UNVDC 3

Continua...

Mi cabeza hervía en deseo, esperaba inquieto que Cronos adelantara el tiempo, la pantalla del ordenador me bombardeaba con infinidad de datos que yo ignoraba por completo. Por una parte pensaba que debía dejarle las cosas claras, pero por otra tenia pánico a perderla, gran dilema. Sin vacilación busque el móvil en mi chaqueta, escribí un mensaje de texto y le di a enviar. La respuesta tardo menos de un minuto, le había propuesto a María cambiar nuestra cita en la cafetería por una cena en un italiano que sirven una pasta magnifica, temí que no quisiera cenar conmigo, pero su mensaje decía todo lo contrario –me encanta la pasta, conozco el sitio, te veo a las nueve-. Termine mi evasiva jornada laboral y me fui a casa, tome una ducha, me afeite a conciencia, elegí unos chinos beige y una camisa negra, un toque de colonia y salí de casa. Aparque en un parking publico cerca del restaurante, eran las nueve menos cuarto y sabia que me tocaba esperar, entre en el restaurante y confirme la reserva, me ofrecieron una cerveza que acepte tomar en la barra. A las nueve y diez entro ella, de nuevo me dejo eclipsado, una belleza envuelta en una falda negra por encima de sus rodillas y una chaqueta del mismo color sobre una blusa blanca, calzaba unos zapatos de tacón negro que realzaban su porte, acaparando todas las miradas dirigió sus pasos en mi busca, creo que volví a poner la misma cara del tonto que mostré en la cafetería, -buenas noches- saludo ella, -de nuevo tengo que decirte que estas preciosa-, cuando me dio dos besos pude observar el canalillo de sus pechos, había dejado los dos últimos botones de su blusa por abrochar.

Nos sentamos en una esquina, en la zona mas romántica del restaurante, me costo una buena propina conseguirla. María estaba radiante, le retire la silla y agradeció mi gesto, nos trajeron una nueva cerveza para mi y una copa de vino tinto para ella, -como sabes que me gusta el vino-, en ocasiones es bueno conocer a tus amigas, Lucí me lo comento, -ah si, y que mas te ha comentado nuestra amiga-, -poco mas, el resto me ha dicho que tengo que averiguarlo yo-

Sonrió y menciono algo sobre hablar con Lucí, volví a desearla con mi mirada, suavemente su mano se deslizo sobre la mesa y acaricio la copa de vino, con un delicado movimiento acerco la misma a sus labios y probo el oscuro néctar, -esta buenísimo-, sobre sus labios descansaba una gota de vino, me acerque a ella y la retire con la yema de mi dedo, se quedo sorprendida y cuando sus ojos avecinaban bronca, acerque mi mano a la boca y lamí la pequeña gota que resbalaba en busca de libertad por mi dedo, ella sonrió y me aviso que la próxima vez utilizaría la servilleta.

Mientras esperábamos la cena, se me ocurrió que seria una buena idea sacarle el tema del libro que le regale, -has ojeado al menos el libro que te regale-, ella se alegro, parecía como si hubiera estado esperando que le hablara sobre el.

No solo lo he empezado, he leído varios capítulos, anoche cuando mi marido dormía empecé con él, me tiene enganchada –disparo María-

Qué te parece la protagonista, parece una chica muy diferente para su época.

Tiene una forma de ver las cosas muy alocada, creo que no piensa la repercusión que puedan tener sus acciones, mas bien se deja arrastrar por sus sentimientos en un momento dado, y claro, luego aparecen las consecuencias –la respuesta de María fue contundente, con un semblante serio-

Realmente creo que ella es consciente de sus actos, lo que ocurre es que quiere vivir el momento, no quiere caer en la monotonía –respondí con una sonrisa-

También es cierto, pero en la vida hay que tener unos valores firmes y no hacer daño a tus seres queridos –se mostró firme en esta respuesta-

¿Sobre que tipo de valores hablas? –pregunte intrigado, aunque ya conocía la respuesta, yo había leído el libro antes que ella-

Los valores de la pareja, de la familia, de la vida en común con la persona que amas, ese tipo de cosas –respondió María-

Estoy conforme en respetar a la pareja y a la familia, pero hay momentos que se deben aprovechar, no es necesario dañar a nadie, primero es tu felicidad, después la de los demás, la protagonista intenta ser feliz y no pretender serlo-

María se quedo en silencio, en el momento que parecía querer rebatir mi teoría, llegó el camarero con la carta, ella supongo que prefirió dejar el tema para otra ocasión y se enfrascó en la lectura de los suculentos manjares que se describían en la misma. Finalmente me miró y preguntó, -te importa pedir por los dos-.

Encargué la cena para los dos, unos entrantes para compartir y dos platos de pasta con trufas y seta, los crepes de marisco con salsa de puerros conquistaron el estomago de María, la mozzarela con tomate y albahaca refrescó nuestras bocas y las cintas con trufa y setas fueron un regalo para nuestro paladar. Acompañamos este suculento manjar con un gran reserva, un rioja conocido que resultó magnifico desde el primer sorbo, para postre le sugerí compartir un variado de la casa, pequeños trozos de tiramisu con panacotta y salsa de caramelo, exquisito. A la hora del café los ojos de María delataban su pasión por el vino, se había desprendido de la chaqueta, la abertura de la blusa me ofrecía el encaje de su sujetador, imaginaba sus pechos y luchaba por liberarlos del yugo de la opresión. Pedimos café y nos sirvieron unos chupitos de limonchelo, brindamos por la protagonista del libro que le regale, dirigí la conversación a mi terreno, quería tantearla y ahora era el momento justo.

María, esta noche estás radiante, te has liberado de tus perjuicios y destilas dulzura.

Ella no sabia donde mirar, se mordía el labio inferior y suspiraba, sus mejillas subieron dos puntos el tono que el vino les había arrancado, se movía inquieta en la mesa y apretaba la servilleta entre sus dedos. Creía que se escapaba viva otra vez y no pensaba dejarla ir tan fácilmente como en la cafetería.

Te ha molestado mi comentario –le pregunte sorprendido-

No, pero no creo que sea apropiado para mi, soy una mujer casada, quiero a mi marido y todavía no se que pinto yo aquí contigo esta noche.

Has venido a cenar conmigo, te he pedido que vinieras a compartir los secretos de la cocina italiana para excusarme de mi comportamiento en la cafetería, lo ponía bien claro en el mensaje –conteste irritado-

Ya, pero dices esas cosas tan bonitas, me tratas como una reina

Te trato como te mereces, esta noche estas deslumbrante, medio restaurante fantasea contigo y el otro medio te odia, eres una mujer preciosa –mis palabras terminaron acariciando su mano-

Ella correspondió mi caricia, envolvió mi mano entre la suya y me sonrió, me miro y su voz embriago mis sentidos, -sabes que no puede ser, estoy casada, me atraes y no puedo remediarlo, pero no me pidas mas-

El paso estaba dado, retire mi mano de su abrazo, le acaricie las mejillas y busque el contacto con sus labios, no se retiro, roce mi boca con la suya, mi lengua inicio un tímido avance y se encontró la abertura cerrada, aunque al segundo intento un pequeño canal me dejo explorar durante un par de segundos su interior. Avergonzada y nerviosa se dirigió al baño, tardo unos diez minutos en volver, yo la esperaba con la segunda ronda de chupitos preparada. Se sentó y cuando la mire casi me caigo de la silla, su blusa estaba desabrochada un par de botones mas, su pecho luchaba por salir y parecía que las defensas de tela blanca no podían con el, -te gusta lo que ves, has estado toda la noche intentando verlos, este es mi regalo para ti-

Mi sexo palpitó y me produjo una dolorosa erección, el chupito que tenia mas cerca desapareció en mi garganta en un tiempo record, María se reía de mi cara, supongo que el que tenia ahora colorete de mas era yo. Pedí la cuenta y nos fuimos del restaurante, María insistió en compartir gastos a lo que me negué rotundamente, lo único que le pedí es que se pusiera la chaqueta si quería salir viva del local.

Nos acercamos a un pub cercano, se respiraba un ambiente muy tranquilo, una música ideal para conversar y unos parroquianos bien avenidos cada cual a lo suyo. Pedí un ron con cola para mí y un gin tonic para María, nos sentamos en una mesa apartada y comenzamos un acoso cazador frente a presa digno de los mejores documentales de la dos. Yo intentaba robarle otro beso, ella se resistía con gracia, -por favor, esto no esta bien-, me repetía ante mis intentos por llegar de nuevo a sus labios, mis manos se entrelazaban con las suyas, en un instante de distracción mis labios llegaron a los suyos, nuestras lenguas se conocieron por primera vez y como un adolescente deslice mi mano a sus pechos, al principio sobre la blusa, pero no tarde en acariciar el encaje de su sujetador, pude notar como crecía un pezón en busca de la libertad, María retiro mi mano con suavidad, -estate quieto, por favor, para-, su nerviosismo era latente, -estoy incomoda con esta situación, no me pidas cosas que no te puedo dar, soy una mujer casada-, insistió de nuevo.

Me di por vencido y espere una mejor ocasión para gozar de sus encantos, ordené retirada a mis manos y evité intentar besarla de nuevo, María se tranquilizo, su gesto volvió a ser relajado, -creo que me he dejado llevar cuando he desabrochado mi blusa, no era mi intención calentarte-, lo dijo todo de un tirón como si le quemara en su interior, -pues lo has conseguido- respondí con una sonrisa picara, -esta noche tendré que hacer los deberes pensando en ti- bromee, ella se sonrojo, pero no quiso añadir nada mas para evitar confusiones.

Cuando nuestras copas agonizaban, le pregunte si le apetecía otra, me comento que no quería beber mas, -no acostumbro a tomar alcohol y no quiero pasar una mala noche-, -conmigo no pasarías una mala noche- respondí sin pensar, -no seas malo, hablo de ardor de estomago- aclaro. Salimos a la calle, le pregunte donde tenia el coche, me respondió que había venido en taxi, no dudé y dirigí nuestros pasos al parking donde dormía el mío, en las escaleras del parking jugué una ultima baza, en la oscuridad de la escalera arrincone a María, -te deseo desde que te vi en la cafetería-, acerque mi rostro sin dejar de fijar mi vista en sus ojos, ellos no mostraban rechazo, mas bien timidez, y disfrute de la calidez de su boca, María no protestó, suspiro ante la insistencia de mis caricias y aceptó el disfrutar del beso, mi mano se aventuro entre sus piernas, a la vez que ascendía recorriendo su muslo, esperaba la bofetada que diera por terminada mi aventura, en lugar de su mano golpeando contra mi mejilla, tropecé con un calido tejido que desprendía calor humano, ella facilitaba mis maniobras separando disimuladamente sus rodillas, recorrí la poca tela que conformaba su tanga, note la humedad que envolvía todo su sexo, nuestras bocas seguían conociéndose, ella se acorto la falda para facilitarme el acceso a privacidad, el tanga negro se deslizo entre mis dedos para terminar en sus tobillos, la puerta estaba abierta y el deseo servido. Los decibelios de los susurros aumentaron, la pasión estaba servida. Unos pasos consiguieron que María perdiera los nervios, apresuradamente deshizo nuestro abrazo y recompuso su blusa, su tanga terminó en mi bolsillo, ella intento recriminármelo, pero el vigilante jurado nos estropeo nuestro erótico juego, con educación nos insto a recoger el coche o salir al exterior, nos dirigimos al coche, salimos del parking y le propuse ir a mi casa.

María se había enfriado con la intromisión del segurata, el frío de la noche y el susto que le había dado el imberbe vigilante, su libido estaba bajo mínimos, recupero la compostura y mudo el semblante alegre que lucia por una mueca de tristeza.

Por favor, llévame a casa –me suplicó-

No quise insistir a pesar del calenton que llevaba encima y seguí las indicaciones que ella me facilitaba, -déjame aquí, es aquel portal-, se despidió con un tímido adiós y sus pasos la llevaron al portal que me había indicado, la vi abrir la puerta y desaparecer en su interior.

Había perdido una batalla, pero ganaría la guerra me dije insuflándome energía, enfile mi coche hacia mi casa y entonces el bolsillo de mi camisa vibro, era un sms de María, -entiéndeme por favor, te deseo pero no puedo. El tanga es mi regalo de esta noche-, automáticamente respondí –yo también te deseo, y gracias por el tanga-, nuevamente apareció el logo del mensaje, -necesito pensar, tal vez con un poco mas de intimidad, quizás me atreva a dar el siguiente paso-, al leer el texto que iluminaba la pantalla del móvil, por poco me estampo contra la rotonda que estaba pasando, habría próxima vez y me pedía mas intimidad, seguramente se arrepentiría de esas palabras, pensaba darle tanto placer que me suplicaría que parara.

Llegue a casa como un niño con zapatos nuevos, y al visitar el baño me acorde de su tanga, estaba empapado, al desenvolverlo, pude ver el zumo de hembra que lo cubría, María pronto seria completamente mía.

La mañana siguiente la dedique a buscar en internet un lugar mas intimo, tras unos minutos de búsqueda lo encontré, una casa rural cerca del lago de Banyolas, ahora tenia que convencer a María para que se viniera un fin de semana.

Mi plan estaba resultando muy bien y ella había respondido mucho mejor de lo que esperaba. Mientras pensaba esto, acariciaba su tanga en mi mano: impensable si me lo hubiesen dicho antes de la cena. Me encantó su reacción, enviar un mensaje de texto tan rápido en la intimidad de su casa demostraba que tenia carácter, no se lo pensó demasiado, esta chica tenia madera, y respecto a su marido, yo conocía su fantasía, el tema infidelidad no seria problemático, si llegaba el caso podría destapar este as, se abría un amplio abanico de posibilidades, entre ellas gozar de María.

A la hora de comer, le envíe un sms en el que le pedía su dirección de correo electrónico. –Dame tu e-mail, quiero que veas mi próxima sorpresa-, ella respondió al momento enviando su correo. Teclee cuatro frases y pulse enviar.

"Buenos días, María,

Espero que hayas pasado una buena noche. Yo la he pasado pensando en ti, y no precisamente en nada malo, sino en el rato que compartimos anoche y las sensaciones increíbles que tuvimos. Por cierto, tengo una prenda tuya, y tiene alguna prueba de que lo que hicimos te estaba gustando ¿Recuerdas?

Quiero que veas el enlace que te adjunto. Si te decides a acompañarme un fin de semana, allí sentiremos cosas que jamás has vivido con nadie. Piénsatelo y dime algo"

Guarde su dirección en mis contactos, y ahora a esperar su respuesta. Sé que le pedía un paso adelante bastante arriesgado, pero por otra parte, mi información privilegiada me permitía tomarme esa licencia. Jugaba con ventaja. Ese mismo día, por la tarde, recibí su contestación

"Hola,

Desde luego, cómo eres, y más enviando esto por correo electrónico, quien sabe si alguien de informática lo puede leer. Yo también he pasado una noche muy plácida, he dormido perfectamente, aunque con una sensación agridulce: es la primera vez que hago algo así, pero por otra parte, disfruté mucho en la velada contigo.

De tu proposición, por el momento no puedo dar ese paso, aunque para que veas que no soy inflexible, ni una mojigata, te propongo, y lo dejo a tu elección, que el próximo viernes por la tarde –que no trabajo- reserves una habitación en un hotel en la ciudad, y podemos estar juntos desde las cuatro de la tarde hasta las nueve, cinco horas, sin interrupciones… ¿Te has caído al suelo? ¿Qué te parece? María"

Desde luego, las mujeres no dejarán de sorprenderme nunca. Son totalmente impredecibles, alguien con la que he estado dos tardes, es capaz de proponerme una tarde completa en una habitación de hotel, poniendo los cuernos a su marido, sin saber bien como soy yo –educado, pero un poco pervertido-, pero con una actitud que denota un deseo de experimentar nuevas cosas. Lo que ella no puede imaginar es que ese viernes, si ella acepta, su vida cambiará, totalmente. Pasará de ser una mujer casada, fiel y convencional, a ser un juguete en mis manos, poco a poco, no drásticamente, pero si de un modo paulatino, con el tiempo, iré haciendo que ella desee más y más, pero a cambio ella tendrá que estar a mi disposición, la llevaré por caminos que nunca hubiese imaginado. Sin embargo, gozará como nunca lo ha hecho, suplicará el poder estar conmigo, se someterá a mis órdenes y caprichos.

No quise contestar inmediatamente, quería hacerla sufrir un poco, que no viese que me tenía totalmente en sus manos y por eso me demoré algunos minutos; haciendo una reserva que cambiaria su forma de ver nuestra relación, llame a un conocido hotel y reservé una suite de lujo para el viernes, tras facilitarle algunos datos personales y el numero de mi visa, la señorita que me atendió me pregunto la hora de mi llegada, le comente que llegaría a la hora de almorzar, colgué el teléfono y redacte un nuevo correo para María;

"Hola,

Acepto tu idea, dejaremos lo del fin de semana para otro momento, te espero a las cuatro en el parque del retiro a la altura del hotel Palacio del Retiro, pasar la tarde contigo es lo que mas deseo en este momento,

Un beso"

Apague el ordenador y salí de la oficina rumbo a casa, mi mente elaboro un plan para conseguir que María no olvidara jamás que yo había entrado en su vida, tenia que conseguir que la tímida y vergonzosa mujer que conocía, se convirtiera en toda una zorrita, y para ello debía mover mis piezas como si de una gran partida de ajedrez se tratara.

Los dos días que separaban mi encuentro con María fueron los días mas largos de mi vida, sabía que ella quería dar el paso, pero no estaba seguro que continuara el juego que pretendía empezar con ella.

El viernes amaneció despejado, me había tomado el día libre y empecé mi jornada matinal mas tarde de lo habitual. Con calma disfrute de la calidez de la ducha, me afeite y desayune tranquilamente mientras leía la prensa en internet. Una vez conocí la actualidad informativa, prepare una pequeña maleta con la ropa que quería ponerme para mi cita, mi neceser de baño y algunos extras para jugar con María. Eran casi las once de la mañana, mi idea era dirigirme al hotel. Tome un taxi y en quince minutos me encontraba en recepción solicitando mi reserva, un par de minutos y el antiguo y elegante ascensor me condujo en dirección a la suite, detuvo su movimiento en la segunda planta y recorrí el pasillo, introduje la llave y me quede impresionado por lo que vi, realmente el precio era comparable a la calidad de mi clandestina morada, una habitación elegante, moderna y con una cama que ofrecía todo tipo de posibilidades, el blanco predominaba en el espacio, y resaltaba una chimenea en mármol oscuro enmarcada por unas filigranas que llegaban prácticamente al techo, a los pies de la cama un sofá alargaba la misma creando un conjunto armónico. En la esquina junto a la elegante chimenea, unos sillones completaban la decoración. La luz que aportaban los ventanales incrementaba la sensación de tranquilidad que ofrecía el espacio, retire la cortina que ocultaba la vista sin impedir la entrada de la luz y pude ver unas vistas del parque que colmaron todas mis expectativas. Realmente impresionante, continué con mi visita y tras cruzar una puerta corredera que separaba ambas instancias, encontré un elegante vestidor, solamente me faltaba visitar el baño y no me defraudo, la elegancia se volvía patente en un espacio tan personal, no faltaba el mas mínimo detalle, me felicite por mi elección, esta tarde disfrutaría junto a María en el jacuzzi.

Me serví una cerveza del mini bar y deshice la maleta. Elegí para la ocasión un traje chaqueta gris claro con raya diplomática, la camisa dibujaba unas rayas verticales en un tono más oscuro que las del traje, era un conjunto muy elegante, decidí que prescindiría de la corbata. Unos pañuelos de seda negros y cámara de fotos digital con una batería de repuesto completaban el interior de mi maleta.

Encargue un room service y me sorprendió disponer de un camarero para mi solo, diez minutos mas tarde la ensalada con frutas del bosque y queso fresco que había encargado descansaba sobre la mesilla auxiliar, el camarero se presento y me indico que estaría a mi servicio durante mi estancia en el hotel, le entregue una generosa propina y le comente que de momento no necesitaba nada. Di buena cuenta de la ensalada y me di una refrescante ducha, me vestí sin agobios y tras consultar las manecillas del reloj y descubrí que faltan veinte escasos minutos para mi cita, decidí bajar a tomar un café.