Va por ti
El tiempo... nunca se sabe qué secretos guardará.
Después de 15 años sin ver a mi mejor amigo, mi confidente y mi amor platónico de la infancia, el otro día coincidimos en el parque. Estuvimos hablando, interesándonos cada uno de lo que había hecho el otro, de lo que le había pasado, de cómo le había ido la vida y todo eso. Los dos teníamos un poco de prisa, entonces decidimos quedar en un bar por la noche, para seguir hablando relajadamente y sin que nadie nos metiera prisa.
Quedamos sobre las 11 de la noche, para entonces yo estaba saliendo por la puerta de mi casa; me había preparado como si en vez de ir a una cita fuera a una boda: tacones altos y delgados, vestido negro corto sin espalda, un recogido de pelo espectacular y mi cara perfectamente maquillada; Cogí mi pequeño bolso y fui andando hasta el bar donde habíamos quedado. Desde que cruce la puerta de mi casa hasta que llegue al bar, mi cabeza recordó las cosas que habíamos hecho juntos cuando éramos pequeños, de lo mucho que me había gustado y... en lo que se había convertido.
Cuando llegué al bar, él ya me estaba esperando, apoyado en la barra tomando un whisky solo con hielo. Me quedé pasmada cuando lo vi: vestido con un traje muy bonito de chaqueta y pantalón, zapatos de piel y todo repeinado. Total, que me acerco a él y le pregunto que para quien se había puesto tan elegante, me contestó que para una compañera del colegio (en ese momento me salieron los coloretes como si de una niña se tratará).
Pedí una copa y empezamos a hablar: primero del presente y poco a poco nos fuimos acercando a la infancia, volvimos a estar juntos en clase en cuestión de minutos.
Antes de empezar a profundizar en este tema al que llegamos sin darnos cuenta, pagamos las copas y fuimos a dar una vuelta.
Te acuerdas de "las putadillas" que les hacíamos a los profesores, anda que no nos lo pasábamos bien ni nada en clase.- decía él.
Si, debíamos de ser la peor clase del colegio, pero también la más divertida, porque ellos también se divertían. Yo todavía recuerdo los juegos entre los compañeros, no se me olvidarán nunca.- Seguía yo.
Él se quedo pensativo un rato, intentando recordar cuales habían sido aquellos juegos que yo no olvidaba; en esos momentos yo me quede mirándole con cara..., estaba tan guapo cuando se ponía pensativo..., que se me caía la baba. Al final optó por preguntarme a qué juegos me refería.
Si tío, ¿no te acuerdas? Cuando después de clase nos quedábamos a ayudar a la chica de la limpieza y cuando no se percataba, nos íbamos todos al gimnasio y allí corríamos unos detrás de otros y pobre del que cayera porque los demás iban encima.
Ah si, ya me acuerdo; cuando te caías tú la primera yo intentaba tirarme encima de ti para tocarte sin que te dieras cuenta de mis intenciones.
Jo, qué cabrón ¿de verdad hacías eso?.- Preguntaba yo haciéndome la tonta.
Él, me gustaba desde que lo conocí y yo me había dado cuenta de que para él no era una amiga más, era algo más que eso. Siempre había tenido mucha pero mucha confianza conmigo, me lo contaba todo aunque no me interesara.
Seguíamos andando y recordando antiguos amigos, anécdotas, excursiones, viajes y un montón de cosas más. En ese momento se para, reflexiona y me dice al oído:
Me gustabas mucho de aquella- me coge de las manos, se separa de mí, me mira de arriba abajo y continúa- pero ahora me gustas más. Mírate, te has convertido en toda una mujer.
Tú también me gustabas mucho, nunca te dije nada porque prefería ser tu amiga, a poder perderlo todo por un simple capricho.- Le declaré.
Seguimos caminando, yo mirando al suelo ya que era la primera vez que me declaraba a un chico tan claramente y él con la cabeza levantada, pensando en lo que acababa de oír. Llevábamos ya mucho tiempo caminando y mis pies necesitaban un descanso; le sugerí que fuéramos al parque que había en la siguiente calle que necesitaba sentarme. Me dijo que no, que fuéramos a un bar que había allí al lado que estaríamos más cómodos, además teníamos sed después de hablar tanto.
Llegamos al bar: un ambiente muy marchoso, un local que no estaba nada mal: pedimos unas copas y nos fuimos a sentar a una mesa. Mientras yo esperaba a por las copas, él fue buscando mesa: se decidió por una mesa alejada de todo. Cuando llegué yo con las copas, se levantó, cogió su copa e hizo un brindis:
Porque ningún tiempo pasado, que hay sido mejor, sea olvidado. Por ti, nena.
Brindo por lo mismo, encanto.
Bebimos un par de tragos y continuamos hablando. Él ponía cara de interesante y cada vez se acercaba más a mí. Una de sus manos empezó a palparme la espalda; yo, nerviosa, le empecé a tocar la pierna desde la rodilla a la ingle. Su temperatura corporal subía, subía tanto que estiró las manos un poco más, las metió por la espalda del vestido y me rozó los pechos. En ese momento, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y tanto subió mi temperatura que me lancé a sus genitales. Todo iba tan rápido que no nos dimos cuenta de lo que estabamos haciendo hasta que nuestras bocas se buscaban; para entonces nosotros ya estabamos en el reservado empezando a entonarnos mutuamente. Él tocaba mis pechos libres de sostén, yo tocaba sus genitales prisioneros en un tanga muy muy sugerente. Por fin nuestras bocas se unieron. Eran... eran... besos de pasión, pasión desenfrenada.
En cuestión de pocos minutos, nos empezamos a desvestir: yo le quitaba rápido la camisa mientras él enredaba su mano en mi pelo ya despeinado. Me movía la cabeza con soltura para provocar deseo y aunque sus manos que no paraban quietas y eran un impedimento para poder liberarle de la camisa, al final conseguí quitársela, la hice a un lado y la solté. Él seguía a lo suyo y yo a lo mío, luego quedaba el pantalón; mientras él me comía el cuello se lo desabroché y con un movimiento o baile muy pero que muy sensual y sin que él se diera cuenta se lo quité. Con el vaivén de los sutiles movimientos eróticos, aprovechó y con un fuerte tirón me despojó del vestido y del tanga. Ante la imagen de mi cuerpo desnudo, sobre una tímida luz que llegaba enloqueció: me tumbó sobre el sofá y recorrió milímetro a milímetro cada rincón de mi cuerpo desnudo. Yo le besaba el cuello, le mordía los hombros, le apretaba los bíceps; recorría con mis manos su espalda entera; él me separó las piernas, separó mis labios vaginales y se puso a comer, a lamer mi miel, m...; yo le arañaba la espalda del placer al que estaba siendo sometida. Su lengua se movía muy rápido con lo cual mi primer orgasmo no tardó en aparecer. Se incorporó y me dijo:
Creo que ya estás preparada.
¿Qué piensas hacerme?
Nada, sólo calla y disfruta.
Vale, soy toda, toda tuya.
Me puso a cuatro patas y mientras tocaba mi chochito húmedo, me enculó, m...!!!, no solo me estaba haciendo un dedo sino que era el primero que me enculaba, ¡¡¡estaba disfrutando por dos sitios a la vez, QUE MARAVILLA!!! Tuvimos un orgasmo juntos. Después volvió a decir:
Éste es porque te lo mereces, reina.
Yo asentí con la cabeza. Se tumbó, me dijo que si quería cabalgarle y... dicho y hecho. Me subí encima de él y no sabéis lo que entró por mi joven chochito. No podéis imaginar lo que gocé yo en aquella posión: él a la vez que yo le follaba jugaba con mi hinchado clítoris; le dije que se incorporara para poder besarle yo. Le besaba profundamente, sentía como los ojos se me ponían bizcos de gusto; alargué mi mano hasta sus testículos y se los acaricié con fuerza lo que provocó que llegáramos al orgasmo más rápido. Estuvimos un rato hablando, acariciándonos, besándonos y esperando la próxima vez que coincidiéramos, ya que él no vivía en mi ciudad.
Nos vestimos, pagamos las copas y nos fuimos. Me acompañó hasta mi casa y nos despedimos con un intensísimo beso, hasta la próxima vez que coincidiéramos.