Unos cuantos sueños hechos realidad
Raúl, su novio Daniel y su mejor amigo Javier exploran nuevas formas de "amistad" que les llevará a conocerse más a fondo que nunca.
Raúl estaba nervioso, algo que se notaba viendo como removía su café con la cucharilla a toda velocidad, del mismo modo que cuando sus manos estaban libres se comía compulsivamente las uñas. Daniel, que estaba mucho más tranquilo, le decía de vez en cuando y de la forma más cariñosa posible que alejara sus dedos de la boca.
Un gesto tierno, una mirada atenta, un roce de rodillas, todo lo que hiciera falta para que Raúl entendiera que no estaba solo, pasara lo que pasara. Daniel iba a estar a su lado intentando aportar esa tranquilidad ante estas situaciones de la que Raúl adolecía por su inexperiencia.
Se habían conocido unos cuantos meses antes, siendo para Raúl la primera experiencia seria con un hombre, y la última de las oportunidades después de innumerables fracasos en el caso de Daniel. Los dos tenían miedo al fracaso, porque cuando uno se expone en cuestiones amorosas no importa si tienes mucho o poco “equipaje”, el riesgo de acabar sufriendo siempre está ahí.
Pero el sufrimiento no había sido precisamente el resultado de su unión. No, para nada. Toneladas de cariño, amor a raudales, multitud de pasión y muchos cientos de orgasmos les hicieron sentir como ese imán que acercas a un metal y que notas que la atracción magnética es intensa y fuerte hasta que inevitablemente se unen, como esa pieza de un puzle a la que no das encontrado su sitio tras muchas horas de búsqueda y que tras llegar al final por fin logras encajar. Ellos estaban hechos el uno para el otro, eran la horma de sus respectivos zapatos, la media naranja de la que todo el mundo habla y que al final aparece.
Daniel había comandado esta montaña rusa emocional ayudado por las intensas ganas de ser feliz por fin que tenía Raúl, tras una vida centrada en su trabajo y en su familia. Ahora le tocaba a él darse la oportunidad de VIVIR, así en mayúsculas. Raúl se sentía capaz de todo con Daniel al lado, y éste a su vez se sentía pleno, más fuerte que nunca, más afortunado que el ganador de un millonario premio de la lotería, porque el dinero va y viene, pero personas como Raúl pasan por delante una vez en la vida, y poder llegar a su corazón es el mayor de los premios imaginables.
Sentados en aquella cafetería esperaban a Javier, el mejor amigo de Raúl, que iba a ser la primera persona de su entorno más cercano que iba a conocer su nuevo rumbo, sus nuevas ilusiones y su nuevo compañero de viaje. No sería algo fácil, puesto que Raúl hasta ahora solo había tenido leves y breves escarceos con otros hombres, mientras que su vida sentimental había estado ligado siempre a mujeres.
Javier, un peculiar hombre casado que rondaba los 50, sabía que su mejor amigo había tonteado con la homosexualidad, pero no le daba mayor importancia más allá de entender esos roces como pura fantasía para salirse de la monotonía. Tenía claro que su amigo Raúl, a sus 35 años, todavía estaba a tiempo que enamorar a una buena moza que le pudiera dar esos hijos que tanto había deseado.
Daniel por su parte afrontaba el encuentro con mayor tranquilidad, la tranquilidad de haberse enfrentado a situaciones similares e incluso a otras mucho más complejas, pero sobre todo con la seguridad de que cualquier persona que pudiese comprobar en persona la magia que él tenía con Raúl se daría cuenta que aquello era amor del bueno, como el que se relata en las historias de amor más intensas y sobre el que se acaban escribiendo novelas y filmando películas.
Además Daniel partía con un as en la manga. Tenía la sospecha que Javier, aquel hombre de mirada intensa y penetrante, parecía poder “entenderles” mejor de lo que Raúl creía. Daniel y Javier habían coincidido en un acto social meses atrás, y de algún modo sus miradas se cruzaron en un momento dado del evento. En ese momento ambos se dieron cuenta que tenían algo más en común que sus buenos sentimientos por Raúl.
Daniel, curtido en mil batallas sexuales, forzó un encuentro furtivo y privado para calcular con mayor precisión si su intuición era cierta y se plantó en el servicio de caballeros sabiendo que Javier acababa de entrar. Tres urinarios verticales, Javier a la izquierda, otro hombre en el de la derecha. Todos los servicios con puerta estaban libres, y Daniel quiso jugar con fuego situándose en el urinario central no sin antes mirar a su izquierda, directamente a los ojos azules de Javier, mientras sacaba su creciente pene para vaciar la vejiga. Javier esquivó hábilmente la situación y corrió a retirarse de los urinarios. Eso había sido suficiente para que Daniel tuviese claro que dentro de Javier había algo más que un hombre acomodado y felizmente casado.
Sea como fuere meses después de aquel primer encuentro, y no sin antes apostar con Raúl a que su amigo iba a “entenderles” muy bien, Javier llegaba al encuentro de su gran amigo Raúl para conocer a la que era su pareja y con la que esperaba compartir un proyecto de vida.
A su llegada Javier se mostró nervioso, quizá porque intuía lo que allí iba a conocer, pero a los pocos minutos de estar hablando percibió que lo que tenían aquellas dos personas era puro fuego, amor del bueno. Unos breves momentos fueron suficientes para calibrar las miradas que se dedicaban aquellos dos treintañeros, que en plena ebullición de su amor emanaban cariño, ternura y pasión fácilmente palpables por quien los tenía delante.
Raúl se sintió mucho más cómodo al ver que la reacción de su mejor amigo estaba siendo buena, Javier se relajó al ver que su amigo por fin estaba siendo él mismo y por fin se había dado la oportunidad de ser feliz, y Daniel… bueno, la verdad es que él se relamía pensando en lo que iba a salir de todo aquello, al tiempo que disfrutaba por ver que el niño de sus ojos estaba feliz y radiante presumiendo de sus respectivos sentimientos.
El encuentro fue sumamente interesante para todos, se abría una nueva etapa en la amistad entre Raúl y Javier, y Daniel respiraba tranquilo porque su chico tenía por fin un apoyo a la noble causa de ser feliz. Al día siguiente Raúl tenía que ausentarse toda la tarde debido a sus innumerables compromisos profesionales, así que éste le ofreció a Daniel quedar con su amigo Javier.
Daniel pensó que era buena idea, y más cuando Raúl le dijo que Javier iría a tomar el sol a la orilla del río que había a escasos 10 km de su pueblo. Tomar el sol es algo agradable, pero lo es más cuando lo haces totalmente desnudo, dejando que el calor llegue a todas las partes de tu cuerpo, notando como nada impide que todo quede expuesto a la naturaleza. Javier era un consumado naturista que había estado en múltiples playas nudistas a lo largo de la geografía nacional. Daniel también lo era, desde que era un chaval siempre prefirió sentir la naturaleza y el roce de la brisa marina sin que un trozo de tela le robase sensaciones.
Y allí fueron Javier y Daniel, dos perfectos desconocidos (o casi) buscando la parte más privada de la orilla de aquel río, que por aquel momento no registraba afluencia de gente debido a que todavía asomaba la primavera y el calor más intenso no había llegado. El momento de quitarse la ropa fue una pista de lo que sucedería después.
Daniel al quitarse su pantalón y quedarse solo con unos slips negros de CK notó como Javier no perdía detalle de cada centímetro de su piel que quedaba al descubierto. Javier tampoco se estaba cortando precisamente, así que le comentó a Daniel que le encantaban los slips que llevaba y que él también los prefería a otro tipo de bóxer o calzoncillo.
Cuando Javier se quitó la ropa hizo saber a Daniel el porqué de su elección en la ropa íntima, ya que no tuvo mayor reparo a la hora de agarrar con fuerza sus grandes y voluminosos testículos mientras se los mostraba explicándole que todo aquello tenía que estar bien sujeto.
Daniel comprendió entonces que se abría la veda de la seducción, y él no se iba a quedar atrás. Él y su pareja estaban descubriendo juntos un mundo de opciones que hasta ahora no se habían planteado y no tenían impedimento alguno en hablar o plantearse cualquier situación sexual que pudiera surgir. Si bien es cierto que hasta el momento todo había quedado en meras palabras a pesar de lo muy morbosos que eran ambos.
Una vez que comenzaron a charlar estando ya desnudos y tomando el sol Daniel comenzó a acariciar su pene. Inicialmente era pequeño, pero su capacidad para aumentar el tamaño era algo que siempre había llamado la atención de muchos. Aquello no tardó en crecer bajo la mirada atenta de Javier, que pocos minutos después comentó lo sorprendido que se había quedado con aquella creciente polla.
Se pasaron toda la tarde jugueteando, que si uno se toca el otro mira, que si me pongo cerca por si sin querer nos rozamos, que si te cuento aquella vez que hice un trío y yo te cuento cuando hice una orgía… Puro juego de seducción en el que Javier no mostró ni un atisbo de lo que en realidad deseaba hacer, pero en el que tampoco dejó de transmitir con la mirada que se moría de ganas por meterse aquella polla en la boca.
Daniel a su vez intento transmitirle confianza y tranquilidad, y sobre todo la idea de que si Javier decidía ir un poco más lejos ni él ni Raúl iban a decirle que no lo hiciera. Pero era un poco pronto… al menos viendo lo que ocurrió semanas después.
Madrugada de sábado, casi un mes después de lo ocurrido en el río Raúl, Javier y Daniel se encontraban en una habitación, a solas, deseando comerse los unos a los otros. No sabría explicar muy bien cómo se llegó a aquello, pero lo que sí sé es que era algo que se veía venir dada la temperatura sexual de los tres amigos.
Raúl era un volcán, que había pasado media vida cohibiendo sus deseos carnales escondiéndolos tras la intensa carga laboral. Y ahora rebosaban por cada poro de su piel. Su relación con Daniel, además de para aportarle una felicidad extrema, le había servido para dar rienda suelta a sus deseos más ocultos. Deseos que Daniel, apoyado en la gran experiencia que acumulaba a pesar de su juventud, se encargaba de cumplir con decisión y ahínco para que su chico fuese lo más feliz posible. Y Javier… el recatado y asentado Javier ya no era para ninguno de los dos aquel hombre casado sin dobleces. Se había destapado como un verdadero maestro de la doble vida, por sus manos habían pasado alguna que otra polla desde sus años mozos hasta su madurez actual, lo que junto a su gran curiosidad le había permitido poder disfrutar de la libertad que da la bisexualidad.
El juego iba a comenzar, todos dispuestos a pasar un buen rato, todos dispuestos a disfrutar y a romper alguna que otra barrera, pero sobre todo los tres con ganas de saborear y degustar lo que un buen trío en confianza te puede aportar. Para Raúl iba a ser el primero, pero en su cabeza había practicado mucho en las miles de pajas que se había hecho a lo largo de su vida. En ellas había adoptado todos los roles posibles, pasivo, activo, simple espectador, etc… La situación iba a ser algo más incómoda para él, al menos a priori, ya que era la primera vez que él y su chico estaban con alguien más, y para darle más importancia al asunto esto iba a ocurrir con su mejor amigo… ¡ahí es nada!
Javier le había confesado a Daniel que ya había hecho algún trío, pero siempre con alguna mujer de por medio. También había admitido que en esos casos se había quedado con ganas de “trabajarse” al otro hombre participante, pero esa espinita se la había ido quitando en las experiencias a solas con hombres que había podido tener. La presión para él venía porque desde siempre su amigo Raúl le había excitado mucho, lo veía muy atractivo y morboso, y no era para menos. Un hombre de 35 años, 1.75m de altura, 95kg de peso, velludo, guapo de cara, muy masculino y con un trasero que atraía miradas allá por donde pasaba. Jamás había visto a nadie que llenara tan bien un pantalón, por delante y por detrás.
Daniel era quizá el más experimentado, había hecho varios tríos, pero no solo eso, si no que en sus peligrosas ganas de encontrar sus límites había probado con grupos más grandes, con hombres, con mujeres, etc… Toda una galería de experiencias que habían animado a su pareja y a su nuevo amigo a probar en estas lides.
Pero no todo iba a ser de color de rosa para este preparado joven, ya que aunque tenía su bagaje era la primera vez que compartía a su pareja, y en esta ocasión se tocaban dos de sus morbos más privados. Su fantasía era hacérselo con un chico fornido y caliente como era su pareja, y con un maduro lujurioso y salido como era su nuevo amigo Javier. Hasta ahora Daniel había estado casi siempre con hombres maduros, por eso cuando comenzó a salir con Raúl descubrió un mundo nuevo. Por fin le seguían el ritmo, por fin había conseguido encontrar a un chico de su quinta que le llenara como persona y que estuviera a la altura en la cama. Eran innumerables las veces que Daniel había disfrutado de la pasión y la entrega de Raúl, y sobre todo de su primoroso culito tragón que le hacía tocar el cielo cada vez que sus 18 cm de rabo entraban en aquel agujero de placer infinito.
Daniel tenía un físico similar a Raúl, solo que era un poco más alto y algo más delgado. 1.80m de estatura, 90 kg de peso, y esos citados 18 cm deseando encontrar una boca y un culo que lo pudiera saciar. También velludo, y aunque no tenía el trasero de Raúl tenía unas proporciones de hombre aguerrido y fuerte.
Javier por su parte no se quedaba atrás, algo más alto que Daniel, de constitución y peso similar, muy masculino, con unas interesantes entradas en su frente, una mirada que derretiría el hielo, un labio inferior que estaba pidiendo besos a gritos, y sobre todo unas inmensas ganas de disfrutar de aquellos dos treintañeros en su plenitud sexual.
Los comienzos fueron extraños, con Javier y Daniel más sueltos, Rául no sabía por dónde empezar, pero enseguida su chico le empezó a besar con pasión mientras Javier devoraba su ya empalmada polla. Daniel le decía a Raúl de vez en cuando que observase a su amigo comiéndole la polla a su pareja, y Raúl miraba entre asustado y deseoso de ir a más.
No tardó en ver como eso pasaba al notar como su mejor amigo echaba mano a su paquete y extraía su polla, para pocos instantes después ver cómo tras comerse la polla de su novio ahora estaba dispuesto a comerse la suya. Pocos momentos puede haber más placenteros que besar con pasión y con fuerza a tu pareja mientras os comen la polla a los dos.
Javier era un aplicado felador, así que no tardó en poner aquellas dos vergas a su máximo esplendor. Los tres procedieron a quitarse la ropa, y comenzaron a disponerse en el suelo para realizarse un 69 a tres bandas. Aquí nadie se iba a quedar con hambre. Daniel que ahora disfrutaba de la visión de los enormes huevos de Javier no sabía si centrarse en su pene curvo y resultón o si pasar la lengua por aquellas dos pelotas dignas de un toro.
Raúl tenía la polla de su chico en la boca, apurando cada uno de sus 18 cm, mientras notaba con asombro que su amigo sabía usar la lengua sobre su generosa polla y sus bien generosos huevos. De los tres era el que tenía un paquete más compensado, un pene gordo y unos huevos lo suficientemente grandes para acompañar al conjunto. Si a esto le unimos su prominente trasero firmaba un cuerpo de ensueño.
Javier había soñado mil y una veces con mamar la polla de su mejor amigo, a pesar de que jamás lo había visto desnudo. De hecho era un personaje recurrente en sus fantasías. En una ocasión Raúl le regaló un pantalón de deporte que le quedaba grande y que había usado en pocas ocasiones. Javier usó aquel pantalón como fetiche para sus masturbaciones, lo olía, se lo ponía y lo rozaba su polla erecta, todo con el morbo de saber que aquel olor intenso y masculino pertenecía a su amigo. Tardó mucho en lavarlo, pero le sacó mucho rendimiento. Ahora estaba disfrutando de lo que tantas veces imaginó.
La cosa avanzó, con besos y mamadas en todas las direcciones, para elevar la temperatura de los tres participantes. Daniel entonces se centró en que su chico tuviera una experiencia única, y comenzó a dirigir cada acción, cada cambio de postura. El fin era que su chico disfrutase como nunca y que al mismo tiempo Javier pudiese ver cumplidas algunas de sus fantasías. Su disfrute personal pasó a segundo plano.
Ordenó a Javier que se arrodillara delante de él y de Raúl, que erguidos ofrecieron su polla tiesa y dispuesta mientras se besaban con las mismas ganas de siempre. Javier pudo ver así cumplida otra de sus fantasías, tener dos pollones dentro de su boca. Dar de sí sus labios succionando dos pollazas deseando emanar leche. Y vaya si lo consiguió, aquel hombre maduro chupó aquellos rabos como si no hubiera un mañana, luciendo orgulloso su capacidad feladora.
Era el turno de Raúl, así que Daniel le pidió que se pusiera a cuatro patas, pensando que éste le metería la polla como tantas veces habían hecho, pero le sorprendió al colocar a Javier detrás para que le comiese su deseoso y palpitante ano. Daniel sabía que no era fácil que su chico gimiera de esa manera sin ser penetrado, así que comprendió el placer que estaba recibiendo.
Javier, tan aplicado con su ojete como lo haría con sus ya demostradas habilidades mamadoras, se esforzó por recorrer con su lengua cada centímetro del culo de su amigo. Desde el principio de la raja hasta meter y sacar con rapidez la punta de la lengua en su ano. Lo estaba preparando para lo que vendría después.
Daniel procedió a retirar a Javier y comenzó a aproximar su pene erecto al lubricado culo de Raúl ante la atónita y lasciva mirada de Javier. Éste no perdió detalle para poder vivir segundo a segundo el proceso por el cual Raúl tragó con su culo cada uno de los 18 cm de Daniel. Era algo impresionante, puro fuego, pura pasión. Comenzó a besar a Daniel mientras éste iniciaba el movimiento de cadera con pequeñas embestidas en las que acostumbraba al culo de Raúl al tamaño de su pene.
Para demostrar que él era el que mandaba y que su único objetivo era el placer absoluto de sus compañeros, Daniel agarró lo poco que quedaba de su pene fuera del culo de Raúl y lo extrajo con firmeza, para luego volver a introducirlo sin mayor dilación. Así unas cuantas veces, escuchando los gemidos ardientes de Raúl y observando la lujuriosa mirada de un Javier que jamás pensó ser testigo de semejante acto de dominación.
Cuando volvió a dejarla dentro del culo de Raúl, Daniel pidió a Javier que se pusiera delante de su amigo, y que le ofreciera su polla. De este modo su chico iba a tener ocupados todos los orificios de placer e iba a verse pleno de ocupación sexual. Dicho y hecho. Raúl comenzó a succionar el curvo y duro pene de Javier mientras sentía como Daniel lo penetraba cada vez con más fuerza y con más ganas. Javier y Daniel se aproximaban en algún momento para besarse llevados por la pasión desenfrenada.
Javier pudo ver en primera persona lo que se había imaginado desde que conoció a la pareja de su mejor amigo. Pudo comprobar como follaban a su amigo y como éste aceptaba sin rechistar cada una de las embestidas, firmes, secas, dejando notar cada entrada y cada salida. La excitación era máxima y era cuestión de tiempo que los tres llegasen al climax.
Daniel pidió a Raúl que se tumbara boca arriba, mientras él y Javier se arrodillaban a la altura de su vientre y comenzaron a masturbarse. Daniel besaba a Raúl, Javier besaba a Daniel, luego a su amigo, luego los tres juntaron sus labios y entrelazaron sus húmedas lenguas, que buscaban ansiosamente más y más placer hasta que Raúl advirtió que se corría. Sus dos compañeros de juegos pudieron ver otro de los atractivos que ocultaba el inexperto joven al comprobar como derramaba con fuerza y en cinco o seis impulsos una gran cantidad de leche sobre su barriga. Parecía un aspersor con exceso de presión a la hora de expulsar el sabroso líquido.
Eso hizo que Daniel y Javier se calentaran aún más y aceleraron el ritmo de sus masturbaciones para correrse, siendo primero Daniel el que derramó su densa y cuantiosa leche sobre el pecho de su enamorado para luego comenzar a besarle mientras Javier se corría mientras gemía con ganas tras haber disfrutado de una sesión de sexo que no esperaba haber tenido nunca.
Agotados por el esfuerzo y satisfechos por el placer obtenido aquella pareja y su amigo se quedaron tan a gusto que prometieron repetir… quien sabe si en esa próxima ocasión no serían solo tres.
Raúl había cumplido una de sus fantasías al realizar su primer trío y ser el centro del placer, Javier había podido saborear a su ansiado y deseado amigo y había descubierto un mundo nuevo de posibilidades con sus amigos, y Daniel estaba orgulloso al haber brindado al amor de su vida una sesión sexual para no olvidar y al haber hecho feliz a su mejor amigo. Misión cumplida para los tres. ¿Qué les deparará su siguiente aventura? Mucho placer, desde luego.