Vacaciones 6
Morbosos juegos de una joven pareja en unas merecidas vacaciones. Trios, intercambios, exhibicionismo ... simpático, morboso y entretenido relato compuesto de 6 partes.
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VIERNES
– Nos despertamos a la hora de comer. El teléfono no paraba de sonar. Raquel contestó:
– Dígame.
– Hola Raquel, soy Sonia. ¿estabais dormidos?
– Si, pero no importa. Dime.
– Nada, simplemente por si queréis venir a la playa, son ya las doce y media y…
– Lo siento pero es que nos hemos acostado cuando estaba amaneciendo y queríamos dormir. ¿Os parece que quedemos esta tarde sobre las siete y media para salir?
– De acuerdo, hasta luego entonces.
Medio adormilado, por mi mente pasaban a toda velocidad las imágenes de todo lo vivido durante aquella vertiginosa semana. Pensaba en cómo había conseguido hacer realidad varias fantasías mías y de cómo Raquel también las había hecho suyas.
Raquel ahora se mostraba sumisa, le gustaba exhibirse, había hecho un trío con Julio, al que aún seguía sin conocer, había participado en una orgía y todavía nos quedaban dos días para nuevas emociones. El domingo por la mañana nos pondríamos camino de casa.
Después de la llamada seguimos durmiendo y a eso de las tres de la tarde, nos fuimos a uno de los bares del hotel a comer algo. Raquel llevaba una corta minifalda y una camisa sin abotonar que permitía ver el precioso sujetador de encaje negro que aprisionaba sus pechos. En el bar fue el centro de atención, y a ella esto le gustaba ya sin disimulo. Se exhibía y durante la comida se levantó en varias ocasiones para ir a los lavabos, por lo que tenía que atravesar todo el salón.
Al acabar nos fuimos a la habitación y ella bastante excitada quiso follar, pero con gran esfuerzo por mi parte, decidí mantenerla lo mas caliente posible. Empecé a masturbarla y cuando noté que ella empezaba a excitarse lo suficiente, paré y dije de dormir la siesta para estar más despejados en lo que esperaba fuera otra larga noche.
La verdad es que me dormí rápido, y abrí los ojos a las siete. Me levanté y preparé la ropa que se tenía que poner, para acto seguido despertarla. En ese mismo instante llamaron a la puerta. Eran Arturo y Sonia, les invité a pasar.
– Hola –dijeron a Raquel.
Raquel medio adormilada se mostró al principio un poco cortada, pues su desnudez era total.
– Me encanta que estés así, Raquel. ¿Siempre estás desnuda cuando estáis solos? –le pregunto Arturo.
Raquel ya sin corte y en broma le respondió
– Solo cuando sé que vas a venir a verme.
– Ah, si, pues entonces yo me pongo igual para Fernando. –dijo Sonia mientras dejaba caer su vestido de tirantes al suelo, mostrándose solo con un minúsculo tanga.
–¿Sonia, no me digas que has estado así en la playa? –le pregunté yo.
– Pues ya ves que sí. Pensé en quedarme desnuda como el otro día con Raquel, pero al final me dio corte y no me he quitado el tanga.
–Pero de todas formas no han dejado de mirarla. Hasta uno entre unas dunas se ha hecho una paja mientras la observaba –dijo Arturo.
Sonia, siguiendo con lo que había dicho se quitó el tanga y mostró su rasurado coño. Yo miré a Arturo y él me correspondió con una sonrisa de satisfacción, al mismo tiempo que me guiñaba un ojo de forma cómplice.
Desnudas como estaban propuse hacerles unas fotos. Raquel aceptó de inmediato y en vista de que Sonia dudaba, Raquel le dijo que no se preocupara pues una vez echas las copias destruiríamos los negativos. Antes de que se echaran atrás ya tenía yo la cámara de fotos en la mano, salieron a la terraza y con los últimos rayos del atardecer les hice varias fotos.
Al pobre Arturo se le notaba un gran bulto en la entrepierna, cosa que indiqué a Raquel con un invisible gesto que ella interpretó perfectamente comenzando a ponerle caliente. Se abría de piernas mientras les hacía las fotos, le echaba miradas comprometedoras, se le acercaba y se rozaba descuidadamente con él. Mi entrepierna tampoco estaba dormida que dijéramos, así que propuse continuar la sesión fotográfica dentro de la habitación. Ya dentro, Raquel se acercó a Sonia y abrazando su cintura se pegó bien a ella. Yo seguí haciendo fotos y Arturo dijo que le hiciera una con las chicas.
Se situó entre las dos y Raquel dijo:
–Oye, no es justo, pues tu estás vestido y nosotras no – y dicho y hecho, se colocó frente a él y comenzó a desabrochar sus pantalones, mientras su mujer situada a su espalda le quitaba la camisa. Ya en calzoncillos su erección era escandalosa. Sonia se agachó y liberó aquella erecta verga de tamaño nada despreciable y gorda como nunca la había visto. Raquel, con aquel caramelo a un palmo de su cara, miró a Sonia y le dijo:
– Esto deberíamos maquillarlo para que salga bien en la foto ¿no crees?
– Te dejo los honores – dijo Sonia con una pícara sonrisa.
Raquel sacando la lengua empezó a pasársela a todo lo largo y ancho de la verga para acto seguido intentar meterse el gordo y rosado capullo en la boca. Casi no le cabía, pero se aplicó a ello con interés.
Yo, mientras Raquel le chupaba la polla y Sonia los huevos, saqué la cámara de vídeo y la dispuse en la estantería de forma que grabara toda la habitación. Ellos ni se dieron cuenta de lo que había hecho, por lo que acercándome a Sonia, me puse a lamer su recién depilado coño.
En eso dijo Raquel mirando directamente a los ojos de su nueva amiga:
– ¿Os gustaría ver una sesión lésbica?
Arturo y yo casi gritamos al unísono que sí. Sonia dijo:
– Raquel, una cosa es que estemos liados todos y otra es que tu y yo…
Raquel no la dejó terminar, acercándose a ella la besó en los labios metiéndole la lengua mientras la empujaba hacia la cama suavemente. Antes de que nos diéramos cuenta, estaban haciendo un 69 donde se veía a la perfección como las lenguas lamían a lo largo de toda la raja y se entretenían en el clítoris. Las dos reventaron a la vez, pero Sonia dijo:
– Esto está muy bien para empezar. Pero ahora el cuerpo me pide polla.
Arturo y yo las teníamos casi doloridas de estar tanto rato empalmados pero en eso Raquel dijo:
– Vamos a salir a tomar unas copas y luego si os portáis bien continuaremos jugando.
Nos separamos entre risas y toqueteos. Ellos se fueron a su habitación para arreglarse y nosotros después de una ducha, la mía con agua fría, empezamos a vestirnos.
En esas estábamos cuando llamaron a la puerta. Era Sonia que venía envuelta en una toalla.
– Han llamado a Arturo por un tema urgente de trabajo y tiene que volver a Madrid. Mañana regresa pero me ha dicho que si no os importa que me quede con vosotros, que así él se queda más tranquilo sabiendo que estoy acompañada.
– Por supuesto que no. –respondió Raquel, te quedas con nosotros todo el tiempo que haga falta.
– Gracias, de acuerdo. Y otra cosa…
– ¿sí?.
– Que me gustaría que para esta tarde me dejes algo de ropa de esa tan provocativa que tienes, ya sabes, una mini o algo así. Más que nada para ir las dos a tono.
– Claro –dijo Raquel abriendo la puerta del armario para elegir la ropa, ya que aproximadamente tienen la misma talla.
Arturo llegó mientras elegían la ropa. En ese momento se estaba probando Sonia un minivestido de lycra totalmente ajustado al cuerpo, con un gran escote. Tenía las tetas un poco más grandes que Raquel, así que el escote le quedaba justo al borde de los pezones. De hecho al ponérselo, una teta juguetona decidió airearse, lo que fue recibido por todos con unas risas. Raquel eligió una minifalda de tubo muy corta y una camisa de gasa que, sin ser totalmente transparente, no hacía falta fijarse mucho para verle los oscuros pezones.
– Estáis fabulosas. Qué envidia –dijo Arturo. Siento perderme la salida de marcha. Nos vemos mañana después de comer. Ya me contarás Fernando.
– Descuida. Tendrás un amplio resumen con repetición de los mejores momentos-le consolé yo.
Arturo se marchó a los cinco minutos y media hora mas tarde Sonia, Raquel y yo atravesábamos el vestíbulo del hotel. Estaban muy atractivas pero también muy provocativas.
Nos dirigimos a una pizzería y mientras comimos, fueron varias las botellas de vino que circularon por la mesa. Los tres bebimos lo suficiente como para perder nuestra inhibición. De hecho durante la cena la conversación no fue de otra cosa que sobre sexo. A Sonia se le veía medio pezón de una teta y aunque se lo dije, no hizo nada para ocultarlo, por lo que al camarero cuando venía a traer algún plato, los ojos se le salían de las órbitas.
Raquel con la excusa de que tenía mucho calor se desabrochó la camisa y cogiendo los extremos se hizo un pequeño nudo. El resultado fue dejar su liso vientre y ombligo al aire y un más que generoso escote. Se levantó y mientras se dirigía a los lavabos, dejó caer un mechero al suelo. Al agacharse enseñó perfectamente a las personas que había en una mesa las tetas y a los de la mesa opuesta los depilados labios de su sexo que asomaron traviesos entre sus piernas. Recogió el mechero y continuó su trayecto. Un murmullo se escuchó a su regreso pues nadie le quitaba la vista de encima. Tras abonar la cuenta salimos del restaurante. En el camino hacia la salida del local escuchamos un poco de todo, desde piropos hasta algún "¡descarada!" de alguna envidiosa.
Nos metimos en el coche y conduje hasta una discoteca de moda. En la entrada los porteros nos franquearon el paso sin problemas y eso que yo las llevaba a ambas sujetas por los cachetes de sus prietos traseros.
Ya en la disco, ellas se fueron a bailar y sin hacer caso de nada ni de nadie, estuvieron una hora entera en la pista. Yo, al igual que otros, no las dejé de observar en todo momento. Me encantaba admirar las dos mujeres, como desinhibidamente bailaban, sin importarles si se les subía la falda o se le salían los senos. Cuando esto ocurría, simplemente se los ponían bien y punto. Después del baile, los tres nos dispusimos en la mesa a tomar unas copas y charlar.
– ¿Sabéis?, estoy contenta, sobre todo porque en circunstancias normales mi marido no me hubiera dejado sola a sabiendas de que Fernando me puede follar –dijo Sonia.
– Bueno, Fernando o quien tu quieras ¿no? –respondió Raquel.
– No, mejor quien yo quiera –dije en broma
En ese momento Sonia, haciéndose la sumisa pero con cierto tono jocoso dijo:
– Está bien amo, ¿con quien deseáis que folle?
Entonces recordé a Julio, por lo que les dije a ellas dos que me esperaran que iba a hacer una llamada. Llamé a Julio y le dije que si podíamos vernos, que me encontraba con Raquel y una amiga a la que quería que conociera. Por supuesto respondió afirmativamente a todo lo que le propuse, por lo que 15 minutos más tarde nos dirigíamos a su casa.
Tras las presentaciones pertinentes Julio no dejó de decir que Sonia era muy bonita y atractiva, pues Raquel y él ya se conocían de la fiestecita del chalet. Yo, por el camino, tranquilicé a Sonia diciéndole que era un buen amigo y que no tenía que variar su forma de comportarse. Sonia, quizás por las copas, quizás por lo caliente, sólo se le ocurrió preguntar si la tenía muy grande, a lo que Raquel le respondió:
– Ya veras preciosa, te va a dejar harta de polla para una semana..
Acomodados en la casa y sin muchos preámbulos al poquito ya estábamos todos desnudos y los tres rápidamente empezamos a acariciar y tocar a Sonia, por lo que seis manos y tres bocas recorrieron todos los rincones de su bonito cuerpo hasta que estuvo lo suficientemente caliente, y sin permitir que se corriera, le hicimos lo mismo a Raquel. Pero esta vez introdujimos un nuevo elemento en nuestro perverso juego, cuando Raquel pedía más, la sujetamos a una especie de silla parecida a un potro de saltos de esos que hay en los gimnasios, atándola pies y manos a las patas del artefacto. Sonia inocentemente nos ayudó, pero cuando terminamos también la amarramos de la misma forma, una junto a la otra en la misma posición.
Me sentía extrañamente eufórico aquella noche quizás influido por el torbellino de situaciones lujuriosas que estábamos compartiendo aquellos días. Julio se situó detrás de Sonia y yo frente a Raquel. Restregué mi polla por su cara y pelo, mientras veía cómo Julio recorría con su lengua la raja que formaban los cachetes de Sonia. Era capaz de percibir en mi abdomen la enorme tensión de mi miembro erecto, jamás había estado así de excitado. Algo parecido debía ocurrirle a Raquel pues se lo tragaba de tal forma que tocaba con sus labios mi pubis. Julio cogió su polla con ambas manos y empezó a restregarla arriba y abajo en la entrada del sexo de Sonia que gemía como una loca. Metía la gruesa cabeza de su miembro en aquella vulva hinchada por el deseo como si estuviera mojando la punta de una estilográfica en el tintero. No me fue difícil intuir sus traviesas intenciones, aquel culito iba a ser suyo aquella noche. Con aquel juego quería llevar a su pareja hasta el máximo de excitación para que fuera ésta y no él quien pidiera a gritos la culminación del acto.
Metiendo mis manos entre el cuerpo de Raquel y aquel potro de torturas, busqué sus pezones y comencé a pellizcarlos sin piedad. Me descubrí a mi mismo queriendo hacerla daño, quería que le doliera. Raquel se estremeció pero no dijo nada, más bien me pareció que lejos de desagradarle le había gustado. “Muérdeme” le pedí entre jadeos. Me excitó aún más sentir el contacto de sus dientes en la base de mi pene. Era el morbo de jugar con el peligro de un posible mordisco involuntario. Estrujé sus pechos sin piedad, retorciéndolos. Su respuesta fue un largo gemido.
De un golpe de riñones Julio enterró su gruesa polla en la bien lubricada cueva de Sonia cuyos gemidos aumentaron en intensidad. Casi suplicaba que le diera más fuerte y le espoleaba diciéndole que quería sentir cómo rebotaban sus pelotas contra su trasero. Julio no necesitaba de más estímulos para cumplir con esa petición. Agarrado a sus caderas le propinaba tales acometidas que desplazaba por el suelo aquel extraño mueble y eso que soportaba el peso de ambas mujeres.
Saqué mi dolorida polla de la boca de Raquel y agachándome la besé metiendo mi lengua todo lo que pude en su anhelante boca. Antes de que me devolviera el beso me retiré para situarme detrás de ella y metérsela sin miramientos. Comencé a azotar sus nalgas con la mano abierta, mientras me entregaba a un violento mete y saca que no tenía nada que envidiar al de Julio. Su sexo me pareció más caliente y húmedo que nunca. Ambas mujeres gemían sin recato al mismo tiempo que aumentaba la pasión y lujuria en el ambiente.
No podía apartar la vista de Julio, quien en ese momento dejaba escapar de su boca una gran cantidad de saliva que con admirable puntería iba a lubricar aquel inexplorado ano. Cuando sacó su gruesa tranca del sexo de Sonia esta dejó escapar un suspiro mezcla de alivio y placer, aunque la pobre aún no se imaginaba lo que la esperaba. Con decisión apoyo su miembro en la entrada de aquel culito y sin vacilar comenzó a taladrarlo. En un primer momento la cara de Sonia reflejó sorpresa para luego dejar paso a una expresión de puro vicio y deseo contenido. Una vez más comenzó a incitarle: Síiiii, siiii, rómpemelo, dame todo tu leche...¡ayyyyy! quiero más...¡aiiiggg!
Gritaba en una especie de éxtasis que propicio que los allí presentes entráramos en una especie de trance sexual que nos llevó a lo más alto del placer. Raquel tuvo dos orgasmos casi seguidos que noté perfectamente por las contracciones de su sexo sobre mi pene. Cuando yo alcancé el mío, al retirarme de ella, mi leche llegó hasta su pelo como en un escopetazo. Julio al correrse debió dejarla bien llena, pues un buen rato después de terminar todavía resbalaban sus jugos por las piernas de Sonia quien tuvo que sentarse confesándonos que no se sostenía en pie. Una hora más tarde de vuelta en el hotel nos quedamos los tres profundamente dormidos juntos, en la cama de nuestra habitación.
Este relato lo escribí a finales de los 90 y, realmente, nunca llegué a terminarlo por lo que no habrá más entregas.
Deseo que te haya gustado y disfrutado leyendo; para mi es suficiente con eso. No espero más pues tampoco doy más.
Mi correo es delesur@gmail.com por si quieres hacerme llegar algún comentario respecto al relato.
Gracias por el tiempo que te has tomado en leerlo.