Vacaciones calientes

Experiencias en la playa

No sé cómo me habían liado aquel verano para aquellas vacaciones en grupo, pero el caso es que me encontré en La Manga del Mar Menor, en un enorme chalet, pero bien aprovechado. Aparte de mi pareja y yo, estaba un matrimonio; amigos de ella y sólo conocidos míos; la hija de estos de 19 años y la de mi pareja, de 20.

Al llegar, todos estaban como entusiasmados por lo bien que lo íbamos a pasar aquellos 15 días. Todos menos yo, que no suelen gustarme estas ‘aglomeraciones’. Intentaría, de todas formas, adaptarme al ‘jolgorio’ aquella quincena.

Pero no dejaba de cargarme aquello de todas las mañanas en caravana a la playa; que no estaba lejos, pero había que emplear seis o siete minutos andando y cargados con la ‘imprescindible’ parafernalia.

Los dos primeros días me resultaron horribles; (pongo en antecedentes que no me gusta nada la playa, y menos cuando está llena de turistas); pero el tercero las cosas empezaron a cambiar y ofrecieron mejores perspectivas para los siguiente doce días.

Ese día las jóvenes habían desparecido, como siempre, nada más llegar a la playa, en busca de sus ‘pandillas’. Paco, el marido de Irene, la amiga de Carmen, se había ido directamente a un ‘chiringuito’, y Carmen dijo:

-Podíamos alquilar uno de esos patines de agua y adentrarnos un poco en el mar.

Aunque no me entusiasmaba la idea de pedalear uno de esos cacharros durante una hora, pensé que al menos haría un poco de ejercicio, de forma que accedí a su petición.

Así que alquilamos una de aquellas máquinas infernales. Cuando el empleado nos la puso a flote, Carmen, siguiendo su ancestral manera de ser, dejó que Irene y yo nos pusiésemos a los pedales mientras ella se recostaba plácidamente en la zona cóncava del artilugio.

Cuando a fuerza de darle a las piernas estuvimos como a unos 200 metros de la playa, Carmen dijo:

-Parad un momento de pedalear.

No hizo falta que nos lo repitiera, pues andábamos algo cansados.

-Oye –continuó cuando el cacharro estuvo parado, meciéndose únicamente sobre las suaves olas -. Irene me dijo anoche que su marido nunca se ha masturbado delante de ella, y que le encantaría ver a un hombre haciéndolo. ¿Querrías masturbarte para nosotras?

-Bueno –Repliqué-, no sé si estoy muy preparado para eso en estos momentos.

-Ven aquí conmigo Irene –dijo con una sonrisa-, que vamos a ‘prepararle’.

Irene abandonó los pedales y fue a ponerse al lado de Carmen. Esta, sin más preámbulos, le quitó la parte de arriba del bikini y empezó a chuparle las tetas. La otra no sólo no se resistió en absoluto, por el contrario, bajó su mano para meterla dentro de la braguita de Carmen y tocarle el coño. Al momento las dos emitían gemidos de placer.

Por supuesto que aquello fue ‘preparación’ suficiente para mí. De forma que me saqué la polla del bañador y comencé a meneármela.

Cuando lo vieron, ambas se despojaron de la parte de abajo del bikini y se pusieron a masturbarse conmigo.

Andaban las dos gimiendo de placer; yo menos, los hombres solemos ser menos escandalosos en estas lides;  cuando Irene dijo:

-¡Yo no puedo más! ¡Necesito que me follen!

A lo que respondió Carmen:

-Cariño, pues aprovecha que ya está bien ‘preparado’.

Desde luego no se hizo de rogar, vino a sentarse sobre mí abriendo bien las piernas y se clavó mi pene hasta el fondo antes de empezar a moverse arriba y abajo gritando como una posesa:

-¡Que bien! ¡Cómo me gusta tener una polla dentro!

-¡Como me estáis poniendo! –Dijo Carmen-. ¡Uff! ¡Cómeme el coño mientras te la follas!

Por no sé qué extraño desafío a las leyes de la física, logró ponerse de pie entre Irene y yo, sobre mi cara, con su sexo en mi boca, sin que aquel artilugio naufragase.

Pero no nos dimos cuenta de que el mar es grande, pero no exclusivo, así que en medio del éxtasis de los sentidos no nos dimos cuenta de que se aproximaba otro cacharro como el nuestro hasta que no sentimos el golpe al arrumbarse a nuestro lado.

Sin detenernos demasiado en nuestro placentero juego, todos miramos a ver que pasaba. Era otra pareja, indudablemente excitada por el ‘espectáculo’. El hombre ya se había puesto de pie y encajaba su pene en la boca de la mujer, que lo mamaba con fruición.

Aquello era una verdadera orgía. En un momento se trató de pasar ‘efectivos’ de u patín a otro, pero era prácticamente imposible hacerlo sin que zozobrasen las frágiles embarcaciones.

Cuando todos hubimos alcanzado nuestro/s orgasmos, tratamos de ponernos de acuerdo para quedar los cinco; tal vez los seis si el marido de Irene se animaba; para la noche, pero sin un papel, ni un boli, ni un móvil donde apuntar nada, decidimos que no encontrábamos en la playa, en el embarcadero de aquellos infernales artilugios, en media hora, para concretar.

Concretamos, pero no fue para la noche, andábamos todos tan cachondos que Carmen propuso irnos de inmediato para el chalet; ni que decir tiene que Agustín, el marido de Irene, estuvo de acuerdo en cuanto vio la ‘tarta’ que el destino le presentaba. De forma que Carmen se dio una vuelta por la playa para encontrar a las jóvenes y decirles que nosotros nos marchábamos ya.

Como no había cama capaz de acogernos a los seis, y no queríamos desperdigarnos, decidimos quedarnos en el salón, no sin antes irnos todos a la cocina a preparar bebidas… y otras cosas a base de toqueteos, besos y demás.

Mi experiencia hasta entonces no había pasado de tríos y algún esporádico ‘cuarteto’. Aquel día me di cuenta de que es cierto aquello de que la ‘música’ suena mejor cuantos más ‘instrumentos’ la interpretan.

Efectivamente, siempre había alguno al que se le ocurría algo nuevo y más excitante que lo anterior, aparte de que no es sólo lo que tú haces, con el placer añadido de poder cambiar de ‘texturas’ de coños o pollas, sino el morbo de ver a los demás y sentir sus gemidos de gozo.

Desde luego que, unas cuantas horas después, quedamos en vernos de nuevo a lo largo de nuestra estancia allí, y en repetir la aventura del patín por si, de casualidad, se sumaba alguien más a la orgía.

Al final, aquellas vacaciones que se me planteaban horrorosas, fueron bastante positivas.

FIN