Vacaciones con mi tío
Nunca imaginé que unos días de esparcimiento escondieran tan emocionante sorpresa.
Lo que les voy a contar ocurrió el año pasado, durante las vacaciones de verano.
Siempre he sido un buen estudiante, así que mis papás —dentro de lo que la firmeza de cualquier padre permite—, no dudan en complacer cualquier pedido razonable que les haga. Esta vez, se me antojó conocer una de las ciudades venezolanas que quería conocer desde hace algún tiempo: Valencia.
Allí vive un tío, al cual no veía desde hace algunos años. Él mismo me escribió que su casa estaba a la orden para cuando quisiese visitarle y conocer el lugar, por lo que me pareció que las condiciones estaban dadas. Hablé con mis papás, ellos hablaron con mi tío, y en unos días saldría camino a Valencia donde él me esperaría.
Ahora te voy a hablar sobre la relación que tengo con mi tío. Él no es tío de sangre, en realidad era esposo de una hermana de mi mamá. Tuvieron dos hijos, era aparentemente un matrimonio feliz y luego, quién sabe por qué, se divorciaron. Él se mudó hace un par de años a Valencia y allí compró una casa donde vivía su nueva vida de soltero… o al menos eso creía yo.
Mientras estuvo con mi tía, él siempre fue un padre excelente (dicho por mis primos) y como tío era genial. Su forma de ser llama la atención porque es muy jovial, a pesar de sus cuarenta y tantos años, y claro, por qué no decirlo, físicamente no está nada mal. Es un hombre alto, de ojos claros, voz grave. Desde que se divorció de mi tía empezó a entrenar en el gimnasio, y por su calvicie decidió raparse la cabeza completa, así que era uno de esos que yo llamo “calvitos sexies ”.
Yo estaba ansioso por llegar a Valencia y pasar unos días ahí, pasear, conocer, visitar los locales que estuviesen de moda y los sitios de interés más relevantes de la ciudad… y claro, pasar unos días con mi tío al cual no veía desde hace un buen tiempo.
Cuando llegó el día del viaje, estuve en contacto con él todo el tiempo.
—Ya va a despegar el avión —le escribí—, te aviso al llegar allá.
—Ok hijo, aquí te espero. Buen viaje.
En efecto, al llegar allá, él ya estaba esperándome en el aeropuerto. Nos saludamos afectivamente y me ayudó a cargar la maleta hasta el estacionamiento, donde estaba su camioneta. Abrió el maletero, guardó mi equipaje ahí y me dijo “móntate atrás”. ¿Quién estaría en el asiento del copiloto?... En fin, abro una de las puertas y me monto en el asiento trasero. En el puesto del copiloto estaba un hombre tal vez contemporáneo con mi tío, de unos cuarenta años, aproximadamente. “Buenas tardes” dije, el señor me respondió cortésmente el saludo. Mi tío nos presentó:
—Carlitos, conoce a Emmanuel. Emmanuel, él es Carlos, mi sobrino.
—Mucho gusto —nos dijimos ambos mientras estrechamos nuestras manos—.
—Emmanuel vive conmigo —siguió mi tío—, alquila una habitación ahí en mi casa.
—Ah que bien —respondí con una sonrisa un tanto desconcertante.
No me imaginé que habría otra persona en la casa, pero bueno, no debía darle importancia a eso; la idea era pasar unos días relajado y tal vez Emmanuel era tan divertido como mi tío.
De camino a casa pasaron unos cuantos minutos, el tráfico en Valencia no es el más ligero, pero el viaje se hizo más corto de lo que realmente fue, debido a la amena conversación que tuvimos los tres. Ahí supe que Emmanuel era músico y trabajaba tocando el teclado en una banda que se presentaba en algunos locales nocturnos. Tenía alrededor de un año viviendo en casa de mi tío. Mi tío, por su parte, trabajaba dando clases en una universidad.
Pero había algo que no terminaba de cuadrar. Puedo entender que cuando vives con una persona durante un año, se puede crear un lazo afectivo, una amistad… y hasta pueden salir de vez en cuando. Pero pude notar que la forma en que ellos se trataban era un tanto “especial”. Emmanuel hablaba con mucha propiedad sobre mi tío, como si tuviese algún derecho sobre él o se conocieran de toda una vida. Mi tío era muy cariñoso con él, y por momentos notaba en ellos miradas cómplices. Así que no tardé mucho en darme cuenta que realmente eran pareja.
Yo he sido muy abierto con mi sexualidad y mi familia entera sabe que soy homosexual. Mi mamá lo descubrió cuando yo tenía 17 años y desde entonces han pasado dos años en los que me he abierto poco a poco con todo el mundo. Por lo tanto, si mi tío sabe que soy homosexual, ¿por qué no decirme de una vez que Emmanuel y él tienen algo?... A fin de cuentas, es problema de ellos, tampoco es que tengan la obligación de decírmelo; solo que es un poco incómodo fingir que no sabes algo que es evidente.
Y se hizo más evidente aún cuando llegamos a la casa de mi tío. En realidad era un apartamento con una sola habitación en la que había una sola cama tamaño matrimonial. ¿No es obvio?
En fin, ahí nos acomodamos. Emmanuel dijo que dormiría en la sala, en uno de los muebles, y yo dormiría con mi tío en su cuarto.
Esa noche estuve pensando. ¿Tal vez debía yo romper el hielo para que me hablasen de su relación?... ¿O debía pasar el resto de las vacaciones fingiendo no saber nada?
Pero había algo que interrumpía mis pensamientos.
Honestamente mi tío es un hombre muy atractivo, ya lo había comentado antes. Y tenía mucho tiempo sin verlo, había cambiado desde la última vez que nos vimos. Se veía mucho mejor. Y para serte aún más sincero, nunca me habría imaginado desear sexualmente a mi tío, pero… Ahí estaba, junto a él, en su cama. Ambos estábamos sin camisa y podía ver su cuerpo producto de horas en el gimnasio, con vellos que cubrían su pecho, recorrían su abdomen y bajaba hasta llegar al short que tenía puesto.
Veía con detalle sus manos, grandes, con las venas marcadas al igual que sus brazos. Él dormía como un niño, pero yo pude dormir poco. De ver a ese hombre tan sexy ahí, sin camisa, junto a mí en la cama, no pude evitar tener una erección… ¿Pero qué me pasa? ¡Es mi tío!
Al día siguiente, cuando abrí los ojos, me encontraba solo en el cuarto. Emmanuel y mi tío estaban en la cocina preparando el desayuno. Yo me levanté, me eché un baño y me alisté para la faena que nos esperaba.
Ese día iríamos a dar unas vueltas en la camioneta, una especie de tour por la ciudad. Almorzaríamos en un centro comercial y en la noche, saldríamos a unos locales, para conocer la vida nocturna de esa ciudad.
Ciertamente todo se iba dando según lo planeado, hasta caer la tarde. Cuando regresamos a la casa para cambiarnos. Mi tío y Emmanuel me dijeron que iríamos a una discoteca de ambiente. Creo que esa fue la manera de ellos declararse, así que todo estaba sobreentendido y, desde ese momento, hablábamos sin tapujos. Ellos se mostraban más cariñosos y yo les hablaba de que quería conocer a un chamo esa noche y pasarla bien.
Visitamos dos locales. El primero era más tipo tranquilo, el cual servía de predespacho. Ya con unos traguitos encima decidimos ir a bailar así que fuimos a una de las discotecas de ambiente más concurridas de Valencia. Allí estuvimos hasta las cuatro de la madrugada, aproximadamente. Mi tío estaba muy tomado y pensamos que lo mejor era volver a casa.
Esa noche, a pesar de haberse confesado como pareja, Emmanuel como buen anfitrión, dijo que dormiría nuevamente en la sala mientras que yo dormiría en el cuarto con mi tío. Nos dimos las buenas noches y nos acostamos.
En la disco vi a varios chamos bien chévere, pero en realidad no me animé a nada con ninguno. Por respeto tal vez. No quería que mi tío ni Emmanuel pensaran que yo era un loco que me iba con cualquiera sin conocerlo. Además, era mi primer día en Valencia, ya vendrían más oportunidades.
Pero no puedo negar que esa noche, mirando a mi tío nuevamente sin camisa acostado a mi lado, me sentía más excitado que nunca. No sé si era producto de los tragos o de los tantos hombres atractivos que vi en la disco, pero estaba con el güevo* paradísimo y no aguantaba las ganas de tocarme. Así pues, lo hice.
Abrí mi pantalón, bajé el bóxer, y con el güevo afuera empecé a pajearme muy lentamente. No quería despertar a mi tío, pero tampoco quería ir a la privacidad del baño… Él era la fuente de mi inspiración.
Miraba nuevamente su cuerpo definido por el ejercicio, sus vellos, su barba de tres días, sus manos grandes y sensuales… Estaba a punto de acabar cuando él se movió. Mi mano se detuvo enseguida.
Él cambió de posición. Pasó de estar acostado de lado a ponerse completamente boca arriba.
Yo no dejaba de mirarlo, seguía viendo su cuerpo, su rostro tan sexy , pero además ahora podía notar el bulto que se marcaba en su pantalón.
Tal vez fue la valentía del alcohol en mi sangre o el atrevimiento que me causaba la excitación y el morbo del momento, pero no pude aguantar y suavemente puse mi mano sobre su pecho… Él no reaccionó así que seguí bajando lentamente por su abdomen, pasar por su ombligo y llegar a su pantalón.
Fui palpando cada vez con más fuerza su bulto. Esperaba que no se despertara, o tal vez sí. No sabía realmente cuál sería su reacción… Pero él también estaba tomado, mucho más que yo. Seguramente no iba a despertar, y si lo hacía, probablemente no recordaría nada al día siguiente. Me atreví entonces a desabotonar su pantalón y bajar lentamente el cierre.
En su bóxer se marcaba un paquete difícil de olvidar. Mi curiosidad era tanta que en cuestión de segundos logré sacar el güevo de su bóxer. Era oscuro, en contraste con la piel blanca de mi tío. Muy grueso, con las venas muy marcadas a pesar de estar en estado de reposo, y se notaba en su base unos cuantos vellos, que no eran exagerados y para nada desagradables a la vista. Era un güevo hermoso. La boca la tenía ya hecha agua en ese momento.
Yo me dispuse a masajear mi güevo mientras seguía tocando el de mi tío, que poco a poco empezó a endurecerse. De ratos miraba el rostro de mi tío, él permanecía inmóvil.
Después de unos segundos, el güevo de mi tío había alcanzado su punto máximo de erección y pude calcular que medía tal vez unos 20 o 22 cm, no miento, de verdad era muy grande (quizás porque mi tío es un hombre muy alto; de 1,90 m) y bastante grueso. No circuncidado y con unas venas que lo recorrían desde la base hasta el comienzo del glande. Era sorprendente que yo tuviese entre mis manos semejante belleza y más sorprendente aún que mi tío no se hubiese despertado todavía.
Me animé entonces a pasarle la lengua. Lo lamía como quien está lamiendo una barquilla. Besaba su cabeza que estaba cada vez más rojita. Miraba el rostro de mi tío, que seguía con los ojos cerrados, y eso me llenaba de más valentía para metérmelo poco a poco en la boca… Una fuerza empujó mi cabeza contra el cuerpo de mi tío, eran sus manos que me hacían presión para que me lo metiese completo en la boca. ¡Estaba despierto!
No sé cuánto tiempo tendría despierto, o incluso si lo estaba de verdad, porque seguía con los ojos cerrados, pero sus manos presionando mi cabeza me hicieron saber que estaba disfrutando lo que yo le hacía así que no me detuve en ningún momento.
Me lo metí completo en la boca, me atravesaba la garganta y yo empezaba a tener arcadas. Mi tío soltó un par de gemidos que evidenciaban el placer que sentía, lo que me animaba a seguir cada vez con más fuerza y pasión.
Estuve un rato mamándoselo, chupaba sus huevos, lo lamía desde la base hasta la punta y me lo metía otra vez en la boca, hasta la garganta. Succionaba como si de ello dependiera mi vida, estaba excitado al máximo.
De pronto, su respiración empezó a aumentar vertiginosamente, era mucho más fuerte y profunda, soltó otro gemido y en ese mismo instante, un potente chorro de su leche caliente inundó mi boca. Yo no quería sacarme su güevo y seguí chupando con más fuerza mientras otro chorro de leche caliente llegaba a mi garganta… y luego otro, y otro… Mi tío seguía gimiendo, mientras yo tragaba toda su leche para evitar ahogarme.
No había sacado todavía el güevo de mi tío de mi boca, cuando empecé a eyacular ahí mismo. Ese placer que causa un orgasmo no consentido, un orgasmo prohibido… Era mi tío, y no solamente eso, tenía pareja… y yo estaba en su casa. Me sentí el perro más sucio, pero que rico se sentía.
Después de un par de minutos, cuando nuestra respiración volvió a su ritmo normal y estábamos mucho más relajados, mi tío se levantó de la cama y fue al baño a orinar. Al rato volvió a la cama y sin decirme ni una sola palabra, se arropó y volvió a dormir, como si nada hubiese pasado.
¿Hasta qué punto estaba él consciente? ¿Sería capaz de recordar al otro día, todo lo que acababa de pasar?...
Continuará.
-o-o-o-
() Güevo* es una forma muy coloquial que tiene el venezolano para referirse a su pene. Es una vulgaridad y tiene su origen en la deformación de la palabra “huevo”.