Vacaciones 3

Morbosos juegos de una joven pareja en unas merecidas vacaciones. Trios, intercambios, exhibicionismo ... simpático, morboso y entretenido relato compuesto de 6 partes.

Viene de http://todorelatos.com/relato/75558/ Parte 1

Viene de http://todorelatos.com/relato/75571/ Parte 2

MARTES

Al día siguiente me desperté antes que ella, era ya de día. Llamé por teléfono y pedí el desayuno para los dos. Raquel estaba desnuda boca abajo, estaba preciosa. Yo fui a tomar una ducha, y estando en ella, sentí que llamaban a la puerta:

– Servicio de habitaciones.

– Adelante está abierto– respondí yo.

Raquel seguía dormida, pero las voces la despertaron. Yo a través de la puerta entornada del baño contemplé la escena. El camarero no daba crédito a sus ojos, no los apartó del culo de Raquel hasta que ésta se movió despertándose por el ruido. Ella al girarse vio al camarero que depositaba la bandeja con el desayuno sobre una mesita. En un primer movimiento intentó taparse, pero acto seguido soltó la sábana y se sentó en la cama, dándole la espalda al camarero, por lo que le dejaba menos visión de su hermoso cuerpo. El camarero ya sin mirarla directamente preguntó:

– ¿Desea algo más?

– No, gracias – respondió Raquel sin volverse hacia el camarero para no mostrar mas partes de su desnudez.

Este se fue y yo salí del baño como si nada. Cogí la bandeja con el desayuno y la saqué a la terraza, depositándola en una mesa debajo de una sombrilla. Empecé a desayunar y dije:

– ¿No vienes, Raquel?

Raquel salió desnuda como estaba a la terraza y al llegar a la mesa le entregué el pequeño tanga, que se puso de inmediato aunque lo único que llegaba a taparle era su depilado Monte de Venus. Por detrás una fina tira de tela se le introducía entre sus prietas nalgas. Se sentó a la mesa y desayunamos.

Se la notaba más suelta, como no dando tanta importancia a su desnudez, a pesar de estar a la vista de cualquier vecino de terraza.

Sí, esto era cierto, había conseguido la primera parte de mis intenciones y mucho antes de lo que creía. Pero para comprobarlo y estar seguro, de que en el fondo ella era algo exhibicionista, decidí dar el siguiente paso cuando de la terraza de la derecha salió una voz:

– Buenos días vecinos.– Dijo un hombre joven de aproximadamente nuestra edad.

– Buenos días – respondimos a dúo Raquel y yo.

Este hombre se acercó a la pequeña y baja valla que separaba ambas terrazas y echándose sobre ella comenzó una pequeña conversación, mientras nosotros seguíamos sentados a la mesa.

– Hace una mañana estupenda – dijo el hombre

– Si, ideal para ir a la playa, pues hasta el mar se ve como una balsa de aceite.

– Tengo entendido que por aquí hay unas playas muy tranquilas y bonitas.

– Si – dije yo – un amigo que conoce la zona me hizo un croquis de algunas.

– Sería estupendo conocerlas. Por cierto sino tenéis compromisos podríamos ir junto con mi mujer los cuatro a conocer alguna playa.

En ese momento salía una hermosa mujer con un cuerpo exquisito y luciendo un mini biquini que resaltaba mas sus atributos.

– Hola buenos días. – Y dirigiéndose a su marido dándole un beso dijo – veo que conoces a los vecinos.

– Bueno en realidad no nos hemos presentado aún.

Raquel y yo nos levantamos y dirigiéndonos a la valla medianera intercambiamos nombres y besos. Se presentaron como Arturo y Sonia, eran de una población cercana a la nuestra y dada su simpatía, congeniamos en unos minutos. Yo admiraba a Sonia, y Arturo cada vez que podía miraba disimuladamente el cuerpo de Raquel, sobre todo su pecho desnudo.

Noté que las dos chicas empezaban a hablar, señal inequívoca de que congeniaban. Ideal para mis intenciones sin duda.

– Oye – dijo Arturo – lo dicho antes, si queréis vamos juntos a la playa.

– De acuerdo por mi parte ¿verdad Raquel?

– Claro que si, así podremos seguir hablando Sonia y yo.

– Estupendo – dijo Sonia – pues esta tarde nos vamos a una excursión y vamos a estar fuera tanto mañana como pasado mañana. Aunque cuando volvamos podríamos quedar para ir de discotecas y salir juntos.

– Venga vale, cuando regreséis quedamos en salir. Ahora vamos a prepararnos y si os parece bien quedamos en media hora en el aparcamiento del hotel.

Nos metimos cada uno en nuestra habitación y le dije a Raquel que se dejara el tanga para ir a la playa, y encima que se pusiera una camiseta grande sin mangas, estilo baloncesto, por lo que le llegaba a medio muslo y por los costados le quedaba bastante amplia mostrando casi todas las tetas. Ya en el aparcamiento no los tuvimos que esperar mas de un par de minutos. Arturo, al igual que yo, iba con una camiseta y unas bermudas. Sonia llevaba unos shorts muy ajustados y una corta camiseta que solo le tapaba las tetas dejando su ombligo al aire.

Decidimos ir en un solo coche, y como yo llevaba el plano Arturo dijo que él conduciría y que yo hiciera de copiloto. Ellas dos se sentaron detrás. Al cabo de tres cuartos de hora llegamos; era una playa paradisíaca a la que desde luego sin plano no hubiésemos llegado; para acceder a ella teníamos que bajar por un camino en muy mal estado pero mereció la pena. Totalmente a cubierto de miradas indiscretas y de no más de 70 metros de larga. Estaba desierta a pesar de ser verano, quizás por ser un día de entre semana. Extendimos las toallas y nos quitamos la ropa. Arturo y yo en bañador, Raquel solo con el tanga y Sonia con ese precioso bikini, aunque no tardó en deshacerse de la parte superior mostrando unas tetas muy hermosas.

Durante toda la mañana estuvimos charlando animadamente los cuatro. Arturo y Sonia son una pareja muy simpática y dicharachera que se mostraron en todo momento muy amables con nosotros. Me divertía y excitaba ver cómo Arturo miraba disimuladamente a Raquel, lo cual era totalmente comprensible pues ella tapar, tapaba bien poco de su deseable cuerpo. A la hora de comer dijimos de ir a un chiringuito.

En él y después de comer Sonia le preguntó a Raquel:

– Oye Raquel, siempre que vas a la playa, ¿vas con tanga? No es por nada en concreto, pues a mí me gusta pero me da cierto corte, sobre todo si hay gente.

– Pues... – interrumpiendo a Raquel dije yo:

– La verdad es que depende del sitio, pero a Raquel en realidad le gusta ir sin nada, para así evitar las marcas del sol. Sobre todo por los vestidos ¿sabes?.

– Veo que sois muy liberales – dijo Arturo

– No es que seamos frívolos, pero tampoco unos reprimidos.

– No quería decir eso, simplemente que me gusta como sois. Me ha gustado mucho ver a Raquel solo con tanga en la terraza del hotel, y no solo porque, con tu permiso Fernando, está muy bien, sino porque no os importa mostraros así.

– Muchas gracias por el piropo – dijo Raquel.

– Pues si nos ponemos a decir piropos, Sonia es muy bella y tiene muy buen cuerpo.

– Vaya, vaya. Gracias Fernando – dijo Sonia.

– A mí – dije yo – me agrada que ella pueda lucir su cuerpo y que se vista sexy. Me gusta que sea admirada.

– Y a mí que admiren a mi mujer – dijo Arturo.

– Oye, pues a nosotras nos gusta sentirnos admiradas... – dijo Sonia

– ...Y deseadas – dijo Raquel

– Pues entonces es lo que yo digo – dije yo – pero para eso tenéis que abandonar vuestras inhibiciones y mostraros tal como sois. Verdaderamente todos somos un poco exhibicionistas y un poco mirones. Y desde luego con vosotras dos...

– ... da gusto mirar. ¿Verdad Fernando? – Dijo Arturo.

Entonces Sonia dirigiéndose a su marido y con una voz pícara y mimosa le dijo:

– ¿De verdad no te importa que en la playa esté como Raquel?

– No, y menos en una playa como a la que hemos ido y con la compañía que estamos.

– ¿Y en la terraza del hotel?

– Bueno, – dijo dudando – creo que tampoco.

– ¿Crees?, No eso no vale, ¿sí o no?

Raquel le dijo entonces.

– ¿Te gustó verme a mí?

– Si, la verdad es que sí.

– Pues entonces ¿no te gustaría ver a tu mujer así?

– Sí pero...

– Pero que, ¿qué la pueden ver? Pues que la vean y la deseen. Aunque no lo quieras reconocer eso te produce un cierto morbo. Pero vamos a hacer una mini prueba, ya verás. ¿Nos vamos un rato mas a la playa antes de que tengáis que marcharos?.

– Vale – asentimos todos.

Yo no daba crédito a lo que oía salir de los labios de Raquel, pero sentí curiosidad de ver qué se proponía.

Al llegar a la playa vimos que había dos chicos jóvenes, de unos dieciocho años, y Raquel guiñándole un ojo a Sonia le dijo:

– Sonia vamos a enseñarle a esta pequeña audiencia, quienes somos.

Sonia sonrió y asintió. Arturo me miró y yo hice ademán de no saber qué se proponían. Dispusimos las toallas y Raquel se desnudó, pero esta vez se quitó el tanga mostrando su depilado coño. Ante aquella vista Arturo no pudo reprimir un suspiro de admiración y me dijo:

– No te enfades Fernando, pero tu mejor está buenísima.

– En absoluto, ya he dicho que me gusta que sea admirada y deseada.

Sonia se había quitado la parte superior del biquini y Raquel le dijo:

– Sonia ¿a qué esperas? Sigue.

Sonia estaba dubitativa, pero Arturo la miró y la animó asintiendo con la cabeza. Se deshizo, con delicadeza,  entonces de la parte baja del bikini soltando una de las lazadas que hacían posible que se sujetara a sus perfectas caderas. Raquel la tomó por la mano y le dio una vuelta sobre si misma para que pudiéramos admirarla bien. Estaba buenísima y algo roja cuando Raquel echándole un brazo por la cintura se la llevó a la orilla. Se pusieron a pasear por la pequeña playa, sobre todo por donde estaban los dos chicos, que no les quitaban ojo de encima.

Le dije a Arturo:

– Desde luego excita bastante ver a estas dos mujeres desnudas paseando por la orilla.

– Pues si nos excita a nosotros, imagínate a esos dos – dijo señalándome con la barbilla a los chicos.

– Sonia tiene un cuerpo muy bonito... – dije yo, pero me interrumpió Arturo.

– ...si, pero en varias ocasiones le he dicho que se depile el sexo y hasta ahora no ha querido.

– Pues si quieres le digo a Raquel que intente convencerla.

– Vale, aunque dudo que lo consiga.

– ¿Seguro? Fíjate que hasta ahora ella no se había mostrado desnuda ante nadie y...

– Bueno, ahora que no nos oye te diré que desnuda ante alguien sí, pero en la playa desde luego no. Hace unos meses fuimos a hacer un intercambio de parejas con unos amigos, ya sabes, el ambiente, un poquito de alcohol, total que cuando estábamos desnudos y medio liados ella se echó atrás y no terminó de resultar.

– ¿Te dijo luego por que se había echado atrás?

– Dijo que nunca le había terminado de gustar la otra pareja en cuestión. Pero ¿y vosotros? ¿Lo habéis hecho?

– No, – respondí yo – pero...

– pero... – dijo Arturo con una mirada de complicidad.

Nos echamos a reír los dos y dije:

– Oye se os está haciendo tarde, ¿te parece que quedemos para cuando volváis en seguir con esta conversación?

– Perfecto – respondió él.

En esto estábamos cuando ellas ya al lado nuestro dijeron a dúo:

– ¿Que conversación?

– Que estáis para mojar pan – dije yo disimulando y levantándome me situé entre ellas y las agarré por la cintura. Raquel se estiró un poco y me dio un beso en los labios. Sonia dijo:

– Eh, que pasa que yo no soy de piedra.

– Pues imítala – dije yo, y ella poniéndose delante de mí, me agarro de la nuca y me dio un beso introduciendo su lengua hasta mi garganta. Mientras duró el beso yo la abracé y fui bajando mis manos hasta depositarlas en su culo. Entonces Raquel dijo:

– Vale, vale "que te disparas".

Todos nos echamos a reír empezando a recoger y dirigiéndonos al hotel. Al entrar cada uno en nuestras habitaciones nos despedimos.

Ya solos en la habitación mientras me duchaba pensé en que la primera fantasía de Raquel se había cumplido. Era una pequeña exhibicionista.

Salí de la ducha y la vi desnuda en la terraza. Me entretuve contemplándola mientras ella extendía las toallas sobre las hamacas y tendía su tanga y mi bañador en una silla para que se secaran. Me acerqué un poco a la puerta y me fijé en un vecino que desde la izquierda y dos pisos por encima del nuestro la observaba, y en sus gestos vi que llamaba a alguien, saliendo un hombre y una mujer también a la terraza. Los tres la estuvieron mirando hasta que ella, ajena a todo, entró en la habitación.

– ¿Lo estoy haciendo bien?

– ¿el que?

– Pues tus ordenes..., o condiciones... o llámalo como quieras.

– Vas bien, pero ¿estarías dispuesta, si yo te lo pidiera, a acostarte con Arturo y Sonia? – Le solté de sopetón.

– ¿Quieres la respuesta interior mía?

– Claro, pues ya sé que si te lo pido ahora te acostarías, pues tienes que cumplir con tu parte del trato, pero quiero la respuesta de tus sentimientos.

– La verdad es que hace unos días te hubiera dicho que no, pero ahora no soy capaz de decirte..., bueno creo que..., en fin, que no sé pero que tampoco lo descarto.

Abrazándola le di un beso y la deposité en la cama. Comencé a lamer todo su cuerpo deteniéndome especialmente en las zonas que yo sabía más sensibles. Recorrí sus cerrados párpados, sus labios que ansiosos intentaron retener mi lengua, sus orejas, su cuello, el contorno de sus hombros, bajé un poco más hasta llegar a sus pechos, rodeé sus pezones sin tocarlos, sólo la areola, seguí bajando hasta su ombligo, su vientre, su suave sexo donde dediqué especial atención a sus labios mayores para poco a poco volver a subir recorriendo el mismo camino. Su agitada respiración me indicó que estaba muy caliente así que saqué una venda y le tapé los ojos. Ella se dejó hacer. Volví con la lengua a saborear su cuerpo deteniéndome ahora ya en sus excitados pezones y mientras mis manos acariciaban todo su cuerpo deposité la lengua en su húmedo coño. Gimió de placer. Tomé un vibrador, cuya forma en U simulaba dos pollas una grande para el coño y otra más pequeña para el culo, y se lo fui introduciendo suavemente hasta el fondo. Lo puse en marcha; ella daba signos evidentes de que le gustaba. Entonces tomé una de sus manos y le puse una muñequera, atándola a la cabecera de la cama. Antes de que se diera cuenta ya la tenía atada de pies y manos a todo lo largo de la cama formando una X.

– ¿Que...?

– Eh, silencio. – Dije y la dejé con el vibrador metido en sus agujeros y atada y me senté en un sillón a verla. A los pocos minutos y como el vibrador seguía moviéndose empezó a tener un orgasmo. Yo, mientras, había estado preparando la cámara de vídeo y la grababa sin que ella lo supiera; la tomaba desde diferentes ángulos y primeros planos de sus agujeros llenos.

Dejé la cámara sobre su trípode y desaté a Raquel de su posición para volver a atarla, pero esta vez a cuatro patas. Le metí en esta ocasión dos consoladores diferentes, uno por cada agujero y mi polla en la boca. Mientras tanto la cámara no dejaba de grabar. Cuando ya estaba yo a punto de correrme paré y situé la cámara en un primer plano de su cara; volví a metérsela en la boca hasta que consiguió hacerme correr. Las primeras embestidas cayeron en el interior de su boca, pero las siguientes le llenaron toda la cara e incluso el pelo. Debido a la excitación, mi miembro seguía erecto, por lo que ajusté de nuevo la cámara y empecé a encularla por primera vez con mi polla. Ella no protestaba, todo lo contrario, decía:

– síiii, sigue así, métemela entera, dame con tus pelotas, quiero sentirlas.

Esas palabras me excitaron como nunca. Mientras se la metía por el culo un consolador seguía en el interior de su coño. Inclinado sobre su espalda con una mano sobaba sus tetas y con la otra el clítoris:

– ¿Y ahora, te gustaría tener dos pollas?

– Síiiii, máass, máaaas.

Se la saqué del culo y se la metí en el coño, metiendo en el culo el consolador que era bastante mayor que mi polla, para que con eso se le terminara de abrir. Ya solo debía yo asiduamente follarla por ahí para que siempre estuviera disponible.

Cuando se sintió de nuevo llena empezó a correrse como si en ello le fuera la vida. No sé el tiempo que pasó gimiendo y gritando, pero hizo que me corriera otra vez llenándole el coño de leche y dado que su estado de excitación, repercutía en la mía propia y en la erección de mi polla que no dejó de estar dura, se la volví a enchufar en el culo corriéndome de nuevo, esta vez en el interior de aquella acogedora y dilatada cueva. Agotado me dejé caer sobre su espalda pues las piernas a penas me sostenían, empapado en sudor y aún jadeante.

Ya recuperado y antes de quitarle la venda guardé la cámara de vídeo y posteriormente la desaté. Su cara mostraba una mueca inconfundible de placer y cansancio tal que me gustó quedarme mirándola durante un rato durante el que ninguno de los dos rompió el silencio.

Una hora después nos encontrábamos cenando en un restaurante pequeño y bastante íntimo; ella se había vestido con un vestido de gasa muy suelto que resaltaba sus atributos. Ya no se extrañaba ante lo corto de la falda o el gran escote que mostraba, lo llevaba con toda naturalidad y, estuviera yo presente o no, se mantenía sensual incluso la forma de hablar al camarero que rayaba en la provocación.

Durante el camino al restaurante, que hicimos andando, a pesar de haberse corrido en innumerables ocasiones, continuó excitándose. A ello contribuyó en gran medida las bolas chinas y los continuos magreos que a cada momento le prodigaba yo en su culo, tetas o coño. Aunque no se los daba delante de la gente directamente, si se los iba haciendo a discreción, por lo que concretamente en una ocasión, al doblar una esquina de una calle relativamente oscura, me apoyé contra un coche y la puse a ella delante de mí. Empecé a sobarla por todo el cuerpo durante unos minutos; metiendo mi mano por debajo de la falda le introduje dos dedos en su húmedo y dilatado coñito, y justo cuando ella empezó a gemir me di cuenta de que en el interior del vehículo había un hombre que no salía de su sorpresa por el lujurioso espectáculo que estábamos dando. Al darme cuenta paré y reanudamos el camino comentando lo sucedido:

– Si ya lo había visto, pero creía que tú lo sabías. De todas formas cuando coja a su chica, esta se lo agradecerá. Dijo Raquel y riendo continuamos hasta el restaurante.

Luego estuvimos tomando unas copas en una pequeña discoteca en la que yo me limité a mirar como ella se exhibía bailando al estilo de la noche anterior. Los moscones pululaban a su alrededor. Cuando pusieron música salsa estuvimos bailando juntos esos calientes bailes en los que todo está permitido. En algún momento llegó a enseñar su culo por las vueltas que daba bailando al levantarse el vuelo de su falda.

Esa noche al regresar al hotel caímos los dos en un profundo y reparador sueño.

CONTINÚA