Urgencia médica o urgencia de lujuria

Ultima parte de primera aventura con isabel mi suegra y cómo llegamos al culmen.

La urgencia médica que se convirtió en urgencia de lujuria. Mi suegra, yo y nuestro coito (última parte)

Aletargados, por esa desaforada euforia del primer coito anal, extenuados por la energía que le prodigamos a esos instantes tan intensos y vívidos, agotados por esa lujuria extrema que aún mantenía a nuestros corazones latiendo a mil, nuestros cuerpos yacían unidos por un mare magnun de sudor, calor y fluidos que seguían resbalando de su recto, a pesar de tener enfundada mi verga en él. Yo la aferraba aún, mi mano derecha todavía palpaba su vagina emparamada de flujo y la izquierda no quería dejar ni por un instante el pezón erecto del seno izquierdo; ella estaba boca abajo y yo la aprisionaba sobre el lecho, sobre nuestro tálamo que en adelante albergaría a estos dos cuerpos plenos de sentimientos carnales... duramos así exánimes unos cuantos minutos, mi vergota estaba dejando de serlo y mi señora Isabelita lo noto, así que volvió a contraer su esfínter, negándose a dejar escapar esa presa que ahora consideraba toda suya, intenté retirarme un poco y ví cómo mi polla se estiraba pues mi preciosa suegra se negaba a dejarla es huir, dijo entonces con tono lastimero: - nooo, no la saques por favor-, tornó su voz suave y con tono infantil me propuso que la dejara otro rato y que intentáramos una vez más retozar como lo habíamos hecho; acerqué mi boca a su nuca, pasé mi lengua por ella, produciéndole una contracción general, encogió sus hombros, apretó sus glúteos, aferró con sus manos la almohada y añadió: - huyyy mi precioso Piotr me haces escalofriar, mira como se me pone la piel, la tengo de gallina...- yo le contesté: - Te gusta Isabelita, te puedo llamar así, suegrita mía, dime que te gustan mis caricias, por favor quiero oírlo -.

Entonces liberó mi verga de su hermoso cautiverio, me abrió campo en su lecho, se volteó, tomó mi rostro entre sus manos y me dijo con voz pausada: - Mira Piotr, tu sabes que soy una mujer muy seria en mis cosas... jamás en toda mi vida te había mirado con malicia, eres el esposo de mi hija y nunca, pero nunca para serte franca, te miré con otros ojos que no fueran los de una madre política, pero, cómo son las cosas?, hoy dadas las circunstancias estamos aquí juntos sumergidos en un sueño o en una pesadilla, qué se yo, siento que no soy dueña de lo que hago, pero también es cierto que lo disfruto y no me lo puedo negar; ésta ausencia de Luis, de tantos años, pasó parte y está cobrando algo que sin saberlo guardaba en lo más profundo y hoy que han aflorado tantas cosas lindas, ricas, hermosas, con tanta vehemencia, no quiero dejarlas escapar, siento que es inútil ofrecer resistencia a algo que deseo ahora con todas mis fuerzas-. Yo enmudecí y antes que comenzara a decir algo, acercó su boca a la mía y me la ofreció para que tomara la iniciativa en un largo, profundo, húmedo y pecador beso, que se prolongó por largo rato; tomó mi nuca y la apretó contra si, queriéndome como ahogar en su pasión, la cual comenzó a causar estragos en mi ser, pues no se dio a esperar una erección grande y fuerte que me causaba algo de dolor, ella sintió mi polla contra su muslo derecho y soltó mi lengua para dejar escapar un gemido, me retiré un poco solo para observarla y noté una mueca de éxtasis, de felicidad mezclada con una deliciosa impudicia que exponía sus más bajos instintos carnales, esos que comenzaban a asomarse tímida pero decididamente... fui con mis labios directamente a su cuello, ella levantó su mentón para sentir sin tapujos la caricia que venía, una de sus manos se dirigió torpemente a mi pene que clamaba atención, logro asirlo y comenzó la consabida maniobra masturbatoria, lo cual me llevó a decir, para mis adentros, Isabelita ya está recordando sus épocas de solaz con Luis, pero la realidad era solo una, ahora estaba conmigo y ambos nos hallábamos en lo más profundo del libertinaje que nuestros seres estaban dispuestos a derrocharse recíprocamente, sin ahorrar en ello ningún esfuerzo, todo lo contrario, lo que nos ofrecíamos lo hacíamos con denuedo, con vigor, queríamos lo mejor y eso nos dábamos, queríamos claudicar sin ningún miramiento a lo que nuestras hormonas mandasen.

Sin pensarlo más, introduje mi rodilla derecha entre sus piernas y esa acción abrió puertas, ella las separó y yo comencé a viajar lenta pero decididamente, se su cuello a sus senos, que se me presentaban magníficos, esos pezones erguidos se levantaban como un estandarte victorioso en la cima de una colina, coroné esa cúspide y los apreté con mis labios, quise arrancarlos, pero lo que obtuve fue un quejido de placer, que me pedía más y más; inmediatamente continué con el otro, que clamaba lo suyo, a ese lo deseaba tragar, quería llevarlo hasta el fondo de mi garganta, pero me era imposible abarcar con mis fauces la masa de ese hermoso ejemplar, entonces los junté en la mitad y logre atrapar con mi boca ambos pezones y mi preciosa Isabel se contorsionaba como una cobra recién atrapada... contraía su cuerpo espasmódicamente, estaba liberando sus deseos reprimidos... abruptamente la solté y seguí mi periplo, hasta llegar a su ombligo, el cual circundé con mi lengua, y finalmente lo penetré con ella obligándola, sin proponérmelo, a contraer el abdomen y sujetar mi cabeza una vez más… me liberé con cuidado y proseguí el sendero hasta llegar al comienzo de su vello púbico, aquí hice un lapso, me acomodé mejor, para dominar el paisaje, me centré entre sus piernas… lo que estaba por descubrir, definitivamente me marcaría para siempre, no estaba dentro de lo calculado, fue una sorpresa, una sorpresota, quedé estupefacto al ver algo que rebasaba mi imaginación, pues todo me esperaba menos aquello que se presentaba a mis ojos... Isabelita era la dueña, la poseedora de una megavagina, esos labios menores que alcancé atisbar cuando le di su masaje rectal, eran verdaderamente descomunales y en la parte superior confluían en un clítoris igualmente magistral, era del tamaño de la falange pequeña de mi dedo meñique, 2 cm o algo más, mis ojos parecían salirse de sus órbitas y ella con sus manos se cubrió… la miré y su rostro comenzaba a tornarse rubicundo... me apuré en decirle: - no mi preciosa suegrita, por favor esto es fantástico, por favor no me prive de esto, por favor déjemelo disfrutar-, esas exclamaciones sonaban a un ruego, imploraba por saborear las delicias que prometía ese fruto exuberante... ella optó por separar sus labios que asemejaban la túnica del clítoris y este lo levantó con sus dedos índices, mientras los centrales sostenían la vestidura y en el fondo de color carmesí, aparecía la gruta anhelada. Me fui en barrena contra el clítoris, lo tomé con mis labios, lo apreté y succione vigorosamente, lo sentí crecer dentro de mi boca... un gemido profundo y desgarrador cargado de estertores comenzaron a escapar de su garganta, su cuerpo se sacudió una y otra vez, muchas veces, parecía convulsa, abría y cerraba sus piernas, aferró mi cabeza a su macrocoño, que inició la emanación de efluvios pletóricos de sabor a sexo recién hecho... era un fluido espeso, cremoso, ligeramente salado y olor característico a mar, era un océano cuya efusión iba "in crescendo", igual que nuestra exitación... de un solo bocado tomé su vulva majestuosa y la sellé con mis labios, los suyos entre tanto, comenzaban a retozar con mi lengua, los soltaba y atrapaba, exprimiéndoles su sabia que a cada momento motivaba aún más mi frenesí; de pronto se quedó quieta, mientras me rogaba que continuara; sin más ni más expulsó una oleada de lechesita que llenó mi boca y embardurnó mis labios y mentón... yo me relamía, pasé mi lengua con furor por ese fruto cargado de vida, tantas veces que ya me dolía… la pasaba y tragaba lo que recogía, no quería perder nada, deseaba nutrirme de lo que me daba mi preciosa Isabelita... sin dejar de cumplir con la parte que me había impuesto tácitamente, giré mi cuerpo, para quedar con mi vientre sobre sus tetas... de esta manera le ofrecía mi verga herida y ella la asumió con delicadeza; al principio fue torpe, dejó ver la larga vigilia que la acompañó, sin embargo poco a poco, fue convirtiendo su succionadora acción en algo lleno de ritmo, delicadeza y por su puesto la destreza recuperada... su lengua quería penetrar por el agujero de mi pene, esto lo obligaba a lagrimear… acto seguido, lo succionaba solo ahí lo que me producía un gran placer, luego lo introducía hasta que sus labios cubrían todo el glande y de ahí hasta su raíz se lo empalmaba en la boca… todo muy pausadamente, que era lo más delicioso.

Me llevó una y otra vez al cielo, yo la conduje conmigo, ambos viajamos a las nubes y no aterrizábamos… cuando sentíamos que estaba próxima la eyaculación, disminuíamos el ritmo y prolongábamos la dicha… quizá forma masoquista… el llegar a ese ansiado clímax, fue algo largo, lo evitamos muchas veces y fue casual que estuviéramos de acuerdo… simplemente estábamos compenetrados y queríamos eternizar ese placer que nos rebasaba... hasta que le propuse que dejáramos salir todo lo que teníamos para ofrecernos y ella asintió y nos abandonamos a ese torrente que irrumpió profusamente y colmó con creces nuestra lascivia...

Permanecimos inmóviles un buen rato, para recuperar las fuerzas, que usamos hasta casi su límite... me incorporé, para reposar cara a cara con mi Isabelita; tenía los ojos cerrados, aún estaba en el cielo pues su rostro rejuvenecido mostraba una sonrisa que no disimulaba para nada el gusto que sentía, la luminosidad de su rostro, transparentaba la dicha que la embargaba... me acerqué a su boca y la besé, sentía el sabor dulzón de mi semen que aún quedaba en sus mejillas, sus dientes y lengua... ella reaccionó sobresaltada, la había sacado de su sopor, pero inmediatamente me correspondió.

La forcé encima de mi, entendió el mensaje, se irguió y con su estola vaginal cubrió mi polla que una vez más quería batallar y se aprestaba a levantarse de su modorra, con el rigor de un soldado prusiano, se levantó y endureció.

Isabelita se movía de tal manera que, la capa de su vagina hecha de labios menores largos, brillantes y encendidos, alcanzaban la punta de mi estilete y luego iban por la raíz para descansar en mis testículos, así iba y venía, una, dos, tres veces y se repetía la maniobra hasta que empezó a sonar música vaginal y peneal, los fluidos de ella mezclados con los míos comenzaron a emitir ese sonido splash de dos superficies deliciosamente jabonosas… ella me miraba fijamente con su boca cerrada, pero respirando profundo… sus ojos querían migrar, en cambio yo los tenía entre abiertos, para no perder detalle, con las comisuras de mis labios hacia abajo, con una expresión de súplica, ella no obedecía a mi mueca y seguía empeñada en la tortura… sadismo y masoquismo en su mínima expresión, pero era justamente eso lo que se respiraba; de pronto, exhaló, tomó aire y comenzó a moverse con un afán inaudito, hasta que sentí salir un chorrito de su gruta... yo gemí implorando compasión... frenó y colocó mi polla a la entrada de su coñito malévolo, se arrodilló y comenzó a descender hasta colocarlo justo a la entrada de su mariposa... de pronto se dejó caer, lo que nos hizo gritar, estaba algo estrecha, bien lubricada pero angosta, esto hizo que mi polla se doblara un poco y lógicamente me acusó un dolor grande, ella lo supo pues vio cómo cerré con violencia mis labios y ojos, dejando salir un grito... rápidamente se agachó y me beso pidiéndome mil veces disculpas... estuve inmóvil un momento y sentí pronto la recuperación, no total, pero tampoco era algo invalidante.

Sus movimientos de arriba hacia abajo, se repetían unas veces tras otra; otras veces solo movía su cadera, poco a poco los fue combinando con movimientos circulares, es decir en espiral hacia arriba y en espiral hacia abajo... pero hizo algo que me dejó aún más sorprendido, atónito... en una de las idas en espiral hacia arriba se quedó quieta y cerro su esfínter agarrando por el cuello mi verga, como queriéndomela estrangular.... dejé escapar un huyyyyyyy, mi linda qué fue eso? dame más!... sonrió y dijo: te gustó?, mira que ni me acordaba, es que mi cuquita, tu muñequita, te quiere devorar, la dejas?... Pues que les digo lectores amigos míos... no faltó nada para desfallecer. - Soy tuyo, devórame, trágame, cómeme, pero hazlo ya, le dije- y comenzó a hacerlo…. no fui capaz de soportar más de cuatro apretujones o chupones vaginales, no encuentro calificativo, para describir esa delicia… en el segundo le dije: - mira me voy a venir y quiero hacerlo contigo rápido, vente conmigo y me dijo ya casi me vengo yo también, comenzó a contar, a la una, a las dos, en ese instante iba el tercer chupón y cuando dijo a las tres, coincidiendo con el cuarto chupón nos hicimos aguas, una ola de semen y flujo se mezcló haciendo de aquello algo espeso, que por la fuerza del abrazo coñetal, demoró en rodar por mi pobre y maltrecho falo... me miró y sonrió tímidamente… se agachó y me besó con dulzura una y otra vez, me colmó de besos mi rostro y repetía incesantemente: - Te amo, te amo, te amo... Isabelita se rehusaba a que mi verga abandonara su morada... me dijo: - te la voy a robar, no mejor me la regalas?, corrigió. Ambos reímos por la ocurrencia de mi señora le pedí que me soplara el pecho pues estaba sofocado por el calor expedido y bañado en sudor por el trajín de esos instantes, lo hizo, se levanto a regañadientes y me invitó a una reconfortante ducha con agua tibia... ya imaginarán lo que fue ese baño asistido… manos por aquí, manos por allá… vagina sedienta, verga insaciable o viceversa.

Cómo decirlo?, fue el mejor polvo que he probado, quizá lo digo por haber sido con ella y por haberse dado en las circunstancias tan absurdas y especiales... pero fue muy intenso e inolvidable… tanto que escribiendo estas vivencias, he tenido que volearme unas pajas de padre y señor... espero que hayan disfrutado de esta aventura tanto como yo escribiéndola, vivirla fue algo "sui generis", del otro mundo. Próximamente les contaré más de Isabelita y yo... cosas que hemos seguido viviendo y secretos inconfesables de mi suegrita, por ahora los dejo, no los demoro más y cuéntenme si mi relato les movió la aguja. Gracias por acompañarme y ser cómplices tácitos de nosotros. Ciao y hasta pronto