Vacaciones 2

Morbosos juegos de una joven pareja en unas merecidas vacaciones. Trios, intercambios, exhibisionismo ... simpático, morbosoy entretenido relato compuesto de 6 partes.

Viene de http://todorelatos.com/relato/75558/

En la parte superior se colocó una camiseta blanca de tirantes muy ceñida al cuerpo, prenda que normalmente la usaba debajo de otra, con un gran escote redondo que dejaba al aire buena parte de sus pechos. Sus bellos pechos se mantienen firmes y levantados, no son lo que se dice pequeños pero en absoluto grandes, sobre todo, gracias al constante ejercicio físico que hace en el gimnasio. Sus grandes pezones oscuros se entreveían y se marcaban perfectamente dado a la estrechez de la camiseta...

En esos momentos debido a la excitación acumulada, tenía los pezones erectos, distinguiéndose perfectamente; cuando está excitada llegan a medirle algo mas de un centímetro de largo. Esto ha hecho que en ciertos momentos se ruborice. Recuerdo una vez, en la playa, al salir del agua y dada su frialdad, se le excitaron en su grado máximo y desde que salió hasta que llegó a la hamaca fue el centro de atención de todos los hombres que estaban en su camino, se le marcaban a través del top de su bikini como si no lo llevase. Este hecho me excitó enormemente, e incluso creí adivinar que a ella también, pero en ningún momento lo reconoció, a pesar de mis preguntas.

La miré detenidamente y vi una mujer sensacional, a sus 24 años era un monumento de mujer. Remataba la faena de la ropa su preciosa cara con unos labios carnosos y, su larga y lacia cabellera rubia.

Salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la calle; mientras ella bajaba las escaleras, yo iba detrás, contemplándola, excitándome sólo de verla. Le dije:

– Espero que sepas menear más sensualmente el cuerpo.

Ella captó enseguida mi sugerencia y al atravesar el vestíbulo del hotel, yo, me dirigí a la puerta mientras ella entregaba la llave de la habitación. Se le veía roja de vergüenza y la gente la miraba descaradamente, aunque ella mantuvo el tipo y vino a mi encuentro con un meneo de caderas muy sexy. Nos metimos en el coche y me preguntó:

– ¿Dónde vamos?

A lo que yo le respondí

– Recuerda, nada de preguntas. Solo debes obedecer sumisamente.

Paré el coche en un lugar céntrico, eran las 12 de la mañana y nos dirigimos hacia un salón de belleza donde, previamente, yo había reservado hora para los servicios que tendrían que prestarle.

– Bájate y dirígete a ese salón de belleza, entra, da tu nombre y di que tenías reservada hora. Ahí dentro ya saben lo que tienen que hacerte. Tu solo déjate hacer y cuando termines, sales y me esperas en esa cafetería. Yo te recogeré cuando crea conveniente.

Y dándole un beso con intercambio de lengua incluida le sobé las tetas pellizcándole los pezones para erizárselos. La despedí, no sin antes recordarle que sus movimientos deberán ser siempre sensuales, femeninos  y lo más provocativos de que fuera capaz.

La vi entrar en el local y permanecí un rato mas sentado en el coche recreándome en recordar los movimientos felinos con los que había entrado e imaginándome lo que nos esperaba. No en balde, el movimiento sensual, era quizás lo que le faltaba a ese cuerpo de vertiginosas curvas que poseía y no terminaba de sacarle todo el partido posible. Aunque esto ya empezaba a cambiar.

Arranqué el coche y me dirigí a comprar varias cosas que, a lo largo de la semana, me harían falta y, que no quería que ella viera hasta el momento adecuado. No quería que fuera haciéndose idea de lo que la tenía preparado, y que se las fuera encontrando conforme yo quisiera.

Imaginé la cara de Raquel mientras le teñían su querido pelo rubio de moreno, se lo rizaban y la depilaban. Pues una de las cosas que tenían que hacerle era la depilación completa, incluido su precioso coñito de labios abultados. Mientras, yo compraría revistas porno, unas correas para manos y pies, cuerda, crema lubricante, diferentes cintas de vídeo y ropa lo suficientemente provocativa. Otro tipo de ropa, como un vestido de fiestas, iría a comprarlo con ella para así poder elegir cual le sentaba mejor.

También fui al hotel y solicité que me pusieran un aparato de vídeo en la habitación, y ya en ella, preparé la habitación para mis planes. Corrí las cortinas de la terraza, así como las de la ventana, de esta forma el interior de la habitación estaría bien visible. Salí a la terraza y lo comprobé. Coloqué las tumbonas de la terraza en la posición que creí oportuno y sobre una de ellas deposité un minúsculo tanga negro para, cuando Raquel lo necesitara tuviera que salir a la terraza a por él.

Como era ya la hora, me dirigí a recogerla. Al llegar entré en la cafetería en la que habíamos quedado y la busqué con la mirada. Estaba sentada en un taburete en la barra tomando un refresco. Tenía las piernas cruzadas y estaba preciosa. Frente a ella en una mesa había un chico algo mas joven, que no le quitaba ojo y, no era para menos, estaba buenísima. Me acerqué y al verme se levantó del taburete. Tomándome por el cuello me dio un soberano y mojado beso mientras me decía: – ¿Lo hago bien? ¿Te gusto?

La atraje hacia mi cogiéndola de la cintura y bajé mi mano por su prieto culo para estrujarle uno de los cachetes sin que me importara donde estábamos:

– Vas bien, sigue así. Y ahora vamos a comer algo que es muy tarde.

Sentados en la terraza de un bar en el Paseo Marítimo mientras comíamos, estuvimos charlando un rato.

– ¿Te empieza a gustar el cumplir tu parte del trato?

– Eres un cerdo... Pero sí, me gusta y me excita. Creo que si me lo hubieras planteado en otro momento te hubiera mandado al cuerno, pero me apetece jugar.

– Pues vete preparando que esto es solo el principio y no te puedes imaginar lo que te espera.

– ¿A que te refieres?

– Ya sabes – le interrumpí – las preguntas las hago yo. ¿Te agrada estar de morena?

– Bueno, de verdad no creía que me iba a sentar tan bien.

– ¿Y tu conejito depilado?

– Esto también me lo pagarás, sabes que…pica un poco cuando vuelve a salir.

– No te quejes, ya sabes, es para que te siente mejor el tanga... cuando lo lleves.

– ¿Como...?

– Venga termina que tienes que comprar algo.– Y enseñándole una revista porno donde venían diferentes tipos y tamaños de consoladores le dije:

–¿Ves este?

– Sí

– Pues cuando termines de tomarte el café, te vas por esa calle, doblas a la izquierda y encontrarás un sex-shop. Entras y compras uno igual. Y de camino le pides al dependiente unas bolas chinas...

– ¿unas qué... ?

– unas bolas chinas y le dices que te explique como se usan. Y por supuesto te las pones y te vienes para aquí con ellas puestas.

– ¡Dónde se ponen! – Dijo con cierto tono irónico.

– Eso pregúntalo allí.

Ella terminándose el café se levantó y se encaminó a cumplir la orden. Se dirigió hacia la calle. Cuando estaba a unos cinco metros la llamé:

– Raquel, ven. Espera.

– Dime.

– Toma siéntate de nuevo y ponte esto – le dije tendiéndole un pequeño paquete.

Estábamos en una esquina de la terraza del restaurante, y dos lonas a modo de pared, una por detrás y otra por la derecha la tapaban mientras que la mesa la ocultaba por delante. Abrió el paquete que contenía una pequeñísima minifalda de color rojo y me dijo con gran extrañeza:

– ¿Aquí? ¿Ahora?

– Sí, aquí y ahora. Venga no te demores.

Mirando a todos lados se fijo que por detrás y por su derecha no se la podía ver y que por el frente la tapaba la mesa, pero por su izquierda cualquier persona que pasara y se fijara la podría ver.

Para ella esto era un mundo, aunque mirando fríamente era casi imposible que alguien pudiera verle algo mas que las piernas, ya que ella estaba sentada. Pero repito, esto de desnudarse en la calle le producía cierta vergüenza, aunque creo que también le producía cierta excitación, sobre todo porque los pezones empezaron a delatarla marcándose sobre su ajustada camiseta.

Con rápidos movimientos de manos y caderas se deshizo de los pantalones y cuando estaba sin ellos y antes de que pudiera coger la minifalda, la cogí yo. Me miró a los ojos, pero no dijo nada. Mientras ella mantenía la mirada llamé al camarero.

Ella se quedó inmóvil, sentada a la mesa; llegó el camarero y le pedí otro café y éste dirigiéndose a ella dijo.

– ¿Desea usted algo mas señorita?

Ella no contestó, seguía con la mirada fija en mi.

– ¿Señorita...?

– No– dijo – nada, gracias.

Cuando el camarero se fue le entregué la minifalda y mientras ella se la ponía le dije:

–¿Que te ha pasado? Desde donde estaba el camarero no se te puede ver nada.

Ella por toda respuesta se levantó se terminó de ajustar la estrecha falda e inclinándose me dio un beso y se dirigió hacia la tienda. Mientras se alejaba la estuve contemplando. Por detrás si la falda hubiese sido un milímetro menor hubiese mostrado su culo, era la falda más corta que jamás se había puesto y dudo que la hubiese mas corta. Se alejó meneándose como yo le había dicho, con andares sensuales, pero debido a lo corto de la falda y la estrecha camiseta hacía que dichos andares fuesen aún más provocativos.

Aproximadamente a los veinte minutos la vi que regresaba; venía con los mismos andares y tanto su cara como sus erectos pezones demostraban que venía excitada. Se sentó y le dije que me contara como había ido todo al pie de la letra. Esto es lo que me dijo:

Entré muy cortada al sex-shop, dentro solo había un cliente eligiendo una película y el dependiente colocando artículos en una estantería. Localicé con la vista donde estaban los vibradores y me dirigí hacia ellos. Por cierto no sabía que había tantas clases y tantas formas. Estuve buscando el que me dijiste y con él en la mano me fui hacia el dependiente y le pedí las bolas chinas. Él me miró de arriba abajo desnudándome con los ojos y me dijo que lo siguiera. Nos dirigimos hacia una vitrina y me sacó dos tipos de bolas y me dijo:

– Estas son para la vagina y estas otras para el ano. ¿Cuál quieres?

– Pues la verdad, ¿cómo funcionan?

– Mira – me dijo – Estas las coge y te introduces las dos bolas en el "coñito", dejando fuera un poco de cordón, al andar las bolas dentro tienen otras bolas que se van moviendo y al frotamiento con el interior del coño te irán excitando. Igual con estas, tan solo que te las introduces por "tu culito".

Mientras me decía esto, su forma de expresarse había cambiado considerablemente, haciéndose más grosera, mas llana, más directa. Esperando que yo le contestara depositó su mirada en mis excitados pezones. Yo cogiendo las bolas le dije:

– ¿Hay algún sitio donde pueda ponérmelas?

Se quedo cortado durante unos segundos, pero me dijo:

– Si, eh, pasa aquí – llevándome detrás del mostrador me dijo que entrara en un cuartucho que por puerta tenía una liviana cortina.

Entré y él se puso en el mostrador, pero sin dejar de mirar hacia la cortina que no tapaba todo el hueco de la puerta. Yo fui hacia un lado del cuarto para evitar su mirada y levantándome la falda un poco me las introduje en el coño y en el culo. Cuando acabé me di la vuelta y allí estaba él, apoyado en el marco de la inexistente puerta observándome:

– Eres muy hermosa y tienes un culo idóneo para meter otras cosas.

Yo sin decir nada salí de la habitación y le dije que me cobrara.

– Si quieres, te hago un descuento y me calmas un poco.

– Cóbreme, por favor.– fue lo único que le dije. Le pagué y salí dirigiéndome hasta aquí.

Sentados en la terraza del bar, le dije:

– Ahora vamos a ir a comprar algo de vestir. Vayámonos.

Nos dirigimos en el coche a una zona de boutiques. Aparcamos y entramos en una gran boutique.

Le dije:

– Elige un vestido de fiesta, pero recuerda que debe ser de lo más sexy.

– ¿De fiesta?

No le contesté y se dirigió hacia una dependienta.

– Quiero un vestido de fiesta, pero debe ser elegante y sexy.

– Por supuesto – le respondió la atenta dependienta mientras empezaba a enseñarle diversos vestidos.

Ella eligió uno, pero yo lo rechacé porque tapaba mucho, otro porque no me gustó y al tercero le dije que le dejara aparte pero que siguiera. Después de probarse unos cuantos elegí dos. Raquel se sorprendió por el precio de los vestidos pero no dijo nada. Los pagamos y nos fuimos.

Uno de ellos era blanco y le llegaba la falda por los tobillos, aunque tenía dos aperturas en los laterales hasta la cintura, en las caderas finos hilos unían un lateral al otro, por lo que le obligaba a no poder llevar bragas, ni siquiera las de tallo alto. La espalda iba enteramente al aire y por delante dos escasas tiras de tela bajaban tapándole ligeramente sus pechos, quedando gran parte de ellas al aire.

El otro era negro, también de una pieza y se componía en su parte inferior de una corta falda con adornos y de gasa transparente la parte del pecho; en la espalda el escote le llegaba hasta el principio del culo. Este me gustó especialmente porque si tiraba de la falda hacia abajo, enseñaría el culo por arriba y si lo subía apenas tenía libertad de movimiento para no enseñarlo todo.

Era ya tarde, y aún no habíamos descansado completamente del viaje, por lo que conduje hasta el hotel. Descansaríamos un rato y luego iríamos a cenar y a tomar unas copas.

Al entrar en el vestíbulo del hotel, Raquel ya daba la impresión de que no le importara la ropa que llevaba puesta; posiblemente las bolas iban haciendo su función, pues como elemento significativo los pezones los llevaba constantemente marcados por eso no era de extrañar que los ojos de más de una persona fueran a fijarse en esa parte de su anatomía. Al entrar en la habitación, me fijé que ya estaba el aparato de vídeo conectado al televisor, y para mi sorpresa Raquel se quitó rápidamente la ropa, tal y como yo le ordené al principio. Aunque cuando cayó en la cuenta de las ventanas abiertas, dijo:

– Voy a ducharme... con tu permiso.

Mientras se duchaba me tumbé en la cama y me quedé dormido. A eso de las nueve de la noche me despertó Raquel con una gran sonrisa preguntándome si me apetecía ir a cenar. Yo abriendo los ojos la vi preciosa, estaba de pie delante de mí, totalmente desnuda y caía en la cuenta de que todavía no la había visto con el nuevo look en sus partes bajas. Me fijé y la deseé, se veía suave, apetecible con sus grandes labios abultados. Le dije:

– Ábrete de piernas – ella sin preocupación ninguna lo hizo.

– Acércate más, ponte a mi lado.

Puse mi cabeza entre sus piernas y sacando la lengua empecé a recorrer todo a lo largo su apetecible raja. Estaba suave y tenía un sabor especial. Cuando comenzó a estremecerse le dije que me hiciera ella lo mismo a mí.

Subiéndose encima cogió mi polla, todavía a media erección, y se la introdujo en la boca. Con una mano guiaba mi miembro en la dirección adecuada y controlaba la profundidad de la mamada, mientras que con la otra se acariciaba los pezones de uno y otro pecho. Comenzó a pasar la lengua arriba y abajo de mi pene, entreteniéndose en la punta como nunca lo había hecho, notaba como lo aspiraba y con la lengua me rodeaba todo el capullo. Cuando aceleraba mis acometidas linguales a su clítoris, ella presionaba mi glande con su boca. Eso me servía de estímulo y para saber su grado de excitación. Si introducía mi lengua en su rajita podía notar como intentaba atraerla hacia su húmedo interior. De tanto en tanto se le escapaba algún pequeño mordisco, que pese a causarme dolor hacía que mi miembro se endureciera un punto más, si ello fuera posible. Al poco rato de estar en esta situación noté que estaba próxima al orgasmo, así que paré, pero Raquel continuo chupando hasta que yo sin poder aguantar mas estallé, regándole toda la garganta. Ella tragó glotonamente hasta la última gota. No se lo tuve que pedir, pues a sabiendas de que a mí me gusta lo hizo llevada por la excitación del momento. Estuvo unos minutos mas limpiándome los restos lechosos hasta conseguir que se volviera a poner dura, entonces le hice que se pusiera a cuatro patas y se la introduje muy suavemente, di varias embestidas y me salí, para evitar que llegara al orgasmo.

Seguía en esa posición cuando le pedí que cogiera el vibrador y se lo metiera. Ella no lo dudó, se lo fue introduciendo y cuando ya lo tenía todo dentro, cogí yo otro vibrador, pero éste anal, y untándolo con vaselina se lo fui introduciendo poco a poco en su estrecho esfínter que fue abrazándolo como si de una diminuta boquita se tratara.

Posiblemente sería por la excitación acumulada y por la vaselina, pero la verdad es que entró muy bien y tan solo gimió levemente al principio.

Con los dos vibradores bien adentro, me fui por el otro lado de la cama y le metí la polla en la boca. Ella gemía y suspiraba mientras yo le decía:

– Quiero que tengas bien abiertos todos tus agujeros para cuando yo quiera.

Ella asentía con la cabeza.

– ¿Te gustaría cambiar los vibradores por pollas auténticas? – No respondió, pero noté un estremecimiento en todo su cuerpo. Entonces saqué la polla de su boca y me dirigí a cambiar los vibradores. Quité el de su culo primero y cogiendo el de su coño se lo introduje en el culo, dando un pequeño gritito debido al aumento de tamaño. En este momento no pudo aguantar mas y empezó a correrse dando grandes gemidos de placer. Antes de que terminara de correrse me situé debajo de ella entre sus pies y comencé a comerle el coño, con lo que enlazó un orgasmo con otro entre espasmos que duraron algunos minutos.

La dejé descansar un rato en la cama, quedándose dormida de inmediato.

Dos horas mas tarde la desperté y le dije que se vistiera con la ropa que le había preparado y que previamente había depositado sobre un sillón. Ella se puso primero la camisa, de color celeste y bastante transparente, y al ir a abrocharse notó que ciertos botones superiores no existían, por lo que se le quedó un más que generoso escote. Cuando fue a ponerse la minifalda a juego que le tenía preparada, le dije que antes se pusiera las bolas chinas.

Se sentó en un sillón con las piernas bien abiertas con la espalda reclinada y procedió a colocarlas primero en su sexo y luego en su culo. A continuación se puso la minifalda. Como era de esperar era muy corta, y esta vez tenía bastante vuelo.

Nos fuimos a tomar unos bocadillos, ya que por la hora, era improbable que nos sirvieran otra cosa.

Después de esto nos dirigimos a una discoteca cercana. Estábamos sentados en unos sillones en la discoteca cuando le ordené que se fuera a bailar, pero que bailara como si estuviera ella sola y me quisiera excitar. Ella se levantó y se dirigió hasta la pista, empezando a bailar bastante recatadamente en un primer momento. Me gusta verla cuando baila, pues lo hace muy bien y, en este caso más aún, ya que se notaba perfectamente como sus pechos libres se contoneaban al ritmo de la música.

Mi excitación iba en aumento, motivada por ver cómo era admirada por la concurrencia masculina y alguna femenina también. Imagino que a ella, el hecho de sentirse observada y las bolas haciendo de las suyas, empezó a gustarle, pues sus movimientos se hicieron más sensuales; ya no quitaba la vista cuando algún chico la miraba, sino todo lo contrario, la mantenía y no dejaba de sonreír, en un encendido juego de provocación. Varios chicos se le acercaron intentando ligarla pero Raquel los rechazó de forma simpática. Fui un momento al servicio y al regresar la vi en la pista rodeada por un pequeño grupo. Se movía como algunas bailarinas de streaptease, sus manos recorrían sus piernas subiendo y arrastrando ligeramente la falda hacia arriba enseñando su precioso culo y parte de su depilado pubis. De repente se dio cuenta de donde estaba y poniéndose bastante roja dejó de bailar y se vino junto a mí. Le di un fuerte beso en la boca mientras se sentaba sobre mis piernas. Le dije:

– Has estado preciosa.

– No sé lo que me ha pasado... estaba...

– Estabas muy bien, has estado media hora bailando, y te puedo asegurar que has levantado mas de una polla. Incluido la mía.

– ¿Dos horas? ¿De verdad?

– Por supuesto, pero ahora vayámonos. – Y levantándonos salimos de la discoteca.

La llevaba agarrada del culo, pero la mano por dentro de la falda y lo más sorprendente es que no protestaba, incluso mientras subíamos las escaleras no dijo que la retirara, por lo que desde abajo podían y de hecho dos chicos jóvenes le vieron perfectamente el culo. Estaban sentados en la escalera y solo les bastó un leve movimiento de cabeza para vérselo.

CONTINÚA