa ya estaba demasiado olorosa a alcohol y marihuana como para volverla a usar, así que me levanté y tomé una playera negra. Era un poco más bajito que yo, así que le iba a quedar bien, tomé un short color caqui y se los di.

—Hay unas sandalias nuevas en el baño, se supone que son de mi hermano, pero no vive aquí. Y no sé si deba prestarte ropa interior — esbocé una sonrisa.

—No sé si deba aceptarlas de ti — guiñó un ojo —, ¿dónde está el baño?

Señalé la puerta de madera que estaba frente a la cama y se adentró en el baño. Me senté en el medio de la cama y descalcé. Tomé mi portátil y abrí rápido el documento. Tenía tiempo de sobra, pero ya conocía a Shantel. Aparentaba que nada le preocupaba, y horas antes de la entrega de los trabajos se ponía como loca por el estrés.

Comencé con mis datos. Odiaba a esa profesora porque siempre ponía demasiada atención en pequeños detalles como esos. Recordé que no podía hacer el índice del informe hasta que Shantel añadiera su parte. Tomé un post-it del buró y lo coloqué sobre la carpeta dónde guardaría el trabajo. Anoté en él: “Índice” para que no se me olvidara.

Volví a releer lo que ya había escrito unos días antes y añadí unas cuantas palabras más para darle más coherencia a lo que ya estaba hecho. Escuché que René estaba vomitando en el baño otra vez. Sentí pena por él, ya había pasado por esa etapa de embriagarme hasta que no pudiera más en las fiestas y luego estaba la resaca. Por eso desde un tiempo atrás, sólo llenaba un vaso con cualquier cosa y ellos ni se daban cuenta que no estaba bebiendo alcohol.

Después de unos veinte minutos terminé de revisar el trabajo y lo mandé a imprimir. La impresora estaba sobre el escritorio y por suerte estaba encendida. Me levanté de la cama y me saqué toda la ropa quedándome en ropa interior solamente. Busqué un short de mezclilla y una playera sin mangas con rayas negras. Tomé unos bóxers negros y dejé las tres prendas en la cama.

Caminé hasta la impresora y saqué las hojas ya impresas. Las metí en la carpeta y la puse sobre un maletín café que tenía en mi escritorio. René salió del baño con el short puesto pero sin camisa y se sorprendió al verme.

—Voy a ducharme rápido — me apresuré a decir —, si quieres comer algo baja a la cocina.

Asintió y yo me adentré en la ducha. René no era nada feo, de hecho era bastante atractivo, o al menos eso pensaba yo. Llevaba un piercing  negro en la oreja izquierda y el corte que andaba de moda. Tenía el cabello muy oscuro y una piel clara, lo cual era de esperarse, porque según Karen nos había contado, de dónde René venía no hacía calor nunca y siempre estaba nublado.

Pero tenía unos ojos que le ganaba a todo lo demás. Eran cafés claros, grandes y con unas enormes pestañas. Cuando me di cuenta, estaba bajo la regadera con una erección. Dejé de pensar en él y fue bajando. No podía pensar en él de esa manera. Era hermano de mi mejor amiga, y yo…

— ¡Rubén! — escuché la voz de René tocando la puerta —. Tienes visita — continuó diciendo.

Me duché rápido. Tomé una toalla blanca y me la anudé a la cintura. Sequé mi cabello con otra toalla  y lavé mis dientes. Salí de ahí y me encontré con la versión más molesta de quien era mi novio. Santiago estaba recargado en el marco de la puerta del baño con los brazos extendidos y esperando a encontrarse conmigo. Lo miré e intenté darle un beso pero se hizo un poco para atrás. Me miró de arriba abajo y entrecerró los ojos.

—René es hermano de Karen — dije moviendo sus brazos y caminando hacia la cama para poder vestirme.

—Tiene tu ropa puesta, Rubén, ¿crees que soy idiota?

— ¡Su ropa apesta a marihuana! Además no hicimos nada, estás actuando como un idiota —. René estaba mirándonos desde la puerta de la habitación con un emparedado en la mano.  Parecía divertido al vernos —, lo siento — dije sonriendo —. Santiago es buena persona — me giré hacia Santiago y le di un beso en la mejilla.

—Lo siento, René — dijo Santiago tratando de controlarse. Se sentó en la cama y yo me vestí. René asintió entendiendo el porqué Santiago se había puesto así, y yo sonreí —, ¡no te rías! Cuando llegues a casa y te abra la puerta un muchacho de 17 vas a entenderme.

—Tengo 18 — dijo René sonriendo —, y no te preocupes, intenté acostarme con Rubén anoche, pero no quiso — volvió a morder su emparedado.

—Muy gracioso, René. Recoge tus cosas para ir con Shantel — miré a Santiago —, ¿vienes con nosotros? — Santiago asintió no muy convencido y me dio un golpecito en el brazo.

Santiago se levantó de la cama y yo tomé el maletín. Me puse unos tenis con los que podía andar en la playa. Puse mis manos sobre los hombros de Santiago. Bajamos a la entrada y tomé las llaves de la camioneta. Quité el seguro y los tres nos subimos al mismo tiempo. Santiago se subió de copiloto y René en la parte de atrás.

René me pidió que lo llevara a casa antes de ir con Shantel porque se sentía mal. Era de esperarse, aunque también pensé que quizás se sentía muy incómodo con Santiago y eso lo entendía. No habían tenido un buen comienzo. Santiago tenía un temperamento muy explosivo, pero era muy tranquilo casi todo el tiempo. Cuando algo no le parecía, se ponía como fiera. Yo intentaba no ponerle mucha atención cuando se ponía así, porque se ponía peor.

Llegué con Shantel y aún tenía puesto el mismo vestido de la noche anterior. Su papá y su madrastra no estaban. Santiago y yo entramos y le ayudamos a terminar el informe. A Shantel le faltaba mucho más de lo que yo pensaba así que nos apresuramos a acabarlo. Todavía olía a alcohol aún, así que le dije que se duchara y nosotros terminaríamos el trabajo.

Santiago se fue a la cocina y se preparó un emparedado también. Me preparó uno y me lo entregó después de darme un beso en la mejilla. Terminé el trabajo y le dije a Shantel que debíamos irnos. Salió de la ducha con un short y una blusa delgada y se despidió de nosotros. No teníamos nada que hacer, pero no quería quedarme en casa de Shantel. Saldríamos de fiesta esa noche y la vería toda borracha otra vez.  Salimos de su casa y nos subimos a la camioneta para salir de ahí directo a mi casa otra vez.

Cuando por fin llegamos, entramos a casa rápidamente y Santiago me empujó hacia la pared para besarme. Odiaba las camisas que usaba Santiago porque eran difíciles de quitar, así que tenía que tomarme mi tiempo.

Le saqué la playera y él sacó la mía. Comencé a besarlo, le mordía los labios y él acariciaba mi pecho. Intentamos ir por la escalera sin besarnos pero fue en vano. Nos deteníamos en cada escalón y  nos besábamos más. Llegamos a mi habitación. Desabrochó mi short y lo dejó caer por mis piernas. Me deshice de él y luego le quité el suyo. Me agaché un poco y comencé a lamerle las tetillas y a morderlas levemente.

Santiago puso su mano sobre mi cabeza y desabrochó su short con la mano libre. Lo empujé un poco y caímos en mi cama. Él quedó boca arriba y yo me senté en su bulto para seguir besándolo. Sentía como crecía cada vez más su polla así que fui besando su cuello, y bajé a su pecho, lamiendo cada parte de él, pasé por las tetillas y me quedé unos segundos ahí. Bajé un poco más hasta su abdomen y pasé mi lengua por las líneas de éste.

Tomé el elástico de su ropa interior y la bajé hasta que la saqué de sus piernas. Su polla saltó y yo la tomé con mis manos. Comencé a subir y bajar lentamente y descubrí el glande. Pasé mi lengua por él y Santiago se retorció un poco. Lo lamí de nuevo y volví a sentir la mano de Santiago en mi cabeza. Tomé la polla otra vez con mis manos pero esta vez la metí a mi boca. Medía unos diecisiete centímetros y era algo gruesa.

Empecé un sube y baja rápido y con mis manos acariciaba el pecho de Santiago. Me tomó de los hombros y me apartó de ahí. Me recostó boca arriba e imitó lo mismo que yo había hecho. Santiago lamía mi glande y me hacía sentir escalofríos en el resto de mi cuerpo. Mordisqueaba mi polla y eso me hacía estremecer. Me aferré a las almohadas y dejé que Santiago hiciera lo suyo.

Subió lentamente hasta mi boca y volvimos a besarnos, pero ahora con el sabor de nuestras pollas en la boca. Ahora fui yo el que bajó pero hasta su culo. Puse mis manos en sus glúteos y los separé para meter mi lengua dentro. A Santiago le encantaba. También le daba pequeñas mordidas.  Lamí uno de mis dedos y lo introduje lentamente en su culo. Se retorció un poco y metí un segundo dedo. Cuando ya tenía dos dedos dentro comencé a meterlos y sacarlos lentamente y luego más rápido. Metí el tercer dedo y Santiago comenzó a gemir.

Me moví hasta el buró y tomé un condón. Santiago me lo arrebató y fue él quien lo abrió. Lo sacó de la envoltura y se lo puso en los labios para llevarlo a mi polla. Me sorprendí un poco porque nunca lo había hecho. Lo colocó en la cabeza de mi polla y fue bajándolo con los labios hasta que llegó a mi pelvis. Se volvió a recostar y ahora comencé a acercar mi polla a su culo. Fue metiéndola lentamente y Santiago me miró a la cara. Nos encantaba hacerlo así para poder ver nuestras expresiones.

Tomé su polla con mi mano y comencé a masturbarlo, y al mismo tiempo empecé un vaivén lento. Bajé hasta su rostro y nos fundimos en un beso nuevamente. Mordía sus labios que ahora tenían un leve sabor a lubricante y hacía el vaivén cada vez más rápido. Mordí su oreja y él comenzó a gemir cada vez más.

Cambié de posición y esta vez yo quedé boca arriba. Santiago se subió encima de mí y comenzó a cabalgarme lentamente. Me miró a la cara y sonrió. Yo seguía masturbándolo cada vez más rápido. Estábamos llenos de sudor. Sentía como su sudor bajaba por su espalda y caía hasta mí. Nos movimos otra vez. Él se quedó boca arriba y yo tomé sus piernas sobre mis hombros. Me acerqué para besarlo y pasé la yema de mis dedos por su glande. Se movió más y susurró que estaba a punto de venirse. Empecé a moverme más rápido y él comenzó a gemir cada vez más. Sentí como me llenaba la mano de semen y al mismo tiempo sentí como aplicaba presión en mi polla con cada chorro y eso provocó que yo también terminara. Estábamos muy cansados.

Volví a besarlo nuevamente. Saqué mi polla de su culo y me quité el condón. Tomé unas toallitas que tenía en el buró y las pasé por donde nos había ensuciado. Me recosté en la cama y él se recostó junto a mí poniendo su cabeza en mi pecho. Podía escuchar su respiración entrecortada y su estómago moverse cada vez más lento. Puse mi pierna entre las suyas y nos quedamos dormidos así.

No sé cuánto tiempo pasó mientras lo hacíamos ni cuánto duramos dormidos, pero cuando menos pensé ya eran las ocho. Moví las sábanas y no encontré a Santiago. Me levanté de la cama y me puse mi bóxer otra vez. Salí de mi habitación y escuché la voz de mi novio en la planta de abajo así que me encaminé hasta ahí.

Ya estaba cambiado, así que supuse que había ido a su casa. Llevaba puesta otra camisa, era una camisa negra y un pantalón del mismo color algo ajustado. Estaba hablando por teléfono entonces me acerqué con discreción para abrazarlo por la espalda sin que se diera cuenta. Comenzó a alzar la voz y me di cuenta de que estaba discutiendo por teléfono y no hablando simplemente.

Llegué hasta él y rodeé su cintura con mis brazos y besé su cuello silenciosamente. Su tono de voz bajó y cambió a un tono más nervioso. Supuse que era porque lo tenía rodeado con mis brazos.

—Te buscaré esta noche— dijo antes de terminar la llamada.

Se giró hacia mí y me dio un beso en los labios. Juntó su cuerpo con el mío y pude sentir su polla junto a la mía.  Le di un beso en la frente y me separé de él para ir a la cocina y prepararme algo de comer antes de irnos a la fiesta que teníamos esa noche. Había espagueti en el refrigerador así que eso comí después de calentarlo.

— ¿Con quién hablabas? —  pregunté mientras comía —. Parecías molesto.

—No… no estaba molesto, estaba algo abrumado — sonrió —, pero no importa. Shantel llamó y dice que ya va en camino a la fiesta, así que deberías de ir a cambiarte antes de que se nos haga tarde.

—Sí, claro. Igual son las ocho apenas, llegaremos a buena hora.

— ¿Quieres que vaya a comprar una botella antes de irnos o la compramos en el camino? — tomó las llaves de mi camioneta.

—Santi, ¿con quién hablabas? — volví a preguntar mirándolo a los ojos.

—Es un amigo —  dijo no muy convencido —, va conmigo en la facultad.

— ¿Y por qué no lo conozco? —  me levanté de ahí y le hice señas para que me acompañara arriba para poder alistarme. Me sorprendía no conocer al amigo de Santiago porque siempre nos presentábamos con todos para no tener inconvenientes después. Y tomando en cuenta que Santiago ya no era novato en la facultad, seguramente ya debían de tener tiempo de conocerse.

—Porque no ha habido oportunidad — dijo algo molesto —. No entiendo porqué te molesta tanto si tú estabas con ese chico aquí en tu casa. Yo debería de estar molesto contigo — ya estábamos en mi habitación. Yo había tomado una camisa rosada de mi armario y un pantalón de mezclilla. Lo dejé en la cama y me giré hacia él.

—René y yo no hicimos nada indebido además de beber alcohol en casa de José. Y estoy cien por ciento tranquilo por ello — lo miré a los ojos —. ¿Y tú? — Puso los ojos en blanco y se dejó caer en mi cama. Tomó una revista y me ignoró.

Entré al cuarto de baño y abrí el agua fría. Necesitaba un buen baño frío para dejar de pensar estupideces. Santiago y yo ya teníamos un año juntos y no habíamos tenido muchos problemas a lo largo de este tiempo. Siempre tuvimos diferencias al momento de decidir qué veíamos en televisión o qué música escuchábamos pero nada más.

Terminé de ducharme y después de arreglarme el cabello y ponerme loción salí del baño. Me vestí y Santiago seguía “leyendo” la revista. Me puse mis zapatos y luego un cinturón. Guardé mi celular y mi dinero y miré a Santiago nuevamente.

—Es hora de irnos — dije en tono serio.

— ¿Irá tu amigo René esta noche? — preguntó levantándose de la cama.

—Supongo que sí — dije caminando hacia afuera. Sabía que lo preguntaba para molestarme pero era eso justamente lo que quería evitar.

Le di las llaves de la camioneta y fue él quien condujo hasta la fiesta porque yo no sabía donde era. Nos detuvimos antes de llegar y compramos una botella de vodka y refrescos. Llegamos a la fiesta y vimos que era más grande de lo que pensábamos. Fue divertido que hubiese muchísimos más hombres que mujeres, pero era de esperarse. Los tres organizadores de la fiesta eran gays.

Me bajé de la camioneta y caminé junto a Santiago hasta dentro. Miré a Fran con otros dos tipos y negué con la cabeza con reprobación. Santiago parecía estar buscando a alguien y eso comenzaba a fastidiarme. Miré a Jamie y le señalé a Santiago para que caminara junto a mí. Estaban ya todos sentados en un sillón circular junto a otros que acababan de conocer. Incluso estaban Karen y René ahí ya. René no parecía nada divertido y fingía hacerlo mientras bebía de su vaso. Lo saludé con la mano y su expresión cambió un poco.

Santiago se sentó junto a Shantel y empezaron a hablar mal de la gente que había en la fiesta.  Era lo que hacían habitualmente. Me senté en medio de Jamie y René y me serví un vaso de vodka con refresco. Odiaba la música que había. Ni siquiera tenía buen ritmo y parecía sólo ruido. Las chicas estaban muy atentas a los muchachos, porque eran mayores y apuestos, debo decir, pero lo más probable es que esos chicos buscaran chicos.

— ¿Tuviste problemas con Santiago? — preguntó René en un tono que apenas pude escuchar.  Moví mi cabeza indicándole que no y luego sonreí —, me alegro, y lo siento.

—No te preocupes, no es tu culpa ser guapo — le guiñé un ojo —, además, no hicimos nada malo. Así que puedes estar tranquilo.

Pusieron buena música y me sorprendí. Me encantaba bailar así que le pedí a Jamie que me acompañara, era la única que me seguía la corriente en esas cosas. Bueno, ella y Shantel. Jamie se levantó y nos fuimos a donde estaban todos bailando. Después llegaron Karen y Shantel y bailaron con nosotros. Shantel aún no estaba ebria y eso me daba mucha risa, porque nunca la había visto bailar antes de estar ebria.

Después de un buen rato,  volvimos a dónde estábamos antes para  sentarnos y había menos personas ahí. René seguía sentado junto a Manuel y Xavier y se estaban enseñando los tatuajes que tenían. Manuel tenía uno en el bíceps  derecho que se lo había hecho después de la graduación del instituto. Xavier tenía tatuado un micrófono pequeño en la muñeca y otros tatuajes en la espalda que no enseñó. René me sorprendió con un tatuaje en la clavícula izquierda que tenía algo escrito, aunque no pude leer bien qué decía porque no me lo estaba enseñando a mí.

— ¿Quién era ese tipo? —  me preguntó José.

— ¿De quién hablas? — pregunté sin entender.

—Ese con el que discutía Santiago, creí que venía con ustedes — dijo mientras se servía más alcohol. René escuchó lo que José dijo y se me quedó mirando.

—Bueno no sé quién es, ¿en dónde está Santiago? — estaba molesto y preocupado al mismo tiempo.

—No lo sé — respondió José sin preocupación alguna.

René de pronto se puso muy serio y se levantó de ahí. Quise ir a preguntarle que si qué le pasaba pero estaba más preocupado por Santiago que otra cosa, así que saqué mi celular y le escribí un mensaje de texto. Le hubiese llamado pero no tenía sentido, apenas y escuchábamos en persona, ya me imaginaba por teléfono.

Pasaron unos minutos y no me respondió, me levanté de ahí y me encontré a Shantel y a René hablando en la barra que había en la entrada. Parecían tensos, me acerqué a ellos y ambos voltearon a verme al mismo tiempo. Les pregunté por Santiago y ambos negaron con la cabeza. Shantel miró por un lado de mí y señaló.

Santiago iba bajando del segundo piso con un muchacho. Era un poco más bajo que yo, pero más fornido, y rubio. El muchacho se despidió de él y salió de ahí. Santiago sacó su celular y comenzó a escribir algo en él. Sentí cómo mi celular vibraba y lo saqué de mi pantalón. Shantel y René me miraron y yo leí el mensaje.

Estaba en la barra. Voy para allá.

—Creo que iré a casa — dije molesto —, Shantel, ¿puedes decirle a los demás que me fui? Inventa algo.

— ¿Quieres que vayamos contigo? ¿Pasó algo? — preguntó Shantel preocupada.

—No lo sé, pero no estoy a gusto, y preferiría irme a casa. Dile a Santiago que lo siento pero que comencé a sentirme mal.

— ¿Quieres que te lleve a casa? — Shantel tomó su bolso y se lo puso en el hombro. Yo no contesté, así que ella lo tomó como un sí. Le dijo algo a René y él asintió. Me dio una palmada en el hombro y luego salió de ahí.

Shantel me tomó del antebrazo y me encaminó hasta la salida de ahí.  Miré mi celular y me di cuenta de que era la una de la mañana. Había pasado más tiempo del que había sentido realmente. Mi amiga llamó a sus papás y les explicó que dormiría en mi casa. Lo hacía frecuentemente y sus papás sabían que yo era gay así que no tenían problema.

Santiago estaba llamándome pero no tenía ganas de hablar. Shantel condujo esta vez mi camioneta. Sabía que José llevaría a Santiago a casa, o Fran, así que no me preocupaba por ello. Además sus papás siempre hacían lo que Santiago quería.

Bajé el cristal y sentí el aire en mi rostro. Estaba refrescando. Shantel no decía nada, así que encendió la radio para distraernos un poco antes de llegar a casa. Salió una canción romántica y comenzó a maldecirla. Al parecer era una canción que solían escuchar ella y Alan, su ex novio. Nunca entendí por qué terminaron. Él la quería mucho, y ella a él. Un día llegó a mi casa llorando porque habían terminado y yo nunca terminé de entender.

Me dijo algo como, “Todo estaba acabándose poco a poco.” Y fue todo lo que dijo. No era de mi incumbencia saber qué había pasado, así que sólo me dedicaba a apoyar a mi amiga.

Antes de llegar a casa a Shantel se le ocurrió ir a una taquería que abría hasta muy tarde y me pareció una idea genial porque moría de hambre. Luego fuimos a casa y nos tiramos en la sala de estar. Me quité mi camisa y me quedé sólo con mi camiseta interior. Me saqué mis zapatos y Shantel se quitó sus zapatillas. Las arrojó a un lado y comenzamos a comer.

— ¿Entregaste el informe a tiempo? — pregunté al recordar que teníamos el último trabajo pendiente.

—Hasta el resultado me dio — dijo Shantel sin mirarme a los ojos —, tenemos un 94.

— ¡Perfecto! — creí que bajaría mucho nuestra nota final porque habíamos entregado el trabajo un día después.

—Tu celular esta vibrando — Shantel señaló mi celular que estaba sobre el sofá. Lo tomé y me di cuenta de que era Santiago. Miré a Shantel y ella me miró a mí. Fue como si ambos estuviéramos considerando contestar y no hacerlo al mismo tiempo.

Contesté y sólo me dijo que estaba afuera de mi casa. Colgué la llamada y me levanté de ahí. Shantel se levantó detrás de mí y caminamos hasta la puerta. Era cierto, Santiago estaba ahí. Abrí la puerta de afuera y le pedí que pasara. Shantel se puso pálida al verlo.

— ¿Qué demonios te pasó? — le preguntó Shantel a Santiago. Me giré para verlo a la cara y me di cuenta de que tenía un labio reventado y su camisa estaba rasgada.

— ¡¿Quién te hizo eso?! — pregunté molesto y alterado. Le dije a Shantel que fuera al baño por un poco de alcohol y algodón, y regresó rápido con ello.

— ¡Tu estúpido amigo! — Santiago estaba gritando —, ¡No sé qué mierdas le diste a René, pero está obsesionado y se me ha lanzado a los golpes en plena fiesta!

— ¿Qué? — preguntamos Shantel y yo al mismo tiempo.

Mi celular comenzó a vibrar en mi mano. Miré la llamada. Era un número  desconocido con una lada diferente a la local. René. Pensé.