Vacaciones con mi tío (y III parte)

Eso que había vivido los últimos días, no le pasa a caulquiera... y lo mejor estaba por venir.

Después del increíble orgasmo que me había propiciado el agitado encuentro con mi tío, ambos nos acostamos y seguimos viendo TV, pero el cansancio pudo más en mí y a los pocos minutos me quedé dormido.

Eso que había vivido los últimos días, no le pasa a cualquiera. Fui a pasar unos días en Valencia con mi tío, que está buenísimo. Me entero que también es gay y que vive con su pareja, Emmanuel. Además resulta que mi tío y yo acabamos teniendo sexo no una, sino dos veces, y por si fuera poco, me dice que a Emmanuel y a él les gusta hacer tríos y que querían hacer uno conmigo. Parecía irreal todo esto.

Pues así es la vida. Siempre recuerdo aquella frase de alguna película animada que reza “lo predecible de la vida, es que es impredecible” o algo así, y qué cierta era esa frase para mí en ese momento.

El hecho es que no había terminado de quedarme profundamente dormido, cuando siento un ligero movimiento en la cama. Sin abrir los ojos, intento que mis otros sentidos me ayuden a descifrar qué era eso que me había despertado.

Justo ahí, a mi lado, en el mismo colchón donde estoy “dormido”, sigo sintiendo unos movimientos suaves, al mismo tiempo que escucho un gemido salir del cuerpo de mi tío (su grave voz era inconfundible)… También logro escuchar algunos sonidos, eran como el que hace la saliva cuando estás chupando algo.

¡No puede ser! Emmanuel estaba mamándole el güevo* a mi tío ahí en la misma cama donde yo estaba. O al menos eso era lo que mis sentidos intuían.

Lentamente abro los ojos para comprobar que aquello que imaginaba era cierto. En efecto, mi tío estaba acostado boca arriba con las manos detrás de su cabeza, y Emmanuel estaba en cuatro sobre la cama, mamándole el güevo a mi tío.

En un principio la escena fue algo chocante. No esperaba que me despertasen tan pronto, apenas si había dormido una hora o dos, y ver a mi tío con su pareja teniendo sexo a mi lado, sin ningún pudor… No era algo que quería ver al abrir los ojos…

A ver, Carlos, sinceramente… ¿No era algo que querías ver?

Honestamente, creo que en el fondo deseaba ver eso. A fin de cuentas soy algo voyeurista , y hacerme el dormido para ver a Emmanuel mamándole el güevo a mi tío, realmente me excitaba. Además, si tenía suerte podía ver incluso a mi tío cogiéndoselo. Intuyo que mi tío era el activo de la relación.

Pero ya va, ¿por qué decidieron hacer eso que estaban haciendo, ahí justamente?... Podían ir a la sala, al baño, la cocina, qué se yo… Digo, el apartamento no era muy grande, pero no era necesario que tuvieran sexo en el cuarto donde yo estaba, y en la misma cama. Entonces seguramente lo hacen con toda la intención de que yo los vea, y quizás para que me una a ellos. Ya mi tío me había confesado las ganas que tenían de hacer un trío conmigo.

En ese momento mi güevo empezó a despertar, mi mente morbosa se activó. ¿Será que les hago saber que estoy despierto y así hacemos un trío de pinga?... ¿O mejor espero y simplemente disfruto mirándolos? Al fin y al cabo, todavía me quedaban algunos días de vacaciones y no había apuros.

Decidí esperar.

Mis ojos no podían despegarse de aquellos cuerpos. Mi tío lo disfrutaba mucho. Con sus ojos cerrados y sus manos detrás de la cabeza, soltaba uno que otro gemido de vez en cuando. Emmanuel se veía muy dedicado a aquello que hacía, se tragaba el güevo de mi tío completo, casi lograba meterse las bolas también. Se veía que era un experto mamando.

Yo no aguanté y disimuladamente empecé a tocarme. No quería que ellos notasen que los miraba, pero no podía estar viendo aquella escena sin siquiera acariciar mi güevo que estaba a punto de reventar el bóxer.

Pero al parecer, soy malo disimulando. Emmanuel echó un vistazo y notó que los veía y que además, me pajeaba. Sin decir nada, siguió mamando con dedicación pero utilizó una de sus manos para pajearme. Yo dejé que lo hiciese, realmente lo disfrutaba.

Después de un par de minutos en esta actividad, Emmanuel decidió sacarse el güevo de mi tío de su boca, y se dedicó a mamarme el mío. Mi tío abrió los ojos y nos miró atentamente.

Vaya, ahora era yo el que no podía contener los gemidos. Este Emmanuel era una verdadera puta mamando. Su caliente y húmeda boca abrazaba mi güevo completamente, desde la cabeza hasta la base. Pareciera que de verdad quisiera tragárselo. Chupaba magistralmente como lo haría un becerro pegado a la ubre de su madre.

Mi tío, que no era menos morboso que yo, hizo presión con sus manos en la cabeza de Emmanuel, y este, en efecto, llegó a meterse incluso mis bolas en su boca. ¡Dios! Nunca me habían mamado el güevo de esa forma.

Mientras Emmanuel seguía mamando, mi tío se levantó de la cama, buscaba algo en una de sus gavetas. Era un envase de lubricante. Sabía que ahora vendría lo bueno.

Untó lubricante en su güevo y en el culo de Emmanuel, que seguía chupando con mucha dedicación. Yo estaba acostado boca arriba, Emmanuel mamando sobre mí en posición de perrito, y mi tío estaba en la orilla de la cama. Acomodó su güevo entre las nalgas de mi mamador, lo agarró por la cintura, y mientras me miraba a los ojos, hacía presión contra el cuerpo de su amante. Emmanuel soltaba unos quejidos de dolor, pero sin sacarse el güevo que tenía en la boca.

Logró metérselo completo sin mucha dificultad. Al parecer, ese culo ya se había adaptado al grosor de ese trozo de carne que poseía mi tío. Las embestidas comenzaron, Emmanuel no dejaba de chupar. Yo le agarraba su cabeza, mi tío lo agarraba por la cintura y de vez en cuando le daba alguna nalgada. Nalgada que Emmanuel respondía con un quejido.

Los movimientos eran cada vez más rápidos y más fuertes. Yo disfrutaba plenamente esa escena.

Sentía que mi leche estaba a punto de salir así que no vacilé en decirles “voy a acabar”.

—No lo hagas —sentenció mi tío.

Emmanuel dejó de mamar, pero no dejaba de soltar gemidos mientras mi tío se lo cogía. Yo trataba de no tocarme, aunque ganas no me faltaban de hacerlo.

Mi tío, quien no dejaba de embestir a su amante, me ordenó que me pusiese en cuatro también. Yo hice lo propio y me acomodé al lado de Emmanuel.

—Toma, échate de esto —me dijo mientras me entregaba el envase con lubricante.

Puse una cantidad considerable en mi mano (sabía que aquello era enorme y me dolería bastante), y empecé a echármelo en el culo. Mierda, está frío.

Mi tío ayudó a dilatarlo metiendo uno de sus dedos, luego dos. La verdad no había que hacer mucho. Mi culo no estaba del todo cerrado, considerando que hace apenas un par de horas mi tío acababa de cogerme.

Sacó el güevo del culo de Emmanuel y lo puso en la entrada del mío. Comenzó a ejercer presión, iba entrando poco a poco ¡pero mierda, cómo dolía! Yo no podía evitar soltar unos pequeños gritos de dolor.

Emmanuel sugirió que me acostase boca arriba, mi tío me abriría las piernas con sus manos mientras él me mamaría el güevo. Así lo disfrutaría más y me dolería menos.

Seguimos sus indicaciones. Me acosté boca arriba, mi tío me arrastró hasta la orilla de la cama y sujetó mis pies llevando mis rodillas cerca de mi cara. Emmanuel por su parte se llevó mi güevo a su boca y empezó a mamar nuevamente como solo él sabía hacerlo.

Mi tío empezó a metérmelo otra vez. ¡Dios!... Ciertamente era más placentero pero no dejaba de ser doloroso. Yo traté de aguantar, bien sabía que valdría la pena.

Cuando logró meterme la cabeza, mi tío comenzó a ejercer mayor presión para lograr que me entrase completo, y en efecto lo logró. Tenía todo el güevo de mi tío metido en mi culo.

Poco a poco se movía, añadiendo cada vez más ritmo y fuerza.

Emmanuel seguía mamando, y aunque mi erección había disminuido un poco producto del dolor, ya mi güevo estaba recobrando vida.

Las embestidas de mi tío se volvieron brutales. Ya no quería cuidarme, le importaba un carajo si me dolía o no. Era como si una especie de espíritu o de demonio se hubiese apoderado de él, me daba duro, con fuerza. Yo gritaba… Tal vez de placer, tal vez de dolor, no lo sé, era una sensación extraña pero no quería que parara.

Sentía que mi culo se iba a reventar, así como reventaría mi güevo en la boca de Emmanuel.

En ese momento mi vista se nubló, los sonidos del ambiente me parecían cada vez más lejanos, solo podía sentir mi respiración cada vez más agitada y profunda, junto a un cosquilleo que recorría todo mi cuerpo. Mis pies se retorcían. No aguanté más…

¡Ufff!... Unas descargas de leche llenaron la boca de Emmanuel. Al mismo tiempo sentía que mi tío acababa dentro de mi culo, sus gemidos eran también una obra de arte.

Emmanuel se estaba masturbando y sentí su leche caliente caer sobre mi cuerpo.

Los tres habíamos tenido un orgasmo casi al mismo tiempo. Era una utopía lo que estaba viviendo esa noche, o madrugada, no sabía ni qué hora era. Todo parecía tan irreal…

Nos miramos a los ojos, como cómplices de algo que sabíamos que no estaba bien, pero que disfrutamos plenamente.

Pasaron un par de minutos hasta que logramos recobrar nuestros sentidos. De uno en uno fuimos a la ducha para limpiarnos, relajarnos, para pensar sobre aquello que acabábamos de hacer. La verdad que no cambiaría esa noche por nada del mundo.

Esa fue la primera vez que estuve con los dos. Escenas como esa se repetirían durante los días que me quedaban de vacaciones, que fueron unos cuantos.

Ya estoy de regreso en mi ciudad, han pasado varios meses y la verdad no puedo quejarme de lo vivido en Valencia.

En estos días me escribió mi tío para saludar y decirme que cuando quisiera, su casa estaba a la orden. Espero volver pronto y visitarlos. No puedo esperar para pasar nuevamente unas vacaciones con mi tío.

Fin.

-o-o-o-

() Güevo* es una forma muy coloquial que tiene el venezolano para referirse a su pene. Es una vulgaridad y tiene su origen en la deformación de la palabra “huevo”.