UNVDC 6

Continua.

Introduje el destino en el GPS y conduje hacia la ruta predeterminada, una parada para llenar el depósito, y tras cuarenta y cinco minutos con tráfico muy denso, me adentre en la A-2. Había quedado con Luci muy cerca de Zaragoza, en la primera área de servicio de la autopista de pago. Según nuestros cálculos, ellas llegarían sobre las tres de la tarde, ya que pararían a picar alguna cosa. Mi cómplice conocía la ruta a seguir, en su navegador figuraba como destino predeterminado, ella se encargaría de traer puntual a María.

Sobre la una y media de la tarde, llegue a mi destino, aparque en el área de servicio y fui a comer, una ensalada y un bocadillo saciaron mi apetito. Mientras esperaba aproveche para leer unas páginas de mi última adquisición, "Forjada en cobre", el cortado humeaba frente a mí, mientras devoraba capitulo tras capitulo, la historia de una mujer que quiso ser herrero, me atraía la fuerza y la necesidad que mostraba la protagonista para conseguir llegar a su fin.

El sol brillaba con fuerza en el exterior de la cafetería, decidí salir a fumar un pitillo y disfrutar de los rayos del astro rey, la temperatura era muy agradable y el pronóstico para el fin de semana en Girona mostraba la misma tendencia. Aspire las ultimas caladas del cigarro y consulte mi reloj, veinte minutos para la hora estimada, -perfecto- musite.

Al final fueron treinta y cinco minutos de espera, pero al fin el coche de Lucía asomo en la entrada del parking. Había quedado con ella que intentaría aparcar en la zona cubierta. Desde mi posición pude observar como salían del coche y se dirigían a la cafetería. Ambas vestían vaqueros y suéter, bromeaban como dos adolescentes y no paraban de reír.

Dirigí mis pasos al interior del edificio, la cafetería quedaba frente a la puerta principal al fondo del local, a la derecha estaban situadas las mesas que compartían con el self service y a la izquierda quedaba una zona comercial, donde podías conseguir desde un oso de peluche hasta la prensa diaria. Decidí que me escondería entre las estanterías del pequeño supermercado y dejaría que las chicas tomaran asiento y se relajaran ante una taza de café.

Desde mi observatorio las vi entrar, ambas sonriendo, se acercaron a la cafetería, y tras unos minutos se acomodaron en una mesa situada cerca de las ventanas, -Lucia sigue paso por paso mi plan- pensé dibujando una sonrisa en mis labios. Espere diez minutos y me acerque a ellas, María me daba la espalda y Lucia me vio perfectamente, no mudo ni un ápice su expresión, continuo charlando animadamente y fui yo quien rompió su conversación.

  • Mira quien está por aquí –María se giro y mostró una expresión entre la sorpresa y el odio-
  • Hombre que pequeño es el mundo –respondió Luci con una sonrisa-, ¿Qué haces aquí?
  • Me he cogido un par de días en la oficina y me voy a una casita rural en Girona, necesito un cambio de aires y respirar aire puro.
  • Siéntate y nos cuentas –Lucia merecía un premio por esta actuación, y se lo compensaría con creces, ella no sabía que formaría parte de un fin de semana inolvidable-

Me acomode en la mesa, a mi izquierda Luci, y a mi derecha una sorprendida María que no se había recuperado del shock de verme aparecer a su espalda.

  • Una casita rural, que bien suena eso, y ¿te vas solito? –pregunto Luci-
  • No, me voy con María –respondí sin dejar de fijar mis ojos en los ojitos asustados de María-, cuéntale la verdad de este viaje, querida Luci.

María miraba a su amiga con una expresión asesina, sus ojos no dejaban de lanzar chispas mientras sus manos temblaban nerviosas sobre la mesa. Yo disfrutaba con la situación, mis palabras habían descolocado completamente a la inocente muchacha, si a eso unimos la traición inesperada de su amiga, obtenemos una excitante mezcla digna del mejor alquimista. La tensión se disparo, un tenue –dime que no es verdad- salió de los labios de María.

  • María, Luci me ha ayudado a que tu y yo pasemos un fin de semana juntos, sin tensiones, alejados de la ciudad y disfrutando del campo, te aseguro que jamás olvidaras estos días –mi voz sonó clara y potente- el salón del hogar no se celebra en Barcelona este fin de semana, tú decides, o te vas con Lucia a la ciudad condal y jamás volveremos a vernos –tras una estudiada pausa, mis ojos buscaron los de María penetrándola con mi mirada- o disfrutas junto a mí de placeres que no imaginarias en tus mejores sueños, tú decides.

El silencio se apodero de todo el local, en ese momento solamente existíamos ella y yo, sus ojos delataban su enfado, pero el color de sus mejillas indicaban que la excitaba la idea de viajar conmigo. Poco a poco su mirada se suavizo, su cabeza se inclino suavemente y sin dejar de mirar la taza de café que reposaba sobre la mesa musito, -me voy contigo-

De nuevo nos envolvió el bullicio del local, sentía una excitación que amenazaba con erectar mi sexo, deseaba poseer a María sobre la mesa en ese momento, continuaba avergonzada sin levantar la cabeza, seguramente su sexo estaría excitado como el mío, mire a Lucia y ella asintió, su voz nos devolvió a la realidad –¿Vamos al coche y recoges el equipaje de María?-

  • Si –respondí-, pero antes María tiene que ir al servicio.
  • Yo –interrogo levantando la cabeza-
  • Toma –le entregue una bolsita de terciopelo con un objeto en su interior- ponte esto.

Ella estiro la mano y atrapo el envoltorio que ocultaba las bolas chinas, se acerco a Lucia y le susurro algo al oído, luego sus pasos encaminaron al servicio y yo me quede junto a Luci.

  • Por un momento he dudado que aceptara venir conmigo.
  • Yo no, durante todo el viaje no ha dejado de hablar de ti, que si esto, que si aquello, he estado a punto de meter la pata y decirle que te vería dentro de un ratito.
  • Entones la ves dispuesta a todo –interrogue-
  • Dispuesta a todo lo le pidas.
  • Por cierto, que te ha susurrado al oído.
  • Como sois los hombres, queréis saberlo todo, solamente me ha dado las gracias.

En ese momento volvió María del baño, saber que las elípticas bolas plateadas descansaban en un joyero natural incremento mi excitación. Su rostro sonrojado delataba el placer que sentía ante tal situación, se acerco a nosotros con la sonrisa dibujada en su rostro y pregunto, -¿nos vamos?

Acompañe a las chicas al coche de Luci, rescatamos la maleta de María del maletero y nos despedimos de mi Celestina.

Llegamos a la carroza que conduciría a María al límite del placer, ella no imaginaba lo que había planeado para el fin de semana, pero durante el trayecto que nos quedaba pensaba prepararla para que lo disfrutara al máximo. Salimos del área de descanso y encamine el coche a nuestro destino, el GPS brillaba sobre el cristal haciendo competencia a los ojos de la pasajera, estaba preciosa con esa mirada tímida y a la vez curiosa, una mezcla de sensaciones plasmadas en su rostro. Sus mejillas resplandecían sonrosadas y una mueca de placer se dibujaba en sus labios, no podía dejar de contemplarla. María mordió su labio inferior mientras un leve gemido escapaba de su boca, era el pistoletazo de salida, las joyas estaban jugando en el interior del joyero.

  • ¿Estas disfrutando? –pregunte sin dejar de mirar la carretera-

Un gemido respondió a mi pregunta, acaricie la parte interna de su muslo y recorrí el trayecto que la separaba de su pubis, sobre la tela vaquera presione con mis dedos y sentí como sus piernas atrapaban mi mano. María cerró los ojos y sin dejar libre mi cuerpo arqueo el suyo sobre el asiento, un orgasmo la transporto al placer, en busca del deseo y camino de lo prohibido.

Poco a poco sus piernas se abrieron, mi mano recupero su espacio sobre la palanca de cambios, y su voz sonó en el interior del vehículo, -me ha encantado-

Continúe la marcha, estaba atardeciendo y quería llegar a nuestro destino, mi cuerpo protestaba esta decisión, ansiaba poseerla en ese momento, pero mi cabeza me convenció que toda espera tiene una recompensa. Tenerla a mi lado era como sentir el aroma que desprende el mar desde su orilla, invitándote a adentrarte en el, a probar su agua sobre la piel desnuda, a disfrutar de sus caricias. María tras reponerse de su momento especial, no dejo de interrogarme sobre nuestro destino, -¿Dónde vamos?, ¿Cuánto queda?, ¿todo esto lo has preparado para mí?- simplemente le sonreí, la mire durante un instante y añadí; -Esta será una experiencia que no olvidaras, confía en mí, durante el fin de semana disfrutaras de sensaciones que no sabes ni siquiera si existen, probaras placeres que nunca jamás has disfrutado, sentirás cada poro de tu piel y lo más importante, te entregaras a mí, ¿estas dispuesta?

María enrojeció, su timidez de nuevo se apodero de ella, permaneció callada durante un par de minutos sin dejar de contemplar sus pies, finalmente un tímido si, salido de sus labios.

Dejamos la autopista y nos desviamos por carreteras secundarias, el indicador del navegador mostraba que faltaban cuarenta kilómetros, poco a poco esta marca fue bajando y nosotros nos adentramos en un paraje idílico. El ascenso a la montaña había modificado la vegetación, ahora nos escoltaban grandes y frondosos árboles, rodeados de la penumbra del día se mostraban imponentes ante nuestros ojos. La tarde había caído y la noche amenazaba con oscurecer nuestra llegada a "Can Seller", tras un par de desvíos un cartel nos indicaba que estábamos a un par de kilómetros del hotel, y finalmente tras girar a la derecha una curva pronunciada, de nuevo un indicador nos mostraba la entrada a un camino de tierra, al final del mismo una antigua construcción nos dio la bienvenida.

Aparque en la zona habilitada y junto a María nos dirigimos a la entrada, era mucho mejor de lo que había imaginado, un ancho portalón de madera nos franqueo la entrada, tras el otra puerta, esta de cristal, se abrió a nuestro paso. Techos altos, piedra y madera mostrándose donde dirigieras la vista, una escalera de piedra se bifurcaba a izquierda y derecha y frente a ella nuestra anfitriona. Una mujer de mediana edad, elegante y sencilla, nos recibió amablemente y confirmo mi reserva. Tras los trámites de rigor nos invito a acompañarla en pos de nuestra morada. Se respiraba historia entre las cuatro paredes y sonreí al pensar que yo escribiría la nueva vida de María encerrado en ellas.

La habitación era fantástica, un pequeño recibidor te mostraba el camino, continuabas por el amplio pasillo y a la izquierda la puerta del baño, un baño de fabula, espacioso, con dos zonas bien delimitadas, y una sorpresa añadida. Una espectacular bañera azul con un diseño retro calzada sobre cuatro patas cromadas y con la gritería exterior también en cromado, María no hubiera avanzado ni un paso más, se quedo alucinada con el baño, yo había visto las fotos de la web, pero a decir verdad, no le hacían justicia.

Dejamos atrás el baño y entramos en el dormitorio, pese a estar sobre aviso me quede perplejo, un techo inclinado con las vigas al aire y un cabecero en piedra se reflejaron en mi retina. La cama impecable se mostraba apetecible y confortable, en conjunto la estancia merecía hasta el último euro que valía, en una palabra, impresionante.

María me miro y sonrió, -es fantástica-, sus palabras me recordaron que estábamos aquí por ella y sin decir una palabra la estreche entre mis brazos y la bese apasionadamente. Nuestras bocas sellaron un pacto de placer, lujuria y morbo que se extendería durante todo el fin de semana. Mientras ambas lenguas disfrutaban de una cavidad bucal diferente a su alojamiento habitual, mis manos recorrieron su cintura para terminar acariciando su trasero. Mi boca busco su cuello, mis manos juguetearon con el botón de su vaquero, ella acariciaba mi espalda y disfrutaba del cosquilleo de mi lengua sobre su piel. Lentamente el pantalón dejo de oprimir su torneada cintura y mis manos descubrieron más espacio para maniobrar, sin dejar de saborear su epidermis acaricie la parte superior de su tanga, descendí unos centímetros y comprobé la humedad del mismo. Sin dejar de abrazarla la tendí sobre la cama y libere sus piernas del vaquero, retire la prenda que cubría su sexo y busque el cordel de las bolas que María guardaba en su interior.

Con mi mano derecha tire un poco de él, su gemido me indico que disfrutaba de mi maniobra, deje que la primera bola viera la luz, su color plateado brillaba intensamente empapada en flujo, mientras con mi mano izquierda acaricie la parte superior de su sexo. María se había rasurado de nuevo, el tacto suave de su piel así lo indicaba, introduje de nuevo la bola en su cuerpo y tire de su tanga lentamente hasta liberarla de él.

Me incorpore y tome una almohada, la introduje debajo de su espalda y la acerque al inicio de su trasero, María se acomodo sobre ella y tras unas palmaditas en sus muslos, separo las piernas y apoyo los pies sobre el colchón. Mi cuerpo se arqueo entre sus piernas y mis labios buscaron los labios que cerraban su hermoso sexo. Recorrí su hendidura con mi lengua y saboree un elixir dulzón y pegajoso. Mis dientes aprovecharon la oportunidad y atraparon uno de sus labios, ella empujo su pubis contra mi rostro, buscando el contacto con mi boca, su sabor no me saciaba y ávido de placer lo disfrute durante unos minutos. Recorrí todos los recovecos de su sexo, no deje ni un ápice por besar, chupar o lamer, ella se revolvía de placer y gemía en pos de su orgasmo. Cuando vi que su cuerpo estaba llegando al clímax, atrape el cordón de las bolas entre mis dientes y sin dejar de acariciar su clítoris con la yema de mi pulgar, tire de él, las bolas salieron de su escondite y tras ellas María salto sin control sobre la cama, su orgasmo había llegado.

Me tendí a su lado y encendí un cigarrillo, las palabras sobraban en ese momento, simplemente me limite a observarla, sus mejillas de nuevo estaban coloreadas y sus boca aspiraba aire sin control. Acerque la palma de mi mano sobre su vientre y sentí su descontrolada respiración, -tranquilízate, queda mucho fin de semana y no quiero pasarlo en el hospital-, ella sonrío y añadió, -dame un minuto-

Aplaste la colilla en el cenicero y mientras María continuaba sobre la cama me levante en busca de mi maleta. La abrí y deposite la ropa en el interior del armario, el neceser lo deje en el baño y el resto de juguetes que habitaban mi maleta los deposite en la mesa del recibidor, alineados perfectamente y a su lado el estuche cerrado de la fusta.

Me acerque a María y la inste a que se duchara, -vamos a darnos una ducha, tenemos una reserva para cenar-, ella asintió y nos dirigimos al cuarto de baño.

Teníamos prisa y no nos entretuvimos probando la hermosa bañera, utilizamos el plato de ducha, fue una ducha rápida pero llena de tensión sexual, la enjabone y mientras nos besamos como dos adolescentes, el agua empapo nuestros cuerpos, sus besos y el roce de sus uñas en mi espalda endurecieron mi sexo, flexione las rodillas y me introduje dentro de ella. Abrazados fuertemente ambos cuerpos buscaron saciar su sed, el espacio era limitado y María se separo de mi, flexiono sus piernas y me arranco el placer con su boca, mis manos atraparon su cabeza y me vacíe en su interior, ella continuo con mi carne entre sus labios, podía sentir su lengua jugueteando con mi glande, absorbió hasta la última gota de mi semen y me miro sonriente.

Abandone la ducha antes que ella, la deje lavándose el pelo y me vestí, no sin antes prepararle a ella su atuendo, un pequeño vestido negro que encontré en su maleta. Tardo unos veinte minutos en salir del baño, lo hizo completamente desnuda, se acerco a la cama y vio el vestido, me miro desconcertada y pregunto -¿y la ropa interior?-, sonreí y le respondí, -el vestido lo he elegido yo, la ropa interior es cosa tuya, te espero bajo, no tardes mucho-

Al cabo de un rato bajó. Iba espléndida, con el vestido negro, tacones a juego, peinada con el pelo recogido. Un lujo de mujer, bueno de mujer de otro de la que yo iba a disfrutar todo el fin de semana, y eso que ella no sabía ni la mitad de las ideas que tenía y los pasos que iba a dar en su camino hacia la sumisión hacia mí.

  • ¿Qué llevas por dentro?-pregunté descuidadamente.
  • Un conjunto que no has visto. Espero que sea de tu gusto. Sujetador y tanga a juego, blanco con florecitas verdes, es muy erótico- contestó ella.
  • Eso lo decidiré yo; a lo mejor incluso lo veo antes de que tu creas- contesté.

Luego tuvo lugar una tranquila cena, totalmente normal, de pareja convencional, nadie podía imaginar el tipo de relación que teníamos, ni mucho menos lo que sucedería aquellos días.

Salimos del restaurante y fuimos en busca de mi coche, la noche era perfecta, una suave brisa acariciaba nuestros cuerpos, la luna brillaba con intensidad y podía verse un cielo estrellado. Llegamos al coche y le propuse a María tomar la última copa, durante la cena me había encargado de que no le faltara el vino, un blanco muy fresquito con un toque afrutado y muy fácil de beber, nos acercamos a un pub que había visto mientras conducida en busca del restaurante. Tras aparcar, entramos en el local, nos recibió una suave música, nos acercamos a la barra y pedí para los dos, un gin tonic para María y un ron con cola para mí, mientras esperábamos nuestras consumiciones encendí un cigarro, tras aspirar una calada, bese a María y deposite el humo en su boca. Ella tosió un par de veces pero no recrimino mi acción, es más, me arrebato el cigarrillo de mi mano y le dio un par de caladas, la mire y ella sonrió.

  • Antes fumaba, solamente los fines de semana.
  • Entonces estas aprovechando que es fin de semana, -pregunte-
  • Cuando me has pasado el humo me he quedado con ganas, por eso te he robado un par de caladitas, -respondió sonriendo mientras bebía un sorbo de su combinado-
  • Podríamos sentarnos en aquella mesa –el ambiente al fondo del local era bastante intimo y había algunas mesas libres-
  • Perfecto, estos tacones me están matando.

Nos sentamos uno frente al otro, unas velas encerradas en una botella daban un toque tenue de luz en cada mesa, no había mucha gente, un par de parejitas y nosotros. Realmente estaba espectacular con el vestido negro, no se lo había visto nunca y le sentaba como una segunda piel.

  • ¿Ese vestido era para ir a la feria con Lucí, o para salir por Barcelona? –interrogue con una sonrisa-
  • Lo vi en un escaparate y me encanto, los zapatos también los compre en la misma tienda.
  • Estas preciosa, pero no has respondido a mi pregunta –insistí de nuevo-
  • Me apetecía sentirme deseada, quería sentir lo mismo que siento cuando estoy contigo –respondió avergonzada-
  • Y ahora, ¿te sientes deseada?
  • Si –sus mejillas enrojecieron, volvió a inclinar la cabeza y asintió de nuevo-

Con un gesto encargué una nueva ronda, de repente sentí como un pie escalaba por mi pantorrilla y se detenía sobre mi sexo, durante unos instantes perdí el control de la situación y mi cuerpo dejo de prestar atención a mi cerebro. María estaba acariciando mi sexo con su pie desnudo, podía sentir cada uno de sus dedos jugueteando entre mis piernas, mi pene respondió inmediatamente y empezó a crecer atrapado por el bóxer. La llegada del camarero con las bebidas me dio una pequeña tregua, ella mostraba una sonrisa picara y radiante.

  • Ahora el que se siente deseado soy yo.

María no respondió y volvió a la carga, de nuevo su pie repto como una serpiente por mis piernas y se detuvo sobre mi sexo, continuo endureciendo mi carne y sonriéndome descaradamente, acerco la copa a sus labios y tras un pequeño sorbo retiro el pie.

  • Tengo que ir un momento al servicio, ahora vuelvo.

Me quede sentado sin articular palabra, sentía una erección terrible y no podía pensar en otra cosa que no fuera el cuerpo de María. Apure mi ron y acomode mi sexo lo mejor que pude en mis pantalones. La situación me había desarmado por completo y tenía que tomar de nuevo las riendas, no podía dejarme llevar por el momento, en ese momento entendí que el juego del fin de semana había comenzado.

María regreso del baño y de nuevo se sentó frente a mí, sentí como volvía a reptar con su pie en busca de mi sexo, retire la silla y ella no consiguió llegar a su destino.

  • Ahora vas a ser una niña buena y te vas a quitar ese tanga tan erótico que dices que llevas.
  • Podrías habérmelo pedido cuando he ido al baño –respondió malhumorada-
  • Te lo pido cuando me da la gana –mi voz sonó con intensidad acallando las voces de las dos parejas que compartían el espacio donde nos encontrábamos-
  • Baja la voz por favor nos está mirando todo el mundo.
  • No me repliques –insistí de nuevo elevando la voz-

De nuevo los colores brotaron en su rostro, sabía que al elevar la voz todas las miradas se centrarían en nuestra mesa, incluida la del camarero, una lagrima amenazo con desbordar su parpado, orgullosa se trago toda su vergüenza y oculto sus manos bajo la mesa. Sin dejar de mirar su copa, inicio una serie de movimientos intentando acceder a su tanga, sus movimientos no daban el resultado que ella esperaba y elevo su cuerpo sobre la silla apoyando su estomago sobre la mesa, sus codos se elevaron unos centímetros y descendieron al instante, volvió a sentarse y me suplico; -por favor-

En ese momento me levante y le dije, -nos vamos-

Su cara de nuevo fue un poema, tenía el tanga a la altura de las rodillas, yo me había levantado y ella era el centro de atención, -no te voy a esperar todo la noche- de nuevo alce la voz para ponerla más nerviosa. María se levanto de un salto y el tanga resbalo por sus piernas quedando sobre sus zapatos, levanto un pie y luego el otro dejando que la pieza de ropa quedara sobre el suelo, flexiono las rodillas y con un rápido movimiento lo atrapo en el interior de su mano. Mientras yo pagaba las consumiciones, el camarero no le quitaba los ojos de encima, era el único que desde su ángulo de visión había visto toda la maniobra, ella permanecía a mi lado con el puño cerrado, le agradecí el excelente servicio y la calidad de las copas mientras el devoraba con la mirada el cuerpo de María, deje una buena propina y salimos del local.

Al salir a la calle se derrumbo, un mar de lagrimas fluyeron inundando su rostro, temblaba pese a la cálida noche, me acerque a ella y le musite al oído, -tienes tanto que aprender-

Llegamos al coche y ella continuaba sollozando a mi lado, -está aquí por voluntad propia, seguro que si cojo el tanga que ocultas en tu mano estará completamente empapado, deja de llorar inmediatamente-, mis palabras surtieron el efecto esperado, respiro profundamente y cesaron los sollozos. Me acerque a ella y le abrí la puerta del coche, le tendí la mano y ella me entrego su ropa interior, realmente estaba empapado, la mire y sonrió como una niña pillada en una travesura. Acerque el pequeño trozo de tela a mi nariz y aspire su olor, mi cerebro envió una señal a todo mi cuerpo y sentí como mi sexo crecía de nuevo, -realmente es muy bonito, póntelo otra vez- y le tendí de nuevo su tanga. Cuando abrí mi puerta y me senté al volante, la pequeña prenda trepaba por sus muslos y se alojaba en su posición original, buena chica, pensé.

Regresamos en busca de nuestra habitación, la noche realmente invitaba a cometer locuras, una luna preciosa se recortaba entre las montañas, su resplandor chocaba frente a los árboles que querían ocultarla, dibujando una bonita imagen salpicada de estrellas.

Aparque el coche y bese a María, sabía que necesitaba sentirse especial y simplemente se lo di, la noche, la luna, todo conjugado en pos de la lujuria y el placer, una noche que solamente había empezado.

Subimos abrazados, pegando nuestros cuerpos, dejando que nuestras manos buscaran a su antojo cualquier parte de nuestros cuerpos, nuestras bocas se encontraban cada pocos pasos y saciaban su sed la una con la otra, la excitación se había desbocado y nosotros estábamos dispuestos a complacerla.

Abrí la puerta y encendí la luz del recibidor, María se arrodillo ante mí y deslizo sus manos en busca de mi cremallera, libero lo que buscaba y lo introdujo en su boca, apoye mi espalda contra la puerta y la deje hacer, su lengua acaricio mi glande y me arranco un gruñido, al momento mis pantalones morían arrugados sobre mis zapatos, sus uñas recorrieron el elástico de mi bóxer y el nacimiento de mi espalda, sentí como tiro de ellos y corrieron la misma suerte que mi pantalón, ahora mi sexo completamente liberado era devorado por los ansiosos labios de María. No se contento con lamer, succionar y saborear mi carne erecta, se encapricho con mis testículos, los presionaba con sus labios mientras su lengua los acariciaba separados únicamente por el escroto. Mis piernas me flaqueaban y mi eyaculación era inminente, dirigí mi sexo a su boca y ella lo alojo en su interior, empuje mi pubis rítmicamente y descargue todo mi semen, no interrumpió su labor y continuo devorando mi carne durante unos minutos.

La ayude a levantarse del suelo, la puse frente al mueble donde descansaban todos los juguetes y se los enseñe, -supongo que cuando has salido los has visto, son todos para ti-, su respuesta no me defraudo, -estoy ansiosa por probarlos, pero tengo una duda, ¿Qué hay dentro de ese estuche?-

  • No me puedo creer que no lo abrieras cuando has estado sola, si lo has abierto lo sabré y sabes que no me gusta que me mientas.
  • He pensado en abrirlo, pero luego me he pensado que me arrepentiría –su respuesta sonó muy sincera-
  • Es un regalo para ti, pero hoy no es el día, mañana te lo enseñare.

Recogí todos los juguetes excepto el estuche de la fusta y con María asida a mi mano nos dirigimos en busca de la cama. Ella continuaba con el vestido puesto, su maquillaje se había corrido tras su trabajo bucal, pero continuaba preciosa. La pedí que se desnudara lentamente, ella asintió y su vestido se desprendió de su cuerpo, su cuerpo moreno resaltaba sobre el blanco de su ropa interior, realmente era excitante verla así.

  • Siéntate sobre tus piernas en el centro de la cama, los brazos a tu espalda y mira directamente al cabecero –ella obedeció y en dos segundos adopto esa posición sobre la cama-

Mientras María permanecía sobre la cama me acerque al armario, la bolsa que contenía el kit de inmovilización descansaba en mi maleta, una vez en mis manos busque el antifaz, lentamente me acerque a ella y susurrándole que estuviera tranquila cubrí sus ojos. Comprobé que realmente no veía nada acercándole mi mano a su rostro, con el pelo recogido y sus ojos vendados ofrecían una imagen muy morbosa. Desabroche su sujetador y descubrí sus pechos, me entretuve jugueteando con sus pezones, lamiendo su aureola al tiempo que mi mano presionaba el pezón opuesto, ambas protuberancias crecían bajo mis caricias, me situé detrás de ella y deslice las manos sobre sus pechos, los acariciaba indistintamente, los presionaba desde su nacimiento y buscaba su cumbre para continuar pellizcando sus pezones, María empezó a respirar agitadamente. Separe mis manos y me senté a su lado, observándola, ella sentía mi presencia y añoraba mi contacto, la deje así durante unos minutos.

Le acaricie los brazos y se estremeció, con cuidado deslice la primera muñera alrededor de su mano, la subí lentamente hasta ajustarla a su muñeca y una vez en su sitio cerré el velcro. Repetí la operación con su otro brazo, ahora solamente me faltaba pasar la cinta entre las ranuras para tener inmovilizados sus brazos. Ella se sabía vulnerable y eso la excito mas, boqueaba exhalando más aire y movía su cabeza nerviosa. Atrape entre mis manos el vibrador doble, lo puse en marcha y emitió un singular zumbido, se lo acerque al oído y deje que su imaginación se encargara del resto. Ver los dos trozos de gelatina moverse me dio una idea, acerque uno de ellos a su boca y fui aumentando el programa de vibración poco a poco, mientras ella babeaba sobre uno, el otro le acariciaba el cuello, una vez empapado por su saliva, se lo acerque a los pechos y por su respiración deduje que le encantaba.

  • María, ahora quiero que te acuestes boca arriba y que estires todo tu cuerpo, si te aprietan demasiado las muñequeras, dímelo.

Ella se tumbo sobre el colchón y continúo en silencio, su respiración se acompaso de nuevo, abrí la ventana y me encendí un cigarro, quería exaltarla un poco más y a ciencia cierta que lo estaba consiguiendo.

Cerré de nuevo la ventana, me acerque a María y acaricie su estomago, fue una caricia lenta, alternando las yemas de los dedos con las uñas, su piel se erizo y su respiración se incremento de nuevo, una nueva caricia, esta vez empezando en los laterales de su pecho y continuando por cada uno de sus costados, cuatro dedos en cada margen de su cuerpo, recorriéndolo de arriba a bajo, deslizándolos poco a poco, incrementando la velocidad, parando por completo, estaba al borde del orgasmo y no había tocado su sexo ni un instante. Acerque mi boca a su tanga, pase mi lengua por todo el elástico, solamente sobre la cintura, en ocasiones conseguía mi objetivo e introducía mi lengua en busca de su piel. Deslice un poco de saliva sobre el tejido, prácticamente en el centro de sus labios vaginales, ya que estos se marcaban como una diana debido a la humedad en la zona, me acosté colocando mi cabeza entre sus piernas y recorrí la incisión de sus labios, estaba sorbiendo sus jugos destilándolos sobre el tanga. Alce una mano y acaricie su sexo, lo presionaba sobre el lienzo que ocultaba el objeto de mi deseo, María enloqueció, se convulsiono sobre la cama y estallo de placer.

La deje recuperarse y le ayude a sentarse sobre la cama, desate sus manos sin liberarla de las muñequeras, ate la cinta de cada muñequera en el armazón de la cama, le pedí que se acostara boca arriba otra vez y pase de nuevo las cintas por las ranuras, volvía a estar inmovilizada, esta vez con los brazos en aspa.

Le ofrecí un sorbo de agua, María prácticamente vació la botella, las gotas que quedaron en su interior las escurrí sobre sus pechos, estaba sofocada y sonrío al notar el frescor de las gotas deslizándose sobre su piel desnuda. Deslice mi mano entre su sexo y el tanga y sentí su calor, simplemente mantuve la palma presionando sobre su piel, la humedad y el calor que desprendía indicaban que ardía en su interior. Le quite el tanga, poco a poco, evitando que ella doblara las rodillas, al fin la libere de él.

  • Ahora quiero que separes las piernas, dobles tus rodillas y las eleves hacia atrás.

Quedo totalmente expuesta a mis ojos, su sexo rebosaba jugos brillantes que resbalaban en busca de su culito. Me desnude completamente y acerque mi sexo a su vagina, lo arrastre deslizándolo sobre su abertura, y me introduje en ella, me balancee y disfrute de la estrechez de su canal, penetrar a esta mujer era maravilloso. Continúe jugando con ella, se la sacaba entera para volverla a meter, golpeaba su sexo con mi sexo, serpenteaba mi pene entre sus labios, le introducía la mitad muy lentamente y el resto de un solo golpe, no mantenía ningún ritmo y evitaba que sus piernas me atraparan. Cuando me separe de ella, protesto, así el doble vibrador y tras lubricar su ano con mi saliva y sus jugos, accedí a sus dos orificios a la vez, soltó un chillido al sentirse colmada por dos penes de silicona.

Deje que descansara sus piernas sin liberarla del vibrador, este todavía estaba sin encender y María amenazaba con montar un escándalo con sus gemidos, le puse la mordaza y protesto, ajuste la bola gomosa a su boca, su imagen entremezclaba la pasión y el enfado, la bola tenía varios agujeros para que pudiera respirar sin ningún problema, no obstante, me quede acariciándola y susurrándole palabras al oído, si quería disfrutar con ella, tenía que calmarla. Mis esfuerzos dieron el resultado esperado y María dejo de protestar y se dispuso a disfrutar de los innumerables orgasmos que pensaba proporcionarle.

Una vez silenciada, todo fue más fácil, volví a situarme entre sus piernas, le acaricie los muslos y jugué con el vibrador, lo empujaba unos centímetros y lo recuperaba de nuevo, en su sexo entraba muy fácil, pero en su culito era otra cantar, decidí que tenía que solucionarlo y tras pedirle a María que elevara las piernas otra vez, me dedique a disfrutar del néctar que brotaba de su sexo, libaba sus jugos y los acercaba a su pequeño agujero, entre mi saliva y sus fluidos poco a poco su esfínter se dilataba ayudado por mis dedos. Cuando mi pulgar se deslizaba con facilidad en su estrecho conducto decidí que había llegado el momento de gozar, me incorpore y le pedí a María que apoyara sus piernas sobre mis hombros, penetre su encharcada vagina de un solo golpe, pese a la mordaza sus gemidos o más bien gruñidos se escuchaban perfectamente, la posición invitaba a disfrutar de su trasero, retire mi carne de su interior y la penetre por atrás, sentir la estrechez de su gruta y la suavidad que le proporcionaba toda la lubricación consiguieron arrancarme un nuevo orgasmo, eyacule dentro de ella al tiempo que contemplaba su estampa, brazos en aspa, privada de la visión y sin poder gemir a su antojo, estaba a mi merced y ella lo sabía.

Desate sus ataduras y le retire el antifaz, desabroche la mordaza y le quite la bola de la boca, estaba completamente mojada, le di un dulce beso en la mejilla y le pregunte.

  • ¿Qué tal?
  • Genial me he quedado en la gloria, aunque lo de la mordaza no me ha gustado mucho –respondió haciendo un pucherito-
  • No te quejes que nos queda mucha noche, hay juguetes que todavía no hemos estrenado.
  • La sensación de no poder ver ni hablar ha sido muy fuerte, no conseguía relajarme, gracias por haberte portado tan bien conmigo.
  • No te equivoques zorrita, si no te relajabas no podía jugar contigo, no quiero llamar a una ambulancia y montar un escándalo, te has corrido como una perra sin poder ver y gruñendo como una cerda –el rostro de María enrojeció y de su boca no salió ninguna protesta-

La deje sobre la cama y me dirigí al baño, regule los grifos de la bañera y me prepare para disfrutar de un relajante remojón, mientras el nivel del agua subía sentí la presencia de María detrás de mí.

  • Necesito hacer pipi –por el tono de su voz continuaba avergonzada-
  • Nadie te lo impide –respondí irónico-
  • Es que yo... –no termino la frase, al ver mis ojos clavados en ella, entendió el mensaje-

Trago saliva y en silencio se acerco al inodoro y se sentó en él, la habitación quedo en silencio al cerrar los grifos de la bañera, ella me miro y sus mejillas volvieron a ruborizarse, sin prestarle atención me sumergí en el agua, estaba tibia y mi cuerpo lo agradeció, levante la vista y la mire.

  • Date prisa, tienes que enjabonarme la espalda –ordene-

Mis palabras rompieron el silencio del baño, ella azorada sollozo de nuevo, la furia que lanzaban sus ojos incitaban a la rendición, pero al instante, María empezó a orinar, solamente se escuchaba el sonido que producía el agua chocando contra el agua, poco a poco disminuyo el murmullo dando paso al silencio, la descarga de la cisterna rompió el hechizo, María se levanto y se acerco a la bañera, sumergió la esponja en la tibieza del agua y tras añadir un poco de gel, froto con suavidad mis hombros, los acaricio con ternura, despacio, sin un solo reproche. Ladee mi cabeza y la invite a compartir el baño conmigo.

El agua se estaba enfriando pero nosotros no queríamos romper el momento, simplemente disfrutábamos del contacto de nuestras pieles sintiendo como se arrugaban en el interior del fluido, era un estado de relajación continuo, una tregua en pos de la batalla, el descanso del guerrero.

Amanecimos sobre la cama, con el recuerdo del agua goteando en nuestros cuerpos y nuestras manos unidas en busca del lecho, un paseo corto pero colmado de sensaciones, nos amamos tratando de anular el encantamiento que nos unía, nuestras miradas confluyeron en el mismo espacio, María ronroneo a mi lado y mascullo –bajamos a desayunar-, -por supuesto, pero antes ponte la bolas- la batalla comenzó de nuevo.

Nuestros estómagos protestaban mientras descendíamos los últimos escalones, un paso más y dimos con el comedor. El olor a café y tortitas inundo de sabores nuestro cerebro, aunque era temprano necesitábamos reponer fuerzas. Mientras recorríamos el buffet buscando los alimentos que renovaran nuestras energías, acaricie la cintura de María, deslice mi mano sobre su sexo y presione, ella se agito pero no protesto, -desayuna fuerte, tenemos una buena caminata por delante- la solté y nos sentamos a disfrutar de la comida.