Vacaciones a la casa de mi abuelo

Eran los ochenta y algo y yo comencé a tener una historia con una de las primeras personas que quizás mas ame en mi vida, este hombre es mi abuelo. En aquella época comencé a sentirme como acorralado por la excitación y la noción de que lo que íbamos hacer. Sin embargo, era un niño y con el tiempo entendí que sublevarse contra el deseo era por ese entonces mucho mas difícil que ahora que tengo 32 años.

Siempre me pareció que el nombre PABLO no concordaba con su edad. Ni parecía razonable que estuviera en pantalones cortos y camisa de colorines de rodillas a donde estaba durmiendo. Ya estaba acostumbrado a los sobresaltos, pero no a ver la oscura y gruesa verga de mi abuelo delante mío.

Nunca sabré cómo contar esto, y si me creerán o no la historia que escribo y que me sucedió de muy chico. Vamos a contarlo despacio, y ya se irá viendo qué ocurre a medida que lo escribo.

Eran los ochenta y algo y yo comencé a tener una historia con una de las primeras personas que quizás mas ame en mi vida, este hombre es mi abuelo. En aquella época comencé a sentirme como acorralado por la excitación y la noción de que lo que íbamos hacer. Sin embargo, era un niño y con el tiempo entendí que sublevarse contra el deseo era por ese entonces mucho mas difícil que ahora que tengo 32 años.

Lo que sigue ocurrió aquí en la Argentina y en la provincia de Entre Ríos.

Todos los años a pedido de mis abuelos iba de vacaciones a la casa de ellos. Aun recuerdo el disfrute de mi estadía en aquel lugar. Era tan natural cruzar la calle de tierra, subir los peldaños de puentes de madera, entrar a la casa y acercarme a mi abuela que sonreía sin sorpresa cada vez que me veía entrar, convencida como yo de que éramos felices en esos veranos. Sin embargo, era a mi abuelo a quien quería mucho mas, en mi opinión porque era de esos seres particularmente dotados de sensibilidad y afecto, me incluía en todo lo que hacia y me trataba como un adulto. Mi abuelo tenia cerca de 56 años cuando comencé a visitarlos. Lo recuerdo como un hombre hermoso de cara blanca y barba negra entrecana (un típica cara del hombre que siempre buscaría) y al cual llamaría papá en cada oportunidad que podía hacerlo. Él era alto y morocho (yo era pequeño, el tiempo y las cosas son grandes entonces) y usaba camisas siempre que muchas veces dejaban ver unas canas de vuelo libre en su pecho. No por buena acción lo miraba siempre cada vez que se sacaba la camisa y dejaba ver un bello pecho peludo pegado al cuerpo

Una mañana llegue de la ciudad y fue a recibirme, ahí estaba parado esperándome, nos dimos un fuerte apretón de manos y fue en ese preciso instante se me adelanto a la pregunta y me murmuro que mi abuela estaba enferma y que nos esperaba en la casa. Ese día supe que mi abuela estaba muy, pero muy enferma, recuerdo aun hoy como en todo el día no nos sentimos bien ninguno de los tres en aquella casa. En fin, no es fácil hablar de esa circunstancia. A los pocos días y en una mañana de calor vino mi abuelo del hospital con la noticia, casi sin rodeos me dijo que mi abuela acababa de morirse y que nos habia dejado solos. Me acuerdo que reparé instantáneamente en la frase, "su abuela acaba de morirse", un poco como si ella misma hubiera decidido el momento en que eso debía concluir. Mi papá como siempre llego un día después y permaneció con nosotros por una semana, le dijo a mi abuelo que me llevaría de nuevo a Buenos Aires y dicho esto, oí que le respondió mi abuelo "es ridículo, usted no me saca al muchacho." Mi papá no lo quiso escuchar, telefoneó inmediatamente a mi mamá para que ella lo secundara. Eso me dio todavía más rabia, poco le importaban los sentimientos y las personas, sin embargo, esa misma tarde no se salió con la suya y regreso solo.

En adelante y entre las muchas mañanas donde compartía la soledad de él y yo combatía con la nada mi abuelo vino muy temprano a la habitación donde estaba durmiendo, se sentó en mi cama y me dijo - tome algún pantalón largo que vamos a salir a pasear todo el día.

No podía disimular mi alegría al momento de oírlo decir eso. No dejaba de mirarlo sonriente con aire de aventurero.

.vamos ir al rió a pescar y después en la noche podemos encender unos petardos que tanto le gustan porque es mi cumpleaños- me dijo.

Él no los llamó fuegos artificiales, lo que me costo comprender al principio. Ignoraba que ese día era su cumpleaños numero sesenta. La fantasia más profunda era imaginarme que nadie se enterraría que íbamos a escapar solos aquel día. Así fue como salimos aquella mañana y nos condujo en su auto viejo sin hablar hasta que golpeamos con la ruta y me pregunto,

-¿Hijo usted sabe mi nombre?

Pensé que no me lo preguntaba en serio y seguí mirando por la ventana sin responder. Volvió a preguntarme y esta vez con aires de mas interesado. Lo mire y dije,

No sé….

Usted no sabe mi nombre?- volvió a preguntar con cierta ansiedad.

Tuve que pensar por unos minutos porque siempre lo llame abuelo o papá. Entonces recordé repentinamente y dije,

oh sí Pablo!. Se tomo su tiempo y replico,

Pero no sabe mi nombre completo? Me dijo riendose.

Respondí rápidamente diciendo, no, nunca lo oí. Una sola vez creo y cuando la abuela en la cama lo llamó de otra forma, le respondí.

QUE???!!"- sorprendido me contesto mi abuelo.

Mirándole por un segundo dije, —Nada Papá.

Él me miro y dijo, —Usted me vio en la cama con su abuela?...ahora dígame cuál es lo divertido? Estaba a punto de no decir nada cuando paro el auto y cambiando la cara dijo,

Hijo, usted sabe que no tengo gusto por la mentiras. Dígame que vio?

No puedo decirle- le dije rompiéndome en vergüenza.

—como es eso —dijo mi abuelo, llevando su mano a mi hombro con un aire de quien presiente que puede oír algo comprometido— …y cómo que no puede decirme?!

Comencé a ponerme aun mucho mas incomodo recordando que aquel año en aquella noche lo había espiado por la mirilla de la puerta de su habitación y lo había visto completamente desnudo cojiendo a mi abuela.

Él seguía esperando mi respuesta y cuando finalmente pense que no iba a terminar mas mi silencio, no aguante y le conté todo; que su aparato estaba duro y que lo había visto acabar arriba de una toalla vieja que mi abuela le había alcanzado. Cuando termine de hablar estaba tan avergonzado que nunca mas el viento y la luz del sol que entraban por las ventanillas del auto me habían parecido tan linda excusa para no mirar a alguien. Me moría de pena de imaginar qué pensaba en ese momento.

Llegamos a destino, una suerte de camping y encontramos en ese lugar a unas pocas familias y dejando transcurrir el día no volvimos a hablar de aquello…, como si ninguna hubiera ocurrida tal confesión. En la noche cenamos y termino de lavar los platos sucios que habíamos dejado, tiro unas mantas en el suelo cerca de un árbol y apenas se tiró arriba de aquella manta me acosté a su lado con un poco de miedo. Le pregunte mientras tomaba su habitual bebida nocturna.

  • esta enojado conmigo??

-Ven, hijo —me llamó—, comparte este vaso conmigo.

—Claro —le dije—,

— ayúdame a acabarlo. Es importado; no podemos desperdiciarlo.

Mucho más tarde, cuando la botella se secó, mi abuelo dijo, poniéndola en alto:

—¡Ahora veremos…! —Y así desapareció en la noche.

Pasó media hora antes de que mi abuelo regresara. Traía una borrachera que lo hacía encorvarse entre gemidos. Colocó la botella sobre el piso y retrocedió, frotándose las manos, sonriente.

—por favor, quiero hablar contigo- parecía haber dicho

Dando por supuesto que aquello tenía algo que ver con la charla de la mañana, me arrime a él. Mi abuelo se sentó mas a mi lado, teniendo cuidado de no aplastarme, vaciló por un momento y me dijo: Vamos... Mírame... Estamos sentados aquí solos... Vamos, mírame...

Esperó a que el resto de una familiar se hubiera ido antes de seguir adelante. Cuando sus voces se habían desvanecido una vez más giró la cabeza hacia mi.

Te vi la pasada noche espiándome.- dijo mi abuelo -…mientras yo me bañaba.

  • ¿Qué quieres decir?- conteste.

Ya estás mintiendo - dijo automáticamente. Pero su boca estaba ahora seca. Sabía que estaba mintiendo. (¿Qué más sabría sobre mi?)

Entonces, cuando las cosas se estaban poniendo peor para mi, llegó su mano a mi cara y me dijo.

'¡No hay que preocuparse ! había dicho, todavía con una pierna sobre la mía que hacia fuego.

Resulta extraño pensar que, cuando uno teme algo que va a ocurrir y quisiera que el tiempo empezara a pasar más despacio, el tiempo suele pasar más aprisa. Los minutos corrieron a doble velocidad.

  • No pretendía acusarte, muchacho. Desde el primer momento me he estado diciéndo que si estas tan curioso es porque ya estas preparado para aprender a hacerlo y estoy dispuesto a enseñarte si quieres.

Guardé silencio. Se saco el pantalón y lo dobló sobre su regazo. Llevaba un cursi calzoncillo con muchos colores, un bulto pendía de su entrepiernas; sus dedos, sensibles, como los de un músico, jugaban con ella mientras mantenía en precario equilibrio sobre si mismo.

Había una tensión y emoción enormes en el ambiente.

—Bien... ¿tienes ya alguna idea de cómo es el sexo? —me preguntó mi abuelo.

—No.

Nos miraron entre sí. Ése era precisamente el tipo de cosas de las que mi abuelo era

perfectamente capaz de enseñarme, COMO SER UN HOMBRE, me lo imaginaba como un muy buen docente de las artes amatorias. Yo en cambio, solo era la esperanza personificada.

—Bueno, yo te voy a decir cómo hacerlo —declaró. Sólo te daré unos consejos generales y el primero es que tienes que mostrarme tu verga, yo haré lo mismo con la mía muchacho. Cuando saco su verga, la vi bien, la cabeza me parecía enorme y se iba elevando con él tronco. En toda mi vida sólo había visto una cosa tan gigantesca y era el de mi hermano cuando nos bañabamos.

—¡Vamos! —me retó mi abuelo en tono burlón—. ¡Vamos, ven a chupamela. Anímate, vamos...

Como en sueños y antes de que mi abuelo volviera a decírmelo, cerré los ojos y hundí mi cara entre sus piernas. Lamí lentamente la extremidad de la cabeza de su verga hasta torturarlo con la lengua y ver salír un liquido viscoso que era dulce y rico como el jarabe de maíz, pero no le dije eso. Sacudía mi cabeza de lado a lado mientras él decía -una lengüeta caliente lamiendo mi verga es una de las mejores cosas del mundo. Mi propia verga dolía. No estaba asustado, yo me sentía siempre seguro con mi abuelo. En un momento abrí los ojos y vi como su boca se le estiraba de un modo horrible y se le tensaban las venas del cuello. Apresuré el paso, y lo fui devorando entero. En medio de esa sensación de contento, me percate de sus huevos y los moje con mis lengüetazos. No tardó en oírse el sonido de placer. Aparté una ortiga pinchuda y me fui acomodando arriba de sus piernas. Era un hermoso hombre mayor, el más agraciado, espalda de hermosa anchura, ojos de un gris profundo y afable, cara llena y recia que exhibía una expresión más bien seria. La barba le prestaba un toque de auténtica majestad. Mis labios se cerraron y su miembro fue atrapado entre mis labios firmes. No sé cuántas veces oí a mi abuelo gemir y decir, "oh sí, sí, sí". Cavé mi brazo izquierdo detrás de su cintura y lo exprimí tanto como podía para sentir como su leche blanca me bañaba la boca y que sin ningún tipo de reparo me la tome toda. Cuando él gruñó por ultima vez, me dijo "te amo hijo.". Podía sentir su agitado corazón y su leche en mi interior. Contesté cariñosamente, "papá yo también lo amo."

Justo cuando ya estaba todo calmo y esperaba verlo dormir por el alcohol que tenia, tuve un pensamiento tremebundo. ¿ Cual seria la sensación de besarlo en la boca así impotente y derrotado como estaba?

De modo que me incorpore nuevamente, me puse de rodillas y fui reptando por arriba de él, cruzando sobre su pecho melenudo subí los escalones del cuello. Se hundió aun mas en el árbol que estaba recostado, me miraba con todo detenimiento de lo que iba hacer por el rabillo del ojo. Aquellos ojos —un par de borrosas canicas grises— tenían las pestañas gruesas y eran extrañamente bellos. Sin embargo, el rostro carecía de otra expresión y de una cierta lejanía; se diría que era incapaz de experimentar o reflejar la más mínima emoción. Tenía el pelo gris muy corto y despeinado hacia delante en mechones desiguales. Llevaba debajo de la camisa una raída camiseta sin mangas de color blanco, un muy antiguo reloj en la muñeca y se había untado de una loción barata e infame. Parecía un niño que hubiera envejecido de repente por algún procedimiento misterioso.

—Crees que estoy borracho?—me balbuceo—, y lo más chistoso es que lo estoy. Pues a ver, algo tiene que hacer uno, ¿verdad?

Luego, de improviso, sucedió algo extraño, mi abuelo se estiró y me acarició la mejilla con suavidad, me agarro la cara con su mano y fue él quien me beso con una pasión encantadora. Su lengua se trenzo con la mía haciéndome sentir uno de los hombres mas felices y emocionados del mundo. A pesar de la sobrecogedora delicadeza del gesto, éste fue algo tan atrevido que no supe cómo reaccionar: mis pensamientos se dispararon en tres o cuatro direcciones inverosímiles. Allí mismo me incline aun mas a él hasta que sus ojos estuvieron muy cerca de los míos; el tufo de su alcohol era insoportable. De repente, algún resorte de se activó en mi y sentí una profunda pasión, pero también un deseo incontenible, un amor absoluto: había algo en él, una cualidad esquiva que no sabía definir, algo que me recordaba... ¿qué?

Después, retiró su mano con solemnidad y la dejó caer en el suelo; una mueca cansada transfiguró su cara, como si hubiera hecho una hábil acrobacia y mereciera un aplauso.

—¿Cómo me llamo? Me inquirió.

—Sí, claro que lo sé — le dije, y le di un abrazo amoroso—Papá.

Pasé las noches de enero, febrero y casi todo marzo sudando en la cama matrimonial de la casa de mis abuelos. Sin un centímetro de culpa nos rendimos a nuestras fantasías en todo aquel verano, guardando luego energía para los años que no nos volveríamos a ver.

Estoy trabajando en la continuación…..