Vacaciones 4

Morbosos juegos de una joven pareja en unas merecidas vacaciones. Trios, intercambios, exhibicionismo ... simpático, morboso y entretenido relato compuesto de 6 partes.

Viene de http://todorelatos.com/relato/75558/ Parte 1

Viene de http://todorelatos.com/relato/75571/ Parte 2

Viene de http://todorelatos.com/relato/75581/ Parte 3

MIERCOLES

Había despuntado ya el día cuando le puse a Raquel, que aún permanecía profundamente dormida, unas muñequeras. Acto seguido le pasé los brazos debajo de la almohada y sujeté las muñequeras al cabecero de la cama, quedando oculto el hecho de estar atada. Monte la cámara de vídeo en una pequeña repisa y la puse en marcha. Estaba perfectamente camuflada y no tenía el típico piloto rojo que marca cuando estas grabando. Llamé al servicio de habitaciones y pedí el desayuno. Así mismo di instrucciones de que lo dejaran directamente en la terraza. Destapé a Raquel quitándole la sábana y dejé junto a ella un consolador. Acto seguido me introduje en el vestidor, el cual tenía puertas de rejilla y podría ver sin ser visto.

A los pocos minutos, justo antes de llegar el servicio de habitaciones, Raquel se despertó dándose cuenta que no podía mover las manos, en ese instante llamaban a la puerta de la habitación y se abría ligeramente. Se escuchó una voz:

– Servicio de habitaciones, con permiso. Buenos días.

Raquel dándose cuenta que no podía hacer nada, decidió quedarse boca abajo y hacerse la dormida. Al entrar el camarero a la habitación y verla en ésta posición, se dirigió lentamente y sin quitarle ojo hacia la terraza. Mientras depositaba la bandeja con el desayuno en la mesa, miraba a través de la puerta al hermoso cuerpo que yacía tendido a lo largo de la cama. Raquel pareció tomarle gusto a la situación, por lo que moviéndose ligeramente se abrió lo suficiente de piernas para que cuando éste volviera de la terraza, tuviera una buena visión de su rasurada vulva y de su apetecible trasero.

Y así fue, cuando el camarero salía de la habitación, enardecido por el espectáculo que tenía ante sus ojos se detuvo y acercó su cara lo suficiente para tener una mejor perspectiva. Yo creo que por un instante se le pasó por la cabeza alargar la mano y tocar aquel fabuloso cuerpo que se ofrecía ante él. Finalmente se decidió por abrir su bragueta, sacar su excitado miembro y sin apartar su vista del cuerpo de Raquel se la meneó unos segundos para acto seguido y sin llegar a correrse, guardarla de nuevo y salir de la habitación sin hacer ruido.

Al instante salí del vestidor pues intuía que Raquel creía que el camarero aún permanecía en la habitación. Me acerqué por detrás y acaricié su culo, pasando a recorrer con dos dedos todo lo largo de la raja, comprobando con deleite que su sexo estaba húmedo. Me excitaba pensar que ella pensaba que era otro hombre quien le prodigaba las caricias en ese momento. Ella seguía con los ojos cerrados. Introduje los dos dedos en su vulva y mi dedo pulgar empapado en saliva en su ano, moviéndolos a la vez en lentos círculos. A los pocos segundos elevó su pelvis mientras se movía de un lado para el otro, acelerando el ritmo hasta que unos mal disimulados gemidos me alertaron de la llegada de su orgasmo. Retiré mi mano y salí de la habitación. Dejé pasar unos minutos y volví a entrar despreocupadamente. Ella seguía haciéndose la dormida, me acerqué y la desaté diciéndole que el desayuno lo teníamos en la terraza. Se levantó sin comentar nada de lo sucedido y poniéndose el tanga salimos a la terraza a desayunar. Aún me daba más morbo el saber que ella había gozado con otro hombre, al menos eso pensaba Raquel, y que me lo ocultaba. Mi miembro comenzó a mostrar señales de excitación. Mientras desayunábamos teníamos una pequeña audiencia, sobre todo masculina, situada en terrazas cercanas y superiores a la nuestra. Al parecer ya se había difundido la noticia de que una vecina lucía sus encantos sin pudor a todas horas.

Mientras acabábamos con el desayuno le dije:

– Ahora te pones el pareo que hay sobre el sillón y te vas a la piscina. Pero sitúate en aquella parte de la piscina. ¿Vale?.

– De acuerdo – me respondió.

Así que cogió una bolsa de playa, metió la toalla, el bronceador, algunas cosas más y poniéndose el pareo me dio un beso y salió de la habitación. A continuación de salir ella de la habitación conecté la cámara de vídeo al televisor y mientras contemplaba las escenas del día anterior y las de esa mañana comencé a ponerme más caliente de lo que ya estaba. La polla quería salirse del bañador que en ese momento tenía puesto. La saqué de su prisión y mientras con una mano subía y bajaba a lo largo de mi erecto y dolorido pene, con la otra me pellizcaba suavemente los testículos. Cuando vi en la pantalla como el camarero se acercaba a Raquel con su bien dotado miembro en la mano empecé a soltar la descarga lechosa que desde hacía rato pululaba por salir. Un poco aturdido me acerqué a la terraza y asomándome observé a Raquel tendida en una hamaca boca arriba. La encontré preciosa al igual, supongo, que el vecino de habitación de dos plantas arriba, que la observaba  con prismáticos, ya que miraba en esa dirección y no había nadie más en la zona que ella estaba. Casi sin querer fui consciente de mi inclinación voyeur .

Ajena a todo Raquel se dio la vuelta en la tumbona. Desde mi posición daba la impresión de que estaba desnuda, pues la fina tira de tela se introducía entre sus nalgas dejando su prieto culo al aire. Y lo mismo debió pensar el vecino, pues mirando hacia arriba en el momento que ella se daba la vuelta, puede observar como éste daba un pequeño bote sobresaltado.

Me recree durante un buen rato mirando tanto a ella como a la gente que pasaba por su alrededor y la observaba. Me hubiese gustado escuchar los comentarios, aunque luego le preguntaría a ella. Me coloqué en una tumbona también con mis prismáticos en el momento en que se levantaba para darse un baño. Al rato salió del agua con los pezones erectos. Conociéndola, sabía que estaba disfrutando con esta nueva situación, sintiéndose admirada y deseada.  En un borde de la piscina había un bar, en el que podías pedir bebidas tanto desde dentro de la piscina como desde fuera de ella. Raquel nadó un poco y se dirigió hacia el mostrador acuatico. Uno de los camareros le sirvió un refresco y comenzó a darle conversación. Ella con el agua por la cintura estuvo allí hablando y tomándose el refresco. Al cabo de unos veinte minutos salió del agua y con el mismo pavoneo que entró se dirigió a la hamaca. Pude observar varios intentos de ligue por parte de diferentes chicos que había en la piscina. Ella siempre los rechazaba con una sonrisa en los labios. A la hora que le había dicho, recogió sus cosas y poniéndose el pareo se dirigió para la habitación.

Nada mas entrar en la habitación, incluso antes de que yo cerrara la puerta, se quitó el pareo y el tanga. Ya dentro los dos, le dije:

– Dúchate y luego te vistes que nos vamos a comer.

– Vale cariño – me respondió. Y mientras se duchaba le pregunté:

– ¿ De qué hablabas con el camarero en la piscina?

– Me preguntó mi nombre y me dijo que era muy guapa. Que si estaba en el hotel sola.

– ¿Qué le respondiste?

– Le dije que estaba con mi marido y dijo que cómo me dejaba salir ¡así a la piscina y sola!– Me dijo Raquel riendo – y le respondí que a ti te gusta que me admiren.

– ¿Le dijiste eso?

– Sí, ¿acaso no es verdad?

– Sí claro. Pero ¿Intentó ligarte a pesar de eso?

– Por supuesto, me dijo que si quería yo salir con él esta noche, ¡a solas los dos!

– ¿Y…?

– Le dije que no, que estaba servida.

– ¿Te agradaría salir con él?

– ¿Y contigo?

– No, solo con él.

– Pues entonces lo que tu me ordenes – me dijo saliendo del baño y, acercándose me besó.

– ¡uhmmm! Ya veremos, ahora vístete que tengo hambre.

Raquel se vistió con la ropa que le había dejado encima de la cama. Una falda roja con una raja en un lateral y una chaqueta a juego. Seguía sin importarle, ya en absoluto, que la ropa mostrara mas su cuerpo que lo tapara. Antes de salir le recordé las bolas. Y me dijo:

– Mira me tienes en un estado de excitación constante, si, además, tengo metido en mi coño estas bolas, voy a estar mas caliente que una perra en celo. ¿Las dejamos aquí?

– De eso nada, además, te quiero caliente. No quiero que ni siquiera protestes a cualquier insinuación mía.

Salimos de la habitación y nos dirigimos a un restaurante donde comimos tranquilamente y conversamos durante largo rato. Como ya era normal, fue el centro de todas las miradas, pero no hizo, ni le dije que hiciera nada para llamar la atención. Solo su belleza y su aire provocativo bastaron para ello. Lo que más me excitaba era que ya no era un juego forzado y que se comportaba de forma natural. Eso me atraía y me inquietaba dándome un morbo difícil de explicar.

Le tenía preparada una sorpresa mas para esa tarde, de la que ella no sospechaba nada. Era otra de mis fantasías. La primera ya estaba mas que cumplida; se había mostrado muy provocativa en público, y había estado, también en público, desnuda en la playa, en la piscina, en la terraza, y …, lo que quedaba.

Serían aproximadamente las ocho de la tarde cuando regresamos al hotel. Antes de subir a la habitación nos dirigimos al bar de la primera planta y nos tomamos una copa. Era ya parte del plan. Una hora mas tarde, ya en la habitación y ella ya desnuda, le dije dándole una venda:

– Tápate los ojos – a lo que me obedeció poniéndose un pañuelo sin rechistar.

Al momento le puse unas muñequeras y unas tobilleras. Le toqué el coño para sacarle las bolas chinas y estaba empapado por sus jugos. La amarré, de pie, una muñequera a un extremo de la habitación, en un recodo del aire acondicionado que salía de la pared. La otra se la amarré al otro extremo de la habitación, a un saliente que me vino de perlas. Le abrí bastante las piernas y también se las até, dejándola en cruz.

Preparé la cámara de vídeo para que comenzara a grabar. Estaba muy excitada, los pezones los tenía erectos y muy duros, por lo que le tiraba suavemente de ellos haciéndola gemir. Le introduje en el coño y en el ano a la vez el consolador doble y lo puse en marcha. Luego coloqué unas pinzas, que se encontraban unidas por una cadena, en sus pezones. Para excitarlos dándoles tirantez, sólo tenía que mover la cadenita. Sin que ella lo notase, cogí el teléfono y marqué un número. Contesto una voz, pero yo no hablé, simplemente colgué.

No pasaron mas de tres minutos cuando llamaron a la puerta.

– No abras, desátame – me dijo Raquel.

Yo me acerqué a ella y le metí la lengua en la boca mientras con una mano le tocaba el vientre y con la otra le tiraba ligeramente de la cadenita que le colgaba de los pezones. Ella se estremeció y yo separándome de ella me dirigía a abrir la puerta.

– Hola Fernando

– Hola – contesté yo dejando entrar a un hombre y cerrando la puerta.

– ¿Esta es la perra de la que me has hablado?

– Sí. ¿Que te parece? – Contesté.

– Está realmente buena. ¿Le gusta estar así?

– No importa, si no le gusta acabará gustándole.

Mientras hablábamos Julio se acercó a Raquel y con la mano abierta le dio un cachete en el culo que le dejó una señal sonrosada. Raquel emitió un pequeño quejido. Con sus manazas separó los cachete y al ver el doble consolador exclamó:

– Veo que ya le has abierto el culo.

Luego pasó a sobarle las tetas con una lascivia increíble, momento en que yo aproveché para sacarle el consolador que ya había realizado su trabajo.

Raquel se estremecía, y cuando Julio llevó una de sus manos al coño, ésta empezó a gemir de gusto.

– Oye Fernando, está realmente mojada la guarra ésta.

– Sí, lleva todo el día sin follar.

– Quiero ver como te chupa la polla. – me dijo. Entonces situé una silla delante de ella, me subí y le metí la polla en la boca. Raquel comenzó a chupar muy lentamente, por lo que Julio detrás de ella empezó a darle más cachetes en el culo mientras le decía:

– Voy a estar así hasta que vea como te tragas toda la leche, puta. Así que pon más entusiasmo.

Raquel, quizás por las tortas, quizás por la excitación, empezó a follarme con la boca. Más que una boca parecía un coño con motor. De vez en cuando paraba para respirar y emitía grandes gemidos de placer. Esta nueva situación me excitaba mucho, así que no tardé en eyacular en su boca. Julio continuó azotándole el culo. Con la boca y la cara llena de semen la dejamos unos momentos descansar. Encendimos unos cigarrillos y le dije:

– ¿Que quieres hacerle?

– Voy a darle por el culo. – Respondió a la vez que vi como Raquel se sobresaltaba ligeramente. Apagó el cigarro y desató a Raquel. Cogió una banqueta y echó a Raquel sobre ella boca abajo, atándole nuevamente los pies y las manos. Estaba con el bien culo levantado. Julio le pasó la lengua por la entrada del ano que respondió a las caricias dilatándose obediente. Raquel no dejaba de estremecerse. Al cabo de unos minutos de prodigarle este tipo de caricias, se desnudó y cogiendo su polla, que a mi me pareció enorme, ayudándose con la mano se la acercó a la boca.

– ¡Pónmela dura, guarra!.

– ¡Pero…! – dijo Raquel, y Julio azotándole de nuevo el rojo culo le dijo:

– ¡Chupa y calla, puta! ¡Como no te portes bien vas a chupar esta noche más pollas que en toda tu vida, voy a llamar a todo el que quiera follarte y voy a cobrar por ello. ¡Vas a ser mi puta y me vas a hacer ganar dinero esta noche!

Yo no dejaba de grabar con la cámara de vídeo. Le prestaba especial atención a los primeros planos aunque quería coger toda la excitante escena.

Raquel empezó a chupar. No le cabía en la boca por mas esfuerzo que hiciera, así que se entretuvo en el amoratado y gran glande que palpitaba en su boca. Cuando Julio creyó conveniente se la sacó de la boca y poniéndose detrás de ella apuntó su polla al estrecho canal que iba a abrir. Untó su polla de crema lubricante, así como todo el ano de ella, tanto por dentro como por fuera. Raquel dio un pequeño grito cuando notó el contacto de la enorme verga de Julio en la entrada de su palpitante ano. Antes de que pudiera decir nada, mi polla estaba en el interior de su boca, obligándola a que chupara, y por su forma de hacerlo, noté que estaba muy excitada.

Poco a poco Julio fue enterrando su enorme pedazo de carne en aquel agujerito que lo engulló glotonamente y se dilató de tal forma que su polla ya se movía sin obstáculos. Saqué la polla de su boca antes de eyacular nuevamente, quería prolongar aquel momento un poco más. Raquel estaba en pleno orgasmo, diciendo palabras sin sentido. Era la segunda vez que obtenía placer por aquel camino hasta hace poco inexplorado. Julio se vació, inundando su recto de cálido semen lo que llevó a Raquel a enlazar un orgasmo con otro.

La desatamos y la depositamos en la cama boca abajo; ya sin atarla la obligamos que se pusiera a cuatro patas. En esta posición le introduje mi verga en el coño mientras Julio se la daba a chupar. Agarrado a sus caderas embestía dejándome llevar por la excitación del momento. Julio se tumbó debajo de ella y en un morboso 69 su boca buscó el clítoris de Raquel que una vez más gozaba dando grandes gritos de placer. Aquel torbellino de lujuria me hacía ver la realidad como si fuera un sueño.

Para ese momento Julio ya tenía su polla preparada para otro ataque. Ocupando mi lugar se puso a perforar el caliente y dilatado coño de Raquel. Cogió la cadenita que unía ambos pezones y como si de la brida de un caballo se tratara tiró levemente de ellas. Raquel excitada como no la había visto nunca nos llamaba de todo.

– Ahora vas a sentir dos pollas a la vez, para que sepas lo que se siente.

– Síii. Venga meterlas, dadme más, cabrones – respondió Raquel.

Cambiamos las posiciones, yo me introduje debajo de ella y Julio se colocó detrás. Se la metí de un solo golpe y noté cómo la polla de Julio rozaba con la mía dentro de Raquel pero por un conducto diferente. Raquel al límite del desmayo daba verdaderos gemidos de placer mientras nuestras pollas perforaban ambos orificios. Sin poder aguantar más me corrí larga y placenteramente al igual que Raquel y Julio.

Los tres quedamos derrotados y echos un amasijo de cuerpos descansando en la cama. Al poco rato Julio se levantó y mientras se vestía nos despedimos. Raquel se quedó profundamente dormida momento que yo aproveché para recoger la cámara de vídeo y visionar algunas escenas en el televisor. Sin querer también me quedé profundamente dormido en el sillón.

CONTINÚA