Vacaciones

15 días para descubrir que se siente al dejar de ser una mojigata

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Llegó pronto a la playa. La noche anterior llegó reventada al hotel después del viaje en avión, y durmió 8 horas del tirón tras de tomarse un pequeño refrigerio en la habitación. Le habían hablado mucho de las playas de la isla y no quería perderse la oportunidad de hacer realidad una fantasía que llevaba tiempo en su mente.

Necesitaba aquellas vacaciones. Serían 15 días de desfase total. El divorcio la había machacado tanto física como mentalmente. Hacía dos meses de ello y no había tenido ganas de hacer nada más que no fuera estar en casa comiéndose el coco.

Un día despertó del ensueño tras hablar con su hermana pequeña. Joder, tenía 25 años y sí, había cometido el error de casarse muy joven y ya era hora de volver a vivir la vida.

Estuvo dos meses alimentándose la mente de cosas negativas. No salía con nadie, a pesar de que su círculo de amigos jamás la habían abandonado. Pero eso se había acabado. Quería empezar de cero y vivirla. Y estaba allí para comenzar de nuevo y volver a la Península con ganas de comerse el mundo.

Mientras admiraba la larga extensión de playa y las extensiones de dunas que había hasta donde alcanzaba la vista no dejó de pensar que se encontraba en un desierto si no fuera por las tenues olas que acariciaban la orilla.

Cargada con su bolsa y mientras miraba a su alrededor donde colocarse, sonreía pensando en las miradas que el taxista le echaba por el retrovisor. Llevaba un pareo anudado que le llegaba a medio muslo, por lo que poco dejaba a la imaginación. El destino de la playa nudista hizo que una sonrisa aflorara en la cara del conductor y seguramente la imaginaria tal y como Dios la había traído al mundo.

Finalmente decidió parar en la hondonada de una duna, por los lados y por detrás quedaba oculta a miradas indiscretas y por delante veía el mar a apenas 500 metros.

Era la primera vez que hacía nudismo y estaba nerviosa. Ya le había costado quitarse el estigma de hacer topless en la playa. Tenía 23 años cuando lo hizo por primera vez y aún se acordaba que se moría de vergüenza, solo con la braga del bikini y exhibiendo sus menudos pechos. Extendió la toalla y se quitó el pareo quedándose en sujetador y tanga. Se sentó y se sacó el sujetador sintiéndose liberada. No es que fueran grandes, ni medianos. Eran pequeños, pero bien puestos y firmes, y aunque en un principio tuvo problemas con ello, más adelante y desde entonces se sentía orgullosa. Redondos, firmes, con pezones pequeños y negritos y muy, pero que muy excitables y sensibles.

Cogió la crema y empezó a embadurnarlos, notando como sus pezones se erguían al contacto frio del protector. Tras las gafas miraba a uno y otro lado, pero no veía nada de nada, tan sólo un par de parejas por delante suyo. Acabo de ponerse la crema y se estiró en la toalla cerrando los ojos y quedándose adormecida a los cinco minutos.

No supo cuanto tiempo estuvo dormida, pero se despertó sobresaltada. Le quemaba todo el cuerpo y se sentó en la toalla. Necesitaba ir al agua. Se levantó y vio a su lado a una persona a unos metros de ella durmiendo boca abajo. Era mayor, unos 50 aproximadamente le echo. Roncaba ligeramente y se entretuvo mirando su cuerpo. De espaldas anchas, moreno, con un culo redondo y duro y piernas fuertes. Una capa de pelos blancos le cubría buena parte del cuerpo. ¡Dios Mio! Pensó, como por delante sea igual menudo oso debe ser. Aún con la sonrisa en la boca, dejó las gafas encima de la toalla y se dirigió al agua a refrescarse.

Mientras volvía del agua, que estaba transparente y fresquita, paso por el lado de una de las dos parejas que veía desde su toalla. La otra estaba un poco mas lejos y durmiendo, pero la que estaba echada hizo que su coño bajo su tanga se humedeciera más de lo que estaba por el agua de la que había salido. Sin cortarse la mano de el jugaba con el coño de ella mientras la mano de ella pajeaba lentamente la polla de él. Tenían los ojos cerrados y disfrutaban con ello.

Los dejó atrás sintiéndose una pervertida mientras su raja se mojaba y no precisamente de agua.

Al llegar a su toalla se quedó perpleja. Las sorpresas continuaban. El maduro estaba ahora mirando hacia arriba, con el brazo cubriéndole los ojos y respirando profundamente. Continuaba durmiendo, por lo que de rodillas en su toalla comprobó que por delante era tan oso como por detrás. Buffff, pensó. Nunca había visto a una persona tan peluda. Ni tan pollona. Un grueso y ancho pollón sobresalía entre sus muslos. Tan morena como el resto del cuerpo, descapullada y con un capullo grande como un champiñón.

Mierda pensó. ¿Qué hago? ¿Me voy? En ese momento el hombre se recostó sobre sus antebrazos y se la quedó mirando con ojos somnolientos.

-          ¡Buenos días! Perdona si te he molestado con mis ronquidos

-          No pasa nada

-          ¿Vienes mucho por aquí? Suelo venir por esta zona y jamás te había visto

-          No. Vengo de la Península. Estoy aquí de vacaciones. Llegue ayer por la noche

-          Pues este es el mejor lugar para estar de vacaciones. Un lugar paradisiaco y tranquilo

Se levantó y le ofreció la mano

-          Perdona, soy un maleducado. Me llamo Carlos

-          Yo Julia. Mucho gusto

-          Si te incomodo o algo me lo dices y me retiro a otro lado. No he podido resistirme ponerme al lado de una belleza como tú. Perdona si soy muy directo.

-          No. No por favor no molestas

Se sentó en su toalla y Julia hizo lo mismo en la suya. Sacó el bote de crema protectora y se lo empezó a poner por los brazos

-          Si necesitas ayuda me lo dices. No sea que no puedas llegar a todas tus partes y vayas a quemarte.

Fue allí donde hizo el clic. Le miró y sonrió ofreciéndole la crema.

-          ¿Te importaría echarme por detrás? ¿Por favor?

Carlos no se lo pensó dos veces, le cogió el bote y espero a que ella se echara boca abajo. Se sentó a horcajadas entre sus piernas y echó un buen chorro de protector sobre su mojada espalda.

Sintió como las manos, anchas, grandes, de dedos gruesos y largos recorrían su espalda. Eran movimientos enérgicos y fuertes, abarcando los lados de sus pechos. Su respiración se hizo más lenta, entreabriendo los labios, dejando escapar el aire.

Las manos siguieron bajando hasta llegar al hilo de su tanga.

-          Niña. Te van a quedar las líneas blancas del tanga. ¿Te importa?

Mientras hablaba deshizo los dos nudos de los laterales y quedó su culo totalmente expuesto.

-          Abre un poco las piernas coño, que esto tiene que estar todo bien embadurnado

Sumisa las abrió exponiendo su raja húmeda a los ojos de aquel maduro. Le gustaba su lenguaje. Un poco mas de crema en sus redondos glúteos y volvió a extenderla, abarcando sus cachetes. Un dedo acarició lentamente su orificio anal y tres dedos recorrieron de arriba su coño. Fueron unos segundos que hizo que suspirara fuertemente, con los ojos cerrados.

-          ¿Te gusta guarrilla? Joder no llevas ni unas horas en la isla y ya veo de que palo vas.

Sus manos recorrieron los muslos y los gemelos. Después sintió un fuerte cachete en el culo y la voz que le decía

-          Vamos date la vuelta que ahora toca la parte de delante.

Al girarse su muslo tocó la polla del maduro que ya estaba medio erguida y con liquido prese minal en la punta. No pudo por mas que echarle una ojeada.

-          ¿Veo que te gusta eh putilla? Y veo que te excita que te hable así. Sólo hace falta ver como esta tu coño y esos pezones que parece que vayan a cortar el aire.

Un nuevo chorro de crema impacto entre sus pechos y el apretó con fuerzas sus pezones haciendo que gimiera de dolor y placer a la vez.

-          Lo voy a pasar de puta madre contigo. Hace tiempo que no me follo a una yogurina como tú. Coño, si hasta pudieras ser mi hija.

Sus manos abarcaron los laterales de sus mamas y las atrajo hacia si entreteniéndose unos instantes en ellos. Después fue bajando lentamente por su abdomen, fuerte y duro de horas de gym y a su depilado coño que ya estaba totalmente encharcado. Dos de aquellos gruesos dedos entraron sin dificultad en su interior y tras un par de minutos de duro frotamiento se corrió violentamente.

-          ¡Joder, cerda! Ya veras que bien nos lo vamos a pasar.

… Continuara si os gusta vivir las peripecias de Julia