UNVDC 4

María descubre nuevos placeres...

A las cuatro aguardaba a María, pasee por el parque y a los cinco minutos apareció ella, me costo unos segundos reconocerla, -la zorrita tiene buen gusto- pensé, vestía una mini falda negra, que se ajustaba a sus caderas perfectamente, unas medias negras con una filigrana cubrían sus piernas convirtiéndolas en el deseo de cuantos se cruzaban con ella, en sus pies calzaba unos zapatos negros que resplandecían bajo el tibio sol, el tacón de los zapatos la elevaban lo justo para estilizar su figura. Cubriendo su torso, una blusa en blanco roto entallada, una hilera de botones separaban sus pechos, había dejado sin abrochar los dos últimos. Al llegar a mi altura entendí el motivo por el que los hombres giraban la cabeza al cruzarse con ella, su blusa tenia estratégicamente colocadas varias transparencias, insinuaban pero no permitían ver. Se había vestido a conciencia, además su visita a la peluquería no paso desapercibida para mí, el recogido que atrapaba su pelo le confería un aspecto muy sensual, cubría sus ojos con unas gafas oscuras, lucia un bonito bolso, demasiado grande para mi gusto, y un suave maquillaje resaltaba sus rasgos.

Buenas tardes, estas preciosa

Gracias –respondió tímidamente-

Te apetece dar un paseo –sugerí-

Sin dejarla responder la tome por la cintura y probé sus labios, -aquí no, por favor-, -aquí y ahora-, respondí. Ella acepto nerviosa, no esperaba que le ofreciera pasear, pero yo quería exhibirla durante unos minutos. El paseo en si no fue tal, fue un desfile erótico, quería conseguir que se sintiera una zorra, durante los escasos metros que recorrimos sintió los ojos de varios transeúntes clavados en su figura, María estaba al borde del llanto, cada vez que acariciaba su trasero se mostraba mas y mas inquieta. No quise que se derrumbara y la inste a dirigirnos al hotel.

Al llegar al vestíbulo me miraba sorprendida, cuando el botones abrió la portezuela metálica del ascensor y nos pregunto por nuestra planta, María comprendió que había dado el paso, estaba a punto de serle infiel a su marido, lo que no sabia era lo que tenia reservado para ella.

Abrí la puerta de la suite, de nuevo su expresión de sorpresa inundo su rostro, cerré la puerta tras de mi y con un tono de voz autoritario le ordene;

Quítate la falda y déjame que te vea.

Me miro sobresaltada, mas bien escandalizada, apretó los labios y respondió,

Yo no soy ninguna puta, trátame bien

No, eres una zorra cachonda que ha venido aquí a ponerle los cuernos a su marido, que se ha vestido como una putita para mi, que tiene el coño chorreando y esta deseando que la folle –respondí enfatizando mis palabras-

Se quedo petrificada frente a mi, -no tengo todo el día, a que esperas-, bajo sus oscuras gafas una lagrima pugnaba por bañar su rostro, agacho la cabeza y sus manos soltaron los corchetes que mantenían su falda ceñida a su cuerpo, la falda se deslizo para morir en sus pies, María no se movió, me acerque a ella y la ayude a liberarse de la misma, ahora lucia para mi. Deje la falda sobre la cama y la tome de la mano, estire mi brazo elevando el suyo, ella lo comprendió, giro sobre si misma y me deleito con sus formas. Un pequeño tanga negro con encaje y sobre su sexo el mismo motivo de la filigrana de sus medias, medias que continuaban firmes sobre sus piernas gracias al liguero que tiraba de ellas, -hoy vas a descubrir el placer que tanto ansias-, mis palabras le explotaron en la cabeza, lentamente le quite las gafas y la mire a los ojos, -hoy serás mi zorrita, mi esclava, yo seré tu dueño y señor, nunca olvidaras esta habitación-, María asintió, desabroche un par de botones de su blusa, de nuevo ropa interior negra, sus pechos atrapados por un sujetador que completaba el conjunto de su lencería, sobre los pechos de nuevo el dibujo de la filigrana.

Sin quitarle la blusa me senté en un sillón y libere mi pene de su prisión, -ven, quiero que lo saborees-, ella se inclino y acerco sus labios a mi sexo, mientras su tímida boca tomaba contacto con mi glande, levante el teléfono y pedí una botella de cava, María retiro su boca en cuanto escucho mi voz, -no te he pedido que pares-, de nuevo busco el contacto con mi carne, al principio con timidez, pero poco a poco incremento el ritmo de sus caricias, -usa solamente tu boca- ordene de nuevo. La zorrita sabia como enloquecer a un hombre, lamía, succionaba, e incluso masajeo mi escroto con su lengua encontrando lo que buscaba, me atrapo un testículo en su boca y succiono, mi cuerpo se arqueo ante su descaro. Unos golpes en la puerta sobresaltaron a María, -tranquila, es el cava, ábrele y recoge mi encargo-, -así-, pregunto, -prefieres hacerlo desnuda-, le respondí con una sonrisa.

María abandono sus caricias y se levanto, intento abrocharse los botones de la blusa, -si tocas uno solo, te la quito-, la advertí, tragándose su propia bilis se dirigió a la puerta, si de por si me ponía cachondo, verla con la tira del tanga entre sus nalgas y temblando me excito todavía mas.

Al abrir la puerta el camarero no supo donde mirar, un balbuceo salido de su boca, sus ojos clavados en el pecho de María, ella estiro sus brazos en pos de la cubitera, esta descansaba sobre un carrito acompañada de dos elegantes copas, -trae la cubitera y dale esto al chico- le grite desde el fondo de la habitación, quería entregarle un espectáculo que contaría durante años a sus compañeros, ella retiro la cubitera del pequeño carro y se acerco a mi posición, ver la cara del chaval no tenia precio, prácticamente babeaba. Cuando María llego a mi altura, le di un billete de veinte euros y la envié de vuelta por las copas, el camarero termino de repasar todos los detalles que le ofrecía la putita que le entrego mi propina, supongo que archivo todo en su cabeza para poder masturbarse en cuanto cerrara la puerta, ella firmo el recibo y cerro la puerta.

Descorche la botella y felicite a mi perrita, -te mereces un premio-, le serví una copa y deje la botella en el interior del frió recipiente, ella sollozaba, -yo no me merezco esto- repetía en voz baja.

Mira putita, si tu marido o tus amigas hubieran visto el show que le has ofrecido al camarero, imaginas lo que hubieran pensado, una mujer como tu, fiel y enamorada de su marido recibiendo a un camarero en tanga y ligueros. No quieras volver a ser una mojigata, porque has dejado de serlo, y esto no es más que el comienzo, y aunque protestes, te está gustando, deja que tu cuerpo disfrute, relájate y vive el momento.

María acerco el burbujeante liquido a sus labios y prácticamente termino la copa, se acerco a mi y se arrodillo en busca de mi sexo, bajo la cremallera y tras lidiar con mi bóxer libero mi pene, lo engullía con glotonería, si continuaba con ese ritmo terminaría corriéndome y esa no era mi intención. Atrape su cabeza entre mis manos y empuje hacia el fondo de su garganta, poco a poco conseguí introducirme cada vez mas en su boca, sus arcadas revelaron que estaba forzándola demasiado, suavice la presión de mis manos y le folle la boca, María empezó a tocarse, al principio muy tímidamente, sus dedos acariciaban su tanga, cuando su mano aparto el pequeño trozo de tela que cubría su sexo, decidí que era suficiente. La libere y me retire en busca de una copa de cava, -perrita, ni se te ocurra tocarte mas- ordene de nuevo, ella me miro suplicando que la dejara masturbarse, su expresión era de lujuria, la locura se había apoderado de sus ojos y respiraba agitadamente. Finalmente acato mi orden y se acerco a mí. Serví un par de copas y me dirigí en busca de los pañuelos de seda, me acerque a ella mostrándoselos entre mis manos, la despoje de la blusa, ate sus manos a su espalda y le vende los ojos.

María parecía mas relajada, no le gusto mucho que la atara pero no protesto, ella permanecía erguida a mi lado, tome una de las copas, la acerque a sus labios, el liquido empezó a inundar su garganta y termino la copa por completo, le ayude a situarse sobre la cama y le ordene que se pusiera de rodillas, ella obedeció, arqueo la espalda para no perder el equilibrio, su pezones se marcaban en el sujetador, la humedad de su tanga demostraba su excitación. La observé mientras encendía un cigarrillo, me acerque a ella y le tire una bocanada de humo, ella tosió un par de veces, de nuevo no protesto.

Disfrutando del cigarrillo encendí la cámara, cuando María escucho un par de veces el ruido entendió lo que estaba haciendo. –Mójate los labios y sonríe- le ordene, ella obedeció, froto sus labios e incluso los humedeció con su lengua, una sonrisa viciosa se dibujo en mi rostro, le dispare desde todos los ángulos, le ordene que se inclinara mostrando su apetecible culo, le desabroche el sostén liberando sus pechos, sus pezones ardían de excitación, estaban totalmente duros, desafiantes, apuntando hacia mí, me acerque a la cubitera y atrape un cubito de hielo, ella no lo esperaba y prácticamente se desplomo en la cama, quedo en posición fetal sobre su lado izquierdo, martiricé su pezón con el frió elemento, arrancándole suspiros de pasión. Con los restos de lo que había sido un cubo helado, recorrí su estomago en busca de su sexo, en mi mano el hielo se había desecho, solamente quedaba la sensación helada, introduje mi mano en su vagina y la penetre un par de veces con el dedo, gimió e intento prolongar la penetración, me retire de ella dejándola de nuevo sola en la cama.

Me desnude completamente, dispare algunas fotos mas y cambia a María de posición, le desate las manos de la espalda, le quite el sujetador y la tumbe mirando al techo, -si te mueves, te ato otra vez-, -entendido- respondió, la deje acostada y secuestre de nuevo un par de cubitos de hielo para morir sobre ella, mientras con una mano le enfriaba los pezones y toda su aureola, con la otra recorría su tanga una y otra vez, estaba empapada, el calor que desprendía fundía el hielo rápidamente, de un tirón aparte el tanga a un lado e introduje el hielo en su interior, arañaba la cama, entre la tortura de sus pechos y el frió que trataba de apagar su fuego, se corrió. Se convulsiono en la cama, la inmortalice con varias fotos, pero no la deje descansar, ella había gozado sin mi permiso y eso merecía un castigo.

Le quite el tanga, dejando solamente sobre su piel las medias y el liguero, su pubis se mostró ante mi, no estaba depilada, lo tenia arreglado pero sin depilar, acaricie su sexo y mi mano se empapo de sus jugos, -María, ¿quieres ser una putita, verdad?-, -quiero ser tu putita- respondió, -las putitas se depilan- y de un tirón le arranque varios pelos, un agudo gemido salio de su boca, le acaricie el clítoris y volví a jugar con su vello pubico, la notaba intranquila, creo que esperaba otro tirón, pero no pretendía arrancárselos, pretendía afeitárselos, deslice una almohada bajo sus riñones para elevar su cuerpo, sin avisarla me tumbe encima de ella y la penetre, fue una penetración rápida gracias a la cantidad de humedad que destilaba su sexo, ella levanto las piernas para incrementar la penetración, le pellizque los pechos, le lamí todo el rostro, ella estaba atacada, pedía que le diera mas y mas, que la follara, su lenguaje soez me excito todavía mas, sentía sus labios vaginales asirse a mi pene, la folle duro durante varios minutos, poco a poco disminuí la penetración, sacaba la totalidad de mi falo y lo volvía a introducir, ella suspiraba e imploraba que no la sacara, yo golpeaba con mi pene su vagina, y cuando menos lo esperaba la ensartaba de nuevo, su mano se deslizo en busca de su clítoris, se lo acaricio fuertemente durante un momento y volvió a correrse, esa imagen consiguió acelerar mi éxtasis, ella tumbada intentando recuperarse del orgasmo que terminaba de sentir, me acerque a su rostro y eyacule sobre su cara, una parte fue directa a su boca, el resto goteo al inicio de sus pechos, le introduje mi duro instrumento en su boca y ella lo relamió, con el dedo recogí parte de mi corrida y se la metí en la boca, moví mi dedo buscando todos los rincones de su cavidad bucal, ella lo acepto de buen grado.

Ambos quedamos tendidos sobre la cama, tardamos unos minutos en recuperarnos, le sugerí un baño en el jacuzzi y acepto encantada. Le retire la venda de los ojos y la ayude a levantarse. Regule la temperatura del agua mientras María se terminaba de desnudar, le ayude a entrar y puse en marcha las burbujas. Mientras ella disfrutaba de un masaje acuático, arrase con el agua del mini bar, le pregunte si quería algo y me pidió un refresco.

Volví al baño con su refresco, un cigarro y mi neceser, abrí el neceser y cogi la maquinilla de afeitar, le puse una hoja nueva y embadurne mi mano con gel de afeitado, entre en el jacuzzi y María me sonrió, la inste a sentarse sobre el borde con la espalda pegada a la pared, acepto sin ningún reparo y adopto la postura mencionada. Le separe las piernas y aplique el gel sobre su pubis, -que gustito me da, esta frió-, termine de extenderlo y tome la maquinilla, le di dos pasadas para enseñarle como tenia que hacerlo y me separe de ella, -aféitatelo para mi- le ordene. Me quite los restos de gel de las manos y encendí un cigarro, el cosquilleo de las burbujas golpeando mi piel y la imagen de María depilándose el pubis me excitaron de nuevo, no quise tocarme, tenia otros planes para mi erección.

La cuchilla recorría su pubis, poco a poco todo el vello de su pubis desapareció, ella disfrutaba de su obra, repaso las zonas donde sus dedos notaban pequeños pinchazos, y me dijo –ya esta-, de la cesta del baño tome un pequeño bote de aceite para niños, le moje un poco la zona con agua y recorrí todo su sexo con mi mano resplandeciente por el aceite, hundía mis dedos dentro de ella para volverlos a sacar, ella bufaba de excitación, su libido se había disparado, en la posición que estaba todo el aceite sobrante se deslizaba entre sus piernas para morir en su culo, un par de veces no me detuve en su vagina, deslice mi mano para rozar su ano, su coño recién depilado brillaba apetitoso, le susurre que quería volver a penetrarla y ella acepto.

La ayude a salir del jacuzzi y ambos goteando nos dirigimos de nuevo a la cama, nos fundimos en un beso profundo, un beso cargado de deseo y confianza, parecía que nos conociéramos desde años atrás, y prácticamente nos conocimos la semana anterior. Tras juguetear con ella en la cama, la penetre de lado, su vagina estaba resbaladiza y húmeda, ella gemía de placer e intentaba agarrar mi cabeza, -me da morbo el sofá- le susurre al oído mientras mi lengua lamía su contorno, -vamos- respondió. Le indique que se arrodillara en el centro y se apoyara con las manos en el reposabrazos, ella obedeció mientras yo me situaba detrás, mi penetración era profunda, sus gemidos indicaban que la estaba gozando, pero yo quería lo que siempre le había negado a su marido, empecé a juguetear con su puerta trasera, su agujero estaba lubricado por el aceite, escupí sobre el y presione con el pulgar, la rigidez del cuerpo de María demostró su terror a ser penetrada analmente. Me dijo que tuviese cuidado, que nunca se lo habían hecho por ahí. Yo le dije que no se preocupase, que lo haría con cuidado, pero que ese culo virgen iba a ser mío, y sólo mío. Con mi carne en su interior me abalance en busca de su nuca, la bese, la lamí, mordisquee los lóbulos de sus orejas, todo esto acompañado de un débil balanceo en mis caderas. Me separe de ella, deje que mi pene saliera de su interior y me deslice por su columna besando cada centímetro de su piel, cuando mi cabeza estuvo a la altura de sus glúteos, los acaricie con mis uñas, los bese, los colme de atención, ella sabia que su virginidad anal seria mía y decidió gozarla.

Mi lengua atrapo el canal de sus nalgas, la deslice en busca de su ano, estaba apretado y brillante, lo lubrique con saliva, lo penetre con mi lengua, y poco a poco introduje un dedo en su interior, María dio un pequeño respingo y se relajo, sus músculos anales atrapaban fuertemente mi dedo, lo moví en su interior depositando mas saliva que recogía de su sexo mezclada con sus jugos, entre los lengüetazas en su coño y la sensación de entregarme su culo, ella se relajo y otro dedo entro en su interior. Con los dos dedos dentro todo fue mas sencillo, su músculo cedía y estaba preparado para recibirme, no quise adelantarme y repetí la operación que use para descender de su nuca a la inversa, le bese de nuevo toda la columna, me entretuve en su nuca, su cuello y sus orejas, y cuando menos los espero mi carne dura como la piedra se introdujo en su culo. Solamente dijo una palabra, -despacio-, asentí y cada centímetro de mi sexo se introdujo lentamente superando su estrecho anillo, ella gemía y suplicaba, -despacio-, nuestro sudor se mezclaba, cuando al fin se la introduje completamente, empecé un suave vaivén que me sabía a gloria, sentía como me asfixiaba en su interior, como perforaba su tesoro. María empezó a acompañar mis movimientos, se había acostumbrado al extraño que tenia dentro de si, me incorpore sin dejar de penetrarla y me quede quiero, ella misma se estaba follando su culito, durante unos minutos inundamos la habitación de jadeos y finalmente explote en su interior, el placer fue celestial, enfrascado en mi follada no me di cuenta que María había atrapado su clítoris y respiraba aproximándose al orgasmo a grandes zancadas, se desplomo en el instante que se corría. Busque la cámara de fotos e inmortalice el momento de su clímax, una vez mas relajada le pedí que adoptara la posición de perrito y separara sus nalgas, su agujero se mostró dilatado, y poso para mi mientras brotaba leche de su interior.

María me miro suplicando clemencia cuando la tendí de nuevo en la cama, le retorcí de nuevo los pezones aprovechando que se mostraban desafiantes ante mis ojos. La deje sobre la cama y acercando una silla me senté en ella.

Ahora putita, vas a masturbarte para mi, quiero ver como tus dedos sacian tu calentura, quiero ver como acaricias tus pechos, quiero verte la cara cuando penetres tu culito recién abierto, mientras tanto yo te contare lo que tienes que hacer cuando llegues a tu casa –ordene con voz firme-

Encendí un cigarro y me serví la ultima copa de cava, María no se decidía a actuar, creo que trataba de ordenar mis instrucciones, con lentitud empezó acariciando sus pechos, rehuía mi mirada, la vergüenza que sentía entorpecía sus movimientos, decidí ayudarla un poquito y empecé a explicarle mis instrucciones para cuando visitara de nuevo su hogar;

Cuando llegues a casa quiero que excites a tu marido –le dije degustando un sorbo de cava-, quiero que te restriegues contra el como una fulana en celo, cuando lo tengas a mil, te diriges al dormitorio, le acercas una silla a la cama y lo sientas en ella. Después te desnudas sensualmente y le enseñas el nuevo look de tu sexo, -mientras mis palabras rompían el silencio, María empezaba a tocarse en busca del placer, la mención de su marido había conseguido encender de nuevo la mecha y su sexo volvía a brillar-, no le permitas que te toque, quiero que se masturbe sentado frente a ti, tu te tienes que encargar de calentarlo, pero no le permitas acercase a ti.

María se revolvía en la cama, sus dedos empezaron una frenética penetración, separaba las piernas consiguiendo que entraran en la profundidad de su sexo, gimoteaba moviendo la cabeza sin sentido, realmente parecía una puta, sudada, con el maquillaje corrido en su rostro, el elegante moño que lucia cuando llego al hotel se había quedado en un recogido vulgar.

Te excita pensar en la polla de tu marido masturbándose frente a ti, voy a ser bueno y te permito que penetre tu coño con sus dedos y que tu le obsequies con una buena mamada, no se correrá en tu boca, se correrá en tu carra –María espera con impaciencia su orgasmo, mientras escuchaba mis palabras, me aproxime a su rostro y le ordene- métete los dedos en el culo, -el efecto fue fulminante en cuanto sus dedos desaparecieron en el interior de su ano, se corrió ruidosamente-

Aproveche la debilidad que le había provocado su éxtasis y tras pellizcarle un pezón le ordene, -para saber que todo lo que te he ordenado lo cumples, le pedirás al cornudo que lo inmortalice todo, le pedirás que te fotografié con sus dedos dentro de tu coño, que te saque guapa masturbándote para el, y cuando se corra, le pedirás que te retrate como la zorra que eres, cuando tengas las fotos me las enviaras por correo electrónico.

María asintió con la cabeza mientras suplicaba que dejara de retorcerle su excitado pezón, la libere de mis dedos y los acerque a su sexo, los introduje un par de veces en su interior y me entretuve recorriendo sus labios vaginales, cuando sus jugos empapan la totalidad de mi mano, me acerque a su boca y los introduje en su interior, ella lamía con lujuria su propio néctar, le embadurne la cara mientras María luchaba por introducir su boca en mis dedos, saboreo su flujo con glotonería y al retirar mi mano protesto como una niña pequeña; -es tarde, tienes que irte a casa, date una ducha mientras te pido un taxi-, ella protesto pero se levanto, se acerco a su bolso y revolvió en su interior, un sencillo tanga negro apareció entre sus manos, con la pequeña prenda se dirigió hacia el baño mientras yo le pedía un taxi.

El numerito de María me había excitado de nuevo, oí la ducha y me acerque dispuesto a gozar de ella de nuevo, al entrar en el baño vi el tanga sobre el lavabo, acaricie mi pene y comencé una frenética masturbación, la corrida empapo la pequeña pieza que debía cubrir su sexo, con el semen todavía caliente volví a doblar la prenda y la deje donde estaba. Fui a por un cigarro y espere en el baño a que María terminara de limpiar su cuerpo. Salio de la ducha, se envolvió en una toalla y me vio, sin importarle mi presencia seco su cuerpo con delicadeza, atrapo el pequeño tanga y en el mismo momento que su pie se introducía por la abertura, vio mi corrida, -quiero que mientras te vas a casa sientas mi semen sobre tu coño, es mi regalo por el placer que me has dado-, ella me miro con furia, no se decidía a ponerse mi presente, finalmente introdujo los pies en su interior y termino ajustado a su cintura.

Salimos del baño y termino de vestirse, el liguero, las medias y el tanga original los introdujo en su bolso, completo su atuendo y me pregunto, -tu no vienes-, -no, yo pasare la noche aquí- le respondí.

El teléfono fijo nos aviso que el taxi estaba esperándonos, informe a la señorita que solamente lo utilizaría un pasajero y que cargara el importe del mismo a la cuenta de mi habitación, me acerque a María y la bese, -mañana espero que me cuentes que tal ha reaccionado tu marido, ahora vete tienes mucho que hacer-, ella asintió y salio por la puerta.

Mientras el taxi recorría las calles de la capital en post de la dirección que le había facilitado María, yo disfrute de una reconfortante ducha y abandone el hotel para dormir en la calidez de mi cama.