Vacaciones con mi prima. Parte 2

Esta vez pasamos a mayores: mi prima quiere que le taladre el culo y yo me presto. Incluye sexo anal, incesto, footfetish, footjob, tanlines, masturbación, beso negro, eyaculación femenina.

El color blanco de la piel de las tetas de mi prima, de su culo y su coño en fuerte contraste con el moreno del resto del cuerpo me encendía de tal manera que de las tres pajas al día no bajaba. Eso cuando no nos veíamos. Como ya os conté antes Ele y yo éramos casi hermanos en el trato por lo que era normal que pasáramos mucho tiempo juntos en verano. Y claro, ese verano la estrella fue la casa de su tío.

Cuando nos veíamos con la familia cerca hablábamos intentando disimular la adrenalina y la locura de las endorfinas que nos generaba la pulsión de arrancarnos la ropa y estrellarnos el uno en el otro. Yo tenía la necesidad de dejarla desnuda, de volver a besarla y chupar su lengua, de sentir su saliva, amasar sus tetas y morder sus pezones para hiciera gemir, volver a tener el sabor salado y dulce de su coño en mi boca, de hundirme en su interior para sentir cómo todo su coño se aferraba a mi rabo como si no quisiera dejarlo escapar nunca. Ella, me contaba, soñaba con volver a comérmela, a lamerme el cuerpo entero, a sentirme encima, o debajo para poder cabalgarme; sentir mis labios pegados a sus pezones, tirar de ellos y estrujarle fuerte las tetas.

Aquella tarde comimos con la familia en un restaurante italiano y no dejábamos de mirarnos. Ella llevaba además una camiseta de manga sisa azul sin sujetador y veía cada movimiento de sus tetazas. No sé si el resto de los hombres de la familia estaban empalmados (y puede que alguna mujer mojada, yo qué sé), pero yo no podía dejar de mirar. Para guerrear yo me había puesto unos pantalones cortos de camuflaje sin calzoncillos y se me notaba el paquete, que eran objeto de las miradas golosas de Ele. Tonteamos con la comida y sentí de repente el pie descalzo de la muy putona pegarse a mi paquete. Así, en plena comida. Menos mal que estábamos en la punta de la mesa y disimulando hablando de algo que aburría enormemente a la familia como eran los videojuegos y algunas sagas que nos gustaban a los dos.

Nuestras familias estaban hablando, como siempre, de política. Yo trataba de aguantar mientras los dos pies de Ele me acariciaban la polla, sus dedos la trataban de abarcar, me presionaban los huevos.

ME estaba poniendo malísimo, la polla me palpitaba y solo tenía ganas de hacer volar la mesa, arrancarle los shorts a mi prima y metérsela hasta que gritara. Porque a ese paso me iba a hacer gritar a mí.

Sus dedos presionaban mi polla con precisión, el pulgar del pie con la uña pintada esta vez de color coral, apretaba la punta de mi glande mientras el otro, medio retrepada, acariciaba de arriba abajo toda la extensión de mi rabo. Era extremadamente ágil con ellos, quizás por haber sido gimnasta toda su vida, o porque era así de pervertida. O las dos cosas, yo qué sé. La cuestión es que me quedaba aún media pizza y estaba a punto de correrme en los calzoncillos por la prensilidad de sus pies, la muy puta. Joder qué bien me conocía, cómo estimulaba mis huevos en el momento justo, sentía con sus pies los latidos de mi polla y…

—…que si vais a hacer algo esta tarde! —me preguntó la tía Marieta por no sé cuánta vez.

Ele se mordía un mechón de pelo, retrepada, con la camiseta casi bajada y en la que entreveía la sombra de una areola.

—¡Elena! ¡Siéntate bien, que parece tu primo Carles, escurriéndose en la trona! —le reprendió su padre.

Elena, Ele, apartó sus torturantes pies de mi paquete. Tía Marieta, la madre de Ele, esperaba mi respuesta.

—Mmmm… sí. Puede que vayamos al cine o algo. Iremos en mi moto. Queremos ver la última de superhéroes así que lo mismo se nos hace tarde. Dura tres horas —respondí algo entrecortado mientras sentía las protestas de mi polla y sus salvajes latidos. Lo que daría por clavársela en cualquier agujero del cuerpo y correrme en ella… uf… ¡Concéntrate!—. Así que lo mismo nos quedamos a dormir en casa de tu hermano, si os parece bien. No quiero tirar mucho de la moto a esas horas por la comarcal. Ya sabéis cómo se pone en fin de semana y más con las celebraciones…

En algunos pueblos estaban celebrando sus fiestas grandes así que era cierto que había mucho tráfico de gente y en una comarcal alguna iba más pasada de la cuenta de… bueno, de todo.

—¿Os parece bien?

Tía Marieta me miró de hito en hito.

—Hay que ver, Dani, que piensas en todo, chico. Me parece estupendo. Claro, has pensado que como estará toda la gente de parranda no habrá casi nadie en el cine. Mejor que mejor —a tía Marieta le horrorizaban las multitudes—. Pues hale, id, id. Toma, os invito yo. Cine, palomitas y cenad algo que en casa de mi hermano seguro que no hay casi nada que no esté metido en una lata de conservas.

Y me estampó cien euros. ¡Cien putos euros! ¿Pero cuánto se creía que costaba el cine?

—Yo… no hace falta… tía…

—Bobadas. Cógelo. ¿Os vais a tomar un helado, como todas las tardes?

El cucurucho que se va a comer tu hija, tía Marieta. Hasta que se atragante y a tu salud.

—Ehm, sí claro.

Por fortuna llevaba una camiseta bastante larga que me tapaba la entrepierna. Solo tenía que recordar apartarme bien de la mesa para no tirarla al levantarme.

Nos retiramos rápidamente, tratando de salir sin cogernos la mano, morrearnos y follar como animales en la puta puerta del restaurante.

Así que salimos y fuimos andando hasta el garaje de casa  de mis padres para coger la moto, una 125cc que nos permitiría ir de pueblo en pueblo… si ese fuera el plan. En realidad ya había cogido mi ordenador portátil hasta arriba de películas, un trípode y una cámara: quería grabar lo que hacíamos porque después del verano… habría carestía de prima, eso seguro. Ella vivía en Barcelona y yo en Girona, y eso era… duro. Aunque no estaban muy lejos la una de la otra las excusas para encontrarnos eran mínimas y la carga lectiva ni os cuento.

Al llegar al garaje, después de haber estado diciéndole lo puta que era por masturbarme así, ella reírse de mí, meterse la mano en los shorts y estamparme en la boca sus dedos empapados de flujo espeso «Yo también he tenido lo mío, guapo», y sin dejar de mirarle los pies todo el camino, o las tetas, porque cuando no había gente se levantaba la camiseta para que se las viera, llegando a cruzar una calle entera con las tetas al aire —menos mal que era mediodía y no había nadie, pero qué delicia ver cómo se movían…—, finalmente, me dijo:

—Pon la cámara en el capó del coche. Si tienes que conducir no quiero que vayas malísimo perdido —se acercó a mí oído, metiéndome la mano directamente en el paquete y cogiéndome la endurecida y humedecida polla—: te la voy a chupar hasta que te corras en mi boca, me lo voy a tragar y luego nos vamos.

Casi me corro en los pantalones. Otra vez.

Puse la cámara aseguré el ángulo y la pantalla mirando hacia nosotros. Estaba un poco torcido. Ele me apretó contra la puerta del coche de mi padre y me bajó el pantalón. Se quitó la camiseta y pasó las tetas por mi polla. Sus pezones la rozaron entera y luego me la ofreció. El sabor de mi polla en el sabor de su piel, de sus pezones, que mordí con ansia hasta que gritó. Y cuando gritaba, me apretaba la cabeza más contra sus pezones.

Luego se puso de rodillas, masturbó mi polla un poco más, antes de metérsela en la boca me lamió los huevos, se los metió en la boca, chupándolos despacio, saboreándolos, tirando de ellos. Poco a poco subió, salivando hasta dejar la polla brillante y se la metió. Disfrutó, como yo, cada pulgada de rabo. Se la metía, chupaba despacio el glande, acabando en espesos besos con los labios muy juntos y jugosos. Abría la boca con un sonido pastoso y se la volvía a meter para chupar otro centímetro más. Y así hasta poco a poco tragársela toda. Toda. Y me gasto un buen rabo. Se la metía, sacaba, movía la cabeza, puso mis manos sobre su cabeza y yo dirigí el ritmo, ella era la boca deseada, el orificio que follarme. Ya me había contado que le flipaba esa fantasía, que me «follara» su boca a la par que ella chupaba. Y lo hice, vaya que lo hice. Mis caderas tomaban impulso y se clavaban en el fondo de la garganta. Ella abría la boca, sacando la lengua para que cupiera más, «lo he visto en el porno y parece que funciona», me confesó. Enloquecido, no tuve que esperar mucho para ir más despacio, controlar las ganas de atravesarle la garganta de un cipotazo, y sentir cómo me iba a correr.

Ella me cogió el culo. Luego en la grabación lo vería: se veía suficiente trozo de mi polla como para apreciar cada lefazo de mi corrida entrar en su boca, con mi polla pulsando y bombeando el semen de mi interior hasta dentro de ella. Se la escuchaba tragar mientras espesos hilos de saliva caían de sus labios al suelo. Ella gimió, pues se había estado tocando y empezó a correrse. Sus gemidos vibraron en mi polla y volví a correrme, ni se cómo, con mucho más semen, profuso, que inundó su boca hasta casi salir, sin darle tiempo a tragar suficiente.

Por fin, se separó. Despacio. Los ojos le lloraban, y me sonrió, con la boca llena de restos de semen y saliva espesa. Se limpió con un pañuelo de papel. Antes de que lo hiciera, le tomé la mano y le chupé los dedos con los que se había masturbado y en los que había restos de flujo recabado al metérselos profundamente en el coño.

Ele gimió cuando lo hice y luego nos besamos.

Nos adecentamos y algo más tranquilos por el momento, pero con la perspectiva de pasar toda la noche juntos, montamos en mi moto y nos fimos hasta casa de su tío.

Hicimos una compra rápida de comida y nos atrincheramos en el chalet. Fuera el tiempo empeoraba, otra vez, y una fuerte tormenta empezaba a rolar hacia la costa con bastante furia. Cuando entramos con la compra, después de pulular por un pequeño supermercado de pueblo en el que ele, aprovechando algunos ángulos muertos volvía a ir con las tetas al aire solo con el afán de provocarme, metimos las cosas en la nevera y nos acomodamos en el sofá, expandiéndolo en todo su tamaño quedando un cuadrado enorme acolchado y perfecto para retozar.

No sé cuándo empezó a llover, solo sé que escuchaba la lluvia azotar los cristales y su olor marino entrar por una ventana del salón mientras estaba con la cabeza hundida en el coño de mi prima. Estaba hinchado, jugoso, hundiendo la lengua en él mientras sus manos me apretaban con fuerza contra su humedad. Hice que se corriera una, dos y hasta tres veces hasta que hice que se diera la vuelta. Pegado a su espalda le besé el cuello.

—¿Quieres que lo haga?

—¿Qué me folles? —me preguntó ronroneante.

—No… eso ya lo hemos hecho… ¿Quieres que te folle el culo?

Sabía que era una de sus grandes fantasías, que ya había jugueteado con ello, me había contado, que había usado un consolador que compartía con su hermana para darse el gusto y experimentar.

—Joder, sí, por favor, quiero… ufff…

—Dilo…

—Quiero que me folles… por el culo…

Abría sus nalgas, apoyada por el pecho en uno de los brazos del sofá, y mostrándome su ano. Y tanto que había practicado: su culo se entreabría en pequeños latidos pulsantes mostrando un pequeño orificio oscuro donde perderme, donde horadarla más, con cada pulsación de su coño excitadísimo.

—Hazlo, quiero sentirlo, quiero… sentirte… dentro…

De nuevo enristré mi polla, acercándome de rodillas. Sus manos apartaban sus suculentas nalgas para ofrecerme ese ano deseoso, y por sorpresa la penetré hasta el fondo. Su coño estaba empapadísimo y pulsante, se estremeció y ella gimió profundamente. La saqué e hice sentir mi presencia en su culo. El lubricante que habíamos comprado estaba a mano así que dejé caer una generosa gota transparenta y densa, para apretar despacio. Su ano cedía despacio, lentamente, dando pequeños espasmos conforme la penetraba, conforme la… sodomizaba.

Entré, despacio pero pesadamente, me paré para dejarla adaptarse y que ella misma acabara el recorrido a su ritmo, costándome la misma vida no darle el puntazo que me haría perder la mente y el control. Tras un par de minutos, con gemidos entrecortados, estaba hasta el fondo en su culo, bien dentro.

—Joooodeeeeerrr… estáaaas dentro de míiiii… dentro de mi culoooooo —dijo en susurros excitadísimos—. Dentro, dentro, dentroooo…

Empecé a moverme, a follarla, a que su culo tomara posesión de mi polla. Dentro, fuera, dentro, fuera. Polla, culo, culo, polla. Dentro hasta el fondo, fuera hasta el glande y vuelta a entrar otra vez haciéndola gemir, haciéndonos gemir. Era la primera vez que me follaba el culo de alguien y sentía extraño lo ancho que es el esfínter, casi medio dedo entero y la sensación al sentirme enredado en la mucosa de su ano. La cogí de las caderas y empecé a apretar con ansia, con locura, con necesidad absoluta de follarme ese culo hasta que no pudiera más.

Un fuerte latigazo recorrió su esfínter que se cerró con crueldad en mi polla haciéndome gemir.

—Me… corro… me… corro por el culoooo… aaaaaahahhhhhaaaaaaahhhh, dios, sí, ¡¡MÁAAAS!!

Ahí ya perdí el cerebro totalmente y solo podía follar. Entrar y salir, tomar posesión de su culo, su ano, su esfínter, de ella, clavándome en su interior y con las manos engarfiadas en sus caderas mientras sus tetas no paraban de moverse al ritmo de mis embestidas una y otra vez, sin parar, sintiéndome en su interior, poseído y poseyéndola.

—Más… córrete… córrete en mi culoooo… —me gritaba mientras con una mano, echada hacia atrás me empujaba de la cadera—. Fóllame el culo Daniiii, córreteeee, lléeenameeee… aaaaahhhh!! —y cuando una mujer te grita así tu polla salta, tus huevos se encogen y, como se vio en el vídeo, mi polla empezó a pulsar y a latir para acabar soltando toda su carga, todo ese semen en el interior de su culo, una y otra vez, llenándola de esperma, con mis manos clavadas en su cadera clavadas.

—Tómalo, tómalo, ¡¡tomaaaaaa!!

Mi espalda se arqueó y con ella mi cadera mientras mi polla soltaba manguerazos de semen en un culo que no dejaba de correrse, haciendo, según me dijo, que sintiera cada denso y ardiente chorro de semen lo profundo de su culo.

Me apreté contra ella, ella se irguió y apretándose más contra mí me besó mientras los últimos chorros de mi semen entraban en su interior, con sus preciosas tetas estrujadas por una mano suya y una mía, dándole los últimos empujones que podía en la estaca que tenía clavada en su profundidad que no dejaba de correrse.

Abrazados, nos caímos en el sofá, de lado, jadeando, mis manos aferradas a sus tetas como si me fuera la vida en ello mientras mi polla luchaba por descongestionarse para salir de su culo, que no quería dejarla pues los espasmos seguían y se agitaba en tre postreros orgasmos.

—…Dani… tenemos que… repetirlo… —dijo entre jadeos, entre orgasmo y orgasmo—. Es lo mejor que he probado en la vida, joder… ufff… me arde el culo… y me pone mil veces cachonda…

Yo tuve un par de espasmos más hasta que mi polla, finalmente, pudo salir de su culo, despacio, escurriéndose.

Nos pusimos bocarriba, desnudos, jadeando, mientras nos abrazábamos.

Aquella noche cenamos tomando algo que pedimos para que nos trajeran y tuvimos helados de postre. Estábamos medio atontados por la noche, el vaivén de las olas, con la gran puerta de cristal abierta y la brisa marina entrando, refrescando el sitio. Me desperté cuando volví a sentir sus pies. Esta vez me estaba masturbando sin el impedimento del pantalón. Se había untado los pies en un aceite de masaje y me empezaban a recorrer de arriba abajo. Yo, sin moverme, veía su cuerpo desnudo, cómo una de sus manos se abría el coño para que la viera bien abierta para mí… pero sin poder moverme. Sus dedos jugaban con mi piel recorrían las venas, el grosor bajo el tronco, me estremecían al mover mi escroto donde mis huevos empezaban a comprimirse otra vez deseando soltar manguerazos y manguerazos de semen ella. Su dedo gordo se separó y pulsó mi glande, presionando mientras el otro pie me pisaba la polla contra el vientre. Gemí, y ella siguió, hasta que puso ambos pies a los lados y empezó a masturbarme una y otra vez. Sentía su piel, sus dedos moviéndose, mi polla bajando todo el prepucio hasta el final y subiendo, bajando y subiendo, todo ese lubricante por mis testículos que también acariciaban; los pies me recorrían entero de abajo arriba, presionaban. Empecé a respirar rápido y sus pies empezaron a moverse sincrónicamente más y más rápido. Me corría, iba a explotar. Su dedo gordo otra vez presionó mi glande mientras mis huevos recababan todo el semen de mi interior para arrojarlo y lanzarlo. Le llené los pies y me llené yo, con semen por todo mi pecho y mi abdomen mientras me corría entre gemidos.

No tardé en sentir su lengua recorrer mi piel recogiendo el semen, lamiéndolo y dejándome verlo en la lengua y colgando de sus labios, sonriéndome. Eso hizo que se me escapara un chorro más que le dio en toda la barbilla.

—¡Serás guarro! —se rio, recogiéndolo con los dedos y lamiéndolo—. Lo has puesto todo perdido y ahora a mí... Ya te vale.

Pero no se quedó ahí. Después de recogerlo y enseñarme cómo se lo metía en la boca, se puso de brazos en jarras:

—Me toca —dijo la muy mandona.

Se deslizó de rodillas a mi alrededor para acuclillarse sobre mi cara para que le comiera el coño a su ritmo.

Estaba totalmente encharcada, un hilo de flujo le caía del coño y ya le estaba palpitando. Aproveché para lamerle el culo y el coño de una sola vez, asiéndole las nalgas con fuerza y metiéndole dos dedos por el culo.

—¡Aaah! ¡Joder, pero avisa! ¡Ufff…! Sigue, jodeeeeeer…

Y continué Mi lengua se metió dentro de su coño varias veces mientras lo sentía palpitar para pasar a chuparle el clítoris con fuerza, estirándoselo. Era grueso se “descapullaba” un poco. La mano que no estaba estrujando sus tetas y pezones me cogió un mechón de pelo para apretarme más contra su coño mientras mi lengua iba a toda velocidad haciendo largas lamidas rápidas por todo el coño. Empezó a gemir con más intensidad y las caderas le temblaron. A esas alturas había quedado ya de rodillas mientras acababa y empezó a correrse. Tuvo tres orgasmos encadenados; casi siempre le venían tres, uno fuerte, uno más flojo que empalmaba con el tercero que le podía llegar a quitar la respiración.

Ya estaba acostumbrado a que se pusiera mandona de vez en cuando, y no me molestaba: luego yo me lo cobraba a mi manera.

A la mañana siguiente mientras empezaba a entregar la luz del sol de levante sentí que ya se había levantado ella. Supuse que iba al baño, cosa que me confirmó la cadena al dejar el agua correr. Sentí su peso subirse a la cama —habíamos optado por ella, finalmente—, y de pronto, sus manos frescas me apartaron las nalgas. Dormíamos desnudos porque de repente podíamos despertar y sentir la urgencia de follarnos, meternos mano, de probar alguna otra cosa, y era algo que solía sucedernos, por lo que habíamos comprobado.

Su lengua, juguetona, empezó a deslizarse por mi ano y las sensaciones me dieron escalofríos. Era raro pero me gustaba. Empezó a bajar y yo levanté las piernas apoyando las rodillas e incorporándome un poco. Su mano de inmediato atrapó mi polla que se había endurecido en nanosegundos y empezó a masturbarme. Su lengua se paseó por el perineo y me encantó. Después por mis huevos chupándolos, y metiéndose la polla en la boca, chupando con hambre. Me masajeaba los huevos y masturbaba la polla mientras no dejaba de lamerme el culo y mis sensaciones me iban a hacer explotar de un momento a otro..

—Para, para —le dije—. Quiero follarte el culo. Pero por delante. Quiero verte la cara mientras mi polla se hunde en tu culo.

—Dímelo… —murmuró, excitadísima.

—Ábrete de piernas para mí, puta. Y ofréceme el culo.

—Ufff… sí, sí, lo hago —se tumbó al momento y se separó las nalgas. Su coño volvía a estar empapado. Pero qué pervertida era…—. Toma, toma, por favor, métemela… Dame por el culo… dios…

Sus dedos ya se estaban hundiendo en su coño y yo me acerqué, al coloqué debidamente y se la metí en el coño un par de veces para empapar bien la polla. Después enfilé su ano y empecé a empujar despacio mientras ella no dejaba de apartar las nalgas con una almohada por debajo para alzarse más.

—Ufff… más… ufff… entera, métela entera…

—Pero mira que eres puta y pervertida, Ele…

—Ufff… sí, sí, puta y pervertida, joderrr…. Dios cómo voy a pensar en esto durante el curso… y cenando cada noche con mis padres… sin poder tocarme ahí mismo y que me folles por el culo… ufff… enteraaaaaa…

Entera se la había metido. Empecé a bombear. Sus tetas blancas con las marcas del bikini se movían y ella se las tenía que parar con las manos por mis embates. Se había armado con el pequeño consolador que trajo —robándoselo a la hermana—, y se lo empezó a meter mientras yo no dejaba de sodomizarla.

—Aaaaah, dios, joder, síiiii… ufff…

—Confiesa —le dije echándome más hacia adelante, cogiéndole el cuello con una mano.

Le encantaba que le hiciera eso, que la “obligara” a confesar algo guarro a cambio de sexo.

—Confiesa o me paro —mentira, si me paraba me daría un infarto, o una embolia por semen.

—Aaaah… sí, lo que quieras… pero sigue follándome el culo… ufff… A veces… a veces le quito el consolador a mi hermana… ufff… ella se duerme después de correrse… y se lo deja dentro… yo se lo quito, y… y…

—Dilo… o me paro —dije yendo más despacio, apretándole el cuello para luego aflojar despacio después de ver cómo se le hinchaba una vena en mitad de la frente y se le entrecortaba la respiración.

—Aaah… se lo quito… ¡y lo chupo!

—Puta, guarra y pervertida —la insulté.

Cada insulto hacía que el coño le diera un espasmo.

—¿Solo eso? —la piqué. Le volví a apretar el cuello mientras redoblaba los pollazos intentando no correrme.

—Yo…

—¿Alguna vez se lo has comido?

Sus ojos verdes se abrieron mucho mirándome fijamente mientras su culo no dejaba de ser taladrado.

—Yo… no…

—CONFIESA, PUTA.

—Yo… una vez… una vez… casi follamos… ella y yo… Viendo… viendo una película guarra… aaaaaah… ufff… nos… nos… —apreté para volver a soltar; por su comisura caía saliva y parecía que todo pensamiento lógico había huido de su mente—. Nos metimos los dedos. Nos… corrimos en los dedos de la otra…

—Además bisexual, puta y pervertida… E incestuosa

—AAAAHAHAAAHHHH

Esa última palabra desbordó el vaso de su excitación. Se corrió con tal fuerza que casi pierde el sentido. En ese momento le apreté un poco de más el cuello y al cortársele la respiración sentí cómo su orgasmo se duplicaba en intensidad. Eran latigazos muy fuertes y espaciados; algo me salpicó: había eyaculado en mí mientras yo empezaba.

—Ahora yo, puta, que te has corrido entera y parece que te has meado —y cada frase, le daba otro espasmo. No parecía escucharme hasta que de pronto estallé y empecé a llenarla de semen.

—Aaaah… otro… por… Aaaah… por el culo… me corro… por el… culoooo… —acabó en un aullido entrecortado mientras su ano estallaba en espasmos.

Mientras mi polla descargaba dentro de ella ya me parecía exagerado cuántas veces podía correrse una mujer pero no podía parar, estaba desatada y varios hilos más escaparon del interior de su coño.

Cuando acabé de correrme me moví y sí, todo cerdo, le metí la polla en la boca.

—Pero… —iba a protestar, casi sin fuerza.

—Calla, puta pervertida y límpiala.

Lo hizo, chupando hasta el fondo de lo que podía hasta dejarla limpia de semen.

Destrozados, tumbados en la cama, nos volvimos a dormir hasta tarde, que nos levantamos. Mandamos unos cuantos mensajes a la familia. Iríamos a “ver otra película”. Hasta lo hicimos de verdad, yendo al cine a ver la de superhéroes que habíamos dicho.

Aquella tarde estábamos tumbados en nuestro sofá preferido, después de volver del cine y darnos un baño en la playa. Yo le había empezado a hacer un masaje en los pies, que cada vez me gustaban más, como todo en ella y se los chupé despacio, dedo por dedo, el empeine, el arco, el talón, besándolos, dándole pequeños mordisquitos y volviendo a los dedos. Se excitaba, se encendía y ponía cachonda.

—Podríamos llamar a tu amiga de aquí del pueblo —dijo Ele—. Podríamos… jugar los tres. ¿Crees que le gustaría? —preguntó, casi con timidez.

—Puede —respondí, pensando en Susi, acabando de lamerle otra vez los dedos del pie izquierdo juguetonamente—. No es tan pervertida como tú, pero sí que se ha enrollado con alguna moza de por aquí… ¿Quiere follártela? —le pregunté tras un rápido lametón en la planta.

—Sssí… ufff… sí… y quiero verte follártela… y chuparte la polla después… o durante… y comérselo… joder, Dani, ¿qué me has hecho, soy lo más zorra que…?

—¿Hacerte yo? Eres tú la pervertida come coños de hermanas…

Se puso roja, rojísima. Me puse encima de ella.

—Y me encantas por ello —le dije un segundo antes de metérsela en el coño de una sola tacada, haciéndola gritar y que me arañara la espalda, apretándome contra ella.