Uriel

Uriel se siente vacio y acude a saunas para buscar el calor que anela.

Hoy había salido pronto de casa, y tras dar varias vueltas por la Fnac, y comprarse algún libro, en el que incluyó una quinta edición de su primera y única novela, decidió que debía irse a comer. Hace más de un año que no escribe, esta bloqueado, su editor le dice que es normal bloquearse, pero a la vez le presiona para que escriba algo debido al éxito de su primera novela, ya que sus lectores están deseando volver a leer algo suyo. Sin embargo, el siente que no tiene nada que escribir, pese a que en su cabeza circulen miles de historias, ninguna le da la inspiración que necesita para narrarla. Antes todo era mas sencillo, simplemente se ponía frente al ordenador, y las ideas salían solas. Ahora las cosas no son así, ni siquiera se molesta en sentarse a intentarlo. Mira su reloj y ve que pasan de las tres de la tarde, decide ir a comer a un japonés que hay junto a una sauna. Los orientales le llaman la atención, además hay un camarero allí con el que se ha acostado un par de veces. Durante su último año, su fama de escritor le ha servido para compartir algún rato esporádico de cama. Aunque nunca se los lleva a casa, procura ir el a casa de los demás, y si no, siempre se puede ir a una sauna, o a una cabina del sex shop que hay cerca del ayuntamiento.

En el japonés tiene que hacer una cola de unos veinte minutos, pues al ser domingo a acudido mucha gente, gays, en la mayoría, debido a la situación en la que esta el restaurante. El camarero le indica que se siente en una mesa que hay cerca de los servicios, lo cual le alegra, pues el sake caliente le da muchas ganas de orinar, aunque tras leer la carta, decide que, hoy, en vez de la tradicional bebida japonesa, se pedirá una buena botella de vino. Cuando se lo sirven se enciende un cigarrillo y mientras le sacan la comida decide sacar el libro y empezar a leerlo.

-Nunca había visto a un escritor leer su propio libro.- Le dice una voz a sus espaldas.

Uriel se gira y descubre al japonés con el que se acostó detrás suyo.

-Aunque te parezca mentira, nunca lo he leído.

-Pero lo has escrito.

-No es lo mismo leer que escribir.- le contesta volviendo la vista a su lectura.

La verdad es que eso era cierto, nunca se digno a releer su novela después de escribirla. Probablemente si la hubiese leído entonces no le habría gustado y la habría desechado directamente. Suele pasar con todo lo que escribe, o por lo menos con todo lo que escribía antes. Antes de poder desechar el primer capitulo de su novela le sacan la comida, y decide dejar de lado el libro, probablemente lo dejara abandonado en un parque. A alguien le interesara mas que a el, ya sabe como termina.

Mientras come y se bebe su botella de vino mira a la gente que va saliendo del restaurante, y los que cruzan por la calle junta al ventanal que hay frente a el. Trata de adivinar como son, como serán sus vidas, los observa andar, hablar, gesticular. Siempre le ha gustado practicar ese ejercicio para crear sus personajes. Y, aunque no busque ningún personaje, lo sigue haciendo más por costumbre. El restaurante esta situado en muy buena zona, la zona de ambiente, y a la parte de atrás tiene una gran terraza, en la que en verano suele acudir mas gente a disfrutar de su cena al aire libre y lejos de los coches. Además tienen una jardineras bastante bien cuidadas, con lo cual ayuda a que apetezca meterse allí por las noches. Antes solía ir allí a escribir, le inspiraba su ambiente. Pero hace ya tiempo que no va, su jardín ya no le inspira. Cuando termina la comida se pide un té de jazmín y lo trae su camarero junto a una nota. “Si quieres, tu me prestas tu pluma y yo te lo leo en el baño”. Uriel se gira buscando al camarero y ve como se mete en el servicio. Como si eso no fuera con el, se mete la nota en el bolsillo, y se sirve la infusión en la taza, le echa un terrón de azúcar, y lo mezcla. Mientras el té se enfría un poco se levanta y entra en el servicio. El japonés lo espera en los urinarios fingiendo que mea, Uriel entra en la cabina del retrete y el chico asegurándose que no hay nadie mas en el baño entra siguiéndolo. Sin pensárselo un segundo se abalanza sobre su boca, pero Uriel aparta la cara.

-Sabes que no me gustan los besos.- Le dice mientras le coge la cabeza y lo obliga a agacharse.

-A veces da la sensación de que seas un chapero.

-Imagínate que soy un chapero que lo hace gratis.

Precisamente esa frialdad a la hora del sexo es lo que le excita al japonés, así que decide desabrocharle el pantalón y meterse ese precioso miembro en la boca. Uriel se apoya en la pared y se deja llevar por esa felación. La verdad es que, con todos sus amantes, este es con el más ha repetido, de hecho, a ninguno le suele dar una tercera oportunidad. El chico chupa en silencio mientras oye como alguien entra en el servicio, por lo visto eso le excita más, pues en ese momento lo hace con más energía. Uriel le hace una señal para avisarle de que se esta acercando al orgasmo, pero el no se aparta. No es la primera vez que acaba en su boca, y al chico le gusta, así que… ¿Por qué negarle ese dulce? Uriel eyacula en silencio mientras el otro traga ávidamente, sin dejar escapar ni una gota. Tras finalizar, el chico se la limpia bien con la lengua y se la vuelve a guardar en su sitio ya flácida. Uriel descubre una mancha de esperma que el chico ha dejado en el suelo, se estaba masturbando a la vez que se la chupaba. Fuera alguien tira de la cadena, se limpia las manos y sale. Uriel se adecenta un poco antes de salir del cubículo. El japonés se queda limpiando el suelo con papel higiénico mientras este regresa a su mesa. Su té sigue tibio, así que lo toma con calma, vuelve a sacar su libro y lo sigue leyendo.

Conforme va pasando las páginas le parece más odioso, aun no se explica como un libro así puede tener éxito. Pide la cuenta y el japonés, que ya ha salido del baño, se la trae.

-Algún día podrías dedicarme tu libro.- Le dice dejándole la nota sobre la mesa.

Uriel saca el dinero, dejándole unos céntimos de propina, coge el libro y escribe en la contraportada. “Si quieres mas, estaré en la sauna de al lado. Abrazos. Uriel”. Le entrega el libro y la cuenta y sale del restaurante para entrar en la sauna.

Solía pensar que las saunas eran sitios para gente enferma, desesperados que no tenían ningún sitio al que ir. Pero desde hace unos meses se ha echo casi asiduo de ellas. A la vez que empieza a frecuentar cuartos oscuros y zonas publicas de sexo esporádico. Desde que en casa se han enfriado las cosas, busca el calor en otros sitios, y sin duda no nada mas calido que una sauna. Los primeros días que fue, pagaba sus trece con cincuenta euros de entrada, hasta que descubrió que se podía hacer un bono de once pases por solo cien euros. Cuando se lo cuñan lo guarda en la cartera comprobando que aun le quedan seis pases mas. Mete todas sus cosas en la taquilla que le han asignado, y se pone su albornoz y sus zapatillas. Entra en la sauna de vapor primero para limpiar impurezas, y después de diez minutos se va al jacuzzy. Se quita la ropa se mete hasta el cuello. En aquel momento estaba vació. La verdad es que a esas horas había poca gente. Acababan de abrir, lo cual es normal. A Uriel le gustaba ir a esa hora por eso, porque va poca gente, pero la mayoría son jóvenes que no tienen nada mejor que hacer un domingo por la tarde, pese a eso, no se puede evitar que valla algún viejo a mirar y de paso a ver si puede pillar algo.

Uriel se relaja con las burbujas y la presión del agua que golpea su espalda y cuello. Cierra los ojos y se deja llevar. Los golpes del agua eliminan toda la tensión que pudiese haber en sus músculos a la vez que provocan un ligero placer que hace que su pene su ponga erecto de nuevo. Nota como alguien mas se mete en el mismo jacuzzy, abre los ojos y ve a un chico joven, de unos veinte años, muy guapo, se pregunta que hace aquí alguien tan joven y guapo pudiendo tener a quien quisiera fuera. Aunque luego piensa que tal vez busca eludirse a la vez que buscar algo de sexo rápido, al igual que él. Cierra los ojos y vuelve a reclinarse de nuevo sin prestar atención al joven. Trata de pensar como es ese chico, a que se dedica. Imagina que es un estudiante de derecho que se equivoco de carrera y que ahora quiere hacer bellas artes porque desde niño le había gustado la escultura. Así que trata de imaginar porque entonces si le gustaba la escultura había empezado estudiando derecho. Dedujo que tal vez fuese por que sus padres eran abogados y querían lo mismo para su hijo, lo cual para ellos ahora es un martirio, pues además de tener un hijo gay también quiere ser escultor y olvidarse de la abogacía.

El chico de enfrente alarga la mano y coge el miembro erecto de Uriel, este se deja hacer. No median ninguna palabra solo se dejan llevar, uno acaricia mientras el otro se siente acariciado. El agua hace otro movimiento y Uriel abre los ojos para ver como su amigo el japonés se mete al jacuzzy con ellos. El joven aparta la mano medio avergonzado, pero Uriel estira su brazo para acariciarlo a él, con lo que este vuelve a coger su trofeo. El oriental se sienta a su lado y ayuda al otro chico a acariciar su pene.

-¿Siempre estas apunto?- Le pregunta al oído.

Pero Uriel no contesta solo se limita a asentir. Suelta el miembro del joven y pone sus manos en la nuca apoyando la cabeza en ellas mientras los otros dos se recrean con su cuerpo. El chico joven esta un poco apurado, esta apunto de levantarse para irse, pero el japonés lo evita acariciándolo con la otra mano.

-¿Es tu primera vez aquí?- Le dice

Este asiente con la cabeza sonrojándose. Así que el oriental sin más pudor mete la cabeza en el agua y le lame el glande. Por cuestión de higiene, no esta permitido el sexo en el jacuzzy, así que Uriel se levanta y se mete en una de las cabinas de vapor. El japonés se levanta siguiéndolo, el chico joven se queda en el jacuzzy sintiéndose rechazado, pero el japonés le hace una señal para que les siga. Uriel pone su albornoz sobre las tablas de una de las camillas y se tumba boca arriba con una pierna flexionada a la vez que la otra la deja colgando del banco de madera tocando el suelo. El japonés le dice al chico que se siente a su lado, y luego se dedica chupar ambos instrumentos con delicadeza. Alguien se asoma en la cabina y se queda allí mirando, empieza a masturbarse, hace ademán de unirse a ellos pero una mirada de Uriel lo hace cambiar de opinión y decide quedarse en la puerta mirando.

-¿Llevas alguna goma?- Pregunta el japonés.

Uriel hace un movimiento con su reloj mostrando un condón escondido entre la esfera y su muñeca. Se lo entrega y el japonés se lo va enfundando con la boca a la vez que no deja de masturbar al chico joven. Tras ponerle bien el preservativo se levanta y se pone de cuclillas sobre Uriel para, poco a poco, ir bajando e introduciéndose el pene de este a la vez que hace que el otro chico se levante para seguir chupando a la vez que es penetrado. En la puerta, se han reunido mas observadores mirando la escena, la mayoría se masturba, otros miran indiferentes. De pronto el chico eyacula sin poder remediarlo, trata de sacarla de la boca, pero el japonés lo retiene tragándose todo el semen. De pronto Uriel sale de dentro del japonés y se levanta, haciendo que el otro se ponga de rodillas. Se la vuelve a meter y empieza a bombear con fuerza. Por algún motivo desea acabar ya. Con una mano le coge de la cadera para ayudarse, con la otra acaricia al chico joven, que baja del banco de madera para acercarse a el y acariciarlo también. Trata de besarlo, pero Uriel pone su mano por medio.

-Besos no.- Dice.- Aquí no hay sitio para el romanticismo.

El joven, sintiéndose rechazado sale de la sauna y se dirige al jacuzzy de nuevo. Uriel acelera mas el ritmo notando que el orgasmo esta próximo. Se da cuenta de que el japonés se contrae, y empieza a eyacular sobre su albornoz. Así que el todavía le sacude con mas fuerza para eyacular también.

Una vez finaliza, sale de dentro del oriental. Se quita el preservativo, y sale de la sauna dejando su albornoz allí. Los mirones de la puerta le dejan paso. Ve que algunos han ido a meterse en el jacuzzy con el otro chico, pero este al ver salir a Uriel se levanta y le sigue. Se dirige a las duchas. Desea ducharse y salir de allí. Cada vez que va a la sauna, acaba sintiéndose sucio, pero eso no impide que siga acudiendo a esos lugares.

-¿Puedo ducharme contigo?- Dice el joven que le ha estado siguiendo.

Uriel lo mira, y asiente con indiferencia. Se duchan juntos y salen del local.

-Me llamo Edgar.- Dice el joven.

-Yo soy Uriel.

-Lo se. Leí tu libro.

Uriel levanta la cabeza mirando al cielo, luego mira su reloj y ve que son casi las seis.

-¿Vives solo?- Le pregunta al chico.

No le apetece volver a casa.