Usando a mi sumisa

Descripción detallada de cómo me gusta usar y disfrutar de la sumisa

Con un chasquido de dedos es suficiente para que corra a ocupar su posición ante mí. Un chasquido es para ordenar que se ponga de rodillas, dos chasquidos en posición para ser inspeccionada. Me gusta la inspección. Es autoritaria y humillante. La sumisa abre bien la boca y saca la lengua. Meto dos dedos dentro y hurgo por debajo de la lengua, recorro las encías por dentro y por fuera, repaso el interior de los carrillos y finalmente hundo los dedos hasta casi llegar a la garganta y provocar la arcada y el fluir de babas. Con esos mismos dedos húmedos reviso el coño de mi propiedad. Compruebo que está rasurado como pedí. Introduzco los dedos firmemente y hurgo en el interior para comprobar que el flujo vaginal empapa la cavidad. Con esa mezcla de saliva y caldo de coño, paso a comprobar el estado del último agujero. La sumisa separa los cachetes del culo con sus manos y abre el ojete para que se ofrezca abierto y dispuesto. Primero meto un dedo para comprobar que la elasticidad del ano es suficiente para que apriete el contorno de mi dedo pero que ceda con facilidad a la penetración digital. Posteriormente meto el segundo dedo para forzar el ensanchamiento anal. Con movimientos de rotación me voy abriendo paso en el interior del culo hasta que los dos dedos están alojados por completo dentro del cuerpo de la sumisa. Al sacarlos deben estar relucientes para, de esta manera, corroborar que el culo ha sido debidamente preparado para mi uso.

Una vez completada la inspección, si ha resultado satisfactoria, acaricio el lomo de la sumisa como gesto de aprobación y de agradecimiento por el correcto cumplimiento de sus obligaciones preparatorias.

Después, es muy posible que la use como mueble reposapiés. Me gusta sentarme y apoyar los pies en la espalda. De esta manera descanso y someto a la vez. Esta postura también me permite dar alguna patada en las nalgas si me apetece o llevar alguno de mis pies hasta la cara de la perra para simplemente pasarlo por ella o para que sea lamido por la boca ya debidamente inspeccionada.

- ¡De rodillas!

Esa simple orden es suficiente para que se arrodille entre mis piernas y comience a besar y lamer mis pies. Las plantas, el empeine, los dedos. Todo debe ser lamido con devoción. La lengua debe introducirse entre cada uno de los dedos y deben ser chupados uno a uno, de dos en dos y todos juntos, por último. La boca debe ensanchar todo lo posible para que se acostumbre a ofrecer un buen agujero en el que sea cómodo estar sin que los dientes molesten lo más mínimo. La sumisa subirá por las piernas hasta hundir su hocico en mi escroto. La bolsa de mis huevos recibe la caricia de la nariz, los ojos, los labios y toda la cara de la zorra que sabe que está siendo debidamente humillada y aprovechada. Cada uno de los huevos será besado, lamido y chupado con la delicadeza y el cuidado que merecen. A estas alturas, la sumisa ya debe haber provocado que mi polla tenga la suficiente dureza como para que pueda ser mamada con intensidad. No obstante permanecerá con la cara metida en mis huevos hasta que reciba una nueva instrucción.

- ¡Chúpame la polla!

Esa orden da paso a la siguiente maniobra de la perra. Deslizará la lengua, que debe estar blanda y amplia para abarcar la mayor superficie posible de forma cálida, a lo largo de todo el tronco de la polla hasta alcanzar el glande y los pliegues del prepucio. Desde ahí, circundará el capullo con la lengua para lamer la parte delantera del mismo hasta llegar a los pelos del pubis. Los pelos también deben ser lamidos y si alguno se desprende lo deberá tragar para no dar la sensación de que algo del Amo se pueda considerar desperdicio. Besará el tronco de la polla y restregará, como hizo anteriormente con los cojones, toda la barra de carne por la cara para impregnarse del aroma a macho que debe llegarle hasta el cerebro a través del olfato. Una vez completada esa tarea dejará la boca abierta con el glande apoyado en la lengua esperando que me apetezca hundir la polla en su boca. Lo normal es que la agarre de la melena y, haciendo un nudo con el pelo y mi mano para poder dirigir bien la mamada, vaya llenando el agujero caliente y húmedo que se me ofrece. El relleno de la boca me gusta hacerlo lento, que las comisuras de los labios vayan sintiendo como son agrandadas por la invasión del rabo. La lengua seguirá deslizándose por la parte de abajo del tronco para humedecer y lubricar la penetración y para proteger a mi polla de los dientes. El labio superior hará eso mismo para cumplir la misma función que la lengua y asegurar, en todo momento, mi placer y mi comodidad. La boca avanzará, engullendo mi nabo, guiada por mi mano hasta que la nariz se hunda en los pelos del pubis y la lengua alcance los huevos. En esa posición permanecerá el tiempo que yo estime oportuno. Lo mejor es taponar la nariz y esperar a que se derramen babas por los huecos de la boca que se abran buscando aire para respirar. En ese instante, libero la humillante pinza de mis dedos que obstruyen la respiración. La sumisa puede ir deslizando la boca hacia afuera hasta desalojar por completo mi polla de su interior pero deberá hacerlo sin cerrar la boca para que un hilo de babas mantenga esa unión haciendo un puente entre rabo y boca. La distancia a la que se separen debe ser lo suficientemente cercana como para que ese hilo de babas no se rompa o un castigo sancionará la torpeza.

Después de un rato repitiendo esta misma acción llega una de las mejores maneras de disfrutar de la boca de la sumisa que no es otra que follarla. Convertir la boca en un agujero húmedo y succionador en el que meter y sacar la polla con absoluta libertad, dureza y profundidad. Irrumar una boca es un acto de posesión absoluta. Usarla como un coño que aspira y con lengua. Follar una boca es muy distinto a recibir una mamada. Las arcadas y las lágrimas son el claro indicativo de que se está follando bien.

Una última forma de placer debe completar esta forma de uso de la sumisa.

- ¡Lámeme el culo!

Esto es imprescindible para completar la sumisión de la perra. Me acomodo en el sillón, levanto las piernas separadas y me dispongo a recibir la lengua de la zorra en mi agujero. Deberá repasar la raja de mi culo lamiendo de arriba a abajo hasta centrarse en mi ano. Ahí centrará el objetivo. Mi ano será lamido a fondo de forma repetida. La lengua debe buscar todo lo que pueda la manera de darme placer mientras una mano pajea mi polla para que siga dura y complacida. Hasta que decida que mis huevos van a descargar su contenido todas las anteriores maniobras se repetirán a mi antojo y capricho.

En ese momento hay múltiples opciones para vaciar los testículos de la forma más placentera. Llenar la boca de la perra con la polla hasta el fondo y soltar los chorros de semen directamente en su garganta. Apoyar el rabo en la lengua y ver cómo la lefa va llenando la boca de la zorra. Correrse en la cara y restregar el esperma con la propia polla. Esparcir la corrida por el cuerpo de la sumisa y limpiarse en el pelo. Echar la descarga de leche en algún recipiente o en el suelo para que sea lamido y bebido después. O cualquier otra que en ese momento apetezca.

Espero que este breve relato sirva como orientación para quien desee disfrutar de estas prácticas y que, si os lo pide el cuerpo, os pajeéis leyéndolo.

FIN