Unos cuernos muy rentables
(Ilustrado). Las aventuras nocturnas de una pareja con la que nadie quiere volver a encontrarse.
Unos cuernos muy rentables
(Ilustrado). Las aventuras nocturnas de una pareja
con la que nadie quiere volver a encontrarse.
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NOTA: Este relato es una obra de ficción. Nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con sucesos, situaciones o personas reales, seria pura coincidencia.
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Es sábado y anochece en Barcelona, y como cada fin de semana, Maribel y yo nos disponemos a sacar el máximo partido a las horas en que la ciudad esta en su plenitud festiva.
Hoy, sin embargo, nos dirigimos a una de las partes más "cañeras" de Sabadell, población cercana a la capital catalana, cuya zona discotequera y de ocio esta ubicada en los aledaños de un polígono industrial, y reconocido como uno de los puntos mas visitados por los que buscan marcha y desenfreno en el fin de semana.
Maribel y yo no estamos casados. Yo lo estuve con anterioridad, pero no salio bien, y tampoco es que me guste mucho recordar a mi primera esposa. Hace dos años que vivimos juntos, y la mejor manera de definir a Maribel es como ninfomana irreversible.
Reconozco que nos pegamos una vida escandalosa, ninguno de los dos trabajamos actualmente. A decir verdad, creo que Maribel no ha trabajado nunca, y yo llevo ya cinco meses en el paro, después de que la multinacional del automóvil en la que trabajaba cerro sus puertas de la noche a la mañana dejando en la puta calle a más de ochocientas personas.
Aunque mi subsidio de desempleo es mas bien ridículo, vivimos bastante bien, en parte gracias a lo que hemos acordado llamar las "horas extras" de los fines de semana, bueno, en parte no, absolutamente gracias a ellas.
En dichas salidas, Maribel siempre se viste de forma provocativa, y como no podía ser menos, hoy lleva una cortisima minifalda de cuadros y una camisetita negra de tirantes, por supuesto sin sujetador, que prácticamente no deja lugar a la imaginación, ya que marca perfectamente sus delgadas formas.
En casa, nos pasamos los días follando como conejos. En la cama, en el sofá, en la ducha, en la cocina, lo hacemos a todas horas, por todos los sitios y en todas las posturas imaginables.
Hemos gravado videos para colgarlos en Internet, practicado el intercambio de pareja, sexo en grupo, tríos con hombres y mujeres, e incluso hemos probado relaciones bisexuales y homosexuales. En definitiva, estamos de vuelta de la mayoría de variedades sexuales que os podáis imaginar.
A lo largo de nuestras aventuras sexuales hemos tenido infinidad de momentos de máximo placer, pero no puedo dejar de reconocer, que para que se me ponga la libido en su punto álgido, no hay mejor escena que ver a mi esposa, porque así la considero, aun sin pasar por la vicaria, enzarzada en medio de dos tíos que la hagan correrse dando gritos de placer y poniendo cara de puta.
Ella es conocedora del morbo que esas situaciones me producen, y siempre procura situarse al alcance de mi vista cuando, como ella misma dice, se enrolla a "algún primo que la ponga mirando a Córdoba" y le meta un buen rabo entre las piernas.
La idea para esta noche, era buscar algún madurito con barriga cervecera, de bragueta fácil, a ser posible con anillo de casado, y sobre todo, con una cartera más voluminosa que su entrepierna. En definitiva, un "primo" que echara las babas por la boca en cuanto Maribel le entreabriese un poquito las piernas.
Elegimos una de las discotecas prácticamente al azar, ya que hacia tiempo que no frecuentábamos esta zona y difícilmente podíamos ser reconocidos por alguno de los clientes, porque, como pronto se deducirá, nunca, nunca, nunca, repetimos nuestras aventuras con una misma persona.
El recinto estaba de bote en bote, como se suele decir. El calor era insoportable, la música destrozaba los tímpanos de cuantos allí nos encontrábamos, y era imposible acceder desde la barra a los lavabos en menos de quince minutos, aunque no estaban separados por más de veinte metros de distancia.
Comenzamos con nuestra táctica morreándonos y metiéndonos mano junto a un cincuentón trajeado y mofletudo que a los pocos segundos estaba hipnotizado con el respingon culo de Maribel. Con un codo apoyado en la barra y dando largos tragos a su vaso de tubo, no perdía detalle de cómo yo magreaba el trasero de mi mujer mientras ella me hundía su lengua en la boca lujuriosamente.
A cada instante, nos íbamos acercando mas al objetivo con la intención de acorralarlo entre la barra y Maribel hasta provocar algún roce y poder embaucarle en nuestros juegos amorosos, lo que sin duda no resultaría nada difícil a juzgar por como miraba el cuerpo de mi compañera.
Sin embargo, no había reparado yo en un joven que no llegaría a los veintipocos y justo detrás de mi pedía a la camarera una consumicion con evidentes síntomas de llevar ya unas cuantas encima, y mostrando una cartera de aspecto bastante vieja en la que se apreciaba una buena cantidad de billetes de cincuenta euros.
Pero Maribel, era una experta en elegir al "primo", además de que según me dijo después, el tipo no estaba nada mal para su gusto, así que con un estudiado gesto que teníamos convenido, me indico que siguiéramos al chaval cuando dejo la barra con su vaso y se dirigió a los alrededores de la pista de baile.
La forma de contacto era muy sencilla, los trucos de toda la vida. Yo me quedaba unos metros por detrás mientras Maribel se acercaba al chico, bailaba provocativamente unos instantes junto a el, sacaba un cigarrillo, le pedía fuego, y esperaba que la "victima" diera el primer paso preguntándole cualquier gilipollez.
Por supuesto, en esta ocasión también funciono, aunque la forma en la que el chaval le entro, no era lo que Maribel esperaba oír: - Ufff Pero que buena que estas, morena. le soltó de improvisto colocando una mano alrededor de su cintura.
Por un momento estuve a punto de acercarme hasta ellos por si la cosa se complicaba, pero al ver que mi mujer le devolvía la mirada con una amplia sonrisa, espere a que la cosa continuara su curso y Maribel lo encandilara con sus insinuaciones.
Intercambiaron varias frases entre risa y risa, el la invito a beber de su vaso y comenzaba a tirarle los tejos mientras mi esposa bailaba sensualmente frente a el asintiendo a sus preguntas.
Aunque yo me fiaba completamente de Maribel, no tenia muy claro si la elección de esa noche era la mas indicada. El tío no tenía lo que se dice la pinta de "un buen primo". Ataviado con unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca de tirantes de lo más cutre y el pelo casi al rape, se me antojaba un pobre obrero rumano de la construcción sin un puto duro. Pero si Maribel me había dicho que llevaba pasta larga, seria porque lo habría visto.
además, cuando me acerque a ellos, comprobé que el chaval hablaba un poquito raro, no sabia si por el alcohol que a esas alturas ya llevaba encima o porque había acertado en lo de su nacionalidad, que luego resulto ser portuguesa.
Como siempre hacíamos, Maribel me presento como un "amigo" y me explico que acababa de conocer a Celso, un simpatiquísimo camionero luso que disfrutaba de la marcha de la zona a la espera de cargar su camión el próximo lunes y volver a Portugal.
El tío llevaba una tajada impresionante y nada mas fácil que responder a la locuacidad de Maribel, que también se mostraba como si fuera un poquito pasada de copas, diciéndonos que éramos unos tíos cantidad de enrollados y que a parir de ese momento seriamos sus colegas españoles.
Yo, como de costumbre, hacia el papel de amigo con derecho a roce de mi mujer, el del típico tontin que la llevaba a casa después de la juerga, y que en contadas ocasiones se pegaba un revolcón con la zorrita, encantado además de que un chavalote se uniera a nosotros para amenizar la fiesta y a ver que caía.
Maribel comenzó a ponerse mas cariñosa a medida que transcurría la noche, y conforme el amigo camionero iba viendo crecer la posibilidad de llevársela al huerto, mas insistía en que aumentáramos nuestra ya alta dosis de alcohol, siempre pagando el portugués, hasta el punto de que el tío se dejo mas de cien euros en copas antes de que abandonáramos el local.
Mi esposa dirigía la trama a la perfección. Entre chistes y anécdotas, se restregaba desinhibidamente contra el chaval, me besaba lujuriosamente de tanto en tanto sin impedir a nuestro amigo sus aparentemente accidentales toquecitos en el culo e incluso nos pegamos un baile donde Maribel se movía al ritmo de la música con nuestros cuerpos tan pegados al suyo que debió sentir perfectamente nuestros paquetes en su bajo vientre y sus nalgas respectivamente.
Todos estos juegos a mi me tenían ya como una moto, y estoy seguro que con lo caliente que es mi mujer no le costaba en absoluto interpretar el papel de zorra a la perfección, y llevando poco a poco la conversación a temas sexuales, por no decir que directamente comenzó a insinuar al portugués la posibilidad de realizar un trío con nosotros.
Aun con la de copas que llevaba encima y mas caliente que el rabo de una sartén, el chaval pareció quedarse unos instantes cortado ante la invitación, Situación que Maribel controlo de inmediato situándose entre los dos y tomándonos por la cintura, nos repartió sendos morreos en la boca, primero al camionero y después a mi, disfrutando con los lujuriosos movimientos de su lengua a lo largo de al menos un minuto cada uno.
Aquello debió de acabar de decidir al chaval, que tras comentar lo deliciosos que eran los besos de mi mujer, quiso repetir la experiencia, esta vez llevando el la iniciativa, y acercando su boca a la de Maribel, comenzó a jugar con su lengua tan lascivamente que provoco en mi una erección tan fuerte que mi pantalón ya no daba cabida a mi polla.
Mientras el chaval y mi esposa seguían con su apasionado juego de lenguas, no pude evitar la tentación de deslizar mi mano por la espalda de Maribel hasta su culo, aun a sabiendas de que muchas de las personas que estaban a nuestro alrededor podían estar observando nuestros movimientos.
En esas estaba cuando ¡Ohh..! Sorpresa. El "primo" se me había adelantado. El muy cabron tenia su mano bajo la minifalda de Maribel y le dedicaba un suave masaje en el coño por encima de su minúsculo tanga.
Claro que eso a mi no iba a detenerme, con lo que yo disfrutaba viendo a Maribel en brazos de otro tío, así que ni corto ni perezoso, acudí en ayuda del chaval agarrando la delgada tira trasera del tanga de mi mujer y echándola hacia un lado para que su amante disfrutara abiertamente de sus labios vaginales.
En esos momentos decidió Maribel hacer un cambio de boca, y sin previo aviso me planto un besazo en los morros que casi me hacia daño en los labios, mientras Celso nos miraba con su cara muy cerca de la nuestra y se entretenía en seguir acariciando el ya húmedo sexo de mi mujer.
Aunque mas bien debería decir que se la estaba follando con los dedos, porque eso es exactamente lo que me encontré cuando quise imitarle metiendo mi mano entre las piernas de Maribel, sus dedos índice y meñique chocando contra sus labios vaginales, ya que los otros dos en esos momentos se deslizaban ya por dentro de su coño.
Aun así no desistí en mi empeño, y busque la manera de acariciar su clítoris entre los dedos del chaval, que entraban y salían del interior de mi esposa completamente empapados de jugos vaginales a un ritmo acompasado y constante.
Como un par de minutos permanecimos así. Maribel ya no hundía su lengua en mi boca, sino que se limitaba a jadear con su cara muy pegada a la mía y emitiendo de cuando en cuando pequeños gemidos que anunciaban un próximo orgasmo.
debió de ser una de las corridas mas silenciosas de mi esposa, que tuvo que morderse los labios para no dar un grito en medio de la discoteca cuando los dos dedos del camionero le arrancaron una gran cantidad de semen que también se deslizo por mi empapada mano llegando incluso a la muñeca.
Sin duda alguna que el chaval estaba en el bote, y mas aun cuando mi mujer cogio la mano que había estado hurgando dentro de su sexo y se la llevo a la boca en un acto de descarada lascivia, chupando juguetonamente los dos dedos que le habían arrancado la corrida y se mantenían aun impregnados de semen, repitiendo luego la operación con el que yo había estado masajeando su vulva.
Tras semejante espectáculo, tal y como estaba previsto, Maribel sugirió continuar la fiesta en mi supuesta casa, y como el portugués se mostró de acuerdo, mi esposa nos tomo a los dos de las manos y enfilo hacia la salida por entre los abarrotados pasillos del local.
Cuando llegamos al coche, en un principio el chaval se situó en el asiento trasero y Maribel a mi lado, y antes incluso de salir del aparcamiento de la discoteca, me bajo la bragueta y tras sacarme el superempalmado rabo comenzó a masajearlo como solo ella sabia hacer, bajo la atenta mirada del portugués que tenia situada la cabeza entre el respaldo de los dos asientos delanteros.
Claro que como yo debía mantener mi atención en la carretera, no podía corresponder a los juegos de mi esposa, así que en un alarde de flexibilidad, y circulando aun por las cercanías de la zona discotequera, Maribel salto hacia el asiento trasero situándose a la izquierda del chaval con la sonrisa felina que solo ella era capaz de mostrar.
Enfilaba yo el carril de acceso a la autopista, con mi tranca completamente erecta fuera del pantalón, cuando colocando convenientemente el espejo retrovisor vi como Maribel ya había desabrochado el pantalón de Celso y liberado un grueso pene que ella pajeaba a dos manos y con su sonriente cara de zorra, mientras el chaval se limitaba a dejarse hacer palpando tímidamente una de las tetas de mi esposa por encima de su camiseta.
Yo conducía por el carril derecho a velocidad moderada intentando no perder detalle de lo que ocurría en el asiento trasero. Maribel acariciaba los huevos del camionero con su mano izquierda mientras la derecha no dejaba de subir y bajar acompasadamente por el tronco del pene erecto.
Cada pocos instantes, los pantalones y el slip del joven iban descendiendo más por sus muslos, algunas veces porque los deslizaba el mismo, y la mayoría porque era mi esposa la que se los bajaba.
Como no podía ser de otro modo, a los pocos minutos Maribel se arrodillo en el asiento y agarrando aquella magnifica polla por su base, se la metió completamente en la boca arrancando de la garganta del portugués un interminable gemido de placer.
Comenzó así una mamada en toda regla, donde la cabeza de mi mujer se perdía entre las piernas entreabiertas del "primo", que no perdía el tiempo y haciendo subir la minifalda de Maribel hasta su cintura, le magreaba las posaderas con toda la extensión de su mano izquierda, dando alguna que otra pasada por su entrepierna, llegando así a su insatisfecho coño, aunque de momento por encima de su tanguita.
Desde mi posición, no es que se pudiera ver la escena demasiado bien, pero en las fugaces miradas que podía dar, pude observar como toda la extensión de la polla del chaval desaparecía en la boca de mi esposa, llegando sus labios casi a la base de sus cojones, que seguía acariciando con las yemas de los dedos.
En un momento dado, vi por el retrovisor que el chaval deslizaba el tanga de mi esposa a lo largo de sus torneados muslos, sin duda para tener libre acceso a su mojado coño, operación que ella le facilito levantando las rodillas hasta que su intima prenda quedo tirada entre los asientos del coche.
Estoy seguro de que en esos momentos la idea del chaval era meter inmediatamente su rabo entre las piernas de mi mujer, pero Maribel es una putita muy juguetona que sabe perfectamente como alargar las situaciones morbosas y dar el máximo placer a los tíos, y fue ella misma la que sin cortarse un pelo tomo la mano del portugués y se la coloco directamente entre sus labios vaginales invitándolo a que la obsequiara con una follada de dedos como la que había tenido lugar en la discoteca.
Por descontado que el camionero no se hizo de rogar, e inmediatamente comenzó a masturbarla y a meterle sus dos dedos mágicos en el coño mientras mi mujer comenzaba a mover rítmicamente su cintura en busca del mayor placer posible de los mismos, por supuesto sin dejar de atender la comida de polla que estaba volviendo loco al chaval.
Este se encontraba en un estado de calentura tal que mientras perforaba el coño de Maribel con sus dedos, con la otra mano sujetaba a mi esposa del pelo obligándola casi a tragarse su miembro a punto de reventar de una manera casi salvaje, impulsando sus caderas hacia arriba hasta notar la garganta de mi mujer chocar con la punta de su nabo.
El suspiraba y gritaba a cada envestida, ella solo podía insinuar confusos amagos de gemidos con la boca completamente llena de polla, al tiempo que empujaba hacia abajo los pantalones del "primo" hasta que hicieron tope con sus tobillos.
Creo que fue en ese instante, cuando su cabeza estaba prisionera entre la mano que le sujetaba del pelo con firmeza y la polla que se hundía en su boca cada vez con mas violencia, cuando su experta mano se las ingenio para sacar del bolsillo trasero de los arrugados vaqueros del joven la gruesa cartera para ocultarla bajo el asiento delantero del coche.
El portugués estaba tan enfrascado en follar la boca de Maribel con su polla y recorrer todos los rincones de su coño con sus dedos, que no reparo en que para hacer tiempo me salí de la autopista y volví a cogerla en sentido contrario, intentando decidir a que población periférica me dirigiría para dar el golpe final a nuestro plan.
Un pequeño toque en la parte trasera de mi asiento, hizo que desatendiera por un instante la autopista y me interesase por las operaciones que mi esposa llevaba a cabo en la parte trasera del coche, donde todo eran gemidos y exclamaciones de placer.
En esos instantes, Maribel intentaba acomodarse sobre el camionero colocando sus piernas a ambos lados del chaval y mirando hacia delante, como adoptando una posición idónea para que yo pudiera seguir sus juegos por el retrovisor central.
Nada mas tenerla encima, Celso la tomo de las caderas y la guió sabiamente hasta que todo su miembro quedo insertado en el coño de mi esposa, mientras ella hacia descender su camiseta hasta liberar sus tetas, que quedaron al aire a escasos centímetros de mi mejilla derecha.
Inmediatamente Maribel comenzó un ejercicio de sube y baja sobre la entrepierna del camionero que pronto hicieron que este comenzase a gemir y a respirar entrecortadamente, al tiempo que ella se acariciaba los pezones afanosamente con las dos manos justo encima del espacio que había entre los dos asientos delanteros.
La follada se tornaba cada vez más frenética y Maribel se dejaba caer con violencia sobre la tranca del joven utilizando todo el peso de su cuerpo, lo que le propiciaba una penetración completa, hasta tal punto profunda que era difícil decidir si sus cada vez más fuertes gemidos se debían al placer o al dolor.
Por su parte, el chaval hacia todo lo que podía para contribuir a la copula, además de guiar a Maribel sujetándola por las caderas, en ocasiones deslizaba sus manos y se entretenía unos instantes en sobarle frenéticamente las tetas, y cuando se cansaba de estas, metía una mano entre las piernas de mi esposa y se dedicaba a masajear su clítoris durante un rato, lo que hacia que ella aumentara aun mas si cabe el ritmo del mete y saca.
Yo tenia la polla tan dura y tiesa que casi me rozaba en la parte baja del volante, condenado a seguir pendiente de la carretera mientras mi mujer daba muestras de estar cada vez mas cerca del orgasmo, como cuando en un momento dado, mientras cabalgaba salvajemente sobre Celso y ella misma se acariciaba la vulva, coloco su mano libre sobre mi hombro y lo apretó con fuerza, como para darme a entender lo que estaba disfrutando con la follada.
Sin embargo yo sabia que ese gesto era una indicación para que preparara la ultima parte de nuestro plan, así que circulando tranquilamente por la derecha, tome la primera salida de la autopista que encontré, que resulto ser la del municipio de Rubí, y me dirigí despacio hacia una de las urbanizaciones mas selectas de la periferia.
Apenas habíamos empezado a atravesar el casco urbano, desierto a esas horas de la noche, cuando los gemidos de mi mujer se hicieron tan continuos que se asemejaban a un único grito de placer. Con gran dificultad pude ver que se automasajeaba violentamente el clítoris y se pellizcaba los pezones mientras el chaval le perforaba rabiosamente el coño con rápidas envestidas.
Instantes después, Maribel cayó apoyada en los asientos delanteros presa de un largo orgasmo que la dejo durante varios segundos sin respiración, mientras el chaval continuaba meneando sus caderas con todas sus fuerzas intentando descargar toda su leche en el interior del coño de mi esposa.
Ella se dejo seguir follando durante unos minutos, incluso comenzó a acariciarle los huevos con las yemas de sus dedos para dar mas placer al "primo", pero este llevaba tanto alcohol encima que hubiese sido un milagro que se corriera dentro de Maribel.
No obstante, parecía que estaba a punto de conseguirlo cuando aminore la velocidad del coche y me pare junto a la puerta de una torre cuyas luces estaban todas apagadas y que yo había tenido buen cuidado de que quedara del lado del coche donde estaba sentado el portugués.
Justo en ese momento, Maribel libero el rabo del chaval de entre sus piernas y sentándose justo detrás de mi, le indico que abriera la puerta para dirigirse juntos a la entrada de mi supuesta casa y continuar la fiesta en el interior mientas yo metía el vehiculo en el garaje.
El "primo" estaba tan ciego de alcohol y calentura que obedeció a mi esposa y se bajo del coche con los calzoncillos y los pantalones a la altura de sus muslos y dando algún que otro traspiés mientras se dirigía inocentemente a la puerta de entrada.
Me hubiese gustado ver la cara que puso al oír a su espalda como se volvía a cerrar la puerta del coche y las ruedas chirriaban cuando yo pise a fondo el acelerador para salir pitando, dejándolo a las cuatro de la mañana en medio de una urbanización de lujo y con el culo al aire.
Ya estaba entrando otra vez en la autopista para dirigirnos a nuestra verdadera casa, cuando un grito de alegría de mi mujer casi me rompe un tímpano. Maribel, aun con las tetas al aire, su tanguita perdida entre los asientos del coche y su falda enrollada en su cintura mostrando esplendorosamente su sexo, comenzó a dar botes arrodillada en el asiento trasero.
Y no era para menos, le habíamos "soplado" al chaval novecientos sesenta euros. A eso se debía la alegría de mi mujer tras registrar la cartera del portugués. Sin duda Maribel tenía buen ojo a la hora de seleccionar la victima.
Por descontado, cuando llegamos a casa nos pusimos a follar como salvajes, y Maribel se paso toda la noche recordándome lo rentables que tenia los cuernos.
FIN
Si os ha gustado este relato, o si no os ha gustado, agradecería comentarios en mi dirección de correo. Prometo contestar a todos y todas.
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Saludos, Víctor Galán.