Vacaciones 1

Morbosos juegos de una joven pareja en unas merecidas vacaciones. Trios, intercambios, exhibisionismo ... simpático, morbosoy entretenido relato compuesto de 6 partes.

Era verano cuando decidimos tomar una semana de vacaciones en un hotel en la costa, además, nos las merecíamos, pues no habíamos salido para nada en dos años por cuestiones de trabajo.

Yo sabía que Raquel tenía diferentes fantasías sexuales sobre varios temas. Quería, sin que ella lo supiese, hacérselas realidad, de modo que le preparé, sin ella sospechar nada y sin saber muy bien como iba a salir, una semana inolvidable.

Reservé una habitación en un buen hotel y el día en cuestión nos dirigimos hacia allí en nuestro coche.

LUNES

Por el camino fuimos hablando de muchos temas. Yo intentaba en todo momento dirigir la conversación hacia temas de sexo, sobre lo bien que lo pasaríamos, que en todo momento estaríamos en un continuo éxtasis sexual y cosas por el estilo. Aunque salimos temprano el sol ya calentaba lo suyo dentro del coche así que insinué a Raquel que por qué no comenzaba ya a broncearse. Dicho y hecho. Se subió la falda lo suficiente como para, además de sus piernas, dejar al descubierto sus níveas braguitas de algodón que perfilaban la forma de su sexo. Sin querer forzar la situación pero terriblemente excitado comenté distraídamente que yendo por la autovía podía reclinar su asiento y tomar el sol de forma más cómoda. No hace falta comentar que mi intención era que se quitara la camiseta y luciera sus siempre apetecibles pechos a las caricias del sol y a alguna que pudiera prodigarle yo sin distraerme de la conducción, cosa que me iba a resultar muy difícil. De tanto en tanto, aprovechaba para ir acariciando sus tersos muslos y subiéndole la falda le fui pasando pasarle los dedos por encima de las bragas, incidiendo en su zona más sensible. De esta forma conseguí ponerla en un estado de excitación suficiente para que mis planes empezaran por buen camino. Como si hubiera adivinado mis intenciones no tardó en sacarse la camiseta y el sujetador, cosa que sus pezones agradecieron poniéndose duros al contacto con el tibio calor del sol. Mi imaginación una vez más se disparó. Me excitaba la idea de que algún camionero al adelantarnos pudiera verla desde su privilegiada posición y creo que Raquel también era consciente de ello mientras se estiraba como una gata bañada por la luz solar. Al llegar al aparcamiento, subterráneo justo debajo del edificio principal del hotel casi le había provocado un orgasmo. Mis intenciones, durante todo el camino, fueron mantenerla en una constante excitación, no provocárselo.

Una vez llegados a nuestro destino y después de registrarnos en el hotel convenientemente, subimos a la habitación, situada ésta en el primer piso, disponiendo, por lo cual, de una terraza mayor a la de pisos superiores, y dada su situación, quedaba un edificio secundario del hotel a nuestra derecha, pues el complejo formaba una L.

Nada mas entrar en la habitación, Raquel exhalando me dio muestras de su ardor abrazándome por el cuello y dándome un apasionado morreo. Se recreaba en mis encías y dedicaba especial atención a mis labios introduciendo su húmeda lengua en lo más profundo de mi boca. Me hacía cosquillas. Separándola suavemente, comencé a desnudarla. Raquel sabía cuánto me gustaba hacerlo, así que complaciente se dejó hacer. Su camiseta negra de propaganda de una bebida alcohólica, el sujetador sin costuras, la falda, sus braguitas. Para mi era como un ritual. me limité a decirle que se desnudara y ella complaciente y deseosa de aplacar su sed de sexo lo hizo en un instante. Cogiéndola en brazos la deposité a todo lo largo de en la cama, empezando a acariciarle todo su exhuberante cuerpo mientras me recreaba sintiendo la tersura de su piel, deteniéndome especialmente en sus senos coronados por unos oscuros y duros pezones. Sabía que eso era lo que más la gustaba, sentir cómo mis manos los recorrían hasta aprenderlos de memoria, cada pliegue, cada poro.  Cuando noté que su nivel de excitación era el idóneo, cuando vi en su expresión que pedía caricias más íntimas, pasé a su Monte de Venus, donde las caricias se situaron en los labios superiores, abriéndoselos y cerrándoselos, mientras pasaba un mi dedo rodeaba su clítoris sin llegar a tocarlo en un lujurioso juego de provocación. mientras mi boca comenzaba a chupar ávidamente sus erectos pezones.

Me gusta oírla gemir cuando al mismo tiempo muerdo y lamo su cuello, sus hombros, la parte interna de sus brazos, otra vez sus pechos, su ombligo, su vientre, las ingles, y así hasta llegar a su sexo. Con la boca fui bajando hasta que llegué a su zona más sensible, con la lengua le continuo el juego que comencé con mi mano. Rodeo rodeaba el clítoris sin tocarlo, para acto seguido introducirle mi lengua en lo mas profundo que puedo. en su vagina. Esta excitante placentera situación la mantuve por espacio de más de 30 minutos, intentando y consiguiendo que ella no explotara en un orgasmo, haciendo caso omiso a sus innumerables peticiones de acabar con su también placentero suplicio y le introdujera mi miembro que en esos momentos estaba tenso como la cuerda de una arco a punto de ser disparado.

Notando la inminencia de su orgasmo, pregunté: dije

– ¿Quieres correrte amor?

– Sí, sí, síiii, – respondió en tono suplicante

– Pues hagamos un trato y prométeme que durante esta semana harás todo lo que yo quiera, absolutamente todo, sin importarte nada y sin que me pongas pegas.

– No, no, de eso nada – Me dijo respondió frunciendo adorablemente sus cejas .

Al oír su respuesta dejé de lamer su excitado y húmedo coño e intenté separarme pero ella cogiéndome con desespero de la cabeza la acercó nuevamente me la pegó a su entrepierna mientras movía sus caderas intentando restregar su pubis contra mi cara. En esta situación estábamos cuando, sin dilación vacilar, introduje un dedo en su ano, dando ella un pequeño salto respingo, acto que aproveché yo para separar mi cabeza de su pubis, coger mi verga con la mano y empezar a golpear con ella su vientre y restregársela a lo largo de toda su hirviente rajita. Ella enlazándome con sus piernas intentaba atraerme para que la penetración fuera un hecho, pero yo interponiendo mi mano no dejaba que se introdujera mas que la punta. de mi dura verga.

– ¿Aceptas la proposición?

– Métemela...

– ¿Sí o no?

– Síii, pero métemela de una vez...

– ¡Dame tu palabra de que no te vas a echar atrás!

– Sí, sí, síii... – mientras ella respondía afirmativamente le introduje de un golpe de riñones todo el miembro. Sentir el calor de aquella bien lubricada y conocida cuevita en la delicada piel de mi glande me hizo arquear la espalda como en un espasmo. Anhelaba ese momento, mi excitación también estaba al límite. Reclinándome sobre Raquel la agarré fuerte por los glúteos casi elevándola de la cama y me fue imposible reprimir un violento mete y saca que en pocos segundos la  llevaron a un orgasmo Le alcanzó un orgasmo como nunca la había visto, daba gritos y gemía de una forma tal que incluso pensé que los inquilinos de las habitaciones contiguas compartían el acto. Antes de que el orgasmo que estaba experimentado pudiera enlazar con otro se la saqué derramando unas gotas de su propio flujo sobre su vientre. Ella se lanzó literalmente a por mi pene que mostraba una tremenda erección; lo cogió con una mano y llevándoselo a la boca lo engulló, produciéndome un tremendo éxtasis al sentir cómo lo succionaba. Con una mano me sobaba los huevos mientras que con la otra ella continuaba estimulando su se iba restregando el clítoris. Al notar que iba a eyacular intentó retirarse, pero se lo impedí agarrándola firmemente de la cabeza. Vacié mis tensos testículos casi doloridos por la excitante espera empecé yo a soltar la descarga lechosa en el interior de su cálida boca. , la cual al no poder tragar toda, le resbalaba por la comisura de los labios.

Mientras limpiaba con su mano los restos de semen que resbalaban por la comisura de sus labios dijo reclinándose en la cama:

– Sigue cariño.

– No, ahora no. Tienes que empezar a cumplir tu promesa.

En una mezcla de duda, temor y excitación Ella entre dudosa, excitada y miedosa preguntó:

– ¿Que quieres?

– Mira es muy simple, tienes que cumplir las siguientes normas:

· Harás todo lo que yo te diga, siempre sin protestar.

· No usarás ropa interior en ningún momento.

· En la piscina y en la playa sólo podrás usar un tanga que yo te compraré.

– ¡Eh! No, de eso nada, tu sabes que no me gusta estar así en público.

– Pues a partir de hoy y durante estos días lo estarás; ya sabes que si no cumples aquí, en casa yo tendré libertad para no hacer lo que tu bien sabes...

– Eso es jugar sucio – me interrumpió.

– Pues precisamente no llorabas cuando me has dicho que sí. Y es más, me lo has dicho varias veces.– Ella con una sonrisa en la boca me dijo:

– Me la pagarás, ya verás.

Yo continué enumerando las reglas.

– sigo

· En la habitación estarás siempre desnuda, a no ser que yo te diga lo contrario.

· Vestirás en todo momento como yo te diga y con la ropa que te diga.

· Serás sumisa y obediente y no podrás rechazar nada ni a nadie sin mi consentimiento.

– ¡Pero... !

– No me interrumpas.

· Me pedirás permiso para hacer cualquier cosa, incluido el comer, si yo quiero.

· Y por último y englobándolo todo, estarás a mi completo servicio y tu misión principal será satisfacer mis gustos o necesidades de cualquier tipo.

– Así que, para empezar ponte la ropa más provocativa que hayas traído, pues vamos a ir a comer y luego de compras.

– ¿Que vamos a comprar?

– Esta es la primera y última pregunta que me puedes hacer, las preguntas, a partir de ahora, las hago yo. Y sin que sirva de precedente te contestaré. Vamos a comprar ropa, parte de la que deberás usar estos días y luego ambos iremos a un "Sex Shop" donde vamos a comprar algunos juguetitos, o mejor dicho donde vas a comprarlos tu

Raquel siempre era muy tímida corta y no podía, ni por mucho, imaginarla haciendo todo esto. A pesar de tener un cuerpo de escándalo y parecer muy decidida, era bastante retraída tímida todo lo contrario. El mero hecho de pensar en entrar a un sex shop hacía que se le subieran todos los colores. Salía de todos sus cálculos imaginar sólo pensar en ir sin ropa interior o llevar solo un tanga en la playa o piscina. Por supuesto eso de "no rechazar a nadie", era ya impensable.

En estos momentos, yo, no sabía como iba a actuar Raquel y como se comportaría ante diferentes situaciones en las que se iba a encontrar en un gran aprieto. Desde luego si ella no cumplía me dejaría vía libre a mí para no cumplir con otro pacto que habíamos arreglado los dos en otro momento, y de gran importancia, al menos para ella.

En lo más profundo pensaba que, si salía bien, luego le sacaríamos partido los dos juntos llegando a disfrutar... pero no adelantemos acontecimientos.

Raquel se vistió con un pantalón ajustado de color negro, el cual se pegaba a sus piernas como una segunda piel y, por primera vez como yo siempre había querido, sin bragas. Ella siempre que se vestía con éste pantalón se ponía algo que le cubría sus respingonas y prietas nalgas, de esta forma nadie podía ver las evidentes marcas que origina la ropa interior. Pero esta vez era diferente, el pantalón se le introducía entre sus glúteos, e incluso por delante se le marcaban a la perfección sus grandes labios superiores. Fue a sacar el pantalón de su prisión carnal cuando le dije:

– No, así está perfecto, si quieres haz que se te marque más.

– No..., de acuerdo así esta bien. – Me respondió titubeando.

En la parte superior se colocó una camiseta blanca de tirantes muy ceñida al cuerpo, prenda que normalmente la usaba debajo de otra, con un gran escote redondo que dejaba al aire buena parte de sus pechos. Sus bellos pechos se mantienen firmes y levantados, no son lo que se dice pequeños pero en absoluto grandes, sobre todo, gracias al constante ejercicio físico que hace en el gimnasio. Sus grandes pezones oscuros se entreveían y se marcaban perfectamente dado a la estrechez de la camiseta...

CONTINUARÁ....