Vacaciones con la abuela II

La abuela Justina imparte de nuevo su ley. En esta ocasión ante la atenta mirada del novio de su nieta. Recomiendo leer antes la primera parte.

PD: Nunca he sido dado a escribir segundas partes, pero a petición del algunos lectores me he animado a hacerlo. En vuestras manos dejo si este es mejor, peor o del mismo nivel que el anterior. Acepto todo tipo de criticas y consejos, pues forman parte del aprendizaje y mejora para futuros relatos. Igualmente sobre ideas, fantasias que podaís tener, etc. Ya en una ocasion escribi un relato pensando en alguien que así me lo pidio, aunque no lo he publicado y quedo todo entre nosotros. Gracias por vuestro tiempo, y espero que disfruteis.

VACACIONES CON LA ABUELA II

Desperté tras una placentera noche de sueño, y a mis oídos llego un sonido hueco de fondo que llamo mi atención. Después de estirarme y desperezarme un poco me levante intrigado por la procedencia del sonido, y tras abrir la puerta conduje mis pasos hacia el lugar del que procedían. Camine por el pasillo hasta casi el final del mismo, sabiendo ya que el sonido procedía  del salón. Podría haberme imaginado cualquier cosa, pero jamás lo que mis ojos vieron. Nada más entrar al salón retrocedí sobre mis pasos hasta quedar oculto tras la pared, pues ante mis ojos apareció una escena insólita e impresionante. La abuela Justina estaba sentada en una silla y sobre su regazo tenía a mi suegra, a la que le estaba propinando una azotaina en toda regla, con el culo totalmente al descubierto. Mire de reojo sin querer ser descubierto y tocado por la curiosidad,  fue entonces cuando me di cuenta de que mi mujer estaba de pie con las manos en la cabeza frente a ellas y con la parte inferior de su pijama quitada, esperando probablemente a su turno. La escena era digna de ser recordada de por vida, quedando mis ojos extasiados por el color rojizo del trasero de mi suegra, y por el movimiento de este tras cada azote recibido de la mano de su madre. Tras no menos de cincuenta azotes, la abuela Justina paro haciéndola levantarse. Las manos de mi suegra volaron libres para frotarse el trasero y darle así algo de consuelo.

-A la pared, y ya sabes con las manos sobre la cabeza y sin frotarse el culo. Y tú ven para acá, que también vas a catar hoy.

Mi mujer se acerco a su abuela mientras su madre ocupaba su lugar con las manos ya en la cabeza. Sonia, como así se llama mi mujer se dejo caer sobre el regazo de su abuela, con la total seguridad de lo que se la venía encima. Una vez más me deleite con el trasero de mi mujer, el cual me vuelve loco y provoca que se despierte en mí una parte de mi cuerpo que para estas alturas ya estaba más que despierta. El sonido de la mano comenzó a ser audible, y las señales en el culo de Sonia también. Su culo se movía al son de los azotes, y el color del mismo pronto comenzó a cambiar. Unos tímidos gemidos de dolor comenzaron asimismo a ser audibles. Al cabo de un rato la abuela hizo levantar a su nieta mandándola de nuevo junto a su madre.

-Bueno pues ahora que ya estamos metidos en faena, vamos a continuar con la orquesta. Natalia ven cariño, que esta te está esperando.

La abuela Justina se había dirigido a su hija, mostrándole una de las zapatillas que llevaba puestas y que previamente se había quitado. Con tan solo verla doblar la rodilla y asirla con la mano me dio miedo hasta a mí, por lo que imagine cuales serian los pensamientos de mi suegra, sabiendo que ya tenía el culo dolorido y ahora le esperaba la zapatilla. Mi suegra ocupo de nuevo su lugar sobre el regazo de su madre y se dispuso a recibir la segunda parte de su castigo. La zapatilla comenzó a dejarse notar y al tercer zapatillazo mi suegra intento taparse el trasero, debido obviamente al dolor que esta debía de dejar sobre la piel de su culo, “ he de decir que un señor culo”, y aunque hasta ese momento jamás antes me fije en el, he de reconocer que no estaba pero que nada, nada mal. Tras la pertinente regañina por intentar protegerse, y tras no menos de veinticinco zapatillazos, la abuela Justina hizo levantarse a su hija mandándola de nuevo junto a su hija. Mi suegra estaba llorando y se sobaba el trasero con unas ganas que le daban a uno ganas de ir junto a ella y masajeárselo.

-¡A quien esperas cariño, porque te recuero que a ti te toca esta!.

Esas fueron las palabras con las que la abuela llamo a mi mujer para que esta ocupara su lugar, viéndola como se quitaba la zapatilla del otro pie. Pude ver como mi mujer tragaba saliva y nuevamente se dejaba caer sobre el regazo de su abuela para recibir la segunda parte de su castigo. Natalia la miraba sin dejar de frotarse el culo, dando unos pequeños saltitos como acompañamiento. La zapatilla volvió a sonar, sorda, contundente, y casi de inmediato Sonia comenzó a quejarse tras cada uno de los azotes recibidos. Aquel movimiento de culo me excitaba cada vez más. Su trasero enrojecía por momentos, cada azote lo hacía cada vez más deseado, sentí que mi polla iba a estallar y comencé a masturbarme mirándolas sin perder detalle alguno. Tras la tanda pertinente a mi mujer, las abuela las hizo a ambas presentarse ante ella quedando a escasos centímetros cara a cara. Sabiendo que aquello tocaba a su fin, pegue mi cuerpo a la pared del pasillo e inhale hacia dentro, dejando ya de espiar. Sinceramente no escuche lo que se dijeron, pero si oí mi nombre dejándome petrificado por unos instantes.

-Ricardo ya puedes salir de tu escondite y venir aquí, sino quieres que vaya yo a por ti, lo cual será peor, te lo puedo asegurar.

Conduje mis pasos hasta ellas no sin pensármelo antes un par de veces, y obviamente subiéndome los pantalones, que previamente me había bajado para consolarme mis partes. Mi suegra y mi mujer estaban con sus traseros y sus partes íntimas al aire, pero no se inmutaron ante mi presencia. La abuela Justina clavo sus ojos en mí y me dirigió unas breves palabras.

-Ya sabes cómo me las gasto, esta te la paso por ser la primera, pero la próxima vez que te pille expiando te aseguro que de inmediato te pongo sobre mi regazo y te doy la azotaina de tu vida. Entendido, ¿no?, pues ale arrea a tu cuarto y date una ducha para ver si se te baja esa hinchazón.

Las risas tanto de mi suegra como de mi mujer se dejaron oír durante unos segundos, el tiempo que la abuela las reprendió con la mirada. Yo mientras tanto y tras haber asentido con la cabeza, retrocedía con mis pies sin darme siquiera la vuelta hasta ganar de nuevo el pasillo, para dirigirme en línea recta hasta mi dormitorio. Se me había cortado la respiración y sabía perfectamente que me había escapado de una buena por los pelos.

Al cabo de unos minutos llego mi mujer a la habitación y me encontró aun algo pálido, intentando digerir todo lo que había visto y sucedido.

-¿Qué ha sido todo eso? – la pregunte nada más verla.

-Anoche nos olvidamos de fregar los cacharros tras la cena, y mi abuela nada más levantarnos esta mañana nos lo  ha recordado. Ella cocina y nosotras recogemos, y los cacharros no se dejan para el día siguiente.

-Ya pero, ¿no sois un poco grandes para recibir unos azotes como si fuerais aun pequeñas?

-La verdad es que si, pero tanto a mi madre como a mí nos gusta, y la abuela lo sabe. Además se que a ella también la gusta jugar a esto. Esta es una de las razones por las que mi padre no viene nunca. Esta es su casa y estas son sus reglas, de modo que piénsatelo porque te va a buscar, y de la próxima ya no te libras. Si quieres nos vamos, pero si nos quedamos ya sabes a lo que te arriesgas.

-Déjame pensarlo, estoy, estoy.

-Pues mientras te lo piensas déjame que me ocupe de esta cosita que tanto debe haber sufrido viendo mi culo y el de mi madre, ¿no? Pervertido.

Sonia sin pensárselo dos veces me bajo el pantalón del pijama y se metió mi miembro viril en su boca, dando comienzo a una de las mamadas más gloriosas que jamás podre recordar. A mi mente venia la imagen de su culo, del culo de su madre, y cuando abría los ojos la veía a ella mirándome, al tiempo que relamía, chupaba.

-¿Te gusta que te peguen? – la pregunte.

-Prueba un día, y si lo haces bien repetirás seguro. – me contesto sin dejar de hacer su cometido con la mano sobre mi miembro, para acogerlo de nuevo dentro de su boca.

-Lo haré, lo haré. – logre articular mientras sentía como venía encima de ella.

Al cabo de unos segundos y sin poder aguantar más, derrame toda mi pasión dentro de su boca. Ella sin dejar de mirarme, me sonrío dejando escapar algo de semen sobre el suelo. Luego se levanto y me dijo que se iba a la ducha, que limpiara antes de nada el suelo y no dejase marca de mi eyaculación sobre el, porque si lo descubría su abuela, lo mismo teníamos fiesta anticipada, y su trasero por hoy ya había tenido suficiente. Yo sin embargo tenía un cosquilleo en el estomago que me pedía mas.