UNVDC 2

Una nueva vida de casada, continua la historia

Había quedado a las seis de la tarde en una céntrica y conocida cafetería, yo aparecí por allí a las seis y media. Tarde unos segundos en localizarlas, estaban sentadas al fondo del local, dos coca-colas prácticamente enteras descansaban sobre la mesa; si he de decir la verdad, apenas si me fijé en Lucía, sin embargo, podría decir que María superaba todas las expectativas que me había creado. Llevaba una sencilla blusa blanca y un vaquero, acompañado de unos zapatos de tacón alto, pero sin exagerar: normal, pero muy atractiva, guapa, pero no llamativa.

Me acerqué a la mesa y tímidamente saludé a Lucía:

Vaya coincidencia, no pisaba este sitio en meses, ¿como tu por aquí?

No suelo venir mucho por aquí, pero teníamos cosas que hablar María y yo, y hemos dicho, porque no nos tomamos una coca cola y charlamos-dijo Lucía. Por cierto, os voy a presentar, ella es María, una compañera de trabajo y amiga.

Encantado de conocerte, María, amiga de mi amiga Lucía-dije yo.

Lo mismo digo, contestó María.

Que pronto has terminado hoy, no son ni las siete, normalmente eres el ultimo en abandonar el redil al que llamáis oficina –comento Lucí con una sonrisa-

Hoy he tenido una tarde bastante tranquila, además quería pasar por la librería ya que este mes salen a la venta un par de libros que estoy esperando desde hace tiempo.

¿Te gusta leer? –pregunto María-

Disfruto leyendo.

Devora libros –añadió una radiante Lucía-

Mire a María y le pregunte, -Y tu, que tal te llevas con los libros-

  • Disfruto leyendo, pero entre el trabajo y mi casa es prácticamente imposible leer dos capítulos seguidos, me encantaría tener mas tiempo libre para dedicarlo a la lectura, pero hoy por hoy es imposible.

Estuvimos hablando un buen rato, temas generales e intrascendentes, pero el tono fue muy agradable. Dejamos de lado el tema de la literatura ya que Lucí piensa que un libro es un buen apoyo para una mesa coja. De vez en cuando me fijaba en María, y ella no rechazaba en absoluto mi mirada, incluso en una ocasión me pilló disfrutando de la generosidad de su escote, pero no parecía molesta por ello. Al cabo de un tiempo, llamaron al móvil a María. Ella se excuso atendiendo la llamada y nos quedamos solos unos minutos.

Bueno, ¿Qué te parece? ¿Te gusta?

No te lo puedes ni imaginar, me resulta muy atractiva, y además, creo que tiene potencial, y no lo digo porque tenga información privilegiada, -dije yo.

Ahora cuando venga, diré que me tengo que marchar y os dejaré solos. Lo que suceda de ahí en adelante, ya no será cosa mía, ¿Entendido? – afirmó Lucía.

Perfectamente, no te preocupes, no te defraudaré, ni a ella tampoco-dije sonriendo.

Cuando María volvió a la mesa, las cosas sucedieron tal y como había anunciado Lucía. Ella se marchó, alegando una excusa bastante corriente, y nos quedamos solos, aunque María me comento que no podría quedarse mucho tiempo ya que tenía algunas cosas por hacer. Yo tenía muy claro que no quería en modo alguno que pudiese sospechar para nada que la cita podía ser una encerrona, aunque tampoco que pensase que era una charla totalmente intrascendente, pero era la primera vez que hablaba con ella y tenía que saber algo más de su carácter, sus ideas, sus gustos, etc.

Finalmente estuvimos como una hora más solos, los minutos discurrían rápidamente, y a medida que íbamos hablando, fluía una conversación totalmente natural, sin artificios, casi como si nos conociésemos de toda la vida. De vez en cuando, yo aprovechaba para hacer mención a mi amistad con Lucía para crear un mayor clima de confianza, para que de alguna manera ella supiese que podía estar tranquila conmigo, la complicidad que compartía con Lucía quedo de manifiesto. Lo que en modo alguno María podía pensar era que yo conocía la fantasía que compartía con su marido, algo muy íntimo y que me colocaba en posición ventajosa.

En fin, voy a tener que marcharme, porque tengo cosas que hacer. Ha sido un placer conocerte-dijo María.

El placer ha sido mío-contesté yo.

Si quieres puedo darte mi número de móvil, por si alguna vez lo necesitas-dijo ella.

Por mi parte estaré encantado de tenerlo y de que tu tengas el mío, así podremos quedar algún día y seguir hablando, si te apetece puedo llamarte y te cuento mis impresiones sobre las novedades editoriales de este mes, hay un par de autores españoles que han lanzado sus libros al mercado y como se que te gusta leer, podría recomendarte alguno-afirme yo inocentemente.

Perfecto, entonces.

Me levante al mismo momento que ella, nos acercamos a la barra, pague las consumiciones, María intento sacar su monedero, y en ese momento apoye mi mano sobre la suya, -no es necesario, hoy invito yo-, ella acepto y salimos del local. En la calle llego el turno de la despedida, nos dimos dos besos y cada uno tomo una dirección distinta, aunque yo deseaba que un día tomáramos la misma dirección.

Encendí un cigarro y llame a Lucí, ella respondió al segundo tono; -cuéntame estoy impaciente-, -cariño, creo que has dejado de ser mi musa, la deseo-, al otro lado del teléfono sonó una carcajada, -de eso nada chaval, pero cuéntame que ha pasado- volvió a interrogarme, le conté que habíamos conectado perfectamente, que teníamos varios temas en común y que al final había conseguido su móvil sin necesidad de pedírselo, -estoy deseando quedar de nuevo con ella-, Lucí se mostró encantada, pero volvió a recordarme que María no era una chica mas, -recuerda, es mi amiga-, nos despedimos no sin antes hacerle prometer a Lucía que me contaría todo lo que ella dijera de mi.

Al llegar a casa no me podía quitar a María de la cabeza, que le habría parecido, se sentía cómoda conmigo o bien por respeto a su amiga no se había levantado a los cinco minutos, seria yo el protagonista de su fantasía, decidí que lo mejor seria darme una ducha e intentar no obsesionarme con ella, pero era tan difícil no desearla.

Durante toda la mañana siguiente no me separe de mi móvil ni un instante, ansiaba tener noticia de Lucí y escrutaba la pequeña pantalla cada dos minutos por si tenia algún mensaje. A las doce del mediodía el deseado sobre apareció ante mis ojos, era de Lucía, me entro un pánico repentino, no me decidía a leerlo, finalmente lo abrí, como siempre ella tan escueta en sus palabras, -a la hora de comer te llamo, L-, me quede mirando como un tonto el pequeño cuadrado iluminado ante mis ojos, el abatimiento volvió para apoderarse de mi, -otras dos horas mas de incertidumbre-.

En cuanto el reloj marco las dos en punto, llame a Lucía, no respondió inmediatamente, supongo que disfrutaba teniéndome en vilo, un tono mas y su voz al otro lado;

Buenos días señor impaciente, -la voz de Lucí atronó en el altavoz-

Estoy toda la mañana esperando tu llamada, por favor, se buena y cuéntame –suplique-

María esta encantada contigo, dice que eres un sol, disfruto mientras le hablabas de libros, aunque también me ha dicho que eres un poco voyeur, ¿te gusto su escote? –sus carcajadas al otro lado del teléfono me hicieron sentir ridículo-

Bueno si, me pillo mirando su escote, ¿pero que mas te ha contado?

Si te refieres a si le has gustado, la respuesta es no, te ve como una persona muy dulce y agradable, pero nada mas.

Me quede en silencio, no me esperaba esa respuesta, durante unos segundos parecía como si el tiempo se hubiera detenido, Lucí no pudo soportarlo más y estalló en una carcajada, -esta esperando que la llames, le apetece mucho que le recomiendes no se que libro, pero córtate no la llames ahora-.

Estalle de satisfacción, creo que incluso un par de lagrimas rodaron por mis mejillas, esperaba que la llamara y no pensaba decepcionarla, me despedí de Lucí no sin antes mentarle a su madre, ella prácticamente no podía hablar, estaba desternillada de la risa, aunque si que dejo claro que le debía una cena donde ella quisiera, -cuando tu quieras- le respondí y colgué el teléfono.

La tarde paso bastante rápida, como cambia la tortilla cuando no tienes a una mujer en la cabeza, me acordaba de María, no lo voy a negar, pero ahora sabía que a ella le apetecía volver a verme. Salí puntual de la oficina, sabia donde tenia que ir, entre en mi librería favorita y compre un libro, "Dime quien soy", de Julia Navarro, le pedí a la dependienta que me lo envolviera para regalo y escribí un sms, -Hola, he descubierto un libro que te encantara, ¿tomamos un café?-, busque el numero de María y lo envié.

Tardo cinco minutos en contestar, -Hola, hoy imposible, mañana viernes sobre las siete en el mismo sitio-, leí el mensaje tres veces y respondí, -Ok, te espero a las siete-.

Al llegar a casa pique algo y me dedique a zapear por los distintos canales de la televisión, finalmente no encontré nada interesante y me metí en la cama con una sola obsesión, soñar con María.

Amaneció un viernes primaveral, el día paso como un relámpago y cuando me quise dar cuenta eran prácticamente la seis, espere a que todo el mundo saliera disparado y cerré la oficina, -el lunes será otro día-, pensé. A las siete menos cinco llegue a la cafetería, María no había llegado, pedí una cerveza y me quede en la barra esperándola, diez minutos después apareció ella, tardo un instante en localizarme, mientras tanto puede observarla discretamente. Esta arrebatadora, un vestido en tonos oscuros y estampado con motivos florales acariciaba su piel, descansaba sobre unas sandalias que se asían a sus pies con unas cintas negras, completaba el conjunto una chaqueta cortita en el mismo tono del estampado de su vestido y colgando de su hombro un bolso marrón oscuro. Me vio embelesado y se acerco a mí.

Hola, llevas mucho tiempo esperando –me pregunto con las mejillas ligeramente enrojecidas-

Termino de llegar, estás muy guapa.

Gracias, me pides una –dijo señalando mi cerveza-

Pedí una cerveza y nos dirigimos al fondo del local, supongo que a los dos nos apetecía sentarnos en la misma mesa que ocupamos la vez anterior, María caminaba dos pasos delante de mi, no podía dejar de mirar su trasero y fantasear con el, ella intuyo que mis ojos se dirigían donde no debían y me observo por encima de su hombro, la sonrisa que dibujo en su cara termino de cautivarme. Nos sentamos el uno frente al otro, parecíamos dos adolescentes sin saber que decirse, finalmente su voz me devolvió a la realidad,

Bueno, cuéntame que libro me va a encantar, me tienes en ascuas desde que recibí tu mensaje.

No me gusta contar los libros, prefiero que lo leas y luego lo comentemos, pero te voy a dar una pista, la protagonista es una mujer hermosa, luchadora, rebelde y un tanto inconformista –María me miro y sonrió-

Parece interesante, pero no me has dicho como se titula.

Prefiero que lo veas tu misma

Le tendí el paquete que me había acompañado desde el día anterior y ella lo tomo entre sus manos, -ten cuidado que pesa-, efectivamente el libro pesaba bastante, ella lo acaricio dulcemente y la inste a que lo abriera. Intento rehusar mi regalo, me costo varios minutos convencerla para que lo aceptara, al final ante tanta insistencia lo acepto. Con mucho cuidado desenvolvió el paquete, doblando cuidadosamente el papel que envolvía -la ultima obra de Julia Navarro, Dime quien soy, lo vi el otro día en el escaparate, pero con el poco tiempo que tengo me pareció demasiado extenso, no creo que pueda leer esto ni en cien años, tendría que empezarlo varias veces para no perder el hilo-, respondió María. Realmente el volumen del libro es importante, son más de mil páginas de páginas, pero la autora consigue atraparte desde el principio.

María, para leer este libro tienes que encontrar tiempo, estoy seguro que te cautivara, te atrapara y conseguirá despertar todo tu interés, es una historia de superación, es la historia de una gran mujer.

Sus ojos se clavaron en los míos, acaricio el lomo del libro y lo sostuvo entre sus manos. –Gracias, ha sido un detalle muy bonito-

Ahora te toca a ti regalarme su lectura.

María sonrió divertida, -por supuesto, buscare tiempo debajo de las piedras para leerlo-

Me levante y pedí dos cervezas mas, al volver a la mesa se levanto y me dijo que necesitaba ir un momento al baño, de nuevo mis ojos volvieron a posarse en la fruta prohibida y de nuevo María me pillo disfrutando de su trasero. A los cinco minutos me obsequio de nuevo con su presencia, antes de sentarse se deshizo de la pequeña chaqueta que ocultaba su pecho, el vestido cubría sus hombros y dibujaba un escote en forma de uve. Sentí como la excitación invadía mi cuerpo, notaba mi sexo palpitar en busca de la libertad. Creo que María se percato de mi calentura, disimuladamente se miro el reloj y comento que se estaba haciendo tarde.

La expresión de su rostro se volvió mas seria, la conversación amena y fluida que habíamos disfrutado durante todo el tiempo se convirtió en monosílabos, tenia que actuar y no sabia como reaccionaria, deslice mi mano sobre la mesa y acaricie su mano, ella no la retiró pero tampoco devolvía mi caricia. Súbitamente se levanto, recogió su chaqueta y me dijo que tenia que irse, me levante y le tendí el libro que descansaba sobre la mesa, -por favor, lee el primer capitulo y dime que te parece-, ella me lo arrebato de las manos y salio disparada. Deje que se fuera, había sembrado la semilla y ahora tenia que esperar para que germinara.

La tarde había marchado mejor de lo previsto, ella es una mujer casada, yo un casi desconocido –amigo de una amiga suya- y había accedido a quedar conmigo. Una vez en la cafetería, en ciertos momentos había respondido bien a mis miradas sobre su escote, sobre su trasero, etc. Y finalmente se había dejado coger la mano en un lugar público, sin retirarla inmediatamente, definitivamente, estaba satisfecho y no creo que me equivoque al pensar que puede ser que sea la persona indicada para cumplir su fantasía.

A la mañana siguiente llamé a Lucía y le conté mis impresiones sobre la tarde, a la vez que le pedía por favor, que como amiga de María, la sondease, quería saber cómo se había sentido ella, de alguna manera para poder planificar un siguiente encuentro, a la vez que poder introducir alguna variante "morbosa" de modo que sin asustarla, pudiera llevarla a mi terreno.

Hola, ¿Cómo estás? –dijo Lucía-

Estoy esperando tu llamada, quiero saber qué te ha contado tu amiga –dije-

María está sorprendida con ella misma y contigo, dice que fue todo muy agradable, a pesar de tus descaradas miradas, no se estaba para nada incómoda, sino que incluso se ha sentido un poco deseada.

¿Qué más te ha contado?

Que la regalaste un libro y que ayer por la noche empezó a leerlo, hasta caer rendida de sueño, pobrecilla.

Bueno, entonces no voy mal, ¿No crees?

También me contó que la cogiste la mano y que se sintió rara, por un lado le gustó, pero por otro no sabía qué hacer, si retirarla o no. Pienso que podrías llamarla esta tarde e intentar quedar de nuevo con ella.

¿Estás segura?-dije.

Soy tu amiga, hazme caso y seguro que no te arrepientes-afirmó Lucía.

Lo haré, espero que no te equivoques. Hasta luego.

Como me había aconsejado mi amiga Lucía, llamé a María, pero no contestaba, así que le deje un mensaje en el móvil. Al cabo de unos treinta minutos, me llamó. Estuvimos charlando sobre temas generales hasta acabar con el libro; me confirmó que había estado leyendo por la noche y que hasta ahora, lo que había leído, la gustaba, tanto a nivel de personajes como de argumento. No sé muy bien cómo fue la conversación pero el caso es que volvimos a quedar para el día siguiente a la misma hora y en el mismo sitio. Había pensado en proponerla que fuese vestida de algún modo especial, pero finalmente deseché la idea, ya habría tiempo para eso, aunque estaba decidido a dar un empujón: si una mujer casada no quiere nada, desde luego que no contesta llamadas y ni mucho menos queda de nuevo con alguien que no la resulta atractivo o al menos interesante.

Pero dependiendo de cómo fuese la tarde, a poco que la viese receptiva, o interesada, había decidido que haría que se mojase, es decir, que de alguna manera y puesto que los dos somos adultos, diese un paso adelante o, si no era así, no perdiésemos el tiempo, ni ella, ni yo.

Era una apuesta arriesgada, pero como todo en la vida, si no juegas, nunca podrás ganar, y en este caso el premio era lo suficientemente apetitoso como para que el riesgo mereciese la pena. Al fin y al cabo, si se echase a tras, no habría perdido nada, y si gano, creo que el potencial de María, al menos en mis lujuriosos pensamientos, mi musa erótica, el morbo de poder realizar un montón de fantasías con la mujer de otro, merece correr ese riesgo.