Vacaciones calientes

Al rozar la piel con mi mano comprendí que no se trataba del cuerpo de mi hermano, sino del de mi cuñada.

Hace unos meses, Superpopelle reeditó uno de aquellos viejos relatos de las revistas de los años 70: Crema catalana. Me pareció una idea excelente resucitar esos magníficos autores que fueron pioneros en este tema. Esta serie de relatos que intento ir enviando para su publicación, es mi granito de arena, aunque apenas he podido rescatar unos pocos. Animo a los que hayan sido mas previsores, y tengan aun alguna de aquellas revistas, a que los saquen a la luz, para intentar enseñar algo a los nuevos autores.


Con 18 años y un gran complejo, debido a mi corta estatura, sufriendo siempre bromas de unos y otros había transcurrido mi vida, sin ningún aliciente y monótonamente, hasta que mis padres al comentarle mi hermano que él y su mujer pensaban ir de montaña para el verano, le pidieron me llevasen con ellos, cosa que les costó trabajo convencerme y accedí solamente porque dijeron que estaríamos solos y retirados de poblaciones y que yo les seria de gran ayuda, pues de esta forma si ellos deseaban ver algún pueblo, yo quedaría de vigilante en la acampada.

Nos instalamos el primer día al lado de un manantial y montamos nuestra tienda, dedicándonos a recoger pajiza y pinochas de pino para el lecho, así como leña seca; pasé un día estupendo y cansados los tres nos retiramos a dormir. Como no había sitio suficiente decidimos, al no tener que desnudarnos, hacer cama redonda. Mediada la noche desperté y avergonzado comprobé que mi pene, salido del pantalón corto, se apoyaba contra la carne de mi hermano, supuse, por haberse acostado él en medio.

Me retiré con sigilo para perder el contacto y poder esconderlo cuanto antes, cosa que tardaría, ya que la naturaleza, quizás en compensación a mi pequeña estatura, me había dotado de un badajo desproporcionado a mi cuerpo y que cuando se enderezaba tardaba mucho tiempo en volver a su estado normal, por lo que con la mano lo apreté a mi pierna; aquel cuerpo se acercó al mío y al contactar las carnes en mi mano comprendí que no era mi hermano, ya que en el roce percibí la ausencia total de vello y por tanto era mi cuñada.

La situación mía se hizo aún más violenta, ya que si se despertaba notaría mi mano rozando en su carne y si la retiraba, mi miembro se pegaría a ella. Decidiendo ponerme boca arriba, me equivoqué, ya que preocupado en retirar mi mano lo antes posible, no pensé en cómo tenía el pene; consecuencias: que éste, libre, subió disparado contra la carne de mi cuñada, quedando retenido en sus muslos y nalgas. Percibí cómo su trasero se acercó aún más y mi pene quedó entre las piernas de ella; asustado permanecí quieto, cuando al momento noté cómo la mano de ella rozaba primero y después cogía la cabeza del pene, presionando en ella con sus dedos se apretó aún más a mi y entonces pudo abarcar más trozo del miembro por salir éste en mayor porción por delante.

Se despegó y dio la vuelta quedando frente a mí y empuñándolo lo recorrió con su mano. Yo seguí simulando dormir, pero como ella seguía en sus caricias podía dar lugar a que me corriera. Me volví de espaldas, pero ella pasó su brazo por encima de mi cuerpo, volviendo con su mano a recorrer de arriba abajo todo mi pene, que se encontraba al máximo de su extensión y gordura, acarició con suavidad la cabeza y al fin retiró su mano, quedando pegada a mi cuerpo con uno de sus muslos entre mis cortas piernas.

No dio muestras durante el día siguiente, ni aún cuando estábamos a solas, de lo acaecido en la noche, por lo que tuve la esperanza de que ella me había considerado dormido. Pasamos un día de maravilla, gozando de la naturaleza, recorriendo los alrededores, jugando, corriendo y haciendo al mismo tiempo acopio de leña.

Temía llegara la noche, pues al querer broncearse se había puesto un bikini, que dio lugar a que le viese sus bonitos y puntiagudos pechos, así como el vello de su sexo. Antes de decidirnos a dormir ella le dijo a mi hermano que al día siguiente debería acercarse al pueblo y comprar unas cosas que le hacían falta.

Mi hermano no tardó en quedar profundamente dormido, así como ella a respirar acompasadamente. Yo no podía dormir, permanecía tenso e intranquilo, cuando de pronto Teresa se volvió hacia mi lado y pasando su brazo por encima del cuerpo alcanzó mi entrepierna. Bajó la cremallera del pantalón sacando mi pene, que se puso tieso de inmediato, con su mano acompañó la mía hasta ponerla encima de uno de sus pechos, desnudo por haberse abierto la chaquetilla del pijama.

No pude resistir más, me volví hacia ella, que besó mi cara, quedando mi pene apretado contra sus muslos, también desnudo por haberse bajado el pantalón hasta la rodilla, por lo que mi miembro se quedó incrustado entre sus muslos y su sexo. Cogiéndolo lo restregó por su sexo húmedo. Me separé pero no pudo poner la cabeza en su sexo, por lo que se volvió y logró entonces que quedara en la entrada de su sexo, apretándose para que le entrase dentro; no pudimos conseguir la penetración a pesar de mi esforzada ayuda, pero si llegamos al placer casi de inmediato, pues ella se encogía y apretaba contra el miembro, hasta que finalmente le rocié el sexo con mi semen.

Por la mañana, y antes de marchar mi hermano, se puso en bikini a tomar el sol y cuando quedamos solos se metió en la tienda a dónde me llamó, diciendo había que sacar las mantas y sábanas. Entré, encontrándola desnuda por completo; me hizo acercar y me besó la cara. Yo no sabia qué hacer, era la primera vez que me veía así ante una mujer; ella debió darse cuenta ya que procedió a ayudarme a despojarme de los pantalones; cuando quedó al aire mi miembro, exclamó que era muy hermoso y deseaba poder tenerlo todo dentro, que la haría gozar mucho y empezó a besarlo y lamerlo, pasando su lengua sobre la cabeza, diciendo que era demasiado gorda y que costaría trabajo que entrase en su rajita.

Se abrió de piernas encima de mi cuerpo y apoyó su sexo en la cabeza del pene, pero no entraba; entonces, con rabia, dio un fuerte culazo hacia abajo y le entró un trozo, que le hizo gritar y permanecer quieta; a mi también me dolió, me dijo que la cogiese por la cintura y que al mismo tiempo que elevara mi vientre, y la atrajese con fuerza hacia abajo, que ella también apretaría; realizándolo de esta forma quedó casi toda dentro.

Yo sentía los latidos de su sexo en mi pene y como tenía muy cerca de mí sus bonitos pechos los besé, pidiéndome ella que le chupara los pezones, como así hice. Yo deseaba ya metérsela toda y le dije si no habría otra forma en que lo pudiera realizar; entonces me dijo que abrazándola fuerte nos diésemos la vuelta y quedara yo encima. Ya en esta posición di un apretón, logrando que entrase más.

Entonces yo, ardiente de deseo, empecé a sacar y meter mi pene dentro de ella, y ante la intensidad del gusto que empezaba a notar la incrusté toda de golpe, mientras ella quejándose y suspirando se contorsionaba y me hacia vaciar en su interior, llevándome a un placer intenso, al igual que ella también disfrutaba, pues no cesaba de decir: no lo aguanto, sácala, qué placer más fuerte, abrázame. Hasta que al fin su cuerpo dejó de contraerse y su sexo se fue aquietando.

Durante un buen rato permanecimos  como  adormilados, hasta que ella me pidió que sacara el pene para levantarse; cuando al sacarlo lo vio aún completamente tieso, le asombró y dijo: «Qué lástima no poder disfrutar más con él» pero... entonces miró su reloj y muy animada dijo: «Si, hay tiempo de sobra», lo cogió y con su mano lo hizo avanzar y retroceder por entre los labios de su sexo, cosa que me agradó sobremanera y más cuando en la cabeza notaba el roce de su clítoris que crecía y se endurecía más y más; ella no pudo aguantarse y me pidió que se lo metiese por completo.

Esta vez si que lo introduje todo con facilidad, ya que estaba muy mojado, al igual que su sexo debido al semen que anteriormente le había depositado. Su ardor era tan grande que empezó a moverse de forma desenfrenada, gritando y besando mi cuello, hasta que quedó semidesmayada y temblándole todo el cuerpo, que fue reaccionando conforme yo impulsaba mi miembro hacia adentro y lo sacaba para volver a sepultárselo con vigor en su interior; hasta que sentí que me venia el gusto y volví a vaciarme dentro de ella, momento en que al unísono empezamos a jadear y suspirar de placer los dos.

Dos ocasiones consiguió aún Teresa que mi hermano nos dejara a solas, y aprovechamos al máximo para darnos placer e incluso una noche consiguió meterse mi pene llegando a gozar ella, ya que yo ante la proximidad de mi hermano me fue imposible.

Ya de regreso me hace ir cada semana o dos, empleándose a fondo para sacar el máximo de placer en estos encuentros, que me sirven de gran desahogo y me hacen gozar, en particular cuando me sobrepongo a mi complejo y sólo veo su hermoso cuerpo y percibo por sus gestos la intensa dicha sexual a que le lleva mi miembro, que en realidad es lo único que le interesa de mi, pues para ella debo ser sólo un objeto que le infiere placer y le satisface sexualmente.

Me queda el orgullo que, en cuanto a satisfacerla, lo hago como el hombre mejor proporcionado y sirvo para llevarla a la cumbre del placer y ver retorcerse su hermoso cuerpo del gusto que se da conmigo.