Uno de tantos relatos sobre la redención, 8

"Los días se parecen unos a otros como dos gotas de ginebra de garrafa". Karmelo C. Iribarren

CAPÍTULO XVI

TODO ES DE COLOR

26 de noviembre de 2017

Los domingos “El Juli” cierra un poquito antes. Oficialmente el local podía permanecer abierto al público hasta las 3:00 de la madrugada pero si el día se daba particularmente mal a la 1:30, como muy tarde, se “chapaba”.

Soy de esas personas que cumple las promesas que hace y lo que le dije a Lara en su día fue una promesa. Volví todos los días. Solo para verla, solo para estar cerca de ella, por puro capricho.

Y ella lo sabía, vaya si lo sabía.

-Vaya, has vuelto “quesito”

-Lo prometido es deuda, Larita.

-¡Oye, tú! no vuelvas a llamarme Larita o sales por esa puerta.

Sentí que, por alguna extraña razón, había sobrepasado algún límite invisible

-Perdona… estooo… Lara –de ninguna manera quería perder la oportunidad de mantener una relación con ella, la que fuera-. Me era totalmente indiferente si iba a mediar sexo entre nosotros o solo saludos y poco más. Su presencia suponía un ancla en mi vida y dios sabe que, por aquél entonces, yo precisaba una base a la que sujetar mi existencia.

-No pasa nada, “quesito”

Otra vez con lo de “quesito”-pensé- estoy un poquito hasta el gorro. Es verdad que tenía alguna que otra lorza. “La mala vida”- me decía. Tenía que reconocer que ya no hacía ejercicio. Desde el divorcio, el concepto de mantenimiento no tenía ningún sentido de ser en mi vida pero no me gustaba que me lo dijeran y menos en sentido peyorativo. Iba a formular mi queja cuando, mirándome directamente a los ojos, me dijo

-O sea que estoy ante un hombre de palabra. Vaya, vaya, esto es muy interesante, no quedan muchos como tú.

-¿Tú crees? Yo creo que sí hay hombres como yo pero que las chicas no buscáis chicos como yo.

-Elegante, simpático, cumplidor y educado. Todo un galán.

-Pertenezco a una generación que respetaba a las damas.

-Ya veo y dime, marqués, ¿qué tienes pensado hacer cuando apague las luces del local?

Aquella pregunta me descuadró totalmente. ¿Tan directa? No podía ser, ahí había gato encerrado. Seguramente una cámara oculta o alguna treta para robarme la cartera.

-No estoy para bromas, Lara, y si crees que porque me gustes mucho puedes burlarte de mí, vas dada. Estaré fofo, seré viejo y vestiré fuera de cualquier onda que se te acerque, pero me sobran cojones para defender mi dignidad.

-¿Crees que te estoy vacilando? ¿Ese es el concepto que tienes de mí? … ¿Ese es el concepto que tienes de ti?

Ya no quedaba gente en el local y Lara apagó la música y las luces, dejando solo encendidas las que iluminaban la cabina del pinchadiscos. Se creó un ambiente íntimo que por momentos me desconcertaba. No sabía si sentía miedo o excitación.

Puso dos chupitos sobre la mesa y, agarrando una botella de whisky,  vertió su contenido sobre ambos.

-Aquí tienes tu Macallan de los cojones, gilipollas. ¿Sigues pensando que te estoy engañando?

No me lo podía creer. Había comprado una botella de Macallan. Y lo había comprado para mí. No es que fuera el más caro, calculé que le costaría unos 55,00 euros más o menos, pero, en todo caso, era un detalle. Y me lo había dedicado.

-No, Lara, pienso que me tienes loco, que quiero ser un juguete en tus manos y que nunca he conocido a una mujer como tú.

-¿Y entonces a qué esperas para besarme, quesito?

No me hizo falta más. A buen entendedor pocas palabras bastan. Aquello era una invitación en toda regla, solo venían a mi cabeza refranes absurdos, “a caballo regalado no se le mira el diente”, “sentirse como un niño con zapatos nuevos”, “a nadie le amarga un dulce”, mientras mi verga se ponía dura.

No dudé ni un instante. Me acerqué a ella y, agarrando su cara con mis dos manos la besé. Primero un beso, luego otro. Retrocedí un paso para poder mirarla a los ojos.

-¡Vaya beso más casto!- me reprendió

-Lo siento, lo siento, puedo hacerlo mejor. Es que hace mucho tiempo que no …

-¿Follas? Ven encanto, que hoy te ha tocado la lotería.

Dio un paso adelante y me besó, me quitó mi chaqueta, la corbata, me desabotonó la camisa y todas esas prendas fueron cayendo al suelo una a una. Pasó sus dedos por mi pecho,

-Sabía que tú no eras de depilarse, quesito. Me gusta que mis dedos se enreden.

Dicho lo cual, procedió a besarme un pezón y a arrastrar su lengua, dibujando una línea horizontal con destino al otro pecho para poder lamerlo y darle un minúsculo bocadito y fijar su mirada en mi rostro.

-¿Te gusta, cielo? –me preguntó

-Me encanta, amor

-¿Lo hago bien, cariño?- insistió

-Divinamente

-¿Crees que tengo derecho a un premio?

-Sí, Lara, lo que quieras

-¿Te gustaría comerte mi chochito?

-Síiiii

-Pues empieza, hombre, que me tienes mojadísima- me puso a prueba, juguetona, mientras se bajaba sus vaqueros y se quedaba en un minúsculo tanga que no tapaba nada porque ella sí se depilaba.

Me sentí el hombre más afortunado del mundo, mientras observé cómo aquella belleza de mujer se sentaba en la barra y, abriendo, sus piernas de par en par, apoyando sus talones en la barra me ofrecía, rendida, aquél coñito que me moría por devorar.

Se dejó puesta la camisa, tan solo desabrochó un par de botones que permitían entrever aquellos hermosísimos pechos, sus pezones duros, erectos, colocando sus brazos detrás de su espalda y elevando la pelvis hacia mi boca.

Coloqué una de mis manos debajo de su nalga izquierda mientras con la otra aparté ligeramente el fino hilo que constituía se prenda íntima. Un hermoso coño, depilado, húmedo, rico, sí rico, se abría ante mí. No perdí tiempo, no venía al caso, procedí a besar sus labios mayores, para pasar a sus labios menores. Su flujo llenaba mi lengua, mi mano derecha trepó a su pecho izquierdo y comenzó a pellizcar su pezón, alcé un poco la vista para ver cómo se mordía el labio inferior de esa boca que me volvía loco.

Diez minutos estuve masajeando oralmente aquél sexo embriagador, sus gemidos se mezclaban con el ruido que hacía al chupar. Fueron diez minutos… pero me habría tirado media hora. Tranquilamente, como quien no quiere la cosa. Y no me habría cansado, no señor. Le habría sacado todos los orgasmos que ella hubiera querido. Le habría besado el culo, qué demonios, se lo habría lamido desde el inicio hasta su rajita, se lo habría dejado como la patena si me lo hubiera pedido. Se limitó a echar su cabeza hacia atrás y a decirme,

-Toma, quesito, un poquito de mi leche, ufffffff

-Mmmmmm, dame, sí dame,

-Goloso, que eres un goloso, tommmmmmmaaaaaa

Explotó en mi boca, me llenó de su flujo, me impregnó de ella y yo pensaba que qué coño, que si había que arder en el infierno, prefería que fuera así, con una sonrisa y su esencia en mi boca.

-Qué corrida, cariño. Anda, límpiame bien. Quiero tener mi chochito cuidado para que lo riegues ahora, quesito.

Estaba harto de que me llamara “quesito”, hasta las mismísimas narices, pero merecía la pena de todas, todas.

Cómo no iba a merecer la pena. Tras tantos años de tragar mierda, un divorcio, un año de descontrol y casi dos años sin follar, por lo que a mí respecta, podía llamarme “pancetas” si le venía en gana. No iba discutir por un “quítame allá esas pajas” que, por cierto, era de lo que yo sobrevivía últimamente.

Se desabotonó totalmente la camisa con la consecuencia de que sus pechos emergieron desafiantes bajándome seguidamente los pantalones y el bóxer.

-Sabía que eras de bóxer. Siéntate a mi lado.

Obedecí, por supuesto, y con sumo placer. Sentí cómo Lara, me forzó a que me reclinara sobre sobre la barra, se aproximó a mi cintura, e introdujo mi falo en su boca, iniciando una mamada que, siendo humildes, fue espectacular. Tres minutos después sentía que me iba a correr. No quería hacerlo dentro de ella, no quería llenar su garganta, ni su cara y la avisé.

-Me vengo, Lara, me vengooo

Hizo caso omiso a cualquier admonición. Mantuvo la presión, el movimiento, el calor en mi tronco, en mi capullo y me corrí como nunca me había corrido. No hizo ni el más mínimo gesto encaminado a evitar que me derramara dentro de su boca. Simplemente se limitó a recibir mi semen, a tragar parte de él, a dejar escapar el resto sobre mi tripa y a besar mi boca, buscando con su lengua la mía, imponiendo que tuviera que conocer el sabor de mi semen.

-Bebe menos alcohol quesito, tu leche sabe demasiado agria.

Tenía razón, sabía demasiado agria.

A continuación comenzó a morder mi cuello y luego a bajar mi cabeza, dirigiéndola a sus preciosos pechos. No perdí comba, los besé, los lamí, pasé mi lengua por su canalillo, chupé sus lóbulos, posé mi mano sobre su coño húmedo, casi resbaladizo mientras notaba cómo ella hacía lo propio con mi pene.

No me lo podía creer, volví a empalmarme. Todos los dioses del Olimpo, de Asgard y de Heliópolis hicieron causa común con mi deseo.

Lara se colocó encima de mi polla y comenzó a cabalgarme.

Yo ya había perdido cualquier atisbo de dignidad, de educación o de vergüenza, estaba follando con una chavala a la que sacaba ¿cuánto? ¿16, 18 años? Las ocasiones hay que aprovecharlas porque la vida es muy dura. Que me lo pregunten a mí.

-Aguanta quesito, aguanta- me rogaba ella

-Sí, Lara, sí, estoy a puntito

-¿Me vas a dar tu leche? ¿se la vas a dar a tu camarera, quesito?

-Nnnno, nnno me llames quesito- dije no sé muy bien con qué intención

-Estoy a punto, quesito, estoy a punto de correrme,

-Nnno me llames quesito

-¿Qué-qué-quesito?

Se estaba burlando de mí, quería sacarme de mis casillas.

-Que no me llames quesito, joder- casi grité fuera de mi por la excitación y el mosqueo

-Ufffff, casi, casi, ¿cómo, cómo te llamas?

Y mientras me corría por segunda vez dije,

-Mateo, joder, llámame Mateo, coññño, yaaaaaaaa.

-Síi, Mateo, córrete dentro de mí- y ambos nos fundimos en un orgasmo común.

Pasados unos minutos y ya vestidos, Lara me preguntó.

-¿Te ha gustado, encanto?

-Dios, sí. Ha sido sublime, has estado magnífica

-Lo sé- respondió sonriendo para darme la espalda a continuación

-¿Y yo?, ¿cómo he estado yo?

-Muy bien, Mateo, has estado muy bien. Te has esforzado mucho. Lo harás mejor la próxima vez …

“La próxima vez” pensé, “eso es que vamos a hacerlo más a menudo, biennnn”

-          … que lo hagas con cualquier otra mujer que no sea yo.

“Mierda”

-Ja, ja, ja, quesito, deberías haber visto la cara que has puesto- volvió a burlarse de mí dándome un morreo que me dejó absorto una vez más- no hagas planes, Mateo, y menos conmigo, pero tú y yo vamos a recorrer un trecho del camino juntos.

Cuando llegué a mi casa y me acosté tras la preceptiva ducha, solo podía pensar en lo feliz que me sentía, había dado un nuevo rumbo a mi vida y, tarareando, “Jump in the line” de Harry Belafonte  entendí  que, en realidad, ya no me importaba que me llamara “quesito”.

My girl’s name is Senora

I tell you friends, I adore her

And when she dances, oh, brother

She’s a hurricane in all kinds of weather

Jump in the line, rock your body in time

(Okay, I believe you)

Jump in the line, rock your body in time

(Okay, I believe you)

Jump in the line, rock your body in time

(Okay, I believe you)

Jump in the line, rock your body in time

(Whoa)

CAPÍTULO XVII

CUANDO TODO LO BUENO SE ACABA Y LLEGA LA OSCURIDAD

21 de diciembre de 2017

Todas las películas románticas norteamericanas nos dicen, como si constituyera un dogma, que la tercera cita debe acabar necesariamente en la cama. Si has llegado a la tercera base puedes tener seguro que vas a mojar.

Mi relación con Lara fue bastante diferente. Al tercer polvo fue cuando tuvimos nuestra primera cita. Había perdido cualquier noción de prudencia y me estaba enamorando de aquella muchacha. Siempre me había caracterizado por mi sentido común pero no podía negar mis sentimientos. Quería hacer partícipe a Lara de todo lo que ella me inspiraba y quería hacerlo bien.

La llevé a un restaurante de lujo situado en un ático de la Gran Vía madrileña. La cena fue acompañada de un magnífico vino del Penedés y culminamos con un Champán caro. Paseamos por las calles de Madrid mientras se agarraba a mi brazo y la llevé a mi casa.

Ese encuentro quedará para siempre en mi memoria. Lo que más recuerdo no son las luces de la noche de Madrid, la vitalidad de sus calles o el frío que se me metió en los huesos, ni siquiera la sesión de sexo que nos regalamos o la luz del sol entrando por las ventanas de mi ático. Lo que se quedó grabado en mi alma fue la risa de Lara, sus ganas de bromear, sus ocurrencias y el calor de su cuerpo junto al mío.

Aderecé la velada con la música que me gustaba, Ella Fitzgerald, Aretha Franklin, Billie Hollyday, Peggy Sue, Nina Simone, Louis Armstrong, Duke Ellington,  todo aquello que pudiera mostrarle que yo también era original a mi manera. Todo un despliegue de intenciones  para encantarla, para mostrarle que podía ser digno de ella.

Hubo más citas, claro, y más sesiones de sexo y más música. Me gusta pensar que se produjo una conexión especial entre ella y yo. Sin embargo, todo empezó a derrumbarse un jueves que, aun a día de hoy, no sé si fue para bien o para mal.

Desde que empezamos a intimar, Lara me dedicaba todos los jueves por la tarde.

-Voy a llevarte a un garito- me dijo- a ver si te gusta

-Si es contigo, donde me lleves

Cuando entré en “El Hebe” me sentí bastante menos extraño que cuando hice mi primera incursión en “El Juli”. El ambiente era similar pero la música era más selecta. No eran canciones comerciales o con un determinado estilo. La selección musical era más ecléctica, para gente entendida.

Me sorprendí identificando canciones de Eric Clapton, B.B.King, Robert Johnson, Howling Wolf, John Lee Hooker alternando con otras que no reconocía.

Me estaba divirtiendo, no puedo negarlo. Hacía tanto tiempo que no disfrutaba tanto que gozaba apurando cada cita con Lara.

Ella llevaba una cazadora de cuero negra, una minifalda vaquera y una camiseta negra publicitaria de “Jack Daniels”.

-Me encantan esas camisetas- me decía siempre

Estábamos los dos acodados en la barra. Ella tomando un chupito de tequila y yo con vaso de tubo de JB (aquí tampoco servían Macallan. Mucho rock, mucho rollo pero poco gusto, pardiez). Me deleitaba con la visión de Lara apoyada con sus codos en la barra y mirando a la pista de baile, sonriendo, cuando noté un cambio en su mirada y en su gesto. Un rictus de tristeza que asomaba en su boca en forma de sonrisa forzada.

Me giré para ver qué había causado ese repentino cambio en mi chica. Por la puerta del local entraban dos hombres. Un poco más jóvenes que yo, “pero no mucho”-pensé- y, desde luego, bastante más mayores que mi acompañante.

Lara se dio la vuelta y dirigió su mirada a la barra.

-Jefe –solicitó-ponme un chupito de Jack Daniels

No dije nada pero presté más atención a estos dos. ¿Quiénes serían aquellos dos personajes?

Los dos eran delgados pero su manera de vestir era totalmente diferente. Uno, el más alto, venía de traje negro, camisa clara y corbata. “Al menos no soy el único que se mete en estos sitios con esa pinta”- sonreí mientras examinaba su ropa- “Bah, un traje barato. Anímate, Mateo, éste no tiene clase”. El otro, en cambio, vestía de vaqueros, una cazadora de cuero marrón y unas zapatillas deportivas.

Pude constatar que debían ser muy conocidos en ese local ante la profusión de saludos. “Ese chico”, “hostiaaaa, mirad quién ha venido”. Por un momento, sí que me sentí extraño pero era algo natural, caía por su propio peso. Yo no llevaba ni un mes alternando en ese tipo de ambientes. De hecho, yo no llevaba ni un año alternando en cualquier tipo de ambientes.

En fin, sonó “Roxette” de Dr. Feelgood y los acordes de la guitarra de Wilco Johnson me sacaron de la introspección a la que me encaminaba con destino a una, casi segura, autocompasión, para volver a disfrutar del ambiente.

Lara empezó a acercarse a mí y me pidió

-Bésame, “quesito”. Y eso hice, por supuesto. “Quesito” no estaba como para ponerse melindroso.

Sonó algo que me llamó la atención tanto por la armónica como por la guitarra y el órgano Hammond, pregunté a  Lara

-¿Qué es esto?

-“Lazy” de Deep Purple-me respondió fijando su mirada, una vez más en la pista de baile.

“Pin” y “Pon” (como había decidido llamar a esos dos elementos) seguían sentados alrededor de una mesa mientras se bebían dos tercios de cerveza. Los dos se habían despojado de su cazadora uno y de su chaqueta el otro. Y, de repente, sonó una canción que entró con toda su fuerza.

-¿Lara, qué es esto?

-(You´ve gotta) Figth for your right (To party) de The Beasty Boys

Ambos salieron disparados como resortes a la pista de baile con los tercios en la mano. “Ya tienen una edad como para exhibirse así”- pensé- “hay que ser consecuente con uno mismo”. Pero lo cierto es que aquella porción de suelo empezó a llenarse de chicos y chicas que bailaban junto a los dos figuras. La camisa del más alto ya había salido del pantalón y estaba prácticamente desabotonada, la corbata la tenía bajada del todo y bailaba de una manera totalmente loca, acompañado de su amigo y sin soltar ninguno de los tercios, sujetándolos con tres dedos y bebiendo de ellos. Un baile loco, sin ninguna duda, una danza tribal que me hacía transportarme a tiempos pretéritos.

Algunas mujeres se incorporaron al baile, acercándose mucho al más alto. Caí en la cuenta de que Lara miraba fijamente a la pista, observando ese baile.

-Jefe, ponme un tercio de Mahou- pidió Lara al camarero y, mirando a aquellas mujeres pude oír perfectamente como susurraba- <>.

-¿Te pasa algo, Lara? Te noto con el ánimo caído- me preocupé por ella-

-Nada, nada, no pasa nada, Mateo. No te preocupes

Sonó otra canción, esta vez en español.

NO HACE FALTA QUE NOS LO DIGA NADIE,

YA SABEMOS QUE ES UN PATALEO GRATIS

NO CAMBIARÁ NUNCA ESTA SITUACIÓN

SIEMPRE LO MISMO, MIERDA DE CANCIÓN

La sala gritó el estribillo a pleno pulmón, levantando el puño en alto, hasta me pareció a Lara seguir ese canto

TODO ESTE SÁBADO ME LO VOY A PASAR

PRIVANDO EN MI CASA HASTA REVENTAR

YA ESTOY HARTO, NO QUIERO SALIR MÁS

SIEMPRE LO MISMO, MIERDA DE CIUDAD

-Cielo, ¿ qué es…

-Kortatu, Mateo, joder ¿dónde has estado metido toda tu vida?

-Haciendo dinero, trabajando, educando a mis hijos mientras tú te ibas de juerga al parecer.

-Oioioioi, Mateo. No te pases ni una cala, conmigo, ¿eh?

La cosa podría haber ido a más. ¿Pero qué se creía esta niñata? Vale que follemos y que nos lo pasemos bien, pero a mí no me falta al respeto nadie. Reflexionaba en esas cosas cuando se acercaron “Pin” y “Pon” y el más alto (Pin) saludó a Lara con una sonrisa de oreja a oreja y un abrazo de oso.

-Coño, Larita, cuánto tiempo sin verte, ¿cómo te va?

-Muy bien, Puertas, me va de lujo.

Lo primero que pensé fue “Larita, joder, le ha llamado Larita y no le ha dicho nada”. No me gustaba cómo pintaba aquello. Debía ser algún antiguo novio o similar. “Pero es muy mayor” y entonces me di cuenta de que tampoco es que yo fuera Peter Pan, precisamente.

-Muy buenas noches, amigo, ¿cómo te llamas, si me permites el tuteo?

-Mateo, me llamo Mateo, ¿y tú?- pregunté apreciando la educación de “Pin”, al parecer de un nivel más alto que el mío, porque yo le había puesto un mote y él a mí, no. Al menos que yo supiera, aunque a saber qué ronda por la cabeza de una persona así.

-Alberto, me llamo Alberto y este colega es José. Un placer, Mateo

-Un placer, Alberto

-Y un placer también, Mateo-intervino “Pon”

-Igualmente, hombre.

-¿Os apetece una copa, Mateo, Larita? ¿Un Jack Daniels para ti, campeona?

-No, Puertas, no te molestes, de verdad.

-Joder, no es molestia. Jefe, un chupito de Jack Daniels, un par de tercios de Mahou Etiqueta Verde y, Mateo, ¿qué tomas tú?

-Vamos a probar esa Mahou Etiqueta Verde, a ver a qué sabe.

-Hecho, Mateo. Jefe que sean tres los tercios. Qué coño, ponle a Lara otro tercio más. Si no te molesta, Lara. Que si no quieres no pido.

-Está bien, está bien Puertas, no pasa nada- asintió Lara.

Hacía mucho que no bebía cerveza, para qué mentir. Creo que la pedí porque necesitaba saber algo más de esos dos. Lo normal, me dije, saber qué tipo de relación tenían con Lara, si se veían mucho, si había o hubo algo con uno o con el otro, esas cosas que pueden volver loco a una persona, tantear el terreno en definitiva. La familiaridad en el trato me escamaba, no me gustaba el tal “Puertas”, no me gustaba que la pudiera llamar “Larita” y ella sonriera y lo que menos me gustaba era el acompañante. Noté algo raro en Jose, su mirada no era franca, en absoluto. Y no me refiero a que me mirara con recelo a mí, que también. No, no era eso, yo ya había notado que me había estudiado, analizado, catalogado y archivado en su particular biblioteca mental, era algo más. Sin conocer de nada ni a Alberto ni a Jose me pareció notar algo negativo que emanaba de Jose hacia Alberto pero también hacia Lara. Hice mi correspondiente apunte mental y lo guardé para comentarlo luego con ella.

-Bueno, Mateo, no sé, aunque parezca rutinario y sin ánimo de cotilleo ¿qué eres? ¿a qué te dedicas?. Ja, ja, perdona, perdona es que me disparo, parezco un padre. Joder, te estoy haciendo el padrón.

-Soy economista, bueno, más bien asesor financiero- respondí

-Anda, qué bien. No sabes lo bien que me vendría un buen asesor financiero que pudiera ayudarme con un tema que estoy llevando a una amiga sobre unos posibles delitos fiscales de unas empresas que tengo enfiladas y no sé si he hecho los deberes.

-Bueno, “Puertas”, yo asesoro a empresas de alto standing- decidí que era la hora de cortar lo que consideré que eran familiaridades por parte de ese desconocido con muy poca presencia  y menos vergüenza. Además, quería impresionar a Lara- quiero decir, que mi minuta es alta.

No respondió inmediatamente. Se tomó unos segundos, un breve lapso de tiempo durante el cual me miró a los ojos mientras le daba un trago largo a su tercio de cerveza.

-Entiendo- dijo, con una vez grave y le dio otro trago a su bebida que acabó con el contenido de la botella.

-Puertas, ¿cómo le va a Isabel?- intervino Lara

-Mal, muy mal. Es cuestión de meses, nos tememos.

-Lo siento de veras. No sabía que su cáncer iba tan mal.

-Es lo que hay, tranquila. Gracias por preguntar.

Comprendí que había metido la pata. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Había prejuzgado a una persona sin saber nada de las circunstancias que le rodeaban.

-Bueno, campeona, creo que es hora de marcharnos. Jose ¿te falta mucho?-preguntó a su amigo.

-Cuando quieras nos abrimos, Albert.

-Pues venga, que ya es tarde y Fran me va a cortar los huevos.

¿Fran?, ¿O sea que estaba casado o tenía pareja? Eso lo cambiaba todo.

-Perdona, ¿sigue en pie tu oferta de revisar tu investigación de esas empresas?- pregunté, con el ánimo de intentar recomponer el ambiente.

-Gracias, pero déjalo, no te preocupes. Ya me busco yo la vida, Mateo.

-Eso- añadió Jose, acercándose a mí y repasando mi cuerpo con su mirada desde los pies a la cabeza para decir cuando llegó a la altura de mis ojos- así se podrá ahorrar tu carísima minuta.

-Puertas, tío. No te vayas-pidió Lara- venga, tomaos una ronda. Pago yo, no me iréis a hacer el feo.

-De verdad que tengo mucha prisa. Mañana tengo que madrugar, hay que acompañar a Isabel a la sesión de quimio. Otro día será, Lara- se dio la vuelta y me estrechó la mano muy serio, sin ningún atisbo de la sonrisa que tenía en su cara cuando se presentó- ha sido un placer, Mateo. Cuidaos mucho, y cuídala mucho… lo vale.

Se dirigió con rápidos pasos hacia la salida, sin mirar atrás, seguido de un Jose que ni tan siquiera se despidió de nosotros. Como si no mereciéramos la pena. Como si fuéramos escoria.

-Parece buena persona el “Puertas”- comenté en voz alta a Lara.

-Lo es. Es el mejor y tú, tú eres un gilipollas –me soltó.

Tomamos una consumición más. En silencio. Lara solo miraba su reloj y el escenario. Tenía muy claro que estaba tolerando mi presencia. Sorprendentemente, en lugar de ser prudente y dejar pasar el tiempo decidí intervenir y, ya que estaba en ello, joder cualquier posibilidad de reconciliación.

-Tampoco es para tanto, Lara- inicié la confrontación.

-¿Que no es para tanto, que no es para tanto, dices?-en ese momento supe que había perdido la batalla, la guerra y, lo peor de todo, la paz- Alberto me ha salvado, al menos, dos veces, una de ellas hace dos años. Hace  poco tiempo mi jefe, Julián, me traspasó el local gratis. Así, por la patilla, solo pidió una cosa…

-Que te acostaras con él, seguro- otra cagada más a anotar.

-¿Ves como eres gilipollas? –me recriminó- Me pidió que Alberto no me llevara los papeles del local . “No quiero que ese cabrón pueda ganar dinero que venga de mí” me dijo. ¿Y sabes qué hice? ¿Al hombre que me había salvado dos veces la vida? ¿Sabes lo que hice? Le di los papeles al asesor de Julián. Ni siquiera le llamé para decírselo, estaba avergonzada. Y tú llegas hoy, con tus aires de superioridad de mierda y le dices que solo llevas alto standing. ¿Yo soy alto standing, Mateo? Porque ¿sabes? yo soy como él, ¿te enteras? Soy como él.

-A ti lo que te pasa es que estás enamorada de él. A ver si te crees que soy ciego. He visto cómo le miras.

-¿Y qué si estoy enamorada de él? ¿A ti que te importa? Sí, estoy enamorada de él y tú, tú no eres nadie para mí. Creí que podríamos conocernos más, estar un poco más de tiempo. Joder, hasta te pareces a él, pero no eres él. En absoluto. No eres él, y yo soy de él, soy suya ¿vale? Me arrastraría por él en cuanto me lo pidiera y por tu culpa se alejará otro poquito más de mí.  Joder, si hasta ha dejado de llamarme “Larita” Se acabó, Mateo. No quiero volver a verte más.

-Todo esto es sacar las cosas de quicio, Lara. Vamos a relajarnos un poco

-¿Relajarme? Relájate tú, imbécil. Vete a tu puto ático a ver a la gentuza como yo desde tu particular cima del mundo. No quiero pertenecer a tu ambiente de lujo. Lo que me atraía de ti era tu bondad, tu humildad, tu paciencia conmigo y hoy le has hecho daño a la única persona que amo.

Adiós- dijo y salió por la misma puerta por la que había salido media hora antes Alberto, la única persona que podía llamarle “Larita”.

No dejó que la acompañara. Cuando quise salir ella había desaparecido. Ya no recuerdo las canciones que sonaron durante la discusión, ni las caras de las personas que fueron testigos de la enorme cura de humildad que me propinó Lara.

Solo sé que volví a mi casa, solo, que se me caía el techo encima y que había vuelto a perder el rumbo de mi vida. Otra mujer me había dejado, otra vez me habían hecho daño pero esta vez había sido culpa mía. Triste consuelo.