UNVDC 7

María se enfrenta a lo desconocido, ¿Cómo reaccionara?

Mientras María terminaba de desayunar me acerque a recepción y pregunte por las rutas a pie que mostraban en el folleto, muy amablemente me explico que habían tres tipos de itinerarios, unos pana noveles, otro para iniciados y un tercero para expertos. Le comente que éramos más bien novatos en estas actividades, me recomendó un trayecto que incluía la visita a una iglesia y un pequeño almuerzo junto a un riachuelo. Me reseño los indicadores para no perdernos y la duración de la ruta, alrededor de dos horas.

Diez minutos más tarde salimos a caminar, el día era esplendido y acompañaba la temperatura, paseamos mientras comentábamos la belleza del paraje, María pese a las bolas charlaba animadamente y no mostraba ningún signo de rencor en su rostro. Una arbolada con varias decenas de años sobre sus hombros nos recibió, el entorno transmitía paz y tranquilidad, unos pasos más y siguiendo las indicaciones que me habían facilitado encontramos una pequeña iglesia. Formaba parte del conjunto donde nos alojábamos, según indicaba el folleto que nos habían entregado, la construcción original databa de la época medieval, concretamente del siglo XII, cuando los nobles abandonaron los castillos y se instalaron en este tipo de fortificaciones, en cambio la iglesia fue construida en 1761, un templo románico con una esbelta torre rodeada de olivos. Visitamos su interior, un par de retablos y un pequeño altar, aunque solamente se utilizaba en ocasiones especiales, en el ambiente se respiraba un olor a cera e incienso muy agradable, unas escenas bíblicas pintadas sobre la pared completaban el conjunto.

Me acerque a María y la tome por la cintura, ella tenía la mente en otro lugar, -que te pasa- pregunte, -me recuerda a la capilla de mi colegio- respondió ella, -sobre todo por el olor- añadió con una sonrisa. La abrace por detrás y volví a presionar sobre el fino pantalón su sexo, quería que no olvidara que escondidas en su interior dos bolitas pugnaban por darle placer. Enrede mis dedos entre su pelo y le susurre al oído, -quítate el sujetador-, ella busco el cierre en su espalda y en unos segundos la prenda apareció por una de sus mangas, llevaba una camiseta azul celeste y sus pezones se marcaron en la fina tela, bendito frescor, pensé.

Abandonamos la zona de la iglesia y continuamos con nuestra marcha, María caminaba a mi lado, dicharachera y sin importarle que dos faros se mostraran al frente de su pecho. La tome del brazo y nos apartamos del camino, apoye su espalda contra un árbol y la bese, introduje mi lengua en el interior de su boca al mismo tiempo que presionaba su sexo, ella me facilito la maniobra separando sus piernas. Mi mano no se conformo con acariciar su pubis sobre el tejido y buceo en su cintura, el botón no fue un obstáculo y la cremallera allano el camino, sobre su piel unas braguitas blancas con corazoncitos ocultaban la entrada a su gruta. Estire sus brazos hacia arriba, los aprese con mis manos contra al árbol, mi cuerpo busco la caricia de su torso, nuestras bocas fueron testigo del frenético baile que interpretaron nuestras lenguas. La deje apoyada en el árbol y me fui en busca del camino, ella me alcanzo a la carrera, ahora sí que estaba enfadada y furiosa.

El camino cada vez serpenteaba mas, el cabreo de María era evidente y no se esforzaba en disimularlo, sus gestos y sus modos dejaban bastante que desear. Al final hastiado me volví hacia ella y la interrogue, -se puede saber qué demonios te pasa-, el grito que le di la provoco más si cabe, -me has dejado al borde del orgasmo, estas bolas me están matando, te parece poco-, -en cuanto lleguemos al riachuelo podrás correrte-. Su semblante cambio por completo, incluso acelero la marcha, volvía a sonreír y sus pezones resaltaban sobre la claridad de la camiseta.

Aparecimos frente al arroyo, el agua fluía cristalina recorriendo cada recoveco, todo a su alrededor destilaba vida, un verde en diferentes tonalidades adornaba la vegetación. Unas mesas construidas en madera delataban la presencia del hombre, únicamente este detalle nos indicaba que nos encontrábamos en pleno siglo XXI. Me acerque a las mesas y descargué mi mochila, al preparar la ruta nos habían entregado unas bocadillos y unas bebidas, lo deje sobre la superficie de madera e invite a María a unirse a mí. Ella se acerco contoneándose, quería que cumpliera mi promesa y la llevara a un nuevo orgasmo, me miro humedeciéndose los labios y mostrándome una lengua juguetona, sus pechos temblaban a su antojo libres de cualquier sujeción; el idílico paraje unido a la belleza y sensualidad que emanaba del cuerpo de María, invitaban al deseo.

Se sentó a mi lado y me beso, la aparte con rudeza y la invite a compartir la comida conmigo, ella de nuevo refunfuño como una niña rebelde pero acato mi propuesta. En cuanto le di su bocadillo lo engullo con rapidez, prácticamente devoró la comida, ella quería otro tipo de alimento y de momento no lo conseguía. Cambio de táctica y se arrodillo debajo de la mesa, acerco sus pequeñas manos a mi bragueta y trato de liberar mi sexo de su presidio, de nuevo pincho en hueso. La aparte y la inste a que abandonara su escondite y se acomodase a mi lado, mientras la ayudaba se lanzo a mis brazos, sus extremidades superiores se cerraron en torno a mi cuello, mientras sus piernas abrazaron mi cintura, su boca busco consuelo y comprensión en la mía, de nuevo su plan cayó en saco roto. Descompuesta, furiosa, violenta y desesperada rompió a llorar y me grito –me lo habías prometido-, -zorrita, yo no te había prometido nada, te dije que al llegar aquí podrías correrte, nadie te lo impide- respondí con voz calmada y continué saboreando mi bocadillo.

Encendí un cigarrillo al terminar la comida, ella continuaba a mi lado con los ojos enrojecidos, le ofrecí uno y lo rehúso de malos modos.

  • Si quieres conseguir orgasmos que nunca has imaginado, este no es el camino, si tienes ganas de correrte, adelante hazlo, yo no te voy a privar de tu placer, simplemente no voy a actuar. Cualquiera de tus amistades que te viera ahora mismo no te reconocería, mendigando un orgasmo y empleando un lenguaje soez.

Se rompió, sus malos modos pasaron a ser un berrinche en toda regla, nerviosa y excitada se revolvía inquieta sobre el banco que nos servía de asiento. Me fume el cigarro sin prestarle ninguna atención, simplemente me deleitaba con el paisaje, observando la vida que se generaba alrededor del agua, su voz altero el paisaje.

  • Perdóname por favor.
  • ¿Todavía quieres correrte?
  • Lo necesito, por favor.

Me senté a su lado, tome su mano derecha y la sitúe sobre su sexo, oprimí fuertemente e inicie un movimiento rotativo, ella levanto la vista al cielo y cerró los ojos. Retire mi mano y me levante, me sitúe detrás de ella y tome su mano izquierda, la acomode sobre su pecho y de nuevo presione. Su mano derecha desapareció en el interior de sus pantalones, mientras tanto la izquierda alternaba sus pechos y pellizcaba sus pezones sobre la camiseta. Yo simplemente la observaba, ella estaba haciendo todo el trabajo, ella estaba dándose el orgasmo que tanto había buscado. Roja como un tomate estallo, gimió, suspiro y finalmente obtuvo su recompensa, el sudor le perlaba la frente, su respiración era intensa, su mano abandono su escondite y ella recupero el aliento, -gracias- broto de su garganta.

Nos refrescamos con el agua del riachuelo, fría, pura, fantástica, incluso nos atrevimos a probar un par de sorbos. María volvía a tener color y sus sofocos habían desaparecido, las bolas están en el fondo de mi mochila y el sujetador volvía a realizar su función. Regresamos paseando tranquilamente, observando todo a nuestro alrededor, comentando las bellezas que la madre naturaleza nos obsequiaba.

El camino de vuelta fue un poco más largo, regresamos justo a tiempo para disfrutar de un buen baño en la piscina, subimos a nuestra habitación y nos cambiamos de ropa. Le deje elegir bikini a María y opto por el rosa y blanco, el que tenia la braguita tipo tanga, la felicite por su elección y nos fuimos en busca de la piscina.

La zona de la piscina era amplia y como no, arbolada, unas elegantes tumbonas se alineaban en la zona de sol, reposando sobre el césped a la espera de un humano que bronceara su cuerpo con la ayuda del astro rey. Frente a ellas, la piscina, y al otro lado unos árboles que cobijaban una sombra muy apetecible.

Nos instalamos en las tumbonas, María se enfundo las gafas de sol, se puso bronceador y lucio bikini. En ese momento nos encontrábamos solos, era la hora de la siesta y no había nadie más disfrutando de la piscina, una camarera nos visito entregándonos la carta, pedí yo por los dos, gin tonic para ella y ron con cola para mí. Mientras saboreábamos las copas María se tumbo a tomar el sol, yo preferí leer un poco.

Media hora más tarde, decidí probar el agua, pase por la ducha y me lance en el liquido elemento; la sensación de libertad que produce bucear debajo del agua, no la he conseguido nunca en la superficie, es un momento en el que te olvidas de todo y te limitas a controlar tu respiración; nade unos largos y volví junto a María, ella se había dado la vuelta y liberado el bikini de su espalda, en cuanto me escucho, pregunto,

  • ¿Me pones crema, por favor?
  • Será un placer –respondí-

El liquido aceitoso se derramo sobre su espalda, me dispuse a esparcirlo por toda su piel, sus hombros, su cuello, los laterales de su cuerpo, recorrí su espalda un par de veces, sus nalgas quedaban a la vista, no era una visión vulgar, el tanga tapaba lo justo y necesario. Disfrute acariciando su culito, pintando sus muslos, untando crema por su cuerpo, incluso durante un ratito sus pies disfrutaron de un agradable masaje.

Le pedí a María que se diera la vuelta, quería disfrutar untando de crema el resto de su cuerpo, ella levanto la cabeza, oteo el horizonte y se dio la vuelta. Repetí la operación que había realizado en su espalda, esparcí la crema por su cuello, sus hombros y sus pechos, me recree en sus pechos, y volví a ver como sus pezones crecían entre mis dedos. Continúe por su estomago y la cara interna de sus muslos para finalizar en su pies, un nuevo masaje y volví a la ducha para quitarme lo restos de crema.

Llame a la camarera y un par de cubatas volvieron para rellenar el espacio que habían dejado sus predecesores, María continuaba frente al sol y mostraba un aspecto genial. Estaba dulce y cariñosa, gesticulaba como nunca la había visto, moviendo las manos, sonriendo, un encanto de mujer. La calma se rompió pronto, una pareja se acercaba a la piscina, eran un matrimonio maduro que conocimos en el comedor desayunando, se acercaron y nos saludaron. Cuando me gire, el sujetador del bikini estaba en su sitio, se había cubierto los pechos y sonreía abiertamente a la visita. La mujer se quedo en la tumbona de María, en cambio su marido prefirió la sombra y abandonó nuestra compañía.

Otra pareja apareció en la piscina, a estos no los conocía ni los había visto en el comedor, tendrían nuestra edad y se acercaron a la zona de tumbonas, saludaron educadamente y ocuparon las más alejadas de nuestra posición. Me acerque a María y le pedí que se quedara en topless, negó con la cabeza, me acerque de nuevo y se lo volví a pedir, enrojeció pero libero sus pechos del bikini, -toma el sol un ratito, ahora vengo-, desaparecí de su lado y me acerque a la zona de sombra para llamar por teléfono.

El madurito estaba dando buena cuenta de los pechos de María, no le quitaba ojo de encima, marque el numero que buscaba y al segundo tono respondió, -saldremos a cenar fuera, espéranos en la habitación, en recepción te darán la llave, solamente tienes que identificarte, acuérdate de traer tu regalo- colgué y regrese junto a María.

  • Esta noche cenaremos fuera, me han recomendado un restaurante cerca de aquí y he conseguido una reserva para hoy, por cierto, el agua esta buenísima, ¿no te apetece darte un baño?

Tardo un poco en reaccionar, -no puedo ponerme el sujetador, ¿verdad?-, -chica lista- respondí. Se sentó en la tumbona y se quito las gafas de sol, durante un par de minutos creo que evaluó la situación y sin reprochar nada ni poner una mala cara, se levanto, se dio una ducha recreándose en humedecer bien su cuerpo, en ningún momento dio la espalda al respetable, es mas sonrío mientras el agua refrescaba su cuerpo, terminada la ducha se metió en la piscina, chapoteo en el agua y salió por la escalera luciendo delantera. Que cambio ha pegado la tímida María, pensé sorprendido.

Regreso a la tumbona y la recibí con un beso, -has estado magnifica-, -me he propuesto disfrutar y hacerte disfrutar a ti también- respondió, y añadió en voz baja –me he sentido una zorra-

Se estaba haciendo tarde y teníamos que acicalarnos para salir a cenar, subimos a nuestra habitación, la tarde se había vuelto bochornosa, decidimos darnos una ducha y refrescarnos. El agua fría atemperaba el ambiente, pero nuestros cuerpos ardían de pasión y deseo, María se lanzo en busca de mi sexo y lo devoró bajo el agua, yo atrape su cabeza entre mis manos y utilice su boca para apagar mi deseo, bombee rápido, lento, empujando hasta el final y provocando que algunas veces incluso se atragantara, el clímax llego e inunde su garganta, la excitación de verla en la piscina pavoneándose me puso a mil, decidí continuar con la ducha y dejar a María sin atender.

De nuevo se lo tomo bien, la chica está aprendiendo, no protesto al ver su ropa preparada sobre la cama, incluso le pedí que se pusiera el conjunto de leopardo y acepto la propuesta de muy buen grado. Mientras yo me vestía con unos pantalones de lino blancos y una elegante camisa negra, María se puso el conjunto de leopardo y se dedico a maquillarse, y recogerse el cabello, se maquillo muy discreta, y se engomino el pelo, el conjunto le daba mucha fuerza. Cuando termino de vestirse daban ganas de tumbarla sobre la cama y penetrarla hasta caer rendido, los leggins dorados enfundaban sus piernas, una camiseta negra entalla en su cintura y ajustada a su torso completaban el conjunto, añadiendo un escote en uve muy pronunciado y terminaba con unos zapatos de tacón negros que estilizaban su figura. Como complementos había escogido un collar largo con reflejos en oro, estaba preciosa y muy sensual.

Antes de salir deje el estuche de la fusta en el recibidor, María me siguió, -ahora te voy a enseñar lo que hay dentro de este estuche, quiero que sepas que lo utilizare cuando volvamos de cenar-, abrí la caja y le enseñe la fusta reposando en su ataúd forrado de terciopelo rojo, al instante la cerré y sin darle tiempo a reaccionar la saque de la habitación y nos fuimos en busca del coche.

Llegamos al restaurante y María atrajo todas las miradas del local, se leía el deseo en el rostro de los hombres y la envidia en algunas mujeres, aunque también levanto pasiones en alguna fémina. Nos sentamos y mientras hojeábamos la carta nos sirvieron un aperitivo de bienvenida, unos cuadraditos de foie con crujiente de cacahuete, fantásticos, se acerco el camarero y nos toma nota, nos dejamos aconsejar en las bebidas, según nuestra comanda de entrantes, unas habitas con jamón de pato y unas tostadas con ensalada de berenjena, nos ofrecieron un cava del país que nos encanto. Una vez degustados los entrantes, nos sirvieron el plato principal, para María solomillo ibérico con salsa de moras y para mi, filete de salmón con salsa de mango, nos recomendaron un blanco suave y afrutado para mí y un tinto envejecido para ella. Como colofón, tomamos un postre compartido, flan de calabaza, disfrutamos de un café negro y aromático y degustamos un ron escarchado que invitaba a perderse en su interior, un color ámbar precioso conjuntado con un aroma evocador, sencillamente una velada magnifica.

Salimos a tomar una copa en la terraza del restaurante, de nuevo gin tonic y ron con cola, durante toda la cena María no había preguntado por la fusta, y eso me tenía bastante intrigado, -tienes ganas de volver al hotel o prefieres continuar disfrutando de esta noche- pregunte, María sonrió y respondió, -me da miedo la vara que me has enseñado, pero solo de pensar que me quieres hacer con ella me estoy mojando-, terminamos con las copas y nos preparamos para volver. Mientras María visitaba el lavabo, me acerque a pagar la cuenta y añadí para llevar una botella de cava igual a la que habíamos degustado en la cena.

Llegamos al parking y subimos en busca del lecho, en la puerta le pedí a María que se detuviera, -espérame aquí, ahora salgo-, entre sin esperar su respuesta y tras saludar a la invitada sorpresa y dejar el cava, tome el antifaz y fui en busca de María. Ella continuaba frente a la puerta, me acerque a ella y la bese, ella me devolvió el beso y se abrazo a mí, le puse el antifaz y le susurre al oído, -esta noche no la olvidaras mientras vivas, ahora pase lo que pase confía en mí y disfrutaras-, tras estas palabras, la bese de nuevo y la guíe al interior de nuestra morada.

Con paso firme llegamos a los pies de la cama, ayude a María a sentarse sobre el mullido colchón. Apoyada contra la pared estaba Lucía, ella era la sorpresa. Sabía que Luci deseaba a María desde la noche que terminaron en su piso, era una decisión arriesgada, podría irse todo al traste en cualquier momento. Una cosa era disfrutar con María y otra muy diferente entregarla a otra mujer. Descorche el cava, el sonido del tapón buscando libertad, sobresalto a María, llene tres copas y propuse un brindis, -por una noche plagada de sorpresas-, el cristal golpeando contra cristal revelo la presencia de una tercera copa, María mudo el semblante, estaba privada de la visión, pero el tacto y el oído los tenia intactos, tenso el rostro, presentía la presencia de un tercer invitado en la habitación y empezó a dar claros signos de nerviosismo.

Lucía permanecía en silencio, también se había dado cuenta de que María sospechaba que no estaba sola. Mientras tanto, con el antifaz en sus ojos, ella escrutaba todo lo que ocurría a su alrededor, se habían activado todas las alarmas y supe que tenía que actuar.

Me levante y acariciando su rostro con delicadeza, entrelace una palabra con otra, -Hemos brindado pero las copas están intactas, no desperdiciemos este exquisito elixir y disfrutemos de el –mi voz concentro la mirada de María, lentamente su copa ascendió en busca de sus labios, cuando el liquido dorado acaricio su lengua y sus burbujas explotaron en su paladar, María reconoció el sabor, sin despegar la copa vació todo su contenido y su lengua recorrió su labio superior en busca de la última gota-

Apure mi copa y bese a María, compartí con ella el último sorbo del cava que reposaba oculto en la calidez de mi boca, acaricie su espalda y la despoje de la camiseta, el sujetador de leopardo apareció al abandonar la tela negra su cuerpo, los ojos de Lucía enfocaron como faros los pechos de María, el collar quedaba sobre su piel desnuda e incrementaba la belleza de la imagen. Acaricie sus brazos e introduje las muñequeras sobre su piel, ella permaneció impasible aunque su rictus indicara lo contrario, ate las cintas al armazón de la cama y tendí a María sobre ella, sus brazos quedaron estirados en aspa, pellizque sus erectos pezones sobre el sujetador, gimió y sus dientes mordisquearon su labio inferior, libere sus pechos de su prisión y deje que desbordaran por encima del sostén.

Roce sus liberados senos con las yemas de los dedos, continué acariciando su torso bajo la lasciva mirada de Lucía, esta se relamía con avidez mientras deseaba que le permitiera disfrutar del juego, continué recorriendo el cuerpo de María y deslice sus leggins descubriendo su sexo, el tanguita de leopardo intento escabullirse con el dorado pantalón, no se lo permití y lo acomode de nuevo sobre el pubis depilado y húmedo. Acaricie su pubis sobre el tanga, me dedique a recorrer las manchas que imitaban la piel del felino, cuando María incremento sus gemidos, retire mi mano y me acerque en busca de Lucía.

Bese a mi cómplice, su lengua busco consuelo entre mis labios, sus manos empujaron mi trasero en busca de su pubis, acaricie sus nalgas sobre la minifalda que ceñía su cintura, mientras continuábamos intercambiado saliva la despoje de la blusa, continué retirando la mini y la deje en ropa interior, me acerque el índice a los labios y le pedí silencio.

María continuaba sobre la cama, sus brazos anclados al armazón del lecho y sus piernas desnudas, solamente el erótico conjunto cubría su cuerpo, le acaricie los pies y sonrió, -me haces cosquillas-, su voz delataba su grado de agitación, sin responderle acomode las tobilleras a su cuerpo y anude las cintas, estire cada pierna hasta formar una equis perfecta con sus brazos y ate las bandas a la estructura de la cama. Serví de nuevo un poco de cava y brinde, esta vez solamente entrechoque mi copa con la de Lucí, me acerque a ella y tire de su brazo para que me siguiera, llegamos al baño, abrí los grifos y le hable en voz muy baja, -está asustada, trátala con cuidado, utiliza solamente la lengua, no le toques el sexo y sobre todo, no te delates-, Lucía asintió y volvimos al dormitorio.

Se arrodillo sobre la cama y acerco sus labios a la piel desnuda de su axila, la beso, un beso húmedo y dulce, continuo recorriendo su cuerpo, besaba sin ningún orden pero manteniendo el mismo tipo de contacto. Lucí se había recogido el pelo y utilizaba su nariz para rozar el indefenso cuerpo de María.

Esta tendida sobre la cama respiraba agitada, sentía otros labios profanando su cuerpo, otra lengua lamiendo su piel, una sensación diferente recorría su ser, deseaba ser amada.

Mientras, Lucía ascendía paladeando su pecho en busca del pezón que lo coronaba, lo atrapo y succiono como una niña hambrienta, cambio de pecho y actuó del mismo modo. Saciada retiro sus labios y emprendió la busca de su sexo, en su camino saboreo su ombligo y lamió sus muslos, descendió por las rodillas y paladeo los pies de María, disfruto de cada dedo, jugueteo con ellos, incluso mordisqueo alguno. Me acerque y con un gesto le indique que era suficiente, ella obedeció y se retiro.

Desnude a Lucía, su cuerpo destilaba sexo por todos sus poros, acaricio mi sexo y tras rechazarla, la acomode en una silla, con la cuerda que acompañaba el kit de bondage encarcele sus manos a su espalda por detrás del respaldo, cuando termine le acerque las bolas chinas a su boca y ella las lubrico, con restos de su saliva se la introduje dentro de su encharcado sexo recordándole que guardara silencio.

Abrí el estuche de la fusta y tras asir su empuñadura, la agite fuertemente, el silbido que emitió al rasgar el aire, alerto a María, reitere mis latigazos al viento, uno, dos, tres, el zumbido se intensifico, después, silencio. Acaricie los pechos de mi indefensa doncella, ella al sentir el cuero rozando sus mamas reconoció el objeto que azotaba el vacío, su cuerpo se tenso como una cuerda de guitarra, continúe acariciando su piel, y al llegar a su sexo, le di unos suaves golpes por encima del tanga. Su instinto le pedía que cerrara las piernas, pero su cuerpo no respondía a sus órdenes, pude ver como las cintas que sujetaban sus articulaciones se estiraban, de su sexo pase a sus muslos, pequeños azotes muy seguidos, y finalmente un golpe marco el triangulo de la fusta en su pecho. María grito, su quejido me recordó que había olvidado ponerle la mordaza, al sentir la bola gomosa en su boca, protesto, -no por favor, eso no-, -es necesario- respondí. Una vez amordazada continué con el juego, pequeños golpes de vara repartidos por su cuerpo, intercalando algunos un poco más dolorosos pero sin llegar nunca a golpear con fuerza. Quería que ambos disfrutáramos, no quería lastimarla.

Mientras en la silla Lucía no se perdía ni un segundo del espectáculo, agitaba sus brazos y movía su cadera buscando el masaje de las bolas, sabía que si se corría delataría su identidad, recogí su empapado tanga y se lo introduje en la boca, de nuevo ninguna protesta, ella sabía lo que le esperaba si se portaba bien, y a ciencia cierta se estaba comportando más que bien.