Vacaciones con mi tío (II parte)

¿Sería mi tío capaz de recordar todo lo que había sucedido la noche anterior?...

Estaba en Valencia, de vacaciones con mi tío. Pero algo había sucedido la noche anterior.

Después de unas horas de baile y tragos en una discoteca, volvimos a casa de mi tío a descansar y yo, mientras dormía con él, le di una mamada que jamás pensé que llegaría a darle. Él no me había dicho nada, ni una sola palabra. Pero yo no estaba del todo tranquilo.

No solamente porque le había mamado el güevo* a mi tío, que ya es bastante, sino también porque él tenía una pareja y vivían juntos… y mientras Emmanuel, por cortesía, dormía en la sala, yo estaba en el cuarto dándole una mamada monumental a su pareja… ¡Mi tío!

La culpa no me dejó dormir muy bien, pero la movida noche y el orgasmo que había tenido hace algunos instantes, me propiciaron unas horas de sueño.

Al día siguiente, y como ya se estaba haciendo costumbre, cuando desperté me encontraba solo en el cuarto. Mi tío y Emmanuel estaban en la cocina preparando el desayuno. Yo me duché y salí a saludarlos.

—¡Hola, buenos días! ¿Cómo pasaste la noche, bello durmiente ? —preguntó Emmanuel.

—Hola… Bien, ¿tú cómo dormiste? —dije.

—Chévere, chévere… Te gusta el huevo, ¿no?

Quedé helado, no sabía qué responder… ¿Acaso sabía lo que pasó anoche en el cuarto? ¿Sería que nos escuchó durante el acto o mi tío le comentó algo…?

—Digo, porque hice perico**, para acompañar las arepas —se apresuró a decir Emmanuel ante mi dubitativo silencio.

—Sí, claro —respondí—, claro que me gusta, je je…

Mi tío estaba ahí en la cocina. Al igual que Emmanuel, me dio los buenos días y hablaba como si nada, tan normal como siempre. Seguramente por la borrachera no recordaría nada de lo que pasó la noche anterior.

Ese día habíamos preparado una visita a las playas de Puerto Cabello, otra ciudad que queda cerca de Valencia. Ahí nos montamos en un peñero que nos llevó a una isla. Esa isla, a pesar de ser muy concurrida en temporada alta, esta vez se encontraba prácticamente desierta. Tal vez porque era un día de semana.

El hecho es que la pequeña embarcación nos dejó ahí, junto a unas veinte personas más, y vendría por nosotros más tarde.

Todos los visitantes nos fuimos replegando hacia distintos lugares de la isla. Era lo suficientemente grande como para que las veintitantas personas que estábamos allí pudieran distanciarse en pequeños grupos y nadar sin ser vistos prácticamente.

Mi tío y Emmanuel se adentraron en la isla y me guiaron hasta un lugar que estaba suficientemente retirado como para tomar el sol y nadar un rato sin ser molestados por nadie.

Nos quitamos la ropa, quedamos en shorts y nos metimos al agua. Ahí conversábamos los tres y echábamos uno que otro chiste. Yo no podía dejar de mirar (disimuladamente) el cuerpo de mi tío, de verdad que es un hombre muy atractivo… y mucho menos podía dejar de pensar en lo que había ocurrido la noche anterior.

Emmanuel, en cambio, no tenía el cuerpo tan atlético como el de mi tío, era más “normalón”, pero también se veía muy bien. Era lampiño, pero su cuerpo estaba decorado con unos cuantos tatuajes que lo hacían lucir muy sexy . Tenía algunas canas en su cabello y además, de cara estaba bastante simpático.

Por ratos sentía que Emmanuel no dejaba de mirarme. Era allí cuando venía a mi mente el sentimiento de culpa, era como si tuviese en la frente un papel con la palabra “ZORRA”. Pero tal vez todo era producto de mi imaginación pecaminosa o es que… ¿tal vez le gustaba?

Bueno, yo soy un chamo bastante simpático. Tengo 19 años, soy de piel clara, cuerpo atlético, delgado, con pecas en mis hombros y espalda. Cabello y ojos oscuros, labios rosados y muy sexies . No sería una locura pensar que Emmanuel pudiese fijarse en mí, pero no sé… A lo mejor estoy malinterpretando e imaginando cosas que no son.

El resto del día lo pasamos bastante relajado. A media tarde regresamos a la ciudad y fuimos a comer a un restaurante muy lujoso.

Entrada la noche, regresamos a casa. Esta vez no saldríamos, estábamos muy cansados, pero Emmanuel debía cumplir con compromisos laborales ya que su banda debía tocar en un local esa noche. Mi tío y yo nos quedamos en casa viendo películas.

—¿Y qué tal la has pasado? ¿Te ha gustado estar aquí?

—Sí, tío. La ciudad es bonita y los lugares que hemos visitado son bien chéveres. La playa de hoy era perfecta… Full relajada, el agua bastante cristalina…

—¿Y anoche qué tal? —interrumpió mi tío.

—Pues me gustó bastante esa disco… Tal vez mañana podríamos ir nuevamente.

—Sí, claro. Podríamos…

Un silencio se apoderó del cuarto.

Ambos estábamos sobre la cama, viendo la TV. Él acostado a un lado y yo sentado con la espalda recostada en la pared.

Mi tío volvió a romper el silencio —Pero no me refería a la discoteca…

—¿Ah no? —pregunté un poco confundido. Yo sabía lo que había pasado anoche, pero no pensé que mi tío lo recordara.

—No… ¿Sabes? A mí me gustó mucho lo que hiciste. Y tal vez pienses que es algo loco porque bueno… yo soy tu tío, tú mi sobrino… pero pasó. Pasó y no podemos negarlo. Y de verdad me gustó.

Yo simplemente lo escuchaba en silencio. No sabía qué decir.

—Ven acá —me dijo sugiriendo que me acostase junto a él —. ¿Te sientes bien?

—Sí… —respondí con una voz temblorosa.

—Me parece bien. No deberías sentirte mal, porque si nos ponemos a ver, a fin de cuentas no soy tu tío de verdad. Digo, no de sangre al menos. Yo era esposo de tu tía y ya ella y yo nos divorciamos. Puedo ser un completo extraño para ti.

—Pero no lo eres —le dije con un tono lleno de más confianza—, aunque ustedes ya no estén juntos, eres el papá de mis primos y eso te hace mi tío. Además tienes pareja, no sabes lo que me costaba ver hoy a Emmanuel a los ojos sin que se me cayera la cara de vergüenza.

Soltó una leve risa.

—¿Te preocupa Emmanuel?... Creo que no te preocuparía tanto si supieras lo que me dijo hoy mientras tú te estabas bañando.

En mi cara se notó un gesto de extrañez. —¿Qué dijo? —pregunté.

—Pues nosotros, Carlitos, somos una pareja bastante liberal. En esta cama donde estamos acostados tú y yo, y donde anoche me hiciste una de las mejores mamadas que me han hecho en mi vida, han pasado muchas cosas que tal vez no te imaginas.

Aquí —siguió— hemos hecho tríos, orgías, intercambio de parejas y más. Yo le conté a Emmanuel lo que pasó anoche, ¿y sabes lo que me respondió?

—¿Qué cosa?

—Que le daba morbo imaginarse como tú, mi sobrino, me mamabas el güevo. Incluso hasta me reclamó porque no lo invitamos a unirse… y me sugirió, si estabas tú de acuerdo, que hiciéramos un trío contigo antes de que te vayas.

Eso que acababa de decirme mi tío parecía una historia sacada de alguna película porno, no podía ser posible.

—¿Qué opinas? —me preguntó.

No sabía qué decir, qué pensar… ¿Será cierto eso me decía?... Claro, tal vez por eso Emmanuel me veía durante todo el día. El muy perro lleno de morbo me imaginaba mamándole el güevo a su pareja, y yo matándome con el sentimiento de culpa.

Pues, pensando bien las cosas, mi tío estaba buenísimo, y por supuesto que quería repetir lo que habíamos hecho. Y Emmanuel tampoco estaba nada mal, así que… ¿Por qué no?

—Me gusta la idea —le dije.

Él sonrió, puso su mano en mi mejilla y acercó sus labios a los míos para darme un beso cargado de ternura. Era como un beso de agradecimiento por esa respuesta que le había dado.

Separamos nuestros rostros, nos miramos a los ojos… Qué penetrante era su mirada, sus ojos verdes se clavaron en el pardo de los míos. Yo rodeé su cuello con mis brazos y le devolví el beso, pero esta vez con mucha más pasión.

Nuestros labios se presionaban unos a los otros, mientras él suavemente introducía su lengua en mi boca para encontrar la mía. Yo me entregaba a él. Nuestros cuerpos se acercaban más, nuestros labios ya rojos no podían estar más pegados y nuestras lenguas jugueteaban entre su boca y la mía.

Con un movimiento brusco, dominante, se puso sobre mí. Mis piernas estaban abiertas y él acostado entre ellas no dejaba de besarme. Nuestra respiración era cada vez más fuerte.

Sus labios abandonaron mi boca para dirigirse a mis orejas, las besó y mordió delicadamente, yo lo abracé con más pasión y bajó hasta mi cuello… Ahí me mordió como un vampiro muerde a su víctima para alimentarse, pero mi tío no buscaba sangre, solo quería hacerme sentir dominado, lleno de pasión.

Siguió bajando por mi pecho para chupar mis tetillas, no pude resistir y solté un gemido. Eso a él lo excitó de tal manera que se dedicó a succionar ambas tetillas con más fuerza… yo gemía desesperado ya.

Bajó por mi abdomen, con besos y mordiscos suaves, pasó por mi ombligo y llegó hasta mi short . Me lo quitó, pero me dejó el bóxer puesto para poder lamer mi güevo a través de él. Sentía su cálida saliva traspasar los poros de la tela, sentía sus labios cubrir el bulto que crecía bajo mi ropa interior… Ya desesperado me arrancó el bóxer con un solo movimiento, mi pene se soltó para mostrarse tan erecto como él lo deseaba, y se lo metió en la boca.

Tal vez no era tan hábil mamando güevo como lo hubiese deseado, pero no puedo negar que el simple hecho de ver a mi tío tragándose mi miembro entero, me causaba el mayor de los placeres.

No duró mucho en esa actividad, al parecer no era de sus favoritas, pero no tardó en levantar bien mis piernas para dejar mi culito al alcance de su cara… ¡Dios! Eso sí fue monumental. En principio pasaba su lengua por mi ano que se contraía involuntariamente, y después se pegó a él, chupando como si quisiera tragárselo. Podía sentir su barba raspando mis nalgas, raspando la entrada de mi culo, y eso me llenaba aún más de placer. Yo solo gemía, y él chupaba cada vez con más fuerza.

Cuando se dio cuenta que estaba ya dilatado, y que mi culo pedía con sus contracciones ser penetrado, se incorporó en la cama, puso la cabeza de su güevo en la entrada de mi culo y empezó a ejercer presión.

Mi tío es un hombre muy bien dotado, por lo que no era fácil que entrase dentro de mí, pero seguía intentándolo. Tras un par de intentos fallidos, acercó su güevo hasta mi cara, ya sabía que necesitaba ser lubricado.

Empecé a tragármelo, esta vez era yo quien succionaba con fuerza. Esto con la finalidad de aumentar su erección y por supuesto, con mi boca hecha agua, lubricar ese gran miembro. Se lo mamé durante unos segundos, —Que rico lo mamas, sobrinito —me decía mientras me miraba a los ojos.

Lo sacó de mi boca y lo llevó hasta la entrada de mi culo para intentar ejercer presión nuevamente. Esta vez empezó a abrirse camino dentro de mí, yo solté un pequeño grito de dolor, —Shhh… Tranquilo —añadió mientras me daba un beso y seguía presionando su güevo que se abría camino en mi culito.

—Te estoy abriendo ese culo, lo tenías cerradito —decía.

Yo solo gemía.

Así siguió hasta que logró meterlo todo, ahí simplemente me besó. Sus besos me relajaban mucho.

Después de un par de besos, empezó con unas embestidas suaves, yo soltaba unos pequeños quejidos.

—¿Te gusta? —preguntó.

—S… Ah… Ah… Sí… Ah…

—¿Quieres más?...

Yo quería decirle que sí, pero aún me reponía del dolor inicial de sus embestidas. Sin embargo, él no iba a esperar una respuesta así que empezó a darme más duro.

—Ah… Ah… Ah… Me… Me duele… Ah…

—Eso es normal, ah, ah, que te duela… Pero es, ah, más rico, ah… ¿O no te gusta?... ¿Quieres que te lo saque?, ah…

—No… Ah… No me lo, ah… saques… ah…

Así fue entonces aumentando el ritmo y la fuerza de sus embestidas, mi dolor se fue transformando en placer, y sin darme cuenta ya mi güevo estaba bien parado. Él mientras me daba duro por el culo, se ocupaba de masturbarme también… El placer fue tanto que no tardé en acabar. Un chorro de leche blanca bañó mi pecho.

Él a punto de acabar también, me lo sacó del culo y empezó a echar sus descargas de leche sobre mi pecho. Ufff… No puedo describir lo excitante de ese momento.

Ahí estaba yo… Sobre la cama de mi tío, bañado en leche (la mía y la suya), y él mirándome directamente a los ojos con una cara que mostraba un gesto de morbo, más que de otra cosa.

Al rato nos levantamos y fuimos al baño a limpiarnos.

—¿Te gustó? —volvió a preguntar.

—Estuvo demasiado rico —contesté.

—¿Sí?... Y eso que no todavía no ha pasado nada, espera que llegue Emmanuel…

Continuará.

-o-o-o-

() Güevo* es una forma muy coloquial que tiene el venezolano para referirse a su pene. Es una vulgaridad y tiene su origen en la deformación de la palabra “huevo”.

() El perico , popular en Venezuela, consiste en una preparación de huevos revueltos con cebolla y tomate. Típico en el desayuno para acompañar las arepas.