Vacaciones con mi amo (3: el castigo)

- ¿Cómo estás perrita? - ¿Serviría de algo quejarme, amo? - Jajajajajajajajaja, no perrita, no te va a servir de nada

Jueves, 18 de agosto

No puedo engañar a mi amo. Tampoco deseo hacerlo. Así que en cuanto se conectó por la tarde le pedí que leyera mi mail en el que le incluía mi relato. Tal y como yo pensaba, me espera un castigo.

No negaré que estoy nerviosa y que deseo que sea lo primero que haga para poder olvidarlo pronto con su placer y el mío (si es que me lo permite).

Mañana nos vamos a ver.

Esta noche para dormir tengo que ponerme una pinza en cada pezón, de hecho ya las llevo puestas. Le he pedido que sólo fueran unas horas. Apenas hace unas horas que he dejado de tenerlos doloridos y vuelvo a tener que trabajarlos. Se ha negado. TODA LA NOCHE. Me temo que se me va a hacer muy larga.

Para nuestro encuentro de mañana me ha pedido que lleve un vestido muy escotado y un tanga. Ya me ha anunciado que me va a pasear por la playa con el collar y la correa puestas. Me da mucha vergüenza pensarlo, no solo por la exhibición sino porque pensaba llevar el pelo recogido en una coleta alta para que no me moleste cuando tenga que chupársela y no podré disimular el enganche de la correa. Además debo llevar todo lo que me ha regalado más lo que yo ya tenía, eso incluye las gomas y las pinzas.

Viernes, 19 de agosto

Mientras preparo la bolsa con todos los útiles que debo llevar me voy poniendo cada vez más nerviosa. Me duele el culo y los pezones después de haber pasado toda la noche con las pinzas puestas. Además me espera el castigo. ¿Cómo lo hará?. En los dos meses y medio y que llevamos juntos solo me ha castigado 3 veces y siempre ha sido peor la humillación de saberme castigada que el castigo en sí.

19’15 Horas

Suena el teléfono.

A las 20’30 enfrente de la Iglesia de la calle principal de Guardamar.

Sí, amo.

20’30 Horas

Los dos llegamos puntuales a la cita. Me saluda con un profundo beso en la boca que me quita el aliento. Su lengua juega con la mía exigiendo una respuesta que le doy gustosa.

¿Cómo estás perrita?

¿Serviría de algo quejarme, amo?

Jajajajajajajajaja, no perrita, no te va a servir de nada,- me contesta mientras me lleva hacia la cercana terraza de una cafetería

Entonces no me quejaré, amo,- le contesto agachando la cabeza y sonriendo. Mi amo parece de buen humor y contento de verme, quizás tenga suerte y el castigo no sea muy duro.

Apenas nos hemos sentado y pedido las bebidas cuando recibo las primeras instrucciones: ir al baño y ponerme una pinza en el clítoris y las bolas chinas en el culo. Palidezco. Mi sexo está más sensible por la regla, la pinza quedará atrapada por el tanga y además no estoy acostumbrada a ponérmela. El tiempo máximo que he llegado a tenerla puesta han sido 2 horas, pero teniendo la libertad de quitármela unos segundos y volverla a poner. En cuanto a mi culo, aún duele, y aunque el otro día llevé bien las bolas chinas...

Amo, por favor, yo...

OBEDECE, ESCLAVA, ¡YA!

Me bajo el tanga hasta las rodillas, estoy muy nerviosa y tiemblo. Lubrico las bolas y mi culo. No acierto a meterlas. Quiero darme prisa, no quiero impacientar a mi amo y eso hace que me cueste más. (Uffffffff, lo conseguí, parece que las aguanto bien). Pellizco mi clítoris hasta que sobresale de los labios y le pongo la pinza. Subo el tanga con cuidado y salgo con una sonrisa en la boca. Camino con la cabeza alta, pisando fuerte, segura de mí, para evitar la turbación que me produce saber como voy debajo del vestido.

Muy bien, perrita, ahora iremos a dar un paseo por la playa, pero antes pasaremos por mi coche, tengo que recoger la correa para atarte y quiero ver que mi putita está a mi gusto.

Me subo en el coche levantando mi vestido para tocar directamente con el culo el asiento. Mi amo me observa complacido de que no me importe que la gente que pasa me vea. Yo estoy tan nerviosa que no sé si lo hacen o no.

Nada más sentarme, saco mi collar y me giro en el asiento ofreciéndoselo a mi amo para que me lo ponga. Él lo hace acariciando mi cuello, me recuesta sobre su pecho y desde atrás acaricia mis tetas y pellizca mis pezones. Giro un poco la cabeza y mi boca se encuentra con la suya. Nos fundimos en un beso apasionado, mordiendo nuestros labios.

Complacido, me recuesta de nuevo en el asiento y me somete a su inspección. El vestido es de su agrado, muestra una porción más que generosa de mis pequeños pechos, según como yo me mueva, puede verme hasta los pezones. Separo el tanga para que vez la pinza y su nombre escrito.

Bien, esclava, bien. Guarda en tu bolso la correa, las gomas y dos pinzas. Ya decidiré si lo uso o no.

Cogidos de la cintura llegamos hasta la playa. Siento las bolas moviéndose en mi culo, empiezo a llevarlas medio bien. La pinza del clítoris ya empieza a doler, se lo digo a mi amo.

Aguanta perrita, es tu castigo y el castigo es lento.

Descalzos, paseamos por la playa. Ya ha oscurecido. Hay más gente. También hay gente en los chalecitos que vemos a nuestro paso. Yo voy cogida de la cintura de mi amo. Él tiene una mano encima de mi hombro que de vez en cuando desliza dentro de mi vestido para sacarme un pecho y acariciarlo o pellizcar el pezón. Es el derecho, el más sensible, el más dolorido.

Después de caminar un buen rato, me gira mirando al mar. Saco la correa y me la pone. Deshacemos el camino andado. Me besa. Me sube el vestido hasta la cintura para darme unos azotes en el culo ante la mirada ¿o quizás no?, de la gente que anda por allí cerca.

Después de cenar te daré tu postre. Lo tomarás de rodillas mientras te tengo atada con la correa y te obligo a meterte mi polla más dentro,- me dice en un susurro a mi oído.

Amo, ¿me quitarás la pinza?

Ya veremos, perrita, ya veremos

Amo, no podré comértela bien con este dolor

Lo harás, eres una perrita muy obediente y aguantarás porque es el deseo de tu amo. Me gustas mucho putita mía, eres muy sumisa.

Cenamos de tapeo: fritura de pescado, sepia a la plancha, ensalada de mariscos, mojama, acompañado de una botella de vino rosado fresquito. Mi amo no permitió en ningún momento que mi copa estuviera vacía. Sé que mis ojos brillan cuando estoy algo achispada y mi sonrisa se hace más amplia. Ese vinillo entraba muy bien. No pedimos postre, yo tomaría el mío después.

Ante la sonrisa de mi amo, yo intentaba encontrar una postura cómoda en la silla. Cada vez era más consciente de la pinza y la aguantaba menos.

Vamos, es hora de tu postre.

Nos dirigimos con el coche hasta un lugar solitario pero bien iluminado. Me ordenó ponerme las gomas en mis tetas. Le encantan las marcas que dejan en mis pequeños senos. Luego recliné el asiento hacia detrás y me di la vuelta. Ladeó con cuidado mi tanga. Jugó con las bolas estirando del hilo. Metía un dedo. Me azotó repetidamente en cada nalga. Magreó mi culo. Acariciaba mis pechos oprimidos por las gomas. Pellizcaba mis pezones. Me decía lo buena perrita que era.

Bien, perrita, bien. Ahora recibirás cinco azotes en cada nalga y me darás las gracias después de cada azote.

Escondí mi cara entre mis brazos y el respaldo del coche. Nunca había tenido que darle las gracias por los azotes. Imaginé que formaba parte del castigo. Esos azotes fueron mucho más fuertes y yo me sentía tan avergonzada que me costaba mucho darle las gracias. Diez azotes, diez gracias. Quería llorar.

Cuando terminó se pasó al asiento de atrás. Liberó su polla y tirando de la correa llevó mi cabeza hasta ella.

Chupa, perrita, chupa

Muy bien, perrita, juega con tu lengua. En círculos, eso me gusta mucho

Así, como una perrita caliente,- me decía mientras seguía azotando mi culo o tocando mis tetas.

Y yo chupaba, lamía, trazaba círculos en su capullo, jugaba con mi lengua como sé que a mi amo le gusta con las manos puestas en sus muslos. De vez en cuando lo miraba a los ojos, saboreando su polla y viendo en los suyos el placer que le estaba dando. Tirando de la correa, mi amo marcaba el ritmo y la profundidad. Varias veces casi me ahogo por el tiempo que la tuvo metida hasta el fondo.

Ahora, perrita, ahora más rápido, quiero que te tragues toda mi leche y no dejes caer ni una gota

Así, sigue, putita, más rápido, trágatelo todo, no pares, mueve la lengua

Y así hice. Aceleré el ritmo. Moví la lengua y cuando expulso su semen me lo tragué entero limpiando su polla con verdadero placer.

Mi amo, satisfecho y complacido me permitió quitarme la pinza. Me dolió tanto que me encogí involuntariamente en el asiento temblando. Mi amo me acarició y me dijo dulces palabras de consuelo. Cuando puede moverme, me hizo pasar al asiento de atrás con él. Me tomó entre sus brazos y me tranquilizó con sus caricias y sus besos.

Mi chiquitina, buena esclava. Relájate entre los brazos de tu amo. Ya pasó todo.

Bueno, no del todo. Mientras conducía en dirección a mi casa, aún llevaba las bolas puestas y ya molestaban. No podía quitármelas hasta las 11 de la mañana. Llegué a casa casi a las 2 de la mañana.

Más que acostarme, me desplomé encima de la cama. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba. Creí que me dormiría pronto, pero no fue así: tenía la sensación de que aún tenía la pinza puesta, las bolas ya no resultaban agradables, el culo en el colchón me recordaba los azotes de mi amo y los pezones también estaban doloridos. Eran más de las 5 de la mañana cuando logré dormirme.

Continuará...