Unos ojos de 45 años...

Su penetrante mirada se clavaba en mí como más tarde lo haría su miembro.

Hacía unos días que me sentía observada por esos ojos de profundidad infinita, que si bien antes me contemplaban con un sentimiento de cariño casi paternal, ahora, ese afecto se había transformado en una mirada de deseo. Podía notar como sus ojos inspeccionaba mi figura, en plena adolescencia, casi desarrollada del todo.

Esos ojos que anhelaban mi cuerpo, que dibujaban con su mirada cada curva de mi silueta, se detenían especialmente en mis senos, que si bien no habían alcanzado la totalidad de su tamaño, se dibujaban a la perfección, dejando entrever su redondez y tersura por el escote de mi ropa. Su recorrido continuaba hacia mi cintura, estrechita que acababa en unas caderas bien dibujadas y un trasero firme y redondo.

Una mirada penetrante, que pertenecía a Jorge. Éste era el marido de la mejor amiga de mi madre, Paula, ella desde mi más tierna infancia había sido la encargada de ir a buscarme, primero a la guardería, más tarde al colegio y ahora ya en el instituto, él me esperaba cuando salía de trabajar y regresábamos juntos en metro. Pasaba las tardes en su casa, dormíamos la siesta y luego yo me entretenía haciendo mis deberes o entreteniéndome con la televisión.

Jorge, siempre había sido como un tío para mí, era un hombre tierno que bromeaba y jugaba conmigo sin ninguna doble intención. De cuerpo fibroso y cuidado,

a sus 45 años, las primeras canas empezaban a blanquear su cabello negro, sin embargo, en combinación con su tez morena y sus ojos oscuros, le proferían un aire interesante.

Todo comenzó un domingo en el que mis padres les habían invitado a comer a casa. Era pleno agosto, y aunque en la terraza había un cenador que nos proporcionaba sombra, hacía un calor insoportable.

Estábamos sentados uno frente al otro, Paula y mi madre rememoraban historias de su juventud, y mi padre las escuchaba atento entre risas. Yo me sabía casi de memoria esas anécdotas y me hallaba inmersa en mis pensamientos mientras trenzaba mi larga melena negra. En ese momento fue la primera vez que lo noté, sentí sus ojos clavados en mí y al alzar la vista, Jorge tenía clavada su mirada en mi pecho. Automáticamente enrojecí y miré mi busto comprobando que uno de mis pechos estaba intentando zafarse de la única prenda que lo cubría, un prieto bikini que había dejado sin nada por encima al hacer tanto calor. La mitad de una de mis sonrosadas areolas sobresalía de la tela, sin apenas dejar nada a la imaginación.

Rápidamente me cubrí, muriéndome de la vergüenza y cuando levanté la cabeza para sonreírle y sacarle importancia al asunto, mis ojos verdes se encontraron con esa oscura mirada, produciendo en mi cuerpo un escalofrío que me recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que mis pezones se endureciesen rozándose contra la tela.

Durante la tarde apenas

nos dirigimos la palabra, y cuando se marcharon y subí a mi cuarto, no me podía sacar de la cabeza esa mirada, esa sensación que había recorrido mi cuerpo al sentir como me examinaba. Me encontraba inquieta y sin apenas darme cuenta mi mano derecha se metió por debajo de la braguita del bikini.

Mi entrepierna estaba empapada, me había masturbado algunas veces, pero nunca había estado tan húmeda. Separé delicadamente los labios mayores, y deslicé mi dedo índice entre ellos. Cerré los ojos y ante mí solo aparecía la cara de Jorge mirándome con ese deseo. Inicié un movimiento circular sobre mi clítoris, al principio muy lento, pero mi cuerpo pedía más, aumenté el ritmo y con mi mano izquierda me quité la parte superior del bikini, apreté uno de mis pezones, duros y rosaditos. Oleadas de placer hacían que tuviese que contener los gemidos mordiéndome el labio, hasta que noté que el orgasmo se acercaba, mi temperatura aumentaba, mis caderas se alzaban buscando las caricias de mi dedo, dejé de atender a mis pechos y llevé mi mano a la entrada de mi vagina, era virgen pero en mis masturbaciones introducía la puntita de uno de mis dedos cuando notaba el orgasmo. Comencé a agitarme sobre la cama, moviendo cada vez más mis dedos hasta que me corrí entre convulsiones ahogando los gritos.

Nunca me había corrido así, mis fluidos empapaban mi entrepierna y el comienzo de mis muslos. Me miré al espejo del armario, mi tez blanca resplandecía por el sudor, mis mejillas estaban rojas, mis ojos brillantes y en mi ya de por sí gruesa boca, los labios estaban hinchados por la excitación. Y me vi hermosa, por primera vez me vi como una mujer.

Las siguientes semanas las inspecciones visuales de Jorge a mi cuerpo fueron en aumento, en cuanto le surgía la oportunidad de ver un poco más de mis largas piernas, o la redondez de mis senos su mirada se clavaba en mí como una lanza. Yo no le daba más importancia, no decía nada, especialmente porque que no podía explicar la excitación que en mí producían esas observaciones.

Como mis pezones se endurecían hasta llegar a dolerme o como mi entrepierna se humedecía traspasando la fina tela de mis braguitas, como a veces tras notar sus ojos en mi trasero tenía que irme al baño a calmar mi calentura.

La cosa no pasaba de esas miradas, en el resto nos comportábamos como siempre, como si yo no me hubiese enterado de nada. Hasta que un día estando los dos en el sofá, mientras Paula preparaba la cena, comenzamos una pelea de cosquillas, era algo que hacíamos muchas veces,

empezó como siempre en mi cintura, era la parte de mi cuerpo con más cosquillas, yo me movía intentando apartarme entre risas, e intentando hacerle cosquillas a él. De pronto, noté que en el medio de tantos movimientos sus manos rozaban mi culo o mis pechos, y noté la excitación en mí. Él me sostuvo por detrás continuando con las cosquillas en mi cintura, yo no podía parar de moverme y reírme, y a cada movimiento sentía que su polla iba creciendo rozándose contra mis nalgas, las sentía más dura al friccionarse mi cuerpo contra el suyo. Me gustó notar el efecto que mi cuerpo adolescente producía en ese hombre ya maduro, me sentía poderosa, y simulando que mis movimientos eran involuntarios por las cosquillas, aproveché para pegar más mi culo a su entrepierna y moverlo más rápido.

  • Me encanta escuchar vuestras risas – la voz de Paula me asustó e instintivamente me separé de él.

  • Marta sigue teniendo las mismas cosquillas que cuando era una niña- respondió Jorge dirigiéndose hacia el baño.

Entonces me fijé en que una gran erección se podía notar a través de su pantalón, y si se sentaba en el sofá junto a su esposa, ésta lo notaría al momento. Sentí un cosquilleo en mi entrepierna al saber que yo era capaz de producir tanta excitación en un hombre. Me senté en el sillón individual y mientras Paula me contaba algún cotilleo de sus amigas, mi mente viajaba a otro lugar, me imaginaba a Jorge en el baño, sacando esa polla erecta de su pantalón y deslizando su mano de arriba abajo, masturbándose, corriéndose pensando en mí. Estaba acalorada y podía notar la humedad de mi coñito, en ese momento me di cuenta de quería ser yo la que lo masturbase, en mi imaginación aparecían imágenes de cómo podía ser esa polla, solo había visto alguna en películas y la de mi padre cuando estaba en la ducha, pero nunca había deseado una, quería tocarla, estaba segura de que sería dura y caliente,

ansiaba metérmela en la boca, probar a que sabía y chuparla hasta que se corriese, saborear el semen por primera vez .

-Marta, venga espabila- Paula volvía a interrumpirme- la cena está lista.

Nos sentamos los tres a cenar alrededor de la redonda mesa de la cocina, Jorge me miraba y yo estaba segura de que podía percibir lo excitada que estaba en mis ojos. Paula no se percataba de nada, aparentemente estábamos manteniendo una conversación normal durante la cena, pero ni los pensamientos de su marido ni los míos estaban puestos en saborear la rica lasaña que había preparado, sino en probarnos mutuamente.

A partir de ese momento, aprovechábamos cada instante para tocarnos con cualquier excusa,

bromeando sus manos se deslizaban siempre un poco más allá, al pasar por detrás de mí a coger algo mi culito rozaba sin querer su entrepierna, cuando nos abrazábamos para saludarnos o despedirnos yo alargaba mis besos en sus mejillas para apretar mis pechos contra él, y Jorge se rozaba contra mi vientre.

Así fueron pasando las semanas nunca nos decíamos nada,

pero nuestros ojos cada vez que se encontraban se contaban una historia de deseo y placer.

El primer contacto real sucedió una noche que mis padres habían salido, Paula me propuso que fuera a su casa a ver una película con ellos para que no me quedara sola, acepté al momento.

Paula se sentó en el sillón individual y Jorge y yo en el sofá uno al lado del otro. Era otoño y ya empezaba a refrescar, por lo que nos tapamos con una manta. Coloqué mis piernas sobre el regazo de Jorge para estar más cómoda, y aunque al principio lo hice sin ninguna doble intención a los pocos minutos me di cuenta de que mis pies se hallaban justo encima de su entrepierna. Quise jugar un poquito

y los moví como si me estuviese recolocando, él suspiró. Cuando la película iba por la mitad me di cuenta de que Paula dormía profundamente en el sillón, antes movía de vez en cuando los pies para provocarle con disimulo, su pene había cogido ya algo de dureza, y me decidí a dar un paso más.

Con la planta del pie y ayudándome de mis dedos inicié un masaje sobre su polla, podía notar como cada vez estaba más dura, la fina tela del pantalón de pijama permitía que Jorge pudiese notar las caricias de mis pies

a la perfección. Inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, veía su torso subir y bajar cada vez con su respiración cada vez más agitada.

Yo también me estaba calentando, me excitaba ver su cara de placer, intenté bajar el elástico de su pantalón con el pie pero no era capaz, y lo hice él, bajó su pantalón y su calzoncillo y liberó su polla. Noté el tacto de su piel en mi pie y me encantó. Seguí pajeándole con mis pies, los coloqué uno contra el otro, con su polla en medio y los deslizaba arriba y abajo, parecía gustarle por la cara que ponía. Bajé la mano a mi coñito, estaba empapado, rocé mi clítoris y gemí muy bajito, tras comprobar que

Paula todavía dormía continué acariciándome y aumentando el movimiento de mis pies contra esa polla caliente, podía notar que era bastante gruesa, aunque no tenía mucho con lo que comparar. Cuando estaba a punto de correrme, Jorge agarró mis pies y los movió frenéticamente arriba y abajo, podía sentir la humedad de las primeras gotas de líquido preseminal que se deslizaban sobre ellos, me agarraba los pies con fuerza apretándolos contra su polla y entonces me miró, clavó sus ojos en los míos y me corrí conteniendo los gritos, al minuto él me acompañó, mis pies y su mano se llenaron de semen y él ahogó sus gemidos.

Cogió un pañuelo de papel de la cajita que siempre hay en la mesa del salón y se limpió las manos y la polla, tras guardársela en el pantalón, me limpió los pies, parándose en los dedos, uno por uno. No me lo podía creer, me estaba volviendo a excitar. Se guardó el pañuelo en el bolsillo y sin decir nada metió la mano por la pernera del short de mi pijama y deslizó dos de sus dedos por toda mi rajita. No me hizo falta nada más, su mirada, la sensibilidad de mi coño todavía excitado y la sensación de una mano ajena tocando por primera vez mis partes hicieron que me corriera entre convulsiones, humedeciendo du mano. La retiró y sin apartar su mirada de mí se la llevó a la boca chupando los jugos de sus dedos. Después de esto continuamos viendo la película como si nada.

Esa noche a duras penas pude dormir, notaba mariposas revoloteando en mi estómago, habíamos ido un paso más allá e iniciado algo en lo que ya no había vuelta atrás.

Durante el fin de semana no vi ni a Jorge ni a Paula, y por primera vez en mi vida deseaba que llegase el lunes, hasta que por fin llegó. En clase no estaba atenta, lo único que hice fue rememorar lo que había sucedido, cada vez que intentaba concentrarme acudían a mi cabeza imágenes de esos ojos intimidantes brillando por la excitación, el recuerdo de su semen deslizándose sobre mis pies…

Esa tarde cuando sonó el timbre y me dirigí a la puerta del trabajo de Jorge en donde me esperaba siempre, mi pulso se aceleró. Estaba realmente nerviosa, no sabía lo que sucedería a partir de ahora. Lo vi a lo lejos, vestido con un traje gris que le profería un aspecto de hombre interesante irresistible para cualquier mujer. Me miró y me dedicó una sonrisa, mientras yo me acercaba a abrazarle y saludarle con dos besos, como siempre, abrazos cada vez más prietos y besos cada vez más cerca de la boca.

En el camino a la parada de metro pasábamos desapercibidos, íbamos hablando de mis próximos exámenes, como si nada hubiese sucedido, como si fuésemos un padre y una hija. Entramos en el vagón, que como siempre a estas horas iba repleto y nos quedamos de pie, aprisionados por la gente. Yo me sujeté a la barra y Jorge se situó detrás de mí, pasados unos minutos sentí su mano en mi abdomen, apretándome por encima del vestido. Me atrajo hacia él y pegó su entrepierna a mi culito, sentía su caliente respiración en mi cuello, y como su polla se endurecía poco a poco gracias a los rozamientos de mi culito, separé un poco las piernas, notaba su dureza entre mis glúteos, deslizándose entre ellos, y quise jugar también. Empecé a apretar y a aflojar mis nalgas de forma que el roce era mucho más fuerte. Cuando llegamos a nuestra parada me besó el cuello, nadie se percató, pero para mí sentir su lengua en mi fina piel fue una experiencia más que agradable.

  • Paula se ha ido a visitar a una amiga que acaba de ser madre, se ausentará por unos días, quería que la acompañase pero al final decidimos que sería mejor que me quedase para cuidarte. - me dijo dedicándome una media sonrisa, mientras abría la puerta de su casa.

No supe que contestar, me sobrevino una sensación de mareo por los nervios y la excitación. Comimos prácticamente en silencio, él hablaba pero yo a penas contestaba, no podía entender que después de los momentos que habíamos tenido los últimos meses fuese capaz de no sacar el tema a relucir. Cuando terminamos, puso el lavavajillas y nos fuimos a dormir la siesta, cada uno a una habitación. Yo tenía la esperanza de que en cualquier momento la puerta se abriera y apareciese él para hacerme el amor, sabía que tenía la costumbre de hacerlo a esas horas,

pues durante años había escuchado los gemidos de él y Paula cuando creían que yo dormía. Así que tomé la iniciativa, salí de mi cama y ataviada tan solo con mi braguita y mi sujetador me dirigí a su habitación, llamé a la puerta y entré. Estaba tapado y con las manos bajo la cabeza, pero podía percibir el olor a sexo y ver la rojez de su cara deduciendo que se estaba masturbando.

-¿Qué sucede Marta?

-Había pensado dormir aquí la siesta ya que no está Paula- respondí.

No dijo nada, tan solo apartó el nórdico para que yo entrara. Me quejé del frío al notar las frías sábanas, y aproveché para pegarme a él, su piel estaba caliente y noté que estaba desnudo. Se giró dándome la espalda, no podía entender nada, por un lado me miraba, me tocaba… y cuando tenía la oportunidad me rechazaba. Me daba una de cal y otra de arena volviéndome loca.

Desabroché el cierre de mi sujetador dejando libres mis pechos, tenía los pezones duros por la excitación y el frío, y me apreté contra él, quería que notase mis tetas rozando su fuerte espalda, y puse una mano sobre su pecho. Jugueteé con algunos pelos que le cubrían el torso y bajaban dibujando una fina línea hacia su entrepierna, como si indicaran un camino, un camino que decidí seguir, deslicé mi mano rodeando su ombligo y por fin acaricié su pene, lo deseaba tanto que el notar su dureza en mi mano, hizo que me estremeciera. Inicié una torpe masturbación y pese a no tener experiencia, parecía gustarle.

Me apartó la mano y se giró colocándose boca arriba, tiró de mí para ponerme sobre él y me besó. Me estaban besando por primera vez, y era un hombre maduro, que jugueteaba con mi lengua entrelazándola con la suya, mordiendo de vez en cuando mi grueso labio inferior. Me aparté de él, quería probar toda su piel, besé su cuello, lamí sus pezones, mordí su ombligo y bajé hasta encontrarme con su polla. Era mejor de lo que me la había imaginado, era bastante larga y gruesa, su cabeza estaba roja y brillante y en el tronco se dibujaban varias gruesas venas. Había estado leyendo y viendo como se hacía una mamada y quería ponerlo en práctica.

Mojé con mi lengua mis labios para tenerlos listos y húmedos, y miré a

la cara a Jorge, había leído que a los hombres les gusta mirar. Abrí la boca ligeramente y me acerqué a su miembro. Respiré en él, soplándole con mi aliento caliente. Saqué la lengua y tocándole ligeramente con ella. Comencé en la base y lamí hacia arriba, lentamente. Girando mi

cabeza de lado cerré los labios restregándolos contra su miembro. Volví a deslizar de nuevo la lengua

y con la mano esparcí la humedad por todo su pene. Con mi mano izquierda toqué

sus testículos,

masajeándolos suavemente,

busqué el perineo, había leído que es un sitio muy sensitivo y seguí lamiendo su polla, dibujando círculos sobe su glande, con la lengua jugueteando alrededor de todo el mango, busqué su ano y pase los dedos sobre él, viendo la reacción de placer que esto le produjo, decidí sustituir mi boca por mi mano, y juguetear con la lengua sobre sus bolas y pasándola suavemente a lo largo del perineo.

Volviendo a mí tarea de chupar ese delicioso miembro y sin dejar de juguetear con mi mano por sus testículos y su perineo, Jorge comenzó a retorcerse de placer. Deslicé la lengua por el frenillo primero de forma lenta y después rápidamente. Con suavidad

pero sin detenerme. Continué

la húmeda lamida sobre la punta, insistiendo en el agujero del centro. Manteniendo la lengua en él.

Recorrí con mi lengua el borde de su capullo, por todo el contorno, haciendo pases por la piel tierna. Sus gemidos se acrecentaron al hacer esto, sus manos jugaban con mi pelo suavemente.

Bañé mi lengua en el líquido preseminal que empezaba a brotar, extendiéndolo por todo su pene. Me acerqué a la cabeza de su falo como si fuese un helado y clavando mis ojos en los suyos, me metí

todo el capullo en mi boca caliente. Manteniéndolo allí, escuchándole gemir, permaneciendo así, con el dentro de mi boca, sintiendo como crece dentro de mí. Pasé mi lengua por toda su largura, de arriba a abajo y viceversa, sin apartar la mirada.

Me metí todo su pene de golpe en la boca, quedando tan solo un trocito fuera en el que fue a parar mi mano derecha para ayudarme, doblé un poco mi cuello, introduciendo parte de su polla en mi garganta, sintiéndola dentro, chasqueé

mi lengua contra ella, Jorge quiso profundizar más en mi garganta, pero una arcada por mi parte se lo impidió. Mi boca subía y bajaba a lo largo de su polla, mi lengua aprovechaba para juguetear por su tronco y mientras con mi mano derecha me ayudaba masturbando la base de su pene, la izquierda alternaba caricias en sus testículos, su perineo y su ano. Mis movimientos aumentaban, Jorge alzó sus caderas y metí todo lo que pude su polla en mi boca, notando como vibraba en mi interior, me atreví a meter un poco mi dedo en su ano y él gimió, un primer chorro de semen salió directo a mi garganta, tres más le siguieron. La leche de Jorge se deslizaba fuera de mi boca entre mis gruesos labios, no conseguía tragármela toda, tenía un sabor salado delicioso. Dejé su polla en mi boca un poco más notando como se iba deshinchando, y luego la lamí dejándola limpia por completo.

-¿Te ha gustado?- pregunté inocentemente.

-¿Gustarme?-respondió- ha sido la mejor mamada de mi vida y verte ahí abajo, mirándome con esos ojitos, con mi polla en tu boca, y mi leche saliendo de tus labios carnosos ha sido la cosa más erótica que haya visto jamás.

Jorge tiró de mí hacia arriba y me besó con pasión, saboreando su propio semen. Me abrazó agarrando mi culo con las dos manos y giró quedando el encima de mí. Besó mi cuello y mordió mis pezones, bajó una de sus manos y tocó mi coñito por encima de la braguita.

-Estás empapada- y dicho esto me la sacó con cuidado.

Sus hábiles dedos se deslizaron varias veces por mi rajita extendiendo los flujos vaginales que de ella salían. Con su dedo corazón inició un masaje circular alrededor de mi clítoris, enviando descargas de placer a todo mi cuerpo, alternando los círculos con pequeños pellizquitos, muy suaves. Con sus otros dedos acariciaba el resto de mi coñito, haciendo que las sensaciones se acrecentasen.

Su boca chupaba ávidamente uno de mis pezones, acariciándolo con la lengua, alternándose entre un pecho y otro para regresar a mi boca.

Acercó uno de sus dedos a la entrada de mi vagina y dibujó pequeños círculos a su alrededor, introduciendo solo la puntita de uno. Mi placer era tan intenso que sin necesidad de nada más exploté en un orgasmo que recibí entre gritos.

El lejos de parar, se deslizó entre mis piernas, separando mis muslos y aspiró mi aroma a excitación.

-¿Eres virgen?- preguntó sorprendiéndome.

-Sí, lo soy- respondí roja de la vergüenza.- ni siquiera me habían besado nunca.

-Nadie lo diría con la mamada que me acabas de hacer, seré delicado no te preocupes.

Y dicho esto se metió entre mis piernas. Besó y mordió mis muslos, enrojeciendo mi delicada piel, se acercó a mi coño y sopló, haciendo que le deseara más que nunca, separó bien mis piernas y pasó su lengua a lo largo de mi raja, regresando al clítoris para dibujar círculos sobre él con la lengua, en diferentes direcciones, volviéndome loca de placer. Sus manos me sujetaban por los glúteos, haciendo que mi pelvis se mantuviera un poco levantada, y los apretaba clavando sus dedos en ellos. Succiono mi botoncito, llevándome a un placer que nunca había imaginado y deslizó su lengua hasta llegar a mi agujerito, sacó una de sus manos de mis glúteos y mientras metía la punta de su lengua en mi vagina masajeaba mi clítoris con dos de sus dedos, apurando cada vez más el ritmo. Yo gemía gritaba y levantaba mis caderas buscando su boca hasta que sentí un tremendo ardor entre mis piernas, agarré su cabeza con mi mano y la apreté contra mi coño corriéndome en uno de los mejores orgasmos de mi vida. Cuando el placer cesó, me besó con furia, pasó sus dedos por mi raja y me dio a probar mis propios jugos.

Mi mirada no podía apartarse de su polla, que volvía a estar completamente erecta, quería que me penetrase, había soñado con su falo desde hacía meses, y lo quería dentro.

-Fóllame –le susurré al oído.

Al decir esto lo excité todavía más, cogió un condón de la mesilla de noche, se lo puso y colocándose sobre mí, deslizó su polla entre mis piernas, moviéndola por toda mi coñito, humedeciéndola con mis jugos y masturbando mi endurecido clítoris con cada pasada. Se dedicó a acariciar toda mi raja con su miembro durante un buen rato, cuando vio en mi cara que la

excitación estaba a punto de llevarme a otro orgasmo, agarró su falo y lo colocó a la entrada de mi vagina, con la mirada me pidió permiso y obtuvo por respuesta un gemido. En unos instantes sentí su glande entrando unos centímetros, dilatando mi agujero, se movía muy despacio, avanzando poco a poco y cubriendo de besos mi cuello. Se paró y de un empujón se llevó mi virginidad, me arrancó un grito de dolor y se quedó parado, esperando unos segundos. Luego continuó penetrándome lentamente, podía sentir su polla abriéndome poco a poco, reptando en mi interior hasta que estuvo toda dentro.

-Tienes el coño más estrecho y caliente que he probado nunca- susurró Jorge.

Jorge aumentaba poco a poco sus embestidas, yo ya no podía hablar, cada vez que su polla entraba y salía de mí, el placer recorría todo mi cuerpo.

Me agarró y dimos la vuelta, quedando yo sobre él. Cogió mis caderas y guió mi cuerpo en sus

primeros movimientos, tras unos minutos me movía sola, ondulaba las caderas buscando mi placer, alzando la pelvis para casi sacarme todo su miembro y volver a metérmelo de un empujón. Mis pechos se meneaban acompañándome en mi s movimientos, las manos de Jorge apretaban mis nalgas con fuerza, empecé a gritar fuerte, sentía mi vagina contraerse, apretándose contra esa dura polla que albergaba en su interior, y me corrí, mi orgasmo no cedía y yo no dejaba de gemir clavando mis uñas en los muslos de Jorge, su polla no aguantaba más estaba a punto de estallar, me abrazó atrayéndome hacia él y se corrió besándome con pasión.

Éste polvo solo fue el primero, sé que muchos de vosotros considerareis a Jorge un depravado que abusó de una adolescente, pero no fue así, fue una atracción mutua, que pasó de ser un simple juego a ser algo más, nos enamoramos. Durante 3 años mantuvimos nuestra relación en secreto, aprovechando los momentos a solas para amarnos, los momentos en los que nadie nos miraba para tocarnos o besarnos… y cuando cumplí los 18 años nos fuimos a otra ciudad a vivir nuestro amor libremente. Mis padres y Paula nunca nos perdonaron, aunque ellos pensaban que él era el culpable, no fue así. Han pasado 18 años desde el día en que le regalé mi virginidad, y 15

desde que nos fuimos juntos estando yo embarazada de mi preciosa niña Sara.