Unos dedos en el microbus
Ella sintió como detras suyo un hombre enfundado en una chamarra oscura comenzaba a deslizar sus dedos entre sus nalgas.
Ese día mi mujer comería con unas amigas de la infancia, las cuáles tenía tiempo de no ver y en verdad estaba entusiasmada con la idea, quería verse lo mejor posible así que se arregló con esmero se puso una falda corta en forma de pétalo de rosa, es decir se enrolla a la cintura y se sujeta con dos botones uno al interior de la misma y el otro por fuera, debo decir que por momentos muy reveladora pues si se bajaba del auto con rapidez esta se abría casi por completo mostrando no solo los muslos sino incluso las pantaletas.
Debajo usaba una tanga de color claro crema muy sexy, sus piernas enfundadas en unas pantimedias en tono transparente y de textura suave.
Era un poco tarde así que se terminó de vestir apresuradamente, yo la llevaría en el auto para dejarla en el restaurante, y ella posteriormente me alcanzaría en el trabajo para regresarnos juntos.
Veníamos en el carro cuando ella me comentó que al subirse las pantimedias sintió que se le habían jalado con las uñas pero no lo podía ver así que me pidió que le dijera si yo notaba el hilo corrido,
Observé sus piernas sin notar nada, le pedí entonces que se alzara la falda por completo para verla mejor y así lo hizo, no fue sino hasta que se giró hacia la ventanilla de su lado (yo conducía) que note que justo en el principio de sus nalgas había un orificio pequeño que aún no se había corrido mucho.
Ella un tanto preocupada me dijo que en la primera oportunidad que tuviera se compraría otras pantys para cambiárselas, yo la tranquilicé diciéndole que no se veía el orificio y a menos que te agaches sin fijarte o que subas unas escaleras y muestres las nalgas nadie se dará cuenta de ese hilo corrido.
Está bien no me preocuparé más por ese detalle.
La tarde transcurrió animadamente con sus amigas en aquel restaurante, encontró gente que hace algunos años no veía, se tomaron algunas copas que las animaron aún más.
Sin darse cuenta la tarde había avanzado y comenzaba a oscurecer, las amigas empezaron a despedirse con la promesa de verse pronto.
La cuenta que pagaron fue elevada, pero el momento y la compañía lo ameritaban, al salir del lugar mi mujer se dio cuenta de que no contaba con mucho dinero para tomar un taxi así que se conformó con abordar un microbús.
Al subir a este no había lugar donde sentarse así que caminó hasta el fondo cerca de la salida, se había hecho de noche y el tráfico era difícil y muy lento el aire que le entraba por la ventanilla había acrecentado el mareo que tenía por el licor acentuando y aturdiendo sus sentidos.
En eso vio como detrás de ella dándole la espalda se acomodó un tipo enfundado en una chamarra grande de color oscuro mismo que al poco rato comenzó a rozarle con la mano el principio de sus nalgas, el típico manoseador pensó- trató de quitarse de su alcance pero una señora parada junto a ella había colocado una gran caja de cartón que limitaba su movilidad, no tenía para donde hacerse.
Solo confiaba en llegar pronto a su destino, repentinamente el microbús dio un giro rápido a la izquierda haciéndola perder el equilibrio alzó la mano para alcanzar el tubo de la parte superior sin fijarse que este movimiento alzó su pequeña falda permitiéndole al hombre que al recargarse ella sobre el, sus dedos tocaran las nalgas directamente sobre las pantys por debajo de la falda, lo primero que ella pensó fue que todo el mundo se habría dado cuenta de su atrevimiento de manera que volteó a los lados y los demás pasajeros dormitaban o veían al exterior, aparentemente nadie los veía
El hombre animado por esta situación comenzó a deslizar sus dedos por el pliegue de las nalgas recorriendo su redondez y abundancia por momentos se adentraba en la hendidura del culito, la sensación que ella sentía era de escalofrío, al parecer las copas que se había tomado hacían su efecto y se empezó a excitar,,, ya no opuso resistencia solo dejo que las cosas pasaran, esos dedos subían y bajaban al ritmo del movimiento del camión cada vez mas atrevidos deslizando la palma completa por las nalgas, ella en un momento dado se agachó fingiendo buscar por la ventana las calles que recorría y decidida a todo abrió las piernas discretamente.
Fue en ese momento que el hombre sintió el orificio de la pantimedia que no podía ser más oportuno, uno de sus dedos se adentró por el, tocando el culito húmedo y fresco que empezaba a contonearse discretamente indicándole que también le gustaba, al abrir las piernas pudo llegar al principio de los labios vaginales que apenas cubiertos por la tanga, fue solo cuestión de un movimiento que pudo sentir los vellos de su pubis.
Ocultos por la oscuridad de la noche el manoseo se intensificaba, ella por momentos cerraba los ojos llevados por el placer de esa experiencia, al abrirlos notó que un pasajero observaba aquella escena de cachondeo con gran morbo notó que tenía una erección.
De pronto la señora de la caja de junto se aproximó a la salida para bajar del autobús, situación que el hombre de la chamarra aprovechó para girarse y ponerse detrás pero esta vez acomodando su pene justo en las nalgas redondas y carnosas de ella, el vaivén del autobús por momentos separaba aquel miembro erecto del contacto, hasta llegar a un punto que dejó de sentirlo. Después de un momento, sintió una arremetida más pero esta vez el hombre se había sacado el pene, aprovechando que su gran chamarra le cubría el cuerpo no fue difícil hacer esta maniobra.
Poco le faltó a ella para emitir un gemido pero mordiéndose los labios se aguantó. Sintió
claramente como las pantimedias se terminaban de romper por aquél impulso animal que la embestía, el mirón del asiento de junto la inquietaba al punto que decidió bajarse del microbús, el manoseo atrevido y el roce de ese miembro viril eran muy placenteros pero no quería que el mirón fuera a querer tomar parte del cachondeo, de manera que se acercó a la salida girándose para
poder bajar, esquivó la mirada de aquel hombre que la había disfrutado a sus anchas, para no dar
oportunidad a este de nada mas de lo que ya había tenido, solo que al voltearse la falda en forma de pétalo se abrió descubriendo el triangulo púbico a través de la tanga, la visión era maravillosa el refuerzo de la pantimedia se distinguía iluminado apenas por la luz de la calle, la tanguita no disimulaba algunos vellos de su pubis y el brillo de las piernas realzaban su atractivo.
Como despedida de aquel atrevido manoseo el hombre acarició su monte de Venus oprimiéndolo con los dedos más grandes.
Por fin se bajó de autobús y comenzó a caminar con paso vivo volteando hacia atrás para asegurarse que nadie la seguía, en ese momento sintió una cierta humedad entre sus piernas, tan pronto se encontró conmigo me relató su aventura.