Vacaciones de verano I
Cuando terminé mis estudios en Francia, una grata sorpresa me esperaba cuando regresé a casa.
Después de haber pasado seis meses en el programa Erasmus en Francia, estaba deseando volver a casa. Cuando salí por la puerta del aeropuerto, apenas podía dar crédito a mis ojos cuando vi lo que me esperaba. Allí de pie, con una sonrisa de oreja a oreja estaba mi madre, pero ella no era la misma que había dejado sólo seis meses antes, estaba radiante, más hermosa que nunca. Vino corriendo hacia mí y nos dimos un abrazo efusivo.
- Hola cariño – y me cubrió la cara de besos.
- Mamá, te ves absolutamente genial, ¿qué te has hecho?
- Decidí que era hora de un cambio de imagen. ¿Te gusta?
- Estás maravillosa, pareces mi hermana.
- Tonto, que exagerado eres.
- No exagero ni un ápice. Estas preciosa, de verdad.
Tenía la piel bronceada, su cabello rubio caía sobre sus hombros. Llevaba un vestido azul ceñido que remarcaba una figura espectacular. Toda su vida mi madre había vestido con ropa sencilla y nada favorecedora, debo admitir que el cambio le había hecho mucho bien.
- ¿Y Andrea?
- Ha ido recoger sus notas de selectividad.
- Ah, bien.
Mientras que nos dirigíamos a casa, me contó que papá estaba de viaje, como siempre. Mi padre viajaba constantemente y mi madre se quedaba a menudo sola. Me contó que el sábado siguiente se iba a celebrar una fiesta de su empresa para conmemorar el veinticinco aniversario de su fundación. La invitación era para también para las familias de los empleados y si yo no iba, le tocaría ir sola a ella y sería deprimente. En su cara vi un gesto se súplica
- Claro que iré, cuenta conmigo.
- Muchas gracias, cariño – y el rostro se le iluminó.
Llegamos a casa, descargamos mis maletas y las subimos a mi cuarto. Al cabo de un rato llegó Andrea, mi hermana pequeña.
- Hola preciosa. – y la di un fuerte abrazo
- Bienvenido hermanito.
- ¿Qué tal esas notas?
- Un 8,3. No me puedo quejar. ¿Y tú que tal por Francia?
- “Très bien”. Ha sido seis meses de mucho trabajo.
- Ya, me imagino que habrá sido “muy duro” – dijo my madre con una sonrisa en los labios - Cariño, sabemos lo que pasa en el Erasmus.
- Mamá, no todo son juergas, también estudiamos – y me reí.
El cambio en mi madre no sólo se había producido a nivel físico, su comportamiento también era distinto, se la veía más alegre que de costumbre. Después de la cena, nos sentamos a ver la TV, mi hermana había salido a cenar con unas amigas, así que mi madre y yo estábamos solos en casa. Mi madre me agarró las manos
- Cariño, estoy tan feliz de tenerte de nuevo en casa. Te he echado tanto de menos…
- Yo también estoy feliz de estar de nuevo en casa. Os he echado mucho de menos, sobre todo a ti. – y la di un beso en la mejilla.
- Me paso tanto tiempo sola, tu padre está casi siempre de viaje y tu hermana… bueno, ya sabes que va por libre.
- No te preocupes, este verano pienso pararlo en casa, así que no estarás sola.
Mamá tiró de mí y me dio un abrazo, siempre ha sido cariñosa conmigo, pero éste abrazo parecía diferente. Me dio varios besos en la mejilla y me acarició con la mano.
- ¿Te apetece tomar una copa?
- Si, lo mismo que vayas a tomar tú.
Regresó con un par de copas y se sentó a mi lado. Mientras bebíamos no paraba de preguntarme cosas de Francia, ella escuchaba con atención mis explicaciones.
- Mamá, te prometo que cuando gane algo de dinero, lo primero que vamos a hacer es irnos a Paris, tu y yos solos.
- ¿De verdad? Eso sería maravilloso.
- De verdad, dalo por hecho.
- Gracias cariño. ¿Te apetece otra copa?
- Si, gracias.
Después de terminar la segunda copa, mi madre estaba un poco achispada. Sus ojos tenían un cierto brillo que así lo indicaba. Se tocó el cuello e hizo un gesto de molestia,
- ¿Te duele el cuello? ¿Quieres que te dé un masaje?
- Si, por favor
Mi madre se dio la vuelta, se desabotonó la blusa y se la quitó, quedándose en sujetador. Se bajó los tirantes, pero sin llegar a quitárselo. Me froté las manos para calentármelas y empecé a masajearla sus hombros. Ella echó su cabeza hacia atrás y comenzó a girarla.
- Estás muy tensa, necesitas relajarte.
- Si, lo que necesito ahora es relajarme.
Le di un beso en el cuello, puso su mano sobre la mía y me la acarició.
- Te quiero mamá – y le di un beso en el cuello, ella se estremeció.
- Yo también te quiero, amor mío.
Lentamente fui bajando las manos por la espalda mientras la masajeaba,
- Espera, –dijo mi madre mientras se desabrochaba el sostén– así es más cómodo.
- Anda, túmbate en el sofá.
Me puse de rodillas en el suelo y continué masajeándola, tenía su cara vuelta hacia mí, pero sus ojos permanecían cerrados. Su respiración se hizo más profunda, estaba tan callada que llegué a pensar que se había dormido.
- Que piel más suave tienes.
- Si alguien nos viese así… - dijo mi madre de improviso.
- Ya procuraremos que no nos vean, no sea que también quieran un masaje.
En ese momento mi madre se dio la vuelta quedando bocarriba y me miró con una sonrisa en los labios y le devolví la sonrisa. Me quedé mirando sus hermosos pechos bastante firmes, con unas areolas sonrosadas y los pezones erectos por la excitación que tenía.
- Que hermosa eres, mamá.
- Tú también lo eres, amor mío.
Alzó su mano hasta tocarme la cara, me agarró del cuello y tiró hacia ella hasta que nuestros labios se juntaron y nos besamos apasionadamente. Continué besándola por el cuello, sus pechos y su vientre.
- Mi vida, que delicia. –dijo mamá.
Mi madre entonces se incorporó y se levantó, yo la imité. Nos volvimos a besar en los labios, mientras que mi madre me desabotonaba la camisa que llevaba. Cuando me la quitó, empezó a besarme el pecho, sus manos se dirigieron a mi cinturón y me lo desabrochó. Pero en ese momento oímos que alguien estaba abriendo la puerta de la calle
- ¡Joder!, tu hermana. Vístete, rápido.
- ¡Maldita sea!
Me puse la camisa tan rápido como pude, ni siquiera me la abotoné y me dirigí a la puerta de entrada para entretener a mi hermana hasta que mi madre se hubiera vestido.
- Hola Andrea, ¿de vuelta tan temprano? – saludé dándola un beso en la mejilla
- Si, la cena ha terminado pronto y además quería comentar una cosa a mamá antes de que se acostara.
- Pues está en el comedor.
Mi madre ya se había vestido, aunque el sostén no se lo había puesto, debajo de la blusa notaba que sus pechos estaban libres. Busqué con la mirada por si estaba a la vista, pero mi madre lo debía haber escondido.
- Buenas noches mamá.
- Hola cariño, que temprano vienes hoy.
- Si. Oye mamá, Lucía me ha invitado a pasar unos días con ella y sus padres en el apartamento que tienen en la playa. ¿Te parece bien?
- Por mí de acuerdo, ¿cuándo os vais?
- El sábado por la tarde, después que sus padres cierren la tienda.
- Bien, -dijo mi madre.
- Bueno, me voy a acostar, estoy cansada y mañana quiero levantarme temprano -nos dio un beso a cada uno.
Esperamos a que Andrea se metiese en su alcoba,
- Por qué poco. – dije en voz baja
- Si llega a tardar cinco minutos más… Anda, vamos a recoger un poco el comedor y nos vamos también a dormir.
Mientras yo recogía las copas, mi madre se arrodilló y sacó de debajo del sofá su sostén. Fuimos a la cocina y cerré la puerta, agarré a mi madre por la cintura y la atraje hacia mí, la besé en los labios. Mi madre se separó de mí,
- Ahora no, ten paciencia, mi vida. Ya tendremos oportunidad.
- No sé si podré esperar.
- Pues tendremos que hacerlo. Hala, vámonos a acostar, que mañana madrugo.
- De acuerdo.
Me costó conciliar el sueño, estaba dando vueltas en la cama pensando en lo sucedido esa noche, o mejor dicho, en lo que no había llegado a suceder. No se a qué hora me dormí, pero cuando me desperté mi madre ya se había ido a trabajar y mi hermana estaba también a punto de irse.
- Vaya ojeras que tienes, Richard.
- He dormido muy mal esta noche.
- Ya se ve. Bueno, me voy a ver si arreglo unos papeles de la universidad.
- Pues yo iré a saludar a mis compañeros, no quiero que piensen que paso de ellos.
Nos despedimos y al rato me fui a ver a mis amigos. Después de pasar el día con mis amigos regresé a casa a última hora de la tarde, mi madre estaba preparando la cena y mi hermana se estaba duchando. Me acerqué a mi madre por detrás y la agarré por la cintura, la besé en el cuello.
- Qué olor más delicioso.
- Es tu cena preferida.
- Me refería a ti.
Mi madre se rió, se dio la vuelta y acariciándome la cara, me dio un beso en la boca.
- Que distinto eres a tu padre, el ya no me dice ningún cumplido. Yo creo que ni siquiera se ha dado cuenta que he cambiado mi look.
- Qué le vamos a hacer si es estúpido, si yo tuviera una mujer como tú… – y le puse una mano en un pecho.
Ella cerró los ojos y se quedó inmóvil. En ese momento Andrea salió del baño y se fue a su alcoba, nos separamos rápidamente. Mi polla estaba en erección y mi madre se dio cuenta.
- Me voy a dar una ducha.
- Que sea de agua fría – dijo riéndose.
Cuando termine de ducharme y cambiarme, mi madre ya había terminado de hacer la cena, entre Andrea y yo pusimos la mesa. Andrea iba a cenar en casa, mi madre se lo había pedido para celebrar que estábamos los tres juntos. Durante la misma, estuvimos charlando animadamente de temas intranscendentes, mi madre estaba feliz y no paraba de reír. Al final de la cena, el rostro de mi madre cambió, se quedó muy seria, nos cogió a cada uno de la mano y nos miró con los ojos húmedos.
- Si no fuera por vosotros no aguantaría en esta casa, vuestro padre cada día está más distante de mí, Andrea lo sabe. Ya no sé qué hacer para que se fije en mí. Incluso cuando está de viaje, se pasa los días sin llamar.
- ¿Acaso crees que está con otra? – le pregunté.
- No lo sé, es posible que ya se haya cansado de mí. Apenas me toca, me da mucha vergüenza hablarlo con vosotros, pero quiero que lo sepáis. – y se cubrió la cara con las manos y se puso a sollozar.
Andrea y yo nos abrazamos a ella, no paraba de llorar. Incluso a mí se me saltaron las lágrimas. Cuando se calmó un poco mi madre se separó de nosotros.
- Disculparme, pero necesitaba desahogarme.
- No tienes porqué disculparte, siempre nos has dicho que si tenemos un problema podíamos contar contigo. Pues lo mismo te decimos a ti, puedes contar con nosotros para lo que sea. ¿Verdad Andrea?
- Claro que sí, mamá.
A mi madre se le volvió a alegrar el semblante, nos dio un beso en la mejilla a cada uno y se levantó para dirigirse al servicio. Nosotros aprovechamos para recoger la mesa y mientras estábamos en la cocina me dirigí a mi hermana.
- Sabes cómo van a acabar ¿no?
- Sí, si papá no cambia terminarán divorciándose.
- Andrea, ¿crees que papá tiene a otra?
- No lo sé, pero si la tiene, no se lo voy a perdonar nunca.
- Ni yo.
Mi madre salió del baño y fue a la cocina,
- Anda, sentaros en el sofá y nos tomamos una copa, yo os la preparo.
Estuvimos hasta tarde bebiendo y charlando, no volvimos a tocar el tema de la aptitud de mi padre hacía ella para no deprimirla. Pasada la una decidimos acostarnos, estaba tan cansado por lo poco que dormí la noche anterior, que me quede frito casi al instante de acostarme. Cuando me levanté, ellas ya se habían levantado, mi hermana estaba haciendo las maletas y mi madre había salido de compras. Cuando regresó mi madre venía cargada
- ¿Por qué no me has despertado? Hubiera ido contigo a comprar.
- Estabas tan dormido que me ha dado pena despertarte.
- Pues deberías haberlo hecho.
- No pasa nada, voy a hacer la comida y después nos preparamos para irnos a la fiesta.
A las siete de la tarde ya estábamos preparados para irnos, mi hermana aun no se había marchado. Mi madre iba con vestido negro ceñido a su cuerpo, ¡Dios! Que preciosa estaba y que mi padre no se diera cuenta, que imbécil.
- Bueno, nosotros tenemos ya que irnos – dijo mi madre a Andrea.
- Vale, me ha llamado Lucía y ya vienen para acá.
- Bueno cariño, que te diviertas mucho – dijo mi madre dándola varios besos.
- Adiós hermanita, pórtate bien – y la guiñe un ojo.
- Lo procuraré.
Habíamos llamado a un taxi y mientras esperábamos mi madre me dijo.
- Esta noche, en cuanto acabe la cena, nos venimos sin demora para casa.
- Lo estoy deseando y si no fuera porque quieres ir a la fiesta, nos quedábamos en casa.
- Ahora mismo no es que me apetezca mucho ir, preferiría pasar la velada contigo a solas, pero si no voy, los jefes pueden “tomar nota”.
- Lo entiendo.
Llegamos donde se celebraba la fiesta, era un gran salón con un escenario. Había bastante gente, la verdad era que yo apenas conocía a nadie, algunas de las compañeras de mi madre y poco más. Mi madre saludaba a algunas de las personas con la que nos cruzábamos y me presentaba. Una mujer de treintaitantos años se acercó con una copa en la mano, venía un poco achispada. Venía vestida con un vestido blanco, que por encima de la cintura constaba de una tela transparente y debajo de ella, su carne desnuda y suntuosa. Cuando no hacía nada, sus senos permanecían a salvo bajo unas pequeñas secciones opacas, estratégicamente emplazadas. Cuando alzaba un brazo, el vestido se le subía por aquella parte y el pezón correspondiente surgía de manera fugaz. Yo la observaba con la boca abierta, mi madre me dio un toque con el codo para que saliese de mi embelesamiento. Saludó con dos besos a mi madre.
- ¿Y este buen mozo quién es? – preguntó.
- Es mi hijo, Ricardo. – dijo mi madre con orgullo.
- ¿Y donde le tenías escondido?
- Acaba de volver de Francia. Ricardo, te presento a Susana, una compañera de mi departamento.
- Encantado, Susana.
Susana vino hacia mí y me dio dos besos. En ese momento, un hombre salió al escenario.
- Es el director de la empresa – me dijo mi madre.
Nos dio la bienvenida y nos soltó un discurso que se me hizo interminable sobre la historia de la empresa, su presente y su futuro. Una vez terminado el discurso, nos sentamos a la mesa junto con otras personas a las que no conocía para comenzar a cenar.
- Que coñazo de discurso – me dijo Susana al oído.
Sonreí y asentí con la cabeza, durante la cena hubo un espectáculo de variedades, un poco anticuado pero que a la mayoría pareció gustarles.
- ¿Así que has estado en Francia?
- Si, en Paris. He estado estudiando en la universidad.
- Ah Paris, una ciudad muy romántica. – y me puso la mano en el muslo.
El mantel impidió que mi madre se percatase, yo me hice el desentendido.
- Si, es una ciudad muy romántica, pero yo estaba allí para estudiar.
- Me extraña que sólo hayas estudiado, con todas esas francesitas deseosas de confraternizar con los ardientes españoles.
- Y dale, ¿por qué todo el mundo piensa que allí solo vamos a…?
- ¿a qué…?
- A divertirnos.
- No te enfades hombre, ya me imagino que también estudiareis.
Mi madre observaba divertida la conversación.
- ¿Ves cariño? Esa es la fama que tenéis los “Erasmus”. –dijo mi madre.
- Ya, cría fama… - dije haciéndome el “ofendido”.
Durante la cena, de vez en cuando se me iba la vista hacia sus senos, mi madre al darse cuenta, me daba golpecitos con su pie en mis espinillas y me hacía un gesto con la cabeza de desaprobación. Al final de la cena, cuando estábamos saliendo del recinto, Susana nos propuso ir a tomar unas copas a un Pub.
- No podemos, mañana tenemos que levantarnos temprano, nos han invitado a pasar el día en una finca en Toledo – mintió mi madre.
- Vaya lo siento, pues tendremos que quedar otro día.
Ellas de despidieron y cuando me llegó el turno a mí, aprovechando que mi madre se había alejado un poco, me metió algo en el bolsillo de la chaqueta. Y al darme un beso en la mejilla me dijo con un susurro.
- Llámame.
No la contesté, tomamos un taxi para volver a casa, durante el trayecto mi madre me dijo.
- No tiene peligro esta también, menuda loba está hecha. Después se extraña que hablen de ella como lo hacen.
- Es muy simpática.
- Demasiado simpática con los hombres, se tira a todo lo que lleve pantalones.
- Bueno es saberlo – dije con una sonrisa.
- Anda, mejor que no te acerques a ella. Hay otras mujeres mejores para ti – y me agarró la mano.
- Si, de eso estoy seguro. – y la di un beso en la mejilla.
Llegamos a casa y apenas cerrada la puerta, mi madre me abrazó y me besó apasionadamente.
- Anda vamos, antes que me lo piense mejor.
- No tenemos que pensarnos nada, sólo dejarnos llevar.
Mamá me agarró de la mano y me condujo a su alcoba, la seguí como un perrillo. Una vez allí mi madre me acarició con ambas manos la cara, me dio un beso en los labios. Se dio la vuelta para que le bajase la cremallera del vestido, se volvió hacía mí y empezó a desnudarse lentamente. Dejó caer el vestido al suelo, pude contemplar su cuerpo cubierto por la lencería transparente que llevaba.
- Tienes un cuerpo maravilloso.
- Gracias hijo, mi esfuerzo me cuesta.
- Un esfuerzo bien aprovechado.
Agarré a mi madre por los hombros, la atraje hacia mí y la besé. Mi madre aprovechó para quitarme la chaqueta, la camisa y empezó besarme por el pecho. A continuación se desabrochó el sostén y se bajó el tanga que llevaba quedando únicamente vestida con las medias. Me desabroché los pantalones y los dejé caer, mi madre se fijó en el bulto de mi entrepierna, alargó la mano y me lo acarició a través del bóxer. Acaricié el pelo de mi madre, introduje mis dedos entre sus cabellos y acercando mi cara a su cabeza pude aspirar su aroma. Se puso de rodillas y se un tirón me bajo el bóxer, mi pene erecto salió disparado hacia arriba. Lo agarró y se lo introdujo en la boca, suavemente empezó a lamerme el glande,
- ¡Dios! – exclamé.
- ¿Te gusta, amor mío?
- Si… mamá.
- Ven - dijo mi madre mientras se levantaba.
Se acercó a la cama, levantó la colcha y las sabanas y se tumbó bocarriba sobre ella. Me tumbé a su lado y empecé a acariciar su cuerpo a la vez que lo besaba. Con las yemas de mis dedos acaricié sus turgentes senos, recreándome en sus pezones erectos, seguí bajando por su vientre rodeando su pubis y continué por sus duros muslos, cubiertos con las medias, hice que abriera sus piernas y pude contemplar por primera vez sus labios vaginales, los acaricié y a continuación introduje dos dedos en su vagina. Dio un respingo y curvó su espalda,
- ¡Dios! Si cariño, sigue así.
Durante unos instantes estuve moviendo suavemente los dedos dentro fuera de su coño, mientras que ella daba pequeños gemidos. Saqué los dedos y los chupé golosamente
- Que delicia, es puro néctar – dije y mi madre me sonrió.
- Cariño, hace veintitrés años saliste por él y ahora vas a volver a entrar, por lo menos un trozo de ti.
Me hizo un gesto para que me subiera sobre ella, lo cual hice al momento. Puse mi pene erecto frente a su coño, ella lo cogió con delicadeza, lo situó a la entrada y de un golpe la penetré.
- Ahhhh, - dio un pequeño grito – no seas tan brusco, cariño
- Lo siento, mamá.
Empecé a bombear suavemente, mi madre inclinó la cabeza y miro hacía su coño. Se quedó unos instantes viendo como mi verga desaparecía completamente en su coño. Yo también miré y la visión de mi polla desapareciendo en su vagina me excitó aún más si cabe.
- Así, mi vida. Uhmm, sigue así, amor mío.
Mi madre me miraba fijamente mientras daba pequeños gemidos, me agarró por encima de los glúteos y tiraba hacia ella a la vez que yo la penetraba.
- Mama… mama… te amo…
- Yo… también… te amo…, mi niño… Ahhhh
Fui aumentando el ritmo de mis embestidas, sus jadeos se hacían más fuertes, sus pechos se movían adelante y atrás. Cruzó sus piernas alrededor de mi cuerpo y con sus brazos se agarró a mis homjbros. El sudor corría por mi espalda y mi frente, algunas gotas cayeron sobre su cuerpo.
- Mama… me voy a correr…
- Aguanta… un poco…
Pude retener la eyaculación unos instantes, hasta que mi madre dio un fuerte gemido, sus manos se crisparon contra mi carne llegando a clavar sus uñas. Ya no me pude aguantar y empecé a disparar chorros de semen dentro de ella. Me derrumbé sobre ella, ella no me soltó de su abrazo y no pude sacar mi verga, nuestras mejillas estaban juntas y jadeábamos profundamente. Cuando recuperamos el aliento un poco, me soltó y pude tumbarme a su lado, apoyó su cara en mi pecho.
- Amor mío, ha sido maravilloso – dijo.
- ¿De verdad que te ha gustado?
- Si, hacía tiempo que no disfrutaba tanto
- ¿Papá ya no te hace disfrutar?
- Tu padre ha perdido mucho fuelle, una vez a la semana y gracias. Y yo necesito sexo más a menudo.
- ¿Y cómo lo aguantas? ¿Alguna vez le has…?
- No, no, hoy ha sido la primera vez que le he engañado. Y no creas que no lo he pensado, pero hasta ahora no había encontrado al hombre adecuado.
- Y yo he sido el afortunado.
- Sí, mi vida, tú has sido el elegido.
- Pues muchas gracias, mamá – y la bese apasionadamente.
Estuvimos en silencio durante un rato, mil sensaciones cruzaban por mi mente.
- Mamá,
- Dime, cariño.
- Yo nunca había tenido deseos sexuales hacía ti, eres mi madre y como tal te veía. De vez en cuando os oía a los dos hacer el amor, pero me ponía los cascos para escuchar música, hasta que terminabais.
Mi madre permaneció en silencio,
- Pero cuando te vi en el aeropuerto, no pude evitar verte como una mujer, no solo como a mi madre.
- Pues yo, desde mucho antes de irte, te imaginaba teniendo sexo con tus amigas y alguna vez me imaginaba que era yo la que estaba contigo. Tenía que masturbarme desesperadamente para calmar mi ansia, después me sentía culpable y lloraba en silencio.
- ¿Te sientes culpable ahora?
- Ni mucho menos, ahora me siento la mujer más feliz del mundo.
- Yo también soy muy feliz, mamá.
Permanecimos abrazados en silencio, no sé cuando me quedé dormido, pero me desperté sobresaltado con el sonido del teléfono. Me levanté de un salto y contesté,
- Diga
- Hola hermanito, ¿estabais durmiendo?
- Si, anoche nos acostamos tarde.
- ¿Y qué tal la fiesta?
- Nos lo pasamos muy bien mamá y yo.
Mi madre se había levantado y estaba en silencio a mi lado, me hizo un gesto para que le pasase el teléfono. Se lo pasé y me alejé un poco para poder contemplar su cuerpo desnudo. Me acerqué a ella y empecé a besarla el cuello, continuó hablando con Andrea como si nada, aunque su respiración indicaba que se estaba excitando. Seguí con mis besos por su espalda hasta llegar a sus glúteos, le obligué a darse la vuelta y pegué mi cara a su pubis, aspiré profundamente y a mi nariz llegó un olor embriagador mezcla de fluidos vaginales y semen. Mi madre terminó de hablar con Andrea y colgó, me incorporé y la besé en la boca.
Le cogí la mano e hice que me siguiera a la alcoba, ella me siguió en silencio. Se subió a la cama y se tumbó bocarriba.
- No, date la vuelta – la dije.
- No, espera, por detrás nunca lo he hecho.
- No te inquietes, lo que te voy a hacer no te va a doler precisamente, te lo prometo.
Hizo lo que le pedí, me puse sobre ella y empecé a besarle la espalda bajando lentamente hasta sus glúteos, ella suspiraba levemente. La hice que abriese un poco las piernas, comencé a acariciarla suavemente el ano, poco a poco fui introduciendo la yema del dedo, mi madre se estremeció
- Ahhhh ¡Dios!
- Te dije que no te iba a doler, mamá.
- Sigue, por Dios, sigue.
Mi madre se agarró a la almohada, puso la cara contra la almohada y eso ahogaba sus gemidos, durante un rato estuvimos así hasta que mamá dio un grito.
- Joder, que gozada. – dijo mi madre.
- Sabía que te iba a gustar y ahora viene la segunda parte.
Coloqué mi verga a la entrada de su coño, me agarré a su cintura y la penetré lentamente para que no se quejase,
- Así cariño, con suavidad.
Empecé a bombear lentamente, ella se agarró al cabecero de metal y ayudaba en la penetración yendo en sentido contrario a mis embestidas, el cabecero hacía un ruido sordo al golpear contra la pared, menos mal que no tenemos vecinos a ese lado. Me recosté sobre su espalda y agarré sus pechos.
- Sigue… sigue, estoy a punto de correrme.
Seguía embistiéndola con frenesí cuando ella tuvo el orgasmo, paré y me tumbe bocarriba con la verga erecta,
- Termina tú el trabajo. – le dije.
Ella no se hizo de rogar, se puso de rodilla y se introdujo la verga en la boca.
- Ponte sobre mí, quiero comerte el coño también.
Lo hizo y mientras ella se metía la verga hasta el fondo de su garganta, yo la comía el coño. Durante un buen rato estuvimos así hasta que me corrí en su boca, ella se atragantó un poco por lo inesperado de la lechada que le mandé.
- Disculpa mamá,
- No te preocupes, cariño.
Se volvió a meter la verga en la boca para limpiármela mientras yo continué comiéndole el coño hasta que por fin tuvo otro orgasmo. Mi madre se bajó de mí, se tumbó a mi lado y se recostó sobre mi pecho, me miró sonriéndome.
- Nunca había disfrutado tanto, ni por asomo tu padre me ha hecho gozar tanto como hoy he gozado contigo.
- Gracias mamá, te prometo que hoy ha sido el primero de muchos días de placer, si tu quieres.
- Cómo que si quiero, lo estoy deseando.
- Pues no se hable más.
La di un beso en la frente, ella se abrazó más fuerte a mí y se quedó en silencio. Me quedé con la mirada fija en el techo, pensativo, mientras oía su respiración. Me dormí y cuando me desperté mi madre ya no estaba en la cama, me levanté de un salto y la oí en la cocina, se había duchado y estaba haciendo la comida.
- Hola amor, anda dúchate, que la comida esta casi a punto.
- Voy.
- Oye, ha llamado tu padre, me confirma que volverá el miércoles.
- Pues tenemos que aprovechar hasta ese día.
- Y lo haremos.
Y vaya que si aprovechamos el tiempo que permanecimos solos, aunque por desgracia, cuando llegó mi padre se nos corto. Pero como ya he dicho antes, mi padre viaja mucho y ya estamos deseando que se marche a su siguiente viaje.
Pero eso es otra historia.