Uso práctico

Otro relato sobre que tan útil puede ser para una chica tener un hombre diminuto.

Luciana se sentía hinchada.

Era como si su interior se hubiera solidificado. Se sentó en el inodoro en el baño de su dormitorio, mirando hacia abajo sus pechos. Sus pezones estaban duros, apretados contra su remera. Es la tercera vez que trató de defecar. No había podido desde el lunes, hace dos días. Pero ,aunque se sentía enferma con el estreñimiento, el aire fresco contra su agujero abierto se sentía bien.

Con un suspiro ella se levantó, subió su falda y truza, y se dirigió frente al espejo, arreglandose el cabello y calmándose antes de ver a Paty, su amiga residente. Si Paty no percibía que realmente estaba necesitada, no la ayudaría.

Luciana hizo una mueca en el espejo, imitando la voz de Paty, "sólo para usos prácticos, Luciana" Salió del baño y caminó por el pasillo, pasó su cuarto hasta el Nº 10, el cuarto de Paty.

Tocó la puerta, esperando que Paty no la tome por frívola otra vez. La puerta se abrió y Paty le dió la típica mirada "¿que querrá esta vez?."

Paty era una hermosa muchacha de piel canela, de 23 años, más alta que Luciana. Luciana tenía más busto pero Paty era reconocida por sus piernas, muslos firmes y sexy trasero redondo. "¿Qué quieres?" preguntó Paty. "Tienes que ayudarme, Paty", dijo Luciana desafiante. "Sigo estreñida." Paty la miró bien y tocó la mejilla de Luciana. "Te ves pálida. Bien, entra" Paty abrió la puerta y Luciana entró al dormitorio. Era del mismo tamaño que el suyo, pero estaba pulcramente ordenado. Sólo lo necesario estaba a la vista. Paty se volvió hacia su escritorio. La silla estaba metida bajo éste. Luciana se vió, como siempre, algo humillada por el enorme y perfecto trasero de Paty. Este hacía que la pequeña falda sobre él se viera más corta y con más vuelo alzada con la firme cola.

Paty agarró el asa del cajón superior derecho de su escritorio. y puso rostro serio. "Sabes, Luciana. No te estoy dando un juguete." "Yo sé, yo sé, Sólo para usos --" "prácticos", Paty terminó. Asintió y abrió el cajón. Inmediatamente Luciana pudo oír gritos minúsculos. Luciana sintió su corazón acelerado. Ella observó con avidez en el cajón.

Decenas de pequeños hombres de 1 pulgada de estatura yacían desnudos agitando sus manos clamando piedad a las titánicas mujeres que los miraban desde arriba. Todos eran jovenes, algunos se veían incluso como menores de edad y mucho más asustados que el resto. Paty los separó en grupos de dos. Luciana se comenzó a sentir extrañamente húmeda. Cogió uno, pero Paty le palmeó la mano. "¿No puedo elegir uno?" Le suplicó. "¿Para qué lo necesitas?" Luciana se calló. Paty cuidadosamente retiró uno, y Luciana aguardó por la elección al azar. El chico escogido parecía ser moreno, pero Luciana no podía reconocer ninguna de sus diminutas características. Él se retorció entre los dedos pulgar e índice de Paty hasta que está lo soltó en las nerviosas palmas de Luciana. El pequeño hombre cayó de espaldas, con una mirada de horror. Luciana sonrió. "Es tarde", dijo Paty, "Tengo que terminar un documento, y quedé en "conversar" con una amiga" agregó señalando a su computador. "Claro. Gracias."

Pero apenas Luciana comenzó a irse, Paty sacó la silla de debajo de su escritorio. Luciana miró en incredulidad. La silla era de madera, y la porción central estaba ligeramente levantada alrededor de un cuarto de pulgada, con lados que se inclinan. En la punta de esa porción habían pegadas varias tiras de seda roja, de una pulgada. Y allí, un hombre diminuto de apenas 2 centímetros aproximadamente, un chico blanco pálido y delgado completamente pegado a la seda y boca arriba. Su diminuta boca se abrió dando gritos cuando Paty sacó la silla.

Paty levantó una ceja ante el asombro de Luciana. “Cuál es tu problema?” Paty preguntó. Con su mano libre Luciana señaló al pequeño hombrecito luchando. “¿Qué estás haciendo con él?”

Paty se agarró atrás, levantando la parte posterior de su pequeña faldita escocesa y remetiéndolo para arriba sobre su cintura, dejando ver que no traía ropa interior.

Ella se posicionó frente a la silla, sus nalgas desnudas  se elevaban ensombreciendo sobre el chico diminuto. Él comenzó a gritar fuertemente, y la seda roja se movía levemente por su lucha inutil. Luciana miró con envidia el firme y redondo trasero canela de Paty. Paty no prestó ninguna atención al chico de dos centímetros pegado a su silla.

"Muy simple" dijo Paty, aún de pie.

"Bueno, primero, este es un chico que vivía en la casa donde alquilaba un cuarto antes de venir aqui. Era tranquilo pero medio mañoso, le gustaba espiarme al cambiarme, bañarme... ya sabes. Asi que, cuando empezé mi colección de hombres reducidos, lo busqué para darle una lección y convertirlo en uno de mis pequeños esclavos".

"Ahora, ¿por qué está así allí?, es para uso práctico, Luciana” continuo Paty.

“He tenido una diarrea terrible los últimos días, y mi trasero  esta terriblemente dolorido por tanto limpiarlo. No creerías lo relajante que es tener un tipo diminuto sobando y chillando en mi culo. Se siente maravilloso. Cuando me siento, su cuerpo entero es empujado justo en el hueco de mi culo. Nada se siente mejor.”

"Como ves, él y yo merecemos esto".

Paty olió el aire. “No huele mal aquí, no?” “No,” respondió Luciana lentamente. “Debería. Me he estado tirando pedos todo el dia.” Paty señaló con enfasis en el chico aterrorizado detrás de ella, y finalmente lo miró. Ella luego echó un vistazo en el hombre en la mano de Luciana, y le hizo un guiñó.

“Él se empapa en el sudor y hedor, absorbiendolo.” Ella hizo una mueca maliciosa hacia el preso en su silla y diciendo entredientes, casi con asco "mañoso patético" y luego dijo a Luciana, “pero tengo que admitir, que esto hace difícil concentrarme cuando trabajo. Aunque ahora más voy a chatear unas horas”

Con eso dicho, Paty dobló sus rodillas, después agarró cada una de sus nalgas enormes en cada mano y las jaló suavemente separándolas, revelando su sucio agujero profundo. Suspirando, Paty empezó a sentarse lentamente en la silla, y Luciana estaban parada asombrada mientras que el chico blanco diminuto chilló tan ruidosamente como le era posible para su tamaño. Las nalgas enormes de Paty bajaron sobre ambos ladós de él, tragándolo vivo junto a sus gritos mientras los gluteos se aplastaban contra el asiento de la silla. Paty se meneó un poco y sonrió nerviosamente, “un poco de cosquillas.”

Ella miró a Luciana, y vió sus ojos marrones oscuro dirigiéndose al hombre en su mano. “El que te dí no es para divertirse.” advirtió Paty.

Luciana sonrió, y guardó su supositorio humano en la hendidura entre sus senos, lista para irse. Ella lo sintió retorcerse contra la piel sensible de sus senos. Mientras Luciana salía del cuarto, Paty soltó un pedo largo y húmedo que duró varios segundos. Paty dijo, “solamente cuando me tiró pedos, él deja de  gritar por un rato.“

Luciana cerró la puerta tras de sí, pero ella podría oír  el traquetear de los tacos de Paty en el suelo y la silla  que raspaba contra el piso mientras el bronceado trasero se movía hacia adelante y hacia atrás en la silla. Pronto seguiría el constante tecleo típico de alguien que comienza una laarga sesión de chat.